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exteriorización comunicativa arrancada de su contexto de representar en sí misma una unidad cerradade sentido. Así como la palabra que uno dice está referida al «continuum» de la comprensióninterhumana, por el cual está a tal punto determinada que la puede incluso ser «devuelta», así tambiénla proposición especulativa remite a una totalidad de la verdad, sin ser o decir ella misma estatotalidad. A esta totalidad, que no es ente, la piensa Hegel como la reflexión en sí, por la cual ella semuestra como la verdad del concepto. Siendo, pues, compelido hacia la ruta del concebir por obra dela proposición especulativa, el pensar pone en marcha el desarrollo de «lo lógico» como el movimientoinmanente de su contenido.[104] Pero aun cuando en la tendencia a «lo lógico» el concepto es pensado como la plena determinaciónde lo indeterminado, y en él alcanza su plenitud sólo un aspecto del lenguaje, a saber, latendencia de éste a lo lógico, el ser-en-sí de la reflexión continúa manteniendo, sin embargo, unacontinua y desconcertante analogía con el estar-en-sí de la palabra y de la obra de arte, en el cual está«albergada» la verdad. Con ello se hace referencia a ese concepto de «verdad» que Heidegger intentapensar como el «acontecimiento del ser» y que, al igual que todo conocimiento, abre también primeramentesu espacio a todo movimiento de la reflexión.El propio Heidegger testimonia, una y otra vez, esta referencia y esta tentación que representa loespeculativo: no sólo mediante la constante fascinación que ejerce sobre él la dialéctica de Hegel,con la cual y frente a la cual se ve estimulado a polemizar y delimitar su propia posición. Hay, porañadidura, una serie de personales manifestaciones pletóricas de rico e iluminador contenido queaquí habría que explicar. Entre ellas destaca la breve nota del libro sobre Nietzsche, II, 464:«Reflexión, concebida, en la historia del ser, por el ser-ahí:el refulgir hacia la ¢l»qeia sin que éstasea ella misma, como tal, experimentada y fundaday venga a la «presencia».La extrañeza del re-fulgir de lo que se muestra.El aposentamiento en uno de sus lugares de presencia.Reflexión—certeza, certeza—autoconciencia.»Aquí llama Heidegger a la «reflexión» el «refulgir en la aletheia, sin que esta misma... venga a ‘presencia’».De este modo pone a la reflexión en relación con lo que él piensa en el concepto de aletheiay que él llama aquí el ser presente de la aletheia. Ciertamente, esta referencia lleva consigo unadistinción: la dimensión de «lo lógico» no es el espacio de la aletheia, que es iluminada por el lenguaje.Pues el lenguaje, en el que vivimos, es [105] un «elemento» en un sentido enteramente distintoa como lo es la reflexión. El lenguaje nos abraza por entero, como la voz de nuestra tierra, queexhala una familiaridad anterior a todo pensamiento. De ahí que llame Heidegger al lenguaje la moradao «casa del ser». Desde luego, en él acontece, también y precisamente, el desvelamiento de lopresente hasta el extremo de la objetivación de éste en el enunciado. Pero el ser mismo, que tiene allísu estancia, no queda por ello desvelado, sino que se mantiene, en medio de todo desvelamiento queacontezca en el hablar, tan oculto como sigue siendo el lenguaje mismo, en el hablar, la esencia de looculto. De este modo, tampoco dice Heidegger, por ventura, que la reflexión venga a ser la medidade esta «iluminación» original, sino que la llama el refulgir de lo que se muestra, por cuanto ellaensaya en inquieto caminar traer ante sí esto que refulge. En este sentido la reflexión, que es el movimientode la lógica, es «apátrida», no puede morar en sitio alguno. Lo que se muestra, que es encontradocomo el objeto del pensar y del determinar, tiene el modo de encuentro del «objeto». Estoes lo que constituye su insuperable «trascendencia» para el pensar, una trascendencia que no permiteque en él nos encontremos como en casa. El proceso del concebir, que procura, empero, superar estatrascendencia, y que es desplegado por Hegel como el movimiento fundamental del conocimiento desí mismo en el ser otro, se ve, por tanto, siempre remitido a sí mismo y tiene, en consecuencia, elcarácter de la autocertificación de la autoconciencia. También es este un modo de apropiación y es el«alojamiento», que ha configurado la esencia de la civilización occidental. Hacer de lo otro algopropio, quiere decir superar y someter a la naturaleza mediante el trabajo. Heidegger está bien lejosde entonar aquí los sones de la crítica de la cultura. Más bien llama explícitamente a esto, en la notaque estamos comentando, «el aposentamiento del hombre en uno de sus lugares esenciales». Porqueeste aposentamiento constituye al ente en objeto, viene a ser ciertamente, en un sentido esen-[106]-cial, «expropiación del ente», que no se pertenece a sí mismo al quedar absolutamente referido anosotros. Bajo esta perspectiva Hegel se nos aparece como la consumación lógica de una ruta del

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