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Investigación<br />

en traducción:<br />

Planteamientos<br />

y perspectivas<br />

I. Cabrera P. Hörmann<br />

E. López J.C. Palazuelos<br />

“Uso exclusivo Vitanet<br />

Biblioteca virtual”


Capítulo 1<br />

FUNDAMENTOS Y METODOS PARA UNA INVESTIGACION<br />

CIENTIFICA EN EL AREA DE LA TRADUCCION<br />

EMILIO LOPEZ<br />

1.1. BASES PARA UNA CIENCIA DE LA TRADUCCION<br />

El problema que aquí nos ocupa es el del desarrollo de una disciplina que<br />

aborde científicamente el estudio de la traducción. Antes de comenzar su<br />

estudio es preciso hacer mención de algunas definiciones que contribuirán a<br />

delimitar nuestro objeto de análisis ya dimensionar el alcance de las<br />

conclusiones que se obtengan.<br />

La traducción, como oficio, es una actividad práctica, que es llevada a cabo<br />

por un traductor, con fines esencialmente pragmáticos y, en una gran mayoría<br />

de los casos, utilitarios. Para ello, el traductor se vale de un cuerpo de<br />

principios, conocimientos y aptitudes que le permiten alcanzar su objetivo con<br />

mayor o menor éxito. Cabe aquí mencionar una primera distinción en torno a<br />

nuestro objeto de análisis. La actividad del traductor, así como la entrega de<br />

orientaciones para dicha actividad, no constituyen nuestro ámbito de interés,<br />

por lo que este libro no está destinado hacia el ejercicio de la traducción ni le<br />

prestará utilidad directa. Su objetivo es proponer una metodología que permita<br />

abordar el conocimiento de la actividad traductora y la búsqueda de los<br />

principios que la orientan.<br />

Los principios que guían la toma de decisiones del traductor son de diversa<br />

índole. En primer lugar, en toda traducción, y en particular en la literaria, se<br />

considera una serie de principios estéticos que condicionan los distintos estilos<br />

que puede tomar una traducción. En segundo lugar, otras decisiones son de<br />

naturaleza ética, que toman en cuenta las consecuencias de dichas decisiones y<br />

hacen optar por una u otra, en función de normas y valores compartidos por el<br />

traductor, sus usuarios y los destinatarios de su producto. Finalmente, el<br />

traductor cuenta con un cuerpo teórico de conocimientos que le permiten<br />

considerar las variables y los factores que implican determinados efectos,<br />

pudiendo manejarlos para obtener un fin deseado. Estos principios están<br />

siempre presentes, ya sea consciente o inconscientemente, y todo traductor los<br />

combina en forma particular al enfrentar cada trabajo. Esto hace que la<br />

actividad de traducción pueda ser considerada una técnica o un arte, según el<br />

énfasis en principios teóricos o estéticos.


La distinción entre la elaboración de un cuerpo de principios y su<br />

aplicación práctica se da en la mayor parte de las disciplinas y profesiones y<br />

condiciona los métodos empleados en un caso u otro. A modo de ejemplo, la<br />

actividad científica en medicina constituye un cuerpo de conocimientos con un<br />

método particular, distinto de los que emplea el médico al enfrentarse a un<br />

paciente, el que necesita de una aproximación técnica, o incluso artística, más<br />

allá de una estrictamente científica.<br />

Como se mencionó anteriormente, nuestro interés no radica en los<br />

métodos de la actividad del traductor, sino en aquellos que se pueden emplear<br />

para conocer y conformar los principios que guían esta actividad. En función de<br />

la naturaleza de los distintos principios, el estudio de la traducción puede ser<br />

abordado desde una perspectiva estética, ética, filosófica o científica, entre<br />

otras. Si bien esta última perspectiva es la que nos interesa en este momento,<br />

no debe por ello pensarse que es la única válida o, al menos, la primordial. Más<br />

bien, el estudio cabal de la traducción necesita enfocarse desde las distintas<br />

perspectivas antes mencionadas, tal como se ha hecho hasta el momento.<br />

Que la traducción puede ser estudiada científicamente lo muestra, al<br />

menos de hecho, el que en diversos países este campo se considere una<br />

disciplina científica por derecho propio. A propósito de este tema, leemos en<br />

META 31—2: “(...) ha llegado casi a ser evidente hablar en alemán de una<br />

ciencia de la traducción cuando se trata de designar un sistema de reflexiones<br />

metódicas relativas a los problemas de la traducción como proceso por una<br />

parte y como producto terminado por otra” (Königs 1986c:120) 1 .<br />

Aquí no consideraremos el término más apropiado para designar la ciencia<br />

que se ocupa del fenómeno de la traducción, ya que hay varias denominaciones.<br />

Existe “traductología”, término acuñado por Brian Harris (1973), que ha tenido<br />

buena aceptación por los teóricos de la traducción. Entre los que utilizan este<br />

término, tenemos, por nombrar sólo a algunos, a Vázquez-Ayora (1977:3-4), a<br />

Seleskovitch y Lederer (1984: 264) y a Königs (1986c:119 y sigs.). También se<br />

ha empleado indistintamente “teoría de la traducción” y “traductología” para<br />

designar la reflexión teórica sobre la traducción desde la perspectiva de la<br />

pedagogía de la traducción profesional (Delisle 1981:138; 1982:48). Ton That<br />

Thien considera más apropiado el término “traduccionología” que<br />

“traductología”, (1983:131). Otros teóricos utilizan “ciencia de la traducción”<br />

(Nida 1964; Wilss 1982). Algunos emplean “teoría de la traducción” (Fedorov<br />

1958; Cary 1957, 1962) 2 ; (Coseriu 1977) y otros, “disciplina”, sin entrar a<br />

nominaría de una manera determinada (Ver también Larose 1987:XXV, nota<br />

3).<br />

1)Las citas de este artículo utilizadas en el presente estudio y las de todos aquellos artículos y libros que no estén<br />

escritos en castellano han sido traducidos por los autores, exclusivamente para los efectos de este trabajo.<br />

2)Citados por García Yebra (1983:31 y 35)


En este momento en que hay consenso relativamente general en cuanto a<br />

que la traducción es objeto de una ciencia que funciona como tal —que<br />

llamaremos ciencia de la traducción, estimamos oportuno tratar de encontrar<br />

una explicación a la gran complejidad de la traducción, característica<br />

reconocida por la mayoría de los teóricos como la más representativa. Partimos<br />

del supuesto de que esta explicación equivaldría a un intento de definición del<br />

objeto de la ciencia que se ocupa de la traducción, objeto que, por lo demás,<br />

como bien dice J. Albrecht (1973:2),”[...]como todo objeto puede estudiarse<br />

científicamente” 3 .<br />

A pesar del rango que esta disciplina ha alcanzado, en este capítulo<br />

intentaremos, primeramente, exponer las bases a partir de las cuales se puede<br />

hablar de una ciencia de la traducción, antes de analizar los métodos que esta<br />

pueda adoptar para consolidarse y avanzar como una disciplina científica<br />

reconocida.<br />

1.1.1. El estudio científico de la traducción<br />

La principal interrogante que debemos abordar para nuestro propósito es<br />

si la ciencia de la traducción puede considerarse una disciplina científica<br />

particular. La respuesta a esta interrogante requiere el análisis de los<br />

siguientes elementos:<br />

En primer lugar, debemos preguntarnos si la traducción es susceptible de<br />

ser estudiada científicamente. Al respecto, el carácter científico de un estudio<br />

no depende del objeto que este aborde, sino del objetivo de su estudio y del<br />

método empleado para ello. La ciencia abarca objetos de estudio de índoles muy<br />

diversas, cabiendo dentro de ella distintos universos: las ideas (tal como en la<br />

matemática y la lógica), los fenómenos naturales (como en la física, la química,<br />

la biología, etc.,) y los fenómenos humanos o culturales (como en la sicología, la<br />

sociología, la antropología, la lingüística, etc). Así, no existe una limitación a<br />

priori para abordar científicamente el estudio de cualquier fenómeno. En la<br />

medida en que un objeto tenga consecuencias susceptibles de ser abordadas y<br />

sobre las cuales se pueda construir alguna reproducción conceptual de la<br />

estructura de dichos fenómenos, y en la medida en que estas reproducciones<br />

puedan someterse a algún criterio veritativo, dicho objeto puede estudiarse<br />

científicamente.<br />

Una característica fundamental del conocimiento científico es su<br />

construcción progresiva con un carácter esencialmente parcial, indirecto,<br />

incierto y corregible (Bunge 1980a:140), por lo que solo aquellos objetos cuya<br />

definición los hace en sí absolutos y necesariamente verdaderos dejan de ser<br />

susceptibles de un estudio científico. Tal es el caso de la ética, que considera un<br />

cuerpo de valores con un carácter de imperativos categóricos, de la estética, que<br />

se funda similarmente en un conjunto de valores en principio arbitrario y, en<br />

un caso extremo, del conocimiento de la naturaleza de Dios, al que se llega por<br />

la fe. Lo anterior no significa que los valo-<br />

3)Ibid.


es no puedan estudiarse científicamente como fenómeno humano; la limitación<br />

está dada únicamente al considerarlos en una dimensión absoluta.<br />

Si bien el objeto de estudio no es una limitación para el estudio científico<br />

de la traducción, el objetivo de dicho estudio es uno de los elementos que le<br />

confiere este carácter. El objetivo de la ciencia es fundamentalmente el<br />

conocimiento que permita la comprensión, explicación y predicción de los<br />

fenómenos de estudio. Un conocimiento descriptivo de los hechos es un paso<br />

necesario para su posterior comprensión, sin embargo, por sí solo no constituye<br />

un objetivo científico. Una disciplina científica avanza en la medida que<br />

trasciende el establecimiento de mapas de los hechos y tiende a construir<br />

mapas de las estructuras de los hechos (teorías), permitiendo, como se dijo<br />

anteriormente, su comprensión, explicación y predicción (Bunge op. cit.:44—<br />

45). En este sentido, el estudio científico de la traducción debe tener dichos<br />

objetivos y no otros ya que se convertiría en un estudio de otra naturaleza.<br />

Por último, no solo el objetivo del estudio le otorga un carácter científico,<br />

sino además es necesario que dicho estudio utilice un método general de<br />

conocimiento propio de la ciencia. Este método es compartido por todas las<br />

disciplinas científicas, aunque su operacionalización en estrategias concretas es<br />

peculiar a cada disciplina. Además, está condicionado a las características del<br />

objeto que se estudia. En este sentido, la experimentación es un método común<br />

en las ciencias naturales pero es difícilmente aplicable a las ciencias formales.<br />

Más aún, considerando que la física es una ciencia natural, en muchos campos<br />

de su ámbito de estudio está imposibilitada de experimentar, como en el caso<br />

de la astronomía. En algunos sectores ha existido una tendencia a sobre valorar<br />

la estrategia general (no necesariamente las tácticas particulares) de las<br />

ciencias naturales y a considerarla como el único método válido de estudio<br />

científico. No obstante, como se analizará más adelante, lo que en estos casos se<br />

ha esgrimido como método es en realidad una estrategia derivada de un método<br />

general compartido por las diversas disciplinas científicas. En este sentido<br />

puede ser abordada la traducción mediante un estudio científico si utiliza este<br />

método general, a través de una estrategia compartida con disciplinas afines y<br />

operacional izada en una táctica (o conjunto de procedimientos específicos)<br />

propia de dicho campo de estudio.<br />

De este modo, para llevar a cabo un estudio científico de la traducción, es<br />

necesario que éste comparta el objetivo y el método general de la ciencia.<br />

Citando a Bunge, se puede decir que “cuando las técnicas científicas se aplican<br />

a la consecución de datos sin hallar estructuras generales, se consigue ciencia<br />

embrionaria, protociencia. Y, cuando el objetivo perseguido es el de la ciencia<br />

madura, pero en cambio no se utiliza su método y sus técnicas, se trata de<br />

especulación acientífica” (op. cit.: 45).


Una segunda pregunta que debemos considerar en nuestro problema es si<br />

se justifica la existencia de una disciplina dedicada exclusivamente al estudio<br />

de la traducción. Nuevamente nos independizaremos de su existencia de hecho,<br />

reflexionando sobre su necesidad o motivación. La pregunta hace alusión a un<br />

fenómeno de orden. más general en las ciencias tradicionales, las que han<br />

sufrido una progresiva subdivisión de sus campos de estudio dando origen a<br />

una infinidad de disciplinas particulares que se centran en áreas específicas de<br />

estudio.<br />

Sin pretender incursionar en el campo de la historia y evolución de las<br />

ciencias, podemos pensar que este hecho responde básicamente a dos procesos<br />

complementarios. En primer lugar, el propio avance de la ciencia, y su<br />

característica de conocimiento acumulado, ha incursionado en tal cantidad de<br />

áreas, construyendo un cuerpo de conocimientos tan extenso y complejo, que<br />

hace difícil que los científicos puedan abordar de manera exhaustiva un área<br />

completa de estudio, tendiendo de esta manera a la especialización. Esta<br />

particularidad también se observa en muchos aspectos del quehacer humano.<br />

El segundo proceso nace a su vez de la mayor profundidad y complejidad del<br />

conocimiento científico, que ha mostrado que llegado un momento, la<br />

naturaleza de un fenómeno no puede ser cabalmente explicada por los modelos<br />

existentes en una ciencia, necesitando recurrir a otros para dar cuenta de las<br />

peculiaridades del fenómeno. Así, la interacción entre las ciencias tradicionales<br />

especializadas ha dado origen a disciplinas intermedias tales como la<br />

bioquímica, la sicolingüistica, la cibernética (cuyos modelos prestan utilidad en<br />

todas las ciencias) y muchos otros ejemplos. Este hecho más que corresponder a<br />

una atomización muestra que se avanza en dirección a un concepto de ciencia<br />

unificada (J.A. Guzmán 1984). El proceso de evolución de las ciencias, su<br />

necesaria interdependencia y la relación dialéctica entre la progresiva<br />

atomización de las ciencias en la búsqueda de su unidad son cabalmente<br />

analizadas por Jean Piaget (1979). Asimismo, puede resultar de interés el<br />

clásico planteamiento de Kuhn (1952) respecto de la evolución del pensamiento<br />

científico.<br />

La traducción es un fenómeno complejo, cuyo estudio requiere de<br />

consideraciones lingüísticas (semánticas, sintácticas y pragmáticas),<br />

sicolingüisticas, sociolingüísticas, semióticas, culturales, históricas, de la<br />

comunicación, etc., nutriéndose incluso del campo de la cibernética y del de la<br />

inteligencia artificial. En este sentido, resulta un punto de interacción de<br />

muchas disciplinas, sin que ninguna la abarque cabalmente por sí sola. Por<br />

otra parte, como se expone en el capítulo siguiente, su objeto de estudio<br />

constituye un sistema sui generis con características distintivas, que escapa del<br />

ámbito efectivo de acción de las disciplinas que se relacionan con la traducción.<br />

Por estos motivos, resulta fundamental la existencia de una disciplina que<br />

aborde como objeto central el estudio científico de la traducción, a la que<br />

denominamos ciencia de la traducción. Algunos considerarán esta disciplina


como una rama de la lingüística actual que incorpora elementos sicológicos y<br />

culturales; otros la visualizarán como parte de la teoría general de la<br />

comunicación u otras ciencias, según el énfasis que se le otorgue. Sin embargo,<br />

al igual que lo que ocurre con la sicología social, que algunos consideran un<br />

caso especial de la sicología y otros de la sociología, necesariamente tendrá un<br />

objeto particular de estudio, construyendo modelos propios para explicarlo y<br />

desarrollando estrategias distintivas, apropiadas para su estudio.<br />

Una vez examinada la factibilidad y conveniencia de una disciplina que<br />

aborde el estudio científico de la traducción, es necesario preguntarse si la<br />

ciencia de la traducción, tal como ha sido desarrollada hasta el momento, se<br />

orienta hacia dicho objetivo.<br />

En general, todas las ciencias han seguido un proceso evolutivo paralelo al<br />

desarrollo de nuestra cultura, pasando previamente por etapas normativas y<br />

descriptivas antes de alcanzar una posibilidad explicativa. El estudio de la<br />

traducción no ha estado ajeno a esta evolución, como se ilustra posteriormente<br />

en este libro. Estas etapas no son sólo una característica que ha tenido la<br />

evolución de la ciencia, sino que son pasos necesarios para construir modelos<br />

explicativos fundados en el conocimiento previo. Difícilmente alcanzará una<br />

disciplina un carácter explicativo si no cuenta con un conocimiento descriptivo<br />

y clasificatorio previo. Como ya mencionáramos, una disciplina tiende al<br />

objetivo de la ciencia únicamente cuando se orienta hacia el terreno explicativo<br />

y busca estructuras que den cuenta de los fenómenos que estudia. A partir de<br />

este momento comienza su desarrollo científico, tendiendo cada vez a un mayor<br />

grado de abstracción y a una formalización de sus postulados con la<br />

consiguiente ampliación de su poder explicativo.<br />

La ciencia de la traducción, como disciplina independiente, es de reciente<br />

creación, coexistiendo actualmente autores que la consideran una ciencia y<br />

otros que definitivamente le niegan este carácter. Similarmente, en algunos<br />

países su desarrollo ha permitido conferirle un nivel explicativo mediante una<br />

investigación sistemática en el área, en tanto que en otros aún se encuentra a<br />

nivel descriptivo o especulativo.<br />

De acuerdo con el panorama de la evolución de las etapas científicas de la<br />

traducción que se expone más adelante, podemos pensar que estamos ante una<br />

disciplina que se está abriendo paso dentro del campo científico y que podrá<br />

experimentar un gran desarrollo en la medida que continúe por este camino.<br />

Por su reciente nacimiento, ha tenido dificultades en consolidar (y defender) su<br />

dignidad teórica y metodológica (Wilss 1976). Sin embargo, en países como<br />

Alemania, Canadá y Francia, se ha abierto un lugar respetado por la<br />

comunidad científica por la seriedad de su trabajo y la fecundidad de su<br />

producción.


1.1.2. El concepto de ciencia<br />

El análisis anterior sobre la posibilidad de una ciencia de la traducción<br />

hace necesario explicitar el significado del concepto de ciencia para aclarar su<br />

alcance en el estudio de la traducción.<br />

Etimológicamente, el vocablo ciencia deriva del latín scientia y significa<br />

conocimiento; sin embargo, en la actualidad tiene fundamentalmente dos<br />

connotaciones principales. Por una parte se aplica, como concepto general y<br />

logístico, a la investigación metódica de las leyes generales de los fenómenos<br />

para lograr su inteligibilidad. En este sentido, se la equipara a la actividad del<br />

científico y al método por el cual adquiere conocimiento. Por otra parte,<br />

también alude a un cuerpo de doctrina, metódicamente formado y ordenado,<br />

que constituye una rama o disciplina del saber humano. Así, se la asimila al<br />

producto de la investigación científica, adoptando el carácter de ciencia<br />

aquellas disciplinas que ocupan este método de adquirir conocimiento.<br />

El cuerpo de doctrina elaborado científicamente por una disciplina<br />

constituye una acumulación de conocimiento, fruto de un esfuerzo sistemático<br />

de muchos individuos a través del tiempo. Por ello es una construcción social<br />

que evoluciona de acuerdo con las épocas, conformando una suerte de edificio<br />

conceptual necesariamente sustentado sobre cimientos que permiten su<br />

desarrollo. De esta manera, todas las ciencias formulan y reformulan su<br />

conocimiento sobre la base de que éste es perfectible y no dogmático.<br />

Similarmente, el método empleado para alcanzar dicho conocimiento ha<br />

evolucionado, adaptándose a las necesidades que plantea el conocimiento<br />

acumulado. Así es como inicialmente el estudio racional de los fenómenos se<br />

llevó a cabo mediante un método filosófico deductivo, apoyado en premisas<br />

“esencialmente verdaderas” que, a través de una deducción rigurosa,<br />

permitirían comprender la naturaleza y características de un ámbito de<br />

fenómenos.<br />

Cuando la ciencia se independiza de la filosofía, cambia su método,<br />

centrándose en la observación de los fenómenos; tal como se dan en la<br />

naturaleza, para descubrir inductivamente las leyes que los rigen. La dificultad<br />

para captar inductivamente dichas leyes, así como la acumulación de teorías<br />

divergentes para un mismo fenómeno, favorecieron la formalización de un<br />

método hipotético-deductivo en que cada teoría se considera una proposición<br />

hipotética, no necesariamente verdadera, cuyas consecuencias —lógicamente<br />

derivables— pueden ser contrastadas en la realidad para inferir acerca de su<br />

validez (Himmel y Maltes 1987).<br />

Este método, ampliamente aceptado en las ciencias naturales, no siempre<br />

ha mostrado la misma utilidad en las ciencias sociales, más por la resistencia<br />

de estos fenómenos a constituir una evidencia “objetiva” de la validez de las


teorías, que por la complejidad del objeto de estudio. Por este motivo se llegó a<br />

pensar en una oposición entre las ciencias naturales que explican y las del<br />

“espíritu” que sólo comprenden los fenómenos. Si bien puede objetarse la<br />

validez de dicha preferencia (ver al respecto Piaget 1979), a partir de este<br />

hecho se produjo el desarrollo de un método fenomenológico que ha coexistido<br />

con la investigación positiva en las ciencias humanas.<br />

Lo anterior ilustra la evolución y ramificaciones que ha tomado la<br />

búsqueda de un método científico, existiendo hasta hoy diferentes posturas al<br />

respecto, particularmente en las ciencias humanas donde se desarrollan<br />

corrientes teóricas y metodológicas tanto positivistas como fenomenológicas,<br />

estructuralistas y analíticas, logrando distintos grados de armonía entre sí.<br />

Esta diversidad hace difícil postular la existencia de un método único de<br />

investigación que tenga el carácter de científico por excelencia. Sin entrar a<br />

debatir las virtudes de un método sobre otro, podemos pensar que este hecho<br />

contribuye a enriquecer la comprensión de los fenómenos humanos, aportando<br />

distintas ópticas a su análisis y mostrando la naturaleza multifacético del<br />

objeto de estudio y su conocimiento.<br />

Más allá de las diferencias formales y de fondo entre estas aproximaciones<br />

a la investigación, en todas ellas se pueden reconocer ciertas características<br />

comunes en el enfrentamiento epistemológico a su objeto de conocimiento. En<br />

particular todas ellas responden, con mayor o menor intensidad, a la búsqueda<br />

de una objetivación del conocimiento para permitir que éste se construya sobre<br />

la base de los datos que aporta el fenómeno observado, más que sobre la<br />

subjetividad del observador. La dificultad, inherente al conocimiento, para<br />

separar el sujeto cognoscente del objeto conocido ha llevado a buscar métodos<br />

para lograrlo, acentuando algunos la objetividad, como el positivismo, y otros el<br />

sentido de lo estudiado, como la fenomenología.<br />

Este aspecto constituye la base del conocimiento científico, que, a<br />

diferencia del filosófico, aborda el fenómeno estudiado desde una perspectiva<br />

externa a su ámbito efectivo de acción y lo convierte en una fuente<br />

independiente de hechos. Así, la especulación, basada en premisas “verdaderas”<br />

provenientes del observador y que, por ende, no pueden tener una contratación<br />

en una realidad externa, deja de tener un carácter científico.<br />

La diferenciación entre sujeto y objeto es particularmente difícil en el<br />

ámbito de los fenómenos humanos, donde el observador humano se ve influido<br />

por los mismos fenómenos que estudia. Por ejemplo, el lenguaje puede ser<br />

estudiado científicamente en la medida que:<br />

• se genere un mecanismo que permita separarlo del lenguaje que el<br />

científico emplee para describirlo, ya que es imposible validar un<br />

sistema a partir de sus propias reglas, y


• · la veracidad de las conclusiones se busque fuera del sistema<br />

teórico conceptual del científico.<br />

El estudio científico de la traducción impone esta misma dificultad como se<br />

observa en el planteamiento de Mariano García-Landa, quien señala que esta<br />

disciplina muestra aún una falta de claridad conceptual en muchos de sus<br />

planteamientos. “Esta falta de claridad se debe al hecho de que la comprensión<br />

de la naturaleza de la traducción exige una revolución en las creencias actuales<br />

sobre lo que es llamado ‘lenguaje’. Digo ‘creencias’ porque los conceptos que se<br />

manejan para explicar el lenguaje y la traducción están inspirados por<br />

creencias en su mayor parte implícitas, es decir, inconscientes que funcionan<br />

como hipótesis ocultas .. se trata de fenómenos sociales vehiculados por el<br />

mismo lenguaje que se trata de explicar” (García Landa 1984). De este modo, el<br />

estudio científico de la traducción exige que el investigador se enfrente como un<br />

“extraño” ante este fenómeno, reformulándolo para permitir un nuevo análisis<br />

basado en evidencia “foránea” y no en la visión familiar del hablante, la que<br />

generalmente busca una auto validación en la experiencia.<br />

La diferenciación sujeto-objeto no implica necesaria o simplemente una<br />

separación entre el sujeto que investiga y la fuente de los fenómenos que<br />

observa. Así, pueden construirse teorías de la traducción sobre la base de la<br />

observación de la propia actividad o, por el contrario, especular basándose en<br />

antecedentes externos.<br />

Es este aspecto el que se evidencia como central en la crítica que Georges<br />

Mounin hace de los planteamientos que George Steiner expone en su obra After<br />

Babel (Mounin 1976). “No es un trabajo científico acerca de la filosofía del<br />

lenguaje ni acerca de la traducción. Es un ensayo acerca de la filosofía del<br />

lenguaje, con todas las insatisfacciones que puede dejar el ensayismo sobre un<br />

problema como éste, con el peligro de hacer ‘literatura’ sobre la traducción”. La<br />

crítica fundamental radica en que dicho trabajo está orientado a mostrar y<br />

desarrollar ciertas “intuiciones fundamentales” del autor y no constituye<br />

realmente una aproximación científica al fenómeno, aunque este hecho no hace<br />

desmerecer la obra, sino sólo le confiere un status distinto. Que el conocimiento<br />

científico requiere de una separación entre el sujeto y el objeto de estudio<br />

responde a una de sus características fundamentales conocida como<br />

contrastabilidad, es decir, “la sustentabilidad de las proposiciones en el dominio<br />

de la realidad al que se refiere” (Himmel y Maltes op. cit.). El “método<br />

científico” constituye un sistema, extremo al ámbito de conocimiento al que se<br />

aplica, que señala las condiciones mediante las cuales la realidad valida las<br />

proposiciones teóricas.<br />

Sin embargo, este sistema constituye una manera de conceptualizar la<br />

información obtenida y, por ello, está mediado por el sistema conceptual del<br />

observador. En sentido estricto, se puede decir que no existe una forma


“objetiva” de conocer o de acceder a la “realidad” y el conocimiento científico no<br />

escapa a esta limitación. “Si los científicos sociales aprehenden el mundo del<br />

mismo modo, no es porque los resultados obliguen al acuerdo, sino porque se<br />

encuentran comprometidos con similares valores, disposiciones e intereses. El<br />

acuerdo no descansa en la duplicación de los resultados, sino en una<br />

perspectiva común que produce resultados similares” (Himmel y Maltes 1984).<br />

Hoy en día se acepta que no existe un método infalible para lograr el<br />

conocimiento de los fenómenos estudiados y podemos coincidir con la postura de<br />

Artigas (1985), quien concibe la ciencia como “una búsqueda de la verdad que<br />

supone una buena dosis de fe en la racionalidad del mundo y en la capacidad de<br />

la inteligencia”.<br />

Considerando lo anterior, no podemos hablar de una unicidad de método<br />

en la ciencia, sino más bien de una diversidad de estrategias que pueden<br />

compartir el carácter científico, alcanzando algunas más éxito en unas<br />

disciplinas que en otras. Esto nos advierte contra la método latría, esto es,<br />

“suponer que hay métodos para todo y que para investigar basta saber un<br />

conjunto de reglas o procedimientos” (Himmel y Maltes 1987). Sin embargo, no<br />

por ello debe simplemente adoptarse una postura ecléctica o poco rigurosa ante<br />

la investigación sino que tal diversidad de estrategias plantea una mayor<br />

necesidad de explicitar los criterios de validez (supuestos metodológicos) de los<br />

que se parte y, sobre todo, una actitud honesta, característica del científico.<br />

La existencia de distintas posturas metodológicas en la investigación<br />

científica responde a que la ciencia no es autosuficiente y tiene sus 1ímites en<br />

los supuestos filosóficos que la fundamentan. Estos supuestos constituyen el<br />

sistema conceptual del observador (los que no necesariamente son conscientes)<br />

y corresponden a lo que Kuhn (1952) denominó paradigmas científicos.<br />

La particular visión del mundo que aporta un paradigma influye tanto en<br />

la estrategia de investigación como en las maneras de conceptualizar el objeto<br />

de estudio y, por ende, las explicaciones téoricas que de él se formulen. Los<br />

paradigmas cambian a medida que las ciencias evolucionan y adquieren un<br />

mayor conocimiento de su objeto de estudio, y la cultura modifica las formas<br />

imperantes de conceptualizar la realidad. En este sentido, tanto el desarrollo<br />

propio de las disciplinas altera su manera de conocer y sus estrategias de<br />

investigación, como el avance del conocimiento en general afecta los métodos<br />

científicos. Un ejemplo conocido lo constituye la llamada revolución<br />

copernicana, que se vio influida por todas las áreas del conocimiento humano y<br />

que las afectó.


1.1.3. La ciencia de la traducción<br />

En la traducción, como en las ciencias del lenguaje y en las ciencias<br />

humanas en general, coexisten diversas visiones paradigmáticas que llevan a<br />

adoptar distintas posturas ante este objeto de estudio. Estas visiones se<br />

reflejan, como se mencionó anteriormente, en la definición del objeto de estudio,<br />

el tipo de explicación buscada y los métodos para su conocimiento.<br />

· La definición del objeto de estudio es un imperativo de la ciencia de la<br />

traducción y, dado su carácter multidimensional, resulta una difícil tarea.<br />

García Landa (1985:174) señala: “Aunque el traducir, como el hablar, sea una<br />

actividad milenaria, sólo desde hace unos treinta años se comienza a constituir<br />

una ciencia de la traducción. Koller (1979) distingue la ciencia y la teoría de la<br />

traducción, considerando a ésta como la primera piedra del edificio<br />

traductológico, ya que su misión es definir lo que es la traducción,<br />

constituyendo así el campo de investigación de esa ciencia, es decir, su objeto”. 4<br />

Las distintas posturas que han llevado a definir la ciencia de la traducción<br />

han enfrentado el problema de definir su objeto. Así, por ejemplo, Fedorov<br />

(1958) la concibe como un fenómeno lingüístico cuyo estudio puede constituir<br />

una disciplina exacta. En este sentido, se centra en el fenómeno de la<br />

traducción entre lenguas, las que son relativamente fáciles de desligar del<br />

hablante, constituyendo sistemas en sí mismas. Desde este punto de vista, la<br />

ciencia de la traducción puede abordar los puntos de comparación entre las<br />

lenguas, siendo éstas sistemas cerrados que siguen reglas propias.<br />

(4).- El libro de Koller citado por García-Landa es Einfuehrung in die Úbersetzungswissenschaft,<br />

heidelberg, Quelle und Meyer, 1979.


En una perspectiva muy distinta, Königs propone el estudio de la<br />

traducción como proceso, centrando su objeto en el traductor. Para él la “laguna<br />

científica” consiste “en averiguar lo que ocurre entre el momento de la<br />

recepción del texto fuente por el traductor y el momento de la elaboración del<br />

texto meta también por el traductor” (Kónigs 1987f).<br />

Wilss, en una postura intermedia, plantea que la tarea primordial de la<br />

ciencia de la traducción es analizar, desde una perspectiva funcional, aquellos<br />

factores lingüísticos y sicolinguísticos constitutivos en cualquier proceso de<br />

traducción (Wilss 1976).<br />

En general, la definición del objeto de estudio de la ciencia de la<br />

traducción determina los sistemas considerados pertinentes para su estudio y,<br />

por ende, las disciplinas y modelos explicativos que se utilicen para su<br />

explicación. La traducción puede considerarse un fenómeno lingüístico,<br />

sicolingüístico, cultural, de comunicación, etc., abarcando así distintos sistemas<br />

de interés. En cada manera de conceptualizar el objeto de estudio, diversas<br />

unidades de análisis cobran sentido y tanto su comportamiento como su<br />

observación y conceptualización pueden variar radicalmente; es generalmente<br />

difícil reducir el comportamiento de una unidad compleja al de otras más<br />

elementales. Por ejemplo, la escuela del sentido (ESIT) centra su atención en la<br />

“intención comunicativa” en un acto de habla, el que utiliza como vehículo la<br />

lengua, pero no se explica cabalmente por las características semánticas o<br />

sintácticas del sintagma expresado. En cambio, Kónigs aborda el estudio de la<br />

operación realizada por el traductor, pudiendo ésta comprenderse como un<br />

sistema activo para procesar información más que una mera intermediación<br />

entre textos. Lo que dicho sistema hace no se explica únicamente por las<br />

características lingüísticas o de comunicación de los textos del caso.<br />

La tarea del científico consiste en definir y redefinir el objeto de estudio,<br />

identificando los sistemas pertinentes para la explicación para aproximarse<br />

progresivamente a una mayor comprensión del fenómeno traductor.<br />

Los métodos utilizados para la investigación del fenómeno traductor<br />

presentan también diferencias en función del paradigma con que se enfoque el<br />

problema. Por ejemplo, Fedorov, al considerar la ciencia de la traducción como<br />

una disciplina exacta, hace hincapié en el uso de métodos formales lógicomatemáticos<br />

para dar cuenta del funcionamiento real de las lenguas y de la<br />

traducción. En cambio, autores como Königs, los de la escuela del sentido y<br />

muchos otros, al centrar su objeto fuera del ámbito formal de las lenguas, le<br />

confieren un carácter eminentemente fáctico a esta disciplina. Danica<br />

Seleskovitch aboga por una teoría fundada en la práctica (1980), al igual que<br />

muchos traductores preocupados por el alejamiento de la teoría de los<br />

problemas que surgen al traducir.


Al concebir el objeto dc estudio como un fenómeno social, sicológico,<br />

sicolingüístico o de habla, se le atribuye un comportamiento propio, ajeno a las<br />

leyes a priori que gobiernan las lenguas en un momento dado. Por este motivo,<br />

la observación del fenómeno constituye un método apropiado para su estudio,<br />

independientemente de si ésta se realiza en situaciones naturales o controladas<br />

experimentalmente.<br />

1.1.4. La investigación científica en traducción<br />

A través de este capítulo se ha intentado mostrar que la investigación<br />

científica de la traducción no es solo posible sino que además ha sido diversa y<br />

fructífera. Esta investigación tiene por objetivo el avance del conocimiento en el<br />

área, objetivo que consideramos en sí fundamental.<br />

La preocupación que algunos traductores muestran porque la<br />

investigación esté al servicio de la práctica no solo es valedera, sino razonable<br />

para conseguir un avance tecnológico de la disciplina. Sin embargo, pensamos<br />

que la traducción impone problemas teóricos de gran interés cuyo estudio, si<br />

bien puede contribuir a esclarecer problemas prácticos, debe enfrentarse de<br />

manera científica, teniendo como fin el desarrollo de la propia teoría.<br />

La tesis básica que se ha tratado aquí es que actualmente no podemos<br />

hablar de la existencia de un solo método válido para abordar los problemas<br />

científicos en traducción. Esta diversidad contribuye al avance del<br />

conocimiento, a través de una dialéctica que permite que afloren los distintos<br />

supuestos epistemológicos, entregando visiones complementarias del fenómeno<br />

de la traducción. Precisamente esta dialéctica ha permitido superar la clásica<br />

controversia sobre la posibilidad de la traducción. “En vez de decir, como los<br />

antiguos practicones de la traducción, que ésta es siempre posible o siempre<br />

imposible, siempre total o siempre incompleta, la lingüística contemporánea<br />

llega a definir la traducción como una operación relativa a su éxito, variable en<br />

los niveles de la comunicación que alcanza” (Mounin 1971:317).<br />

La diversidad de métodos que podemos denominar científicos, sin<br />

embargo, comparten como fundamento la búsqueda del conocimiento externo<br />

del fenómeno de la traducción, separando el objeto de estudio de la teoría que lo<br />

explica.<br />

Al igual que en el resto de las ciencias, el investigador se vale de técnicas<br />

empíricas, inferencia les y conceptuales para construir y contrastar sus<br />

postulados teóricos. Las técnicas empleadas, algunas más apropiadas para<br />

ciertos problemas que otras, no han sido diferentes en la investigación en<br />

traducción de las usadas en otras ciencias humanas. A saber:


Entre las técnicas empíricas se encuentra la observación de fenómenos<br />

naturales, la experimentación controlada, el muestreo (estadístico aleatorio o<br />

intencionado) de unidades significativas y el modelaje o simulación (tal como en<br />

la traducción automática).<br />

Las técnicas inferencia les para la construcción y contrastación teórica se<br />

apoyan en mecanismos lógicos inductivos y deductivos que permiten una<br />

constante regulación entre los fenómenos observados y la conceptualización que<br />

de ellos se hace.<br />

Las técnicas conceptuales utilizadas para la articulación teórica<br />

corresponden a los procesos de formalización lógico-matemáticos de dichas<br />

teorías.<br />

A medida que avance la investigación en traducción, esta disciplina<br />

generará estrategias propias para enfrentar sus problemas,<br />

independientemente de que se continúen utilizando los procedimientos<br />

derivados de la lingüística, la sicología y otras disciplinas que contribuyan a su<br />

comprensión. Esto se logrará mediante la constante definición y redefinición<br />

del objeto de estudio, considerándolo tanto desde una perspectiva sincrónica<br />

como de una diacrónica, explorando sus condicionantes y sus procesos.<br />

Por último, cabe hacer una breve mención del tipo de explicación teórica al<br />

que probablemente se acceda a través de las diversas investigaciones. Mientras<br />

se considere la ciencia de la traducción como una disciplina humana fáctica, su<br />

explicación se enmarcará dentro de las relaciones de sentido propias de las<br />

estructuras humanas, es decir, reglas, valores y signos y por ello estas<br />

relaciones utilizarán los conceptos de implicación y designación (Piaget 1979).<br />

La dificultad de estos fenómenos para conformarse a la noción de causalidad es<br />

quizá inherente a ellos y, aventurándonos más allá, dicha noción puede ser solo<br />

una forma de conceptualizar la implicación en los fenómenos naturales, los que<br />

no reaccionan ante lo que pensemos o digamos de ellos.<br />

1.2.METODOLOGIA DE INVESTIGACION CIENTÍFICA<br />

EN TRADUCCION<br />

La investigación científica en traducción es relativamente reciente, por lo<br />

que no ha alcanzado a generar un conjunto sistemático de técnicas y<br />

estrategias propias para este propósito. Estas se crearán con el avance de la<br />

disciplina en la medida en que se planteen problemas teóricos que exijan crear<br />

metodologías para abordarlos, tal como ocurre en todas las disciplinas<br />

científicas. A pesar de lo anterior, la investigación en traducción, para ser<br />

considerada científica, debe seguir el método general de las ciencias y puede<br />

aprovechar algunas estrategias y técnicas desarrolladas por disciplinas afines.<br />

En particular, podemos considerar a la traducción como un fenómeno social,


cultural y lingüístico, en suma, humano y por ello sus métodos seguirán<br />

caminos similares a los de otras ciencias preocupadas de este ámbito de<br />

fenómenos. En este punto se expondrán algunas consideraciones en torno al<br />

uso del método científico en las ciencias humanas y el tipo de estrategias que se<br />

han derivado para la investigación en este campo de estudio.<br />

Para comenzar, es conveniente definir lo que se entenderá por método ya<br />

que este término se aplica indistintamente a procedimientos de diferente orden<br />

de generalidad. Se considerará como método científico el proceso mediante el<br />

cual una ciencia adquiere conocimiento sobre los objetos de la realidad que le<br />

interesan.<br />

La adscripción al método científico para la investigación en cada disciplina<br />

implica la generación de estrategias para abordar una realidad determinada<br />

según su naturaleza. Por ello pueden estudiarse distintos tipos de realidad<br />

usando estrategias bastante diferentes entre sí, pero que comparten la<br />

búsqueda de la objetivación del conocimiento propia del método científico.<br />

Por último, es necesario distinguir el proceso de construcción de<br />

conocimiento por una disciplina científica del hecho de hacer una investigación<br />

en particular. El conocimiento científico es una construcción social, dinámica y<br />

progresiva, estructuradora de teorías basadas en el método científico. Sin<br />

embargo, una investigación es sólo un momento de este proceso destinado a<br />

lograr un objetivo concreto dentro de esta construcción. La planificación de una<br />

investigación implica tomar decisiones tácticas basadas en alguna estrategia<br />

científica y no refleja necesariamente la característica dialéctica de la<br />

construcción del conocimiento de una disciplina.<br />

1.2.1. Fundamentos del método científico<br />

El método general de las ciencias constituye el mecanismo mediante el<br />

cual éstas adquieren su conocimiento y del cual se derivan estrategias y<br />

tácticas particulares para enfrentar un problema de investigación. Este<br />

método, más que consistir en un conjunto delimitado de procedimientos que<br />

deben seguirse mecánicamente, se refiere a una manera de abordar el proceso<br />

de construcción del conocimiento.<br />

Como el objetivo de la ciencia es la elaboración de modelos teóricos acerca<br />

del comportamiento de un ámbito de realidad ajena al investigador, el método<br />

debe plantear la forma mediante la cual es posible este conocimiento, las bases<br />

de la elaboración de teorías y de la observación de la realidad, así como los<br />

mecanismos que permiten sustentar los modelos teóricos en los fenómenos<br />

observados. En este punto se tratan de manera sucinta los temas antes<br />

mencionados con el objetivo de permitir una visión de los problemas que abarca<br />

la definición de un método general para la investigación científica.


1.2.1.1. Posibilidad del conocimiento científico: los paradigmas de<br />

investigación<br />

El conocimiento certero de la realidad constituye una utopía tanto para el<br />

hombre común como para la ciencia ya que, como se mencionó anteriormente,<br />

esto exigiría establecer una clara separación entre el sujeto cognoscente y el<br />

objeto conocido. Si bien nuestro sentido común nos dice que existe una realidad<br />

que muestra ciertas leyes y regularidades, resulta también importante<br />

considerar que solo podemos conocer esta realidad mediante nuestros sentidos,<br />

los que limitan el ámbito de ella al que tenemos acceso. Así, el conocimiento<br />

surge de la interacción entre las alternativas de la realidad y las posibilidades<br />

de acceso a ella que tiene el sujeto. Este problema y sus implicaciones han sido<br />

objeto de análisis por distintas corrientes filosóficas.<br />

Por una parte, el empiricismo postula que la realidad externa imprime sus<br />

leyes en el observador, quien podría considerarse una “tabla rasa” receptora de<br />

los fenómenos de la naturaleza. Se conseguiría un conocimiento más acabado<br />

de la realidad ampliando nuestros sentidos mediante instrumentos<br />

especialmente diseñados para ello.<br />

Por otra parte, las posturas idealistas señalan que conocer significa<br />

adscribir fenómenos a categorías de pensamiento ya que no es posible conocer<br />

sin distinguir. De esta manera, las categorías del sujeto determinan el<br />

comportamiento del fenómeno observado. Más aún, como sólo tenemos acceso a<br />

lo que nuestros sentidos nos indican y, por ende, nunca podemos tener la<br />

certeza de la existencia de la realidad, el idealismo extremo postula que ésta<br />

puede considerarse una creación de la mente.<br />

Si bien en la actualidad existen posturas intermedias, este ejemplo<br />

permite ilustrar las consecuencias que tiene para el conocimiento científico el<br />

adscribir a una forma de pensar u otra. Desde el punto de vista empirícista la<br />

ciencia debe usar un método inductivo basado en la observación ingenua de la<br />

realidad, en tanto que la postura idealista consideraría más apropiado elaborar<br />

modelos deductivos a partir de los universales de nuestra mente. Por este<br />

motivo, la formalización de un método científico exige la adopción de su puestos<br />

acerca de la naturaleza de la realidad así como de la forma en que ésta puede<br />

ser conocida.<br />

Estos supuestos tienen el carácter de axiomas, es decir, son considerados<br />

como verdaderos sin necesidad de ser demostrados y constituyen el fundamento<br />

del conocimiento científico. El conocimiento no es posible si no se cuenta con un<br />

sistema axiomático (no siempre explícito) que defina la realidad estudiada y la<br />

forma de aproximarse a ella. Estos sistemas axiomáticos han sido denominados<br />

paradigmas de la investigación científica (Himmel y Maltes 1987) y sobre ellos<br />

descansan el conocimiento teórico y los métodos que emplea la ciencia o una<br />

disciplina científica en un momento determinado.


Así, el supuesto de la existencia de una realidad externa al sujeto que la<br />

conoce es de suma utilidad para la ciencia ya que, como se mencionó, ésta busca<br />

construir modelos teóricos basados en el comportamiento de los fenómenos y no<br />

sobre las deducciones que se puedan hacer de las teorías. Sin embargo, hay<br />

más controversia en torno a la independencia de la realidad respecto al<br />

observador, existiendo posturas que plantean que ésta se comporta de manera<br />

regular, independientemente de quien la observa, y otras que señalan que la<br />

sola observación necesariamente modifica el fenómeno estudiado. Lo que sí<br />

resulta evidente para la ciencia moderna es que el conocimiento teórico y los<br />

supuestos del investigador guían la selección del tipo de fenómenos que<br />

observará y por ende que los hechos de la realidad cobrarán sentido.<br />

Distintos supuestos paradigmáticos dan origen al estudio de realidades de<br />

distinta naturaleza y consiguientemente a modelos explicativos incluso<br />

aparentemente contradictorios entre sí. En las ciencias sociales la existencia de<br />

distintas posturas es más marcada que en las ciencias naturales debido a que<br />

la realidad social es más susceptible de ser concebida desde otros puntos de<br />

vista. Por ejemplo, la corriente fenomenológica considera que la realidad social<br />

está constituida por las creencias, valores, sentimientos, etc., que comparten los<br />

individuos humanos y por ello buscan elaborar modelos que comprendan estos<br />

fenómenos. Por otra parte, las corrientes positivistas dan mayor importancia al<br />

estudio del comportamiento observable de los individuos, lo que constituye una<br />

realidad muy diferente de la anterior. Asimismo, hay posturas que consideran<br />

que el comportamiento social puede explicarse en función de un conjunto<br />

identificable de variables ligadas por algún tipo de nexo causal, en tanto que<br />

otras posturas consideran que éste se autoestructura, siendo imposible de<br />

reducir a un conjunto único de variables.<br />

De este modo, tanto las teorías como los fenómenos observados y el método<br />

empleado para hacerlo variarán según se adopte una postura u otra; sin<br />

embargo, esto no significa que las teorías científicas sean consecuencias<br />

directas de adoptar arbitrariamente un paradigma, ya que también descansan<br />

sobre los hechos que aporta la realidad. El marco paradigmático selecciona un<br />

conjunto de fenómenos posibles, los que, si bien dentro de los límites de este<br />

marco se comportan en forma independiente del observador, le permiten<br />

evaluar las conjeturas teóricas. Asimismo, la interacción entre las predicciones<br />

de la teoría y los hechos que aporta el objeto de estudio permiten que estas<br />

visiones paradigmáticas evolucionen para dar cabida a nuevas hipótesis de<br />

mayor nivel explicativo.


1.2.1.2. El conocimiento científico como proceso de<br />

conceptualización<br />

El conocimiento que podemos obtener de nuestra experiencia se logra<br />

mediante una acción de conceptualización, dividiendo los fenómenos en<br />

categorías, lo que nos permite actuar diferencialmente ante una diversidad de<br />

situaciones. El conocimiento científico no escapa a este hecho aunque sus<br />

categorías conceptuales son más abstractas, refinadas y rigurosas que las de<br />

nuestro sentido común. Por ello, el proceso central del conocimiento científico<br />

radica en la operación de conceptualizar el objeto de estudio, permitiendo tanto<br />

la elaboración teórica como la observación de la realidad que ésta representa,<br />

tal como se analiza a continuación:<br />

El nexo entre la teoría y la realidad:<br />

El proceso de conceptualización científica puede considerarse un nexo<br />

entre la teoría y la realidad que ésta representa ya que todo concepto comporta<br />

una definición teórica de su significado así como una delimitación del tipo de<br />

fenómenos a los que se refiere.<br />

La definición de un concepto constituye su correlato teórico ya que<br />

delimita lo que se entenderá por dicho concepto y el tipo de relaciones lógicas<br />

que puede tener con otros conceptos. Por ejemplo, definir la traducción como “el<br />

traspaso de un texto en L1 a un nuevo texto en L2 conservando su significado”<br />

tiene implicaciones teóricas distintas a definirla como “el proceso que realiza<br />

un traductor humano al reproducir un texto original en L1 en un nuevo texto<br />

en L2 conservando su significado”. La segunda definición agrega la idea de<br />

proceso y la condición de traductor humano, que ligan teóricamente el<br />

fenómeno de la traducción a modelos sicolinguísticos, en tanto que la primera lo<br />

remite a la lingüística del texto.<br />

El referente de un concepto, por otra parte, constituye su correlato<br />

empírico ya que señala los fenómenos observables a que alude el concepto. En<br />

el caso del concepto de traducción, sus referentes son los eventos concretos que<br />

pueden considerarse como traducción. La definición que se haya hecho del<br />

concepto condiciona el tipo de fenómenos a que se refiere. Por ejemplo, el<br />

primer caso considera traducción los textos que tengan un original en una<br />

lengua distinta, en tanto que para la segunda definición el referente lo<br />

constituyen los individuos en la acción de traducir, lo que corresponde a<br />

fenómenos claramente distintos.<br />

Lo anterior muestra que la conceptualización, a la vez que condiciona los<br />

modelos teóricos, delimita la realidad observada por el científico y diferentes<br />

definiciones de un mismo objeto pueden llevar a la observación de fenómenos o<br />

“realidades” radicalmente distintas entre sí. La conceptualización científica<br />

busca ser rigurosa para permitir que diferentes personas entiendan lo mismo al<br />

referirse a un concepto, logrando, mediante un consenso ínter subjetivo, una


visión “objetiva” del fenómeno estudiado. Esta objetividad implica que la<br />

observación pueda ser confirmada por otro al compartir el significado de los<br />

conceptos que la orientaron.<br />

La importancia de la conceptualización en el desarrollo de una disciplina<br />

científica se examinó anteriormente en este capítulo y, como se planteó, la<br />

ciencia de la traducción debe progresivamente buscar una mayor claridad y<br />

abstracción conceptual que le permita abordar su objeto de estudio desde<br />

perspectivas novedosas más allá de lo que permite el sentido común. La<br />

implicancia de este proceso en la ciencia de la traducción se desarrolla en el<br />

capítulo II, al analizarse el objeto de estudio de esta disciplina.<br />

Concepto y variable:<br />

Si bien hay diversas teorías respecto a lo que significa conceptualizar,<br />

desde el punto de vista del conocimiento científico todo concepto tiene la<br />

propiedad fundamental de distinguir, es decir, de asignar valores a los<br />

fenómenos de la experiencia. Comúnmente se entiende que definir un concepto<br />

significa captar la propiedad esencial del objeto conceptual izado, pero para<br />

efectos prácticos la definición permite al menos distinguir dos categorías (o<br />

valores) en la experiencia sensible. Por ejemplo, al definir el concepto “silla”, lo<br />

que hacemos es considerar al universo como dividido en dos categorías: todo<br />

aquello que puede considerarse silla (P) y todo aquello que no es silla (? P).<br />

Es decir, un concepto no se define solo en función de las propiedades<br />

esenciales del objeto, sino que constituye una regla clasificatoria de los<br />

fenómenos de la experiencia. Esta forma de entender lo que son los conceptos<br />

reviste fundamental importancia para el método científico, ya que permite<br />

concebirlos como variables más que como entidades monolíticas.<br />

Una primera derivación de esta forma de entender los conceptos es que<br />

éstos pueden subordinarse o superordinarse a otros constituyendo taxonomías<br />

clasificatorias con superclases, clases y subclases. Por Ej.:<br />

MUEBLES<br />

MUEBLES<br />

PARA SENTARSE<br />

? PARA SENTARSE<br />

SILLAS<br />

? SILLAS


Posteriormente resulta claro que la definición de un concepto, en algún<br />

nivel de la taxonomía, delimita tanto la clase de fenómenos a que hace alusión<br />

como los valores que pueden adoptar sus miembros: en nuestro ejemplo, la<br />

clase “muebles para sentarse” contiene dos miembros: sillas y ? sillas.<br />

La consecuencia fundamental de lo expuesto es que la ciencia no razona<br />

sobre la base de entes univalentes, sino sobre variables que pueden adoptar<br />

distintos valores. Un concepto científico no contiene a otro como propiedad, sino<br />

que una variable se asocia a otra mediante alguna determinada regla (lógica o<br />

matemática).<br />

Resulta evidente que según el propósito de una investigación, una<br />

determinada categoría puede resultar miembro o clase; pero una vez<br />

determinada la clase, sus miembros constituyen la “realidad” estudiada,<br />

entendida como variables que pueden adoptar un conjunto de valores posibles.<br />

Una distinción que resulta de utilidad en la ciencia es la que se realiza<br />

entre variables “cualitativas” y “cuantitativas”. Se entiende por variable<br />

cualitativa aquélla cuyas categorías (valores) guardan una relación de<br />

diferencia no ordinal sino sólo clasificatoria, por ejemplo una tipología de<br />

textos. Una variable cualitativa, en cambio, lleva implícita una relación de<br />

magnitud que permite ordenar los valores en una secuencia de mayor a menor<br />

presencia de un atributo, por ejemplo extensión de un texto.<br />

Un examen más detallado de esta distinción permite comprender la<br />

naturaleza de ambos tipos de variables y su implicación para el establecimiento<br />

de relaciones entre ellos. Una variable cuantitativa establece una regla de<br />

clasificación en función de solo un atributo que puede estar presente en mayor<br />

o menor medida. Esta clasificación, en un primer nivel, puede consistir en una<br />

comparación gruesa en categorías ordenadas, por ejemplo la temperatura<br />

expresada como caliente-frío, pero posteriormente pueden emplearse unidades<br />

más refinadas que reflejen la continuidad subyacente en medidas numéricas,<br />

por ejemplo la temperatura expresada en grados celsius.


