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Los Caballeros Templarios - La Cruzada del Saber

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<strong>La</strong> Regla<br />

<strong>La</strong> Regla era una norma <strong>del</strong> reglamento<br />

interno de la Orden, con setenta y dos<br />

artículos, acrecentados en cuatro más en<br />

la traducción francesa, que fue esencialmente<br />

elaborada por San Bernardo, el patrono de los<br />

<strong>Templarios</strong> y también organizador de la Orden<br />

Cisterciense. A través de la obra de Henri de<br />

Curzon 1 , podemos observar algunos trechos<br />

fundamentales de la también llamada Regla <strong>La</strong>tina,<br />

presentada y aprobada por la Iglesia en el<br />

Concilio de Troyes, en 1128. En su artículo 2°, el<br />

prólogo de la regla no tenía nada de bueno: San<br />

Bernardo definió el perfil <strong>del</strong> caballero al criticar<br />

el estado en que se encontraba la caballería,<br />

porque los caballeros se habían apartado de sus<br />

verdaderas atribuciones: “Despreciaban el amor<br />

a la justicia que era lo pertinente a su papel y no<br />

hacían lo que debían. En vez de defender a los<br />

pobres, a las viudas, a los huérfanos y a la Iglesia,<br />

competían para violar y matar.”<br />

Se sobreentiende que debe haber habido<br />

un ideal de caballería que a los <strong>Templarios</strong> les<br />

gustaría restaurar. Todavía en ese prólogo, esos<br />

valores perdidos eran enfatizados:<br />

“Por encima de todas las cosas, quién quiera<br />

que seas, caballero de Cristo, que escojas apenas<br />

asuntos sagrados, vosotros que hicisteis el juramento<br />

deberíais crecer con cuidado y firme perseverancia<br />

que son valiosos, sagrados y reconocidos<br />

como virtudes superiores, de modo que, si<br />

lo cumplís con toda vuestra pureza y eternidad,<br />

seréis dignos de hacerle compañía a los mártires<br />

que dieron sus almas por Jesús Cristo.”<br />

El resto de la Regla, siguió la directriz de<br />

su prólogo, en el cual se expuso el nuevo concepto<br />

de Caballería de Cristo.<br />

“Hablamos, en primer lugar, aquellos que secretamente<br />

menosprecian su propia voluntad y que desean,<br />

de todo corazón, servir al rey soberano como<br />

caballeros (…) En esta orden religiosa floreció y se<br />

revitalizó la orden de caballería.<br />

(…) Si algún caballero laico, o cualquier otro hombre,<br />

desea abandonar la masa de la perdición, la<br />

vida secular, y pretende escoger la vida común, no<br />

aceptes recibirlo inmediatamente, pues así dice mi<br />

señor S. Pablo: Probate spiritus si ex Deo sunt. Que<br />

significa: “Prueba el alma a ver si viene de Dios.”<br />

(…) Donde sepáis que hay caballeros excomulgados<br />

para ser congregados, entonces les digo que vayan;<br />

y si alguno desea entrar en la orden de caballería de<br />

regiones ultramarinas, no deberán considerar nada<br />

más valioso que la salvación de su alma.<br />

(…) A pesar de la regla <strong>del</strong> Santo Padre de permitir<br />

la admisión de niños, no os aconsejamos hacerlo.<br />

Aquel que desee ofrecer eternamente a su hijo a la<br />

orden de caballería, deberá primero educarlo, hasta<br />

que él pueda asegurar las armas con fuerza y liberar<br />

la tierra de los enemigos de Jesús Cristo.<br />

(…) Ordenamos que los hábitos de todos los hermanos<br />

sean de un solo color: blanco, negro o castaño.<br />

Les garantizamos a todos los hermanos caballeros,<br />

que en el invierno y en el verano, siempre que sea<br />

posible, un manto blanco; y a nadie que no pertenezca<br />

a los denominados <strong>Caballeros</strong> de Cristo le<br />

será permitido utilizar el manto blanco, para que<br />

aquellos que abandonen la vida de la oscuridad se<br />

reconozcan mutuamente como los que se han reconciliado<br />

con el Creador a través <strong>del</strong> símbolo de los<br />

hábitos blancos, que significan pureza y castidad<br />

completa.<br />

(…) Prohibimos el uso de zapatos puntiagudos y el<br />

uso de cordones a cualquier hermano (…) Pues esas<br />

cosas abominables son manifiestamente bien conocidas<br />

por los paganos. No deberán usar el cabello ni<br />

sus hábitos demasiado largos.<br />

(…) Durante los almuerzos y las cenas, en el convento,<br />

es obligatoria la lectura de las Sagradas Escrituras<br />

(…) Deberá ser suficiente para vosotros<br />

comer carne tres veces por semana.<br />

(…) “<strong>La</strong> vida y la muerte están a merced de la lengua”.<br />

Durante el diálogo prohibimos el uso de palabras<br />

vanas y carcajadas insolentes.<br />

(…) El Maestro podrá ofrecer, a quien quiera que le<br />

agrade, el caballo, la armadura o cualquier otro objeto,<br />

cuyo dueño no podrá molestarse: pues tengan<br />

certeza de que, si su dueño procede de esa manera,<br />

estará en desacuerdo con Dios.<br />

(…) Dejad que sólo aquellos hermanos que el<br />

Maestro juzgue capaces de dar consejos útiles y<br />

beneficiosos, sean llamados al concilio, pues así lo<br />

ordenamos y que nadie sea escogido de otra manera.<br />

Porque cuando se desee tratar de asuntos serios,<br />

como ceder una tierra comunal, asuntos domésticos,<br />

o recibir a un hermano, si el Maestro así lo desea,<br />

sería apropiado que reúna la congregación completa<br />

para oír el consejo de todo el capítulo; y aquello que<br />

le parezca al Maestro lo mejor, dejad que lo haga.<br />

1- Henri de Curzon, <strong>La</strong> règle du Temple, Paris: Librarie Renouard, 1986.

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