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RAMPA ABAJO
Los cuerpos esplendorosos
descienden la cuerda de la calle
hasta el mar del límite.
Allí por donde trazaba un galeón
su estela de espuma zigzaguea la ira
entre la humillante pose del agua
y el punto exacto donde se pierden
los muchachos más bellos de la isla.
La ciudad se los come
con ese fugaz velamen
que cala la avaricia en la carne.
El amigo caza una boca y se le convierte en
sal
después que salta el semen
el silencio
el puente de fuego.
Juro que he visto la pasarela cubierta de
bodegones
hartos de frutas frescas en retahíla
y he mordido mi labio inferior para cortar
el hambre,
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