cerrarán la boca, pues contemplarán lo que parece imposible: un obispo que muere de la manera más cobarde, serán testigos de lo que no debía pasar ni de lo que se debía escuchar. ¿Quién creyó en sus palabras? ¿Quién atendió a sus homilías? Su vida echó raíces en una tierra en sequía de justicia, su voz y su persona eran insignificantes; nosotros mismos lo vimos y no era el gran orador, ni su presencia la de alguien que impone, era de lo más común e irrelevante; su vida por mucho no pasaba de la sacristía. Sus predicaciones despreciadas, olvidadas y sin eco en las esferas de poder; era un don nadie, un obispo que buscaba un imposible. Pero de hecho sobre su ministerio cargó con todas las injusticias del pueblo salvadoreño, asumió el castigo que merecíamos todos, lo vimos injuriado y hasta como si el mismo Dios no le escuchara, fue criticado por nuestros problemas, triturado por nuestra pasividad. Vivió la injusticia más cruel pero que nos dio esperanza a todos; todos deseábamos una vida mejor pero buscábamos por caminos equivocados, y precisamente fue Dios quien puso sobre él el castigo que merecíamos. Fue presa de las críticas, se burlaron de él, fue retado a enfrentarlos, pero él permaneció callado en la Verdad. Asesinado, desterrado de la vida de la manera más cruel y más cobarde, sin darle oportunidad de una legítima defensa. ¿Quien se preocupó de su ministerio? Fue suprimido de la historia, asesinado por las injusticias de su pueblo. Fue colocado entre los rebeldes, tildado de comunista y tachado de político clerical. Por más que actuó siempre acorde al Evangelio y al Magisterio de la Iglesia, por más que habló siempre con la verdad y desterró las mentiras de su mente, Dios mismo quiso otorgarle la gracia del Martirio. Toda su vida, sus palabras y acciones fueron una ofrenda a Dios en nombre de su pueblo, y al hacerlo su memoria permanecerá siempre guardada en el recuerdo del mundo entero, pues actuó conforme a la voluntad de Cristo. Luego de sufrir la muerte injusta, de ser asesinado como tantos de sus paisanos, su ofrenda será alumbrada y los cristianos se nutrirán de su testimonio. El obispo dará esperanza a muchos, pues la injusticia para ellos soportará. Tendrá un lugar especial en los corazones de sus compatriotas y en los que viven más allá de las fronteras centroamericanas, pues entregó su episcopado indefenso ante la injusticia y tachado de sedición, cuando en realidad soportó la inhumanidad de los explotadores y dio también para ellos una palabra de Esperanza, fue signo de Dios para el pueblo entero. (Cfr. Is 52, 1 3-1 5; 53, 1 -1 2). ff 1 3
"Pido a todos que fijen su atención en el hombre, que Cristo salvó en el misterio de su amor, y en su permanente búsqueda de verdad y de sentido". Papa San Juan Pablo II. (Fides et Ratio N° 11 5).