Una variable cualitativa, en cambio, utiliza una regla de clasificación en<br />

función de múltiples atributos, cuya presencia o ausencia permite considerar<br />

un objeto dentro de una categoría u otra. Por ejemplo, un texto es considerado<br />

como literario si presenta una determinada cualidad, distinta a la empleada<br />

para considerarlo como técnico.<br />

Las categorías de una variable cualitativa son excluyentes cuando un<br />

mismo objeto no puede presentar más que una de las propiedades utilizadas en<br />

la clasificación. Sin embargo esto resulta muchas veces difícil en la práctica ya<br />

que “los objetos y eventos del mundo en que vivimos simplemente no muestran<br />

los rígidos limites deseados en un esquema clasificatorio, sino, en su lugar,<br />

presentan transiciones continuas de una variedad a otra a través de una serie<br />

de formas intermedias” (Hempel 1952). Incluso en las dicotomías vivo-muerto o<br />

masculino-femenino podemos observar cierto continuo según el criterio<br />

empleado para determinar a qué categoría pertenecen. El ejemplo de los tipos<br />

de texto es particularmente ilustrativo al respecto, ya que buscar el límite<br />

entre uno y otro constituye una labor teórica difícil. Por ello resulta más<br />

adecuado considerar cada categoría como una regla clasificatoria en función de<br />

un atributo particular (diferente al de otras categorías de clasificación),<br />

arbitrariamente dicotomizada en los siguientes valores: pertenece a la<br />

categoría o no pertenece a ella. La dificultad de establecer categorías<br />

excluyentes ha hecho preferir el uso de variables cuantitativas sobre las<br />

cualitativas, aunque estas últimas no sólo se usan en la ciencia, sino además<br />

prestan gran utilidad al conocimiento científico.<br />

Un aspecto importante de la diferencia entre ambos tipos de variables lo<br />

constituye la forma de establecer relaciones entre ellas. Dos variables<br />

cuantitativas pueden ser adecuadamente asociadas mediante alguna función<br />

matemática, en cambio las variables cualitativas se prestan para formular<br />

relaciones lógicas (de implicación demostrable o probable).<br />

El concepto como base de la teoría:<br />

En términos generales, una teoría es la formulación explícita de relaciones<br />

determinadas entre un conjunto de variables en términos de las cuales puede<br />

ser explicada una clase bastante amplia de regularidades empíricamente<br />

discernibles, (Schultz 1962: 74). Desde un punto de vista formal, las teorías<br />

están compuestas por proposiciones lógicamente articuladas entre sí que<br />

expresan las relaciones entre las variables o elementos constituyentes del<br />

objeto de estudio.<br />

La construcción de proposiciones teóricas se fundamenta sobre un proceso<br />

de definición de los conceptos que involucra, lo que delimita también el tipo de<br />

relaciones que expresan los modelos teóricos. Así, los conceptos cuantitativos<br />

pueden asociarse mediante funciones matemáticas, en tanto que los conceptos<br />

clasificatorios lo hacen mediante relaciones lógicas.


El nivel de abstracción con que se definen los conceptos teóricos permite<br />

formalizar en mayor o menor medida los modelos acerca de la realidad. Un<br />

primer nivel de abstracción lo constituyen las teorías fenomenológicas,<br />

denominadas así por ser muy próximas a los fenómenos que explican,<br />

utilizando modelos isomórficos a la realidad y conceptos con cierto nivel de<br />

ambigüedad. Este tipo de teoría es propio de disciplinas incipientes o de objetos<br />

de estudio poco conocidos aún. En un segundo nivel se encuentran las teorías<br />

lingüísticas, donde las proposiciones se enuncian verbalmente y los conceptos<br />

se definen en función de un conjunto de términos primitivos (cuyo significado es<br />

supuestamente “evidente”). En este tipo de teorías, la estructura lógica del<br />

lenguaje permite establecer su coherencia y falta de contradicción. Por último,<br />

cuando se cuenta con amplia evidencia para los postulados y se han establecido<br />

leyes que permiten una predicción fina de los fenómenos en estudio, las teorías<br />

pueden enunciarse formalmente mediante signos lógicos o matemáticos,<br />

favoreciendo un riguroso examen de sus consecuencias en la realidad. En las<br />

ciencias sociales este último tipo de teorías es escaso, a diferencia de las<br />

ciencias físico-químicas y formales en las que han sido más abundantes.<br />

Si bien las teorías formales resultan más deseables tanto por su poder<br />

predictivo como por la posibilidad de examinar claramente su coherencia, es<br />

importante tener en cuenta que este nivel de abstracción solo es posible en la<br />

medida en que se pueda construir sobre la base de modelos menos abstractos y<br />

más próximos a la realidad estudiada. En el capítulo III de este libro se<br />

examina la evolución que ha tenido la ciencia de la traducción en la elaboración<br />

de sus modelos teóricos, los que, en general, han alcanzado un nivel lingüístico<br />

de formalización.<br />

Desde el punto de vista de su estructura, una teoría contiene proposiciones<br />

de distinto orden, en que aquéllas de niveles inferiores se derivan lógicamente<br />

de las de orden superior. En particular se pueden distinguir tres niveles:<br />

axiomas o supuestos no contrastables, que son la base de la teoría; leyes, que<br />

son proposiciones con abundante evidencia en la realidad; e hipótesis aún no<br />

contrastadas que se deducen de las proposiciones anteriores. Aunque una<br />

teoría no explicite estos niveles, siempre están presentes y su identificación<br />

permite el análisis de la coherencia lógica de sus postulados.<br />

Todo modelo acerca de la realidad, sea explícito o no, puede ser<br />

considerado una teoría; sin embargo, para que ésta adopte un carácter<br />

científico debe satisfacer al menos los principios de coherencia lógica y falta de<br />

circularidad, es decir, su sustento final está en el comportamiento de la<br />

realidad.


Quizás más importante que la estructura de las teorías es examinar la<br />

forma en que éstas se elaboran a partir de la investigación. La construcción de<br />

teorías es un proceso dinámico que surge a partir de la dialéctica entre el<br />

propio conocimiento teórico y el comportamiento del objeto de estudio. Demás<br />

está decir que difícilmente una disciplina incipiente tiene originalmente teorías<br />

acabadas, a menos que importe modelos de disciplinas afines (Ej. teorías<br />

lingüísticas de la traducción).<br />

En etapas tempranas se busca describir, caracterizar y clasificar el objeto<br />

de estudio, definiendo para ello conceptos con significación empírica. Estos<br />

conceptos suelen ser fenomenológicos (muy próximos al objeto estudiado) y<br />

trascienden poco el ámbito del sentido común. A partir de ellos se pueden<br />

formular conceptos sistemáticos identificando sistemas o estructuras de<br />

relación entre los conceptos empíricos. Estos conceptos tienen un valor<br />

heurístico en la medida que permiten avanzar en el conocimiento contrastando<br />

sus predicciones en la realidad y permitiendo nuevas perspectivas para enfocar<br />

el objeto de estudio. Progresivamente los científicos derivan conceptos más<br />

abstractos (de mayor significación teórica) que no tienen necesariamente un<br />

correlato empírico evidente. Estos conceptos se denominan constructos teóricos<br />

o hipotéticos y corresponden a conceptualizaciones (variables) plausibles que<br />

permiten explicar el comportamiento del objeto de estudio. Su existencia real<br />

no tiene una gran importancia en la medida que prueben ser efectivos para<br />

explicar un ámbito de fenómenos. Por ejemplo, la lengua, la estructura<br />

gramatical, el habla, el sentido o la intención comunicativa son constructos<br />

hipotéticos utilizados por la lingüística y la ciencia de la traducción. Al<br />

respecto, no es posible observar una lengua, sino sólo corroborar que un<br />

determinado pueblo se expresa de un modo regular, común a todos ellos pero<br />

distinto a como lo hacen otros pueblos; del mismo modo, es posible verificar que<br />

un individuo dice algo a otro, el que responde de una determinada manera,<br />

pero no se tiene un acceso directo al proceso de comunicación. Más aún, en<br />

muchos casos un constructo hipotético no tiene un correlato empírico directo,<br />

pero permite predecir ciertos fenómenos observables que le otorgan sustento<br />

fuera del sistema teórico en que fue concebido.<br />

Otro aspecto importante de la construcción teórica lo constituye la forma<br />

de evaluar la aplicabilidad de un modelo. Como ya se ha dicho, la teoría guía la<br />

observación y, por ello, segmenta la realidad de una determinada manera en<br />

función de los paradigmas en que se basa. De esta forma, pueden coexistir<br />

distintas teorías para un mismo objeto de estudio, pero que lo enfocan como<br />

fenómenos o realidades distintas; tal es el caso de concebir la traducción como<br />

un fenómeno lingüístico o como un fenómeno pragmático.<br />

La evaluación de otras teorías debe hacerse considerando lo anterior, ya<br />

que cada una puede ser igualmente efectiva en su particular ámbito de<br />

aplicación. Sin embargo, pueden contrastarse distintas teorías respecto del<br />

mismo fenómeno prefiriendo aquéllas que tengan mayor poder explicativo (y


por ende contengan a otra), o las que teniendo el mismo poder explicativo lo<br />

logren con proposiciones de mayor simpleza (principio de parsimonia). Al<br />

respecto debe recordarse que toda teoría tiene un carácter hipotético, nunca<br />

verdadero, y que es siempre perfectible construyendo sobre el conocimiento<br />

anterior a partir de la información progresivamente acumulada.<br />

El concepto como guía de la observación:<br />

Así como la teoría se estructura en torno a proposiciones, la realidad está<br />

constituida por fenómenos cuyo comportamiento aporta datos para los modelos<br />

teóricos. El concepto de realidad para la ciencia no es equivalente al dcl sentido<br />

común; la realidad científica la constituye la información que busca un<br />

observador. Por ejemplo para la física el color azul es una longitud de onda, en<br />

cambio para una persona común, la realidad es la existencia del color.<br />

De acuerdo con lo anterior, la realidad con que trabaja la ciencia<br />

corresponde a los referentes de los conceptos teóricos que emplea. En este<br />

sentido, no equivale necesariamente a una realidad sensorial, sino a un<br />

conjunto de eventos posibles desde una determinada perspectiva conceptual.<br />

Por ejemplo; los números no tienen una existencia material pero son la realidad<br />

que estudia un matemático. La conceptualización guía la observación científica<br />

precisamente en la medida en que delimita el conjunto de fenómenos que<br />

constituyen información pertinente para la investigación.<br />

Al igual que las teorías científicas necesitan sustento en la realidad para<br />

validarse, la observación científica debe apoyarse en una reflexión teórica que<br />

la organice. Esto no significa que toda investigación científica necesariamente<br />

deba partir de una teoría acabada, lo que en muchas oportunidades es difícil,<br />

sino que al menos se cuente con un marco axiomático que delimite el tipo de<br />

fenómenos que se observará. Este marco permite que se conceptualice la<br />

realidad dando origen a las teorías; puede modificarse en la medida en que el<br />

comportamiento de los fenómenos sea discrepante con las predicciones<br />

hipotéticas. La observación ingenua, carente de teoría, no sólo es imposible<br />

debido a que todo observador emplea categorías para describir su objeto de<br />

estudio, sino además resultaría en un conjunto asistemático de información sin<br />

ningún poder explicativo.<br />

Los conceptos teóricos mantienen en todo momento una correspondencia<br />

con atributos del objeto de estudio. Esta correspondencia se hace cada vez más<br />

lejana según el nivel de abstracción del concepto. Los conceptos<br />

fenomenológicos tienen referentes concretos directamente observables, en<br />

cambio muchos constructos teóricos solo tienen manifestaciones indirectas<br />

(inteligencia, habilidad traductora, etc.).


Si bien los referentes de los conceptos teóricos constituyen el ámbito de<br />

realidad con que se trabaja, no siempre se tiene un acceso directo a ellos, sino<br />

más bien a indicadores que son pruebas teóricamente válidas de su ocurrencia.<br />

Por ejemplo, el tiempo transcurrido entre un evento y otro lo podemos conocer<br />

observando el movimiento de los punteros de un reloj o algún otro tipo de<br />

indicador, pero el tiempo en sí no es observable directamente. La validez de los<br />

indicadores constituye un problema metodológico de gran importancia en todas<br />

las disciplinas y es fuente de controversias que han derivado en diversas<br />

teorías de la observación, evaluación o medición.<br />

Para que la teoría pueda tener un sustento adecuado en la realidad es<br />

necesario alcanzar el máximo de coherencia entre el concepto definido en el<br />

modelo teórico, su referente en el objeto de estudio y el indicador empírico<br />

empleado para observarlo. Por ejemplo, qué se entiende por intención<br />

comunicativa, en qué tipo de fenómenos se puede dar la intención comunicativa<br />

y, por último, cómo se puede acceder a ella. La búsqueda de indicadores<br />

empíricos se denomina operacionalización y es lo que permite derivar<br />

consecuencias observables a partir de la teoría.<br />

En el proceso de observación científica se recurre a estrategias para lograr<br />

que se manifiesten los fenómenos pertinentes mediante el diseño de la<br />

situación de investigación y la adecuada selección de los indicadores. De<br />

acuerdo con el problema que se investigue se puede necesitar el diseño de una<br />

situación experimental e instrumentos refinados de medición, o bien observar<br />

una situación natural sin instrumentos previos.<br />

1.2.1.3. Mecanismos inferencia les para la construcción del<br />

conocimiento científico<br />

Por mecanismo inferencial se entiende la forma de pasar de la realidad a<br />

la teoría, es decir, de otorgar sustento empírico a los modelos teóricos.<br />

Se ha mostrado que tanto la teoría como la realidad científica se<br />

condicionan mutuamente. Este proceso puede ser adecuadamente descrito como<br />

un progresivo equilibrio en el que (en forma secuencial o simultánea) los<br />

fenómenos de la realidad son comprendidos mediante una estructura teórica,<br />

hasta que algún fenómeno posible dentro de la teoría no concuerde con dicha<br />

estructura, lo que lleva a modificar el modelo teórico para que se incluya el<br />

fenómeno anómalo. De este modo se logra un ajuste progresivo entre teoría y<br />

realidad, el que no logra una correspondencia absoluta ya que cada sistema<br />

teórico constituye una manera de segmentar la realidad y por ende pueden<br />

surgir otras formas para concebir el objeto de estudio. Así, el conocimiento<br />

científico evoluciona de forma dialéctica, mediante un proceso constante de<br />

elaboración de tesis, antítesis y síntesis, según la terminología hegeliana.


Aunque este proceso es unitario y continuo, podemos analíticamente<br />

distinguir dos mecanismos inferencia les, útiles para la planificación de una<br />

investigación, basados en la lógica inductiva y la deductiva respectivamente.<br />

Inferencia inductiva:<br />

Por inducción se entiende comúnmente el razonamiento que va de lo<br />

particular a lo general, de los fenómenos de la experiencia a las leyes de la<br />

teoría. Sin embargo, desde un punto de vista lógico la inducción consiste en<br />

obtener conclusiones probables a partir de premisas verdaderas (Skyrms, B.<br />

1966). En la inferencia inductiva, las premisas las constituyen los fenómenos<br />

observados y las conclusiones, las proposiciones teóricas acerca del fenómeno.<br />

Por ejemplo:<br />

P: Hasta hoy todos los días el sol ha salido por el este.<br />

C: Mañana el sol saldrá por el este.<br />

P: Los mejores traductores de poesía son poetas.<br />

C: Para hacer una buena traducción poética es necesario ser poeta.<br />

Como se puede observar las conclusiones extraídas inductivamente son<br />

únicamente probables y pueden variar en su grado de probabilidad según el<br />

apoyo que encuentren en otras premisas. Aquellas cuya probabilidad es<br />

mínima se consideran inductivamente débiles y aquellas altamente probables<br />

son inductivamente fuertes.<br />

Este método permite construir modelos teóricos sobre los fenómenos<br />

observados, los que, con mayor o menor probabilidad, comprenden el objeto<br />

estudiado.<br />

Inferencia hipotético-deductiva:<br />

Se basa en la lógica deductiva, la que tradicionalmente se considera el<br />

razonamiento que va de lo general a lo particular. Al igual que en el caso<br />

anterior, ésta no es la característica fundamental de la lógica deductiva, sino<br />

que consiste en el mecanismo para obtener conclusiones verdaderas a partir de<br />

premisas verdaderas; sus métodos corresponden a los de la lógica aristotélica<br />

clásica. La mera deducción no permite fundamentar proposiciones teóricas en<br />

la realidad, sin embargo a partir de ella se ha derivado un método inferencial<br />

conocido como hipotético-deductivo. Este método se basa en el hecho de que,<br />

siguiendo el método deductivo, a partir de una premisa verdadera se obtienen<br />

conclusiones necesariamente verdaderas, en tanto que a partir de una premisa<br />

falsa, la conclusión puede ser tanto verdadera como falsa. Por este motivo, si<br />

una conclusión se prueba como falsa, su premisa necesariamente debe serlo, en


tanto que si se prueba verdadera, no se puede concluir acerca de la veracidad<br />

de la premisa.<br />

Su aplicación a la inferencia científica se realiza mediante el siguiente<br />

procedimiento:<br />

Las proposiciones teóricas (hipótesis) se consideran premisas y por<br />

deducción se deriva una conclusión observable, la que puede someterse a<br />

contrastación empírica. Si el fenómeno no ocurre según lo previsto, la hipótesis<br />

(o la teoría) se descarta, en cambio si la predicción es cierta, la hipótesis se<br />

mantiene para nuevas contrastaciones, sin considerarla necesariamente<br />

verdadera, sino de no probada falsedad.<br />

Por ejemplo:<br />

P: Para hacer una buena traducción poética es necesario ser poeta<br />

(hipótesis).<br />

P: X no es poeta,<br />

C: X no podrá hacer una buena traducción poética (consecuencia<br />

contrastable).<br />

La conclusión puede ser sometida a contrastación empírica solicitando a X<br />

que traduzca una poesía y luego evaluando su calidad. Si X hace una buena<br />

traducción, evidentemente la hipótesis es falsa, pero también es claro que si<br />

hace una mala traducción la hipótesis no es necesariamente verdadera ya que<br />

no se sabe si otro individuo no poeta es capaz de hacer una buena traducción<br />

poética.<br />

Ambos mecanismos inferencia les han dado origen a distintos métodos de<br />

investigación sobre los que se ha generado gran controversia. Hay quienes<br />

opinan que el método hipotético-deductivo es el único científico, ya que solo éste<br />

permite tomar alguna decisión certera sobre las hipótesis y teorías. Sin<br />

embargo, otros argumentan que una teoría abstracta sin inducción sólo podría<br />

obtenerse mediante especulación no fundamentada, por lo que sería poco<br />

probable que pudiera representar el fenómeno en estudio.<br />

Es importante considerar que ambos mecanismos son momentos de un<br />

proceso dialéctico de conocimiento y que en la práctica ambos se utilizan para<br />

la construcción de teorías, aunque algunos pretendan privilegiar uno u otro.<br />

Ambos métodos son complementarios y prestan utilidad en distintas etapas de<br />

la elaboración de una teoría. Para aquellos problemas sobre los que hay poco<br />

conocimiento y no se cuenta con teorías que lo expliquen, el método inductivo<br />

puede otorgar resultados más fructíferos, en tanto que para la contrastación de<br />

teorías acabadas el hipotético-deductivo puede aportar mayores beneficios. Más<br />

aún, muchas investigaciones utilizan simultáneamente ambos métodos al


generar inductivamente hipótesis que pueden ser contrastadas de acuerdo con<br />

las consecuencias que de ellas se deriven.<br />

1.2.2. Estrategias de investigación en las ciencias sociales<br />

Las estrategias de investigación constituyen formas de abordar el objeto<br />

de estudio de una disciplina para elaborar un conocimiento teórico. Como se<br />

mencionó anteriormente, la naturaleza de las distintas realidades que estudia<br />

la ciencia ha llevado a utilizar diferentes estrategias para su estudio, las que,<br />

sobre todo en las ciencias sociales, adoptan formas radicalmente diferentes y,<br />

sin embargo, comparten el objetivo científico de buscar sustento externo para<br />

las teorías. La ciencia de la traducción no escapa a estas diferencias, por lo que<br />

se examinarán las modalidades más comunes que ha adoptado la investigación<br />

de los fenómenos humanos.<br />

Las diversas estrategias de investigación en las ciencias sociales implican<br />

la adopción de diferentes sistemas axiomáticos acerca de la realidad y la teoría,<br />

el privilegio de algún mecanismo inferencial y, en particular, el uso de variadas<br />

técnicas de observación.<br />

Si bien la adscripción a un paradigma de investigación lleva a la<br />

utilización de una metodología particular en todo el proceso de elaboración del<br />

conocimiento, se expondrán de manera analítica las modalidades de la teoría,<br />

inferencia y observación por separado.<br />

1.2.2.1. Tipos de teorías<br />

El proceso de teorización, concebido como la elaboración de modelos acerca<br />

del objeto de estudio, utiliza generalmente el camino de una progresiva<br />

formalización y abstracción, ya que toda ciencia busca elaborar teorías con<br />

mayor o menor grado de abstracción. En algún momento se ha pensado que las<br />

ciencias sociales elaboran teorías comprensivas para fenómenos particulares,<br />

confiriéndoles el carácter de ideográficas, en oposición a las teorías generales<br />

(nomotéticas) de las ciencias naturales, que se aplican a toda una clase de<br />

fenómenos. Sin embargo, toda disciplina científica aspira a determinar modelos<br />

generales que explican el comportamiento de su objeto de estudio más allá de<br />

las situaciones particulares y, por ende, sus teorías pueden considerarse<br />

nomotéticas. Sin embargo, los fundamentos de los modelos teóricos difieren en<br />

función de los sistemas en que se busca la explicación.


En primer lugar, las teorías pueden diferir en cuanto al nivel de<br />

integración en que se busca la explicación de los fenómenos. Al respecto existen<br />

posturas que buscan la explicación de una escala de fenómenos en otra inferior<br />

que los hace posible (reducción), en tanto que otras posiciones consideran que la<br />

explicación debe buscarse en el mismo nivel de los fenómenos estudiados<br />

(especificidad). Por ejemplo, en la sicología hay teorías que buscan determinar<br />

los elementos (biológicos, sociales, etc.) que posibilitan la emergencia de la<br />

conciencia, en tanto que otras teorías consideran que los fenómenos sicológicos<br />

constituyen una realidad en sí mismos y pueden explicarse sicológicamente. En<br />

la ciencia de la traducción esta distinción se manifiesta en aquellas teorías que<br />

se basan en modelos lingüísticos, comunicacionales, sicolingüísticos, etc., en<br />

contraposición con aquéllas que consideran la traducción como un fenómeno sui<br />

generis.<br />

En segundo lugar, hay posturas diferentes respecto a la naturaleza y tipo<br />

de relación entre los elementos del modelo teórico. Las teorías funcionalistas (o<br />

mecanicistas) conciben la realidad como compuesta de variables relacionadas<br />

causalmente entre si, acentuando el carácter material de los fenómenos, tal<br />

como algunas teorías sicolingüísticas sobre el procesamiento de información<br />

que pueden aplicarse a la traducción. Por otra parte, las posturas<br />

fenomenológicas consideran como unidad las categorías de sentido que utilizan<br />

los individuos, las que mantienen relaciones lógicas atemporales de designación<br />

o implicación, como las teorías descriptivas de la traducción. Un tercer tipo de<br />

modelos son los denominados estructuralistas cuyas unidades son totalidades<br />

organizadas que se construyen por interacción o autorregulación; su claro<br />

exponente es el estructuralismo lingüístico y ciertas teorías modernas acerca de<br />

la comunicación.<br />

Por último, una diferencia importante en las teorías sobre objetos sociales<br />

está dada por el encuadre temporal que aplican al objeto de estudio. Al respecto<br />

se distingue entre los modelos sincrónicos y diacrónicos del mismo modo que lo<br />

hace la lingüística “saussuriana”: Fundamentalmente las teorías sincrónicas<br />

estudian las estructuras o sus condicionamientos en un momento dado, en<br />

tanto que las teorías diacrónicas se preocupan de los procesos mediante los<br />

cuales se construyen las estructuras propias del objeto de estudio. Los modelos<br />

sincrónicos acerca del fenómeno de la traducción describen y explican los<br />

antecedentes y resultados de las traducciones, en cambio los modelos<br />

diacrónicos se centran en el proceso mediante el cual ésta se elabora.<br />

La interacción entre estas diferentes posturas genera una diversidad de<br />

modelos explicativos, los que corresponden a distintas visiones de la realidad<br />

estudiada. Así, coexisten teorías tan diversas acerca de la traducción como las<br />

analizadas en el Capítulo III de este libro, que llevan a investigar este objeto de<br />

estudio desde perspectivas muy diversas.


1.2.2.2. Métodos de investigación<br />

Los tipos de inferencia expuestos anteriormente dan origen a dos<br />

estrategias distintas de investigación usadas en las ciencias sociales: el método<br />

inductivo y el hipotético-deductivo. En el primero, el científico observa un<br />

conjunto de hechos diferentes que guardan relación con determinado tipo de<br />

problemas y sobre la base de lo observado esboza una solución hipotética. En el<br />

segundo, en cambio, el científico parte de una información teórica previa para<br />

deducir una solución posible a un problema dado (hipótesis), la que contrasta a<br />

través de alguna situación empírica.<br />

Como se mencionó anteriormente, ambos métodos son complementarios y<br />

se pueden combinar en algunas investigaciones; sin embargo, las estrategias<br />

que se derivan de ellos muestran ciertas diferencias en la forma en que se lleva<br />

a cabo la investigación, lo que hace conveniente examinarlos en forma<br />

separada.<br />

El método inductivo se utiliza principalmente para elaborar modelos<br />

hipotéticos en problemas sobre los que se tiene poco conocimiento o en los que<br />

se busca una solución original.<br />

Los problemas de investigación normalmente abordados por este método<br />

suelen ser amplios y abiertos a distintas soluciones, lo que da pie para que las<br />

conclusiones obtenidas puedan ser divergentes.<br />

La respuesta a los problemas se busca directamente a través de la<br />

observación de la realidad. Para ello se diseña una estrategia de observación<br />

que permita recopilar variada información atingente al problema. En algunos<br />

casos este diseño implica la selección previa de un conjunto de variables y<br />

métodos para medirlas, constituyendo estos resultados la información buscada.<br />

En otros casos se prefiere observar directamente el objeto de estudio con todas<br />

sus manifestaciones en alguna situación significativa. En estos últimos casos la<br />

información recopilada es de alta complejidad y está orientada por la atención<br />

del observador y las variaciones del objeto estudiado. En cualquier<br />

circunstancia, para el método inductivo, la observación de la realidad juega un<br />

papel heurístico ya que ella contribuye a delimitar el problema de investigación<br />

y a buscar su solución.<br />

La información obtenida sirve de base para elaborar modelos teóricos que<br />

den solución al problema planteado. En este proceso se elaboran modelos que<br />

den cuenta de los datos, los que se consideran como hipótesis de trabajo,<br />

probándolos alternativamente hasta hallar el más satisfactorio. Es importante<br />

señalar que normalmente se puede elaborar más de una interpretación<br />

satisfactoria de los datos por lo que el producto de este tipo de investigación es<br />

divergente y es considerado comprensivo más que propiamente explicativo.


· El método hipotético-deductivo tiene su mayor aplicación en la<br />

investigación confirmatoria de teorías sobre aquellos aspectos del objeto de<br />

estudio en los que se cuenta con cierto grado de conocimiento acumulado.<br />

A diferencia del caso anterior, los problemas que aborda tienen soluciones<br />

convergentes, las que se buscan deductivamente a partir de las predicciones de<br />

la teoría. Estas soluciones tentativas se denominan hipótesis y ellas tienen un<br />

valor heurístico en la medida en que su producción y contrastación permiten el<br />

avance del conocimiento.<br />

De la hipótesis teórica se derivan consecuencias contrastables en la<br />

realidad mediante su operacionalización. Estas consecuencias se refieren a<br />

determinados fenómenos que deberían ocurrir bajo ciertas condiciones. Para<br />

contrastar estas consecuencias es necesario diseñar una estrategia de<br />

observación dirigida y controlada para que se manifiesten los fenómenos<br />

buscados.<br />

La información así recopilada constituye prueba que permite mantener o<br />

rechazar la hipótesis y fundamentar así la teoría.<br />

1.2.2.3. Técnicas de observación<br />

La observación científica está orientada a detectar los fenómenos<br />

relevantes para la solución del problema de investigación y, según los objetivos<br />

perseguidos, puede asumir diversas modalidades. La forma en que se lleva a<br />

cabo la observación se denomina diseño de la investigación e implica tomar<br />

decisiones respecto de la situación en que se observará, la medición de las<br />

variables y el tipo de muestra de datos que se utilizará.<br />

En las ciencias sociales se emplean diversos tipos de diseños, de acuerdo<br />

con la naturaleza del objeto de estudio y del problema abordado. La diversidad<br />

de diseños posibles hace difícil examinarlos exhaustivamente en este texto; sin<br />

embargo, resulta conveniente señalar algunas dimensiones que los distinguen.<br />

Grado de restricción en los posibles resultados: Se refiere a la limitación<br />

en la información recopilada. En un extremo se encuentran las investigaciones<br />

que buscan observar la ocurrencia de un fenómeno particular y circunscrito; en<br />

el otro extremo, aquéllas que no definen previamente el tipo de fenómeno que<br />

se espera observar.<br />

Esta dimensión se relaciona con los distintos tipos de investigación, ya<br />

que, al diferir estos en sus objetivos, requieren distinta información para<br />

lograrlos. En el caso hipotético deductivo necesariamente los resultados se<br />

restringen a la evidencia que puede confirmar o rechazar la hipótesis. En este<br />

tipo de investigación, el nivel de especificidad de la hipótesis determina el<br />

grado de restricción en las variables que se medirán. En el método inductivo se


ecopila mayor cantidad de información precisamente con el objetivo de<br />

favorecer una mayor libertad en los resultados, y el grado de restricción<br />

depende de que las variables observadas se especifiquen previamente o bien se<br />

definan durante la observación.<br />

La restricción se aplica sobre las consecuencias, las que se denominan<br />

variables dependientes ya que, en el ámbito de la investigación, dependen de<br />

las variables antecedentes (o independientes) que las explican.<br />

La mayor restricción en los resultados favorece la predicción a partir de<br />

los modelos teóricos; no obstante, en el caso contrario se gana en la<br />

comprensión más acabada de los fenómenos.<br />

Grado de restricción en las variables antecedentes: Se refiere al nivel en<br />

que se controlan las variables que pueden afectar el fenómeno estudiado. En<br />

toda investigación existe una cantidad apreciable de variables que se asocian al<br />

fenómeno en estudio o lo explican; solo algunas de ellas pueden ser relevantes<br />

para el problema y el resto dificulta su aclaración.<br />

El efecto de las variables extrañas puede ser eliminado fijándolas en un<br />

valor constante mediante un control situacional, es decir, creando situaciones<br />

que permitan variar Únicamente las variables relevantes. Otra alternativa<br />

consiste en no ejercer ningún control sobre ellas haciendo que sus efectos se<br />

anulen por variaciones aleatorias.<br />

El control situacional permite dilucidar en forma adecuada la relación<br />

entre las variables independientes y dependientes, pero limita la posibilidad de<br />

generalización a situaciones naturales.<br />

Tipo de control de las variables antecedentes: Para caracterizar la relación<br />

entre variables independientes y dependientes, se examina cómo los valores de<br />

las primeras se asocian a los de las segundas, observando si las variaciones en<br />

los antecedentes conllevan variaciones en el fenómeno estudiado. Para esto es<br />

imprescindible que las variables dependientes puedan variar libremente, pero<br />

es necesario garantizar que las independientes tomen distintos valores.<br />

Las variables antecedentes pueden ser controladas mediante tres<br />

mecanismos: la manipulación experimental, la selección y la medición. La<br />

manipulación experimental se refiere a ejercer un control directo sobre los<br />

valores de la variable independiente, lo que permite observar su efecto sobre la<br />

dependiente. La selección es una forma de control en que, sin influir<br />

directamente sobre la variable independiente, se eligen elementos o situaciones<br />

en que ésta naturalmente adopte determinado valor. En el control por<br />

medición, no se ejerce ningún control sobre los valores de la variable<br />

dependiente, sino que se elige un conjunto de elementos o situaciones y


posteriormente se observan los valores que toman las variables independientes<br />

y las dependientes.<br />

El control experimental es útil para aclarar relaciones causales entre las<br />

variables, ya que se puede demostrar que los valores de la variable dependiente<br />

varían cuando se modifican los de la independiente, lo que no ocurre en los<br />

otros casos. Esto ha favorecido que en muchas disciplinas se privilegie este tipo<br />

de diseño; sin embargo, en muchos casos el control experimental no es posible<br />

ni necesario ya sea porque la naturaleza del objeto de estudio lo hace imposible<br />

de manipular o porque teóricamente el fenómeno no se rige por leyes causales.<br />

Selección de las unidades de análisis: Por unidad de análisis se entiende la<br />

unidad mínima del objeto de estudio en que es posible llevar a cabo una<br />

observación (por ejemplo un texto, un traductor, etc.). La selección de estas<br />

unidades puede ser sesgada o aleatoria. La selección sesgada se refiere a<br />

utilizar en la observación unidades deliberadamente elegidas por poseer<br />

características distintivas donde la relación entre las variables estudiadas se<br />

manifestará de una manera particular. En cambio, en la selección aleatoria se<br />

eligen las unidades al azar dentro del marco de las posibles para un problema<br />

determinado. Este tipo de selección es útil para determinar la relación típica<br />

entre las variables, que suele ser menos marcada que la que se observa en<br />

unidades arbitrariamente elegidas.<br />

Sincronía versus diacronía en la medición de las variables: Esta dimensión<br />

se refiere a la presencia o ausencia de una secuencia temporal en la medición<br />

de las variables. La medición sincrónica de variables permite describir la<br />

estructura de su relación, a pesar de ello, al ubicarse en una situación<br />

atemporal, esta estructura no permite determinar causas o rastrear su origen.<br />

En cambio, la medición diacrónica es útil para estudiar los procesos que rigen<br />

la relación entre las variables, siendo apropiada para describir relaciones<br />

causales y observar la génesis de los fenómenos.<br />

· Tipos de información recopilada: Las variables consideradas en una<br />

investigación o la medición que se hace de ellas permite entregar distintos tipos<br />

de información, vale decir, cuantitativa y cualitativa. El tipo de información<br />

condiciona el análisis que se hará de ella y la forma en que se puede expresar<br />

su relación. Las variables cuantitativas se asocian mediante funciones<br />

matemáticas en tanto que las variables cualitativas lo hacen mediante<br />

relaciones lógicas.<br />

El tipo de información recogida también se ve influido por la forma en que<br />

se miden las variables. En las ciencias sociales resulta común distinguir entre<br />

la medición por medio de instrumentos y la realizada por un observador<br />

humano. Más allá del problema de la calidad de la medición, el observador<br />

tiene la particularidad de ser flexible y sensible a una variada gama de


información, normalmente cualitativa, lo que no ocurre al utilizar un conjunto<br />

de instrumentos predeterminados.<br />

1.2.3. La planificación de la investigación<br />

La planificación de una investigación corresponde a una serie de<br />

decisiones tácticas para alcanzar los objetivos deseados. La forma que tomará<br />

una investigación depende de la naturaleza del problema y de la manera en que<br />

éste sea abordado por el investigador. Si bien hay ciertas diferencias entre una<br />

investigación inductiva y una hipotético-deductiva, las etapas generales de un<br />

estudio son relativamente comunes.<br />

Toda investigación comienza con el planteamiento de un problema,<br />

pertinente para un área determinada de estudio. La elección de un problema no<br />

depende de reglas, sino únicamente de la creatividad del investigador y gran<br />

parte del avance científico nace de la importancia de los problemas planteados<br />

más que del método que se emplee para su solución. Si el problema planteado<br />

surge de las predicciones de una teoría, es necesario examinar sus posibles<br />

soluciones para enunciar las hipótesis que se someterán a contrastación. En<br />

cambio, si el problema se refiere a la búsqueda de nuevo conocimiento cabe<br />

delimitar un ámbito de realidad donde sea posible su solución.<br />

Una segunda etapa consiste en la planificación de la observación,<br />

seleccionando un diseño apropiado para que se manifieste el tipo de fenómenos<br />

deseados y dar solución al problema. En la contrastación de hipótesis es<br />

necesario planificar detalladamente de antemano todos los aspectos del diseño<br />

y la medición antes de observar; en cambio, en un estudio exploratorio el<br />

principal esfuerzo se realiza durante la observación para determinar los<br />

aspectos fundamentales del problema.<br />

La tercera etapa de la investigación consiste en el análisis de los datos y la<br />

elaboración de conclusiones respecto del problema. Según la naturaleza de la<br />

información se puede recurrir a técnicas cuantitativas o cualitativas de análisis<br />

de datos, las que, en todo caso, contribuyen a resumir la información para que<br />

ésta pueda ser interpretada teóricamente. La conclusión de toda investigación<br />

se remite a la teoría analizando lógicamente su conexión con la evidencia.<br />

Para que una investigación pueda ser considerada científica, además de<br />

abordar el estudio de un problema verdaderamente importante, debe cumplir<br />

con ciertas características que aseguren su calidad. Tradicionalmente se han<br />

considerado cuatro criterios de validez de la investigación:<br />

Valor de la verdad o validez interna: Se refiere a la medida en que los<br />

datos obtenidos permiten extraer las conclusiones a que se llegó y busca<br />

establecer confianza en los hallazgos de la investigación. En una investigación<br />

hipotético-deductiva esto se logra mediante una correcta operacionalización de


la hipótesis y el control de variables exógenas. En una investigación inductiva<br />

llevada a cabo con control de variables la validez se alcanza mediante el<br />

consenso en la plausibilidad de la interpretación de los datos.<br />

Aplicabilidad: Se refiere a la posibilidad de generalizar los resultados a<br />

otras situaciones de la misma naturaleza. Este criterio se cumple en la medida<br />

en que la situación estudiada sea representativa o típica dentro de aquéllas a<br />

las que se desea extrapolar los resultados. Para ello es importante describir<br />

adecuadamente las características de la situación en que se llevó a cabo la<br />

investigación.<br />

· Concordancia de los resultados: También denominada confiabilidad de la<br />

investigación, se refiere a la estabilidad de los resultados al repetir el estudio,<br />

descartando los posibles errores no controlados o aleatorios debido a la<br />

particularidad de la situación estudiada.<br />

· Neutralidad u objetividad en la interpretación de los resultados: Al<br />

respecto es necesario establecer el grado en que los resultados son función de la<br />

investigación y no del sesgo, motivación o intereses del investigador. Esto se<br />

alcanza mediante la separación del investigador respecto del objeto estudiado y<br />

explicitando los supuestos sobre los que se hará el estudio. De esta manera la<br />

interpretación puede rastrearse a partir de las posibilidades que brinda el<br />

marco axiomático del investigador.<br />

La investigación científica requiere creatividad y rigor para que constituya<br />

un verdadero aporte a la disciplina. La creatividad es necesaria en el<br />

planteamiento de los problemas que se investigarán para que sus respuestas<br />

sean contribuciones significativas a la teoría. En cambio, la observación y la<br />

interpretación de los resultados deben ser rigurosas, de modo que constituyan<br />

una sólida base para el conocimiento teórico.


Capítulo 2<br />

EL OBJETO DE LA CIENCIA DE LA TRADUCCION<br />

Y DIFERENTES ENFOQUES DEL FENOMENO TRADUCCION<br />

JUAN CARLOS PALAZUELOS<br />

2.1.DEFINIClÓN DEL OBJETO DE ESTUDIO DE LA CIENCIA DE LA<br />

TRADUCCIÓN<br />

¿Existe o puede existir una ciencia de la traducción? Para responder a esta<br />

pregunta es necesario aclarar qué se entiende por traducción.<br />

La traducción es una actividad compleja y, como toda actividad, según una<br />

clásica distinción aristotélica, puede considerarse desde tres puntos de vista:<br />

(a) como actividad propiamente tal;<br />

(b) como actividad en potencia,<br />

(c) como actividad realizada en sus productos,<br />

De acuerdo con estos tres puntos de vista, la traducción podría ser objeto<br />

de estudio de diversas disciplinas.<br />

En primer lugar, la traducción como actividad propiamente tal puede<br />

concebirse como:<br />

(a) una forma de hablar, es decir, como un tipo de actividad lingüística;<br />

(b) una forma de comunicación, y<br />

(c) una forma de transmisión de información.<br />

Según estas tres formas de concebir la actividad de la traducción, pueden<br />

reconocerse tres posibles ciencias o disciplinas que podrían estudiar dicha<br />

actividad:<br />

(a) la lingüística;<br />

(b) la teoría de la comunicación, y<br />

(c) la teoría de la información.<br />

En segundo lugar, la traducción como actividad en potencia puede<br />

estimarse como un determinado tipo de saber, en este caso, un “saber hacer”, es<br />

decir, un “saber técnico”, y su estudio correspondería a una disciplina que<br />

quisiera establecer un “saber teórico” de dicho “saber técnico”.


Por último, la traducción como actividad realizada en sus productos puede<br />

considerarse como un tipo especial de discurso o texto, en la medida en que<br />

toda traducción se genera a partir de otro texto. Según esta perspectiva, la<br />

traducción podría ser estudiada por una lingüística del texto.<br />

Estas distinciones permiten plantear de un modo diferente la pregunta<br />

inicial: ¿cuál o cuáles de estos puntos de vista puede fundamentar una ciencia<br />

de la traducción? La respuesta no es simple, ya que cada uno de ellos es válido<br />

en sí mismo y refleja la complejidad del fenómeno que se pretende estudiar. Sin<br />

embargo, la dificultad es sólo aparente. En efecto, parafraseando a Hjelmslev<br />

(1948), se podría decir que, del mismo modo que en el caso del lenguaje, la<br />

traducción, por su propia naturaleza, se presta a que se la pase por alto, a que<br />

se la considere medio, y no fin. Para quienes adoptan esta última actitud, la<br />

traducción es una mera ciencia auxiliar o derivada. Ahora bien, si se revisan<br />

las distinciones señaladas más arriba, se debiera reconocer que la mayoría de<br />

ellas, a excepción de la que apunta a la consideración de la traducción como<br />

actividad en potencia, toma precisamente esta actitud. Tanto la lingüística<br />

como la teoría de la comunicación, la teoría de la información y la lingüística<br />

del texto tienen objetos propios de estudio (respectivamente, el lenguaje, la<br />

comunicación, la información y el texto), y si emprenden un estudio del<br />

fenómeno de la traducción, siempre lo harán con la finalidad de obtener un<br />

conocimiento más claro de su propio objeto y no de la traducción en sí. De<br />

nuevo, parafraseando a Hjelmslev (op. cit.) se podría decir que para establecer<br />

una verdadera ciencia de la traducción que sea algo más que una ciencia<br />

auxiliar o derivada es preciso que dicha ciencia comprenda la traducción como<br />

una totalidad autosuficiente, como una estructura sui generis (Cary 1958:4) 1 .<br />

Sólo de este modo podría la traducción por sí misma someterse a tratamiento<br />

científico, sin que queden defraudados quienes la estudian y pierdan la<br />

perspectiva.<br />

Si se aceptan estas palabras de Hjelmslev, que se refieren a los problemas<br />

que ha tenido o tiene que enfrentar la lingüística respecto de su objeto de<br />

estudio, y que aquí se han adaptado a la realidad de la traducción, se puede<br />

tener la impresión de que se ha vuelto al punto de partida. Sin embargo, como<br />

se dijo, una de las distinciones señaladas más arriba (la traducción como<br />

actividad en potencia), parece quedar fuera de la consideración de la traducción<br />

como una ciencia auxiliar o derivada y, al mismo tiempo, podría proponerse<br />

como el punto de partida para volver a plantear la pregunta inicial.<br />

En efecto, podría postularse que la ciencia de la traducción debiera ser<br />

aquella que abordara el estudio del saber técnico que implica la traducción. La<br />

independencia y autonomía de dicho estudio pareciera justificarse en la medida<br />

en que el saber técnico de la traducción se diferencia de otros saberes técnicos<br />

posibles, pero, ¿cómo especificar el saber técnico de la traducción .Eugenio<br />

Coseriu parece apuntar a ello a través de las siguientes definiciones:<br />

1 Citado por Mounin,G. En Problemas teóricos de la traducción, 1971:30.


“En la traducción se trata de expresar “un mismo contenido textual (<br />

de texto)” en lenguas diferentes” (1977:220); “Ahora bien, el cometido de la<br />

traducción, desde el punto de vista lingüístico, es el de reproducir, no el mismo<br />

significado, sino a misma designación y el mismo sentido con los medios (es<br />

decir, en rigor, con los SIGNIFICADOS) de otra lengua” (op. cit.: 221, 222). Sin<br />

entrar en especificaciones de carácter lingüístico, según estas definiciones<br />

pareciera ser que el saber técnico de la traducción es un “saber expresar” algo<br />

ya dado a través de un medio diferente, es decir, un “saber reproducir”. Por<br />

ahora dejaremos pendiente qué es lo que se reproduce efectivamente y<br />

volveremos a la distinción aristotélica. De acuerdo con esta primera<br />

especificación del saber técnico que implica la traducción, especificación esta<br />

vez centrada en la naturaleza misma de la traducción, y no en una<br />

consideración externa a ella, es posible distinguir entre:<br />

(a) la traducción como actividad propiamente tal, es decir, la actividad<br />

de reproducir, y a la que se puede llamar “el traducir”;<br />

(b) la traducción como actividad en potencia, es decir, como un saber<br />

técnico que consiste en un “saber reproducir”, y<br />

(c) la traducción como actividad realizada en sus productos, a los que<br />

se puede llamar simplemente “las traducciones”.<br />

Si se acepta que el saber técnico de la traducción es un saber reproducir,<br />

entonces convendría aclarar las preguntas básicas de:<br />

(a) qué es lo que se reproduce;<br />

(b) cómo se reproduce, y<br />

(c) para qué se reproduce.<br />

Estas preguntas debieran constituir el planteamiento de la ciencia de la<br />

traducción. Veamos, a continuación, los problemas teóricos implicados en el<br />

desarrollo de este planteamiento.<br />

Respecto de la primera pregunta (qué es lo que se reproduce), la ciencia de<br />

la traducción se enfrenta a una dificultad en extremo compleja, la dificultad de<br />

especificar qué tipo de “significación” es la que se reproduce. Puesto que se<br />

trata de un problema semántico-textual, el investigador debería situarse dentro<br />

de marcos teóricos lo suficientemente amplios como el de la lingüística del texto<br />

o el de la teoría del texto. Sólo así estará en condiciones de especificar qué<br />

“contenido textual” es el que se reproduce o se pretende reproducir en la<br />

traducción y, además, qué límites se imponen o se pueden imponer a este<br />

cometido.<br />

Respecto de la segunda pregunta (cómo se reproduce), la ciencia de la<br />

traducción debiera proponerse el siguiente objetivo: construir un modelo capaz<br />

de explicar cómo se reproduce idealmente un “contenido textual”. Dicho modelo<br />

debería contener la especificación de los saberes implicados en el ejercicio de la<br />

reproducción así como la identificación de los pasos que habría que seguir para<br />

lograr una reproducción ideal. En este caso, nuevamente se impone al estudioso<br />

la necesidad de enfrentar este objetivo a partir de marcos teóricos que permitan<br />

visualizar el fenómeno en toda su complejidad. Pensamos que tanto la


lingüística del texto como la teoría del texto están en condiciones de ofrecer<br />

tales marcos<br />

Respecto de la tercera pregunta (para qué se reproduce), la ciencia de la<br />

traducción debería rendir cuenta de la situación comunicativa en la cual la<br />

traducción es introducida. En efecto, puesto que el traducir se presenta como<br />

una actividad finalista históricamente condicionada, el qué y el cómo pueden<br />

ser diferentes para cada texto según el tipo de texto, los propósitos de la<br />

traducción, los destinatarios y la situación histórica en la cual se realiza. Se<br />

trata en este caso de analizar el traducir considerando el contexto pragmático<br />

en el cual funciona la traducción. Con la introducción de esta variable, el<br />

modelo de reproducción ideal (de un contenido ideal de reproducción) se<br />

enriquecerá y podrá adecuarse más a la realidad del objeto estudiado.<br />

Pensamos que la teoría del texto, en la medida en que propone el tratamiento<br />

de los textos en el contexto pragmático, ofrece el marco teórico más apropiado<br />

para enfrentar esta última dificultad.<br />

Una vez resueltos estos problemas iniciales, la ciencia de la traducción<br />

estará en condiciones de pasar de un nivel teórico a un nivel de aplicación que<br />

permita, por ejemplo, el desarrollo de una didáctica de la traducción.<br />

A través del análisis de diversas definiciones que distintos autores han<br />

dado de la traducción se pretende examinar cómo esta disciplina ha dado<br />

respuesta a las preguntas antes formuladas, y dar cuenta del estado actual de<br />

la reflexión teórica sobre la traducción.<br />

2.2. ANALISIS DE DEFINICIONES DE LA TRADUCCION A LA LUZ<br />

DE LOS PLANTEAMIENTOS ANTERIORES<br />

Son numerosísimas las definiciones que sobre la traducción se han dado<br />

desde San Jerónimo hasta nuestros días. Se suma a esta primera dificultad el<br />

hecho de que sus autores provienen de diversos ámbitos (traductores,<br />

escritores, filósofos, lingüistas, semióticos, teóricos de la traducción, etc.). La<br />

primera tarea que se impone al estudioso es identificar cuál o cuáles de estas<br />

definiciones son operacionales.<br />

Existe un primer grupo que, en rigor, no definen lo que es la traducción ni<br />

como proceso ni como resultado. Tales “definiciones” son de carácter<br />

“impresionista” y expresan a menudo evaluaciones subjetivas sobre la<br />

traducción de obras literarias, aunque ello no se haga explícito. En general,<br />

este tipo de definiciones, que habría que llamar más bien apreciaciones, han<br />

sido expresadas por escritores como Miguel de Cervantes 2 y André Gide 3 .<br />

(2) “Me parece que el traducir de una lengua a otra es como quien mira los tapices flamencos<br />

por el revés, que aunque se ven las figuras, son llenas de hilos que las escurecen, y no se ven con la lisura<br />

y tez de la haz” (En Pucciarelli 1970:8).<br />

(3) “Comparo al traductor con un escudero que pretende hacer ejecutar a su caballo<br />

movimientos que no le son naturales” (En Pucciarelli op. cit.: 9).


