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El dilema del aborto El dilema del aborto

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La fe, las obras y la graciaNo es suficiente con decir sencillamente:“Yo creo”, sin hacer los cambios necesariosen nuestro modo de vivir. <strong>El</strong> simplereconocimiento de la existencia de Diosno produce una relación correcta con él.Como ya vimos antes, incluso los demonios“creen” (Santiago 2:19). Lo que Jesúsnos manda es que nos arrepintamos (Marcos1:15). (Para una exposición más completade lo que es el arrepentimiento, nodeje de solicitar gratuitamente el folleto titulado<strong>El</strong> camino hacia la vida eterna.)<strong>El</strong> arrepentimiento no es algo que sucedeasí no más. Exige esfuerzo y compromiso.La verdadera fe tiene que ser alimentada,nutrida y cultivada espiritualmente.Jesús nos advierte el peligro de lafe falsa, la que es inmadura e incompleta:“No todo el que me dice: Señor, Señor, entraráen el reino de los cielos, sino el quehace la voluntad de mi Padre que está enlos cielos” (Mateo 7:21). Pero ¿qué deesta afirmación <strong>del</strong> apóstol Pablo: “Porgracia sois salvos por medio de la fe; yesto no de vosotros, pues es don de Dios”(Efesios 2:8)? ¿Acaso Pablo predicó unafe en la que no es necesario obedecer?Desde luego que no. Este versículo nosmuestra que la gracia de Dios —su favorinmerecido— es una dádiva. Sencillamentees un error suponer que, debido a que lagracia es una dádiva, no necesitamos demostrar,por la forma en que nos conducimos,nuestra actitud de arrepentimiento ynuestra fe (Santiago 2:14-26). La realidades que nuestra salvación viene por mediode esa dádiva de su gracia y de la fe, la cualDios mismo nos ayuda a ir fortaleciendo alo largo de nuestra vida. Debemos teneruna fe viva, no una fe vacía e inactiva.En la Biblia claramente se nos dice quela salvación se obtiene por la gracia deDios, no por medio de buenas obras,“para que nadie se gloríe” (Efesios 2:9).Pero somos salvos por gracia por mediode la fe (v. 8). <strong>El</strong> peligro es que nuestra fepuede morir si descuidamos nuestra salvaciónal no vivir en obediencia a Dios(Hebreos 2:1-3). Por eso el apóstol Pabloescribió: “Golpeo mi cuerpo, y lo pongoen servidumbre, no sea que habiendo sidoheraldo para otros, yo mismo venga a sereliminado” (1 Corintios 9:27).Las obras que hagamos no nos hacenmerecedores de la salvación. Pero en laepístola de Santiago claramente se nosdice que la fe sin obras está muerta (Santiago2:17, 20, 26); en otras palabras, escompletamente inútil.Este fiel siervo de Dios y medio hermanode Jesús escribió: “Por lo cual, desechandotoda inmundicia y abundanciade malicia, recibid con mansedumbre lapalabra implantada, la cual puede salvarvuestras almas. Pero sed hacedores de lapalabra, y no tan solamente oidores, engañándoosa vosotros mismos” (Santiago1:21-22). Luego, en el versículo 25leemos que quien “mira atentamente enla perfecta ley, la de la libertad, y perseveraen ella, no siendo oidor olvidadizo,sino hacedor de la obra, éste será bienaventuradoen lo que hace”.La fe verdadera exige mucho más quepalabras. Exige un compromiso férreo yla prueba de tal compromiso. En formaretórica, Santiago pregunta: “Hermanosmíos, ¿de qué aprovechará si alguno diceLa sociedad en que vivimos pareciera que fuera diseñada paraminar la fe. Los sistemas educativos, los medios publicitarios ylos espectáculos que divierten a las masas minan los principiosmorales de la Biblia. <strong>El</strong> resultado es obvio: Muy pocos sabenlo que Dios espera de nosotros, y menos aún son los queconfían en él para que guíe sus vidas.que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá lafe salvarle?” (Santiago 2:14). Claramentenos muestra que las puras palabras denada sirven cuando alguien necesita comidao vestido (vv. 15-17). Luego, en losversículos 21-22 menciona la fi<strong>del</strong>idadde Abraham, cuya fe “se perfeccionó porlas obras”.Cuando correspondemos al amor deCristo obedeciendo sus mandamientos(Juan 14:12-15), nuestra fe cobra vida yviene a ser dinámica. No nos equivoquemos:no seremos salvos por gracia pormedio de una fe muerta.La fe viva entre los incrédulosDespués de que Jesús resucitó, uno desus discípulos dijo que no creería que habíavuelto a la vida hasta que viera las señalesde los clavos en sus manos y metierala mano en su costado donde había penetradola lanza. Tomás buscaba pruebasvisibles, tangibles, de que su Maestro habíaresucitado. Más tarde, Jesús le proporcionóesas pruebas demostrándole queDios y su plan de salvación eran una realidad,y lo exhortó a que no fuera incrédulo(Juan 20:24-29).Aunque Tomás había sido testigo demuchos de los milagros que Jesús habíahecho, aún dudaba de la resurrección. Apesar de que sus compañeros le aseguraronque lo habían visto cara a cara, serehusó a creerles; sencillamente no podíacreer que su Señor había resucitado deentre los muertos como él mismo lo habíapredicho. ¿No estaremos nosotros comoTomás, dudando de la veracidad <strong>del</strong> testimoniode muchos testigos de los milagrosy la resurrección de Jesús? ¿Creeremos yconfiaremos en Dios y sus promesas? Lamentablemente,nos resulta difícil teneruna fe viva; en cambio, dudar es muy fácil(Santiago 1:6-8).La sociedad en que vivimos parecieraque fuera diseñada para minar la fe. Lossistemas educativos, los medios publicitariosy los espectáculos que divierten alas masas son excesivamente mundanosy minan los principios morales de la Biblia.A lo largo de la historia hemos sidoatraídos hacia lo material, y al mismotiempo nos hemos olvidado de Dios.Todo —la ciencia, la filosofía, la historia—se reduce al plano físico. <strong>El</strong> resultadoes previsible y obvio: Muy pocos sabenlo que Dios espera de nosotros, ymenos aún son los que confían en él paraque guíe sus vidas. ¿Acaso no hay fe niesperanza espiritual para nosotros, nuestroshijos y nuestros nietos?A pesar de que tener la fe viva es muydifícil en esta época de dudas y materialismo,en la Biblia se nos asegura que algunosposeerán este maravilloso atributoal final de esta era (Apocalipsis 14:12),cuando Jesucristo regresará como Rey dereyes y Señor de señores. <strong>El</strong> hecho de quealgo sea difícil de lograr no quiere decirque sea imposible, especialmente cuandose cuenta con la ayuda de Dios.La fe verdadera no sólo es posible, sinoque está a nuestro alcance. <strong>El</strong> apóstol Pablodice: “<strong>El</strong> que no escatimó ni a su propioHijo, sino que lo entregó por todosnosotros, ¿cómo no nos dará también conél todas las cosas?” (Romanos 8:32). BN16 Las Buenas Noticias

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