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naturaleza dominicana - Grupo Leon Jimenes

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LA NATURALEZA DOMINICANA • VARIOSAÚN CRECE AQUÍ SILVESTRE EL ARROZ DE LOS INDIOSHace meses, el profesor Marcano me enseñóuna espiguita negra.—¿Sabes qué es esto?La tenía guardada entre las páginas del CatalogusFlorae Domingensis, la obra de Moscoso, y la dejóallí de nuevo.Esa mañana estábamos en La Cueva, nombrecon que todos conocen en la UASD esa suerte desemisótano y semipenumbra donde se conserva elherbario de la Universidad. Un cuartico que tambiénsirve de aula provechosa a las enseñanzas delsabio botánico, y que es, al mismo tiempo, puntode partida —y de entusiasmo— para muchos empeñosde investigación que él anima.Hará diez días me la volvió a enseñar, pero yano entre las páginas del libro de Moscoso, sino entrelas de otro libro que él está habituado a leerasiduamente. Dicho sea con toda la cursilería delmundo: el libro de la <strong>naturaleza</strong>.Salimos del Museo de Historia Natural —iba connosotros un fotógrafo de El Caribe— rumbo a loscampos cenagosos del municipio de Guerra, que esuno de los muchos lugares del país en que esa plantase da como maleza. Y allí la vimos, en el parajeque los moradores llaman Cuenca —sección de Matasde Palma— invadiendo como «mala yerba» lasparcelas preparadas para la siembra del arroz.De Guerra viajamos ese mismo día a San Cristóbal,donde el padre Cicero cultiva varios ejemplaresen el muestrario de plantas nativas que tieneen el Instituto Politécnico Loyola.Ya la había visto, pues, en tres formas: seca yprensada, como se preparan las muestras vegetalespara el herbario; en su hábitat natural, dondese propaga libremente, y además cultivada en unamaceta que le reproducía el ambiente cenagoso.Eso ahora resulta fácil.Pero a Marcano le costó Dios y ayuda dar conella.¡Dieciséis años de búsqueda!Por esa zona y aún más allá, hasta Bayaguana,venía él merodeando desde hacía mucho tiempo.Casi desde su juventud. Y como a veces carecía dedinero para ello, se iba a pie desde la capital. El casoera no detenerse, por dificultades de esa clase,en el afán de conocer la <strong>naturaleza</strong> investigandosobre el terreno.Y como nada lo detuvo, llegó a conocer esoslugares (al igual que el resto del país; eso es lo extraordinarioen él) casi como la palma de su mano.Un día vio algo que le llamó la atención: un rizoma(tallo subterráneo) que le pareció de arroz.¿Por qué?—Porque el tallo de arroz se conoce.Pero el que comemos todos los días (Oryzasativa) no tiene así la raíz. ¿Cuál sería éste?Desde ese día («desde 1960 poco más o menos»)empezó a buscar la planta. Hasta entonces se habíatopado solamente con el rizoma.Ya en el catálogo de Moscoso aparecía la Oryzaperennis, una especie silvestre, colectada en los camposde Guerra.41

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