También Gabriel García Márquez 4 y Dante Gabriel Rossetti 5 nos ofrecen<br />

una definición de este tipo.<br />

En un segundo grupo se pueden reunir aquellas definiciones que intentan<br />

describir el proceso o el producto de la traducción, pero que lo hacen en<br />

términos imprecisos (por el uso particular que de ellos hacen sus autores) o<br />

muy generales y que, por lo tanto, requieren ulteriores definiciones. Veamos<br />

algunos ejemplos.<br />

Alfonso Reyes piensa que:<br />

“La traducción es el traslado de la misma arquitectura semántica de una a<br />

otra poética. La semántica se conserva, la poética se crea de nuevo”<br />

(Pucciarelli. op. cit.:9).<br />

Una definición de esta naturaleza exige precisar los siguientes conceptos:<br />

(a) arquitectura semántica<br />

(b) poética<br />

(c) conservación de la semántica<br />

(d) creación de la poética.<br />

Por su parte, Edmond Cary dice:<br />

“Traducir es ser uno capaz de captar las infinitas resonancias de cada<br />

palabra, de cada movimiento del pensamiento, de cada latido de corazón, y<br />

saber comunicarlos al lector (...)“ (Pucciarelli op. cit. :9).<br />

Nuevamente se impone aquí la necesidad de precisar conceptos como:<br />

(a) las infinitas resonancias de cada palabra<br />

(b) las infinitas resonancias de cada movimiento del pensamiento<br />

(c) movimiento del pensamiento<br />

(d) las infinitas resonancias de cada latido de corazón<br />

(e) latido de corazón.<br />

Además, se advierte el problema de trabajar con unidades<br />

inconmensurables.<br />

Otra definición es la de Benvenuto Terracini:<br />

“Traducir es trasponer de acuerdo con un nuevo sistema de valores”<br />

(Pucciarelli op. cit.:9).<br />

Esta definición presenta dos inconvenientes:<br />

(a) no explicita qué es lo que se traspone, y<br />

(b) es demasiado amplia para una ciencia de la traducción, ya que no<br />

especifica que “un nuevo sistema de valores” sea necesariamente lingüístico.<br />

Dentro del marco de la traducción automática, A.G. Oettinger propone la<br />

siguiente definición:<br />

(4)“Entonces comprendí que efectivamente ‘traducir es la manera más profunda de leer’ “(Le<br />

Nouvel Observateur, 21 de agosto de 1982, p. 52-53).<br />

(5)“Una traducción no es sino la forma más inmediata del comentario” (En Pucciarelli op. cit.: 9).


“La traducción es el proceso de transformación dc signos o<br />

representaciones a otros signos o representaciones, sin que las significaciones<br />

de los primeros se modifiquen en los segundos” (Pucciarelli op. cit.: 10).<br />

Lo valioso de esta definición es que especifica qué es lo que debe<br />

mantenerse en el proceso: las significaciones de los primeros signos. Sin<br />

embargo, se advierte con claridad que no está circunscrita a la traducción<br />

interlingüística, ya que no aclara sobre qué tipo de signos se realiza la<br />

transformación. Además, suponiendo que pudiera aplicarse a la traducción<br />

interlingüística, resulta imposible a partir de ella distinguir entre signo<br />

lingüístico propiamente tal (es decir, entre signo como elemento del sistema de<br />

una lengua) y texto.<br />

Por su parte, J.C. Catford dice:<br />

“Traducción es el reemplazo de la gramática y del léxico de la lengua de<br />

origen por el equivalente de la gramática y el léxico de la lengua meta, con el<br />

correspondiente reemplazo de la fonología y grafología de la lengua de origen<br />

por la fonología y grafología de la lengua meta”. Y agrega más adelante: “(...) es<br />

el equivalente de los signos de un texto con los signos de otro texto, con idéntica<br />

información” (Pucciarelli op. cit.: 9-10).<br />

Como se advertirá, no se trata de una sola definición, sino de dos. La<br />

primera tiene el mérito de plantear la traducción como un proceso concerniente<br />

o circunscrito al reemplazo de signos lingüísticos por otros signos lingüísticos,<br />

es decir, considera el concepto de traducción como un proceso que se realiza<br />

entre dos lenguas: la lengua de origen y la lengua meta. Por lo tanto, esta<br />

definición se enmarca dentro del concepto de traducción interlingüística. Sin<br />

embargo, su enunciación no permite:<br />

(a) distinguir entre texto y lengua;<br />

(b) comprender exactamente qué se entiende por “el equivalente” entre las<br />

gramáticas y el léxico de dos lenguas.<br />

La segunda definición deja de lado el fenómeno ínter lingüístico y se<br />

concentra en la “equivalencia” entre signos que pertenecen a textos diferentes,<br />

equivalencia, al parecer, con respecto a la información que los signos<br />

considerados entregan. Esto significaría que para Catford lo que se mantiene<br />

(“el equivalente”) en el proceso es la información, y lo que cambia son los signos<br />

de textos diferentes. De acuerdo con lo anterior, podemos relacionar esta última<br />

definición con la dada por Oettinger, en el sentido de que ambas especifican lo<br />

que debe mantenerse en el proceso: para Oettinger, las significaciones de los<br />

primeros signos; para Catford, la información de los “primeros signos” (“los<br />

signos de un texto”). Como se verá, si consideramos la primera pregunta del<br />

planteamiento de la ciencia de la traducción (qué es lo que se reproduce),<br />

podríamos decir que:


(a) según Oettinger, las significaciones de los primeros signos, y<br />

(b) según Catford, la información de los “primeros signos”. Tales<br />

respuestas debieran aclarar qué se entiende por “las significaciones de los<br />

signos” o “la información de los signos”. Si consideramos la segunda pregunta<br />

del planteamiento (cómo se reproduce), también encontramos dos respuestas,<br />

según las definiciones de ambos autores: para Oettinger, el proceso se lleva a<br />

cabo mediante la “transformación de signos o representaciones a otros signos o<br />

representaciones”; para Catford, mediante “el reemplazo de la gramática y del<br />

léxico de la lengua de origen por el equivalente de la gramática y del léxico de<br />

la lengua meta”. Como se advertirá, se “transforman” o se “reemplazan” signos<br />

(en un sentido amplio: cualquier tipo de signos; en un sentido restringido:<br />

signos lingüísticos), conservando su “significación” o “información”, pero en<br />

ningún momento se especifica realmente cómo se transforman o reemplazan;<br />

en otras palabras, sólo se describe lo que sucede pero no se explica cómo llega a<br />

suceder.<br />

Una definición que aporta un punto de vista nuevo es la enunciada por B.<br />

Mates:<br />

“Un texto A es la traducción de otro B solamente si existe una<br />

correspondencia entre las partes significantes de A y B, de modo tal que dichas<br />

partes sean sinónimas” (Pucciarelli op. cit.:10).<br />

Lo interesante de esta definición es que considera la traducción como la<br />

reproducción de “las partes significantes” de un texto, es decir, la reproducción<br />

de significaciones textuales. La reproducción debe dar como resultado la<br />

“sinonimia” entre las partes significantes de dos textos. Sin embargo, también<br />

esta definición presenta algunos inconvenientes. En primer lugar, no especifica<br />

que se trate de un proceso ínter lingüístico, y, en segundo lugar, no aclara qué<br />

debe entenderse por “las partes significantes” de un texto así como tampoco qué<br />

hay que entender por la “sinonimia entre las partes significantes de dos textos.<br />

Por su parte, Jean-Paul Vinay y Jean Darbelnet reflexionan así, a partir<br />

de lo que habitualmente se denomina traducción:<br />

“(...) el paso de una lengua A a una lengua B, para expresar una misma<br />

realidad X, paso que habitualmente se denomina traducción, tiene que ver con<br />

una disciplina particular, de naturaleza comparativa, cuyo Objetivo es explicar<br />

su mecanismo y facilitar su realización, a través de un proceso en que se<br />

destacan leyes válidas para las dos lenguas en cuestión. De esta manera,<br />

reducimos la traducción a un caso particular, a una aplicación práctica de la<br />

estilística comparada” (1958:20).<br />

Esta reflexión permite afirmar con seguridad que ambos autores adoptan<br />

una definición “tradicional” (“lo que habitualmente se entiende por<br />

traducción”), definición de la cual se puede decir lo siguiente:


(a) considera el proceso dentro de lo que se denomina traducción<br />

interlingüística, y<br />

(b) destaca que lo que se reproduce o “reexpresa” en “una misma realidad<br />

X”, es decir, explícitamente apunta al hecho de que lo que se reproduce va más<br />

allá de los meros significados lingüísticos. Sin embargo, al mismo tiempo<br />

presenta los siguientes inconvenientes:<br />

(a) no establece una diferencia clara entre lengua y texto o, por lo menos,<br />

no especifica cómo se realiza la expresión de una misma realidad X; es decir, no<br />

permite afirmar que se realice a través de textos o a través de las lenguas,<br />

concebidas éstas como meros sistemas lingüísticos, o a través de ambas<br />

realidades (texto y lengua) y<br />

(b) requiere una aclaración del concepto “realidad X”, es decir, explicar qué<br />

se quiere decir con “la expresión de una realidad X”.<br />

La siguiente definición de Francesco de Sanctis plantea nuevas<br />

dificultades:<br />

(...) Cada texto tiene un sonido, un color, un movimiento, una atmósfera<br />

que le son propios. Aparte de su sentido material y literal, todo trozo de<br />

literatura, como todo trozo de música, tiene un sentido escondido que es el que<br />

crea en nosotros la impresión estética querida por el poeta” (Horguelin<br />

1981:191).<br />

Valery Larbaud agrega:<br />

“Pues bien, ese es el sentido que hay que expresar y en eso consiste sobre<br />

todo la labor del traductor pero para expresar ese sentido literario de las obras<br />

de literatura primero hay que captarlo y no basta con captarlo sino que<br />

también hay que recrearlo” (Horguelin op.cit.:191).<br />

Ambas definiciones apuntan a la traducción ínter ligüística pero<br />

introducen una delimitación: la traducción ínter lingüística de textos literarios.<br />

Nuevamente se impone aquí la necesidad de aclarar conceptos tales como:<br />

(a) el “sonido” de un texto<br />

(b) el “color” de un texto<br />

(c) el “movimiento” de un texto<br />

(d) la “atmósfera” de un texto<br />

(e) el sentido material de un texto<br />

(f) el sentido literal de un texto<br />

(g) el sentido escondido de un texto<br />

(h) la impresión estética<br />

(1) el sentido literario<br />

(j) captar el sentido literario<br />

(k) recrear el sentido literario


André Gide, por su parte, dice:<br />

“C..J Creo absurdo aferrarse al texto muy de cerca; repito: no sólo se trata<br />

de captar el sentido, se trata de no traducir palabras sino frases y de expresar<br />

sin perder nada del pensamiento ni de la emoción, como si el autor los hubiera<br />

expresado si hubiera escrito directamente en francés lo que sólo es posible a<br />

través de un perpetuo ardid, de vueltas incesantes y a menudo alejándose<br />

mucho de la simple literalidad” (Horguelin op.cit.: 195).<br />

Lo que plantea Gide en esta definición es que la traducción debe ser la<br />

reproducción total del pensamiento y la emoción (“sin perder nada”). Para ello<br />

el traductor debe:<br />

(a) captar el sentido<br />

(b) no traducir palabras sino frases (en castellano, oraciones)<br />

(c) expresar el pensamiento y la emoción (expresados en el texto<br />

original en la lengua original) en la lengua meta, es decir, expresar los<br />

pensamientos y emociones en la lengua meta<br />

De acuerdo con estas distinciones establecidas en la definición misma de<br />

Gide, surgen nuevos inconvenientes, ya que en ella no se aclara:<br />

(a) qué se entiende por sentido<br />

(b) por qué se deben traducir las frases y no las palabras; es decir, no<br />

se determina la relación que puede existir entre el sentido (no definido) y las<br />

frases<br />

(c) qué es el pensamiento expresado en un texto<br />

(d) qué es la emoción expresada en un texto.<br />

Consideramos importantísima la cuestión de qué es el pensamiento y qué<br />

la emoción en este caso, por cuanto en ella se encierra un problema<br />

fundamental que ha sido debatido en los últimos tiempos dentro de los estudios<br />

del discurso o texto: el de determinar si tales categorías deben identificarse con<br />

respecto al autor o sólo con respecto al texto, considerado éste como un objeto<br />

autosuficiente.<br />

Otra definición, la de Edmond Cary, apunta a una complejidad diferente:<br />

“Traducir es percibir las correspondencias más sutiles, es establecer una<br />

equivalencia entre dos modos de expresión, entre dos maneras de pensar, de<br />

sentir, de actuar, de vivir, ¡qué sé yo! ... Dos maneras que están cristalizadas<br />

en dos idiomas diferente” (Horguelin op.cit. :202).<br />

Esta definición tiene en común con las anteriores la consideración de la<br />

traducción como un fenómeno ínter lingüístico. Sin embargo, la traducción se<br />

entiende aquí como una reproducción esta vez no de:<br />

(a) los significados de los primeros signos (Oettinger)<br />

(b) la información de los primeros signos (Catford)<br />

(c) las partes significantes del texto original (Mates)<br />

(d) una realidad X (Vinay y Darbelnet)<br />

(e) el sentido escondido y literal, en el caso de la traducción literaria<br />

(Francesco de Sanctis y Valery Larbaud)


(f) el pensamiento y la emoción expresados en el texto original (Gide); sino<br />

de “algo universal” que se manifestaría en la posibilidad de establecer una<br />

equivalencia, si se quiere, entre “modos culturales diferentes”. Es decir, los<br />

signos lingüísticos de una lengua y, por ende, la lengua misma, serían<br />

portadores de “contenidos” (“modos de expresión, “maneras de pensar”,<br />

“maneras de sentir” “maneras de actuar, “maneras de vivir , etc.) culturales o<br />

de la cultura misma de los pueblos que hablan esa lengua. Puesto que cada<br />

cultura expresa diferentes maneras de pensar, de sentir, de actuar, de vivir,<br />

etc., suponemos, a partir de las palabras de Cary, que el traductor no sólo debe<br />

reproducir contenidos lingüísticos o informativos sino que también establecer<br />

una equivalencia entre los diferentes “modos culturales” que se perciben detrás<br />

de cada lengua. Puesto que no existe similitud o igualdad, la equivalencia, al<br />

parecer, tiene aquí el sentido de una analogía. Sin embargo, por muy<br />

interesante que sea esta proposición, queda pendiente la pregunta de qué tipo<br />

de equivalencia puede establecerse entre esas “dos maneras que están<br />

cristalizadas en dos idiomas diferentes”. Por lo demás, habría que demostrar si<br />

efectivamente hay diferentes “maneras” entre los “modos de ser” de cada<br />

cultura puesta en relación a través de la traducción y, en el caso de haberlas,<br />

habría que especificar cuán diferentes son tales maneras y si efectivamente<br />

todas ellas están “cristalizadas” en los idiomas.<br />

Danica Seleskovitch, Marianne Lederer y Jean Delisle han dado las<br />

siguientes definiciones de traducción que analizamos en conjunto por tratarse<br />

de representantes de una misma escuela, la del sentido:<br />

(a) “(...)traducir consiste en “DECIR BIEN /por escrito/ EN UNA LENGUA<br />

QUE SE CONOCE MUY BIEN LO QUE SE HA COMPRENDIDO MUY BIEN,<br />

EN UNA LENGUA QUE SE CONOCE BIEN” (Delisle 1982:36, citando a<br />

Jacques Oliver Grandjouan)<br />

(b) dado que cada lengua elige en forma diferente los rasgos más<br />

destacados por medio de los cuales denomina objetos y conceptos así como las<br />

particularidades por las cuales caracteriza las ideas, las repercusiones de este<br />

fenómeno en la traducción me parecen esenciales pues ellas explican mejor que<br />

cualquier otro factor la razón por la cual traducir no puede ser solamente una<br />

operación referida a las lenguas sino que debe ser una operación referida al<br />

sentido” (Lederer, en lnterpréter pour traduire, 1984:38).<br />

(c)”Restituir el sentido en otra lengua es hacerlo inteligible en estos dos<br />

planos (el sentido nocional y el sentido emocional), es hacer que se lo<br />

comprenda sin volver enredado lo que era claro ni ridículo lo que era digno.<br />

Para hacer justicia a un texto redactado en conformidad con el genio de la<br />

lengua de origen, la traducción será redactada en conformidad con el genio de<br />

la lengua de aquellos que la leerán. Ahora bien, sin duda ese es el mayor<br />

problema con el cual tropiezan tan a menudo la traducción y la interpretación:<br />

la reexpresión en la lengua de traducción no siempre hace legible el texto<br />

transpuesto ni inteligible el discurso interpretado” (Lederer op. cit. :62).


(d) “Todos admiten que las lenguas eligen aspectos diferentes para decir la<br />

misma cosa Contrariamente, cuando se trata de una idea inédita para la que no<br />

existe ninguna relación preestablecida con una formulación Lingüística, parece<br />

olvidarse que las lenguas no eligen los mismos aspectos para decir las mismas<br />

cosas y se tiende a creer que traducir es reexpresar el aspecto cuando en<br />

realidad es formular la idea en conformidad con una lógica de expresión”<br />

(Lederer op.cit.:66—67).<br />

(e) Traducir es “hacer pasar el sentido de un mensaje produciendo el<br />

mismo efecto en el destinatario” (Seleskovitch, citada por Bastin, artículo en<br />

revista META, vol. 35, No. 3, septiembre de 1990).<br />

(f) “Cuando se ha comprendido que, con excepción de algunas formas fijas,<br />

las equivalencias en traducción son creaciones y que traducir no es un traslado<br />

de código, se ve que el texto (en oposición a la lengua) multiplica enormemente<br />

el margen de libertad de que dispone el traductor para elegir los medios<br />

lingüísticos apropiados para dar el sentido en la lengua de llegada. Ahí se<br />

comprende por qué la traducción no solamente es posible sino que<br />

cotidianamente realizada: ella crea equivalencias cuya precisión se mide en la<br />

adecuación de los conceptos que hay que expresar y no en la similitud de los<br />

significados en las dos lenguas” (Seleskovitch, en Prefacio de Delisle 1982:10).<br />

Un análisis de estas definiciones nos permite observar que para estos<br />

teóricos:<br />

(a) lo que se reproduce es:<br />

— lo que se ha comprendido muy bien en una lengua que se conoce<br />

bien<br />

— el sentido, en dos planos (el sentido nocional y el sentido<br />

emocional)<br />

— el sentido de un mensaje produciendo el mismo efecto en el<br />

destinatario.<br />

(b) la reproducción consiste en establecer o crear equivalencias.<br />

(c) las equivalencias no se pueden ni deben establecer en el plano<br />

lingüístico (salvo en contados casos: el de las “formas fijas”) sino en el textual.<br />

(d) las equivalencias, por lo tanto, sólo deben establecerse o crearse a<br />

partir de:<br />

— el sentido nocional del texto original<br />

— el sentido emocional del texto original<br />

— el genio de la lengua del texto meta.<br />

En síntesis, lo que se reproduce es el sentido (nocional y emocional):<br />

es aquello que hay que comprender muy bien en una lengua que se conoce bien<br />

y, suponemos, es el sentido de un mensaje (sentido nocional) produciendo el<br />

mismo efecto (sentido emocional) en el destinatario.


Si la reproducción tiene el sentido de una equivalencia, entre ambos textos<br />

(original y meta) debería existir, por lo tanto:<br />

(a) un sentido nocional equivalente<br />

(b) un sentido emocional equivalente.<br />

Por último, la reproducción de ambos sentidos en un texto meta debe<br />

redactarse en conformidad con el genio de la lengua de aquellos que leerán la<br />

traducción.<br />

Sin duda que Seleskovitch, Lederer y Delisle nos ofrecen, a través de estas<br />

definiciones, una descripción más completa y profunda de la traducción. Sin<br />

embargo, queda pendiente el problema de aclarar:<br />

(a) qué se entiende por “sentido nocional”<br />

(b) qué, por “sentido emocional”<br />

(c) qué, por “genio de una lengua<br />

Roman Jakobson, por su parte, distingue tres tipos de traducción:<br />

“Distinguimos tres maneras de interpretar un signo lingüístico:<br />

(1) según si se lo traduce en otros signos de la misma lengua,<br />

(2) en otra lengua o<br />

(3) en un sistema de símbolos no lingüístico.<br />

Estas tres formas de traducción deben recibir designaciones diferentes:<br />

(1) La traducción <strong>intra</strong>lingual o reformulación (rewording) consiste en<br />

la interpretación de los signos lingüísticos por medio de otros signos de la<br />

misma lengua.<br />

(2) La traducción interlingual o traducción propiamente dicha<br />

consiste en la interpretación de los signos lingüísticos por medio de otra lengua.<br />

(3) La traducción intersemiótica o transmutación consiste en la<br />

interpretación de los signos lingüísticos por medio de sistemas de signos no<br />

lingüísticos” (1963:79).<br />

De estos tres tipos de traducción el que corresponde propiamente a lo que<br />

se entiende por traducción es el segundo. De este tipo, Roman Jakobson opina<br />

lo siguiente:<br />

“(...)a nivel de la traducción propiamente dicha, comúnmente no hay<br />

equivalencia completa entre las unidades codificadas, mientras que los<br />

mensajes pueden servir adecuadamente como interpretación de las unidades o<br />

de los mensajes extranjeros”.<br />

Y agrega más adelante:<br />

“Sin embargo, al traducir de una lengua a otra, la mayoría de las veces se<br />

sustituyen mensajes en una de las lenguas no por unidades separadas sino por<br />

mensajes enteros de la otra lengua. Esta traducción es una forma de discurso<br />

indirecto; el traductor recodifica y retransmite un mensaje recibido de otra


fuente. De esta manera la traducción implica dos mensajes equivalentes en dos<br />

códigos diferentes” (op. cit.: 79—80).<br />

De lo expuesto por Jakobson se puede deducir lo siguiente:<br />

(1) Lo que se reproduce son mensajes y no signos lingüísticos, según si<br />

sólo es posible establecer equivalencias entre mensajes y no entre códigos.<br />

(2) La reproducción para Jakobson es interpretación.<br />

(3) La interpretación (traducción) es remodificación y retransmisión<br />

de mensajes.<br />

Lo que tales aclaraciones no explicitan es:<br />

(a) qué es mensaje<br />

(b) qué es interpretar mensajes o bien qué es decodificar mensajes y<br />

retransmitir mensajes.<br />

Aunque se podría decir que interpretar mensajes es recodificar y<br />

transmitir mensajes, queda en pie la pregunta: al recodificar y transmitir un<br />

mensaje dado en una lengua lo que se obtiene como producto es un mensaje<br />

equivalente en otra lengua; en otras palabras, la interpretación (o<br />

remodificación y transmisión) es un reproducir un mensaje de tal manera que<br />

entre el mensaje original y el reproducido exista una relación de equivalencia.<br />

Si esto fuera así, entonces habría que especificar cómo es posible establecer<br />

equivalencias en la traducción. Y si estas equivalencias son con respecto al<br />

mensaje y no a los códigos, entonces es fundamental aclarar qué es un mensaje,<br />

cuáles son sus partes, es decir, cómo está constituido. Además, quedaría por<br />

aclarar el hecho de que lo que se reproduce es una categoría semántica, si el<br />

mensaje es considerado por Roman Jakobson un signo distinto del signo<br />

lingüístico propiamente tal. Por esta razón, Jakobson especifica que la<br />

traducción implica dos mensajes equivalentes en códigos diferentes y que entre<br />

las unidades codificadas no hay equivalencias completas. Entonces no se<br />

reproducen signos lingüísticos sino mensajes.<br />

La UNESCO aprobó en 1976 un texto que trata sobre la protección<br />

jurídica de los traductores. En dicho texto aparece la siguiente definición de<br />

traducción:<br />

“1.— A los efectos de la presente Recomendación:<br />

(a) el término ‘traducción’ designa la transposición de una obra<br />

literaria o científica, incluso de una obra técnica, de una lengua a otra, esté o<br />

no esté la obra preexistente, o la traducción, destinada a ser publicada en<br />

forma de libro, en una revista, en un periódico o en otra forma, a ser<br />

representada en el teatro, a ser utilizada en el cine, la radio o la televisión, o<br />

por cualquier otro medio de comunicación;” (Conferencia General de la<br />

UNESCO, Nairobi, s/pág.).<br />

Esta definición hace hincapié fundamentalmente en los procesos de<br />

protección jurídica de los traductores. Por esta razón, no puede considerarse


una definición técnica, ya que la amplitud de los términos “transposición”,<br />

“obra” y “lengua” no permite entender con claridad el fenómeno desde un punto<br />

de vista científico.<br />

María Angélica Monardes reflexiona así sobre la traducción:<br />

“(..) la traducción es una habilidad superior al resto de las habilidades de<br />

aprendizaje de lenguas, puesto que quien traduce lo hace sobre la base del<br />

dominio relativo de una L2 y de su cultura correspondiente, debiendo, además,<br />

reorganizar los mensajes originales en L1 con fidelidad conceptual y respeto<br />

por el estilo del autor, de modo de lograr que los receptores del mensaje<br />

traducido logren recibirlo, con la mayor adecuación posible” (“La enseñanza de<br />

la traducción”, en Revista AM/E: 8—9).<br />

Esta definición expresa que:<br />

(a) los saberes implicados en la traducción son el lingüístico (el<br />

dominio relativo de una L2) y el cultural (su cultura correspondiente)<br />

(b) que la traducción consiste en reorganizar mensajes<br />

(c) que la reorganización debe dar como producto una adecuación<br />

entre el mensaje original y la traducción (la mayor adecuación posible)<br />

(d) que dicha adecuación es de carácter conceptual (fidelidad<br />

conceptual) y estilística (respeto por el estilo del autor).<br />

Pero no aclara:<br />

(a) cómo se reorganizan los mensajes<br />

(b) qué debe entenderse por adecuación<br />

(c) en qué consiste la fidelidad conceptual<br />

(d) qué significa y cómo se logra respetar el estilo del autor.<br />

Jean Delisle, por su parte, dice:<br />

“(...)aunque sabemos que desde todo punto de vista las lenguas son<br />

diferentes, nos empeñamos en poner frente a frente equivalencias<br />

cuidadosamente determinadas a nivel de las dos lenguas y no comprendemos<br />

por qué las traducciones resultantes son mediocres y las interpretaciones,<br />

ininteligibles. Sin embargo, la razón de ello es simple: para expresarse<br />

claramente, hay que tener un sentido en la mente; es ese sentido el que<br />

engendra los elementos semánticos que lo designan y no la otra lengua, a tal<br />

punto que el sentido, que produce mímica y gestos, rasgos prosódicos y<br />

secuencia argumentativa, encuentra a veces suficientes medios de expresión<br />

que suplen un conocimiento Lingüístico deficiente.<br />

En las reuniones internacionales constatamos todos los días que aquellos<br />

extranjeros que se expresan en una lengua no muy bien manejada, se hacen<br />

comprender por sus interlocutores a pesar de las interferencias de su expresión,<br />

simplemente porque saben lo que quieren decir” (1981 :35).


Esta explicación aclara:<br />

(a) que lo que se reproduce en la traducción es el sentido de un<br />

mensaje y no los significados lingüísticos<br />

(b) que el sentido trasciende el nivel lingüístico en la medida en que:<br />

engendra los elementos semánticos<br />

— pero también produce mímica y gestos, rasgos prosódicos y<br />

secuencia argumentativa<br />

— la gente puede hacerse comprender, a pesar de las deficiencias<br />

lingüísticas, por sus interlocutores (porque saben lo que quieren decir).<br />

A partir de esta aclaración se puede suponer que las equivalencias en<br />

traducción no se establecen a nivel lingüístico (significados lingüísticos) sino a<br />

nivel de sentido (¿significado textual?). De acuerdo con esta distinción, queda<br />

pendiente el aclarar:<br />

(a) qué es el sentido<br />

(b) qué relación existe entre este y los significados lingüísticos<br />

(c) cómo se establece o reconoce en textos escritos, en donde la<br />

mímica, los gestos y los rasgos prosódicos están ausentes.<br />

Al parecer, el sentido, según el mismo Delisle, se identifica con un querer<br />

decir: los hablantes extranjeros saben lo que quieren decir. Sin embargo, queda<br />

pendiente la pregunta sobre qué es un querer decir. El mismo Delisle sugiere<br />

que el sentido desencadena la comunicación misma, ya que “para expresarse<br />

claramente, hay que tener un sentido en la mente”; es decir, el sentido es<br />

anterior a la expresión misma de este. Por esta razón, concluye Delisle, la<br />

expresión es expresión de sentido y no de significados lingüísticos. Por lo tanto,<br />

quien quiera reproducir significados lingüísticos sin considerar que tales<br />

significados están determinados previamente por un sentido, producirá una<br />

traducción mediocre y una interpretación ininteligible.<br />

La misma idea parece estar expresada en la siguiente definición del<br />

semiótico Alexandre Ljudskanov:<br />

“La actividad traductora se define entonces como la operación que consiste<br />

en determinar la significación pertinente de los signos lingüísticos en función<br />

de una intención comunicativa (vouloir-dire) concretada en un mensaje, y luego<br />

restituir este mensaje integralmente por medio de los signos de otra lengua”. Y<br />

más adelante agrega: “Traducir es un savoir-faire (interpretar y reexpresar)<br />

que reposa sobre un doble saber (lingüístico y enciclopédico) (En Delisle<br />

1982:68 y 236 ).<br />

Por lo tanto, la determinación de la significación pertinente de los signos<br />

lingüísticos debe hacerse en función dc una intención comunicativa (sentido en<br />

Delisle). Tal determinación es fundamental para la selección de los signos de<br />

otra lengua que permitirán la restitución integral de esta intención<br />

comunicativa concretada en el mensaje original, y que el traductor deberá<br />

volver a concretar en su “propio” mensaje (la traducción como producto de su<br />

actividad).


La definición de Ljudskanov permite aclarar:<br />

(a) el mensaje es una expresión de una intención comunicativa<br />

(b) la intención comunicativa es una categoría semántica del mensaje<br />

y no de las lenguas<br />

(c) los significados lingüísticos deben analizarse (interpretarse) según<br />

la intención comunicativa del mensaje. Esto significa que están determinados<br />

(en función) por la intención comunicativa del mensaje<br />

(d) que los saberes implicados en la traducción son dos:<br />

— un saber lingüístico (de las lenguas 1 y 2)<br />

— un saber enciclopédico (conocimiento del mundo: tanto del tema<br />

como de las culturas puestas en contacto a través de la traducción).<br />

Sin embargo, quedan pendientes también en esta definición las preguntas<br />

sobre:<br />

— qué es la intención comunicativa<br />

— qué relación existe entre ésta y los significados lingüísticos<br />

— cómo se establece y se reconoce la intención comunicativa en<br />

textos orales y escritos.<br />

Serrus, por su parte, declara que:<br />

“Las traducciones parecen constituir una prueba, como caso extremo, de<br />

que expresiones diferentes pueden no tener en común más que un sentido” y de<br />

que “la correspondencia que ellas suponen —la de un sentido— podría<br />

demostrar la existencia de un pensamiento ajeno al menos a la contingencia de<br />

las lenguas.”<br />

Y más adelante agrega que la posibilidad de las traducciones “no<br />

demuestra la correspondencia de las gramáticas, pudiendo a lo sumo establecer<br />

que la totalidad de las lenguas es un amplio fenómeno de sinonimia que<br />

mantiene intacto el sentido de los textos dentro de la diversidad fundamental<br />

de las formas” (en Mounin 1979:167).<br />

Serrus, por lo tanto, sustentaría la opinión de que la traducción supone un<br />

fenómeno de correspondencia o sinonimia textual o lingüística. Además, está de<br />

acuerdo en llamar a esta correspondencia, correspondencia de sentido. Sin<br />

embargo, queda por aclarar qué es el sentido de un texto, cómo se establece en<br />

los textos y si es posible establecer siempre correspondencias o sinonimias en la<br />

traducción.<br />

Respecto de los aportes que la teoría de la información ha hecho a la teoría<br />

de la traducción, Mounin comenta lo siguiente:<br />

“A pesar de toda clase de analogías, a pesar de la ventaja que supone la<br />

materialización gráfica de las nociones, es forzoso reconocer que el empleo de<br />

este tipo de esquema (el elaborado por E.A. Nida en Toward a Sc/ence of<br />

Translating, 1964) no aporta ningún beneficio teórico. Lo único que se hace es<br />

sustituir la antigua terminología por una nueva.


En vez de hablar de hablante y oyente se dice fuente y receptor codificador<br />

y descodificador etc. Todo ello es un mero juego de metáforas, expresivas quizá,<br />

pero que no resultan más explicativas que las antiguas en lo que respecta a los<br />

procesos lingüísticos que se dan entre oyente y hablante.<br />

La ineficacia de este esquema viene plenamente demostrada por la<br />

utilización del mismo en la comprensión de las operaciones lingüísticas de la<br />

traducción. La tentativa se debe a Yngve, director del departamento de<br />

traducción automática en el Massachussets Institute of Technology” (Mounin<br />

op. cit.: 50-51).<br />

El mismo Mounin reconoce que lo que hace Yngve en su esquema es<br />

describir sólo la secuencia material de las operaciones de que se compone la<br />

traducción” (op. cit.: 52), dejando de lado lo que para Mounin constituye el<br />

secreto de la traducción misma: el mensaje.<br />

La dificultad es reconocida por el mismo Yngve, en los siguientes<br />

términos: “Es realmente difícil explicar con exactitud qué podríamos querer<br />

decir con la palabra mensaje. Nos hallamos aquí ante algunas de las<br />

numerosas dificultades que han atormentado ininterrumpidamente a los<br />

lingüistas en torno a la significación (meaning) C.D Aquí, el “mensaje”<br />

consistiría en algo así como una representación de la meaning que el individuo<br />

pudiese expresar en las lenguas conocidas por él: sería algo común a todas las<br />

representaciones de un significado) en las diferentes lenguas. El mensaje que<br />

llega a su destino sería la comprensión de la significación por parte del<br />

receptor, y de hecho podría no ser idéntico al mensaje que surgió de la fuente<br />

emisora, pero, por lo general, suele ser más o menos igual si los usuarios de la<br />

lengua se entienden mutuamente” (op. cit.:5 2).<br />

El comentario que le merece a Mounin esta reflexión de Yngve es el<br />

siguiente:<br />

“Es evidente que en lo que se refiere a traducción o, lo que es igual, a<br />

recogida de significaciones, todo reside en el problema de cómo realizar con<br />

exactitud la extracción y transmisión de ese algo que es común a todas las<br />

representaciones de un significado, cualesquiera que sean las lenguas en que es<br />

expresado. Lo restante del esquema de nada nos sirve para resolver este<br />

problema, que es propiamente el problema lingüístico de la comunicación<br />

bilingüe” (op.cit. :53).<br />

Otra definición proviene del traductor Ton That Ihíen:<br />

“(...) reexpresar en la LT (lengua de traducción) tan completamente como<br />

sea posible, el mensaje expresado en la LO (lengua del original). El producto de<br />

este trabajo es un texto en la LT equivalente al texto en la LO, es decir, cuyo<br />

contenido es el equivalente o la mejor aproximación posible al de la LO (...)<br />

Esta equivalencia es una equivalencia funcional, retórica o, para emplear el


término utilizado por Nida, ‘dinámica’. Por eso, el análisis debe aplicarse al<br />

texto entero y tomado en su conjunto. El objeto de análisis del traductor no es<br />

entonces un sintagma, ni una frase o ni siquiera un párrafo, sino el discurso<br />

entero que viene a ser la unidad normal de análisis; quedando el párrafo y la<br />

frase como la unidad intermedia y mínima respectivamente. El traductor debe<br />

interpretar el discurso, apoyándose no solamente en el análisis léxico y<br />

sintáctico, sino también y sobre todo, en la retórica, como lo ha subrayado Jean<br />

Delisle en un estudio que refleja sin duda el punto de vista de la mayoría de los<br />

traductores (...) Por otra parte, el discurso forma parte del dominio del habla (o<br />

performance) y no de la lengua (o competencia). Finalmente, el discurso va más<br />

allá del marco de la frase e incluso del texto. Debe estar colocado en un<br />

contexto específico, en el sentido firthiano del término, es decir, en una<br />

combinación de muchos elementos: la gente, las cosas y los acontecimientos en<br />

el contexto de situación, el conjunto de los factores culturales que condicionan<br />

al locutor, y todos los factores culturales que constituyen el lenguaje.<br />

(...) cuando un traductor aborda un texto, su preocupación principal es el<br />

sentido. Salvo en un género muy especial que es la poesía. El sentido tiene<br />

prioridad sobre la forma, lo que es conocido por todos los traductores. Esta es<br />

una regla absoluta en las traducciones utilitarias (‘pragmáticas’ según el<br />

término de Delisle), es decir, en aquellas en las cuales el objetivo principal es la<br />

información” (en Revista META, vol. 28, Nº 2, junio 1983:132—133).<br />

Después del análisis de los aspectos lingüísticos involucrados en la<br />

traducción y de las relaciones entre traductor y lingüística que Ton That Thien<br />

realiza, se puede concluir que para él:<br />

(a) la traducción es reexpresar un mensaje<br />

(b) que la reexpresión implica pasar de LO a LT<br />

(c) que la reexpresión origina como producto una equivalencia<br />

“dinámica” entre el mensaje original y la traducción<br />

(d) que por mensaje se entiende el “discurso entero” en un contexto<br />

específico (interpretación retórica)<br />

(e) que el contenido semántico principal de la traducción es el sentido<br />

(“regla absoluta de las traducciones utilitarias”).<br />

Nuevamente, pensamos quedan sin aclarar:<br />

(a) qué es un mensaje,<br />

(b) qué es un “discurso entero” en un contexto específico. Mensaje y<br />

“discurso enteros’ en un contexto específico aparecen como sinónimos, a<br />

pesar de que “mensaje” y “discurso” corresponden a conceptos enunciados<br />

por diferentes disciplinas (teoría de la comunicación o información y lingüística,<br />

respectivamente)<br />

(c) qué es una “equivalencia dinámica” entre el mensaje original y la<br />

traducción, es decir, qué hay que entender por ello<br />

(d) si el “sentido” equivale al significado lingüístico o al significado<br />

textual; en otras palabras, aclarar el concepto de sentido observando la relación<br />

existente entre significados lingüísticos e interpretación del discurso.<br />

Una definición más reciente es la de Frank Kónigs:


“Una traducción es la traslación interlingual adecuada de elementos en<br />

lengua de partida, según las normas sintácticas, léxicas y estilísticas de la<br />

lengua meta, cuya adecuación está determinada por la competencia del<br />

traductor, por procesos de performance, por mecanismos estructurales<br />

sicológicos y experiencias del traductor, así como también por componentes<br />

situacionales” (1979).<br />

Esta definición que, según el propio Kónigs, “trata de hacerle justicia a la<br />

complejidad de la traducción”, deja sin aclarar:<br />

(a) qué se entiende por “traslación adecuada”<br />

(b) qué se entiende por “elementos en lengua de partida”<br />

(c) “competencia del traductor” o “competencia traductora”<br />

(d) de qué manera influyen los procesos de performance<br />

(e) qué tipos de mecanismos sicológicos y estructurales influyen y de<br />

que manera;<br />

(f) a qué tipos de experiencia se refiere Kónigs;<br />

(g) cuáles serian, en el caso de la traducción, los “componentes<br />

situacionales”.<br />

Ch.R. Taber y Eugene A. Nida, por su parte, afirman que:<br />

“La traducción consiste en reproducir en la lengua receptora (llamada<br />

también lengua termina) el mensaje de la lengua fuente (o lengua original] por<br />

medio del equivalente más próximo y más natural, primero en lo que atañe al<br />

sentido, y luego en lo que atañe al estilo” (en García Yerba 1982:29—30).<br />

Tal definición expresa claramente:<br />

(a) que lo que se reproduce es el mensaje y no contenidos lingüísticos<br />

(significados lingüísticos)<br />

(b) que lo que debe reproducirse del mensaje es, en primer lugar, su<br />

sentido, y después, su estilo<br />

(c) que la reproducción se realiza por medio de equivalencias de<br />

sentido y estilo.<br />

Sin embargo, no especifica:<br />

(a) qué es “sentido”<br />

(b) qué debe entenderse por “estilo” del mensaje<br />

(c) qué debe entenderse por equivalencias de sentido y estilo.<br />

Un tercer y último grupo lo constituyen definiciones que provienen de<br />

doctrinas en las cuales sus autores expresan definiciones “autosuficientes”, es<br />

decir, definiciones en que ninguno de sus términos requiere una ulterior<br />

definición, porque están explicitados en la doctrina misma. Veamos, a<br />

continuación, tales definiciones.


Mariano García-Landa ha reflexionado profundamente sobre el fenómeno<br />

de la traducción. Desde su punto de vista, considera que una observación<br />

pertinente de la traducción puede llegar a cambiar la visión que se tiene del<br />

lenguaje mismo. Veamos cuál es su posición:<br />

(a) ( ..) la traducción que no es la reproducción de un texto o de<br />

un discurso sino la reproducción de un acto de habla en el cual el<br />

traductor ha participado como el sujeto de la comprensión<br />

produciendo un segundo acto de habla del cual es esta vez el<br />

protagonista” (en Delisle 1981:127).<br />

(b) “Traducir consiste ni más ni menos que en hablar para redecir lo<br />

ya dicho por otro, por oral o por escrito, en un primer acto de habla. Ahora bien,<br />

esa frase que explica la traducción diciendo que traducir es, simplemente,<br />

hablar para redecir lo ya dicho, no ha sido posible hasta bien entrado el siglo<br />

XX, porque solo en ese momento se pudo disponer del marco conceptual<br />

necesario para hacer la diferencia entre repetir palabras. La explicación<br />

ingenua de la traducción pretendía que traducir consistía en repetir las<br />

palabras, es decir, signos lingüísticos, de una lengua a otra; es decir, sin salirse<br />

de la “lengua” o sistema de signos, sin salirse, pues, de “‘lo lingüístico”. La<br />

experiencia de la traducción, por el contrario, es que el traductor “comprende”<br />

lo que alguien quiere decir, realizando una percepción del lenguaje y, luego,<br />

una vez que esa percepción ha producido un percepto, habla para comunicar<br />

ese precepto. Seleskovitch (1968), Steiner (1975) y García Yebra (1982)<br />

expresan esa idea diciendo que la actividad traductora tiene dos fases: la<br />

comprensión y la reexpresión” (Traducción hecha por el mismo autor, con<br />

importantes modificaciones, del artículo “La théorie du sens”, Revue de<br />

l’Université d’Ottawa, 1981).<br />

(c) “Es mi obsesión por encontrar un marco de conceptos fundamentales<br />

que sirvan para explicar de manera sistemática el hecho fundamental del<br />

traducir que consiste en que es posible decir lo mismo de otra manera. Si esto<br />

es así, nuestra visión del lenguaje tiene que cambiar. Nuestra visión moderna<br />

del lenguaje está dominada por la lingüística. El objeto de la lingüística es ‘la<br />

langue’. Traducir, sin embargo, es ‘hablar’, sucede en el habla (‘la parole’). El<br />

habla es hablar para decir lo que se quiere decir. Lo esencial del habla es eso<br />

que hemos sentido antes de decirlo. Es lo que tiene que re-sentir el traductor<br />

para redecirlo. Traducir es hablar para redecir lo ya dicho. Traducir no es<br />

reproducir palabras. Primero nos hemos esforzado todos en luchar contra este<br />

pre-juicio de la visión ingenuo-realista que afecta a todos porque es un prejuicio<br />

vehiculado por el habla diaria que aprendemos desde la niñez. Traducir no es<br />

repetir palabras sino hablar para redecir lo ya dicho. Pero ahora hace falta<br />

construir el marco conceptual general que permite albergar el concepto de ‘lo<br />

dicho’. La única solución que yo veo es colocar el concepto de ‘lo dicho’ como el<br />

resultado del proceso de comprensión dibujando claramente su diferencia con la<br />

cadena de signos lingüísticos y con ‘la langue’. (El proceso de comprensión<br />

incluye el proceso de producción.) Y después definir el habla como el proceso de


producción de ‘lo dicho’, que es lo que hago en mi primer teorema. Y luego el<br />

definir el traducir como un segundo hablar, un segundo acto de habla que<br />

consiste en hablar para redecir lo ya dicho en otro acto de habla anterior.<br />

Traducir es la relación entre dos actos de habla (oral o escrita) relacionados<br />

entre sí por lo ya dicho. Yo creo que esta es la primera piedra de la teoría de la<br />

traducción” (En carta a lleana Cabrera, del 29 de mayo de 1988).<br />

Estas afirmaciones de García-Landa expresan que:<br />

(a) lo que se reproduce en la traducción es un acto de habla y no<br />

textos o discursos<br />

(b) la situación del traductor frente al acto de habla original es la de<br />

ser primero sujeto de la comprensión de dicho acto de habla y, después,<br />

reproductor de dicho acto, produciendo (esta vez como protagonista) un segundo<br />

acto de habla<br />

(c) la reproducción de un acto de habla aparece como sinónimo de<br />

redecir lo ya dicho; en otras palabras, reproducir es redecir lo ya dicho<br />

(d) pero ante todo, traducir es hablar o, si se quiere, una forma de<br />

hablar, pues el hablar es para decir lo que se quiere decir, y la traducción es un<br />

hablar para redecir la ya dicho<br />

(e) ahora bien, “lo dicho” es distinto de la cadena de signos<br />

lingüísticos y de la lengua.<br />

Antes de sacar algunas conclusiones de lo expuesto por García- Lan-da,<br />

revisaremos las afirmaciones reconocidas en las citas anteriores con la<br />

presentación de un artículo del mismo autor, titulado “Análisis del Concepto de<br />

Traducción”6, en donde explica con mayor precisión su postulado y plantea que<br />

la verdadera realidad del lenguaje es el habla y no la lengua, constituyendo<br />

esta última sólo una hipótesis de explicación de la aparente realidad<br />

estructural de las frases concretas que construyen y emiten los hombres al<br />

hablar”. Ahora bien, puesto que la traducción también es un hablar, su estudio<br />

debe enfrentarse desde la perspectiva del habla y no de la lengua:<br />

“¿Qué pasa en la oralidad del lenguaje? Pasa nada menos que la verdad<br />

del lenguaje, a saber, que la especie horno sapiens ha desarrollado en el curso de<br />

su evolución natural sistemas de signos que se han desarrollado hablando y se<br />

emplean para hablar, es decir, para producir representaciones mentales que sólo<br />

pueden existir de esa manera y que se producen en la comunidad social de la<br />

comunicación interpersonal que es la sustancia del vivir humano que es un<br />

vivir en comunicación.<br />

Es una verdad monumental que la función principal del lenguaje, tal como<br />

éste vive y se manifiesta en el Habla, es la producción de representaciones<br />

mentales que sólo pueden producirse de esa manera. Esa producción se lleva a<br />

cabo en la comunicación, es decir, es siempre y necesariamente una<br />

coproducción o producción colectiva. El lenguaje no es una facultad del cerebro<br />

ni del individuo sino un órgano social, colectivo, de producción y percepción de<br />

representaciones mentales que solo pueden existir de esa manera. Las demás<br />

especies animales se integran en el contorno ecológico mediante percepciones


sensoriales, quedando entendido que las percepciones sensoriales solo pueden<br />

percibir lo que de hecho existe en el tiempo y en el espacio. La especie horno<br />

sapiens se integra en su hábitat no solo mediante percepciones sensoriales sino,<br />

sobre todo, mediante percepciones “sénsicas” (es decir, del sentido) que se<br />

producen en la coproducción comunicativa del habla (...) Lo que diferencia a las<br />

percepciones “sénsicas” de las sensoriales es que aquéllas pueden producir<br />

representaciones mentales que no tienen ninguna referencia en el mundo real,<br />

como los dioses, las leyendas, los números (...) los personajes literarios y<br />

mundos los valores morales, las ideas jurídicas y también las ideas<br />

matemáticas (...) e incluso las ideas científicas, puesto que aunque tienen que<br />

referirse a algo en la realidad no se limitan a reflejar la realidad sino a<br />

organizar nuestra percepción de la misma (...)<br />

Esas representaciones mentales son, precisamente, lo que traduce el<br />

traductor, manteniendo su invariancia pese a que las produzca mediante otro<br />

sistema de signos (...) Las producen los seres humanos hablando en actos de<br />

habla que son transacciones sociales. El mérito de Wittgenstein y de su<br />

discípulo John Austin es haber puesto de manifiesto que hablar es actuar y que<br />

con las palabras y las frases se realizan operaciones sociales. Pero para ello es<br />

necesario que los interlocutores comprendan lo que se les dice y la comprensión<br />

es la coproducción de representaciones mentales. Ninguno de los filósofos<br />

modernos que se ocupan del lenguaje menciona el aspecto de la comprensión<br />

(...) por la sencilla razón de que no son traductores. Solo la teoría de la<br />

traducción puede descubrir el fenómeno esencial del habla, a saber, la<br />

producción colectiva de representaciones mentales (...)<br />

¿En qué consiste el habla? Hay que preguntárselo a la traducción porque<br />

el traductor es el único hablante que se ve obligado profesional-mente a aislar<br />

las representaciones mentales “sénsicas” separándolas de sus expresiones<br />

lingüísticas. Los demás hablantes comprenden y se incorporan “al sentido<br />

entendido”, contestan o actúan en consecuencia pero no lo re-producen. La<br />

profesión del traductor consiste precisamente en reproducir la representación<br />

mental producida por los sujetos hablantes, por oral o por escrito. El traductor<br />

habla para reproducir lo dicho, no para decir lo que quiere decir (...) Es<br />

necesario, pues, construir un modelo del acto de habla que explique cómo se<br />

producen las representaciones mentales “sénsicas”. Es necesario, además,<br />

presentar ese modelo desde el punto de vista de la comprensión “sénsica” “.<br />

Más adelante distingue García- Landa entre “espacio formal” y “espacio<br />

sénsico”.<br />

“— el espacio formal, que contiene las estructuras lingüísticas tal como<br />

existen antes de la comprensión (morfología, sintaxis, semántica, prosodia,<br />

etc.), y — el espacio “sénsico” que contiene la representación mental que<br />

“quiere decir” el hablante, es decir, el objeto al que tiende su intencionalidad de<br />

decir (...) y que es la misma representación mental que comprende el<br />

interlocutor, puesto que sin esa identidad” o “invariancia” la comunicación no


sería posible y la traducción tampoco. (La posibilidad de la traducción se<br />

demuestra demostrando la posibilidad de la comunicación, puesto que es el<br />

mismo fenómeno )“,<br />

Y más adelante agrega:<br />

“(...) el espacio formal no existe si alguien no comprende lo dicho y<br />

comprender lo dicho significa comprender el objeto intendido por la<br />

intencionalidad —o sea, lo que Benveniste llama “le sens intenté par le vouloir<br />

dire” (...) El espacio formal no existe por sí mismo sino sólo en cuanto está<br />

incluido en un espacio sénsico. (El texto no existe si nadie lo lee ). La “forma”<br />

literaria, el estilo y el ritmo se sitúan en el espacio sénsico. La traducción de un<br />

poema exige no sólo la reproducción de la idea o contenido sino también la<br />

reproducción de la “forma” o ritmo. Pero sería falso identificar la idea o<br />

contenido con el “sentido”. No es lo que yo quiero decir aquí. Lo que quiero decir<br />

es que el espacio sénsico contiene la idea o contenido pero también la “forma” o<br />

ritmo, puesto que estas forman parte del objeto intendido por la<br />

intencionalidad. El poeta no sólo quiere decir esa idea sino, además, quiere<br />

decirla de esa manera. Tal como yo defino el “sentido”, este es más que el<br />

contenido, incluye la forma. No la forma lingüística sino la forma estilística. (...)<br />

la “forma estilística” está en el espacio sénsico, no en el espacio formal. En el<br />

espacio formal sólo hay estructuras de signos.<br />

(...) Una vez que hemos establecido esa diferencia entre espacio formal y<br />

espacio sénsico podemos definir la traducción como la actividad humana que<br />

consiste en hablar para re-producir un espacio sénsico mediante la producción<br />

de “otro” espacio formal. Esta claridad conceptual nos permite resolver el<br />

famoso problema de la equivalencia en traducción. La equivalencia en<br />

traducción es la identidad entre dos espacios sénsicos producidos en dos<br />

espacios formales diferentes y distintos<br />

De las citas anteriores, podemos inferir lo siguiente: que el acto de habla,<br />

es decir, aquello que se reproduce, comprende un estado intencional y un<br />

contenido u objeto al que este estado mental tiende (en otras palabras, el<br />

contenido de la intencionalidad). De acuerdo con esta aclaración, la traducción<br />

sería:<br />

(a) la reproducción de un acto de habla (es decir, tanto del estado<br />

intencional como del contenido de la intencionalidad)<br />

(b) al contenido de la intencionalidad, García-Landa lo denomina “espacio<br />

sénsico” o sentido (es el objeto al que tiende un estado intencional)<br />

(c) este espacio sénsico o sentido es lo que García-Landa denomina en las<br />

primeras citas como “lo dicho”<br />

(d) una vez aclarada esta situación se puede observar con mayor claridad<br />

la diferencia expresada entre “lo dicho” y “la cadena de signos lingüísticos y de<br />

la lengua”.<br />

(e) “La cadena de signos lingüísticos y de la lengua” corresponde a lo que<br />

García- Landa denomina “espacio formal” (que contiene las estructuras


lingüísticas tal como existen antes de la comprensión: morfología, sintaxis,<br />

semántica, prosodia, etc.).<br />

Por último, revisaremos la definición que da Coseriu (1977):<br />

(a) “En la traducción se trata de expresar un mismo contenido textual (de<br />

texto) en lenguas diferentes -<br />

(b) (...) el cometido de la traducción, desde el punto de vista lingüístico, es<br />

el de reproducir, no el mismo significado, sino la misma designación y el mismo<br />

sentido con los medios (es decir, en rigor, con los significados) de otra lengua “.<br />

(c) “El hecho de la designación, algo que es propio de todas las lenguas, nos<br />

permite tanto la comparación entre ellas como también la traducción de una<br />

lengua a otra. Designación es el hecho de que las lenguas se refieren a cosas y a<br />

estados de cosas análogos o por lo menos interpretables en varias lenguas,<br />

gracias a la circunstancia de que contienen elementos análogos. De modo que lo<br />

que constituye la unidad general de todas las lenguas es precisamente esta<br />

referencia de todas ellas a lo extralingüístico: la designación de lo real “.<br />

(d) “El significado es el contenido dado en cada caso por la lengua, y,<br />

precisamente, exclusivamente por la lengua, por tal y cual lengua<br />

determinada“.<br />

(e) “El sentido es el contenido particular de un texto o de una unidad<br />

textual, en la medida en que este contenido no coincide simplemente con el<br />

significado y con la designación (...)<br />

(f) “(...) .9 en el nivel del sentido se da una segunda relación periódica del<br />

tipo de la relación dentro de un signó. En un signo tenemos un significado<br />

dentro de un signo de la lengua. Esto con toda la designación y con todo aquello<br />

que el signo designa, funciona como un nuevo significante para un contenido de<br />

orden superior que es el sentido. Y aquí tenemos la primera relación semiótica<br />

dentro del signo: significante y significado y todo esto como un nuevo<br />

significante en relación con el sentido “.<br />

Según esta distinción, lo que habría en común entre las lenguas sería:<br />

(a) referirse a las mismas cosas (designación)<br />

(b) la posibilidad de que a través de ellas se exprese un mismo<br />

contenido textual (sentido).<br />

En cambio, lo no común radicaría precisamente en el hecho de que se trata<br />

de lenguas distintas, es decir, sistemas de signos lingüísticos diferentes, pues<br />

de lo contrario no habría distinción entre lenguas.<br />

Esta concepción de Coseriu resulta valiosa por lo siguiente:<br />

(a) se enmarca dentro de la traducción interlingüistica<br />

(b) especifica qué es lo que debe mantenerse en el proceso: el sentido,<br />

es decir, el contenido textual (semántica textual) y no el contenido lingüístico<br />

(semántica de las lenguas o lingüística)<br />

(c) distingue tres tipos de contenido (semántico) presentes en el<br />

fenómeno de la traducción: designación, significado y sentido<br />

(d) describe la relación exacta entre estos tres contenidos en los<br />

textos, con lo cual establece el puente entre lengua y texto, ausente en las<br />

definiciones anteriores que también postulaban la traducción como fenómeno<br />

concerniente a los textos o mensajes (o actos de habla).


