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Quot capita, tot sensus<br />
Una posible aprehensión de la situación<br />
Kauffman (1993) resumió que el siglo XVIII, bajo el<br />
influjo de la revolución Newtoniana, desarrolló ciencias de la<br />
simplicidad organizada; el siglo XIX, vía la mecánica estadística,<br />
se centró en la complejidad desorganizada; mientras que la<br />
ciencia de finales del siglo XX y durante el XXI, deberá<br />
confrontar la complejidad organizada; pero en ninguna otra<br />
ciencia como en la biología -afirma- se hace notar tanto la<br />
ausencia de herramientas conceptuales para esta confrontación.<br />
Ciertamente, la biología está urgida de tales implementos del<br />
intelecto, pues la gran diversidad de fenómenos que estudian los<br />
biólogos necesita de una diversidad correspondiente de<br />
enfoques epistemológicos en la comprensión de la naturaleza<br />
(Keller, 2003). Najmanovich (2002) aseveró que hemos vivido<br />
bajo el hechizo del método, del que recién comenzamos a<br />
despertar. La tarea -enfatiza- requiere la aceptación de la<br />
incompletitud radical de todo conocer y de abrirse a la<br />
multiplicidad de significados sin despeñarse por lo anárquico.<br />
Pienso que el encantamiento del método ejerce su influjo en el<br />
propio corazón de las polémicas que, de una forma u otra, dan<br />
vida al quehacer cotidiano en la teoría (o mejor decir, teorías,<br />
puesto que no es aceptable ¡por suerte! un dogma centralizado y<br />
rígido) evolucionaria en sentido general, y en la biogeografía<br />
histórica en particular.<br />
Crisci (2001) expuso: “La definición de la biogeografía puede<br />
ser sencilla el estudio de la distribución geográfica de los<br />
organismos- pero esta simplicidad esconde la gran complejidad<br />
del tema. La biogeografía trasciende el clásico tópico de las<br />
áreas, involucra una gama de disciplinas científicas que incluyen<br />
la geografía, geología y biología. Nadie que estudie biogeografía<br />
puede evitar el quedar impresionado, o perplejo, por la<br />
diversidad de enfoques del tema”. Esta gran complejidad<br />
provoca que la disciplina se encuentre en un momento de gran<br />
efervescencia, pletórico de enfoques contrapuestos y pugnas<br />
entre sus hacedores. Martin-Piera y San-Martin (1999) aducen<br />
que la biogeografía es “ameboide”, y Ebach y Humphries (2003),<br />
la tildan de una perspectiva cuyos objetivos todavía permanecen<br />
ambiguos, porque el concepto abarca más de un tópico. Es<br />
posible discrepar de este último criterio, y asumir que la<br />
biogeografía tiene una identidad legítima, traslucida en el<br />
estudio de la percepción, determinación, causalidad e historia de<br />
los patrones de distribución espacial de los organismos. Lo<br />
sugestivo es discernir en lo ameboide algo que se infiltra y se<br />
reticula, que se embebe; y asumir en lo ambiguo su comulgar con<br />
lo indeterminado. Todo ello es coherente con la ontología de lo<br />
complejo.<br />
Brooks et al. (2001) se lamentan que las discusiones recientes<br />
sobre diferentes enfoques para el estudio de la disciplina han<br />
estado confundidas, además de ser confusas. Pienso que el<br />
“hechizo del método” es el acreedor de tal confusión. Los<br />
enfoques se ciernen alrededor de la mejor manera de aplicar una<br />
perspectiva epistemológica, el modelo hipotético-deductivorefutacionista,<br />
la vicarianza como causa eficiente generadora de<br />
los patrones biogeográficos y la metodología cladística. Lo que<br />
sigue es una reflexión somera y preliminar de algunos aspectos<br />
de este quehacer. Por ejemplo, Ebach y Humphries (2003)<br />
señalan que la “plétora” de métodos que existen en la<br />
biogeografía es una consecuencia de que la disciplina no es vista<br />
como un campo en su propio derecho. Ello refleja una ausencia<br />
y consenso de lo que constituye la ontología (especificación d e<br />
conceptualización) de la biogeografía, la cual debe estar ligada al<br />
descubrimiento de relaciones históricas entre áreas, según la<br />
metodología cladística. Wilkinson (2003) impugna estos<br />
señalamientos, y manifiesta que el único método no puede ser<br />
cladística y vicarianza. “La biogeografía -precisa- no necesita<br />
una definición rigurosa más allá del enunciado general que es<br />
acerca de la distribución de los organismos en el espacio y el<br />
tiempo. La biogeografía es justamente uno de nuestros intentos<br />
para interpretar el universo. Tópicos complejos son probables de<br />
producir una 'plétora de métodos' con los diferentes métodos<br />
siendo más o menos adecuados para las diferentes cuestiones<br />
dentro del campo general de indagación”.<br />
El estudio de la evolución le da primacía al devenir de la<br />
forma en el tiempo, mientras que la biogeografía resalta la<br />
dimensión espacial en la evolución de la forma. La distribución<br />
de los organismos se estudia a través de la determinación de<br />
patrones espaciales y de la comprensión de los procesos y<br />
eventos probables a partir de los cuales emergen los patrones. Y<br />
para su comprensión es necesaria una perspectiva sistémica y<br />
transdiciplinar. Este conocimiento es muy poco probable de ser<br />
construido con tan sólo algún método formalizado y<br />
estandarizado. Por su parte, Hovenkamp (1997) precisa que la<br />
biogeografía histórica tiene dos objetivos distintivos: (1)<br />
Dilucidar la historia de la Tierra sobre la base de la evidencia<br />
biológica (historia de las áreas). (2) Dilucidar la historia de uno<br />
o más grupos de organismos sobre la base de una teoría<br />
establecida de la historia de las áreas (historia de los taxones).<br />
Las distinciones más generales dentro de la biogeografía<br />
histórica es llamar Biogeografía de la Vicarianza a las prácticas<br />
de: (1) panbiogeografía (2) biogeografía cladística. Ambas<br />
asumen a la vicarianza como principio central en la generación<br />
de los patrones biogeográficos, pero la panbiogeografía genera<br />
hipótesis a partir de la congruencia espacial de las distribuciones<br />
de diferentes taxones. La segunda perspectiva plantea hipótesis<br />
explícitas de relaciones entre áreas, o cladogramas de áreas, a<br />
partir de cladogramas de taxones. Con relación a esta última<br />
perspectiva, Hovenkamp (2001) realiza dos distinciones: (1)<br />
biogeografía cladística (2) biogeografía de la vicarianza. La<br />
primera distinción busca congruencia entre cladogramas<br />
taxonómicos de áreas de varios grupos monofiléticos. El<br />
objetivo es producir un cladograma general de áreas, el cual<br />
ofrece un patrón común de relaciones entre áreas de varios<br />
grupos no relacionados. Los patrones únicos de distribución<br />
histórica son irrelevantes (Llorente, 2000; Ebach, 2001; Ebach y<br />
Humphries, 2002). Ebach y Humphries (2002) consideraron<br />
que esta disciplina constituye “el arte del descubrimiento”. Por<br />
su parte, la biogeografía de la vicarianza no se preocupa por la<br />
extensión de la distribución del taxón, sino con la posición<br />
geográfica de sus disyunciones y con la evidencia que puede ser<br />
extraída de las distribuciones observadas de los taxones y es<br />
permisible el análisis de grupos particulares.<br />
Brooks y McLennan (2001), reconocen que los patrones de<br />
distribución constituyen fenómenos complejos, porque las<br />
34 COCUYO 15, 2005