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terística no sólo de la posición platónica y cristiana, sino también de la ciencia moderna de la naturaleza.Este mundo suprasensible debe ser el mundo verdadero. Es lo que permanece en lo que desaparece,una expresión que ocurre muy a menudo en Hegel. Es justamente esta expresión la que volveremosa encontrar [57] cuando hayamos de entender el mundo invertido. Pues para dar una idea de lameta a la que se apunta, resultará allí lo siguiente: lo que permanece es precisamente lo que es realallí donde todas las cosas están continuamente desapareciendo. Él mundo real consiste precisamenteen subsistir siendo constantemente otro. La constancia, por tanto, ya no es más el mero opuesto a ladesaparición, sino que es, en sí, la verdad de lo que desaparece. Esta es la tesis del mundo invertido.¿Cómo llega Hegel a ella? Mejor que reconstruir lógicamente el curso de su pensamiento, yopreferiría traer concretamente ante los ojos los fenómenos mismos de los que habla aquí Hegel, demanera que podamos ver lo que hay en todo caso de ficticio en la verdad que la conciencia cree tener.R. Wiehl ha subrayado, con razón, que la opinión o creencia está siempre presente como el elementode ficción que impulsa el proceso entero de la exhibición de las figuras de la conciencia. AsíHegel plantea ahora la cuestión de qué es lo que la conciencia cree pensar aquí: ¿Qué es este interiorhacia donde mira ahora el entendimiento? —¿Qué es esta conciencia del más allá? ¿Piensa en unmás allá vacío? ¿Es la prefiguración de la conciencia desgraciada?Pero esto, dice Hegel, no es verdad. Este más allá no es vacío, porque «procede de la apariencia»,es la verdad de ella. ¿Qué clase de verdad? A este respecto nos brinda una brillante formulación:este más allá es la apariencia en cuanto apariencia. Es decir: una apariencia que no es la aparienciade algo otro, y que no se diferencia ya de un ser auténtico y puesto más allá, sino que no esnada más que apariencia. No es, por tanto, la apariencia como opuesta a la realidad, sino más bien laapariencia como la realidad misma. La apariencia es una totalidad del aparecer, reza la formulaciónde la página 110. Con ello se quiere decir que la apariencia no es la mera exteriorización de unafuerza —que al «paralizarse» se anula a sí misma y a su efecto, sino que la apariencia es más bien latotalidad de la realidad. No sólo tiene su fundamento, sino que es en tanto que apa-[58]-riencia de laesencia. Frente a la superficialidad del discurso acerca de una cosa que «tiene» propiedades, inclusofrente a la visión, que llega más lejos, de la fuerza que se exterioriza o que es mantenida en potencia,se abre a la mirada en la esencia interior de las cosas el «cambio absoluto» del juego de fuerzas, enel cual la realidad es mejor captada que por la superficial vista de la percepción. En la medida en queeste juego de fuerzas muestra ser un juego legal, son «las apariencias» (t¦fainÒmena) las que con élson «salvadas». «Lo simple en el juego de fuerzas mismo y su verdad es la ley de la fuerza» (pág.114). Correlativamente se dice en la Lógica de las determinaciones de la reflexión que «su mostrarse(el de las determinaciones de reflexión) se consuma en la apariencia» 26 . La expresión «la totalidaddel mostrarse» conduce, de este modo, al concepto de ley. Es iluminador que la ley sea algo simpleen comparación con la cambiante interacción de fuerzas que actúan una sobre otra: la ley unitariadetermina la totalidad de las apariencias. La supuesta diferencia entre fuerzas, que es lo que caracterizaa la acción de éstas: actuar, ser actuado, ser contenido, exteriorizarse, esta diferencia de lo universales en verdad simple. Esta manera de presentar las cosas es muy hegeliana, pero se la puedeverificar intuitivamente en los fenómenos; sin duda, esta diferencia no lo es de las fuerzas separadasuna de otra, que concurren de por sí y que posteriormente entran en recíproca relación: es la aparienciade la simple e idéntica ley.De acuerdo con esto, es la ley de la naturaleza, la única ley que domina últimamente la realidadde la mecánica y que explica completamente todos los fenómenos, la que emerge, en adelante, comola verdad del objeto. Éste es un punto muy importante. Aquí deberían ser recordados aquellos intérpretesde Platón que tomaron la idea platónica como la ley de la naturaleza. Esos intérpretes de Platónpracticaron el hegelianismo [59] sin saberlo. Porque en Hegel se da, de hecho, el paso que lleva aesta identificación. No obstante, luego se mostrará por qué no se atuvo a esta equiparación 27 . Encualquier caso, Hegel puede decir, por el momento, que la diferencia universal «se expresa en la leycomo la constante imagen de las apariencias fluctuantes». La ley es lo que permanece en lo quedesaparece. «El mundo suprasensible es un tranquilo reino de leyes» —más allá del mundo percibi-26 [3] G. W. F. Hegel, Wissenschaft der Logik, Hrsg. v. G. Lasson, Leipzig, 1951, t. 2, pág. 101.27 [4] No obstante, tampoco la escuela de Marburgo mantendría esta construcción del objeto mediante laley, como lo muestra el concepto posterior del concreto primitivo elaborado por Natorp —como tambiénla recepción de la dialéctica del Platón tardío por el último Natorp, que se encuentra tan sorprendentementepróxima a Hegel. Estas relaciones han sido analizadas, entretanto, por R. Wiehl en sus Studien zurplatonischen und hegelschen Dialektik, aún en trance de publicación.

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