2.3. RECAPITULACION<br />

La revisión de las definiciones anteriores pretende mostrar el estado<br />

actual de la reflexión teórica sobre la traducción. Como se indicó al comienzo de<br />

este capítulo, no pretender una visión exhaustiva ni tampoco se a querido<br />

ofrecer a través de ella un cuadro histórico. No obstante, pensamos, lo<br />

planteado a través de las definiciones analizadas permite afirmar que los<br />

problemas se relacionan con dos aspectos fundamentales de toda reflexión<br />

teórica:<br />

(a) el objeto de estudio, y<br />

(b) el marco teórico (o modelo) adecuado para estudiarlo.<br />

Respecto del objeto de estudio, existirían globalmente dos tendencias:<br />

(a) considerar la traducción como producto, es decir, como la equivalencia<br />

semántica o formal (o semántico-formal) entre dos mensajes o textos (o actos de<br />

habla)<br />

(b)considerar la traducción como el proceso de establecer tales<br />

equivalencias.<br />

En la primera tendencia se destacarían principalmente aquellos aspectos<br />

entre los cuales se establecería la equivalencia; en la segunda, los saberes<br />

implicados en el proceso así como las condiciones situacionales que<br />

intervendrían. No intentaremos reagrupar las definiciones analizadas de<br />

acuerdo con esta primera distinción, ya que resultaría en algunos casos<br />

imposible. En muchas de ellas se puede advertir que su enfoque es mixto, es<br />

decir, consideran la traducción como producto y proceso al mismo tiempo. Por lo<br />

tanto, la distinción establecida debe considerarse desde el punto de vista más<br />

abstracto. No obstante esta aclaración, nos permitiremos señalar los puntos de<br />

contacto y las divergencias entre las definiciones a través de las preguntas<br />

enunciadas en el capítulo anterior a propósito de los planteamientos de la<br />

ciencia de la traducción.<br />

Respecto de la primera pregunta (qué es lo que se reproduce), se<br />

presentaron las siguientes respuestas:<br />

(a) los significados de los primeros signos (Oettinger)<br />

(b) la información de los primeros signos (Catford)<br />

(c) las partes significantes del texto (Mates)<br />

(d) una realidad X (Vinay y Darbelnet)<br />

(e) el sentido escondido o literal, en el caso de la traducción literaria<br />

(Francesco de Sanctis y Valery Larbaud)<br />

(f) el pensamiento y la emoción expresados en el texto original (Gide)<br />

(g) “modos culturales” (modos de expresión, de pensar, de sentir, de<br />

actuar, de vivir) (Cary)<br />

(h) el sentido (nocional y emocional) (Lederer)


(i) mensajes (Jakobson)<br />

(j) mensajes (fidelidad conceptual y estilística) (Monardes)<br />

(k) el sentido de un mensaje (Delisle)<br />

(1) la intención comunicativa concretada en el mensaje (Ljudskanov)<br />

(ll) el sentido de los textos (Serrus)<br />

(m) el mensaje (“algo así como una representación de la meaning que el<br />

individuo pudiese expresar en las lenguas conocidas por él”) (Yngve)<br />

(n) el mensaje o “discurso entero” en un contexto específico, en cuanto a su<br />

“sentido” (en las traducciones utilitarias) (Ton That Thien)<br />

(o) elementos en lengua de partida (Kónigs)<br />

(p) el mensaje, primero en lo que atañe al sentido, y luego en lo que atañe<br />

al estilo (Taber y Nida)<br />

(q) un espacio físico sénsico mediante la producción de otro espacio formal<br />

(García-Landa)<br />

(r) la misma designación y el mismo sentido con los significados de otra<br />

lengua (Coseriu).<br />

Respecto de la segunda pregunta (cómo se reproduce) observamos las<br />

siguientes respuestas:<br />

(a) transformación de signos o representaciones a otros signos o<br />

representaciones (Oettinger)<br />

(b) reemplazo de la gramática y del léxico de la lengua de origen por el<br />

equivalente de la gramática y el léxico de la lengua meta, con el<br />

correspondiente reemplazo de la fonología y grafología de la lengua de origen<br />

por la fonología y grafología de la lengua meta (Catford)<br />

(c) captando el sentido literario y recreándolo posteriormente (Valery<br />

Larbaud)<br />

(d) captando el sentido y expresándolo como si el autor lo hubiera<br />

expresado directamente en francés, lo que sólo es posible a través de un<br />

perpetuo ardid, de vueltas incesantes y a menudo alejándose mucho de la<br />

simple literalidad (Gide)<br />

(e) percibiendo las correspondencias más sutiles y estableciendo<br />

equivalencias entre “modos culturales” diferentes (Cary)<br />

(f) diciendo muy bien, por escrito, en una lengua que se conoce muy bien,<br />

lo que se ha comprendido muy bien en una lengua que se conoce bien<br />

(Grandjouan)<br />

(g) interpretando los signos lingüísticos por medio de otra lengua o<br />

recodificando o retransmitiendo el mensaje recibido de otra fuente (Jakobson)<br />

(h) captando el sentido y expresándolo claramente (Delisle)<br />

(i) interpretando y reexpresando el querer-decir. Para interpretar y<br />

reexpresar son necesarios dos saberes: el lingüístico y el enciclopédico<br />

(Ljudskanov)<br />

(j) interpretando el discurso (entero), apoyándose no sólo en el análisis<br />

léxico y sintáctico sino también, y sobre todo, en la retórica, dando prioridad al<br />

sentido sobre la forma (Ton That Thien).


(k) según las normas sintácticas, léxicas y estilísticas de la lengua, por<br />

procesos de performance, por mecanismos estructurales sicológicos y<br />

experiencias del traductor, así como por componentes situacionales (Kónigs)<br />

(1) comprendiendo el acto de habla original y reproduciendo dicho acto en<br />

un segundo acto de habla. La reproducción se realiza mediante otro espacio<br />

formal (García -Landa).<br />

(ll) En el caso de Coseriu, puesto que el cómo no aparece explicado en las<br />

citas seleccionadas, citaremos a continuación la descripción del proceso según el<br />

propio Coseriu: “Los significados de la lengua de partida funcionan en la<br />

traducción sólo en la primera fase, en la fase semasiológica; pero tan pronto<br />

como se ha entendido lo que el texto original designa, quedan excluidos, ya que<br />

en la segunda fase, la onomasiológica —es decir, en el ejercicio propio del<br />

traducir— se trata de hallar significados de la lengua de llegada que puedan<br />

designar lo mismo:<br />

Sig.1<br />

Sig.2<br />

o<br />

Designación<br />

De Sig.1 a Sig.2 no va ninguna vía directa: en la fase semasiológica, el<br />

traductor se comporta como un hablante de la lengua de partida que entiende<br />

(interpreta) un texto; en la fase onomasiológica, como un hablante de la lengua<br />

de llegada que elabora (produce) un texto, con la única diferencia de que el<br />

contenido por expresar le está dado de antemano hasta en sus detalles” (op.<br />

cit.:223).<br />

Respecto de la tercera pregunta (para qué se reproduce), observamos lo<br />

siguiente:<br />

(a) restituir el sentido en otra lengua es hacerlo inteligible en estos dos<br />

planos (el sentido nocional y el sentido emocional), es hacer que se lo<br />

comprenda sin volver enredado lo querrá claro ni ridículo lo que era digno.<br />

Hacer pasar el sentido de un mensaje produciendo el mismo efecto en el<br />

destinatario (Lederer)<br />

(b) reorganizar los mensajes originales en L1 con fidelidad conceptual y<br />

respeto por el estilo del autor, de modo de lograr que los receptores del mensaje<br />

traducido logren recibirlo, con la mayor adecuación posible (Monardes)<br />

(c) la situación del traductor frente al acto de habla original es la de,<br />

primero, ser sujeto de la comprensión de dicho acto de habla y, después,<br />

reproductor de dicho acto, produciendo (esta vez como protagonista) un segundo<br />

acto de habla (García-Landa)<br />

(d) en el caso de Coseriu, tampoco se puede reconocer lo que él piensa<br />

respecto del contexto pragmático en el cual funciona la traducción. Por esta<br />

razón, nuevamente citaremos su opinión al respecto: el traducir es una


actividad finalista e históricamente condicionada, de manera que lo ‘óptimo’<br />

puede ser distinto, en cada caso, según los destinatarios, los textos que se<br />

traduzcan y la finalidad de la traducción. Más aún, la diversidad de la<br />

invariación óptima debe admitirse también para secciones de un mismo texto”<br />

(op. cit. :236). “Un ideal de traducción único y universalmente válido es una<br />

contradictio in adiecto, pues una invariación óptima y abstracta es tan poco<br />

admisible para el traducir como un ‘optimum’ genérico para el hablar. El<br />

traducir es análogo ante todo al hablar; por ello, para el traducir, como para el<br />

hablar, sólo tienen vigencia normas diferenciadas y motivadas en sentido<br />

finalista. Por la misma razón, la ‘mejor traducción’ absoluta de un texto<br />

cualquiera simplemente no existe: sólo puede existir la mejor traducción de tal<br />

texto para tales y cuales destinatarios, para tales y cuales fines y en tal y cual<br />

situación histórica” (op. cit. 239).<br />

2.4. COMENTARIO<br />

La variedad de respuestas así como la terminología empleada en ellas<br />

reflejan una problemática en el desarrollo de la teoría de la traducción en<br />

nuestro siglo. A pesar de que la actividad de la traducción se ha desarrollado<br />

durante milenios, sólo en el siglo XX ha sido posible fundamentar una<br />

verdadera ciencia de la traducción o traductología. En efecto, la evolución y el<br />

progreso que han experimentado la filosofía del lenguaje y las denominadas<br />

ciencias humanas en nuestro siglo han permitido por primera vez disponer de<br />

marcos teóricos más adecuados para enfrentar el estudio de esta actividad.<br />

La filosofía del lenguaje de orientación pragmática iniciada por<br />

Wittgenstein modificó de manera radical la concepción del lenguaje que se<br />

tenía tradicionalmente en filosofía. La teoría de los actos de habla, propuesta<br />

por Austin y desarrollada posteriormente por su discípulo John Searle,<br />

constituye en la actualidad uno de los hitos insoslayables de todos los que se<br />

ocupan del estudio del lenguaje. Por otra parte, la instauración de la lingüística<br />

como disciplina científica a partir de los postulados de Saussure revolucionó de<br />

tal manera los estudios lingüísticos que hasta el día de hoy se siguen<br />

discutiendo y utilizando términos como “langue”, “parole”, ‘‘sincronía”,<br />

“diacronía’’, ‘‘lingüística interna”, “un guistica externa”, etc. Otro aporte dentro<br />

de la lingüística fueron los postulados chomskyanos que modificaron el<br />

concepto de lengua, en el sentido de cambiar la visión de un sistema “estático”<br />

por uno dinámico con la introducción de conceptos como “competencia” y<br />

“actuación”. Finalmente, la lingüística del texto se ha transformado en los<br />

últimos años, dentro de los estudios lingüísticos, en un a especie de superación<br />

de los postulados iniciales de Saussure al reconocer que la verdadera realidad<br />

del lenguaje se da en los textos y que éstos, en términos saussurianos, se<br />

encuentran en la “parole” y no en la “langue”. Pero paralelamente al desarrollo<br />

interno de la lingüística fueron apareciendo ínter disciplinas, como resultado<br />

propio de los estudios sobre el lenguaje, que contribuyeron enormemente a la


superación de los postulados saussurianos. Tal es el caso de: la etnolingüística,<br />

la sicolingüística, la neurolingüística, la literolingüística, la lingüística<br />

matemática, la lingüística computacional, la lingüística pedagógica, etc. Por<br />

otro lado, el desarrollo de la semiótica o semiología a partir de Peirce, Morris y<br />

Hjelmslev provocó también un cambio en la visión del lenguaje en la medida en<br />

que fue posible confrontar el código lingüístico con otros de diferente<br />

naturaleza. A partir de los trabajos realizados en este terreno ha sido posible<br />

elaborar una teoría del texto que trasciende el estudio del lenguaje desde el<br />

punto de vista meramente lingüístico (lingüística del texto o gramática del<br />

texto).<br />

Resulta un hecho inevitable que la reflexión teórica sobre la traducción se<br />

haya visto afectada por las teorías desarrolladas en tales disciplinas así como<br />

por los instrumentos metodológicos aportados por ellas. El esfuerzo llevado a<br />

cabo en tales campos ha estado dirigido a introducir el rigor de las ciencias y<br />

disciplinas formales modernas en el estudio del lenguaje.<br />

Sin embargo, el desarrollo mismo de la teoría de la traducción no tiene<br />

comparación con el de estas disciplinas en nuestro siglo. En efecto, las<br />

principales reflexiones provienen de lingüistas o de teóricos de la comunicación<br />

o de la información, que se han acercado al fenómeno de la traducción con la<br />

finalidad de obtener una visión más clara o más completa de sus propios<br />

objetos de estudio, a saber, el lenguaje (o la lengua), la comunicación o la<br />

información. Por otro lado, las reflexiones provenientes del lado de los<br />

traductores presentan la dificultad de ser aproximaciones, la mayor parte de<br />

las veces de carácter intuitivo, en las cuales se advierten nociones de índole<br />

metafórica como “arquitectura semántica”, “las infinitas resonancias de las<br />

palabras, de los movimientos del pensamiento, de cada latido de corazón, etc.<br />

Las pocas reflexiones de carácter más científico provienen de lingüistas o de<br />

traductores que poseen una formación lingüística, aunque se trate en algunos<br />

casos de autodidactos.<br />

Si quisiéramos establecer una pequeña historia de la ciencia de la<br />

traducción dentro de esta última corriente (la de los lingüistas o traductores de<br />

formación lingüística) tendríamos que decir que es posible advertir tres<br />

momentos:<br />

(a) la teoría de la traducción de base lingüística (estructuralista o<br />

generativita),<br />

(b) la teoría de la traducción de base “textual” (lingüística del texto, teoría<br />

de los actos de habla) y<br />

(c) la teoría de la traducción de base pragmática.<br />

Dentro de la primera orientación, la traducción fue considerada en una<br />

primera instancia (a partir de los postulados de la lingüística estructural) un<br />

problema ínter lingüístico (bilingüismo o contacto entre lenguas). Desde este<br />

punto de vista, las reflexiones estuvieron encaminadas al análisis de las<br />

lenguas relacionadas a través de la traducción con el propósito de establecer los


puntos de contacto y las diferencias existentes entre ellas que permitían<br />

suponer hasta qué punto era posible traducir. Las comparaciones se<br />

establecieron desde tres puntos de vista:<br />

(a) comparación entre sistemas lingüísticos (tanto desde el punto de vista de la<br />

forma como del contenido: fonología, morfología, sintaxis, semántica, etc.);<br />

(c) comparación entre lenguas como portadoras de diferentes visiones de<br />

mundo y<br />

(d) comparación entre lenguas utilizadas en “mundos” distintos. Un<br />

ejemplo claro de esta primera etapa de la traducción lo representa el trabajo<br />

realizado por Georges Mounin en Los problemas teóricos de la traducción. Las<br />

principales conclusiones a las cuales se llegó en esta etapa fueron expresadas<br />

por el propio Mounin en los siguientes términos:<br />

“La aceptación leal, y sin ninguna reticencia, de estos resultados de la<br />

lingüística actual implica la aceptación de este hecho que jamás habrá que<br />

perder de vista: la traducción no siempre es posible. No lo es más que en cierta<br />

medida, y dentro de ciertos límites —pero en lugar de establecer esa medida<br />

como externa y absoluta, es preciso determinaría en cada caso, describir<br />

exactamente esos límites; es preciso hacer la estadística de los fracasos de<br />

traducción para un texto dado, para una pareja de lenguas dadas” (1971:312).<br />

Siempre dentro de la primera orientación, y esta vez a partir de los<br />

postulados de la lingüística generativa, la teoría de la traducción reconoció la<br />

posibilidad de superar los problemas planteados por los estructuralistas al<br />

aceptar que entre las lenguas existiría una equivalencia de sustancias y no de<br />

formas lingüísticas. La opinión de Humberto López Morales (1982:13—27)<br />

resulta ser un claro ejemplo de esta posición:<br />

“Creo de aceptación general el hecho de que la operación traductora se<br />

realiza —o debe realizarse— de sustancia a sustancia y no entre formas<br />

lingüísticas. Suman ya docenas los trabajos que nos advierten de<br />

identificaciones falaces y superficiales acusadas por el ingenuo razonamiento<br />

de que toda forma lingüística refleja —en cualquier lengua— el mismo terreno<br />

semántico, idéntico alcance. No caben mayores dudas de que trazar el puente<br />

semántico entre diferentes lenguas tropieza con ese y otros problemas si<br />

trabajamos a nivel externo. Los inconvenientes de interpretación desaparecen a<br />

medida que nos acerquemos a las estructuras conceptuales de la lengua-fuente<br />

(LF) y hagamos el pareo semántico a la lengua-meta (LM) en este mismo nivel;<br />

ya de aquí se debe proseguir con las transformaciones propias de la gramática<br />

de LM, independientemente de las estructuras intermedias y externas de LF”<br />

(op. cit.:19).<br />

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos realizados en este terreno, la<br />

traducción siguió considerándose un fenómeno condicionado por lo lingüístico.<br />

El mismo Humberto López Morales comenta lo siguiente:


“Este funcionamiento parte de la base de una adecuada interpretación<br />

semántica de LF, aspecto complejísimo que exige, para sólo comenzar, la<br />

correcta manipulación de los semas de cada lexia, punto que ha quedado<br />

convenientemente subrayado desde los trabajos estructuralistas que primero<br />

comenzaron a romper la extradición de la sustancia del signo. A este primer<br />

paso siguen otros de mayor complicación, pues —como se sabe— el contenido<br />

semántico de una oración no es simplemente la suma de los contenidos de los<br />

signos que la integran” (op. cit.:19). Y más adelante agrega: “El proceso descrito<br />

debe ser ampliado en lo que respecta a LF. Hoy la interpretación semántica<br />

total no podemos hacerla sólo sobre la estructura interna. En un afán por llegar<br />

a los universales lingüísticos el análisis reciente ha ido convirtiendo a estas<br />

estructuras en cadenas quintaesenciales desposeídas de elementos necesarios<br />

para la labor traductora: indicadores temporales, aspectuales, numéricos, y<br />

otras circunstancias semánticas poco relevantes estas para la esencia nocional,<br />

sí lo son en cambio para el traductor. Esta circunstancia obliga a tener en<br />

cuenta las estructuras externas o al menos las intermedias en el ejercicio<br />

primero de interpretación (op.cit:25).<br />

Por lo tanto, si bien es cierto que la perspectiva generativista permitió<br />

superar los posibles “fracasos” postulados por los estructuralistas, no es menos<br />

cierto que rápidamente reconoció la complejidad del terreno en el cual se<br />

movía: si la intuición de una equivalencia entre sustancias era válida, el<br />

problema radicó en la imposibilidad de llegar a establecerla sin prescindir del<br />

signo lingüístico. Por esta razón Humberto López Morales concluye:<br />

“Hasta aquí el lector podrá tener la impresión de que la operación<br />

traductora se enfrenta sólo con problemas de cierta índole semántica en cuanto<br />

a interpretación, y con obstáculos creados por influencias de formas de LF, en<br />

el intento de actualizar la tal interpretación en LM. Téngase en cuenta, en el<br />

primer caso, que la semántica de que hemos hablado es la que se ocupa de<br />

significados lógicos, es decir, sólo de uno de los aspectos del significante,<br />

aunque este sea el más importante, al menos en los textos de naturaleza<br />

conceptual. Una buena traducción no puede detenerse allí; ha de escudriñar el<br />

signo lingüístico y la estructura toda palmo a palmo hasta descubrir las<br />

funciones extra-lógicas y el verdadero tono del mensaje. Es posible que ese tono<br />

esté dado por la adición de ciertas categorías gramaticales, por la selección de<br />

ciertas posibilidades paradigmáticas, por el ordenamiento de los componentes<br />

de la estructura externa. La forma lingüística puede ser descubierta, a veces,<br />

con ojos poco penetrantes, pero las cargas expresivas que comporta y, sobre<br />

todo, su traslado a LM, es asunto en extremo complicado. Cuando, además, el<br />

traductor debe parear formas literarias, el engranaje se complica más, pues de<br />

las varias formas externas que puede arrojar una misma estructura interna,<br />

según su historia transformacional, tendrá que seleccionar cuidadosamente<br />

aquellas que más se identifiquen con la original. La traducción literaria es —ya<br />

se sabe— el más difícil de los trabajos de esta índole; aquí la operación


lingüística básica tiene que dejar paso a múltiples consideraciones estéticas<br />

que, por fuerza, le son ajenas” (op. cit. :25).<br />

El segundo momento de la ciencia de la traducción enfrenta el problema de<br />

la traducción desde una perspectiva diferente, en la medida en que reconoce<br />

que lo que se traduce en última instancia son textos o mensajes (o sentidos o<br />

actos de habla realizados en textos o mensajes) 7 .<br />

(7) Sobre el concepto de mensaje no hemos considerado la teoría de la traducción que se basa<br />

en la teoría de la información ya que esta última no ha significado ningún aporte real a la traductología.<br />

El mismo Georges Mounin (1975:50) se refiere al respeto en los siguientes términos: “Lo único que se hace<br />

es sustituir la antigua terminología por una nueva. En vez de hablar de hablante y oyente, se dice fuente y<br />

receptor, codificador y descodificador, etc. Todo ello es un mero juego de metáforas expresivas quizá, pero<br />

que no resultan más explicativas que las antiguas en lo que respecta a los procesos lingüísticos que se dan<br />

entre oyente y hablante”. Incluso, para demostrar la


Dentro de esta orientación se advierte que si los significados Lingüísticos<br />

del texto original deben decodificarse, tal decodificación debe hacerse<br />

reconociendo que los significados expresados están en función de una intención<br />

comunicativa del mensaje 8, es decir, están determinados por la intención<br />

comunicativa del mensaje mismo. Por lo tanto, el traductor, al recodificar tales<br />

signos en otra lengua, debe tenerla en cuenta para la selección de los nuevos<br />

signos, cuando su objetivo es la restitución integral de esta intención<br />

comunicativa. Según esta nueva perspectiva, la traducción no es un problema<br />

de carácter lingüístico (bilingüismo o contacto entre lenguas) sino un problema<br />

de la comunicación (de los textos o, mejor, de los contenidos textuales,<br />

contenidos que no son lingüísticos sino de la comunicación). Puesto que el<br />

contenido textual (llamado “sentido” por algunos de estos teóricos) está o se<br />

encuentra en un nivel diferente al contenido lingüístico (significado lingüístico),<br />

el problema de los “fracasos” planteado por los que sustentaban la primera<br />

orientación es falso. La conclusión a la cual se llega por este camino es la de<br />

que efectivamente es posible la traducción. Mariano García-Landa expresa con<br />

claridad este hecho en su artículo titulado “Análisis del concepto de traducción”<br />

(1984). En dicho artículo explica que en los textos (como realizaciones o<br />

expresiones de actos de habla) es posible reconocer dos tipos de espacio:<br />

“— el espacio formal, que contiene las estructuras lingüísticas tal como<br />

existen antes de la comprensión (morfología, sintaxis, semántica, prosodia,<br />

etc.), y<br />

— el espacio “sénsico”, que contiene la representación mental que<br />

“quiere decir” el hablante, es decir, el objeto al que tiende su intencionalidad de<br />

decir (...) y que es la misma representación mental que comprende el<br />

interlocutor, puesto que sin esa “identidad o invariancia” la comunicación no<br />

sería posible y la traducción tampoco. (La posibilidad de la traducción se<br />

demuestra demostrando la posibilidad de la comunicación, puesto que es el<br />

mismo fenómeno)”.<br />

A partir de esta distinción, García- Landa define la traducción en los<br />

siguientes términos:<br />

“Una vez que hemos establecido esa diferencia entre espacio formal y<br />

espacio sénsico podemos definir la traducción como la actividad humana que<br />

consiste en hablar para reproducir un espacio sénsico mediante la producción<br />

de “otro” espacio formal”.<br />

E inmediatamente agrega el siguiente comentario:<br />

vaguedad o imprecisión del término “mensaje” dentro de la teoría de la información, Mounin cita a<br />

explicación de Yngve, director del departamento de traducción automática en el Massachussets Institute<br />

of Technology. La cita dice así: ‘Es realmente difícil explicar con exactitud qué podríamos querer decir con<br />

la palabra ‘mensaje’. Nos hallamos aquí ante alguna s de las numerosas dificultades que han atormentado<br />

ininterrumpidamente a los lingüistas en torno a la significación (‘meaning’)” (52).<br />

(8) Véanse las definiciones de traducción de Mariano García- Landa y<br />

Alexandre Ljudskanov, en Págs. 54 y 58-62.


“Esta claridad conceptual nos permite resolver el famoso problema de la<br />

equivalencia en traducción. La equivalencia de traducción es la identidad de<br />

dos espacios sénsicos producidos en dos espacios formales diferentes y distintos.<br />

Es absurdo plantear el problema de la equivalencia entre dos espacios formales<br />

distintos puesto que éstos son, por definición, totalmente distintos y diferentes.<br />

Así se demuestra la falta de claridad conceptual de los muchos autores que<br />

siguen insistiendo en hablar dc la imposibilidad total o parcial de equivalencia<br />

en la traducción (...) Cuando se habla de la imposibilidad de la traducción<br />

alegando que los espacios formales son distintos se comete una contradicción<br />

evidente puesto que traducir significa precisamente producir un espacio formal<br />

distinto (...) para re-producir el mismo espacio sénsico. En el concepto de<br />

traducción se dice implícitamente que se trata de crear un espacio formal<br />

distinto. Esto es constitutivo de la traducción. Luego es ilógico pedirle a la<br />

traducción que produzca un espacio formal “parecido o similar o parcialmente<br />

equivalente”. El espacio formal tiene que ser diferente y distinto por definición.<br />

Traducir no es hablar para reproducir las palabras sino para reproducir el<br />

sentido. Esto es así y no puede ser de otra manera y quien no acepte esto no ha<br />

comprendido lo que es la traducción” (op. cit. :68).<br />

La tercera etapa representa una visión pragmática de la traducción, con lo<br />

cual se introducen en la reflexión teórica las variables “usuario” de la<br />

traducción y “uso” de la traducción. Esta orientación no representa un<br />

desmentido de lo propuesto en la etapa anterior. Lo que la diferencia<br />

específicamente de la segunda etapa es que al introducir el contexto pragmático<br />

en el cual funciona la traducción, relativiza la actividad de reproducir, en la<br />

medida en que lo que se reproduce va ya ahora a depender del tipo de texto, los<br />

propósitos de la traducción, el tipo de destinatario y la situación histórica en la<br />

que se realiza. Esta última orientación se ha desarrollado principalmente en<br />

Alemania dentro del marco de la didáctica de la traducción, uno de cuyos<br />

principales representantes es Frank Königs.<br />

Los tres momentos que hemos conocido más arriba no se han dado en<br />

forma cronológica sino más bien corresponden a tipos históricos (en el mismo<br />

sentido que los utiliza María Elisabeth-Conte en su presentación de la<br />

lingüística del texto). A partir de ellos se pueden reconocer posibles respuestas<br />

a qué es lo que se reproduce.<br />

Respecto de esta primera pregunta (qué es lo que se reproduce), se<br />

advierte en forma inmediata que las respuestas dadas a través de cada uno de<br />

los momentos anteriores apuntan a la “significación” de lo dicho, es decir, se<br />

trata de un problema semántico. Las diferencias, sin embargo, se establecen a<br />

partir de los marcos teóricos considerados y de las unidades semánticas<br />

reconocidas en ellos. Por ejemplo, la primera orientación se apoya en el marco<br />

teórico de la semántica (principalmente estructural, aunque existen algunos<br />

autores como Vázquez-Ayora (1977) que se apoyan en el modelo generativotransformacional).<br />

Dicha semántica es semántica de las lenguas, y, por lo<br />

tanto, la “significación”, en este caso, corresponde al significado lingüístico,<br />

estudiado a través de los denomina


dos “campos semánticos”. Como se trata de un enfoque lingüístico, la<br />

comparación entre lenguas permitió en esta etapa observar:<br />

(a) la falta de correspondencia entre los significados de las lenguas<br />

puestas en contacto”;<br />

(b) que tal falta de correspondencia procedía del hecho de que cada<br />

lengua percibe de manera diferente la misma realidad (la “estructura” de<br />

manera distinta), de ahí la afirmación de que las lenguas expresan diferentes<br />

“visiones de mundo”, y<br />

(c) que, además de las diferentes visiones de mundo identificadas<br />

entre las lenguas, era posible reconocer que, en algunas situaciones, las<br />

realidades no coincidían, en la medida en que se trataba también de culturas<br />

diferentes.<br />

La segunda orientación, en cambio, se apoya en el marco teórico de la<br />

semántica textual (lingüística del texto) y señala que la “significación”<br />

corresponde al significado del texto (sentido o acto de habla). Como ya se a<br />

indicado, esta orientación supone una superación de la primera, en la medida<br />

en que las diferencias reconocidas a través de la comparación entre las lenguas<br />

“puestas en contacto” no ofrecen ningún obstáculo real traductor, cuya única<br />

obligación es la de reproducir sentidos o actos de Habla y no significados<br />

lingüísticos.<br />

La tercera orientación, en cambio, si bien está de acuerdo en que lo que e<br />

reproduce son sentidos o actos de habla, al mismo tiempo reconoce que<br />

traducción se realiza en un terreno pragmático, que puede variar de traductor a<br />

traductor, con lo cual se acepta el hecho de que pueden existir diversas<br />

traducciones “correctas” de un mismo texto, dependiendo cada del terreno tico<br />

específico en el cual funciona.<br />

A partir de estas distinciones, la ciencia de la traducción debiera enfrentar<br />

el problema de su objeto de estudio desde los marcos teóricos necesarios<br />

(semántica textual y pragmática textual). Sólo así podrá dar lenta de la<br />

naturaleza de su objeto y, al mismo tiempo, resolver el problema del “cómo se<br />

reproduce” y del “para qué se reproduce”


Capítulo 3<br />

EVOLUCION DEL PENSAMIENTO ACERCA DE<br />

LA TRADUCCION A TRAVES DE LAS EPOCAS<br />

ILEANA CABRERA<br />

PATRICIA HÖRMANN<br />

3.1.DIFERENTES ETAPAS EN EL DESARROLLO CIENTÍFICO DE LA<br />

TRADUCCION: NORMATIVA, DESCRIPTIVA Y EXPLICATIVA.<br />

Es de conocimiento general, entre los que se interesan por la actividad<br />

traductora, que “no faltan obras acerca de la traducción” (Mounin, 1976:227).<br />

García Yebra nos dice a este respecto: “La bibliografía sobre la traducción ha<br />

crecido tanto en los tres últimos decenios que resulta ya casi inabarcable”<br />

(1983: 368). Para no citar sino el caso de un país: “ “sólo en Alemania, ha<br />

crecido la ola de publicaciones sobre la traducción, que comenzó en 1945,<br />

aproximadamente en cinco libros y setenta artículos por año. “<br />

Dentro de todo lo escrito acerca de la traducción, un número considerable<br />

de estas obras se refiere a la historia de la traducción. Los libros de contenido<br />

histórico que pudimos reunir, o sobre los cuales obtuvimos información,<br />

adoptan diversas modalidades en la presentación de esta temática. Unos<br />

presentan la historia de la traducción en general, desde sus comienzos hasta la<br />

época actual; otros son un compendio de escritos de una cantidad considerable<br />

de investigadores; otros aún, se refieren a la historia de la traducción en un<br />

solo país, a veces, en forma de antología, a veces, presentando una o varias<br />

épocas de ese país; otros, por último, se refieren a la historia de la traducción<br />

literaria (Pucciarelli 1970); (Cary 1962); (Stórig 1963)2; (Horguelin 1981);<br />

(Draper 1921, West 1932, Larwill 1935 y otros)3 (García Yebra 1983); (Mounin<br />

1976:78); etc. Por la existencia de todas estas obras, y de otras que deben tener,<br />

sin lugar<br />

(1) Citado por García Yebra (1983:15> de un libro de Kloepfer (1967:7). Además<br />

existe una “Bibliographie Internationale de la Traduction” (García Yebra, op. cit. p. 16) y<br />

otras obras bibliográficas muy completas: Bausch, K.R., Klegraf, J. y Wilss, W., 1970, 1972, The<br />

Sc¡ence of Transiation: An Analytical Bibliography. (Los dos volúmenes de esta obra están<br />

citados por García Yebra, op. cit. p. 16); Delisle, J. y Albert, L.,<br />

1979, Guide bibliographique du traducteur, rédacteur et terminologue; Santoyo, J.C.,<br />

1987, Traducción, Traducciones, Traductores,’ Gémar, j.C., 1987, Les outlls du traducteur.<br />

(2) Citado por García Yebra (op. Cit.:16).<br />

(3) Ibid.: 31


a dudas, la misma calidad que las citadas, encontramos que no se justificaba<br />

hacer un nuevo estudio histórico tradicional sobre la traducción. En cambio, se<br />

estimó interesante intentar abordar un trabajo que estuviera centrado en la<br />

evolución de los diferentes cambios de pensamiento por los cuales ha pasado la<br />

traducción a través de los siglos. Dicho en otras palabras, se determinó tomar<br />

como campo de estudio los diferentes enfoques acerca del fenómeno traductor,<br />

los que se manifiestan en un proceso que ha evolucionado a través de tres<br />

etapas características en el crecimiento y en el desarrollo de toda disciplina<br />

científica; una etapa normativa, una etapa descriptiva y una etapa explicativa.<br />

Ahora bien, el tema era de una gran complejidad y amplitud ya que este<br />

proceso evolutivo no ha estado al margen del desarrollo de la cultura occidental<br />

y se ha relacionado con las grandes tendencias imperantes en cada época, sean<br />

estas religiosas, filosóficas, artísticas, científicas u otras que, de alguna<br />

manera, han incidido tanto en el quehacer traductológico en sí, como en la<br />

orientación de las reflexiones y especulaciones de los estudiosos en esa materia.<br />

De esta manera, por la extensión prácticamente ilimitada del tema, para poder<br />

determinar un corpus de estudio coherente con nuestros objetivos, en el caso de<br />

los autores anteriores al presente siglo, se escogió sólo a muy contados<br />

traductores y estudiosos de la traducción.. Elegimos a cuatro traductores que se<br />

distinguieron por sus aportes en forma significativa, ya sea completando los<br />

planteamientos de sus antecesores o marcando, en forma original, nuevos<br />

rumbos al enfoque del estudio de la traducción. Con respecto a los autores<br />

contemporáneos, elegimos de entre aquellos del mundo occidental que, a<br />

nuestro juicio, han contribuido en forma importante a la ciencia de la<br />

traducción y cuyas reflexiones presentan algún aspecto novedoso con respecto a<br />

planteamientos anteriores. La omisión de algunos autores que puedan ser<br />

considerados justificadamente fundamentales se debe, exclusivamente, al<br />

problema presentado por la imposibilidad de acceso a sus obras o a comentarios<br />

acerca de ellas. Finalmente, no se pretendió, de ninguna manera, excluir a los<br />

teóricos del mundo oriental, ya que se tiene conciencia de los importantes<br />

aportes realizados por ellos al enfoque científico de la traducción; sin embargo,<br />

desgraciadamente, no fue posible llegar a sus obras. Se cree necesario insistir<br />

en el hecho de que enfrentamos el estudio de los diversos cambios de<br />

pensamiento que se refieren al fenómeno de la traducción humana, considerada<br />

como la actividad que consiste en “expresar (por escrito con palabras de una<br />

lengua lo previamente expresado (por escrito u oralmente) con palabras de otra”<br />

(García Yebra, op. cit.:126), con lo cual el ámbito de nuestro estudio es, por un<br />

lado, la traducción y no la interpretación y, por otro, la traducción humana y no<br />

la traducción automática.<br />

Como se trata dc reflexionar acerca de la evolución del pensamiento sobre<br />

esta actividad, no se estudian los diferentes tipos de traducción, ni las<br />

dificultades que pueden presentarse durante su realización (ver al respecto<br />

García Yebra, op. cit.: 335 a 339) ni la gran diversidad de textos que se han<br />

traducido o se traducen a diario, ni tampoco la evaluación de los textos<br />

traducidos, entendido este último concepto como el punto de


convergencia de los grandes problemas de la traducción a través de los tiempos<br />

(ver al respecto Larose 1987). En cambio, nuestras consideraciones sí pueden<br />

aplicarse a cualquier clase o cualquier modo de traducción y también a todos<br />

los tipos de textos, dado que son reflexiones de tipo explicativo general.<br />

La evolución de las ciencias en el mundo occidental se ha caracterizado por<br />

haber seguido un proceso paralelo al desarrollo de nuestra cultura.<br />

Históricamente, el conocimiento científico (racional y sistemático) tiene sus<br />

raíces en la filosofía y el pensamiento aristotélico es uno de sus pilares. En el<br />

estado inicial —etapa normativa o etapa precientífica— que constituye la<br />

primera etapa de evolución de cualquier disciplina, el conocimiento se<br />

vinculaba principalmente a la razón, considerando que la verdad puede ser<br />

aprehendida a través de una reflexión rigurosa que utilice el método deductivo.<br />

“Aunque este método fue formalizado por Aristóteles, su metodología se<br />

encuentra cercanamente vinculada a las obras de Leibniz. Los supuestos<br />

filosóficos centrales en que se apoya son dos:<br />

(1) las verdades fundamentales del universo son aceptadas como axiomas<br />

por todos los investigadores y pueden ser aprehendidas por la mente a través<br />

de la reflexión rigurosa, aunque existan independientemente de ella;<br />

(2) la aplicación rigurosa de los axiomas, premisas y definiciones de la<br />

lógica deductiva clásica puede conducir a una red de verdades morales más<br />

generales, esto es, a marcos conceptuales aplicables universalmente, pero<br />

independientes de la experiencia.<br />

La aplicación del paradigma deductivo conduce inevitablemente a un<br />

modelo formal o a una representación simbólica del problema. Se supone que el<br />

modelo mismo es un objeto por derecho propio que contiene todos los rasgos del<br />

fenómeno representado. En otras palabras, el modelo mismo se postula como<br />

real y no meramente como una descripción o representación de la realidad. El<br />

rasgo fundamental de esta perspectiva paradigmática es que los modelos se<br />

derivan a partir de una aprehensión intuitiva de la realidad a través de la<br />

reflexión y no de la observación empírica” 4 ‘.<br />

En esta primera fase, el estudio del lenguaje era esencialmente<br />

especulativo, considerándoselo un fenómeno cuyas reglas y naturaleza debían<br />

estudiarse mediante la razón. En este sentido su estudio tenía un carácter<br />

normativo ya que, una vez descubierta su naturaleza, se podría deducir su<br />

forma correcta. Del mismo modo, los problemas suscitados por la traducción se<br />

referían a lo que debía hacerse con respecto a la actividad, a partir de<br />

determinadas premisas sobre la naturaleza del lenguaje, lo que hacía que esta<br />

primera etapa acordara la atención prioritariamente a las normas del buen<br />

traducir.<br />

(4) Himmel, E. Y Maltes, S. “Primer curso sobre Metodología de la investigación<br />

científica”, Apuntes, Dirección de Investigación de la Universidad Católic (DIUC), Stgo., Chile,<br />

1987.


Este enfoque acerca del conocimiento científico en general prevaleció desde<br />

la época helénica hasta el Renacimiento en que, a partir de Galileo Galilei, se<br />

adopta una manera distinta de enfrentar los fenómenos naturales. Se puede<br />

considerar que en ese momento la ciencia (“filosofía natural”) se separa de la<br />

filosofía. Este cambio de enfoque consistió básicamente en estimar que la<br />

naturaleza seguía un conjunto de leyes propias, independientes del<br />

pensamiento, cuyo descubrimiento era tarea del científico. La nueva<br />

perspectiva significó separar al sujeto de su objeto de estudio, debiendo aquel<br />

recurrir a un método de conocimiento empírico y no a uno puramente racional.<br />

Las ciencias sociales, y entre ellas el estudio del lenguaje, permanecieron<br />

ligadas a la filosofía hasta una época más tardía, quizás por la mayor dificultad<br />

de separar el sujeto del objeto de estudio. En particular, resultó originalmente<br />

más fácil separar la lengua como sistema independiente del hombre que el<br />

habla como fenómeno individual o social.<br />

Aunque el nacimiento de las ciencias del hombre fue más tardío que el de<br />

las ciencias naturales propiamente tales, su evolución ha seguido tendencias<br />

similares. En particular, el estudio de un objeto externo con leyes propias ha<br />

pasado por una etapa en que, a partir de una metodología inductiva, se<br />

describen y clasifican los fenómenos con el fin de detectar sus regularidades.<br />

Durante esta etapa, considerada ya como científica —correspondiendo a lo que<br />

Bunge llamaría etapa protocientífica— el conocimiento del lenguaje se nutrió<br />

de los estudios comparados, de la oposición entre lengua y habla y de otros<br />

estudios que permitieron agrupar los fenómenos lingüísticos en clases y<br />

variables que dan cuenta de sus reí acciones.<br />

Posteriormente a esta etapa de carácter clasificatorio y descriptivo surge<br />

la necesidad de dar una explicación a las relaciones encontradas, formulando<br />

diversos modelos teóricos internamente coherentes y que den cuenta de los<br />

fenómenos observados. Desde este instante, las ciencias adquieren su madurez<br />

actual, ampliando su poder explicativo.<br />

A partir de esta fundamentación general acerca de las etapas normativa,<br />

descriptiva y explicativa del conocimiento científico, nuestro estudio se propone<br />

intentar demostrar la existencia de estas mismas etapas en la evolución de la<br />

ciencia de la traducción, lo que permitirá abordar el objeto de estudio de esta<br />

actividad desde una perspectiva sistemáticamente organizada y, por lo tanto,<br />

científica. Si bien las consideraciones de cierto valor universal emitidas<br />

explícitamente sobre la traducción provienen de épocas muy posteriores al<br />

inicio de esta actividad —que comenzó hace tres, cinco o seis milenios según los<br />

diferentes autores—, al revisar las reflexiones emitidas acerca de la traducción<br />

creemos que en la evolución del pensamiento con respecto a esta actividad se<br />

perfilan en forma suficientemente clara las etapas anteriormente mencionadas:<br />

la etapa normativa (o precientífica, ver Larose: op. cit. :XIX), la etapa<br />

descriptiva y la etapa explicativa.


