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cnt n°343 marzo 2008<br />
Cultura 27<br />
teatro<br />
Pan y cebolla<br />
María Antoranz<br />
La otra noche asistí al estreno de la versión<br />
sudamericana de Ñaque dirigida por el propio<br />
autor en una sala muy pequeña, anexa del<br />
Teatro Español. Éramos un grupillo de clandestinos,<br />
de cualquier edad y condición en un<br />
ambiente de lo más simpático, castellanohablantes todos.<br />
O como dice el dramaturgo en su obra : todos con barba<br />
y con gafas y ninguno igualito al otro. Al acabar la función,<br />
durante los saludos en escena de todo el equipo<br />
fue cuando los espectadores supimos que <strong>este</strong> autor prolífico<br />
se hallaba entre nosotros. Tal vez porque, apelando<br />
humildemente a su propia concepción del público, él<br />
ya estaba aquí. El ñaque – dos actores macanudos – fue<br />
quien luego vino a él, a nosotros, y, la otra noche, se<br />
produjo el anhelado encuentro. Pero no sabemos lo que<br />
ocurrió al día siguiente. Nadie lo sabe nunca. Ni siquiera<br />
el apuntador. Y cada noche, encima del escenario se reproduce<br />
el mismo ensueño, la misma duda fundamental : ser<br />
o estar, como parte del implacable aquí y ahora dramático<br />
que nos brinda Sanchis Sinisterra. El cometido del<br />
actor no es sino actuar en convivencia, representar, recitar,<br />
relatar, remedar, rememorar, recordar... o rescatar o...<br />
Partiendo del pretexto de una representación, en el Siglo<br />
de oro, de un teatro plebeyo, un ñaque, que <strong>este</strong> investigador<br />
de la verdad mínima considera más que una “obra<br />
menor” al pertenecer al acervo popular, la obra se estructura<br />
como una ironía metateatral, bellísima y cruel por<br />
su atemporalidad, un desnudo metafórico del actor en el<br />
que busca recuperar la tan traída y llevada memoria histórica<br />
española partiendo de los tres personajes básicos<br />
Ñaque de piojos y actores<br />
en <strong>este</strong> duro oficio : uno o dos actores y el público.<br />
“Ñaque es dos hombres que no llevan sino una barba de les prohibía cortejar a las doncellas de alcurnia bajo pena<br />
zamarra, tocan el tamborino y cobran a ochavo. (...) Viven de muerte, añadiría de seguida : mitad mendigo mitad<br />
contentos, duermen vestidos, caminan desnudos, comen ramera. Desde semejante linde del hecho teatral, en el que<br />
hambrientos”. Un ñaque también puede ser un conjunto escuchamos de Solano, por ejemplo, la exclamación<br />
de cosas inútiles y ridículas, como las que llevan a cuestas<br />
en un arcón estos dos cómicos de la legua, a saber, tigio de un Lope de Vega, desde luego. A cambio, entra-<br />
común : “la puta que nos parió”, estamos lejos del pres-<br />
el famoso representante Nicolás de los Ríos y el farandulero<br />
Agustín Solano, que “en invierno, no sienten con el Sinisterra, integrado en un teatro vulgar, luego vitalista,<br />
mos de lleno en el verbo fronterizo de un Sanchis<br />
frío los piojos” si bien discurren durante hora y media en que combina creación, indagación y ciencia, donde, partiendo<br />
de la duda, o del temor a la ambigüedad de la<br />
una lengua exótica, recuperada por el meticuloso quehacer<br />
del poeta oriundo de Valencia que es Sanchis frontera, llega siempre a una constatación realista que le<br />
Sinisterra. Un ejercicio magistral de reconstrucción anacrónica<br />
de un idioma nómada, sí, el castellano, que supetiano.<br />
Como sucede cuando Solano, angustiado, se queda<br />
lleva a una acción o reacción, al más puro estilo diderora<br />
