aquà - El Dulce Nombre

Cuaresma 2010 Historia 7 29
Casa Hospital de las niñas huérfanas.
Este traslado, unido a la
inactividad de la Hermandad,
motivó que la capilla quedase
cerrada al culto. Por tal motivo,
las imágenes de la Bofetada fueron
trasladadas a la capilla del
Beaterio de la Santísima Trinidad
en 1809.
Pocas referencias existen de
la estancia de las imágenes en
el establecimiento trinitario
durante el siglo XIX. Quizá el
testimonio más valioso lo aportó
José Bermejo y Carballo en
su libro “Glorias Religiosas de
Sevilla”, publicado en 1882. Serviría
esta publicación para que
años más tarde un joven universitario,
Alfredo Estrada de
la Rosa, sintiera la inquietud de
conocer más detalles de aquella
antigua Hermandad que describía
Bermejo y que en estado
latente, se hallaba en el Beaterio
de la Santísima Trinidad.
A pesar de carecer la Hermandad
de organización interna,
las religiosas y las niñas
mantuvieron y fomentaron la
devoción y el culto a las imágenes
del Señor de la Bofetada, el
Crucificado, la Virgen del Dulce
Nombre y San Juan Evangelista.
Las imágenes contaban con
el cuidado y mantenimiento
preciso para que su estado de
conservación y ornato fuera óptimo.
De las atenciones precisas
de cada imagen se encargaba
directamente una religiosa,
durante el tiempo en que las
imágenes permanecieron en el
Beaterio.
Era el verano de 1918, cuando
Alfredo Estrada junto con
su amigo y compañero de carrera
Juan Pérez Calvo se interesaron
por las imágenes de
aquella antigua y desconocida
Hermandad. Para poder contemplar
aquellas tallas que describía
Bermejo, los dos jóvenes
se citaban algunos domingos en
un café de la Puerta de Jerez, y
encaminaban sus pasos hasta el
Beaterio, para asistir a la misa
que se celebraba a las 8 en la pequeña
capilla.
La contemplación de aquellas
imágenes influyó notablemente
en la idea de reorganizar la Hermandad
y dotarla, en la medida
de lo posible, del esplendor que
según Bermejo tuvo en siglos
anteriores.
Junto a estos dos emprendedores,
pronto se unió otro
grupo más numeroso formado
por estudiantes y empleados
del Banco Hispano Americano,
principalmente. La constancia,
el entusiasmo y el ánimo de
aquel grupo de hermanos, salvó
todos los obstáculos habidos y
por haber, y en el plazo de poco
más de un año, el deseo de refundar
la Hermandad se vería
cumplido. El 8 de noviembre
de 1919 el Cardenal Almaraz
aprobó las Reglas, y tres días
mas tarde fue reconocida como
Hermandad de penitencia.
Desde el primer momento,
el escudo adoptado por la Hermandad
(no se conocía la heráldica
primitiva), incluía como
signo principal la Cruz Trinitaria
sobre el Sol de Judá, junto
al escudo de Sevilla y la mano
o manopla que simbolizaba la
bofetada recibida por el Señor
en casa de Anás. Desde 1921 la
Cruz Trinitaria es el único distintivo
que resalta sobre la blanca
túnica de los nazarenos del
Dulce Nombre.
A pesar de que la residencia
canónica de la Hermandad se
fijó en San Román, las imágenes
continuaban en el Beaterio,
siendo trasladadas al templo
parroquial para los cultos cuaresmales
y la Semana Santa.
Muestra de lo que decimos es
que entre el 6 y el 12 de septiembre
de 1920 se celebró el primer
culto a la Santísima Virgen del
Dulce Nombre, consistente en
un Septenario en la capilla del
Beaterio.
Cuando se corrigió por parte
de la Autoridad Eclesiástica esta
anómala situación y las Imágenes
Titulares fueron entregadas
a la Hermandad junto con los
cuatro ángeles pasionistas, se
estableció como pago a la Comunidad
Trinitaria la cantidad
de 545 pesetas, en concepto de
gastos de conservación. Junto
a las Imágenes, se entregaron
unas potencias del Señor de la
Bofetada, y un resplandor de
San Juan. Ambas obras de plata
de ley. Del acto se levantó la
oportuna acta, firmando la Superiora
Trinitaria y los hermanos
asistentes.
Cuando se bendijeron las
nuevas imágenes de Jesús ante
Anás (1923), y la Virgen y San
Juan (1924), las primitivas efigies
fueron devueltas al Beaterio,
y la Comunidad Trinitaria
devolvió las 545 pesetas que
poco tiempo antes había pagado
la Hermandad..
Por lo que respecta a las imágenes
primitivas, el Señor de la
Bofetada, la Virgen del Dulce
Nombre y San Juan Evangelista,
son imágenes de candelero o de
vestir. Son anónimas, realizadas
en pasta de madera y policromadas.
Pudieran datarse en el
primer tercio del siglo XVII.
Efemérides importantes de
la Hermandad, tuvieron como
marco la capilla del Beaterio.
Con motivo del Cincuentenario
de la refundación de la Hermandad,
el 20 de febrero de
1970 se celebró Misa Votiva de
Acción de Gracias, ante las primitivas
Imágenes. Ofició el acto
José Antonio Pérez Domínguez
de la Rasilla, párroco del Dulce
Nombre de María (Bellavista),
y estuvo presidido por la Reverenda
Superiora, Madre Pilar
Ormad, contando con la asistencia
de los hermanos refundadores
que aún vivían: Alfredo
Estrada de la Rosa, Juan Pérez
Calvo, Luis Rodríguez Bancalero,
Ricardo Lallena Victoria,
José Santizo León, Francisco
Lobo Rosa, José Cañada del
Hoyo, Dolores Rodríguez-Ojeda
y Manuel Filpo Pérez.
En noviembre de 1994, coincidiendo
con el 75 aniversario
de la refundación de la Hermandad,
también se eligió la
capilla del Beaterio como marco
de celebración de esta conmemoración,
celebrándose una
Solemne Función en la capilla
del Beaterio ante los Primitivos
Titulares: El Señor de la Bofetada,
la Virgen del Dulce Nombre
y San Juan Evangelista.
Otro acontecimiento digno
de resaltarse se produjo el 20 de
enero de 1998. En esta fecha, el
Cabildo General de hermanos,
acordó de manera unánime
nombrar Camareras Honorarias
de la Santísima Virgen del
Dulce Nombre a las religiosas
de las Mercedarias Calzadas de
la Asunción y a las Trinitarias
de Madre Isabel.
Ambos reconocimientos, dejaban
patentes la gratitud de la
Hermandad con dos Comunidades
religiosas femeninas que
acogieron a nuestra Hermandad
en momentos, circunstancias
y épocas diferentes.
La habitual presencia de la
Reverenda Madre Superiora
de las Trinitarias en nuestros
cultos principales, es signo inequívoco
de los estrechos lazos
que unen a la Hermandad del
Dulce Nombre con el Beaterio
de la Santísima Trinidad. Unos
vínculos históricos y afectivos
que ya alcanzan los dos siglos
de existencia. n