De acuerdo con la concepción general de la etapa normativa, para el<br />

estudio de la traducción esta etapa comenzaría en el siglo IV d.C., con las<br />

reflexiones de San Jerónimo, y se extendería hasta el siglo XVI. La etapa<br />

descriptiva, es decir aquella en que se tiende a clasificar y describir los<br />

fenómenos para detectar sus características, tendría sus inicios en el siglo XVI<br />

y llegaría hasta antes de la aparición de la teoría del sentido (ESIT, Sorbonne<br />

Nouvelle, Francia, alrededor de 1960), con la cual comienza la etapa explicativa<br />

del fenómeno traductor, en la que se va más allá de lo meramente normativo y<br />

descriptivo para entrar de lleno en la última etapa. En este momento,<br />

estaríamos en la primera fase de la etapa explicativa, en la cual se distinguen,<br />

en el mundo occidental, los aportes de teóricos alemanes, canadienses y<br />

franceses.<br />

Las tres etapas parecen corresponder implícitamente a las siguientes<br />

preguntas básicas que se han ido planteando los traductores: 1) ¿cómo se debe<br />

traducir correctamente?, 2) ¿qué es la traducción y qué es traducir?, y 3) ¿cuál<br />

es el objeto y cuáles son los métodos propios de la ciencia de la traducción?<br />

Durante la etapa normativa, en la cual el dilema fundamental era cómo<br />

debía traducirse, la problemática giraba casi exclusivamente en torno a la<br />

libertad en la traducción del original en oposición a la fidelidad total al original<br />

(leer al respecto Larose op. cit.: 4 y sgtes.). A pesar de que esta doble<br />

alternativa, fundamental en el ejercicio de la actividad, todavía no ha sido<br />

dilucidada, pues los traductores adhieren incluso hasta nuestros días a una u<br />

otra tendencia, en la etapa normativa es cuando esta interrogante se planteó<br />

con mayor fuerza, en forma de dos opciones opuestas en la manera de traducir.<br />

Al respecto, y con un enfoque moderno acerca de esta problemática, Larose nos<br />

dice que “sería erróneo reducir el par traducción literal/ traducción libre solo<br />

punto en vez de considerarlo una complementación. En efecto, el problema no<br />

es tanto saber si hay que traducir literal o libremente, sino traducir<br />

exactamente” (op. cit. :XIV). En tiempos pasados, la trascendencia de la<br />

polémica acerca de la literalidad o la libertad en la traducción queda<br />

claramente ilustrada con el intento de destierro de San Jerónimo y la muerte<br />

en la hoguera de Etienne Dolet. En nuestros días, el problema de saber qué es<br />

una buena traducción, que es de carácter específicamente normativo, conserva<br />

toda su actualidad 5.<br />

Durante la etapa descriptiva —principalmente en el presente siglo— surge<br />

la preocupación por describir la fase del proceso mismo de la traducción y por<br />

estudiar la relación de ésta con disciplinas concomitantes, ya que al<br />

preguntarse acerca de la naturaleza del objeto traductor se vio su complejidad y<br />

la dificultad que éste presentaba para ser analizado como objeto aislado de<br />

estudio. A fines de la primera mitad de este siglo, lingüistas tales como Fedorov<br />

(introducción a la teoría de la traducción, 1953) mostraron la posibilidad de<br />

estudiar teóricamente este fenómeno y de<br />

(5) Ver al respecto la conferencia ‘Qu’est-ce qu’une bonne traduction”, dictada por Christine<br />

Durieux (ESIT, París, Francia), en 1987, en el Depto. de Traducción del Instituto de Letras de<br />

la Pontificia Universidad Católica de Chile, traducida al español por P. Hörmann y C.<br />

Valdivieso, docentes de ese Depto. y publicada en 1988.


definir sus relaciones con aquellas áreas que dicen, la mayoría de las veces,<br />

relación con el lenguaje; hay que considerar que la actividad de traducción es<br />

una actividad eminentemente lingüística, puesto que “se ejerce sobre textos”<br />

(...) “tanto por el objeto sobre el que se ejecuta —texto escrito en la lengua<br />

original o de partida— como por el medio de que se sirve —la lengua terminal o<br />

lengua de la traducción” (García Yebra op. cit.: 25 y 37 respectivamente).<br />

Hoy, en cambio, que ya hemos evolucionado como área disciplinaria a una<br />

etapa explicativa, aparece la necesidad de explicar el objeto de estudio de la<br />

ciencia de la traducción y de sistematizar una metodología que le sea propia.<br />

Vemos entonces que la ciencia de la traducción, como el resto de las disciplinas,<br />

ha experimentado el proceso natural por el que atraviesa cualquier reflexión<br />

acerca de una actividad que, a partir de su inicio entre las actividades<br />

humanas, y a fuerza de realizarse en la práctica constantemente tiende a llegar<br />

a una sistematización cada vez más coherente en cuanto a la definición de su<br />

objeto de estudio, a su metodología y a vinculaciones con otros campos del saber<br />

humano.<br />

En el caso del fenómeno traductor, esta sistematización ha sido<br />

comparativamente más lenta que en otras disciplinas quizás porque, “habiendo<br />

comenzado la traducción hace más de tres milenios, los traductores sólo<br />

disponían hasta hace unos lustros, para orientarse, de los testimonios de otros<br />

traductores” (. .) “y otros escritores, que más o menos intensamente fueron<br />

también traductores (y cuyas manifestaciones) se limitan a exponer sus<br />

impresiones o intuiciones (mas bien) personales” (García Yebra op cit.: 29-30).<br />

3.1.1. Etapa normativa<br />

La primera etapa de la evolución del pensamiento con respecto a la<br />

traducción tiene carácter específicamente normativo y en ella priman las<br />

normas del buen traducir por encima de cualquier otra orientación. Aunque se<br />

tiene conocimiento de que la existencia de traducciones, de métodos de traducir<br />

y de referencias a la actividad proviene de épocas muy anteriores a Cristo 6 ,<br />

consideramos fundado postular que la etapa nor-<br />

(6) Conviene recordar que esta actividad respondía generalmente a necesidades<br />

religiosas, administrativas, militares, consulares y de justicia en las cuales el principio esencial<br />

era el de autoridad, y no el de comunicación como suele acontecer en las traducciones actuales<br />

(Cary 1962:120). A modo de ilustración, merecen reproducirse unos párrafos que presentan<br />

clara y sucintamente las diversas primeras actividades de traducción de que se tiene noticia:<br />

“En el siglo XXVI A.C., Sargón I de Asiria habría hecho proclamar sus proezas en los varios<br />

idiomas de su imperio. Antes del siglo XX, en la ciudad de Babilonia, bajo Hamurabi, los<br />

escribas traducían edictos a varios idiomas. Se conservan tabletas con “diccionarios” en<br />

escritura cuneiforme.<br />

Traductores hititas vertían mensajes al egipcio y al arameo. Durante las primeras<br />

dinastías egipcias existía una casta de carácter eminentemente político y diplomático, la de los<br />

intérpretes, cuyos miembros eran preferentemente príncipes. De Egipto procede la más famosa<br />

traducción de la Antigüedad, inscripta en la llamada piedra de Rosetta,


hallada en 1799 en esa localidad (Rachid). Data del siglo II A.C. y consigna un<br />

extenso decreto de los sacerdotes de Menfis en honor del rey Ptolomeo, en tres<br />

idiomas: en egipcio con escritura jeroglífica, que era la escritura sagrada de los<br />

sacerdotes; en escritura demótica, que era la escritura popular de la época y en<br />

griego.<br />

En Asia, los budistas exigían que sus adeptos aprendieran la palabra de<br />

Buda, cada uno en su propia lengua. Por eso se realizaron muchas<br />

traducciones. LI texto original fue vertido al pali en la época del emperador<br />

filósofo Asoka (siglo III A.C.) y luego al sánscrito. (...) Sobre las primeras<br />

versiones de los mismos textos al chino existen leyendas: el emperador chino<br />

taoísta Ming Ti, de la dinastía Han, a raíz de una iluminación que tuvo durante<br />

un sueño, habría incitado a dos escribas de la India a trasladarse a Loyang<br />

para traducir los libros de Buda con lo cual la traducción habría comenzado en<br />

China con la introducción del budismo). Los dos personajes llegaron a la ciudad<br />

montados en un caballo blanco y fueron recibidos y rodeados con pompa y<br />

ceremonias. En su honor se erigió el Templo del Caballo Blanco, el primer<br />

templo budista de la China. En el centro de traductores de Loyang se adoptó un<br />

riguroso método de traducción: un sutra budista, conocedor de la lengua<br />

original, leía el texto y lo comentaba en ese idioma; otro sabio lo repetía en<br />

chino y un escriba tomaba la versión” (Pucciarelli 1970:17—18. Ver el resto de<br />

Oriente, Roma y épocas posteriores en páginas 18 a 35).<br />

A pesar de los problemas que se podían originar a través de este método —<br />

el que leía y comentaba el texto, al no saber chino, no podía verificar la<br />

corrección de la interpretación final—, era tal la preocupación de traducir los<br />

textos sagrados en forma escrupulosa que la orientación del trabajo realizado<br />

en esa comunidad budista de Lo-yang logra un valor teórico (Cary, 1962:125).<br />

Podemos suponer que en el caso de que estos traductores de textos sagrados no<br />

hayan intentado sistematizar sus reflexiones teóricas acerca de los<br />

requerimientos, de los fundamentos y de los problemas de la traducción, el<br />

hecho de que este método, en el cual intervenían tanto personas nativas de la<br />

lengua original como de la lengua de traducción, haya sido imitado por la<br />

Escuela de Toledo en el siglo XII D.C., revela necesariamente la existencia de<br />

un cierto acuerdo acerca de las normas indispensables para realizar una<br />

traducción. Esta consideración nos indica que los traductores chinos lograron<br />

un considerable grado de reflexión sobre el problema, con lo cual se puede<br />

considerar que forman parte de los albores del nivel normativo.<br />

Si lo anterior nos demuestra que la actividad de traducción conoció un<br />

auge importante en Oriente, por el contrario esta no interesó a los griegos por<br />

el menosprecio que sentían por los pueblos vecinos. A pesar de ello recibieron<br />

influjos de otras culturas aunque no a través de la traducción. Más bien los<br />

romanos tradujeron a los griegos sin que esta actividad tuviera un gran auge<br />

por el nivel cultural de los romanos educados quienes aprendían griego para<br />

leer las obras en el original.<br />

Además del centro de traductores de Loyang, anterior a San Jerónimo, es<br />

interesante citar otro, posterior en varios siglos a éste, que tuvo igualmente


una gran importancia en la antigüedad, el de Bagdad, en donde al igual que en<br />

otros centros árabes o siriacos se traducían obras científicas, en forma<br />

sistemática y organizada (Cary 1962). “Ya a fines del siglo VIII y principios del<br />

IX, durante los reinados de Harún al-Rashid (786-809) y de al-Mamún (813-<br />

833), (La cultura islámica) había alcanzado en Bagdad, capital del califato<br />

abbasí, cimas esplendorosas. Bagdad fue entonces el foco principal del saber<br />

mundial en matemáticas, astronomía, medicina, filosofía, historia y filología.<br />

La “Casa de la Sabiduría”, creada por al-Mamún como academia,<br />

biblioteca y oficina de traducciones, fue en Oriente algo parecido a lo que en el<br />

siglo XII seria la Escuela de Traductores de Toledo y en el XIII la corte de<br />

Alfonso el Sabio. En Bagdad se tradujeron al árabe tesoros de las literaturas<br />

persa, griega y siriaca, convirtiendo la lengua del Corán, hasta entonces casi<br />

exclusivamente religiosa y poética, en instrumento apto para cultivar cualquier<br />

género literario o de carácter científico. Desde la época<br />

mativa comienza en el siglo IV d.C. con San Jerónimo y no con Cicerón o con<br />

Horacio, a pesar de los valiosos comentarios de estos dos autores acerca de la<br />

traducción. Incluso el mismo San Jerónimo los consideraba sus maestros, pero<br />

las referencias emitidas por ellos al respecto, sobre todo en el caso de Cicerón,<br />

fueron pronunciadas teniendo como objetivo la oratoria y no la traducción.<br />

Viene al caso señalar que Marcus Tullius Cicero (106-43 a.C.), una de las<br />

principales figuras de la antigúedad, tradujo ciertamente obras importantes<br />

tales como el Protágoras dc Platón y el Económico de Xenofonte y en uno de sus<br />

tratados —De optimo genere oratorum— comenta la traducción que hiciera de<br />

dos famosos oradores atenienses. En el prólogo de este tratado, Cicerón nos<br />

dice: “Pensé haber emprendido un trabajo útil para los estudiosos, aunque a la<br />

verdad no necesario para mí mismo, como fue verter dos notabilísimas<br />

oraciones de los dos más elocuentes oradores entre los atenienses, Esquines y<br />

Demóstenes, que contendieron entre sí. Pero no las vertí como intérprete, sino<br />

como orador, con las mismas ideas, con sus formas y figuras, pero con palabras<br />

acomodadas a nuestro uso. No me pareció menester trasladar palabra por<br />

palabra, sino conservar la propiedad y fuerza de todas las palabras. Y es así<br />

que no consideré deber mío tenérselas que contar una a una al lector, sino,<br />

como si dijéramos, pesárselas” y más adelante agrega: “Si, como espero, he<br />

traducido las oraciones de ellos manteniendo todas sus altas cualidades, es<br />

decir, con sus ideas y figuras y encadenamiento de la materia, ciñéndome a las<br />

palabras en la medida en que no repugnan al uso de nuestra lengua —no todas<br />

acaso estén vertidas del griego; sin embargo, nos hemos esforzado en que<br />

fueran del mismo genio” (Cicerón op. cit., 13—14 y 23, respectivamente).<br />

El propio Cicerón nos dice textualmente que en la traducción de los citados<br />

discursos actuó como orador y no como traductor, al que en ese entonces se le<br />

llamaba intérprete. Como un principio del arte oratorio, aconseja que al<br />

traducir se mantengan las ideas, formas y figuras de los discursos, en un<br />

lenguaje propio al receptor. Postula esta manera de traducir porque para él la<br />

traducción era uno de los elementos propios para la formación en la elocuencia.


Según este excelente orador, para formarse en dicho arte había que inspirarse<br />

en los oradores griegos e imitarlos, a través de la traducción. No era partidario<br />

de la traducción literal ya que él respetaba tanto el genio de la lengua del<br />

original como el de la lengua de la<br />

abbasí hasta el siglo XII, los musulmanes fueron los abanderados de la cultura” (García Yebra<br />

op. cit.: 308).<br />

Vemos entonces que tanto antes de la Edad Media como durante ella, al menos en estos<br />

centros, en los cuales se traducían textos sagrados al igual que textos científicos, se enfrentaba<br />

la actividad de traducción con cierta sistematicidad. Vale la pena insistir junto con Cary (1962)<br />

en que si bien traductores de textos sagrados y traductores de textos no sagrados no se<br />

distinguen mayormente en su apariencia, la actitud de los primeros con respecto al texto que<br />

les es confiado es diferente. Como lo que el traductor de textos sagrados traduce es la palabra<br />

de Dios, le debe una fidelidad y respeto que él no puede transgredir, se trata de la ley divina.


traducción. Se distinguió por llevar la elocuencia a su apogeo debido a la sólida<br />

composición de sus famosas arengas políticas que sirvieron de modelo a toda la<br />

retórica latina.<br />

También, más tarde, Horacio (65—8 a.C.), famoso poeta latino, escribió<br />

una serie de epístolas de carácter literario y moral, entre las cuales está Arte<br />

Poética, en donde se encuentran breves referencias a la traducción. Una de<br />

ellas indica que no se debe traducir cada palabra por una palabra como lo haría<br />

un traductor fiel, lo cual, interpretado fuera de contexto muy posteriormente,<br />

en el Renacimiento, fue tomado como norma para defender la traducción libre y<br />

combatir la traducción literal.<br />

A pesar de los consejos de Cicerón y de Horacio, consideramos que quien<br />

emite las primeras reflexiones que se refieren específicamente a la traducción<br />

es San Jerónimo (347-42O )7, cuando escribe su carta “Ad Pammachium de<br />

optimo genere interpretandi”, en donde expone su pensamiento con respecto a<br />

esta actividad por medio de la cual, al traducir la Biblia, realizó “una de las<br />

más admirables hazañas del espíritu humano” (Lagrange Cartas de San<br />

]jerónimo:484).<br />

(7) Este conocido pensador y teólogo cristiano, respetado políglota y erudito,<br />

incansable viajero, el más grande de los traductores antiguos, a quien San Agustín admiraba<br />

por sus conocimientos filológicos, vivió en la época que va desde fines del siglo IV hasta<br />

comienzos del V d.C., años decisivos del ocaso del Imperio de Occidente y de los albores de la<br />

Edad Media. Es uno de los casos más portentosos de vocación científica y divina, fielmente<br />

seguida hasta su último aliento, ya que dedicó todas sus energías a investigar, estudiar,<br />

difundir y defender los libros sagrados.<br />

San Jerónimo estuvo a punto de ser desterrado, a raíz de la petición que le hiciera un<br />

monje de su comunidad, Eusebio de Cremona, de traducir del griego al latín una carta escrita<br />

en el año 394 por el Papa San Epifanio al obispo Juan de Jerusalén, en su afán de alejarlo de la<br />

herejía origenista. En el ambiente monacal, los ánimos estaban muy exaltados por las<br />

acusaciones hechas a San Jerónimo a propósito de la traducción de dicha carta, en la que el<br />

Papa reprendía al obispo por aceptar esta doctrina que se caracterizaba por el abuso del método<br />

alegórico en la interpretación de la Biblia. Esta herejía fue cometida por el exegeta, teólogo y<br />

apologista Orígenes (185-254), considerado hereje por la autoridad eclesiástica, como asimismo<br />

todos sus seguidores. Toda esta situación explica la decisión tomada por San Jerónimo de<br />

escribir la controvertida carta “Ad Pammachium de optimo genere interpretandi” (carta No 57,<br />

en Cartas de San Jerónimo). Cabe decir que sus Cartas, importantes por el fondo y por la<br />

forma, nos presentan la visión que este testigo excepcional tuvo de la historia de la Iglesia y del<br />

Imperio Romano. Eran apetecidas por sus amigos, por las autoridades de la Iglesia y por sus<br />

enemigos, que no perdían oportunidad para atacarlo. No debe olvidarse que era el momento<br />

histórico en que el cristianismo transformaba el alma de la antigüedad, concediéndole la<br />

perspectiva cristiana. A pesar de que estas Cartas iban dirigidas a una sola persona, en el<br />

fondo lo estaban a toda la Iglesia --lo que era propio del género epistolar antiguo y, por lo<br />

mismo, tenían un valor de difusión muy grande. Con ellas, San Jerónimo se convierte en uno de<br />

los grandes maestros de la dirección espiritual de su tiempo y de los tiempos venideros, sobre<br />

todo de la Edad Media, influyendo en la vida monástica de aquel entonces. Los monjes no se<br />

cansaban de copiar y de recopilar sus cartas y, a veces, se permitían hacerles algunas<br />

alteraciones para acomodarlas a la lección espiritual de los conventos.


El primer objetivo que persiguió San Jerónimo con esta carta fue<br />

defenderse ante Pamaquio de los delitos de que se te acusaba y el segundo, de<br />

someter a su consideración la versión que le hiciera a Eusebio de Cremona para<br />

que Pamaquio juzgara personalmente las falsedades emitidas en su contra.<br />

Dado el contenido general y el tono de la carta, es de suponer que San Jerónimo<br />

no la escribió con el ánimo de teorizar explícitamente acerca del problema de la<br />

traducción, sino para fundamentar su defensa. Sin embargo, en general, se la<br />

considera como una especie de Ars Poética con respecto a la traducción, porque<br />

hay una presentación y una declaración implícita de principios del saber<br />

traductológico. El traductor de las Cartas de San Jerónimo, en un comentario<br />

inicial a la carta 57, afirma que en ella, San Jerónimo nos dice<br />

fundamentalmente que “ el intérprete (o sea el traductor) ha de reproducir<br />

antes bien el pensamiento que las palabras del autor, y más adelante, que San<br />

Jerónimo “pasa a probar su tesis de la libertad del traductor con citas y pasajes<br />

de la Divina Escritura”.<br />

La carta tiene trece partes que, en forma sucesiva, se refieren, entre otros:<br />

al motivo que tuvo San Jerónimo para escribirla. Fue acusado de<br />

ignorante o de mentiroso por no haber sabido o no haber “querido traducir<br />

exactamente una carta ajena” (op. cit.:486);<br />

a una relación de los hechos desde su perspectiva. Explica que tanto el<br />

prestigio personal del Papa Epifanio como la elegancia de su estilo hicieron<br />

famosa la carta de la cual, para comprender mejor su contenido, Eusebio de<br />

Cremona le pidió explicaciones adicionales cuando fuera necesario. Lo que San<br />

Jerónimo hizo fue llamar a un escribiente y dictarle aprisa la versión solicitada,<br />

anotando en resumen, al margen, el sentido de lo que contenía cada párrafo<br />

para cumplir con la petición del monje, y que fue lo que provocó la acusación.<br />

Se le inculpó de falsario, de no haber expresado palabra por palabra y de haber<br />

introducido algunos cambios. Por ejemplo, de utilizar “honorable” en vez de<br />

“carísimo” y de suprimir el superlativo “reverendísimo”. En esto consistieron los<br />

“delitos” de los que se le acusaba, los que cometió, según sus palabras, “con<br />

malignidad de intérprete” (op. cit. :486) pues, según él afirmaba, el que traduce<br />

puede apartarse a veces del original;<br />

a una defensa basada en principios morales. Lo acusaban del “delito” de no<br />

haber querido traducir literalmente una carta ajena, en circunstancias de que<br />

esas mismas personas habían extraído la carta traducida por él, lo que sí<br />

significaba cometer un delito, el de robar un documento ajeno. Si San Jerónimo<br />

los hubiera delatado ante los tribunales de los gobernadores, se les hubiera<br />

aplicado el rigor de la ley que “establece castigos aun para los delatores en<br />

favor del fisco” (op. cit. :488). Los argumentos a que apela San Jerónimo en esta<br />

parte son de estricta sabiduría, ya que hace ver que hay diferentes tipos de<br />

faltas y diferentes grados dentro de cada una de ellas; a la ira que lo embarga<br />

por la situación que se ha desatado a causa de las acusaciones. Si se hubiera<br />

equivocado en algo, no por ello se lo iba a acusar ya que sus detractores, al<br />

inculparlo, se acusaban así mismos de


un delito peor: “más feo crimen confiesas contra ti mismo al acusarme que el<br />

que a mí me achacas” (op. cit. :488);<br />

a la defensa de su traducción propiamente tal. El siguiente pasaje de la<br />

carta se refiere en forma suficientemente clara a la manera cómo San Jerónimo<br />

entiende tanto la traducción de textos religiosos como la de los no religiosos:<br />

“Hasta aquí he hablado como si hubiera yo mudado algo en la carta de marras<br />

y la sencilla traslación pudiera tener error, que sería en todo caso, error y no<br />

delito. Pero la verdad es que la misma carta demuestra que nada se ha<br />

cambiado del sentido, no se ha añadido cosa alguna ni se ha inventado doctrina<br />

de ningún género; con lo que se ve que esos señores, a fuerza de entender, no<br />

entienden jota (TERENT. Andr. pról. 17), y al querer argüir la ajena ignorancia<br />

delatan la propia. Porque yo no solamente confieso, sino que proclamo en alta<br />

voz que, aparte las Sagradas Escrituras, en que aun el orden de las palabras<br />

encierra misterio, en la traducción de los griegos no expreso palabra de<br />

palabra, sino sentido de sentido” (op. cit. :490). En estas líneas cruciales de su<br />

carta, San Jerónimo manifiesta claramente que lo que le importa es conservar<br />

el sentido del original aunque acepta que el traductor se aparte a veces de él,<br />

motivado por las características propias del genio de la lengua de partida, que<br />

no siempre corresponden a las de la lengua de llegada. Afirma que desde joven<br />

jamás tendió a trasladar las palabras sino las sentencias y que son<br />

innumerables los ejemplos de todos los que han traducido según el sentido. Le<br />

basta con citar a Hilario, quien tradujo, del griego al latín, las homilías sobre<br />

Job y numerosos tratados sobre los salmos. Hilario no se ciñó a la letra sino que<br />

traspuso “cautivo el sentido a su propia lengua” (op. cit.: 493). Esto mismo<br />

hicieron en la interpretación de los libros sagrados, los Setenta, los<br />

evangelistas y los apóstoles. Con lo cual podemos inferir que, a pesar de que<br />

San Jerónimo proclama “en alta voz” que hace diferencia entre la traducción de<br />

las Sagradas Escrituras y la de los griegos (o sea la traducción de textos que<br />

aunque en ocasiones puedan referirse a temas religiosos no contienen en sí la<br />

palabra divina), lo fundamental para él es conservar el sentido del texto<br />

original 8 , o, empleando sus palabras, expresar “sentido de sentido”.<br />

(8) Basa sus declaraciones en las palabras de Cicerón que se referían a la manera cómo<br />

éste tradujo los discursos de Esquines y Demóstenes, es decir, como orador, esforzándose en<br />

conservar las ideas, el enlazamiento del contenido, las formas y las figuras, con el fin de<br />

mantener la propiedad y la fuerza de todas las palabras, en un lenguaje familiar a los<br />

receptores. En otras palabras, respetando el genio de la lengua original y el de la lengua<br />

terminal. Esta postura de Cicerón fue seguida religiosamente por San Jerónimo, quien no<br />

considera necesario en esa parte de la epístola 57 entrar en detalles acerca de los cambios,<br />

cortes y adiciones que Cicerón introdujo en la traducción de los mencionados discursos para<br />

reproducir en un excelente latín la elegancia de las figuras, el donaire del estilo y la fidelidad al<br />

sentido del texto griego. San Jerónimo refuerza, en esta misma epístola, la idea de Cicerón de<br />

privilegiar las ideas ante la forma, con la cita en que Horacio aconseja al intérprete inteligente<br />

que no vierta palabra por palabra. Según San Jerónimo, lo que algunos llaman fidelidad de la<br />

traducción, los doctos lo llaman mal gusto. Así se explica que San Jerónimo, inspirado en<br />

Cicerón y en Horacio, haya dicho, citándose a sí mismo en el prefacio de la crónica de Eusebio:


a numerosos pasajes bíblicos a través de los cuales demuestra cómo en la<br />

interpretación de las Escrituras, los apóstoles y evañgelistas no buscaron tanto<br />

las palabras cuanto el sentido, ni se preocuparon gran cosa de la construcción<br />

ni de los términos, siempre que la inteligencia del fondo quedara patente.<br />

Propone varios problemas a sus acusadores, diciéndoles que se percaten de que<br />

en las Escrituras no hay tanto que mirar a las palabras cuanto al sentido. En<br />

forma convincente, analiza diversos pasajes de las Escrituras, citando tanto la<br />

versión de los Setenta como su propia versión latina de la Biblia, aceptada por<br />

la Iglesia de Roma y conocida como la Vulgata, y también lo que dice<br />

exactamente el original hebreo, con el fin de demostrar las alteraciones, los<br />

cortes, las adiciones y numerosos hebraísmos que los Setenta introdujeron en<br />

las Escrituras, de modo tal que mal pueden condenarlo al destierro porque con<br />

la rapidez del dictado de la carta de Epifanio pudo haber omitido<br />

involuntariamente algunas palabras. Lo hace no para tratar de falsarios a los<br />

Setenta o a los evangelistas, sino para utilizar un elemento de convicción<br />

contra los que lo reprenden de ignorante.<br />

Termina la carta sometiéndole a Pamaquio algunos párrafos de la carta en<br />

griego y la traducción hecha por él, para que este último se percate de la<br />

impertinencia de las acusaciones de que es objeto.<br />

El problema suscitado por la traducción de San Jerónimo nos lleva a<br />

pensar que, al menos en la traducción de los textos sagrados, los traductores de<br />

esa época seguían severas normas de traducción que exigían un apego riguroso<br />

a los aspectos formales de la lengua, normas que San Jerónimo obviamente no<br />

siguió porque estaba convencido de que su perspectiva era la correcta. Como se<br />

vio en el pasaje de la carta que contiene su declaración de principios sobre el<br />

quehacer traductológico, estos consistían en no expresar palabra por palabra<br />

sino en expresar el sentido del original. Este punto de vista que San Jerónimo<br />

estaba resuelto a defender contradecía la norma que había que cumplir y era,<br />

por lo tanto, considerado un delito.<br />

“Difícil cosa es que quien va siguiendo las rayas ajenas, no se salga en algún punto de ellas, y<br />

dura tarea que lo bien dicho en una lengua conserve la misma donosura en la traslación. Ahí<br />

tenemos algo que está expresado por la propiedad de una sola palabra. No tengo a mano otra<br />

mía para significar lo mismo, y al buscar rellenar el sentido, con un largo rodeo, apenas si ando<br />

unos pasos de camino. Añádanse las tortuosidades del hipérbaton, las diferencias de casos, las<br />

variedades de las figuras, y, por último, aquel genio propio y, como si dijéramos, casero de cada<br />

lengua. Si traduzco a la letra, suena mal; si, por necesidad, cambio algo en el orden del<br />

discurso, parecerá que me salgo de mi oficio de intérprete” (op. cit.: 491). Parafraseando a San<br />

Jerónimo, podemos decir que, por un lado, al hacer una traducción es fácil alejarse del original<br />

ya que no deben traducirse las palabras y que, por otro, es difícil traducir el estilo ya que cada<br />

lengua tiene su propio genio, y todo esto porque se privilegiaba la traducción literal que hacían<br />

los intérpretes. San Jerónimo agrega más adelante: “Si alguien cree que con la traslación no<br />

sufre la gracia y donaire de la lengua, traduzca a Homero palabra por palabra al latín; y aún<br />

diré más: interprételo en su misma lengua en prosa, y verá el ridículo estilo que resulta: el más<br />

elocuente de los poetas apenas si acertará a hablar” (op. cit.: 491 -492).


Podemos concluir en esta parte que, a pesar de la salvedad que San<br />

Jerónimo hace con respecto a la traducción de tipo religioso, aduciendo el<br />

misterio que encierran estos textos, nos dejó una regla de oro, compartida por<br />

Cicerón y por Horacio, y que consiste en conservar el sentido de original<br />

En esta misma línea de pensamiento, García Yebra nos dice que el filósofo<br />

judío cordobés Maimónides (1135—1204) expresa conceptos acerca de la<br />

traducción sobre la base de la experiencia acumulada por traductores árabes y<br />

judíos en esta actividad “que parecen escritos por algún teórico de nuestros<br />

días: “Quien quiere traducir de una lengua a otra, y se dispone a verter siempre<br />

una palabra determinada por otra palabra que le corresponda, pasará muchos<br />

trabajos y dará una traducción incierta y confusa. Este método no es bueno: el<br />

traductor debe, ante todo, comprender el desarrollo del pensamiento, y luego<br />

exponerlo y referirlo de manera que el mismo pensamiento resulte claro y<br />

comprensible en la otra lengua. Para llegar a esto, es preciso cambiar a veces<br />

toda la estructura de lo que precede o sigue, traduciendo un solo término por<br />

varias palabras y varias palabras por una sola, dejando a un lado algunas<br />

expresiones y añadiendo otras, hasta que el desarrollo del pensamiento esté<br />

perfectamente claro y ordenado, y la expresión misma llegue a ser<br />

comprensible como si fuese típica de la lengua a que se traduce” (García Yebra<br />

1983: 314—315).<br />

Pero ni San Jerónimo ni sus dos maestros elaboraron preceptos sobre la<br />

traducción de la manera como lo hizo Etienne Dolet (1509—1 546), a quien<br />

hemos incorporado como el segundo representante de la etapa normativa por<br />

las cinco reglas que escribió sobre cómo traducir correctamente de una lengua a<br />

otra.<br />

Dolet está inmerso en una época histórica en que la traducción conoció un<br />

auge insospechado, sobre todo por el advenimiento de la manifestación escrita<br />

que se impuso a cualquier tipo de manifestación oral, a raíz de la invención de<br />

la imprenta. Durante este período, los términos “traducir”, “traducción” y<br />

“traductor” —estos dos últimos acuñados por Dolet en 1540— reemplazaron a<br />


nuevas literaturas<br />

En el Renacimiento, a las traducciones hechas por los que defendían la<br />

traducción libre se las llamó las “bellas infieles”, las que se pusieron de moda<br />

en el siglo siguiente. Esta manera de traducir ha sido ampliamente tratada por<br />

diversos autores. Al respecto, Larose aplica este término como sinónimo de<br />

traducción libre, que es una de las dos maneras de traducir que han existido a<br />

lo largo de toda la historia como “polos conflictivos”, y que han determinado la<br />

forma de cómo traducir tanto los textos religiosos como los literarios (op. cit.: 4<br />

y sgtes.).<br />

Dolet 9 es considerado, en general, el primer gran teórico de la traducción<br />

por haber formulado la “primera teoría de la traducción” (Larose.. op. cit.: 6), y<br />

en nuestro estudio se le considera como uno de los autores más representativos<br />

de la etapa normativa.<br />

Diez años después que Lutero, Dolet publicó lo que en estos días<br />

llamaríamos un artículo, con el nombre de “Cómo se traduce bien de una<br />

lengua a otra”’ 10 que contiene consideraciones normativas no rebatidas<br />

(9) Conocido por su mal carácter y su impulsividad, pero también por su gran<br />

inteligencia, cultura y amor a la verdad. Originario de Orléans, con el mismo heroísmo que<br />

Juana de Arco, se lanzó a las letras y a traducir desde muy joven, lo que en esa época de<br />

querellas de todo tipo era una empresa altamente peligrosa.<br />

(10) “LA MANERA DE TRADUCIR BIEN DE UNA LENGUA A OTRA.<br />

La manera de traducir bien de una lengua a otra requiere principalmente cinco cosas. En<br />

primer lugar, es necesario que el traductor entienda a perfección el sentido y la materia del<br />

autor al cual traduce, pues con este entendimiento nunca será oscuro en su traducción: y si el<br />

autor al que traduce no es en modo alguno escabroso podrá hacerlo fácil y completamente<br />

inteligible. Y de esto te puedo dar un ejemplo bien familiar. En el primer libro de las cuestiones<br />

Tusculanas de Cicerón hay cierto pasaje latino: Aimum autem animan’ etiam fere nostrí<br />

declarant nominan; nam et egere aiman, et effiare dicimus: et animosos, et bene animatos: et<br />

ex animi sententia. ¡pse autem animus ab anima dictus est. Al traducir esta obra de Cicerón he<br />

procedido como sigue: En cuanto a la diferencia (digo yo) entre estas expresiones animus y<br />

anima, no es necesario detenerse: ya que las maneras de hablar latinas que se deducen de estas<br />

dos palabras nos dan a entender que significan casi la misma cosa. Y es cierto que animus se<br />

dice de anima y que anima es el órgano de animus, como si dijeras que la virtud y los<br />

instrumentos vitales son el origen del espíritu: y este espíritu es un efecto de dicha virtud vital.<br />

Dime, tú que entiendes el latín, ¿sería posible traducir bien este pasaje sin un profundo<br />

conocimiento de Cicerón? Sabes pues que es preciso y necesario para todo traductor que<br />

entienda a perfección el sentido del autor al que traduce de una lengua a otra. Y sin eso no<br />

puede traducir con seguridad ni fielmente.<br />

La segunda cosa que se requiere para la traducción es que el traductor tenga un<br />

conocimiento perfecto de la lengua del autor al que traduce y que domine con paralela<br />

excelencia la lengua a la cual se pone a traducir. Pues, de esta manera no violará ni disminuirá<br />

la dignidad de una ni de otra lengua. ¿Crees que si un hombre no es perfecto en las lenguas<br />

latinas y francesas podría traducir bien al francés una obra de Cicerón? Entiende que cada<br />

lengua tiene sus propiedades, giros propios, locuciones, sutilezas o ímpetus que les son<br />

peculiares. Si el traductor los ignora perjudica al autor al que traduce y también a la lengua a<br />

la que lo vierte; pues no representa ni expresa la dignidad y la riqueza de estas dos lenguas que<br />

maneja.


El tercer punto consiste en que, al traducir, no hay que esclavizarse en<br />

hacerlo palabra por palabra. Y si alguien lo hace procede con pobreza y falta de<br />

espíritu. Pues, si tiene las cualidades arriba mencionadas (que le son<br />

necesarias para ser buen traductor, no se fijará en el orden de las palabras,<br />

sino que se detendrá en las frases y obrará de manera tal que se exprese la<br />

intención del autor, guardando con sumo cuidado la propiedad de ambas<br />

lenguas. Y en consecuencia, es superstición demasiado grande (¿diría yo<br />

tontería o ignorancia?) comenzar la traducción con el comienzo de la cláusula.<br />

Pero si, invirtiendo el orden de las palabras, expresas la intención del que<br />

traduce, nadie te podrá reprender. No quiero callar aquí la locura de algunos<br />

traductores que, en vez de a la libertad, se someten a la servidumbre. Es de<br />

saber que son tan tontos que se esfuerzan en traducir línea por línea o verso<br />

por verso, error por el cual alteran a menudo el sentido del autor al que<br />

traducen, y no expresan la gracia y la perfección ni de una ni de otra lengua. Te<br />

guardarás con cuidado de este vicio que no muestra otra cosa que la ignorancia<br />

del traductor.<br />

La cuarta regla que quiero dar aquí ha de observarse más que en otras<br />

lenguas aún no constituidas en arte. Llamo lenguas aun no constituidas en arte<br />

certero y aceptado como la francesa, la italiana, la española, la de Alemania, de<br />

Inglaterra y de otras lenguas vulgares. Si sucede, pues, que traduces algún<br />

libro latino a una de ellas, o aún a la francesa, tienes que cuidarte de no<br />

usurpar palabras que se aproximen demasiado al latín y poco usadas en el<br />

pasado: al contrario, conténtate con lo común sin crear giros nuevos de manera<br />

loca y por una novedad reprochable. No sigas lo que hacen algunos: pues su<br />

arrogancia no vale nada y no es tolerable entre la gente erudita. No por eso<br />

entiendas que digo que el traductor se abstenga por completo del uso de<br />

palabras que están fuera del uso común; pues se sabe bien que la lengua griega<br />

o la latina superan tanto a la francesa en riqueza de locuciones, que ésta a<br />

menudo nos obliga a usar palabras poco frecuentes. Pero esto se debe hacer en<br />

caso de extrema necesidad. Sé bien, además, que algunos podrían decir que la<br />

mejor parte de las locuciones de la lengua francesa deriva del latín, y que a<br />

nuestros predecesores incumbía la autoridad de ponerlas en uso, pudiendo los<br />

modernos y los sucesores hacer otro tanto. Todo esto puede discutirse entre<br />

parlanchines: pero lo mejor es seguir el uso común. En mi Orateur Francoys<br />

trataré este punto más ampliamente y con más ejemplos.<br />

Veamos ahora la quinta regla que debe observar un buen traductor. Esta<br />

es de un valor tan grande que sin ella toda composición resulta pesada y poco<br />

grata. Pero, ¿en qué consiste? Nada más que en la observancia de los “números<br />

oratorios”: a saber, una unión y combinación de las locuciones con una suavidad<br />

tal que no sólo el alma se satisfaga con ellas, sino también el oído se encante y<br />

nunca se canse con tal armonía de la lengua: de estos “números oratorios”,<br />

hablo más detenidamente en mi orador: por eso no haré mayor discurso sobre<br />

ellos aquí. Y de nuevo advierto al traductor que preste cuidado: pues sin la<br />

observancia de los “números” es difícil destacarse en no importa qué tipo de<br />

composición, y sin ellos las composiciones no pueden ser graves ni tener su peso<br />

requerido y legítimo. Pues, ¿crees que será suficiente tener la dicción adecuada


y elegante sin un buen enlace en las palabras? Te advierto que sería la misma<br />

cosa que un montón de diversas piedras preciosas mal colocadas: no pueden<br />

tener su brillo a causa de una colocación impropia. O equivale a diversos<br />

instrumentos musicales mal tocados por los músicos ignorantes del arte y poco<br />

conocedores de los tonos y las medidas de la música. En suma, vale poco el<br />

esplendor de las palabras si el orden y la colocación de las mismas no es el que<br />

corresponde. En este respecto antaño se estimó sobre todo a Isócrates, orador<br />

griego: e igualmente a Demóstenes. Entre los latinos, Marco Tulio Cicerón fue<br />

el gran observante de los “números”. Pero no pienses que esto se deba observar<br />

más por los oradores que por los historiadores. Y puesto que es así, no hallarás<br />

a César y a Salustio menos atentos a los “números”. De ahí la conclusión al<br />

respecto: sin una cuidadosa observancia de los “números” un autor no es nada:<br />

y con ella no debe fallar en tener impactos de elocuencia, si a la vez es apto en<br />

dicción, grave ni siquiera en nuestros tiempos. Etienne Dolet tradujo a Platón y<br />

cometió dos contrasentidos, interpretando lo contrario de aquello que había<br />

querido decir este autor, con lo cual, según sus detractores, puso en duda la<br />

inmortalidad del alma y se lo consideró un hereje. Lo quemaron vivo en la<br />

plaza Maubert, en París, en 1546.<br />

Su declaración acerca de las normas que debe seguir un traductor para<br />

traducir en forma correcta de una a otra lengua lo hizo merecedor del respeto<br />

de todos los traductores posteriores, manteniendo su vigencia hasta nuestros<br />

días.<br />

Su actitud normativa se puede resumir de la siguiente manera: para poder<br />

realizar una buena traducción, el traductor debe entender perfectamente el<br />

sentido y conocer la materia de la cual se trata, siendo fiel a la intención del<br />

autor y respetando el genio de la lengua a la cual traduce; lo que se logra con el<br />

conocimiento de ambas lenguas que debe manejar en forma perfecta.<br />

Si analizamos uno por uno sus preceptos, veremos que no descuida ningún<br />

aspecto de los que tradicionalmente se consideran fundamentales en la<br />

actividad traductora: el contenido del texto, el dominio de la lengua del<br />

original, la cabal comprensión del sentido del texto original para poder verterlo<br />

de la manera más fiel posible respetando la propiedad de la lengua original y<br />

sobre todo la de la traducción cuyo estilo hay que respetar, a la manera de los<br />

clásicos.


Si bien el mérito de Dolet es, ya en esos tiempos, haber establecido una<br />

jerarquía coherente entre los preceptos necesarios para traducir correctamente<br />

y haber elaborado un documento suficientemente claro y explícitamente<br />

destinado a normar respecto a la traducción, es necesario decir que no se<br />

pronunció con respecto al receptor o al usuario de la traducción. Quien se<br />

preocupa especialmente de este aspecto es Martín Lutero (1483—1 546),<br />

reformador religioso que tradujo la Biblia al alemán 11 Según Müschen y<br />

Bieregel (1983:142): “El deseo de verter esta obra en las oraciones y sutil en<br />

argumentos. Estas son las cualidades de un orador perfecto y colmado en<br />

verdad de toda la gloria de la elocuencia” (Traducción en Casares, A. y Morris,<br />

M., 1986: 250 a 257).<br />

(11) Proveniente de una pobre familia de mineros, llegó a ser un brillante alumno de<br />

jurisprudencia, de Teología y posteriormente, monje del convento agustino de Erfurt. Su gran<br />

inquietud intelectual lo condujo a ejercer la cátedra de Filosofía en la Un ¡versidad de Erfurt,<br />

una de las más importantes de Alemania. A través de estos estudios, aprendió muy bien el<br />

latín, el griego, el hebreo y otras lenguas, lo que sería fundamental para la tarea de poner la<br />

Biblia al alcance de la gente sencilla del pueblo que no sólo no comprendía el griego ni el latín,<br />

sino que utilizaba, además, un alemán lleno de metáforas y de símbolos de la vida diaria.<br />

Creyéndose condenado, persiguió durante muchos años la paz y la salvación, a través del ayuno<br />

y de la oración. Empezó a enseñar sus ideas en 1515, que fue cuando le dio forma definitiva a<br />

su planteamiento religioso: la salvación se logra sólo y únicamente por la fe. Dos años más<br />

tarde, se opuso públicamente a la venta de indulgencias emprendida por León X, lo que le valió<br />

la excomunión. Quemó públicamente la Bula en Wittenberg, por lo que fue desterrado por<br />

Carlos V. Se refugió durante diez meses


en un lenguaje que todos sus compatriotas pudieran comprender y leer con<br />

interés y alegría surgió de su concepción religiosa de que el ser humano puede<br />

acercarse al conocimiento de Dios en sus momentos de recogimiento, sin<br />

necesidad de un intermediario.<br />

Esta intención de Lutero obedeció al hecho de que las traducciones de la<br />

Biblia que hasta ese momento existían —17 en total— divulgadas ya por el arte<br />

de imprimir, habían sido traducidas ateniéndose a la letra y no al espíritu de<br />

su contenido y, además, vertidas a un lenguaje culto, difícil de comprender para<br />

las personas sin educación formal.<br />

Es de todos conocida la terrible crisis político-religiosa que provocó en<br />

Alemania la crítica abierta de Lutero a ciertas prácticas de la Iglesia. Dado su<br />

carácter profundamente religioso y su interpretación demasiado severa de la<br />

moral cristiana, no podía retractarse de lo que ya había dicho. (...) Si las<br />

traducciones anteriores se habían hecho de la versión latina, la comúnmente<br />

llamada ‘vulgata’ , ésta sería la primera vez que un traductor alemán se<br />

basaría en los textos griego y hebreo para acercarse en forma más fiel al<br />

mensaje religioso original” (1983:142). La traducción de la Biblia hecha por<br />

Lutero tiene el mérito tanto de mostrar la sensibilidad y fantasía con que el<br />

autor se compenetró a cabalidad de la mentalidad y del sentir de la gente<br />

humilde para poder ofrecerles una versión a su alcance, en un lenguaje vivo,<br />

real, como, además, de haberse convertido en libro de cabecera de la mayor<br />

parte de los hogares alemanes. La primera versión del Nuevo Testamento que<br />

Lutero publicó fue en 1522; en 1534 salió su traducción del Nuevo y del Antiguo<br />

Testamento. En vida, salieron diez ediciones de su obra, cuya última<br />

publicación fue en 1546, un año después de su muerte.<br />

Como traductor, siguió un principio al cual adhería profundamente;<br />

afirmaba que “hay que fijarse en el habla de la madre en el hogar y del hombre<br />

vulgar en el mercado”. En su obra Sendbrief vom Dolmetschen, traducida por<br />

Müschen y Bieregel como Mensaje sobre la traducción, ilustra, en forma muy<br />

clara, los problemas que enfrenta todo traductor cuando debe elegir tanto el<br />

vocabulario como el estilo, que fue lo que determinó su forma de traducir.<br />

Algunos eruditos no lo comprendieron y afirmaron que él había tratado el texto<br />

original en forma errónea. Con respecto a esto, formula un principio básico que<br />

se refiere fundamentalmente a que el sentido de un texto no está al servicio de<br />

las palabras ni tampoco les<br />

en el castillo de Wart burg en donde comprendió la traducción del Nuevo Testamento al alemán. Este<br />

trabado tuvo además de una gran importancia religiosa, una de tipo literario. Al inspirarse en la fría<br />

lengua oficial y en el alemán popular - lengua rica y pintoresca- le dio a este idioma su primera obra<br />

literaria.<br />

Después de Wartburg llevó una vida retirada, sin dejar de luchar fervientemente y día a día por la difícil<br />

puesta en práctica dc su ideal religioso, que era la justificación por la fe. Por todas las obras que escribió,<br />

el papel desempeñado por Lutero es relevante en la historia de la cultura occidental y, en especial, como<br />

se ha dicho, en el desarrollo del idioma alemán. Sus innumerables obras muestran un talento creador en<br />

el aspecto lingüístico, además de sus dones místicos y literarios, por lo cual se le conoce como el creador o<br />

el reformador de la lengua alemana culta moderna.


obedece sino que son las palabras las que obedecen al sentido y están a su<br />

servicio. Según Lutero, aunque a veces el traductor está obligado a alejarse de<br />

la letra del texto original, lo más importante es reproducir exacta y totalmente<br />

el sentido del original, evitando la dependencia esclavizante de la palabra<br />

aislada.<br />

Entre las numerosas repercusiones de la Biblia traducida por Lutero se<br />

encuentra el enriquecimiento del vocabulario utilizado por las personas del<br />

pueblo alemán. En su obra, Lutero defiende su manera de traducir la Biblia<br />

aunque se la considere una traducción alejada del original.<br />

La tesis de Lutero con respecto a la traducción consistía especialmente en<br />

comprender totalmente el mensaje y en verterlo al lenguaje común como lo<br />

diría una persona del pueblo. “Su postura en cuanto al método de traducir<br />

representa, en relacion con la de Wyle (humanista alemán que desarrolló en la<br />

segunda mitad del siglo XV una especie de teoría de la traducción de carácter<br />

muy litera9, un progreso de siglos. Llama sobre todo la atención la absoluta<br />

primacía que Lutero concede al alemán como lengua meta frente al hebreo,<br />

griego o latín como lenguas originales. Entre la actitud de San Jerónimo (...) 3 y<br />

la de Lutero como traductor bíblico y teórico de la traducción hay, en algún<br />

sentido, una distancia enorme. Lutero adoptó ya, en principio, la postura que<br />

hoy mantienen los más modernos traductores de la Biblia, guiados en gran<br />

parte por E.A. Nida. El haberse adelantado a ellos en cerca de cuatrocientos<br />

cincuenta años, sin antecesor conocido, fue culturalmente una verdadera<br />

hazaña (“Friedrich Schleiermacher sobre los diferentes métodos de traducir”,<br />

traducción de García Yebra, en Revista Filología Moderna 63—64, 1978, p.<br />

376—377).<br />

Se podría concluir que lo importante para él era lograr que el receptor<br />

captara el mensaje a través de una lengua que pudiera fácilmente comprender.<br />

Centra entonces toda la atención en el receptor del mensaje con lo cual, sin<br />

saberlo, incursiona en la teoría de la comunicación, prestando importancia a<br />

uno de los elementos del acto comunicativo al que últimamente se le está<br />

concediendo mayor importancia.<br />

3.1.2. Etapa descriptiva<br />

De acuerdo con lo expresado en la fundamentación de la etapa descriptiva<br />

que se caracteriza porque a partir de una metodología inductiva se describen y<br />

clasifican los fenómenos para detectar sus regularidades, proponemos<br />

considerar á Juan Luis Vives 12 como el primer represen-<br />

(12) Este humanista y filósofo español (1492—1540) cursó sus estudios en París y Lovaina y<br />

fue catedrático en Oxford. Su obra, casi toda escrita en latín, contiene ideas precursoras en<br />

Psicología, pedagogía, teoría del lenguaje y teoría de la traducción. Vivió en pleno<br />

Renacimiento, época en la cual “comenzaron a difundirse obras en su lengua original y en<br />

traducciones. Al papel de vehículo de ideas de la traducción se añade ahora una función<br />

linguística en las lenguas modernas. ‘Las traduccion es no sólo convienen,’ declara Luis Vives en<br />

1532, ‘sino que son de primera necesidad, así para todas las disciplinas y las artes todas, como<br />

para todas las circunstancias de la vida’ “ (Puccia. relli op. cit.: 23).


tante de esta etapa por su clasificación de diferentes tipos de traducciones que<br />

corresponden a tipos de textos diferentes. Según Coseriu: “Vives se sitúa en el<br />

comienzo de la teoría moderna de la traducción (...). porque plantea el problema<br />

del traducir en un sentido nuevo y, precisamente, propio de la teoría moderna,<br />

al considerar el traducir como actividad diferenciada según los textos que se<br />

traduzcan y al oponerse, con ello, al ideal abstracto de traducción” (Coseriu<br />

1977a:102). A nuestro juicio, el mérito de Juan Luis Vives radica en haber<br />

postulado antes que Schlciermacher y los teóricos contemporáneos diferentes<br />

tipos de traducción, con lo cual se adelanta considerablemente en el tiempo a<br />

los teóricos descriptivos y explicativos del presente siglo.<br />

La teoría de Vives es “muy probablemente la primera que no se limita a la<br />

formulación de normas y principios generales del traducir o a la justificación de<br />

una determinada práctica de la traducción, sino que señala, postula y persigue<br />

una diferenciación fundada en la problemática de la traducción y, con ello, de la<br />

práctica del traducir. Se trata, precisamente, de una diferenciación cuyo<br />

fundamento reside en la esencia misma del traducir y que, en la historia de la<br />

teoría de la traducción, sólo mucho más tarde —a saber, en el romanticismo<br />

alemán — vuelve a ser argumentada en el sentido de Vives C..D” (op. cit.:86—<br />

87).<br />

“El verdadero punto de partida de Vives, y el fundamento de sus<br />

consideraciones, C.D es la distinción C. ..D entre tres tipos de traducciones que,<br />

por un lado, corresponden a tipos objetivamente comprobables y a posibilidades<br />

ideales del traducir y, por otro lado, representan modos de esta actividad<br />

condicionados por su finalidad y que pueden ser apropiados o inapropiados,<br />

según el tipo de texto que haya que traducir.<br />

Estos tres tipos son:<br />

(a) las traducciones en las que sólo se atiende al “sentido” del texto<br />

original;<br />

(b) aquellas en las que sólo se toma en cuenta ‘la forma>’, la expresión<br />

como tal, y<br />

(c) aquellas en que se atiende tanto al sentido como a la expresión.<br />

Pero, al mismo tiempo, como se evidencia más adelante, se trata también<br />

de tres tipos diferentes de textos, que ya de por sí exigen un tipo determinado<br />

de traducción:<br />

(a) textos en los que el qué de lo dicho predomina y, por lo tanto, es<br />

también lo que importa en la traducción;<br />

(b) textos en los que el cómo de lo dicho es especialmente importante y<br />

debe mantenerse, y<br />

(c) textos en los que también el cómo pertenece, precisamente, al qué<br />

de lo dicho y debe, por consiguiente, mantenerse al traducir si se quiere<br />

conservar el ‘‘sentido del texto (“sensu servato”) (op. cit. :89 -90).<br />

Vives coincide con Cicerón, Dolet, Lutero y San Jerónimo en la<br />

importancia de mantener en la traducción el sentido del texto original pero su<br />

originalidad consiste en que justamente esta necesidad de mantener el sentido


exige diferentes maneras de traducir. Más aún, al igual que Dolet, Vives<br />

postula que hay que conocer no sólo los idiomas y los lenguajes técnicos, sino<br />

también la materia tratada en los textos. “Para poder rendir correctamente el<br />

sentido de un texto, no es suficiente el conocimiento de las lenguas<br />

correspondientes; hay que estar familiarizados también con las cosas”, es decir,<br />

con la materia o especialidad (ars) tratada en el texto, y conocer los<br />

correspondientes lenguajes técnicos (terminologías) e incluso, el uso lingüístico<br />

especial del autor del original. Muchas traducciones erróneas se originan<br />

precisamente, no sólo por el conocimiento defectuoso de las lenguas como tales,<br />

sino también, y sobre todo, por el desconocimiento de las materias tratadas y de<br />

las correspondientes expresiones técnicas” (op. cit.:94). También son válidos sus<br />

principios con respecto a todos los casos que se presentan en la traducción de<br />

los nombres propios, lo que desarrolla en su obra en forma bastante detallada.<br />