la pretensión del arqueólogo. Fiero deudor del de sopetón con la mente en blanco y Ríos, el técnico de<br />
desahucio y de la espera beckettianos, a caballo siempre sonido y el director, en tiempos diferentes, le ayudan a<br />
entre la tradición y la vanguardia, el autor y profesor recordar el texto. El actor actúa en convivencia (luego en<br />
Sanchis Sinisterra nos brinda, desde la metafísica jocoseria<br />
que le caracteriza y con algunas pinceladas moruría<br />
que no es otra la ambición de <strong>este</strong> genio de la infini-<br />
connivencia) y, por simple que parezca, yo casi afirmanas<br />
de música barroca, a estos dos laicos creados a partir tud que es Sanchis Sinisterra, entregado en cuerpo y alma<br />
de dos personajes reales a quienes Agustín de Rojas, un a su pasión : interactuar. No estamos aquí ante un escéptico<br />
de la vida huyendo de la revelación. Como cuando la<br />
comediante apodado el Caballero del Milagro, autor del<br />
Buen repúblico, menciona en su obra más conocida y ficción “el actor Solano” (Yiyo Alonso) se mezcla con el<br />
leída, El viaje entretenido de 1603, de la que Sanchis público real y pregunta a un espectador de la sala a qué<br />
Sinisterra entresaca ocho maneras distintas de compañías<br />
y representantes del teatro ambulante : bululú, ñaque, bado y confundido. También cabe preguntarse qué habría<br />
día estamos y éste responde equivocándose de día, tur-<br />
gangarilla, cambaleo, garnacha, bojiganga, farándula y pasado si el espectador hubiese sido la Princesa de<br />
compañía. Merece la pena observar que de estas ocho Asturias. El escepticismo suele ser el camino trillado que<br />
palabras, al menos dos, bululú y ñaque, gozan de una todo buen ateo fallido recorre por los dos mundos poblados,<br />
como bien sabemos, de “señores de castillos” llama-<br />
etimología puramente onomatopéyica (como si digo “animal”<br />
o “analfabeta”), de la misma forma que la palabra dos a su vez “castellanos”, que son la vieja Castilla, cuna<br />
títere no procede del latín, ya sea a través del viejo castellano<br />
o del provenzal juglaresco, sino que tiene su orido<br />
ésta “refugio y patria de todos los desesperados” nos<br />
imperial, y la nueva. O la vieja y la nueva España, siengen<br />
en los gritos que el cómico itinerante profería para dice Solano, también de los que huyeron de aquélla. Pues<br />
atraer a su público en la calle : tiiiiiiiiii-titititiiii- títereeess,<br />
damas y caballeros !!!... Diderot, aficionado al teaco<br />
ha escogido para la ocasión, creo que con acierto, en<br />
tal es la versión de su obra que nuestro autor polifacétitro<br />
de feria, advertiría quizás que un bululú, “farsante que beneficio del eco del teatro que reivindica. Sí, pero de un<br />
representaba él solo, en los pueblos por donde pasaba, teatro de la clase media en tiempos de monarquía perenne<br />
que, al cabo de cuatrocientos años, nos sigue conde-<br />
una comedia, loa o entremés, mudando la voz según la<br />
calidad de los personajes que iban hablando”, con marionetas<br />
a menudo, no es sino un siamés en busca de su uni-<br />
“Sólo hacemos un poco de bulto mientras estamos aquí”,<br />
nando a ser criados cervantinos, aunque menos ilusos.<br />
dad, un ñaque que se ignora, pan y cebolla de sí mismo... se lamenta Ríos. En esta versión sudamericana, los harapientos<br />
Ríos y Solano se ven obligados, en efecto, a ejer-<br />
Y el famoso representante Ríos, acostumbrado a hacer<br />
papeles de mujeres en una época en que a los villanos se cer de “consumado marinero” y de “avezado grumete” en<br />
Ñaque o de piojos y actores<br />
de José Sanchis Sinisterra<br />
