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Libro El Jardin Secreto

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–Sí, por cierto. Lo conozco desde que era un crío. Voló de su nido, del otro lado delmuro, y como era aún muy débil, por algunos días no pudo volver. Al regresar, el restode la cría había partido. Se encontró solo y volvió conmigo. Así fue como nos hicimosamigos.–¿Qué clase de pájaro es? –preguntó Mary.–Es un petirrojo –dijo el jardinero–. Son tan amistosos como los perros y es por esoque nos avenimos. Además, son muy curiosos: mire cómo picotea a nuestro alrededor. <strong>El</strong>sabe que estamos hablando de él.Era extraño ver al viejo mirar con orgullo y cariño al pequeño petirrojo.Mientras el pajarito picoteaba trabajosamente el suelo, se paraba de vez en cuandoa mirar a la niña como si la estuviera estudiando y, de este modo, pudiera conocerlamejor. Mary experimentó un sentimiento extraño.–¿A dónde voló el resto de la cría? –preguntó.–¡Quién puede saberlo! Los padres los sacan del nido y se dispersan antes de que unose dé cuenta. Por eso, él se sintió solo.Mary dio un paso hacia el petirrojo, lo miró de manera penetrante y le dijo:–Yo también estoy sola.Antes ella no se había dado cuenta de que este sentimiento de soledad la enojaba yamargaba. Ahora, al mirar a los ojos del petirrojo, lo entendió.<strong>El</strong> jardinero los observó un minuto y nuevamente se puso a cavar.–¿Cuál es su nombre? –le preguntó Mary.–Ben Weatherstaff –le contestó, y luego agregó con agria sonrisa–: Yo también mesiento solo cuando el petirrojo no está conmigo. Es el único amigo que tengo.–Yo tampoco tengo amigos –dijo Mary–. Nunca los he tenido y jamás he jugado conotros niños.Las personas de Yorkshire tienen el hábito de decir lo que piensan y el viejo Ben,oriundo de la zona, dijo sin ambages:–Usted y yo tenemos varias cosas en común. No somos agraciados, miramos conamargura y podría asegurar que ambos tenemos mal carácter.Esto sí que era hablar claramente y Mary Lennox jamás había oído que alguien ledijera tantas verdades. Nunca había pensado en cómo era ella. Solamente ahora sepreguntaba si sería tan poco atractiva como el señor Weatherstaff y si, hasta antes deconocer al petirrojo, sería tan amarga como él. ¿Realmente tenía ella mal carácter?Ante tantas dudas, se sintió incómoda. Repentinamente se volvió al escuchar un clarobatir de alas. Era el petirrojo que, posado sobre las ramas de un manzano, de nuevohabía irrumpido en una canción. Al oírlo, Ben rió a carcajadas.–¿Por qué hizo eso? –preguntó Mary.–<strong>El</strong> acaba de decidir que quiere ser su amigo –replicó el jardinero–. No hay duda quele ha tomado cariño.–¿A mí? –preguntó Mary, acercándose suavemente hacia el pajarito para verlo mejor–.¿Quieres ser mi amigo? –preguntó al petirrojo, como si hablara con una persona–.¿Quieres, por favor?Esta vez ella no hablaba con voz imperiosa; al contrario, su voz era tan suave,apremiante y persuasiva, que Ben Weatherstaff quedó sorprendido.–¡Vaya! –exclamó–. Si es tan encantadora como cualquier niña... Incluso diría quehabla igual que Dickon con sus regalones del páramo.21

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