Vives coincide también con Lutero, entre otras cosas, en cuanto a exigir<br />

del traductor una total familiaridad con el contenido del texto que se quiere<br />

traducir. Para Vives, esta familiaridad equivale también a una íntima<br />

identificación espiritual con el sentido del texto.<br />

La actualidad y pertinencia de sus postulados, respaldados con múltiples<br />

ejemplos, son notables y dignos de ser tomadas en cuenta, tanto por el<br />

traductor profesional como por las escuelas formadoras de traductores. A<br />

Eugenio Coseriu le corresponde, indudablemente, el mérito de haber rescatado,<br />

estudiado y analizado las reflexiones de este eminente humanista valenciano,<br />

de tanto valor para los estudiosos de la traducción 13<br />

Según Coseriu, la teoría más antigua de la traducción, que en parte se<br />

modifica con los postulados de Vives y Schleiermacher, exige que se conserve el<br />

sentido, o sea que exige una “invariación” (conservación) del contenido del<br />

texto. En cambio, lo que Coseriu llama una teoría moderna de la traducción,<br />

iniciada con los postulados de Vives y Schleiermacher, postula la existencia o<br />

necesidad de distintos grados de “invariación” para distintos tipos de textos, de<br />

destinatarios y de momentos históricos. Hasta el siglo XVI, lo corriente era que<br />

se postulara un ideal de traducción, pero un ideal abstracto. En diferente<br />

medida y tono, ya San Jerónimo y Lutero, antes que Vives y Schleiermacher,<br />

comienzan a introducir diferenciaciones en el acto traductor.<br />

En la década del 50 aparece lo que muchos estudiosos de la traducción han<br />

llamado el primer tratado de traductología. Se trata de la obra de Jean-Paul<br />

Vinay y Jean Darbelnet Stylistique comparée du francais et de ¡‘anglais (1958).<br />

Para estos autores, la traducción es una disciplina exacta, con sus problemas y<br />

técnicas particulares, cuyo estudio requiere de la metodología de la lingüística<br />

contemporánea y, por ende, es una disciplina auxiliar de la ciencia lingüística.<br />

Además, la consideran un arte porque traducir implica una elección y “el arte<br />

es esencialmente una li-<br />

(13) Coseriu presenta las ideas de Vives tomando sobre todo en cuenta lo que éste exporte<br />

en su obra De ratione dicendi, libro III, cap 12 “Versiones seu interpretationes”, 1º edición, 1533<br />

(Coseriu op. Cit.:87-88).


e elección” (op. cit.: 23). A continuación, se presentará un análisis crítico de la<br />

obra de estos autores, pioneros en materia de traductología.<br />

Proponen un principio de exploración metódica del texto que se va a<br />

traducir y del texto traducido aplicable a los campos de la traducción que se<br />

exponen a continuación:<br />

La traducción escolar, como procedimiento de adquisición de una lengua<br />

extranjera o más bien como procedimiento de verificación de tal adquisición; en<br />

este tipo de aplicación, el objetivo es traducir para comprender.<br />

La traducción profesional cuyo objetivo es fundamentalmente la<br />

comunicación en términos de hacer conocer a otros lo que está escrito en lengua<br />

extranjera; el objetivo en este caso es hacer comprender.<br />

La investigación lingüística. En esta actividad académica, la comparación<br />

de dos lenguas permite conocer mejor las características y el comportamiento<br />

de cada una de las lenguas en cuestión. Más aún, al estudiar el<br />

comportamiento de dos lenguas comparativamente, se pueden percibir<br />

características de una lengua que no surgirían en un estudio no comparativo.<br />

Según esto, se traduce entonces para observar el funcionamiento dc una lengua<br />

al contrastaría con otra, procedimiento específicamente científico que, según los<br />

autores, es otro argumento más que convierte a la traducción en una disciplina<br />

auxiliar de la lingüística. En esta última aplicación lo que importa no es el<br />

sentido del enunciado en sí sino el modo propio que utiliza cada lengua para<br />

expresar este sentido.<br />

Conviene aclarar que para nosotros los traductores este último no es un<br />

planteamiento que nos satisfaga por cuanto justamente el traductor se ocupa<br />

de trasladar sentidos, que es su principal preocupación. Respaldan nuestra<br />

afirmación los más importantes teóricos de la traducción como San Jerónimo,<br />

Lutero, Vives, Coseriu, Seleskovitch, etc. Con todo, comprendemos el<br />

planeamiento de Vinay y Darbelnet, puesto que no es el de un traductor; ellos<br />

sostienen que “la traducción, no para comprender, ni para hacer comprender,<br />

sino para observar el funcionamiento de una lengua en relación con otra, es un<br />

método de investigación” Todo lo anterior nos confirma nuestra creencia de que<br />

la traducción, en este libro, es esencialmente un medio para llegar a conocer los<br />

fundamentos y las leyes de la estilística comparada.<br />

Vinay y Darbelnet postulan que de esta reflexión de carácter comparativo<br />

puede nacer una teoría de la traducción cuyo fundamento se encuentre tanto en<br />

la estructura lingüística como en la sicología de los hablantes. Esta es la<br />

perspectiva en que se sitúa el libro pues su objetivo no es exponer hechos de<br />

gramática o de vocabulario, lo que correspondería en principio a la adquisición<br />

de lenguas extranjeras —aunque de hecho utilicen ejemplos extraídos del léxico<br />

y de la gramática—, sino examinar cómo funcionan las piezas del sistema<br />

lingüístico para traducir o, en otras palabras, para reproducir la idea expresada<br />

en la otra lengua. Consideramos que uno de los mayores méritos del libro<br />

reside en que los autores hacen hincapié en la importancia de considerar no<br />

solo


el piano lingüístico sino también el plano de los hechos de habla que<br />

intervienen en la traducción. Esta concepción fue revolucionaria en la fecha en<br />

que apareció el libro. Larose (1987) señala que Vinay y Darbelnet marcan, en<br />

Canadá, el nacimiento de la traductología.<br />

En el prefacio del libro, los autores explican la génesis de la obra que se<br />

basa fundamentalmente en los problemas estilísticos que existen al traducir,<br />

provocados, la mayoría de las veces, por la diferente concepción de la realidad<br />

que posee cada grupo étnico y que se refleja en todas la actividades lingüísticas,<br />

sobre todo en la traducción. Definen la traducción como “el paso de la lengua A<br />

a una lengua B para expresar una misma realidad X, paso que habitualmente<br />

se denomina traducción, que se basa en una disciplina particular de carácter<br />

comparativo —la estilística comparada— cuyo objetivo es explicar el<br />

mecanismo de este paso y facilitar su realización a través de un proceso en que<br />

se destacan leyes válidas para las dos lenguas en cuestión” (1958: 20). Es<br />

interesante agregar lo que Bally —inspirador de la obra de Vinay y<br />

Dalbernet— dice al respecto en el sentido de que la estilística debe estudiar los<br />

hechos de expresión sin ánimo de sistematizar ni de determinar sus tendencias<br />

generales con un excesivo rigor.<br />

La definición de traducción dada por Vinay y Darbelnet permite afirmar<br />

que ambos autores, con respecto a otras definiciones, adoptan un enfoque<br />

tradicional (“lo que habitualmente se denomina traducción”) porque consideran<br />

el proceso traductor dentro de lo que se llama traducción interlingüística y<br />

porque destacan que lo que se reproduce o re-ex presa es “una misma realidad<br />

X”, es decir, explícitamente apuntan al hecho de que lo que se reproduce va<br />

más allá de los meros significados lingüísticos. Sin embargo, al mismo tiempo,<br />

creemos que esta definición presenta los inconvenientes de no establecer una<br />

diferencia clara entre lengua y texto y de requerir una aclaración del concepto<br />

“realidad X”. Según nuestro punto de vista, la traducción no siempre es el<br />

traspaso de una misma realidad, pues ésta a veces no existe, como lo<br />

demuestran los múltiples casos de adaptación o de traducción cultural<br />

propuestos por Nida.<br />

Como el nombre del libro bien lo indica, Styistique comparée du francais et<br />

de I’anglais, los autores se embarcan en una comparación del francés y del<br />

inglés, basándose en la estilística comparada, y utilizan la traducción para<br />

inferir hipótesis acerca de la estilística comparada, las que hacen válidas para<br />

todo el proceso, en circunstancias que consideramos que sólo se refieren a la<br />

última etapa del proceso traductor, que es la elección de la mejor opción.<br />

La estilística comparada se basa en dos estructuras lingüísticas (dos<br />

léxicos y dos morfologías), pero sobre todo en dos concepciones particulares de<br />

la vida (dos culturas, dos literaturas, dos historias y dos geografías), en<br />

resumen, en dos naturalezas diferentes. Para Vinay y Darbelnet, la estilística<br />

comparada es una técnica nueva para abordar los problemas de la traducción<br />

que ofrece principios fundamentales para delinear el camino que permitirá el<br />

paso de todos los elementos de


un texto en una lengua a un texto en otra lengua. Distinguen, inspirándose en<br />

Bally, entre la estilística interna y ¡a estilística externa o comparada. La<br />

estilística interna estudia los medios de expresión, oponiendo, al interior de<br />

una misma lengua, elementos afectivos y elementos intelectuales; la estilística<br />

externa, en cambio, observa las características de una lengua tal como<br />

aparecen al compararla con otra lengua. A pesar del carácter comparativo de la<br />

obra, los mismos autores señalan que sus planteamientos consideran<br />

indiferentemente ambas perspectivas. Para ellos, el proceso intelectual que<br />

precede la redacción de escritos parecidos es diferente en francés y en inglés; el<br />

proceso semiológico también es diferente.<br />

Al hacer sus planteamientos, los autores no pretenden entregar todo un<br />

conjunto de recetas que se apliquen automáticamente durante el proceso<br />

traductor. Mediante la confrontación de la estilística francesa con la inglesa y<br />

viceversa, y considerando tres aspectos —el léxico, la colocación y el mensaje—,<br />

quieren simplemente lograr:<br />

— intentar reconocer los caminos que sigue la mente al pasar de una<br />

lengua a otra y poder describirlos, y<br />

— estudiar, por medio de ejemplos precisos, los mecanismos de la<br />

traducción; inferir procedimientos de traducción y, a partir de estos, tratar de<br />

dilucidar las actitudes mentales, sociales y culturales que los alimentan.<br />

Vinay y Dalbernet explican las nociones de carácter lingüístico que<br />

consideran básicas: el signo lingüístico; la significación y el valor; lengua y<br />

habla; obligación y opción; sobre traducción; lengua y estilística, y niveles de<br />

lengua. También, los conceptos de unidades de traducción sobre las cuales<br />

opera el traductor, de los planos sobre los cuales se sitúan dichas unidades y de<br />

las técnicas o procedimientos de traducción que permiten el paso de una lengua<br />

a otra. Con respecto a las nociones de carácter lingüístico, adhieren al concepto<br />

de signo lingüístico de Saussure, señalando que la parte conceptual del signo es<br />

el significado y la lingüística, el significante. Aunque el traductor debe<br />

ocuparse de las dos partes, pero sobre todo de la parte conceptual, los autores,<br />

por razones prácticas y de orden pedagógico, estudian los signos separados de<br />

sus mensajes. Recalcan el hecho de que los sinónimos tengan significados casi<br />

idénticos, pero que sus significantes evoquen aspectos diferentes, con lo cual<br />

desean alertar a los traductores en el sentido de que es muy difícil que en el<br />

paso de una lengua a otra las palabras evoquen los mismos rasgos nocionales<br />

de las cosas que designan. Su teoría de la modulación se basa en esta<br />

afirmación (op. cit.:233—241).<br />

En cuanto a la significación, al igual que Saussure, piensan que ésta es el<br />

sentido de un signo en un contexto dado y el valor es lo que opone un signo a<br />

otro signo, ya no en un enunciado sino en la lengua. Aluden al mismo ejemplo<br />

saussuriano, el de “mouton” versus “sheep”. Los conceptos de lengua y habla<br />

también son tomados de Saussure; este último concepto, al estar relacionado<br />

con el mensaje, se vincula más con la traducción que la lengua.


La noción de obligación se relaciona con la gramática y la de opción con la<br />

estilística; el traductor deberá saber elegir entre aquello que la lengua le<br />

impone y las opciones de que dispone. El hecho de tratar una obligación como si<br />

fuera una opción lleva, la mayoría de las veces, a una sobre traducción, que<br />

ellos definen como el hecho de considerar dos unidades en donde existe<br />

realmente sólo una. Por ejemplo, traducir “Aller á la salle de bain” por “ir a la<br />

sala de baño”, en vez de “ir al baño” que sería la traducción correcta. Debido a<br />

que el traductor debe ocuparse preferentemente de las opciones, los autores<br />

entran de plano en el terreno de la estilística, específicamente de la estilística<br />

comparada, que se preocupa de reconocer los procesos de dos lenguas al<br />

estudiarlas comparativamente.<br />

En lo que respecta a los niveles de lengua, “conjunto de caracteres<br />

estilísticos”, señalan que el traductor debe esforzarse por conservar la<br />

tonalidad del texto que traduce, eligiendo la opción adecuada según el tipo de<br />

texto. A las distinciones contenidas en el Tratado de estilística francesa de<br />

Bally (1951), agregan lade “buen uso” versus “lengua vulgar” y la de<br />

“preocupaciones estéticas” “versus “preocupaciones funcionales”.<br />

En cuanto a las unidades de traducción, Vínay y Dalbernet también<br />

argumentan la necesidad de contar con unidades que vayan más allá de Ia<br />

palabra, ya que ésta no satisface como unidad de traducción, a pesar de su<br />

aparente comodidad, por cuanto el significante adquiere un lugar exagerado<br />

con respecto al significado y, además, porque el traductor efectúa todas sus<br />

operaciones al interior del campo semántico. Por lo tanto, éste necesita una<br />

unidad de pensamiento y no una exclusivamente formal. Cuando los autores se<br />

refieren a las operaciones mentales relacionadas con la transferencia de una<br />

lengua a otra, subrayan que estas operaciones tienen que ver con el significante<br />

al comienzo y al final del proceso, y con el significado de los signos lingüísticos<br />

en la mitad del proceso. Con esto quieren decir que el traductor, al leer un texto<br />

en lengua extranjera, se encuentra con significantes a los cuales debe encontrar<br />

su exacto significado; seguidamente, deberá encontrar el significado<br />

correspondiente en lengua meta y finalmente elegir los significantes que sean<br />

los más adecuados. Para ellos, “unidad de traducción” es equivalente a “unidad<br />

de pensamiento” y a “unidad lexicológica” y la definen como “el segmento más<br />

pequeño del enunciado cuya cohesión de los signos es tal que éstos no deben<br />

traducirse separadamente” (1958:37). En relación con esta definición, muchos<br />

autores la han objetado, entre ellos Wilss, Larose, Delisle, principalmente por<br />

considerar que se otorga una importancia desproporcionada al aspecto formal.<br />

Nosotros concordamos con tal crítica pues, al igual que Lederer (1984),<br />

pensamos que las unidades de traducción no son las palabras tomadas en<br />

forma aislada, ni la oración definida gramaticalmente, sino la unidad de<br />

sentido, es decir, el enunciado más la reacción cognitiva (op. cit.:41). Con todo,<br />

este concepto de unidad de traducción tomado en el sentido de “grupos o<br />

sintagmas cuya traducción se hace en bloque porque forman verdaderas<br />

unidades de sentido” (Mounin, 1976: 100) enriquece, de alguna manera, el<br />

aspecto normativo de la traducción. Al intentar conciliar la definición de Vinay<br />

y Darbelnet con los ejemplos de segmentación que ofrecen en el Apéndice It de


su libro, nos encontramos con que no entendemos por qué en una oración las<br />

unidades “il sent qu’ “, “u”, il détourne les yeux”, “il se léche les babines” y “II a<br />

l’air de” han sido segmentadas de manera diferente (op. cit.: 275).<br />

La clasificación de las unidades de traducción que los autores proponen<br />

ofrece demasiadas sutilezas que, a nuestro juicio, más bien entraban que<br />

facilitan la labor del traductor. Su clasificación no satisface a un traductor por<br />

carecer de utilidad práctica para la traducción, ya que al traducir, el traductor<br />

no considera los tres planos que ellos sugieren. Asimismo, no se ve con claridad<br />

la necesidad de utilizar tres perspectivas distintas para clasificar las unidades<br />

de traducción; por ejemplo, por qué los modismos son considerados “grupos<br />

unificados” y no también “unidades diluidas” (op. cit. :36—43). Esta<br />

clasificación, creemos, demuestra una vez más que el principio motor de la<br />

Styfistique comparée du francais et de I’anglais no es la traducción en sí, sino<br />

un medio para realizar investigación lingüística desde una perspectiva<br />

comparatista. Como lo señalan los mismos autores, “la estilística comparada<br />

parte de la traducción para obtener sus leyes” (op. cit. :21).<br />

En lo que atañe a los planos en los cuales se sitúan las unidades de<br />

traducción, definen tres: léxico, colocación y mensaje. El primer plano, el léxico,<br />

es el conjunto de signos considerados por sí solos, abstrayéndolos de los<br />

mensajes en los cuales se encuentran normalmente insertos; este plano se<br />

ordena según un eje vertical, dado que las unidades de traducción se<br />

substituyen entre si al interior de ciertos grupos sintácticos. Mientras más<br />

cercanas están dos lenguas en cuanto a estructura y civilización, mayor es el<br />

peligro de confusión entre los valores de sus léxicos respectivos, como lo<br />

demuestra el caso de los falsos amigos. En el plano de la colocación o<br />

disposición, las unidades de traducción (UT) se ordenan según un eje<br />

horizontal, que constituye la trama del enunciado. En este plano, la función y el<br />

valor de las UT están condicionados por marcas particulares, por variaciones de<br />

forma (morfología) y por cierto orden (sintaxis). El tercer plano, el del mensaje,<br />

corresponde al marco global en el que se inserta el enunciado y en el que se<br />

desarrolla hasta terminar. El mensaje es individual y se relaciona con el habla<br />

y con la metalingüística; no depende de estructuras más que en la medida en<br />

que la elección de un sistema lingüístico le impone al uso ciertos límites y<br />

obligaciones. Al mensaje atañen la tonalidad, los niveles de lengua, el orden de<br />

los párrafos y los conectores. A nuestro juicio, este tercer plano es el que está<br />

más relacionado con la traducción y, por lo tanto, el que parecería más útil para<br />

estudiantes y profesores de traducción.<br />

Uno de los temas que los autores tratan con más amplitud es el de los<br />

procedimientos técnicos de la traducción que permiten el paso de una lengua a<br />

otra. Vinay y Darbelnet sostienen que una vez planteados los principios<br />

teóricos sobre los cuales se basa la estilística comparada, conviene indicar<br />

cuáles son los procedimientos técnicos con los cuales se asocia el proceso de la<br />

traducción. Antes de comentar tales procedimientos, conviene plantearse si


efectivamente los postulados y definiciones de estos autores que hemos<br />

comentado son principios tétricos. Si entendemos teoría como la tarea de<br />

“establecer sistemas de clasificación, una estructura de conceptos y un conjunto<br />

preciso de definiciones correspondiente a dichos términos” (Goode 1970), y<br />

aceptamos que el conocimiento científico debe ser claro y preciso, dos<br />

características fundamentales que se obtienen distinguiendo cuáles son los<br />

problemas y formulándolos adecuadamente, nos inclinaríamos por decir que los<br />

anteriores son sólo principios teóricos en parte, pues no se distingue claramente<br />

si éstos apuntan mas hacia la estilística comparada o hacia la traducción,<br />

disyuntiva presente en todo su pensamiento y, sobre todo, en lo relacionado con<br />

el tema “mensaje”.<br />

Como primer comentario, quisiéramos destacar lo acertado de lo que<br />

pareciera ser la fundamentación de los procedimientos (1958:46). Ellos dicen<br />

que al traducir, el traductor acerca dos sistemas lingüísticos, uno de los cuales<br />

está expresado y fijo y el otro es potencial y adaptable. El traductor tiene ante<br />

sus ojos un punto de partida y en su mente elabora un punto de llegada. A<br />

continuación, los autores presentan, a nuestro juicio, lo que podría llamarse un<br />

esbozo del proceso traductor que consideramos bastante completo para la época<br />

en que fue escrita la obra. Este proceso consiste en las siguientes etapas:<br />

explorar el texto; evaluar el contenido descriptivo, afectivo e intelectual de las<br />

unidades de traducción que ha segmentado; reconstituir la situación en que se<br />

basa el mensaje y pesar y evaluar los efectos estilísticos. Esta secuencia<br />

corresponde muy bien a lo que se denomina el proceso de enseñanza de la<br />

traducción son las etapas que sigue el docente para iniciar al alumno en el<br />

proceso traductor. Sin embargo, no reflejan la realidad de cómo procede un<br />

traductor profesional al enfrentar un texto, quien más bien segmenta unidades<br />

de traducción, entendidas éstas como ‘


Para fundamentar sus procedimientos de traducción, Vinay y Darbelnet<br />

señalan que a veces la lectura del texto en lengua fuente llama casi<br />

automáticamente el mensaje en lengua de llegada. Si bien por un lado señalan<br />

que les falta precisar el proceso, por otro afirman que los procedimientos<br />

correspondientes a dicho proceso son aparentemente múltiples, pero que en<br />

realidad se reducen a siete, pudiendo emplearse de a uno o combinados, y que<br />

corresponden a dificultades de orden creciente.<br />

Reconocen dos tipos de traducción: la traducción directa o literal y la<br />

traducción oblicua. En la primera, el traductor transporta el mensaje<br />

directamente debido al paralelismo estructural y metalingüístico por medio del<br />

mos con que no entendemos por qué en una oración las unidades “il sent qu’ “, “u”, il<br />

détourne les yeux”, “iI se léche les babines” y “II a l’air de” han sido segmentadas de manera<br />

diferente (op. cit.: 275).<br />

La clasificación de las unidades de traducción que los autores proponen ofrece<br />

demasiadas sutilezas que, a nuestro juicio, más bien entraban que facilitan la labor del<br />

traductor. Su clasificación no satisface a un traductor por carecer de utilidad práctica para la<br />

traducción, ya que al traducir, el traductor no considera los tres planos que ellos sugieren.<br />

Asimismo, no se ve con claridad la necesidad de utilizar tres perspectivas distintas para<br />

clasificar las unidades de traducción; por ejemplo, por qué los modismos son considerados<br />

“grupos unificados” y no también “unidades diluidas” (op. cit. :36—43). Esta clasificación,<br />

creemos, demuestra una vez más que el principio motor de la Styfist¡que comparée du<br />

francais et de I’anglais no es la traducción en sí, sino un medio para realizar investigación<br />

linguística desde una perspectiva comparatista. Como lo señalan los mismos autores, “la<br />

estilística comparada parte de la traducción para obtener sus leyes” (op. cit. :21).<br />

En lo que atañe a los planos en los cuales se sitúan las unidades de traducción, definen<br />

tres: léxico, colocación y mensaje. El primer plano, el léxico, es el conjunto de signos<br />

considerados por sí solos, abstrayéndolos de los mensajes en los cuales se encuentran<br />

normalmente insertos; este plano se ordena según un eje vertical, dado que las unidades de<br />

traducción se substituyen entre si al interior de ciertos grupos sintácticos. Mientras más<br />

cercanas están dos lenguas en cuanto a estructura y civilización, mayor es el peligro de<br />

confusión entre los valores de sus léxicos respectivos, como lo demuestra el caso de los<br />

falsos amigos. En el plano de la colocación o disposición, las unidades de traducción (UT) se<br />

ordenan según un eje horizontal, que constituye la trama del enunciado. En este plano, la<br />

función y el valor de las UT están condicionados por marcas particulares, por variaciones de<br />

forma (morfología) y por cierto orden (sintaxis). El tercer plano, el del mensaje, corresponde<br />

al marco global en el que se inserta el enunciado y en el que se desarrolla hasta terminar. El<br />

mensaje es individual y se relaciona con el habla y con la metalinguística; no depende de<br />

estructuras más que en la medida en que la elección de un sistema linguístico le impone al<br />

uso ciertos límites y obligaciones. Al mensaje atañen la tonalidad, los niveles de lengua, el<br />

orden de los párrafos y los conectores. A nuestro juicio, este tercer plano es el que está más<br />

relacionado con la traducción y, por lo tanto, el que parecería más útil para estudiantes y<br />

profesores de traducción.<br />

Uno de los temas que los autores tratan con más amplitud es el de los procedimientos<br />

técnicos de la traducción que permiten el paso de una lengua a otra. Vinay y Darbelnet<br />

sostienen que una vez planteados los principios teóricos sobre los cuales sc basa la estilística<br />

comparada, conviene indicar cuáles son los procedimientos técnicos con los cuales se asocia<br />

el proceso de la traducción. Antes de comentar tales procedimientos, conviene plantearse si<br />

efectivamente los postulados y definiciones de estos autores que hemos comentado son<br />

principios téoricos. Si entendemos teoría como la tarea de “establecer sistemas de<br />

clasificación, una estructura de conceptos y un conjunto preciso de definiciones<br />

correspondiente a


préstamo, el calco o la traducción literal, que para estos autores son los tres<br />

primeros procedimientos o técnicas de traducción. En la traducción oblicua,<br />

como el mensaje contiene divergencias estructurales y metalingüísticas, el<br />

traductor traslada el mensaje con algún tipo de cambio, recurriendo a los<br />

cuatro procedimientos restantes que ellos proponen, es decir, la transposición,<br />

modulación, equivalencia y adaptación. Esta clasificación ha sido objeto de<br />

críticas por numerosos teóricos, entre los cuales citamos a Ladmiral, Delisle,<br />

Mounin, Kuepper. Estimamos que estos siete procedimientos no explican ni<br />

precisan el proceso que ellos han descrito tan bien anteriormente. Sostienen<br />

que utilizando los tres primeros, es posible traducir sin la intervención de<br />

procedimientos estilísticos especiales, pero que si una vez utilizado el<br />

procedimiento de la traducción literal ésta no parece aceptable al traductor,<br />

será necesario recurrir a una traducción oblicua. Consideramos que, aun<br />

cuando la traducción literal es un procedimiento al que se recurre<br />

generalmente, éste no es el correcto y no es el primero que busca un traductor<br />

profesional para una traducción ni es el método que se enseña en las escuelas<br />

de traducción —o al menos no debería serlo. Un traductor calificado no se<br />

pregunta si debe comenzar por la traducción literal y luego pasar a la oblicua,<br />

en caso de que la primera no resulte. Automáticamente busca la forma correcta<br />

que le viene a la mente una vez leído, comprendido e interpretado el contenido<br />

textual de la lengua fuente, y que puede ser, según el caso, una adaptación, una<br />

modulación, equivalencia, etc. El problema, creemos, es que Vinay y Darbelnet<br />

se quedan en un análisis lingüístico formal posterior al proceso mismo de la<br />

traducción, que es mental, y en el cual intervienen estrategias cognitivas. En el<br />

fondo, lo que hacen es clasificar los resultados del proceso y no dilucidar en qué<br />

consiste este proceso. Confirma nuestra posición lo expresado por Delisle en L<br />

‘analyse du discours comme méthode de traduction cuando se pregunta: “¿Qué<br />

interés habría, en efecto, en saber a priori que un adjetivo del enunciado se<br />

convertirá en un verbo, que otro se transformará en una locución adverbial y<br />

que el sustantivo se convertirá en verbo? (...) Esta forma de análisis lingüístico<br />

practicado a posteriori por los comparatistas es totalmente ajena al proceso<br />

cognitivo de la traducción” (1984:89). Estos argumentos prueban, nuevamente,<br />

que los autores apuntan a la traducción como resultado y como medio para sus<br />

fines estilísticos.<br />

El mérito de estos teóricos, desde nuestro punto de vista de profesores de<br />

traducción, es haber incluido y analizado en su estudio diferentes aspectos<br />

relacionados con la traducción que hasta la fecha no se habían tomado en<br />

cuenta. Estos aspectos se refieren a los factores mentales o sicológicos —que<br />

hoy comienzan a ser estudiados por la sicolingüística y que se relacionan con la<br />

actividad mental que tiene lugar en la mente del sujeto traductor. Vale la pena<br />

destacar el hecho de que Vinay y Dalbernet, al relacionar la estilística<br />

comparada con la traducción, introducen consciente o inconscientemente esta<br />

variable fundamental para el estudio de la traducción: la sicológica,<br />

específicamente la sicolingüística. Esta variable la enuncia, años antes, Bally<br />

(1951), al afirmar que la estilística es un estudio en parte psicológico, pues está


asado en la observación de lo que sucede en la mente de un sujeto hablante en<br />

el momento en que expresa ese pensamiento. Sin embargo, agrega que la<br />

estilística es un estudio más lingüístico que psicológico porque se preocupa de<br />

la fase expresiva del pensamiento y no de la fase pensada de hechos<br />

expresados. Si bien es cierto que la estilística de la época de Bally concedía<br />

importancia al aspecto psicológico de la expresión, y que Vinay y Dalbernet<br />

también lo consideran, de los planteamientos de estos dos autores se desprende<br />

que la sicología a la que se refieren tendría que ver con la totalidad de los<br />

sujetos hablantes y no con cada individuo en particular, cual sería el interés<br />

para la teoría de la traducción; por ejemplo, ellos afirman que los franceses al<br />

golpearse un dedo con el martillo exclaman “Ale”, en tanto que los ingleses<br />

exclaman “Ouch”. Esta afirmación, válida desde el punto de vista estilístico,<br />

encuentra resistencia para ser aplicada al proceso de la traducción, que es de<br />

por si individual. Como bien dice Larose, “no existe ningún modo único de<br />

traducción” (1988:XV), y aún más, un mismo traductor puede traducir un<br />

mismo texto con alguna diferencia de tiempo y hacer dos versiones diferentes (e<br />

igualmente válidas).<br />

Cuando Vinay y Dalbernet plantean como objeto de su libro “examinar<br />

cómo funcionan las piezas del sistema para entregar la idea expresada en otra<br />

lengua” se sitúan, por un lado, a nivel de la norma y por otro, a nivel de<br />

conjunto de individuos. Para nosotros, la traducción es eminentemente un<br />

hecho de habla y un acto individual. Además, según los autores, el traductor<br />

utiliza las leyes de la estilística comparada para armar su traducción. Creemos<br />

que sólo la primera parte de esta afirmación es válida, pues aún hoy no se sabe<br />

cómo arma en su mente su traducción un traductor, puesto que se desconocen<br />

los procesos y estrategias mentales que intervienen en el proceso traductor.<br />

Apenas en la década del 80, de acuerdo con la información que manejamos,<br />

podemos decir que Konigs está incursionando en este campo. Por otra parte,<br />

Vinay y Darbelnet también sostienen que la traducción es indisociable de la<br />

estilística comparada, ya que toda comparación debe basarse en datos<br />

equivalentes. Los traductores pensamos, sin embargo, que esta aseveración<br />

funciona al revés, por cuanto creemos que efectivamente es la estilística<br />

comparada la que es indisociable de la traducción; sin ella no habría qué<br />

comparar. Justamente, como afirman Vinay y Darbelnet, es la traducción la<br />

que permite aclarar ciertos fenómenos que antes eran desconocidos, y la<br />

estilística comparada parte de la traducción para establecer sus principios.<br />

Vinay y Darbelnet hacen observaciones y aseveraciones que concretan con<br />

múltiples y ricos ejemplos muy importantes para el profesor que enseña<br />

traducción y para el alumno de traducción. Creemos que la utilidad de esta<br />

obra es, desde el punto de vista de un traductor, absolutamente pedagógica y<br />

práctica; su contenido debería constituir objeto de estudio de un curso de<br />

estilística comparada para traductores y también para programas de pedagogía<br />

y licenciaturas en lenguas extranjeras, y ofrecerse en etapas anteriores a los<br />

cursos de traducción propiamente tal. De todas


formas, hay capítulos, específicamente el relacionado con el mensaje, que son<br />

convenientes, necesarios y enriquecedores para los seminarios de todos los<br />

niveles de traducción, pues permiten al profesor fundamentar sus opciones,<br />

clarificar y ejemplificar con base teórica las diferencias y semejanzas de cada<br />

lengua y su incidencia en la traducción, la relación de ellas con la<br />

metalingüística y los procedimientos o recursos que utiliza el traductor. En este<br />

sentido, este libro ofrece una oportunidad para enriquecer el método de<br />

enseñanza de la traducción, por la diversidad de recursos y ejemplos que<br />

entrega en relación con el mensaje, con los procesos de verificación, con la<br />

división del texto en UT, con la situación, etc. En resumen, consideramos que<br />

este texto podría ser un libro de cabecera de los profesores que forman<br />

traductores. Más aún, hace ver la necesidad de contar con un modelo para<br />

estudios comparativos del inglés, del francés y del alemán con el castellano.<br />

Como comentario final, quisiéramos hacer notar que el efecto total del<br />

libro analizado es positivo, a pesar de las múltiples críticas que ha recibido y de<br />

todas las objeciones que se le puedan imputar, porque nos hace tomar<br />

conciencia de la complejidad enorme del acto traductor y porque intenta<br />

mostrarnos su estructura. Al realizar el estudio y análisis del libro Stylistique<br />

comparée du francais et de ¡‘anglais, hemos querido mantenernos al margen de<br />

un análisis de tipo estrictamente lingüístico, puesto que estamos convencidas<br />

de que la traducción va más allá de un acto meramente lingüístico. Más bien,<br />

hemos adoptado una postura de traductoras que ejercen la traducción a nivel<br />

docente y profesional. Ello por la conveniencia y necesidad de que sean los<br />

propios traductores los que con su óptica particular analicen y determinen qué<br />

es exactamente cierto y valedero de todo cuanto se dice en torno al proceso de la<br />

traducción, y a la actividad traductora en general. (cf. Mounin 1981).<br />

El siguiente teórico que hemos elegido como representante de la etapa<br />

descriptiva es Eugene Nida, quien ha condensado en dos obras fundamentales<br />

su pensamiento con respecto a la actividad traductora, a saber, Towards a<br />

Sc/ence of Translat¡ng (1964) y The Theory and Practice of Translation (1972),<br />

escrita esta última en conjunto con Charles R. Taber. Para el análisis y<br />

comentarios de su pensamiento teórico, nos hemos basado en ambas obras,<br />

intentando armonizar los conceptos contenidos en ellas. De la segunda de estas<br />

obras se utilizó su versión al español: La traducción, teoría y práctica, 1986.<br />

Al elaborar su teoría, Nida y Taber se proponen entregar una herramienta<br />

de apoyo para el traductor en el plano teórico y práctico. En el teórico, con el fin<br />

de proporcionarle fundamentos para su labor, y en el práctico, para enseñarle<br />

un conjunto de procedimientos necesarios para su actividad. En las dos obras<br />

mencionadas, estos autores presentan los problemas desde una perspectiva<br />

científica, considerando las estructuras lingüísticas, el análisis semántico y la<br />

teoría de la información; pero, al igual que Vinay y Darbelnet, están<br />

conscientes de que la actividad traductora, además de ser una ciencia, es<br />

también un arte. A pesar de que nadie niega los elementos artísticos<br />

involucrados en cualquier traducción, lingüistas y


filólogos se han dado cuenta de que es posible hacer una descripción rigurosa de<br />

los procesos de la traducción. Nida y Taber, al hablar de la ciencia de la<br />

traducción, se refieren a su aspecto descriptivo, pues afirman que, así como la<br />

lingüística puede clasificarse como una ciencia descriptiva, también la<br />

transferencia de un mensaje de una lengua a otra es tema de estudio válido<br />

para hacer una descripción científica. Para Nida, el objeto principal de esta<br />

ciencia es de carácter lingüístico, como debería serlo cualquier análisis<br />

descriptivo de la relación entre mensajes correspondientes en lenguas<br />

diferentes. Para nosotros, esta afirmación sería válida sólo si se toma en cuenta<br />

el resultado y no el proceso de la traducción como lo hace Nida, pues de lo<br />

contrario el objeto principal de la ciencia de la traducción debería ser más bien<br />

sicolingüístico que meramente lingüístico. Con todo, el enfoque de Nida no se<br />

limita a lo lingüístico pues considera que el lenguaje es una parte del<br />

comportamiento humano que, a su vez, es objeto de estudio de diferentes<br />

disciplinas. Para Nida, no bastaría contentarse con considerar el lenguaje como<br />

un cuerpo fijo de oraciones, sino como un mecanismo dinámico capaz de<br />

generar una serie infinita de expresiones diferentes. Según Nida, este enfoque<br />

generativo, al estilo de Chomsky, es importante para el traductor, porque éste<br />

al traducir de una lengua a otra debe ir más allá de las meras comparaciones<br />

entre estructuras correspondientes y debe intentar describir los mecanismos<br />

por medio de los cuales el mensaje total es decodificado, transferido y<br />

transformado en estructuras de otra lengua. Para describir este proceso, es<br />

necesario tener herramientas más poderosas que meras listas de<br />

correspondencias, porque en la medida de lo posible se debe intentar explicar<br />

cómo alguien capta un mensaje en la lengua fuente y “crea” un mensaje único e<br />

igual en la lengua meta. De acuerdo con Nida, esta posición requiere considerar<br />

el lenguaje desde un punto de vista generativo, sobre todo si se quiere obtener<br />

algún grado de explicación del proceso, pues aquel toma en serio la capacidad<br />

del hablan-te de una lengua para generar y decodificar una serie infinita de<br />

oraciones; además parece explicar la inserción de una estructura en otra y la<br />

relación entre estructuras paralelas. Sostiene que para el traductor es<br />

importante usar este enfoque generativo porque éste le proporciona una técnica<br />

para analizar y explicar el proceso de decodificación del texto en lengua fuente<br />

y un procedimiento para describir la generación de las expresiones<br />

correspondientes adecuadas en lengua meta. Con respecto a esta última<br />

afirmación, si bien estamos de acuerdo en que es importante lo que en ella se<br />

señala, creemos que al traductor (entendido éste como el traductor profesional)<br />

le corresponde sólo reproducir y no intentar describir el proceso; es al<br />

investigador, al docente de la traducción, al traductólogo, al que le interesa<br />

describir y explicar los procesos que intervienen al reproducir un mensaje en<br />

lengua extranjera. Por lo demás, está por verse si la gramática generativa<br />

efectivamente tiene esa doble capacidad descriptiva y explicativa.


Un aspecto que no hay que dejar de lado al analizar el modelo de Nida y<br />

Taber es que trabajan con ejemplos tomados de la Biblia. Este hecho<br />

representa numerosas ventajas, entre las cuales se cuenta la larga tradición de<br />

la traducción bíblica, el gran número de lenguas y de culturas involucradas y la<br />

amplia variedad de géneros literarios, todo lo cual valida las observaciones que<br />

los autores hacen sobre problemáticas que se refieren al análisis semántico, a<br />

estructuras del discurso y a transferencias culturales, aunque los datos sean a<br />

veces un tanto limitados.<br />

Al intentar elaborar su modelo teórico de la traducción, Nida afirma que<br />

para cualquier discusión sobre los principios y los procedimientos de la<br />

traducción es básico conocer a fondo la forma en que el significado es expresado<br />

por medio del lenguaje como un código comunicativo. Los enfoques<br />

tradicionales del significado no son adecuados, según Nida, para investigar a<br />

fondo este tema. En el pasado, los sicólogos insistían en que nadie podía<br />

realmente probar el significado de las imágenes mentales puesto que nadie<br />

podía meterse en el cerebro de otro y ver qué pasaba en su interior. Siempre<br />

era posible describir lo que pasaba en la mente de uno, pero esas descripciones<br />

eran demasiado subjetivas como para ser válidas y medidas objetivamente.<br />

Hasta ahora no se sabe realmente lo que pasa en la mente del traductor cuando<br />

realiza su actividad, puesto que los sicólogos y neurólogos no saben<br />

exactamente cómo el cerebro almacena, procesa y produce información<br />

lingüística. Según Nida, en la década del 70 los estudios se centraron en ciertos<br />

elementos esenciales en la comunicación, es decir, en estímulos y respuestas en<br />

el hablante y el oyente. Pero sabemos por Piaget que habría un esquema<br />

interpretativo entre cualquier estímulo y respuesta Seleskovitch:1984). Nida<br />

sostiene, sin embargo, que felizmente para el propósito de su estudio no<br />

necesita conocer los procesos sicológicos que supone el acto traductor. Le<br />

bastará estudiar cuidadosamente el contexto cultural en que tal actividad cabe;<br />

más importante para este teórico que lo que ocurre al interior de la mente del<br />

traductor, es lo que ocurre en el marco cultural en que se realiza la acción<br />

comunicativa, por lo que su modelo es un modelo etnolingüístico de la<br />

traducción. Indudablemente, desde el punto de vista de la investigación, esta<br />

afirmación puntual deja de lado otros aspectos que son tan interesantes de<br />

considerar como el contexto cultural y que, de hecho, Nida los considera en<br />

obras posteriores. A este respecto, pensamos que el traductor como<br />

decodificador del texto original y creador del texto meta al cual accederá el<br />

usuario de la traducción es un elemento del acto comunicativo tan importante<br />

como el mensaje, la fuente o el receptor, y que una explicación científica de lo<br />

que sucede en su mente es un punto clave en la elaboración de cualquier teoría<br />

de la traducción.<br />

La teoría de la información es, según Nida, la que proporciona importantes<br />

luces para el traductor. Sostiene que dado que el lenguaje es más que los<br />

significados de los símbolos y combinaciones de símbolos —un código en<br />

operación— entonces es necesario analizar la transmisión de un mensaje en<br />

términos de su dimensión dinámica. Este análisis sería especialmente


importante en traducción puesto que la producción de mensajes equivalentes es<br />

un proceso que consiste no sólo en encontrar equivalentes a partes de una<br />

expresión, sino en reproducir el carácter dinámico total de la comunicación.<br />

Un elemento importante de destacar es el nuevo concepto de traducción<br />

que ellos proponen. Según Nida y Taber, lo que antes importaba era la parte<br />

formal del mensaje (peculiaridades estilísticas como el ritmo, rima, juegos de<br />

palabras, paralelismos, etc.); en cambio, hoy lo que cuenta es la reacción del<br />

receptor ante el mensaje recibido, la cual se espera sea la misma que la de los<br />

receptores del texto original. La pregunta que antes se hacía era si la<br />

traducción era correcta o no; ahora se complementa con la siguiente pregunta:<br />

¿para quién es correcta o no la traducción? Los autores afirman que hay que<br />

cerciorarse de que el receptor va a captar realmente el mensaje contenido en el<br />

texto original, puesto que para ellos la traducción es un acto de comunicación.<br />

Desde nuestro punto de vista, la primera parte de la afirmación no es factible<br />

ni está en el ánimo de la inmensa mayoría de los textos escritos. Esta<br />

afirmación de los autores, aun cuando parece ser aplicable a la traducción<br />

general, creemos que sólo lo es a la traducción bíblica, en la cual es<br />

fundamental no sólo la comprensión del mensaje sagrado, sino la conducta<br />

posterior del receptor del texto una vez asimilado el mensaje. Según ellos, como<br />

hay distintos tipos de receptores dentro de un mismo grupo étnico, también<br />

habrá distintos niveles de traducción, es decir, habrá que traducir en diferentes<br />

registros según el destinatario. Nuevamente, esta afirmación se estima que<br />

puede considerarse válida sólo cuando se trate de textos bíblicos, en los cuales<br />

importa la comprensión del mensaje y sobre todo la evangelización que de este<br />

se desprende. En el plano de la traducción no bíblica creemos que no debería<br />

haber distintos tipos de traducción, o distintos niveles de traducción por el<br />

hecho de que haya distintos tipos de receptores de un mismo grupo étnico, como<br />

lo señalan los autores. Al contrario de la traducción de textos bíblicos, cuyo<br />

propósito es llegar a un tipo de público más general y diversificado, estimamos<br />

que el otro tipo de traducción en el que caben la literaria, la técnica, la<br />

científica, etc., está dirigido a un tipo de destinatario más específico. En<br />

palabras de los autores “una traducción será correcta en la medida en que el<br />

lector medio a que va destinada sea capaz de entenderla correctamente”<br />

(1986:16).Por ejemplo, al traducir un artículo sobre “Problemas conductuales<br />

en niños hiperkinéticos” extraído de la revista Scientific American, deberemos<br />

pensar que tal artículo está destinado a un público relativamente especialista y<br />

que, por lo tanto, no requiere “distintos niveles de traducción”. Otro sería el<br />

caso, si un profesor de enseñanza media desea hacer leer el artículo en cuestión<br />

a uno de sus cursos de biología; en tal situación, el traductor deberá realizar, no<br />

una traducción, sino una adaptación destinada a ser comprendida por dicho<br />

nivel de receptor o usuario. Tal adaptación provendría, entonces, de una<br />

necesidad puntual de los usuarios y no de la intención del autor del original.


A continuación, consideramos pertinente comentar la definición de traducción<br />

que proponen los autores: “la traducción consiste en reproducir, mediante una<br />

equivalencia natural y exacta, el mensaje de la lengua original en la lengua receptora,<br />

primero en cuanto al sentido y luego en cuanto al estilo” (op. cit. :29). Según Nida y<br />

Taber, el traductor debe intentar, ante todo, reproducir el mensaje; el no hacerlo es<br />

para ellos una verdadera traición a la tarea misma de traducir. Tal reproducción suele<br />

exigir una serie de operaciones léxicas y gramaticales.<br />

El hecho de que para ellos la traducción sea una reproducción del mensaje por<br />

medio de una equivalencia natural y exacta hace necesario tratar de comprender<br />

cabalmente, en primer lugar, lo que consideran una equivalencia y, luego, qué es<br />

equivalencia natural y qué equivalencia exacta. Definen la equivalencia como la<br />

“estrecha semejanza de sentido en contraposición a la semejanza de forma” (op. cit.<br />

:237), con lo cual podríamos inferir que enmarcan el concepto de equivalencia en el<br />

plano del sentido. Para tratar de comprender qué rasgo distintivo caracteriza a una<br />

equivalencia natural utilizamos su definición de natural: “Caracterizado por el empleo<br />

de construcciones y combinaciones gramaticales de palabras que no violentan los<br />

esquemas ordinarios de la lengua. Se opone a pesado” (op. cit.:246). Tal definición<br />

pareciera referirse al estilo. Para ellos, la mejor traducción es la que no parece una<br />

traducción. El estilo es importante siempre y cuando al intentar reproducir el estilo del<br />

original no se tergiverse el sentido del original. Aclaran no obstante que, en el caso de<br />

la traducción bíblica, desde el punto de vista de la naturalidad de la traducción, debe<br />

considerarse y respetarse el contexto histórico —por ejemplo, no se podría transformar<br />

a los fariseos y saduceos en grupos religiosos contemporáneos— para lo cual debe<br />

hacerse una traducción lingüística y no una traducción cultural 14 . En este tipo de<br />

traducción se observan, por ejemplo notables diferencias de estilo entre los apóstoles.<br />

Aconsejan aludir, por medio de notas a pie de página, a peculiaridades estilísticas del<br />

original cuando es imposible reproducirlas. Este procedimiento ayudará al lector a<br />

comprender por qué el texto dice lo que dice. Advierten que al intentar reproducir el<br />

estilo del original hay que cuidarse de las equivalencias no funcionales, pues lo que se<br />

necesita en una traducción es una equivalencia funcional tanto en el plano del<br />

contenido como en el del estilo.<br />

Además de natural, la equivalencia debe ser exacta; en otras palabras, el sentido<br />

del texto meta debe corresponder fielmente al sentido del texto original. Insisten en<br />

qué el traductor debe buscar la equivalencia en vez de la identidad, lo que significa<br />

que “hay que reproducir el mensaje en vez de conservar la forma de las expresiones,<br />

pero subraya la necesidad de modificar radicalmente ciertas frases” (op. cit. :29).<br />

Podemos pensar que lo que se quiere decir es que siempre el traductor debe ser fiel con<br />

respecto al contenido y que incluso no debe vacilar en sacrificar elementos formales del<br />

original cuando con esta operación ayuda a la mejor reproducción del mensaje. En<br />

palabras de Nida y Taber: “En ocasiones, no sólo es legítimo, sino necesario apartarse<br />

bastante de la estructura formal” (op. cit. :30).<br />

(14) Esta última demandaría, según los autores, un acomodo del mensaje “a la cultura del<br />

receptor o la introducción de una información que no está lingüísticamente implícita en el<br />

original” (mientras que con la traducción lingüística) “solo se explicita la información<br />

lingüísticamente implícita en el original y en la que todos los cambios de forma siguen las<br />

reglas de la retro transformación y del análisis componencial” (op. cit: 254). Sabemos que en<br />

la fase dcl análisis, a través de la retro transformación, se entra a estudiar la estructura<br />

superficial del discurso y se determinan los núcleos subyacentes en la lengua, y que, a través<br />

del análisis componencial, se intenta descubrir y organizar los componentes semánticos de las<br />

palabras del discurso.


Nida acepta que no hay equivalentes idénticos y por lo tanto hay que<br />

buscar el equivalente más cercano posible. Puesto que ninguna lengua es<br />

idéntica a la otra, sea en el significado de los símbolos o en la forma en que<br />

dichos símbolos se ordenan en frases y oraciones, parece razonable que no<br />

pueda haber correspondencia absoluta entre las lenguas. Para él, existen dos<br />

tipos diferentes de equivalencias: la formal y la dinámica, lo que equivale a dos<br />

métodos diferentes de traducción. La equivalencia formal se centra en el<br />

mensaje, tanto en su forma como en su contenido; se busca la correspondencia<br />

de oración a oración, de concepto a concepto, etc. Considerando esta perspectiva<br />

formal, el traductor debería preocupar-se de que el mensaje en la lengua<br />

receptora equivalga lo más exactamente posible al mensaje de la lengua fuente,<br />

lo que significa que el mensaje en la cultura receptora se compara<br />

constantemente con el mensaje de la cultura fuente para poder obtener más<br />

exactitud y corrección. En esta traducción de tipo equivalencia formal, el<br />

traductor intenta reproducir la forma y contenido del original de la manera<br />

más literal y significativa posible con el propósito de permitir al lector una<br />

identificación lo más completa posible con un lector del contexto fuente y de que<br />

éste comprenda lo máximo de sus costumbres, formas de pensamiento y de<br />

expresión.<br />

La traducción de tipo equivalencia formal (llamada traducción semántica<br />

por Newmark) está orientada al texto fuente, es decir, su intención es revelar<br />

todo lo que se pueda de la forma y del contenido del original, para lo cual<br />

intenta reproducir diversos elementos como: a) unidades gramaticales, b)<br />

consistencia en el uso de las palabras y c) significados en términos del texto<br />

fuente.<br />

Por el contrario, la equivalencia dinámica se basa en el principio de efecto<br />

equivalente. En este tipo de traducción, según Nida, lo que interesa no es<br />

encontrar un equivalente entre el mensaje de la lengua fuente y el mensaje de<br />

la lengua meta, sino una relación dinámica; es decir, que la relación entre el<br />

mensaje y el receptor sea sustancialmente la misma que existió entre el<br />

receptor y el mensaje original. En ella se busca naturalidad en la expresión y<br />

no se insiste en que el receptor comprenda patrones culturales de la lengua<br />

fuente para poder captar el mensaje.<br />

En la traducción dinámica (llamada traducción comunicativa por<br />

Newmark), la atención está dirigida hacia la respuesta del receptor y no al<br />

mensaje de la lengua fuente. La traducción de equivalencia dinámica apunta<br />

más a la equivalencia de respuesta que a la equivalencia de forma, y por eso en<br />

ella es tan importante el aspecto de naturalidad que se debe dar tanto a nivel<br />

gramatical como de léxico. Además de ser natural a la lengua y a la cultura,<br />

una traducción dinámica debe estar de acuerdo con el contexto particular del<br />

mensaje, lo que puede significar preocuparse de aspectos como la entonación y<br />

el ritmo de las oraciones.