con Yiyo Alonso y Juan Alberto López<br />
Compañía Metamorfosis :<br />
www.metamorfosisteatro.com<br />
Dirección : José Sanchis Sinisterra<br />
Teatro Español hasta el 17 de febrero<br />
Después, gira por España<br />
un galeón para cruzar el charco ya que la Casa de<br />
Contratación de Sevilla, donde ambos piojos han ido a<br />
parar tras su salida de Valencia, no les daba licencia para<br />
embarcar hacia las Indias por ser comediantes, como tampoco<br />
se la darían a moros, judíos, gitanos, luteranos, frailes<br />
renegados... Anduvimos demasiado, reconoce Ríos. Y<br />
eso que un tal Cristóbal Pérez, pobre de remate, emigró<br />
a México donde ahora tiene dos casas... De qué ahorita<br />
estamos hablando ? El tiempo teatral se vuelve símil recurrente<br />
del tiempo histórico en que vivimos. Han pasado<br />
ya cuatro siglos desde que la Edad de oro imperial resplandeció<br />
con todo su fulgor en Europa. Pero aunque la<br />
memoria colectiva ya no huele tan bien, el tiempo no<br />
pasa acá excepto para el actor que muere como un piojo,<br />
ñaque, y enseguida es sustituido por otro porque no resucitará<br />
cual Lázaro. Sus gestos se borran en el aire, su voz<br />
se apaga en el viento, quizás en ese viento del sur también<br />
llamado “castellano”. Sanchis Sinisterra parece jugar<br />
a ratos con las distintas connotaciones del vocablo más<br />
fatalista que hay en nuestro occidente y que nos suele<br />
conducir a un pesimismo ruin. Pues al fin y al cabo, qué<br />
suerte tienen los franceses de llamarse “français” ! Suena<br />
como a “franco, sincero”, una cualidad indiscriminada en<br />
el idioma nativo. Nosotros, no. Nosotros, los castellanohablantes,<br />
vivimos y seguiremos viviendo presa de la etimología<br />
social de un término, castellano, abocados a ser<br />
sus Yorick bufos mientras los amos de los castillos y los<br />
castillos sigan siendo lo que siempre son, aún con onomástica<br />
dispar. Es ésta la resignación del Maestro Sanchis<br />
Sinisterra, que a menudo muda en resistencia terca, de<br />
la que discrepo y que quizás la presencia de la máscara<br />
titeril, muy denostada en español, habría impedido, por<br />
no decir aliviado. Porque entonces es cuando yo me acuerdo<br />
de aquella vez en que, a fines del siglo XVIII, Diderot<br />
enajenó tales castillos colgando en uno de ellos una pancarta<br />
donde ponía : “No pertenezco a nadie y pertenezco<br />
a todo el mundo. Antes de entrar ya estabais aquí y<br />
seguiréis estando aquí al salir.” De hecho, se sigue leyendo<br />
lo mismo hoy pero, como me resisto a la derrota, enseguida<br />
recuerdo que estamos en plena celebración, en el<br />
país vecino, del bicentenario de la creación de un teatro<br />
de títeres que nada tiene que ver con el esperpéntico<br />
Tablado de Valle Inclán, dado que surgió del pueblo obrero<br />
durante aquella Revolución que, en las décadas anteriores,<br />
Diderot y otros habían propiciado. Me refiero al<br />
cómico y satírico Teatro Guiniol, oriundo de Lyón, de<br />
donde proceden los actuales guiñoles televisivos. Dicho<br />
teatro se representa en un castelet, castillejo (a la palabra<br />
castellana os remito), tecnicismo acuñado entonces<br />
allí para aludir al teatrito donde evolucionan los muñecos<br />
y se desarrollan unas obras que, por ejemplo,<br />
Napoleón III tuvo que censurar cuando no prohibir en los<br />
cabarés, mediante decreto, por su capacidad de movilización<br />
de protestas populares. La fuerza inaudita de un<br />
pequeño actor ciego de madera. La fuerza o la maña.<br />
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