¡CARAMBOLA!
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Moyahua, pueblo adinerado y solitario, casi propiedad de la dinastía<br />
Estrada Reynoso, comienza a abrir verdaderamente sus ojos en los<br />
primeros días de julio, cuando la descendencia de los pobladores clásicos<br />
regresa del extranjero para festejar las vacaciones con el pretexto de venerar al<br />
Patrono del lugar, el de los cabellos rubios, el atuendo rojo y el corcel<br />
blanco, Santo Santiago. El pavimento vuelve a ser pisado por cientos de<br />
visitantes que irradian alegría; tastuanes bailadores con olor a hule;<br />
tamboras tocando por doquier. Las cuatro entradas de la plaza lucen<br />
abarrotadas, las parejas caminan alrededor del kiosko, las cantinas vuelven a llenarse<br />
de hombres ebrios que hacen sonar las rockolas: el pueblo está vivo de nuevo.<br />
El brío no dura demasiado. Cinco días antes de agosto, Moyahua de<br />
Estrada vuelve a ver partir a todos los que con gozo llegaron. En las calles ya<br />
no hay más que restos de la celebración, globos ponchados, basura acumulada<br />
y el fantasma de todos los que apenas unos días antes vibraban con su tierra.<br />
Y ahí se queda ella, esperando tranquila, mirándolos alejarse, acostumbrada ya<br />
a tanto tiempo hibernar.<br />
Los jardines de la Plaza Principal son muestra<br />
del constante mantenimiento que se le brinda<br />
a las principales zonas del pueblo.