De acuerdo con todo lo anterior, “el traductor se encuentra<br />

constantemente ante una serie de distinciones polares que le obligan a elegir el<br />

contenido frente a la forma, el sentido frente al estilo, la equivalencia frente a<br />

la identidad, la equivalencia exacta frente a la equivalencia sin más y la<br />

naturalidad frente a la correspondencia formal” (op. cit. :32). Esta serie de<br />

opciones supone la existencia de un sistema de prioridades para poder hacer<br />

una buena traducción:<br />

“1) la conformidad contextual prevalece sobre la correspondencia verbal<br />

(coincidencia palabra por palabra); 2) la equivalencia dinámica prevalece sobre<br />

la correspondencia formal; 3) las formas del lenguaje hablado prevalecen sobre<br />

las del lenguaje escrito; 4) las formas utilizadas y aceptadas por el auditorio<br />

prevalecen sobre las formas tradicionalmente más prestigiosas.<br />

Estas cuatro prioridades muestran a su vez cuatro perspectivas diferentes.<br />

La primera prioridad considera la traducción en función de sus formas<br />

lingüísticas; la segunda se basa en las reacciones de los receptores; la tercera<br />

tiene en cuenta las circunstancias típicas de la comunicación y se aplica en<br />

especial a la traducción de la Biblia, dado que ésta es mucho más escuchada (en<br />

la lectura dentro de las celebraciones culturales) que leída en privado; la<br />

cuarta, que se funda en un conjunto de factores (edad, sexo, educación,<br />

conocimientos, etc.), analiza los problemas de la traducción desde el punto de<br />

vista de los tipos de auditorio” (op. cit. :32). Las dos ultimas prioridades se<br />

refieren a casos puntuales de la traducción bíblica.<br />

Para los efectos de nuestro trabajo consideraremos sólo las dos primeras.<br />

Con respecto a la primera prioridad, los autores piensan que porque las<br />

palabras abarcan ámbitos y no puntos semánticos y porque los ámbitos<br />

semánticos de palabras correspondientes no son idénticos en las distintas<br />

lenguas, es “inevitable que la elección de la palabra exacta en la lengua<br />

receptora, para traducir una palabra del texto original dependa más del<br />

contexto que de un sistema fijo de conformidad verbal (op. cit.:33). De hecho, la<br />

estricta conformidad verbal puede llevar, en ocasiones, a graves distorsiones<br />

del sentido. La prioridad de la conformidad contextual se funda en dos<br />

importantes hechos lingüísticos: a) cada lengua abarca la totalidad de la<br />

experiencia con un sistema de signos verbales, es decir, de palabras que<br />

designan los diversos aspectos de su experiencia, y b) cada lengua difiere de<br />

todas las demás en la manera de clasificar los diversos elementos de la<br />

experiencia con el sistema de símbolos verbales” (op. cit. :38).<br />

Con respecto a la segunda prioridad, que señala que la equivalencia<br />

dinámica predomina sobre la correspondencia formal —conceptos<br />

fundamentales en el modelo teórico de Nida— no se considera la forma sino la<br />

inteligibilidad de la traducción porque lo que interesa es la reacción de los<br />

receptores. Lo que se busca en este “nuevos’ modo de traducir es que los<br />

destinatarios de la traducción reaccionen, en lo posible, como los lectores u


oyentes del texto original. Por reacción se entiende aquí, ante todo, la<br />

comprensión del sentido, y, en segundo lugar, la “respuesta” afectiva y volitiva.<br />

Con todo, no rechazan de plano la traducción de equivalencia formal, pues,<br />

según ellos, sirve para diferentes tipos de mensajes y de auditorios.<br />

Con respecto al binomio equivalencia formal /equivalencia dinámica,<br />

conviene recordar que, a través de las épocas, la tendencia predominante en las<br />

formas de traducir ha sido buscar la equivalencia dinámica, aunque el término<br />

haya sido acuñado por estos teóricos recién en la segunda mitad del siglo XX.<br />

Por no citar sino unos ejemplos, ya San Jerónimo tenía muy claro que lo que<br />

había que traducir era el sentido. En la Edad Media predominé la<br />

correspondencia formal, pero esta fue una tendencia transitoria que fue<br />

atacada a partir del siglo XIV. El Renacimiento acordó una libertad cada vez<br />

mayor frente al texto original, alejándose definitivamente de la<br />

correspondencia formal, siempre que se respetara el sentido. En ese período,<br />

Lutero, Fray Luis de León y Juan Luis Vives, entre otros, son serios expositores<br />

de la equivalencia dinámica. En pleno siglo XX, la teoría del sentido,<br />

fundamento de la teoría interpretativa de la traducción desarrollada por un<br />

equipo de investigadores de la Eco/e Supérleure d’Interprétes et Traducteurs de<br />

la Sorbona, responde en cierto modo al principio de la equivalencia dinámica.<br />

En cuanto al proceso de la traducción, para Nida y Taber éste involucra<br />

cuatro fases: análisis, transferencia, reestructuración y comprobación. Según<br />

estos dos autores, este método —que es el que ellos proponen y al cual agregan<br />

una cuarta etapa, la comprobación— refleja mejor la verdadera naturaleza de<br />

las estructuras del lenguaje y del proceso traductor que el método lineal<br />

(llamado método contrastivo por la ESIT). Postulan además que es un método<br />

más eficiente para dominar las técnicas de la traducción.<br />

El análisis, primer estadio del proceso traductor, supone dos aspectos o<br />

procedimientos: la retrotransformación y el análisis componencial, que<br />

conducen a un pleno conocimiento de los aspectos gramaticales del texto —al<br />

descubrir los núcleos subyacentes al texto original— y de sus aspectos<br />

semánticos —al tratar de obtener la mayor comprensión posible del sentido<br />

global del texto.<br />

La transferencia, segunda etapa del modelo, es el punto decisivo y central<br />

del proceso traductor en el cual se reproduce el mensaje en la lengua receptora.<br />

Para los autores, esta reproducción del mensaje se efectúa en la mente del<br />

traductor y es inevitable que problemas personales puedan distorsionar el<br />

proceso, porque es fácil tergiversar los resultados (de la traducción) por no<br />

entender bien la naturaleza del lenguaje, ni la tarea del traductor o la finalidad<br />

última de la traducción. Sostienen que “los problemas personales que suelen<br />

afectar al traductor no se deben, (...) a una postura consciente contra su propia<br />

labor o contra el contenido del mensaje. Se trata de predisposiciones<br />

inconscientes relativas a los procedimientos de traducción que pueden<br />

repercutir en esa labor y, por último, disminuir su efectividad. Sin duda, los


problemas más importantes en esta etapa son las relaciones del traductor con<br />

la materia de que se trata, con la lengua receptora, con la naturaleza de la<br />

comunicación y con los procedimientos que deben emplearse” (op. cit.:135).<br />

La transferencia existe tanto a nivel del contenido semántico como de la<br />

forma estructural. Es muy frecuente que el traductor haga modificaciones<br />

semánticas. La base teórica de estas modificaciones es la distinción esencial<br />

entre la forma de un mensaje y su contenido. La lengua es un instrumento para<br />

comunicar mensajes —“el contenido es la carga conceptual del mensaje junto<br />

con los valores connotativos que desea comunicar el autor o hablante” (op.<br />

cit.:144) y las formas lingüísticas son un medio para ese fin determinado— “la<br />

forma, en cambio, es la configuración que adopta el mensaje para pasar del<br />

autor al receptor” (op. cit.: 144). Las modificaciones semánticas se dan tanto en<br />

los modismos como en el sentido figurado de ciertas palabras, en los<br />

componentes semánticos centrales, en los sentidos genéricos y específicos, en<br />

las expresiones pleonásticas, en fórmulas especiales, en la redistribución de los<br />

componentes semánticos y en la introducción de condicionantes contextuales.<br />

La tercera fase propuesta por Nida y Taber es la reestructuración. Para<br />

reestructurar el mensaje, es necesario considerar el problema desde tres<br />

perspectivas: variedades de lenguaje o estilos que puedan ser deseables,<br />

características y componentes esenciales de estos diversos estilos y técnicas que<br />

se pueden utilizar para producir el tipo de estilo deseado.<br />

Desde nuestro punto de vista como traductoras, prácticamente toda la<br />

etapa referida a la reestructuración es aplicable a cualquier redacción o<br />

producción en cualquier lengua, y no necesariamente en un proceso de<br />

traducción; asimismo, gran parte de sus comentarios son pertinentes cuando se<br />

trata de traducción de textos bíblicos.<br />

La última etapa en el proceso de una traducción es, para Nida y Taber, la<br />

de la evaluación o comprobación de la traducción que debe hacerse desde la<br />

perspectiva de la equivalencia dinámica. Esto significa que evaluar una<br />

traducción no consiste en una mera comparación de textos para determinar el<br />

grado de consistencia o conformidad verbal, sino en determinar cómo<br />

reaccionan ante ella los receptores potenciales de la traducción. Para Nida y<br />

Taber, la mejor forma de comprobar cuán correcta es una traducción es<br />

corroborar: 1) cuán bien entienden los receptores el mensaje original, 2) la<br />

facilidad de comprensión que estos poseen, y 3) el compromiso que la persona<br />

experimenta como resultado de lo adecuado de la forma de la traducción.<br />

Con esta última apreciación pensamos definitivamente que Nida y Taber<br />

nos dan la razón en nuestra creencia de que sus planteamientos son<br />

básicamente aplicables a la traducción de textos bíblicos, pues más bien solo en<br />

este tipo de textos, el”compromiso” del receptor una vez asimilada la traducción<br />

adquiere una importancia fundamental. De todas formas, a nuestro parecer, la


etapa de la comprobación tal como la plantean los autores resulta casi<br />

imposible de aplicar en la práctica, a menos que se trate de un experimento que<br />

cuente con los recursos y el personal necesarios.<br />

Todos los estudiosos de la traducción están conscientes de que la operación<br />

traductora tiene un carácter eminentemente lingüístico porque está referida a<br />

la lengua, pero no todos ellos han considerado los aspectos extralingüísticos<br />

involucrados en dicha operación como lo han hecho Nida y Taber. Si bien es<br />

cierto que Nida y Taber no fueron los primeros en estudiar la traducción desde<br />

una perspectiva lingüística (primero lo hizo Fedorov), nadie puede desconocer<br />

que fueron los primeros en demostrar la importancia e incidencia que tiene el<br />

conocimiento de la cultura a la cual y desde la cual se traduce para lograr una<br />

buena traducción. Sobre todo, a ellos corresponde el mérito de haber aplicado a<br />

la traducción los avances obtenidos en la teoría de la información y de haberla<br />

tratado como un proceso comunicativo que es la tendencia predominante en la<br />

actualidad. Al insertar la problemática de la traducción como objeto de estudio<br />

de diversas disciplinas relacionadas con el lenguaje han mostrado la necesidad<br />

de reflexionar en forma integradora acerca del lenguaje y de los fenómenos<br />

concomitantes a él.<br />

Como último representante contemporáneo de la etapa descriptiva en la<br />

evolución de la ciencia de la traducción, hemos elegido al traductor inglés Peter<br />

Newmark. Según Robert Larose, profesor de la Universidad de Montreal y<br />

autor de la obra Théories contemporaines de la traduction (1987), Newmark le<br />

sirve de punto de llegada en su análisis de las distintas reflexiones o teorías<br />

contemporáneas en torno a la traducción debido a la importancia que para él<br />

tiene la diferencia que hace Newmark entre traducción semántica y traducción<br />

comunicativa. Para los efectos de la presente publicación hemos preferido<br />

referirnos a su obra A textbook on translation (1988) publicada en forma<br />

posterior a Approaches to transiation (1981), ya que esta es una recopilación de<br />

los artículos del autor escritos entre 1969 y 1980. Esto hace que la obra de 1988<br />

tenga un carácter más sistemático y ordenado que la de 1981, por ser, según el<br />

propio autor, una ampliación y revisión de los temas allí tratados. Según<br />

nuestra perspectiva, la obra elegida se caracteriza por ser de corte<br />

absolutamente práctico; es directa, honesta, didáctica, crítica en el sentido que<br />

critica a otros teóricos de la traducción por parecerle éstos demasiado teóricos;<br />

sobre todo, creemos que es una obra relativista, pues para Newmark en<br />

traducción no hay absolutos, todo es condicional, todo es relativo.<br />

El objetivo del libro es ofrecer un curso en metodología y principios de<br />

traducción para estudiantes de los últimos años y de posgrado de la carrera de<br />

traducción; es un libro que pretende contribuir a resolver los problemas de<br />

traducción y así al adiestramiento del traductor. Quizás resultara interesante<br />

ver la posibilidad de complementar su método con aquel propuesto por Delisle,<br />

dirigido a alumnos debutantes en traducción.


El principio fundamental de Newmark es que todo, sin excepción, es<br />

traducible. Con esta afirmación, aparece refutando a Danica Seleskovitch, a<br />

quien Newmark cita textualmente de la siguiente manera: “Todo lo que se<br />

expresa en una lengua se puede expresar en otra, a condición de que las dos<br />

lenguas pertenezcan a culturas que hayan alcanzado un grado comparable de<br />

desarrollo” (Newmark 1988:6). Este planteamiento de Seleskovitch es erróneo<br />

para Newmark por cuanto este teórico afirma que el objetivo de la traducción<br />

es llegar al lector aunque tenga éste una cultura o educación diferente a la del<br />

lector del original; las estructuras del lenguaje y la cultura, la manera de<br />

expresarse y de pensar propia de una comunidad se pueden explicar y, como<br />

último recurso, esa explicación es una traducción. Si bien Newmark hace este<br />

comentario refiriéndose a palabras de Seleskovitch, pensamos que la referencia<br />

utilizada por Newmark podría estar descontextualizada, por cuanto la teoría<br />

interpretativa de la traducción rechaza, en términos generales, el concepto de<br />

<strong>intra</strong>ducibilidad.<br />

A nuestro parecer, Newmark aplica por extensión, en forma acertada, a<br />

todos los ámbitos de la traducción lo que Nida ha realizado y sobre lo cual tan<br />

bien ha teorizado en el terreno de la traducción bíblica. Al igual que Christine<br />

Durieux Y Jean Delisle de la ESIT, Newmark señala muy justamente que el<br />

traductor se enfrenta de manera constante a decisiones y que para ello<br />

considera en forma intuitiva o consciente la teoría de la traducción. Para él, y<br />

en esto creemos que coincide con Delisle (1984), la teoría de la traducción, en<br />

un sentido restringido, está relacionada con la aplicación adecuada de los<br />

métodos de traducción a cierto tipo de textos, por lo tanto, depende de una<br />

teoría del lenguaje que debería ser funcional; en un sentido más amplio, para<br />

Newmark esta teoría de la traducción es el cuerpo de conocimientos que<br />

poseemos sobre la traducción desde principios generales hasta directrices,<br />

sugerencias e indicaciones. Newmark plantea que sin problemas de traducción<br />

no hay teoría de la traducción; la teoría deja de tener un objeto y es estéril si no<br />

emana de los problemas de la práctica de la traducción. Lo que su teoría hace<br />

es identificar y definir un problema de traducción, luego señalar los factores<br />

que se deben considerar para resolver el problema y, finalmente, enumerar los<br />

posibles procedimientos de traducción. La finalidad de la teoría es ser útil al<br />

traductor. Según Newmark, está diseñada para servir de unión constante entre<br />

la teoría y la práctica. El conjunto de sus reflexiones deriva de un marco<br />

conceptual que propone que cuando el principal propósito de un texto es<br />

entregar información y convencer al lector, el método de traducción que se use<br />

debe ser “natural”; si, por otro lado, el texto es una expresión del estilo peculiar<br />

innovador o autoritario de un autor (sea una obra lírica, un discurso de un<br />

primer ministro o un documento legal), la versión del traductor deberá reflejar<br />

la desviación del estilo “natural”. Este concepto de naturalidad es fundamental<br />

en los planteamientos de Newmark e incluye tanto la gramática como el léxico;<br />

según él, este nivel de naturalidad une la teoría con la práctica. Creemos ver en<br />

este planteamiento una clara influencia de Nida, quien concibe la traducción<br />

como una reproducción del mensaje por medio de una equivalencia natural y<br />

exacta.


El modelo teórico de la traducción que Newmark propone (1988:20)<br />

consiste en un gran número de generalizaciones de los problemas de<br />

traducción, a pesar de que él admite que lo que es problema para un traductor<br />

no lo es para otro, punto en el cual coincide con Königs, para quien los<br />

problemas de traducción varían de un traductor a otro. Si bien es cierto que<br />

hay una coincidencia con Königs en este aspecto individual de la traducción,<br />

Newmark opina que actualmente no hay nada seguro sobre lo que sucede en el<br />

cerebro del traductor; sólo existen al respecto especulaciones. Según él, la<br />

contribución de la sicolingüística a la traducción es limitada y no ve la utilidad<br />

de saber lo que sucede en el cerebro de un traductor o lo que éste piensa cuando<br />

traduce, porque de cada traductor la información que se obtenga será diferente.<br />

Sobre este punto, nosotras consideramos que sí es importante saber lo que<br />

sucede en la mente del traductor para tratar de inferir ciertas generalizaciones<br />

acerca del proceso y de las estrategias que utilizan los traductores, todo lo cual<br />

debería tener consecuencias didácticas interesantes.<br />

Para este autor, toda teoría de la traducción (para él no hay posibilidad de<br />

una ciencia de la traducción) se basa en forma implícita en una teoría del<br />

lenguaje y toda traducción es en cierto aspecto un ejercicio de lingüística<br />

aplicada. Newmark toma el modelo tricotómico funcional del lenguaje de<br />

Bühler, adaptado por Jakobson, como el más útil para aplicar en traducción. De<br />

este modelo, toma las tres funciones básicas del lenguaje:<br />

expresiva, informativa y vocativa. En los textos, dice Newmark, encontraremos<br />

generalmente una mezcla de estas tres funciones. Además, considera útil<br />

dividir los textos en tres grandes categorías: literaria, institucional y científica;<br />

esta última incluye todas las áreas de la ciencia y la tecnología, pero tiende a<br />

mezclarse con la institucional en las ciencias sociales. Según Newmark, como<br />

muchos otros estudiosos de la traducción, el problema central en traducción ha<br />

sido siempre el de traducir literalmente o en forma libre; el énfasis en uno u<br />

otro modo ha cambiado con las épocas, en unas se ha dado más importancia al<br />

tipo de texto, en otras al autor, al destinatario, etc. Hoy las circunstancias han<br />

cambiado pero el problema sigue siendo el mismo. Newmark lo grafica de la<br />

siguiente manera:<br />

Énfasis en el texto fuente<br />

Énfasis en el texto meta<br />

Traducción palabra por palabra<br />

Adaptación<br />

Traducción literal<br />

Traducción libre<br />

Traducción fiel<br />

Traducción idiomática<br />

Traducción semántica<br />

Traducción comunicativa<br />

Nuevamente en este punto vemos la presencia de Nida quien distingue<br />

entre traducción de equivalencia formal y traducción de equivalencia dinámica,<br />

ya que al definir estos tipos de traducción (1986:45—47), Newmark comenta<br />

que solo la traducción semántica (traducción de equivalencia formal para Nida)<br />

y la comunicativa (traducción de equivalencia dinámica para Nida) cumplen<br />

con los objetivos de la traducción que para él son primero, exactitud y segundo,


economía. No nos queda claro el papel que juega el concepto de economía<br />

dentro de su planteamiento teórico. Si se refiere a reducir los elementos<br />

lingüísticos estaría yendo contra la traducción semántica y si se refiere a no<br />

decir más de lo que dice el texto original, seria un equivalente del concepto de<br />

exactitud.<br />

Para Newmark, la traducción semántica intenta reproducir el significado<br />

contextual preciso del original con las limitaciones de las estructuras<br />

gramaticales de la lengua meta (LM). “Transfiere” las palabras culturales,<br />

mantiene el grado de “anormalidad” (desviación de las normas de la lengua<br />

fuente (LF) ) gramática y léxica e intenta ser completamente fiel a las<br />

intenciones del autor del texto en lengua fuente. En este tipo de traducción, el<br />

traductor se compromete tanto con los valores estéticos del original como con el<br />

significado, de modo que nada parezca asonante en la versión final, lo que<br />

permite una empatía intuitiva del traductor con el autor. La traducción<br />

comunicativa intenta entregar el significado contextual exacto del original de<br />

manera tal que tanto el contenido como el lenguaje sean aceptados y<br />

comprendidos fácilmente por el destinatario.<br />

Newmark estima que la traducción semántica se utiliza en textos<br />

“expresivos”, mientras que la comunicativa en textos “informativos” y<br />

“vocativos”. En la primera, si hay pasajes mal escritos o ambiguos, estos deben<br />

respetarse; en la segunda, estos deben corregirse. La primera es personal e<br />

individual, sigue los procesos mentales del autor, en ella tiende a haber una<br />

sobre traducción. La segunda es social, se concentra en el mensaje y en la<br />

fuerza principal del texto, en ella se tiende a una subtraducción, es simple,<br />

clara y breve y siempre está escrita en un estilo natural. En una traducción<br />

semántica normalmente hay pérdida cognitiva y pragmática y esta tiende a ser<br />

inferior al original. En la traducción comunicativa se tiende más a explicar y es<br />

por lo general mejor que el original.<br />

En estas definiciones vemos que hay correspondencia con los postu lados<br />

de la teoría del sentido, al menos en lo que respecta a la traducción<br />

comunicativa, pues para ambas posturas el principal objetivo de la traducción<br />

es lograr el efecto equivalente en la LM. Además, según Newmark, la<br />

traducción comunicativa puede lograr un efecto equivalente con más facilidad<br />

que la traducción semántica (op. cit.: 49). Como ya se dijo, en este aspecto<br />

existe una clara identificación al respecto con los planteamientos de Nida. A<br />

pesar de esta última afirmación, que podría hacer pensar que Newmark<br />

privilegia la traducción comunicativa, para él, el método básico de traducción<br />

sigue siendo el literal, en lo cual coincide con Vinay y Darbelnet. El énfasis que<br />

Newmark pone en el destinatario nos recuerda la posición de Schleiermacher<br />

que García Yebra traduce y comenta extensamente en Filología Moderna 63—<br />

64, Febrero, junio, 1978, Págs. 343—392.


Newmark propone dos formas prácticas posibles de enfrentar una<br />

traducción: i) comenzar traduciendo oración por oración para captar el tono del<br />

texto, luego detenerse, revisar y leer el resto del texto en LF y u) leer todo el<br />

texto dos o tres veces, captar la intención, el registro, el tono y marcar las<br />

dificultades y sólo comenzar a traducir cuando se ha encontrado la orientación<br />

general del texto. El primero está más relacionado con la intuición, el segundo<br />

con el análisis y es generalmente el que se debería preferir.<br />

Con respecto a las etapas del proceso traductor, Newmark plantea que el<br />

primer paso en la traducción es el análisis del texto en lengua fuente.<br />

Newmark considera que el proceso de traducción es operacional, pues comienza<br />

con la elección de un método de acercamiento. Al traducir, dice, tenemos “en<br />

mente en forma más o menos consciente, cuatro niveles” (1988: 19):<br />

— el nivel del texto en LF, es decir, el nivel lingüístico que equivale al<br />

texto1<br />

— el nivel referencial, es decir el nivel de objetos y hechos, reales o<br />

imaginarios, y parte fundamental del proceso de comprensión y de reproducción<br />

que es en parte equivalente a los complementos cognitivos de que nos habla la<br />

teoría del sentido;<br />

_ el nivel de cohesión, más general y gramatical, que sigue la línea del<br />

pensamiento, el tono y las diversas presuposiciones del texto en LF<br />

En este nivel intervienen la comprensión y la reproducción y en él son<br />

aplicables los resultados del análisis del discurso, y<br />

— el nivel de naturalidad, que es el nivel más general y que solo se<br />

relaciona con la reproducción. Para lograr esta naturalidad, hay que<br />

asegurarse de que la traducción tenga sentido y que se lea naturalmente, es<br />

decir, que esté escrita en lenguaje corriente, para lo cual es necesario apartarse<br />

temporalmente del texto en LF. En este punto coinciden sus planteamientos<br />

con los de Danica Seleskovitch, quien señala que la palabra en LF desaparece,<br />

o sea, que el concepto se desverbaliza.<br />

Finalmente, sugiere una etapa de revisión que abarcaría al menos la<br />

mitad de todo el proceso.<br />

En cuanto a los procedimientos de traducción, Newmark considera que<br />

actualmente se ha hecho un excesivo hincapié en el análisis del discurso, lo que<br />

ha dado como resultado para efectos de la teoría de la traducción que la única<br />

unidad de traducción válida sea el texto y, en consecuencia, que uno pueda<br />

desviarse de la traducción literal considerando el texto como la autoridad<br />

superior. Esta situación hace que se rechace la traducción literal como<br />

procedimiento legítimo de traducción. La tesis de Newmark es que la<br />

traducción literal es un procedimiento correcto y que no hay que evitarlo si<br />

asegura una equivalencia con el original; sugiere “traducir, siempre que se


pueda, oración por oración, lo más literalmente posible” (op. cit.:5 1). A nuestro<br />

modo de ver, esta recomendación no se concilia con su posición en favor de la<br />

traducción comunicativa; tampoco con lo planteado por Nida, quien señala que<br />

“la traducción más literal, la interlineal, casi no puede llamarse traducción en<br />

el sentido corriente del término” (1986:23). No obstante, García Yebra sostiene,<br />

al igual que Newmark, que “la traducción literal es correcta y no debe evitarse<br />

si garantiza la equivalencia referencial y pragmática con el original” (1982:68—<br />

69). Para Newmark, y también para Vinay y Darbelnet, la traducción literal es<br />

el procedimiento básico de la traducción, tanto en la traducción semántica como<br />

en la comunicativa, por cuanto es allí en donde comienza verdaderamente la<br />

traducción. Según él, la única razón contra la traducción literal es la no<br />

naturalidad. Un buen traductor no abandona la traducción literal más que<br />

cuando ésta es inexacta; un mal traductor siempre hará todo lo posible por<br />

evitar la traducción literal. Vemos aquí una afirmación muy dogmática,<br />

característica de Newmark, que no compartimos del todo.<br />

En cuanto al concepto de unidad de traducción (UT), piensa que la frase es<br />

la unidad natural de traducción, al igual que es la unidad natural de<br />

comprensión. No distingue entre UT y unidad de sentido y trata de demostrar<br />

que las UT son variables, punto en el cual coincide con Königs. Para él, existen<br />

diferentes niveles de UT: el morfema podría ser la unidad de sentido más<br />

pequeña; la cláusula y el ‘grupo’ corresponderían a otro nivel que sería más<br />

bien de orden gramatical. Los idiotismos y las colocaciones podrían ser también<br />

UT y, por último, el texto es también una UT. De todas formas, según<br />

Newmark, la UT no puede ser lo que dicen Vinay y Darbelnet, puesto que sería<br />

caótico. Con todo, cree que siempre se deberá hacer corresponder la traducción<br />

a la unidad del texto, es decir, a lo que Delisle llama organicidad textual (si es<br />

que esto existe, afirma Newmark). En síntesis, para Newmark, la discusión<br />

sobre el tema de cómo definir la UT refleja concretamente el conflicto más<br />

antiguo entre traducción literal y traducción libre: mientras más libre la<br />

traducción, más larga la UT; mientras más literal la traducción, más corta la<br />

UT.<br />

Si se pudiera caracterizar a Newmark, podríamos decir lo siguiente:<br />

en primer lugar, es un crítico por excelencia. Critica todo y a todos y su<br />

posición crítica pensamos que se origina en su gran experiencia práctica como<br />

traductor y en las reflexiones y análisis que esta práctica supone;<br />

· en segundo lugar, Newmark es un pragmático, es decir no cree en la<br />

teoría por la teoría. Sin problemas de traducción no habría ninguna teoría de la<br />

traducción;<br />

· en tercer lugar, siente un gran cariño por la traducción y la compara con<br />

el amor, con una ciencia, con una habilidad y también con el arte;


en cuarto lugar, con respecto a la manera de traducir, se inclina por la<br />

traducción literal, salvo cuando hay buenas razones de orden semántico y de<br />

orden pragmático para no hacerlo.<br />

Luego de esta breve presentación de los planteamientos de Peter<br />

Newmark, a modo de conclusión, creemos que lo valioso de su obra radica en la<br />

ampliación de muchos conceptos que ya han sido presentados por otros<br />

estudiosos de la traducción, principalmente Vinay y Darbelnet, Nida,<br />

Schleiermacher. Pero lo más aportativo es, como dijéramos al comienzo, su<br />

carácter pragmático. En este sentido son muy pedagógicas sus<br />

recomendaciones sobre cómo traducir nombres propios, poesía, siglas, nombres<br />

de instituciones, jerga, metáforas, nombres geográficos, neologismos, etc. Al<br />

igual que Vinay y Dalbernet, presenta una gran cantidad de otros<br />

procedimientos de traducción (1988:80—93) que se basan en el resultado y no<br />

en el proceso de la traducción. A pesar de considerar que sus planteamientos no<br />

constituyen en rigor una teoría de la traducción, lo hemos incluido en este<br />

estudio, específicamente en la etapa descriptiva, por ser quien ha descrito en<br />

forma más extensa los numerosos problemas que se le presentan al traductor al<br />

realizar su actividad, y quien ha propuesto el mayor número de soluciones<br />

prácticas.<br />

3.1.3. Etapa explicativa<br />

Lo característico de la etapa explicativa en el caso de la ciencia de la<br />

traducción es la necesidad de reflexionar y de explicar en toda su complejidad<br />

el fenómeno traductor determinando un objeto de estudio y una metodología<br />

que le sean propios. Hemos considerado que dos teóricos representativos de<br />

esta etapa son Danica Seleskovitch y Frank Königs, pues han traspasado las<br />

fronteras de lo meramente normativo y descriptivo para entrar en una etapa<br />

reflexivo-explicativa.<br />

Danica Seleskov¡tch y Marianne Lederer, docentes e investigadoras de<br />

I’Ecole Supérleure d’lnterprétes et Traducteurs de la Sorbonne Nouvelle (ESIT),<br />

París, han elaborado la teoría del sentido o teoría interpretativa. Su teoría, en<br />

principio aplicable a la interpretación y luego ampliada a la traducción, viene, a<br />

nuestro juicio, a revolucionar todo lo postulado con respecto a la traducción<br />

hasta el momento, pues con sus argumentos desmoronan todas aquellas teorías<br />

que intentaban explicar la traducción basándose exclusivamente en la<br />

lingüística como ciencia principal. Esta teoría define el sentido como objeto de<br />

la traducción e inserta el estudio de la traducción dentro del ámbito más amplio<br />

de la comunicación humana, en la cual intervienen procesos sicolingüísticos y<br />

mentales que van más allá de lo meramente lingüístico. A continuación,<br />

intentaremos resumir los postulados básicos de esta teoría que resulta<br />

fundamental para los estudiantes de traducción, para los docentes y para<br />

cualquiera que desee investigar sobre el proceso traductor, presentando la<br />

concepción elaborada por Seleskovitch y Lederer. En la ESIT también se ha


trabajado en la línea de la didáctica de la traducción, tema que ha sido tratado<br />

en forma especialmente acertada por la profesora Christine Durieux en su libro<br />

Fondement didactique de la traduction technique.<br />

La teoría interpretativa de la traducción tiene, según nosotras, varias<br />

dicotomías novedosas: plano de la lengua frente a plano del habla (discurso),<br />

sentido frente a significación y traducción frente a transcodificación, conceptos<br />

todos constantemente entremezclados en los postulados de ambas autoras.<br />

Lederer y Seleskovitch utilizan la dicotomía saussuriana de lengua y<br />

habla, insertando la traducción .y su objeto, el sentido, en el plano del habla.<br />

Señalan que al hablar de traducción es fundamental no confundir lengua y<br />

habla; la lengua les atribuye un significado a las palabras pero el habla las<br />

enriquece con nociones inimaginables en el plano lexicológico y para ellas eso es<br />

el sentido. Insisten enfáticamente en que la investigación en traducción debe<br />

centrarse en el hombre y no en la lengua, pues al centraría en esta última se<br />

han producido errores conceptuales que han llevado a pensar incluso en la<br />

<strong>intra</strong>ducibilidad. El hombre, al traducir, no transpone un código lingüístico por<br />

otro, sino que comprende y reexpresa un sentido. Como la necesidad de<br />

traducción proviene directamente de la necesidad de comunicación —pues es<br />

un caso particular de comunicación— el proceso de la traducción atañe mucho<br />

más a la forma cómo el hombre comprende y expresa más que a una<br />

comparación de lenguas. En este aspecto, coinciden con el planteamiento de<br />

Nida quien postula que la traducción es ante todo un acto de comunicación e<br />

incluso inserta el estudio de la traducción dentro de la teoría de la<br />

comunicación.<br />

Por lo anterior, las autoras hacen notar que si la investigación en<br />

traducción se centra en el hombre y en la manera cómo este actúa, el saber qué<br />

par de lenguas estudiar pierde sentido e incluso acarrea problemas para su<br />

teoría de la traducción, en la cual el sentido es el que se ubica en primer plano.<br />

Según su teoría, la significación se opone al sentido: la significación es<br />

traducible, el sentido debe ser reexpresado. El objetivo del traductor es<br />

transmitir el sentido, lo cual debe hacer en forma clara y exacta. Sin embargo,<br />

el sentido que interesa al traductor no es el mismo que interesa al filósofo, al<br />

artista o al semántico —en el caso de los semánticos o de los lexicógrafos esto es<br />

“significado lingüístico”— sino aquel que se actualiza en el discurso. El sentido<br />

del habla, que transmite el mensaje, no se encuentra en cada palabra, en cada<br />

frase, sino en el conjunto del texto. A este respecto, esta posición se opone a la<br />

de Margot y a Newmark, quienes sostienen que las palabras, al igual que los<br />

textos, poseen significados. El sentido es efímero como la combinación verbal<br />

que lo originó y como tal es un acto de habla, diferente de la lengua, aunque<br />

parte de ella.


Oponen los términos transcodificar y traducir, con lo cual introducen un<br />

enfoque que va más allá de lo lingüístico. Para ellas, la transcodificación solo es<br />

una parte de la traducción y es posible transcodificar únicamente los<br />

elementos, términos o expresiones cuyo significado no varía en la otra lengua;<br />

por ejemplo, los nombres, las cifras y quizás también las palabras técnicas.<br />

Sostienen que para que un texto pueda ser traducido, es decir claramente Rex<br />

presado en otra lengua, es necesario que dicho texto sea interpretado con<br />

conocimientos que van más allá de lo lingüístico. Aquí se introduce el concepto<br />

de interpretación de textos y de conocimientos extralingüísticos, fundamentales<br />

en la teoría interpretativa de la traducción. Con el primero se quiere decir que<br />

para lograr una equivalencia de textos es necesaria una operación<br />

interpretativa que se centra más en las ideas expresadas por los enunciados<br />

que en los enunciados mismos. Traducir no es convertir signos en otros signos;<br />

primero, es necesario encontrar el sentido de los signos. Si traducir no es<br />

transcodificar, sino comprender y expresar, entonces es fundamental conocer el<br />

tema que vamos a traducir. Hay tendencia a confundir conocimiento de una<br />

lengua y conocimiento en sí; estos dos conceptos no son lo mismo, pero no hay<br />

conciencia de que los meros conocimientos lingüísticos no bastan para<br />

comprender el sentido y que siempre es necesario recurrir a conocimientos<br />

extralingüísticos para comprender un enunciado Lingüístico. Todos los<br />

conocimientos extralingüísticos que poseemos, que las autoras denominan<br />

conocimientos cognitivos, ayudan a interpretar el significado de las palabras<br />

articuladas en frases y a darles sentido. Su teoría, en síntesis, revela la relación<br />

entre la lengua y el bagaje cognitivo no verbal, acumulado por la experiencia<br />

vivida, que es uno de los aspectos más fundamentales de los mecanismos del<br />

lenguaje.<br />

Lederer y Seleskovitch postularon y luego comprobaron que entre la<br />

lectura de un texto y su posterior reestructuración hay una etapa<br />

desverbalizada, es decir mental, durante la cual se produce una síntesis<br />

inmediata de elementos sensibles y de elementos cognitivos. Hacen notar que<br />

fue Piaget quien descubrió que había un esquema interpretativo entre estímulo<br />

y reacción, y que este no era un mero comportamiento de estímulo-respuesta.<br />

Como premisa sostienen que no se traduce para comprender, sino que se<br />

comprende para traducir. Al leer un texto en lengua fuente (LF) y luego dejarlo<br />

de lado, desaparecen las formas lingüísticas del original y permanecen solo en<br />

la conciencia o en la mente del traductor. El sentido es, entonces, para ellas, el<br />

encuentro en la mente de la formulación lingüística que vemos en el papel y los<br />

conocimientos de que disponemos para una lectura inteligente. Por ello, el<br />

traductor debe tomar distancia con respecto al texto en LF y así liberar los<br />

mecanismos cognitivos necesarios para una traducción no lingüística. Este<br />

esquema interpretativo, que alude directamente a un proceso mental, nos<br />

revela que solo comprendemos las palabras porque les asociamos un saber no<br />

lingüístico, saber que varía según cada individuo. Sostienen que la mente del<br />

hombre está organizada de tal manera que solo percibe aquello sobre lo cual<br />

razona conscientemente, de tal forma que en el adulto las constataciones más


simples se basan en un sustrato previo de observaciones, deducciones y de<br />

razonamientos tan complejos como poco aparentes. Este sustrato le permite al<br />

hombre coordinar cada uno de sus actos según ciertas formas cibernéticas que<br />

le sería imposible describir conscientemente. La interpretación del sentido es<br />

un proceso inconsciente a nivel de la percepción en general que se convierte en<br />

un esfuerzo consciente de comprensión en el caso del traductor, cuando intenta<br />

aprehender el sentido. El traductor, quien debe ser un lector atentísimo, debe<br />

saber que la explicitación lingüística sólo cubre una parte del mensaje; para<br />

conocer el sentido de un texto siempre será necesario agregar un saber a lo<br />

explícito del habla.<br />

Para Lederer, en virtud de los mecanismos sicológicos que van aparejados,<br />

hay tres factores que intervienen en la transformación del lenguaje en discurso:<br />

situación: representa todos los elementos de percepciones sensoriales no<br />

lingüísticas concomitantes al discurso, por ejemplo, la sala (en la<br />

interpretación); el texto (en la traducción), etc.;<br />

contexto verbal (o visual en traducción): corresponde a la capacidad de la<br />

memoria inmediata; a través de él desaparece el problema de la polisemia, pues<br />

se limitan los rasgos semánticos de la lengua, y<br />

contexto cognitivo: corresponde a las ideas que se desprenden poco a poco<br />

del discurso, que se arma a medida que uno lee. Este contexto es el conjunto<br />

dinámico de informaciones que aporta el texto al lector.<br />

Agrega Lederer un cuarto elemento, que es el saber pertinente de que<br />

dispone el lector para comprender las unidades de sentido del discurso que<br />

expresan un sentido inédito, único, que toma forma no solamente en la<br />

significación —preexistente en la lengua— de los elementos que las componen,<br />

sino también en la argumentación en que se insertan. Aquí, Lederer toca un<br />

punto clave, cual es la definición de las unidades de sentido que otros han<br />

llamado unidades de traducción. Al respecto, diversos autores como Vinay y<br />

Darbelnet, Königs, Newmark, han distinguido también unidades de traducción<br />

con perspectivas diferentes. Por ejemplo, para Königs la unidad de traducción<br />

está constituida por el grado de dificultad que esta presenta y como tal es<br />

inclasificable. Lederer llama unidad de sentido al enunciado más la reacción<br />

cognitiva; por lo tanto, el largo de las unidades de sentido dependerá de lo<br />

implícito (de los conocimientos) que contiene el cerebro del traductor, lo que<br />

implica que son individuales y por lo tanto imposibles de clasificar. Según ella,<br />

la unidades sentido es


equivalente a la unidad mínima del habla, antes de la cual no hay sentido sino<br />

solo palabras y más allá de la cual comienza la comunicación. Con esta<br />

afirmación toca otro aspecto clave de esta teoría que es el del saber pertinente,<br />

es decir, el sentido del enunciado depende de un saber exterior, no lingüístico,<br />

que el traductor debe aprehender para poder reexpresar el sentido. La<br />

incomprensión del sentido constituye, sin duda, el error metodológico mayor de<br />

muchas traducciones que se contentan con transmitir los significados de la<br />

lengua de origen, sin preocuparse si han expresado el sentido del texto.<br />

En cuanto a las fases de la operación traductora, para Lederer y<br />

Seleskovitch, al igual que para García Yebra, esta operación comprende dos<br />

partes: comprensión y expresión. Toda comprensión es, por definición,<br />

subjetiva, y el sentido que captamos sólo puede ser una aproximación a lo que<br />

el autor quiso decir. El sentido que hay que captar y reexpresar no se puede<br />

formalizar ni cuantificar, pues corresponde a un proceso y no a un hecho. En<br />

rigor, señalan que se podría medir el acto de comprensión midiendo la actividad<br />

neuronal del cerebro. Creemos que estas afirmaciones son del máximo interés<br />

para los investigadores del área de la traducción, pues marcan una clara<br />

diferencia entre proceso y resultado, centrando los postulados en el proceso y<br />

por ende en la mente del traductor, quien es el receptor anterior al receptor<br />

final de la traducción y del cual va a depender la orientación e interpretación<br />

final del texto. Esta perspectiva sicolingüística de la traducción es también<br />

estudiada por el profesor Frank Königs de la Universidad de Bochum,<br />

Alemania; la presentamos más adelante. Para las autoras, en contraposición<br />

con lo expresado por Nida y Newmark, en el estudio de la traducción es<br />

imposible disociar la operación traductora de las operaciones mentales en<br />

general. Señalan que el estudio del funcionamiento del lenguaje parece abrir<br />

horizontes más fructíferos al estudio de la traducción que los que hoy ofrece la<br />

comparación de lenguas, perspectiva esta última vigente hasta hace muy poco.<br />

En efecto, afirman que la comunicación humana reposa sobre cierta cantidad<br />

de mecanismos (expresión y percepción, comprensión y asimilación) y no ven<br />

por qué estos serían, al intervenir una segunda lengua, suplantados por un<br />

simple examen comparativo de lenguas. Como se vez son firmes detractoras de<br />

la lingüística contrastiva y de la estilística comparada y lo manifiestan en cada<br />

una de sus afirmaciones. Podríamos añadir que si bien estos mecanismos<br />

seguramente no difieren al intervenir una lengua extranjera, pensamos que sí<br />

pueden hacerse más complejos por tratarse de una “habilidad” adicional a la<br />

innata, correspondiente a la lengua materna.<br />

Seleskovitch y Lederer señalan que en la etapa de la expresión se<br />

encuentran espontáneamente las palabras adecuadas cuando el traductor<br />

establece la relación entre sentido y habla. Para que una traducción sea<br />

correcta y no se advierta que es una traducción, debe estar conforme a los usos<br />

de la lengua meta (LM). No basta con que un texto sea gramaticalmente<br />

correcto, también debe ser inteligible. Se podría decir que así como la<br />

comprensión del texto se basa en dos pilares: conocimiento de la lengua fuente


y del tema, la reexpresión del sentido se basa en uno:<br />

conocimiento de la lengua meta que implica necesariamente corrección en todos<br />

los niveles (o saberes, de acuerdo con lo postulado por Coseriu:<br />

elocucional, idiomático y expresivo). Entonces, para encontrar una fórmula<br />

linguística redactada sin la influencia de la otra lengua, es necesario partir de<br />

la idea desprovista de su lengua para poder llegar a la fórmula linguística en la<br />

otra lengua; siempre traducimos textos y no lengua.<br />

Según las autoras, entre lengua y discurso existen diferencias aun cuando<br />

sea difícil establecer un límite claro entre ambas. La lengua, en sincronía, es<br />

materia semánticamente fija con reglas de funcionamiento fijas. Es observable<br />

objetivamente puesto que se sitúa más allá o fuera de los seres pensantes que<br />

hacen la descripción. En cambio, el discurso se sitúa en el sujeto pensante<br />

mismo, en su mente, por lo que sus límites son los límites del pensamiento. El<br />

sentido, entonces, corresponde a un estado de conciencia en tanto que el<br />

instrumento lingüístico, la lengua, empleado para comunicarlo, es reflejo; el<br />

sentido es una toma de conciencia diferente a la de los significados lingüísticos.<br />

Por eso hay que tener cuidado y no confundir traducción de la lengua —<br />

transposición—- con restitución del sentido que es para esta teoría la verdadera<br />

traducción; lo primero atañe a la lingüística y lo segundo a la teoría de la<br />

traducción. La operación que transforma la lengua en discurso pasa<br />

normalmente desapercibida y se tiende a confundir el significado de la frase<br />

con el sentido que esta adquiere cuando se transforma en enunciado en el<br />

discurso. La operación traductora posee un carácter mixto: en parte está hecha<br />

por la transposición de estructuras lingüísticas y en parte por la restitución de<br />

ideas. La traducción no se apoya en la lengua para transmitir los significados;<br />

parte de la lengua para captar la idea que alguien, quiere transmitir y una vez<br />

que desaparece la idea original, la expresa espontáneamente sin referencia a la<br />

forma que tenía en el original.<br />

Para Seleskovitch y Lederer, traducir es una operación, un proceso, y por<br />

ello se han dedicado a estudiar los mecanismos del lenguaje vistos a través de<br />

la traducción. A nivel cerebral, el sentido es el producto de la elaboración<br />

cognitiva renovada constantemente que cada enunciado gatilla en los<br />

interlocutores (auditores, lectores, etc.), en tanto que las significaciones son el<br />

producto de adquisiciones logradas de manera más o menos definitiva a medida<br />

que se desarrolla el sujeto que habla y comprende. Los significados lingüísticos<br />

—léxicos, morfológicos o sintácticos— están ligados a estructuras sonoras que<br />

el individuo puede evocar y producir más allá de cualquier emisión de palabras<br />

con sentido. Como tal, son recuerdos durables, comúnmente llamados<br />

conocimiento o competencia de una lengua. El sentido, por el contrario, es un<br />

estado de conciencia pasajero que no marca la memoria en forma permanente,<br />

pero que se adhiere a cada palabra escuchada o leída por un tiempo<br />

suficientemente largo como para constituir un saber momentáneo. El sentido,<br />

nacido de la integración de un enunciado con conocimientos que son exteriores<br />

a su semantismo, es inédito. La significación se transforma en sentido por


medio de los complementos cognitivos, que son absolutamente necesarios para<br />

cualquier acto de comprensión. A nuestro juicio, este es uno de los aportes más<br />

significativos de la teoría interpretativa de la traducción, ya que a lo<br />

meramente lingüístico agrega lo extralingüístico, introduciendo así al ser que<br />

realiza la traducción y no tomando en cuenta solamente el instrumento de que<br />

éste se vale. Cabe mencionar que Nida, quien fuera uno de los primeros en<br />

referirse a los aspectos extralinguisticos del acto traductor, los relaciona<br />

solamente con lo cultural, dándoles con ello una perspectiva diferente a la<br />

adoptada por estas autoras. Para ellas, el principio de la traducción es simple,<br />

aunque pueda haber dificultades en su aplicación. Se trata siempre de<br />

considerar el enunciado como el aspecto formal del conjunto más amplio que se<br />

está comunicando, luego encontrar a partir de esa estructura cognitiva más<br />

completa el aspecto denominador utilizable en la otra lengua para hacer<br />

comprender la misma idea.<br />

La teoría interpretativa de la traducción propone por último un modelo en<br />

tres etapas: 1) comprenderla lengua, 2) comprender el sentido y 3) restituir el<br />

sentido. Con esto rechaza de plano el modelo de la traducción lingüística que<br />

consiste en 1) comprender la lengua y 2) restituir las significaciones.<br />

Verificando que las diferentes lenguas no expresan el mismo sentido por medio<br />

de significaciones idénticas, la traducción interpretativa revela el papel<br />

fundamental que les cabe a los complementos cognitivos que acompañan a todo<br />

enunciado. A partir del momento en que el teórico de la traducción constata que<br />

traducir un texto no es lo mismo que traducir una lengua, concluye que, en la<br />

comunicación interlingüística, comprender el sentido de un enunciado no es lo<br />

mismo que comprender la suma de los elementos que lo componen.<br />

De esta forma funciona el proceso de una traductología que se basa en<br />

actos de habla auténticos para definir el concepto de sentido y que propone un<br />

modo operador de la traducción que desplaza su eje de la significación al<br />

sentido. Las teorías lingüísticas de la traducción han descuidado los<br />

mecanismos mentales del traductor viendo en los textos solo una aplicación de<br />

la lengua y en su traducción, problemas de diferencia de lenguas. Según<br />

Seleskovitch y Lederer, la traducción no ganará terreno como disciplina<br />

científica si no centra su objeto en la interacción entre las fórmulas lingüísticas<br />

y los contenidos cognitivos exteriores a ellas y tampoco si no descarta la<br />

posibilidad de que el mero análisis de signos no basta para llegar al sentido.<br />

En resumen, podríamos decir que para la teoría interpretativa de la<br />

traducción traducir significa transmitir el sentido de los mensajes que contiene<br />

un texto y no convertir una lengua en otra. Entre el sentido que transmite un<br />

texto y la lengua con que se ha efectuado existe una diferencia fundamental<br />

que explica que el funcionamiento del lenguaje como proceso mental no sea el<br />

mismo que el funcionamiento de la lengua, y que traducir sea un acto de<br />

comunicación y no un acto exclusivamente lingüístico.


