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Revista de Temas Nicaragüenses No. 80<br />
Remembranzas<br />
©José Rizo Castellón<br />
Cuando Rusiñol le presenta a Rubén Darío en el café Continental, Jerónimo Mallo lo encuentra<br />
envejecido para su edad, y “pálido”: “Las mejillas flácidas y la mirada triste daban la sensación de que<br />
estuviera convaleciente, y de que hacía un gran esfuerzo para permanecer allí. Hablaba poco y en voz baja”. Darío se<br />
despide temprano de la mesa y Rusiñol le habla de la “crisis profunda, física, moral y económica, por la cual<br />
está pasando este hombre excelente”.<br />
Después de ser presentado, Jerónimo Mallo volvería a encontrar a Darío en el Ateneo de<br />
Barcelona, y el poeta lo invitó en sucesivas ocasiones a su “torre” (como se llama en Barcelona una<br />
casa unifamiliar de varias plantas). Conoció a Francisca, la compañera de Darío, y a su hijo “Güicho”.<br />
También explica cómo la política localista se interpuso en la gestión del mecenazgo de una<br />
pensión para Darío; y que el conocimiento de sus crisis alcohólicas lo inhabilitaron para el trabajo<br />
periodístico. Pero, junto a la tristeza con que el admirador y amigo sufre el ocaso de Darío, también<br />
nos deja conocer su gloria en el reconocimiento que recibe en diversos actos públicos.<br />
Al final, Mallo detecta una “sensibilidad enfermiza” e influenciable por el advenedizo Alejandro<br />
Bermúdez, que viene a llevarlo de vuelta a Nicaragua sin claras intenciones. El 25 de octubre, Jerónimo<br />
Mallo conoce la noticia por un compañero de bohemia de Rubén Darío, que acaba de embarcar<br />
para Nueva York. Y van de inmediato a la casa de Calle Tiziano 16, su domicilio barcelonés. Allí<br />
les dijeron: “...se lo llevaron engañado, porque el señor Darío es como un niño. El mal amigo [Alejandro Bermúdez]<br />
no tuvo reparo en que quedaran abandonadas todas las personas de la familia de don Rubén, sin recursos para<br />
sostenerse... Ahí están las pobres criaturas sin encontrar consuelo”.<br />
2. El lingüista y crítico literario Eliot G. Fay, en “Rubén Darío in New York”, describe los días pasados<br />
por el poeta nicaragüense en Nueva York entre los meses finales de 2014 y comienzos de<br />
2015: Alejandro Bermúdez, periodista nicaragüense, había persuadido al poeta para dejar Barcelona y<br />
embarcarse en una gira de conferencias empezando por Nueva York. El New York Times (29 nov.<br />
1914) da la noticia de su llegada, llamándolo “príncipe de la literatura en castellano”, y que se encuentra en<br />
una gira de conferencias por la paz internacional con el trasfondo de la deflagración de la Primera<br />
Guerra Mundial.<br />
Eliot cita las primeras impresiones de Darío en la ciudad: “...los hombres de Manhattan viven en<br />
torres de piedra, hierro y cristal...” Menciona la sensación de “vértigo” y “hormiguero”; la visión de “carros<br />
monstruosos”, la “vorágine humana”. “Casas de cincuenta pisos, / Servidumbre de color, / Millones de circuncisos, /<br />
Maquinas, diarios, avisos, / Y dolor, dolor, dolor”.<br />
Darío se reúne con el costarricense Roberto Brenes Mesén. Lo encuentra esperanzado con la<br />
empresa de dar a conocer su poesía, y el compromiso por la paz internacional, pero como una idea<br />
de Bermúdez, y recuerda Brenes Mesén: “Percibí en él una mezcla feliz de madurez y juventud que desmentía<br />
la flacidez de la cara y la creciente redondez de su figura. Sus manos no habían envejecido, sólo su andar lento demostraba<br />
su fatiga” (estas palabras de recuerdo las habría escrito Roberto Brenes Mesén para el artículo de<br />
Eliot G. Gay).<br />
En la Universidad de Columbia, Darío leyó su poema PAX: “Paz a la inmensa América. Paz en<br />
nombre de Dios”. Darío es condecorado por la Hispanic Society. Pero, poco después, enferma de<br />
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