Finalizamos esta revisión de autores con Frank Königs, profesor e<br />

investigador de la Universidad de Bochum, quien, según nuestros análisis, cabe<br />

en la etapa explicativa por su enfoque sicolingüístico de la traducción. Como<br />

punto de partida de una presentación general de sus ideas, percibimos en sus<br />

trabajos tres orientaciones fundamentales, de las cuales solo las dos primeras<br />

tienen relación con el objetivo de nuestro trabajo:<br />

· la elaboración de las bases teóricas de una ciencia de la traducción<br />

sustentada en la sicolingüística;<br />

· la formulación de una didáctica de la traducción basada en las<br />

conclusiones prácticas provenientes de un programa de investigaciones<br />

sicolingüísticas del cual ya se han obtenido resultados concretos, y<br />

· los procesos cognitivos que entraña la adquisición de una lengua<br />

extranjera y el papel de la traducción en este proceso.<br />

A modo de introducción, consideramos que la importancia de los<br />

planteamientos de Königs reside en que es el primero de los estudiosos de la<br />

traducción que ha centrado sus investigaciones específicamente en la<br />

determinación de los procesos que ocurren en la mente del traductor, poniendo<br />

relieve, de esta forma, en la persona que realiza este proceso. La traducción ya<br />

ha sido considerada y estudiada como proceso mental por diversos autores,<br />

entre ellos, Vinay y Darbelnet, quienes destacan las diferencias existentes<br />

entre los pueblos y las culturas que se reflejan en sus lenguas y se centran así<br />

en el conjunto de individuos más que en cada individuo en particular para<br />

elaborar su posición teórica. También Seleskovitch ha estudiado el proceso<br />

mental que supone la interpretación y de éste ha inferido conclusiones<br />

aplicables a la traducción. Desde el punto de vista del desarrollo de los estudios<br />

sicolingüísticos, el enfoque de Königs también es novedoso, porque avanza un<br />

paso más en esta área al centrarse en la traducción. En sicolingüística, los<br />

trabajos realizados a la fecha habían excluido la traducción, manteniéndola en<br />

el plano de la comprensión y expresión de la lengua materna y en el estudio de<br />

estas aptitudes en el proceso de adquisición de una lengua extranjera.<br />

Según Königs, el objeto de estudio de la ciencia de la traducción no es ni la<br />

descripción estática de la lengua (lingüística) ni el análisis de las relaciones<br />

entre las diferentes lenguas (lingüística contrastiva), sino que el análisis de las<br />

condiciones de formación y de la utilización de los ‘actos de habla’ en relación<br />

con los ‘hechos de lengua’ . Debe ser, por lo tanto, una disciplina que esté<br />

orientada por el desempeño, concebido éste como el producto final de las<br />

posibilidades de decisión que se le presentan al traductor en el proceso de la<br />

traducción y de las decisiones concretas que éste toma con respecto a las<br />

correspondencias ínter linguales. Aunque para Königs aún no existe una<br />

descripción óptima de los diferentes factores que intervienen en el proceso


traductor —cuya diversidad impide llegar a una teoría única de la traducción—<br />

la teoría no puede estar ausente en la actividad traductora y los estudiosos<br />

deben tratar de lograr un equilibrio razonable entre teoría y práctica.<br />

La hipótesis de Kónigs sostiene que solo se puede elaborar una teoría de la<br />

traducción si se investiga científicamente todo aquello que el traductor<br />

realmente hace cuando enfrenta la traducción de un texto. Partiendo de<br />

experiencias concretas, trata de reconstruir el ambiente mental del proceso<br />

traductor —que sucede únicamente en la mente del traductor— al enfrentar el<br />

material lingüístico que es el texto. Su objetivo es establecer una teoría que<br />

refleje el uso concreto del lenguaje y no un uso supuesto o impuesto. Estos<br />

planteamientos de Königs están basados en los estudios de Hónig, Kussmaul y<br />

Wilss, principalmente. Basándose en estos teóricos, práctica.<br />

—cuyo énfasis está puesto en el proceso y no en el resultado— Königs<br />

convierte al traductor en el elemento central de estudio del proceso traductor,<br />

sin restarle importancia al elemento textual, pues es obvio que es con el texto<br />

que el traductor realiza su actividad. De la sicolingüística, Königs toma el<br />

concepto de esquema, entendido éste como las estructuras existentes en la<br />

mente del individuo antes de la recepción de un texto y que conducen a la<br />

formación de una actitud de expectativa, por considerarlo de fundamental<br />

importancia en la recepción y la comprensión del texto que se va a traducir. De<br />

esta manera, su perspectiva de estudio no es lingüística sino sicolingüística;<br />

para él, este punto de vista conduce en forma natural a la didáctica de la<br />

traducción, pues antes de enseñarle a traducir al futuro traductor, el profesor<br />

debe conocer los procesos mentales por los que atraviesa el alumno al traducir.<br />

Con un enfoque sicolingüístico, la traducción es considerada<br />

fundamentalmente un proceso mental humano y como tal se la puede<br />

relacionar con otras formas de producción lingüística como serían la<br />

adquisición de las aptitudes de comprensión y expresión en un idioma<br />

extranjero. En la mayoría de sus escritos, Königs se refiere a la estrategia de<br />

traducción que se utiliza en la adquisición de una lengua extranjera. En este<br />

último campo, existen múltiples investigaciones y numerosas teorías, todas<br />

estudiadas desde el punto de vista de la sicología. La traducción aún no se ha<br />

estudiado desde la perspectiva sicológica y Königs estima que ha llegado el<br />

momento de hacerlo.<br />

Basándose en sus experiencias, Königs nos propone la siguiente definición:<br />

La traducción es la traslación adecuada de un idioma a otro de un texto en<br />

lengua origen, manteniendo la sintaxis, el léxico y las normas estilísticas de la<br />

lengua meta. La eficiencia de la traslación dependerá de la competencia del<br />

traductor y de la influencia de procesos de desempeño, mecanismos sicológicos<br />

de estructuración, experiencia del traductor y componentes situacionales”<br />

(1979). El proceso de traducción lo grafica de la siguiente manera:


La preocupación central actual de Königs es determinar lo que sucede en la<br />

mente del traductor al iniciar su actividad de traducción propiamente tal.<br />

Königs sostiene que la mayoría de los trabajos acerca de la traducción han<br />

prestado poca o ninguna atención al proceso de la traducción, quedándose<br />

generalmente en la superficie del texto, es decir, en la contrastación del texto<br />

origen y del texto meta sin entrar en el aspecto sicolingüístico, o sea en los<br />

procesos cognitivos que suceden en la mente del traductor al comenzar a<br />

traducir; estos, según sus propias palabras, son los elementos prioritarios en el<br />

campo de la investigación en traducción. A Königs no le cabe ninguna duda de<br />

que la traducción consiste en trasladar un texto de la lengua origen (Li) a la<br />

lengua meta (L2). Para él, el problema radica en lograr determinar, explicar y<br />

sistematizar el proceso mental que realiza el traductor desde el momento en<br />

que recibe el texto origen hasta el momento en que elabora el texto meta. Al<br />

estudiar empíricamente el proceso traductor, distingue entre el bloque ad hoc y<br />

el bloque residual. Podríamos decir que el bloque ad hoc son todos aquellos<br />

elementos existentes en la mente del traductor (automatización idiomática,<br />

experiencia traductora y decodificación sin problemas de contenido) que le<br />

permiten producir un texto meta sin recurrir a ningún tipo de ayuda externa.<br />

El traductor encuentra más o menos automáticamente en el bloque ad hoc un<br />

equivalente para una unidad de la lengua origen. Puede activar mentalmente<br />

una equivalencia de 1:1. Una de las características de los elementos que se<br />

encuentran en el bloque ad hoc, según este autor, es que estos son más<br />

resistentes a correcciones, es decir, que el traductor se muestra más reticente a<br />

corregir algo proveniente del bloque ad hoc que lo proveniente del otro bloque.<br />

Entendemos que todo aquello que el tra


ductor no puede ubicar inmediatamente en el bloque ad hoc pertenece al bloque<br />

residual. La primera característica del bloque residual es que en él se incluyen<br />

todos los problemas individuales de traducción, tanto los de contenido como los<br />

idiomáticos. Incluye también las informaciones acerca del texto (autor,<br />

intención y público al que está dirigido). La competencia traductora específica,<br />

en oposición a la experiencia traductora del bloque ad hoc, para aplicar<br />

determinadas técnicas de traducción, también se encuentra en el bloque<br />

residual. El traductor produce un texto meta provisorio, recurriendo a los<br />

elementos provenientes de ambos bloques. Este texto provisorio, luego de un<br />

afinamiento, se transforma en un texto meta.<br />

Para formular las bases de una ciencia de la traducción, Königs estudió todas<br />

las teorías existentes y llegó a la conclusión de que ninguna de ellas reflejaba lo<br />

que el traductor hacía, pues, por un lado, los teóricos que las han formulado son<br />

generalmente lingüistas y, por otro, ninguna de estas formulaciones refleja lo<br />

que el traductor realmente hace cuando traduce. Por ejemplo, ciertos teóricos<br />

afirman que para llegar a un texto meta es necesario hacer un análisis del<br />

texto fuente. Según Königs, cuando a un traductor le pasan un texto para<br />

traducir, jamás hace un análisis textual del texto en lengua original; dicho en<br />

otras palabras, del texto fuente al texto meta no se llega por un análisis del<br />

texto fuente. Con esta afirmación se contradiría a aquellos lingüistas que<br />

afirman que la traducción se produce porque hay un análisis de texto. Hay dos<br />

afirmaciones empíricas que, para Königs, permiten postular que el análisis de<br />

texto no es necesario en el proceso traductor: 1) traducir es pan de cada día del<br />

traductor y este no hace análisis de textos, y 2) los niños que saben una lengua<br />

extranjera tampoco realizan análisis de textos para expresarse en esa otra<br />

lengua. Hay que descubrir lo que ambos hacen. En el caso de los niños, estos<br />

establecen diferentes tipos de relaciones entre los dos idiomas en forma<br />

personal, analítica, automática y natural. Imponer otro tipo de proceso sería<br />

antinatural. En el caso de los traductores, sólo podemos averiguar lo que<br />

efectivamente hace, preguntándoles. Königs quiere establecer una teoría<br />

empírica, que se basa en hechos. Para demostrar su hipótesis, Königs realizó<br />

un experimento que ha repetido numerosas veces con el propósito de validar<br />

sus resultados. Eligió estudiantes de traducción —puesto que para ellos<br />

traducir no iba a ser tan automático— para realizar una experiencia empírica<br />

de corte sicolingüístico. Con respecto al tipo de texto, escogió dos folletos<br />

turísticos en español y pidió a cinco alumnos de traducción que tenían el<br />

español como lengua materna que los tradujeran al alemán. Con respecto al<br />

grado de dificultad del texto entregado, eligió folletos en que hubiera<br />

dificultades que el alumno no pudiera solucionar, con el fin de averiguar el<br />

verdadero proceso mental seguido por el alumno. Respecto del material de<br />

apoyo, les permitió utilizar diccionarios bilingües y monolingües. Con relación a<br />

la duración de la experiencia, no hubo restricción de tiempo. En lo que se<br />

refiere a la estrategia empleada para obtener información, los alumnos, al<br />

traducir, debían pensar en voz alta, verbalizando todo lo que se les pasara por<br />

la mente durante el proceso traductor, lo que a su vez fue filmado en video. Los


alumnos estaban en la sala de clases con su profesor, pues se partió de la base<br />

de que en ese ambiente psicológico sin apremios iban a verbalizar sin<br />

problemas todo lo que hacían habitualmente al traducir. Finalmente, se les<br />

permitió mejorar y corregir la versión preliminar para llegar a una versión<br />

final lo más aceptable posible.<br />

La pregunta inicial que pretendía resolver la investigación era: ¿qué elementos<br />

del texto en lengua original se traducen en forma ad hoc, qué elementos pasan<br />

al bloque residual y qué sucede con ellos? La experiencia reveló la existencia de<br />

interesantes aspectos cognitivos relacionados con diferentes tipos de<br />

dificultades que se presentan en el proceso traductor y que deberían ser<br />

tomadas en cuenta en una planificación didáctica. Uno de los resultados a que<br />

llega Königs es que las unidades de traducción deben ser unidades<br />

sicolingüísticas —y no lingüísticas— y que dentro de ellas existen subunidades.<br />

Además, que el tamaño de la unidad de traducción dependerá de cada<br />

traductor y de los conocimientos que éste tenga, punto sobre el cual concuerda<br />

con lo planteado por Lederer (1984) y Newmark (1988). Postula además que<br />

quienes deben elaborar la teoría de la traducción, y en esto coincide con Mounin<br />

(1981), son los traductores, o sea, son ellos quienes deben examinar el texto<br />

fuente, dilucidar lo que ocurre en la mente del traductor y finalmente comparar<br />

este proceso mental con la producción del texto fuente.<br />

Al tratar de entender y explicar lo que ocurre en la mente del traductor, las<br />

pretensiones de Königs no son solamente teóricas sino también pedagógicas, en<br />

cuanto pretenden sentar las bases de una didáctica de la traducción. Para él, el<br />

objetivo principal de la didáctica de la traducción (enseñanza y aprendizaje) es<br />

la formación de la competencia para traducir; ésta presupone la competencia<br />

lingüística en el o los idiomas extranjeros que se necesitarán para practicar la<br />

actividad traductora, como el conocimiento que se tenga del tema. Este hecho<br />

implica aceptar la importancia de los factores extralingüísticos y del aspecto<br />

creativo individual en el proceso de la traducción. Para Königs, la competencia<br />

que tenga el traductor en el idioma extranjero lo lleva a evitar muchos errores<br />

de traducción al no tener que prestar atención simultáneamente a problemas<br />

idiomáticos y a problemas de traducción. Sin embargo, en una primera etapa,<br />

la enseñanza de la traducción debe dedicarse de manera realista a la formación<br />

de ambas competencias. Distingue entre “método” y “estrategia”. El primero<br />

incluye un proceso de traducción supraindividual y constituye una especie de<br />

manual de instrucciones. La estrategia en cambio, incluye en gran medida la<br />

creatividad individual del traductor, que se refiere tanto a la recepción del<br />

texto origen como a la producción de texto meta. La existencia del bloque ad<br />

hoc demuestra que el proceso traductor es hasta cierto punto algo automático y<br />

espontáneo. En este sentido, las clases de traducción deberían tener sólo una<br />

función correctiva, pues la traducción es natural y hay que mejorarla. Es<br />

interesante destacar que esta conclusión de Königs puede ser fácilmente<br />

corroborable en los cursos de traducción.


Para la formación del traductor, una de las consecuencias más interesantes de<br />

los experimentos realizados por Königs es la necesidad de establecer diferentes<br />

niveles de textos. La escuela de la ESIT le otorga la misma importancia a la<br />

selección de los textos empleados en los diferentes cursos de traducción. Según<br />

Königs, primero se debe recurrir a textos simples, que se caractericen por un<br />

alto grado de frecuencias; solo a partir de una etapa más avanzada se pueden<br />

utilizar textos con relaciones menos frecuentes. Además, sugiere que es<br />

preferible utilizar pocos tipos de textos y trabajarlos de manera muy intensa<br />

para así lograr una competencia traductora amplia que también se convierta<br />

posteriormente en específica al aplicarse a otros textos. Finalmente, como para<br />

Königs no hay un proceso único de adquisición de una lengua extranjera y como<br />

el proceso de traducción es individual, para la didáctica de la traducción esto<br />

implica una enseñanza casi personalizada, pues los procesos, y por ende los<br />

resultados a que llegan los alumnos de traducción, son individuales. Creemos<br />

que esta afirmación es discutible por cuanto si bien nadie niega el carácter<br />

individual de la traducción, ello no necesariamente implica una enseñanza<br />

personalizada; además se desconocería la posibilidad de enseñar métodos de<br />

traducción a grupos numerosos de alumnos, como de hecho sucede y con éxito<br />

en varias prestigiosas carreras de traducción.<br />

Aun cuando creemos que el programa de investigaciones de Königs está en su<br />

primera fase, consideramos que los resultados a los que ya ha llegado son de<br />

fundamental importancia, puesto que hasta ahora no se había vislumbrado a la<br />

sicolingüística como un punto de partida posible para una formulación de una<br />

ciencia de la traducción. También son importantes sus aportes a la didáctica de<br />

la traducción. Por este motivo creemos que lo que este académico ya ha<br />

entregado a la ciencia de la traducción debe ser conocido por quienes se dedican<br />

al estudio de esta actividad.<br />

Comentario final<br />

Hasta aquí pensamos que es válido hablar de un panorama de la evolución de<br />

la traducción. El diccionario de uso del español de María Moliner define la<br />

palabra “panorama”, en su sentido figurado, como aspecto de conjunto de una<br />

cuestión”. Desde San jerónimo hasta nuestros días se ha recorrido un largo y<br />

arduo camino, lleno de recodos, retrocesos, interrupciones, pero también de<br />

avances que han permitido que la traducción se esfuerce por consolidarse como<br />

una disciplina independiente que puede y debe ser estudiada científicamente.<br />

Hoy está claro que la traducción debe enseñarse y estudiarse en las<br />

universidades, pues solo en éstas es posible encontrar el ambiente propicio, el<br />

rigor, los métodos de análisis que la harán seguir creciendo como disciplina<br />

autónoma aunque íntimamente ligada a varias otras y entre ellas<br />

especialmente a la lingüística, a la sicolingüística y a la ciencia de la<br />

comunicación.


La evolución de la ciencia de la traducción ha sido positiva, pues hoy ya<br />

podemos decir con propiedad que nos encontramos en aquella etapa de su<br />

desarrollo científico en que se han iniciado estudios tendientes a explicar los<br />

fenómenos que implica el proceso traductor, los que una vez claramente<br />

identificados y conocidos, podrán aportar al avance tanto de la didáctica de la<br />

traducción, como de la metodología de investigación en traducción y de todas<br />

las otras áreas relacionadas con los aspectos epistemológicos de la ciencia de la<br />

traducción.


Apéndice<br />

PERSPECTIVAS DE DESARROLLO DE LA INVESTIGACION<br />

EN TRADUCCION EN AMERICA LATINA<br />

ILEANA CABRERA<br />

PATRICIA HÓRMANN<br />

EMILIO LOPEZ<br />

PERSPECTIVAS DE DESARROLLO DE LA INVESTIGACION EN TRADUCCION EN<br />

AMERICA LATINA<br />

Nuestro propósito en este apéndice es, por un lado, mostrar un panorama<br />

razonablemente amplio sobre los diferentes estudios e investigaciones que se<br />

realizan en la especialidad, en diversos centros formadores de traductores y,<br />

por otro, presentar las variables que, en América Latina, condicionan el avance<br />

de la investigación en traducción. Es una realidad innegable que en el mundo<br />

occidental, el mayor volumen de investigación en la especialidad se ha<br />

producido hasta el momento en países europeos y de América del Norte; en<br />

cambio América Latina aparece como receptora de los productos de tal<br />

actividad y se ha mantenido en niveles comparativamente inferiores en lo que<br />

concierne a la producción de investigación en la especialidad. Creemos que<br />

nuestra región puede y debe contribuir, en forma activa y constante, al<br />

incremento de la investigación en el campo de la traducción.<br />

Para cumplir con nuestro primer propósito, se presentará la actividad de<br />

investigación de algunas universidades de Francia, Alemania, Canadá y<br />

Estados Unidos, países en que existen actualmente las escuelas formadoras de<br />

traductores de mayor prestigio y en las cuales sus docentes realizan<br />

importantes labores de investigación. Tal información puede servir de<br />

antecedente para conocer lo que se puede investigar en la especialidad. Si bien<br />

no ha sido posible contar con la información de todos los centros formadores de<br />

traductores, esperamos que lo recogido sirva, a lo menos, para mostrar una<br />

parte significativa de la actividad de investigación que se realiza actualmente.<br />

Hacemos notar que damos cuenta de la actividad que se lleva a cabo<br />

exclusivamente en el campo de la traducción y no en el de la interpretación o en<br />

el de la traducción automática.<br />

En segundo lugar, se darán a conocer las conclusiones más pertinentes de la<br />

investigación de diagnóstico citada en la introducción de este libro destinada a<br />

conocer el estado de la formación del traductor y el de la investigación en<br />

traducción en universidades del Cono Sur. Pensamos que las conclusiones de<br />

dicho trabajo y las recomendaciones pueden perfectamente representar<br />

problemas que son comunes al resto de los países de la región y, por lo tanto,<br />

que pueden aplicarse a cualquier política de desarrollo de la investigación en<br />

centros de formación de traductores a nivel superior.


4.1. ACTIVIDAD DE INVESTIGACION EN DIFERENTES CENTROS FORMADORES<br />

DE TRADUCTORES<br />

4.1.1. Francia<br />

La Ecole Supérfeure d’Interprétes et Traducteurs, de la Universidad de París<br />

III (Sorbonne Nouvelle), posee un reconocido prestigio y renombre<br />

principalmente por los postulados de su Directora, Danica Seleskovitch, acerca<br />

de la interpretación y la traducción y de la forma de enseñar ambas<br />

actividades, los que dieron origen a la teoría del sentido o, como se la denomina<br />

actualmente, la teoría interpretativa de la traducción. Si Danica Seleskovitch<br />

es sin ninguna duda la maestra de esta corriente, ha tenido varios discípulos<br />

que han sabido consolidar todos los conocimientos entregados por ella para<br />

luego enriquecer su teoría con sus propias reflexiones. Marianne Lederer es<br />

una gran exponente de la teoría del sentido; sus trabajos, al igual que los de<br />

Danica Seleskovitch, profundizan sobre la interpretación, su concepción y sus<br />

métodos pedagógicos. Christine Durieux es también una magnífica<br />

representante de la teoría interpretativa de la traducción. Sus trabajos y<br />

publicaciones abordan un campo muy poco explorado hasta la fecha, a saber,<br />

los fundamentos didácticos de la enseñanza de la traducción técnico-científica y<br />

la didáctica general de la traducción. En ellos desarrolla una reflexión profunda<br />

sobre la naturaleza y la definición de los métodos de trabajo de que se vale la<br />

traducción profesional, en especial la de textos técnicos.<br />

La ESIT está formada por un grupo de docentes e investigadores de alto nivel y<br />

excelencia académica cuyas sólidas reflexiones aportan o más bien comienzan a<br />

delinear claramente los parámetros de una ciencia de la traducción. Es también<br />

una de las pocas escuelas universitarias que ofrecen actualmente un doctorado<br />

en Ciencia de la Interpretación y Traducción, lo que permite mantener un<br />

cuerpo académico dedicado permanentemente no sólo a la docencia, sino<br />

también a la investigación y a teorizar sobre la experiencia. Además, la ESIT<br />

cuenta con un Centro de Investigación en Traductología, el que como fruto de<br />

sus investigaciones ha desarrollado una interesante línea de publicaciones<br />

denominada “Collection Traductologie”, publicada por Didier Erudition, con<br />

varias obras a su haber.<br />

4.1 .2. Alemania<br />

El artículo “Recherches en Traductologie en République Fédérale d’Allemagne:<br />

tendances et perspectives” (META, XXXI, 2, 1986), de Frank G. Königs<br />

presenta, a nuestro juicio, un panorama bastante completo de la actividad de<br />

investigación que se lleva a cabo en Alemania en el campo de la traducción. Tal<br />

como señala Königs, la ciencia de la traducción forma parte de la tradición<br />

científica alemana, en la cual, a diferencia de otros países, la traducción<br />

constituye un campo de estudio independiente desde hace bastante tiempo. Al


especto, se pueden mencionar los trabajos que datan ya casi de 20 años<br />

(Bausch 1970, WillsyThome 1974) y, entre otros, los de Koller, Reiss, Stein,<br />

Königs, Vermeer, Diller, Thiel, Kornelius, Albrecht, etc., de los últimos años.<br />

En los trabajos realizados en Alemania, la traductología reconoce como<br />

imperativo el tener que recurrir ineludiblemente a la lingüística, a la<br />

sociolingüística y a la sicolingüística. Además, el estudio de la traducción ha<br />

sido vinculado con la enseñanza de idiomas extranjeros.<br />

Según Königs, las investigaciones en Alemania pueden dividirse según la<br />

prioridad o interés de los investigadores involucrados. Así, hay una perspectiva<br />

que vincula fuertemente la traducción con el análisis de texto (lingüística del<br />

texto), otorgando una importancia mayor al texto fuente. Esta perspectiva<br />

puede conducir a otras interesantes líneas de investigación como son las de la<br />

tipología textual, de la comparación de textos y de la estilística comparada.<br />

Para los representantes de la perspectiva hermenéutica, lo esencial es la<br />

intención del autor, el mensaje que entrega el texto. La interacción de<br />

contenido y forma (importante en la perspectiva de la lingüística del texto) es<br />

dejada de lado por el macrocontexto. Se critica este punto de vista porque se<br />

aleja demasiado de las condiciones prácticas de la traducción. En oposición a<br />

esta línea, existe la perspectiva de la traducción crítica, cuyo objetivo<br />

primordial es el resultado obtenido por la traducción.<br />

El campo de investigación fundamental en K. Reiss, C. Nord y H. Vermeer es la<br />

tipología textual. Katharina Reiss (Universidad de Wdrzburg) establece una<br />

distinción entre textos de tipo informativo, de tipo expresivo, de tipo<br />

operacional y audio-visual (Reiss 1976:20), asignando una función a cada uno<br />

de ellos y proponiendo un método de traducción apropiado para cada uno de<br />

estos tipos.<br />

König y Kussmaul (Universidad de Germersheim) siguen la perspectiva<br />

funcional, estrechamente ligada a los trabajos relacionados con la perspectiva<br />

critica de la traducción de Reiss y House. En esta línea, sin embargo, se dejan<br />

de lado las equivalencias entre lengua fuente y lengua meta y el texto de<br />

llegada se enfoca más por su función comunicativa que por su relación con<br />

equivalencias lingüísticas formales.<br />

En cuanto a los trabajos sobre el proceso mismo de la traducción, estos se han<br />

centrado casi la mayor parte de las veces en el proceso que ocurre entre el texto<br />

de partida y la traducción del texto de llegada (Wilss, de la Universidad de<br />

Saarbrucken y Koller, de la Universidad de Heidelberg). Sin embargo, Königs<br />

(Universidad de Bochum) y otros han introducido un enfoque nuevo señalando<br />

que para cualquier estudio sobre el proceso de la traducción es indispensable la<br />

sicolingüística. Se comienzan a analizar y a estudiar científicamente desde un<br />

punto de vista traductológico las nociones de proceso, estrategia, dificultad,<br />

método y transferencia como parte fundamental de una reflexión teórica al<br />

respecto. Quienes postulan estos planteamientos señalan que, tanto para la


teoría científica de la traducción propiamente tal como para la didáctica de la<br />

traducción, es absolutamente necesario disponer de información confirmada<br />

relativa al “qué” y al “cómo”, a aquello que se produce, y cómo se produce, entre<br />

el texto fuente y el texto meta, en relación con el texto y con el traductor. Así,<br />

surge como línea de investigación la didáctica de la traducción, o sea, la<br />

enseñanza y el aprendizaje de la traducción. Además, aparece tanto la<br />

necesidad de elaborar recomendaciones relativas a la adquisición y a la<br />

transmisión de la competencia traductora, como la necesidad y la posibilidad de<br />

desligar la enseñanza de la traducción de la enseñanza de las lenguas<br />

extranjeras.<br />

Otros estudiosos se han dedicado a investigar el área de la terminología, es<br />

decir, los lenguajes especializados o tecnolectos, por la necesidad de que el<br />

traductor aprenda a documentarse, a realizar trabajo terminológico práctico y<br />

teórico. Uno de los logros en este terreno es el banco de datos terminológicos de<br />

la empresa Siemens.<br />

Como concluye Königs en su artículo de META, los problemas de la traducción<br />

no están todos resueltos, pero sí se ve una gran gama de posturas teóricas y<br />

prácticas que apuntan gradualmente a su resolución.<br />

4.1.3. Estados Unidos<br />

La información nos permite referirnos en especial a la Universidad de<br />

Georgetown, Washington, D.C., donde además de ofrecerse la carrera de<br />

Traducción e Interpretación, está la sede del National Resource Center for<br />

Transiation and Interpretation (ésta se comparte con la State University of<br />

New York, Binghampton, N. Y.), que funciona con un subsidio del<br />

Departamento de Educación de Estados Unidos. Este centro, a cargo de los<br />

profesores Margareta y David Bowen, realiza trabajos, investigaciones y<br />

publicaciones, coordinados con profesores de diversas universidades, tanto<br />

norteamericanas como europeas, sobre enseñanza y aprendizaje de lenguas,<br />

pruebas de competencia para traductores e intérpretes, realidad del traductor y<br />

del intérprete en las organizaciones internacionales, planificación curricular en<br />

traducción, educación continuada, interpretación y comunicación, etc.<br />

De especial interés es la publicación trimestral a cargo de los profesores Bowen<br />

llamada Jerome Quarterly, pues es un excelente medio para canalizar, en<br />

forma sencilla y directa, opiniones, reflexiones, noticias e información diversa<br />

sobre el mundo de la traducción y de la interpretación.<br />

El Monterey Institute for International Studies (California) ofrece desde hace<br />

veinte años las carreras de traducción e interpretación a nivel de postgrado<br />

(magister), lo que hace suponer un nivel acorde de investigación en ambas<br />

disciplinas. Si bien no tenemos conocimiento de líneas específicas de<br />

investigación, este instituto tiene como objetivos ofrecer una sólida formación


profesional y además elaborar proyectos de investigación en traducción e<br />

interpretación que incluyan la aplicación de los resultados a la metodología<br />

docente y al desarrollo curricular.<br />

La Universidad de California en Santa Cruz mantiene un programa muy<br />

interesante sobre traducción literaria desde hace más de diez años, donde ésta<br />

se usa como modelo para la enseñanza de lenguas modernas, para la lectura y<br />

análisis de textos en traducción y para el adiestramiento de escritores y poetas.<br />

4.1.4 Canadá<br />

Reseñar el panorama de la investigación en traducción en Canadá no es una<br />

tarea muy fácil por diversas razones: (1) es un país con características únicas<br />

dada su condición de bilingüe; (2) es el país que más universidades tiene con<br />

programas que forman traductores, tanto a nivel de pregrado como de<br />

postgrado (magíster y doctorado); (3) es el país que más traductores emplea; (4)<br />

es aquel en que se realiza la mayor cantidad de investigaciones en todos los<br />

aspectos de la traducción y, en especial, en el campo de la terminología, de los<br />

bancos de datos terminológicos, de la traducción asistida por computador y de<br />

la traducción automática y, por último, (5) es aquel en que hay una mayor<br />

cantidad de instituciones gubernamentales que favorecen y llevan a la práctica<br />

el estudio y la investigación en el campo de la traducción.<br />

Para efectos de esta publicación, solicitamos información a diferentes centros<br />

universitarios donde se investiga en la especialidad y presentamos a<br />

continuación la información recibida.<br />

· Universidad de Laval<br />

Esta universidad publica un folleto específicamente dedicado a informar sobre<br />

las actividades de investigación del Departamento de Lenguas y Lingüística, al<br />

cual pertenece la carrera de traducción, a saber, los proyectos de investigación<br />

de los profesores, las tesis de doctorado y las memorias de magister. Sus<br />

trabajos y publicaciones están orientados, fundamentalmente, a los campos de<br />

la terminología, la gramática, la sociolingüística, la sintaxis y la lingüística<br />

computacional.<br />

· Universidad de Quebec en Trois- Rivié res<br />

En esta institución hay varios académicos que sobresalen por sus trabajos en<br />

materia de traducción. En teoría de la traducción destaca Robert Larose, quien,<br />

en su última publicación, nos entrega un excelente panorama crítico de las<br />

teorías contemporáneas de la traducción. También son conocidos los trabajos de<br />

Ton That Thien, de jean-Marc Gouanvic y Gules Bélanger, estos dos últimos<br />

coordinadores de TTR (Traduction, Terminologie, Rédaction, Etudes sur le<br />

texte et ses transformations). Se trata ésta de una publicación científica y<br />

profesional consagrada a la traducción, a la terminología y a la redacción, que<br />

pretende reflejar el estado actual de la investigación en los campos que le son


propios, tales como traducción (teoría, historia y pedagogía), terminología<br />

(teoría, práctica y documentación) y redacción (estilística, linguística aplicada y<br />

pedagogía).<br />

· Universidad de Montréal<br />

Los trabajos, investigaciones y publicaciones realizados por los docentes e<br />

investigadores del Departamento de Lingüística y Filología, sección traducción,<br />

son multifacéticos y de un alto nivel de excelencia. André Cías, Monique<br />

Cormier, Robert Dubuc, Jean-Claude Gémar, Paul Horguelin, Jacques<br />

Lethuillier, Nathan Ménard, Daniel Slote, Robert Larose, son<br />

algunos de los nombres de los muchos que sobresalen. La actividad en materia<br />

de investigación que desarrollan estos académicos cubre las áreas de la<br />

terminología, la lingüística computacional, la inteligencia artificial, los<br />

lenguajes especializados, la enseñanza de la traducción legal, científica y<br />

técnica (principios teóricos y prácticos) y las técnicas de la revisión bilingüe.<br />

Como señala Nathan Ménard en “Les études supérieures á l’Université de<br />

Montréal” hay al menos cuatro polos de atracción que constituyen o pueden<br />

constituir ejes de investigación para los programas de magíster y doctorado en<br />

la Universidad de Montréal, y son: la atracción lingüística (análisis estructural<br />

comparativo, gramatical y estilístico, sintaxis y semántica de los conectores de<br />

una lengua a otra, morfología, etc.); la atracción antropológica o etnolingüística<br />

(problemas de adaptación cultural o sociológica, sobre todo en relación con las<br />

lenguas de tradición oral); la atracción semiológica (teoría del discurso) y la<br />

atracción de la técnica informática, la que vinculada a la lingüística conduce a<br />

investigaciones en traducción automática o en inteligencia artificial.<br />

· Universidad de Ottawa<br />

A pesar de no haber recibido información específica sobre este centro de<br />

estudios, nos parece importante señalar que en él destacan dos profesores: Jean<br />

Delisle y Roda Roberts. Delisle es un discípulo de Danica Seleskovitch y un<br />

eximio y conocido representante de la teoría del sentido. Ha formalizado<br />

importantes aportes en lo que se refiere a los métodos de traducción y a la<br />

didáctica de la traducción con sus planteamientos acerca del análisis del<br />

discurso y la clasificación de textos a traducir. Roda Roberts, en su calidad de<br />

Directora del Programa de Traducción de la Universidad de Ottawa, ha hecho<br />

valer sus postulados sobre la necesidad y utilidad de cursos teóricos sobre<br />

traducción, en los que se presente un sistema ordenado de conceptos de modo<br />

que el alumno vea qué es y cómo funciona la traducción. También hace hincapié<br />

en la necesidad y conveniencia de la práctica profesional, pues según ella esta<br />

es la única manera de introducir al alumno en el trabajo profesional<br />

propiamente tal de un traductor.<br />

Además de los centros universitarios mencionados, existen muchas otras<br />

universidades, asociaciones profesionales y entidades gubernamentales y<br />

privadas de las cuales no recibimos información. Sin embargo, no quisiéramos


dejar de subrayar la labor realizada por el Office de la Langue Francaise,<br />

entidad que depende del Gobierno de la provincia de Quebec, por su nutrido y<br />

permanente aporte al desarrollo del campo de la traducción a través de sus<br />

numerosas e importantes investigaciones y publicaciones sobre neología,<br />

normalización, terminología y política lingüística, documentación, vocabularios<br />

técnicos y diversos tipos de glosarios monolingües, bilingües y multilingües<br />

4.2. VARIABLES QUE CONDICIONAN EL AVANCE DE LA<br />

INVESTIGACION EN TRADUCCION EN UNIVERSIDADES<br />

DEL CONO SUR<br />

Antes de abordar el análisis de las variables que condicionan en América<br />

Latina el avance de la actividad de investigación en la especialidad, creemos<br />

interesante referirnos al aumento creciente que ha tenido en los últimos<br />

tiempos la actividad de traducción en los países hispanohablantes de esta<br />

región, pues consideramos que la formación de traductores debe de alguna<br />

manera considerar este hecho y que la calidad de dicha formación va a<br />

aumentar en forma proporcional al avance de la investigación formal en el<br />

campo de la traducción.<br />

Se sabe que el auge alcanzado por la traducción en nuestros países proviene del<br />

aumento de la información técnica y científica imperante y que es urgente<br />

difundir en ellos tal información por las implicancias de todo orden que de ella<br />

se derivan. Ahora bien, es tal el incremento de los textos escritos u orales que<br />

contienen dicha información, en los cuales se materializa este avance, que al no<br />

tenerse la competencia en lengua extranjera’ , la traducción aparece casi como<br />

el único vehículo a través del cual se puede acceder a la cultura contemporánea<br />

considerada en su más amplia acepción. En la región de la América<br />

hispanohablante, se traduce cada día más al español2, debido seguramente, y<br />

en su mayor parte, a una determinada realidad: los países de América Latina<br />

son receptores de la información científica, tecnológica y cultural que proviene,<br />

en nuestro caso, generalmente de los países europeos y de los de América del<br />

Norte. En nuestros países, esta realidad ha generado, consecuentemente, la<br />

necesidad de formar traductores profesionales que llenen la demanda del<br />

mercado de la manera más satisfactoria posible. En 1945, Argentina dio el<br />

primer paso en la formación de traductores a nivel superior, creando la carrera<br />

de Traductor Público; la siguen México, Cuba, Puerto Rico, Brasil, Chile, Perú,<br />

Venezuela y Ecuador. En estos programas universitarios latinoamericanos se<br />

pueden encontrar algunos rasgos comunes, por ejemplo, con respecto a los<br />

títulos o grados obtenidos (se otorga el título profesional o el grado académico<br />

de Traductor, el de Traductor Público y el de Traductor-Intérprete); también,<br />

en lo que dice relación con las lenguas de partida estudiadas (generalmente son<br />

el inglés, el francés y el alemán), y respecto de la duración promedio de los<br />

estudios (de cuatro a cinco años). En algunos países de la región no se forman<br />

traductores en la universidad sino en institutos técnicos.


(1) “La UNESCO ha calculado que aproximadamente el 50 por 100 de las<br />

publicaciones de carácter científico y técnico escapan al conocimiento del 50 por<br />

100 de los hombres de ciencia por carecer estos de los conocimientos<br />

lingüísticos necesarios.” (García Yebra op. cit.: 351).<br />

(2) Este aumento de la actividad de traducción nos acerca a nuestra Madre<br />

Patria, pero estamos muy lejos de su producción en este terreno ya que es un<br />

país en “que la actividad traductora, ocupa, cuantitativamente, el segundo o<br />

tercer lugar del mundo”. “España es uno de los países dc mayor actividad<br />

traductora. El número de traducciones publicadas (...) cada año oscila entre el<br />

250/o y el 300/o de la edición total: (García Yebra op. cit. págs. 10 y 268<br />

respectivamente). Ver además págs. 334 y 339..<br />

En lo que respecta a la realización de actividades tendentes al desarrollo de la disciplina, de<br />

la carrera, de la profesión y de la investigación formal en traducción, recién se está<br />

tomando conciencia en nuestros países de la imperiosa necesidad de aunar esfuerzos en este<br />

sentido. En algunos de los numerosos congresos realizados últimamente en América Latina,<br />

tales como las SEDIFRALE 6 (Buenos Aires, 1987), el III Congreso Nacional de la<br />

Asociación Nacional de Programas de Posgrado e Investigación en Letras (ANPOLL, Río<br />

de Janeiro, 1988) y, principalmente, en la Reunión de Trabajo sobre la Cooperación<br />

Iberoamericana en el Campo de la Traducción Cultural y Científica (Villa Ocampo, Buenos<br />

Aires, 1987) se ha destacado, entre otros, la necesidad de considerar la traducción como<br />

una disciplina con problemas propios, dignos de ser investigados científicamente y la<br />

conveniencia y necesidad de definir líneas de investigación.<br />

Los centros universitarios en los cuales se lleva a cabo la formación de traductores en los<br />

países de América Latina deben ocuparse seriamente de nutrir sus programas de formación<br />

profesional con los aportes de la investigación en traducción de la comunidad universitaria<br />

internacional, puesto que en ellos la formación del traductor fue enfocada en un comienzo<br />

en forma casi general, y en gran parte, como enseñanza de idiomas extranjeros y solo<br />

últimamente, en forma paulatina, como adquisición de conceptos, técnicas y de métodos de<br />

trabajo propios de la traducción. El panorama expuesto al comienzo del apéndice refleja el<br />

estado actual de la investigación en traducción en algunos de los principales centros<br />

universitarios que forman traductores. La actividad de investigación en tales universidades<br />

muestra cómo esta disciplina avanza a través del trabajo sistemático realizado por<br />

académicos e investigadores de distintas instituciones. Lo presentado permite vislumbrar un<br />

promisorio desarrollo del estudio científico de la traducción en algunos países; sin<br />

embargo, como sucede en todo ámbito del saber, esta situación no siempre es pareja ya que<br />

específicamente en algunos países de América Latina la actividad de investigación en<br />

traducción está en sus primeros pasos o sencillamente no existe.<br />

Creemos que esta situación puede deberse a diversos motivos, entre los cuales cabría<br />

mencionar: 1) la formación de traductores no siempre se imparte en centros universitarios;<br />

2) en aquellos países en que esta formación sí se realiza en las universidades, en muchos<br />

casos está a cargo de profesores de idiomas extranjeros y no de traductores; 3) los<br />

programas de estudio de numerosas universidades latinoamericanas no incluyen cursos<br />

teóricos ni de metodología de la investigación y, finalmente, 4) en la mayoría de nuestros<br />

países, las universidades no contemplan presupuesto para financiar tiempo dedicado a la<br />

investigación. Aun cuando existan organismos que fomenten y financien la investigación,


suele suceder que predomine la investigación en áreas científicas y tecnológicas. En<br />

América Latina, solo en algunos centros universitarios se está tomando conciencia de que el<br />

fomento de la investigación es el único medio por el cual podrá avanzar el conocimiento<br />

científico sobre la actividad traductora.<br />

Como premisa sostenemos que es fundamental que la información de traductores se realice<br />

en centros universitarios y no en otro tipo de instituciones y que para estimular la<br />

investigación es necesario que tas universidades o los centros donde están insertos los<br />

programas de traducción se esfuercen en brindar las condiciones necesarias para investigar.<br />

Sin este apoyo es difícil que quienes se interesan genuinamente por consolidar el carácter<br />

científico de la disciplina puedan verdaderamente hacer un aporte a su cabal desarrollo.<br />

En 1988, un equipo de docentes del Departamento de Traducción del Instituto de Letras de<br />

la Pontificia Universidad Católica de Chile, como parte del plan de investigación de ese<br />

Departamento, iniciado en 1982, se abocó a estudiar un modelo de análisis del desarrollo de<br />

la disciplina, con el propósito de conocer en qué estado se encontraba la formación de<br />

traductores y cuál era la situación real de la actividad de investigación desarrollada en el<br />

área de la traducción en universidades del Cono Sur —Argentina, Chile y Perú— y de dar<br />

cuenta de algunas variables que condicionan el desarrollo de la investigación a nivel<br />

superior en nuestra región. Si bien el proyecto en cuestión estuvo centrado en los tres países<br />

ya mencionados, pensamos que sus conclusiones pueden ser de utilidad para otros países de<br />

la región que se encuentren en condiciones similares.<br />

En la citada investigación se consultó a docentes y directores de dieciséis centros de<br />

educación superior de los países de la muestra. Se partió del supuesto de que es a los<br />

centros universitarios de traducción a los que les corresponde contribuir al desarrollo de la<br />

disciplina a través de la investigación en la especialidad, lo que, a su vez, redundará<br />

necesariamente en una mejor docencia.<br />

El estudio del nivel de desarrollo de la disciplina en los centros universitarios consultados<br />

se abordó desde las dos perspectivas siguientes:<br />

1) una perspectiva externa, que dice relación con las características institucionales de los<br />

centros formadores de traductores, las que reflejan el nivel o estado de la traducción y, a la<br />

vez, condicionan el desarrollo de la docencia y la investigación y<br />

2) una perspectiva interna, relacionada con la concepción subyacente de la actividad<br />

traductora en estos centros y que orienta necesariamente el tipo de formación entregada y el<br />

tipo de investigación que se hace en el área”.<br />

Desde la perspectiva externa, se constató, en primer lugar, que “la formación entregada por<br />

la carrera de traducción en los tres países de la muestra es netamente de tipo profesional.<br />

Esta orientación profesional de la carrera ha respondido seguramente a la necesidad<br />

prioritaria de satisfacer la demanda de traductores del mercado laboral. Por esta razón, sus<br />

estructuras curriculares han acentuado el aspecto fundamentalmente práctico de la<br />

traducción en desmedro de la formación teórica. De la misma manera, se observa que los<br />

docentes de las diferentes escuelas o programas de traducción de las universidades<br />

consultadas son traductores profesionales sin postgrado en la materia, lo que resulta<br />

adecuado para dicha formación profesional, pero insuficiente para el desarrollo académico<br />

de la carrera y de la disciplina’.


Ahora bien, si se parte del postulado de que la disciplina tiene que desarrollarse en sí<br />

misma y de manera científica, nos enfrentamos con que “los objetivos que apuntan<br />

únicamente a una formación profesional y no a una formación profesional y académica<br />

estarían frenando el avance de la disciplina como actividad científica propiamente tal”. El<br />

hecho de que en los países de la región se haya optado por formar traductores a nivel<br />

superior debería implicar el desarrollo de la actividad de investigación en forma paralela a<br />

la formación profesional. Posiblemente esto no se ha producido hasta el momento “porque<br />

esta carrera es relativamente joven; sin embargo, para que la traducción avance como<br />

disciplina, no se puede conservar la estructura actual de la carrera tal como se ofrece en la<br />

actualidad en los países mencionados”. Hay que señalar que, a pesar de esta estructura,<br />

existe la actividad de investigación en las distintas universidades de la región, aunque con<br />

diferente volumen.<br />

En segundo lugar, se comprobó que el volumen de investigación se encontraba asociado a<br />

las siguientes variables: “1) el tipo de contrato de los profesores, 2) la cantidad de recursos<br />

destinados a la investigación y, sobre todo, 3) la manera de distribuirlos”. En particular, en<br />

las universidades en las cuales la actividad de investigación ha alcanzado un mayor nivel de<br />

desarrollo, se detectan más jornadas completas, en tanto que en el resto existe una<br />

proporción significativa de profesores-hora que dedican su tiempo fundamentalmente a la<br />

docencia. Respecto al acceso a los recursos destinados a la investigación y a la manera de<br />

distribuirlos, se observó que es una variable que se maneja más a nivel de país que de<br />

universidad. Por ejemplo, “en Chile, además de una estructura nacional, existen instancias<br />

propias de ciertas universidades que financian e incentivan la investigación Sin embargo,<br />

en aquellos casos en que el acceso a los recursos es limitado, de alguna manera “los<br />

docentes realizan investigaciones, buscando por iniciativa personal diferentes fórmulas de<br />

apoyo financiero para llevar a cabo sus estudios”. Este hecho es altamente meritorio, pero<br />

creemos que los recursos para investigación no deben provenir de esfuerzos individuales<br />

sino de políticas nacionales y universitarias. Estas políticas no solo significan generar o<br />

asignar recursos, sino principalmente fomentar la investigación y crear las instancias para<br />

su evolución orgánica. Esto permitiría que la actividad de investigación fuera sistemática,<br />

contribuyendo de esta manera al desarrollo de las disciplinas en general.<br />

Finalmente, se observó que “un aspecto que condiciona indirectamente el desarrollo de la<br />

disciplina es el status profesional del traductor”. Este aspecto guarda estrecha relación con<br />

la importancia que se asigna en cada país a la actividad de traducción. Es conveniente, por<br />

lo tanto, diseñar estrategias para elevar el nivel profesional del traductor desde el punto de<br />

vista de su formación en un nivel superior y desde el punto de vista gremial; además, seria<br />

conveniente preocuparse de su relación con cl ámbito editorial que incide, en algunos<br />

casos, en su labor profesional.<br />

En síntesis, las variables que desde una perspectiva externa se asocian al desarrollo de la<br />

disciplina pueden considerarse de carácter eminentemente estructural y van desde un nivel<br />

nacional a un nivel propio de cada programa formador de traductores. Por razones obvias,<br />

es más factible modificar las estructuras de este último nivel, que está más próximo y más<br />

al alcance de las instancias académicas que tienen la función de investigar.<br />

La perspectiva interna, de tipo netamente teórico, dice relación con la concepción de la<br />

traducción que se tiene en cada centro formador de traductores. Esta concepción orienta


tanto la formación del traductor como las líneas de investigación que se llevan a cabo en<br />

cada uno dc esos centros. Se observó que la concepción que se tiene de la traducción no<br />

difiere fundamentalmente entre los diversos centros en cada país, pero al comparar la<br />

concepción de la traducción entre los países, se advirtieron diferencias importantes<br />

En uno de los países, por ejemplo, “se considera que la traducción es un fenómeno<br />

lingüístico cuyo proceso, desde el punto de vista teórico, no interesa tanto como la práctica<br />

misma de la actividad; lo que importa es el dominio del idioma extranjero y el de su<br />

sintaxis. Las dificultades que surgen en la traducción provienen principalmente entonces<br />

del conocimiento del idioma extranjero que tenga el traductor. Por esta razón, la traducción<br />

es considerada una técnica y un arte que se aprende haciendo y no teorizando. En los<br />

centros universitarios de este país no se busca investigar desde una perspectiva científica<br />

sino práctica”. En otro de los países, “se considera que la traducción es un fenómeno de<br />

comunicación que tiene un impacto social. Se estima que se debe conocer la cultura hacia la<br />

cual se traduce y para ello el traductor debe tener un excelente dominio de su lengua<br />

materna y de su cultura con el fin de poder expresar el mensaje del texto original en la<br />

forma más cercana al lector. En este país, la investigación interesa más al académico que al<br />

traductor profesional”. En el tercer país, “interesa principalmente el proceso traductor. Se<br />

considera que la traducción es un proceso sui generis que requiere una didáctica particular<br />

y apropiada y que la habilidad traductora suple, en cierta medida, el desconocimiento de las<br />

lenguas. Por ello, en este país, la traducción se percibe como una habilidad que trasciende<br />

lo meramente lingüístico. En los centros universitarios de este país, se tiende a buscar el<br />

objeto propio de la ciencia de la traducción y sus métodos de investigación<br />

La diferente concepción de la traducción que existe en cada uno de los países de la muestra<br />

—proveniente de distintos modelos teóricos— condiciona la orientación que toma la<br />

investigación en cada uno de ellos. Pensamos que es importante que cada escuela tenga<br />

conciencia de dichos modelos para tratar de lograr un adecuado ajuste entre la formación<br />

teórica y la formación práctica que se le da a los futuros traductores. Sin embargo, también<br />

es importante que las diferentes escuelas se comuniquen mutuamente los estudios que<br />

llevan a cabo, de modo que sus líneas de investigación se complementen al estudiar el<br />

fenómeno de la traducción desde diversas perspectivas. La homogeneidad de las<br />

concepciones de la traducción al interior de los países hace pensar que los centros en cada<br />

país están en estrecho contacto, lo que ha permitido semejanzas en sus orientaciones. En<br />

cambio, la heterogeneidad observada entre los países podría reflejar una falta de contacto<br />

entre ellos, lo que ha redundado en una mayor autonomía. Creemos que tanto el contacto<br />

como la autonomía son necesarios para el desarrollo de la investigación, porque conjugan<br />

los aportes individuales con la necesaria cooperación entre los estudiosos de la traducción<br />

en América Latina.<br />

Para dar una visión de la actividad de investigación en los países encuestados, cabe señalar<br />

las líneas de investigación que se identificaron por país:<br />

En Argentina se investiga, aunque en ocasiones de manera no sistemática, en las siguientes<br />

líneas de investigación:<br />

1) didáctica de la traducción (metodología, evaluación, etc.);<br />

2) terminología (especialmente en el ámbito jurídico);


3) idiolectos (problemas de la traducción literaria que plantean los regionalismos);<br />

4) aspectos lingüísticos de la traducción (en particular en el ámbito de la lingüística del<br />

texto yen el de las estructuras comparadas), y<br />

5) otras disciplinas concomitantes con la traducción, en particular, la sicolingüística y la<br />

teoría de la comunicación.<br />

En Perú, se investiga en lo siguiente:<br />

1) didáctica de la traducción (en particular, en lo que se refiere a la enseñanza del idioma<br />

extranjero para el alumno de traducción y en el papel de la traducción en la adquisición de<br />

un idioma extranjero);<br />

2) idiolectos y su incidencia en la traducción;<br />

3) aspectos lingüísticos de la traducción (sobre todo en el ámbito del análisis del discurso,<br />

en el de las estructuras comparadas y en el campo fonético-fonológico en la traducción<br />

poética);<br />

4) aspectos culturales de la traducción (históricos, ideológicos, etc.);<br />

5) teoría de la traducción, y<br />

6) perfil profesional del traductor.<br />

En Chile, se investiga en las siguientes áreas:<br />

1) teoría de la traducción (modelos teóricos contemporáneos más relevantes, bases<br />

epistemológicas para una ciencia de la traducción, concepto de traducción, el componente<br />

cultural en la traducción de literatura infantil);<br />

2) didáctica de la traducción (centrada específicamente en la competencia en lectura y su<br />

incidencia en la traducción y en el análisis del error en traducción);<br />

3) terminología (diseño de micro-bancos terminológicos que apoyen la docencia en<br />

traducción), y<br />

4) desarrollo de la actividad de traducción (campo ocupacional y perfil profesional del<br />

traductor, USO real de bibliografías en idiomas extranjeros en carreras universitarias y la<br />

necesidad de traducción que emana de tal uso, planificación en traducción a nivel regional).<br />

La actividad de investigación en los países de la región de América Latina muestra un<br />

desarrollo incipiente si se la compara con lo reseñado sobre los países nombrados al<br />

comienzo del apéndice. Sin embargo, al mismo tiempo, da cuenta de la gran variedad de<br />

posibilidades de investigación en traducción que existe en los países de la muestra y denota<br />

un marcado interés por esta actividad, lo que es fundamental para el desarrollo de la<br />

profesión y de la disciplina.

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