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HUGO CHÁVEZ FRÍAS 17La Marqueseña“Por el camino de La Marqueseña se fueron”, decíami abuela Rosa Inés. Hablaba de los cuentosque le echaba su abuela del general “Cara’e Cuchillo”,que pasó por Sabaneta un día, en el mesde mayo de 1859, gritando: “Tierras y hombreslibres”, “elecciones populares” y “horror a la oligarquía”.Ezequiel Zamora pasó por esta mismatierra. Este hato debe su nombre a que durante lacolonia eran las tierras antiguas del marqués delBoconó. Según las leyendas, el marqués del Boconótenía un túnel aquí en La Marqueseña, quepasaba por debajo de todos los ríos y llegaba a Barinas.Por cierto, el primer cargo de comando queyo tuve, de subteniente, en 1975, fue aquí. Lleguéal Batallón de Cazadores Cedeño y me mandaronaquí. Esto era un antiguo helipuerto, por ahí trotábamosmontaña arriba, íbamos a pescar al río.Aquí aprendí a manejar en una camioneta vieja delEjército, de aquellas que parecían una diligencia.En La Marqueseña los soldados decían que enesta montañita salía un muerto. Aquí funcionóun teatro antiguerrillero, hubo sitios de tortura.Es posible que en esta montaña haya más deun enterrado. Al bachiller Rodríguez lo agarraronpor allá por Libertad, lo trajeron para acá ymás nunca lo vieron. Es posible que esté enterradopor aquí, luchadores sociales, líderes estudiantiles.Aquí conseguí un carro un día entreel monte, un Mercedes Benz negro. Lo limpiamos,abrimos el maletero con un destornilladory conseguí un poco de libros de Marx, de Lenin;conseguí este libro por allá, lo leí aquí: “Tiempode Ezequiel Zamora”, de ese gran revolucionarioFederico Brito Figueroa.Aquel subteniente Chávez comenzó a leer aquí,comenzó a hablar con los soldados allá. Ahorita vilos restos de lo que fue la Plaza Bolívar, un bustode Bolívar. Mi padre estuvo preso una vez en estesitio. Mi mamá vino a traerle una arepa, yo vinecon ella. Sospecho que andaba parrandeando unanoche por Barrancas y lo agarraron, creo que conel compadre Juan Guédez, que en paz descanse.Una noche, amaneció aquí. “Que tu papá estápreso, lo tienen por guerrillero”. Cuando aquí laFuerza Armada era otra cosa, cuando fue utilizadapor la oligarquía venezolana, por aquellos gobiernostraidores subordinados al imperialismo.La primera tarea que me dieron siendo subteniente,fue venir a custodiar unos equipos enLa Marqueseña, pasé aquí como seis meses.Cuando me puse a ver el inventario, eran grandesequipos de comunicaciones. Allá arriba en elcerro había otro y aquí había una sala de comunicaciones.Mi jefe vino un día a pasarme revista;era un capitán, oficial de comunicaciones. Entoncesme dijo: “Mire, subteniente, tenga muchocuidado con estos equipos de radio –eran unosmamotretos gigantescos–, que esos no son venezolanos,esos equipos son norteamericanos”.Aquí vinieron los estadounidenses a instalarequipos de comunicaciones, a dirigir torturas,desapariciones. Ahora, para gloria de nuestraFuerza Armada y de nuestras raíces militares,para gloria de nuestras tradiciones libertadoras,tenemos otra Fuerza Armada, tenemos un Ejército,tenemos una Marina, una Aviación y unaGuardia Nacional que han vuelto a retomar susraíces originarias. Hoy no están para atropellaral pueblo sino para luchar junto al pueblo por laliberación de Venezuela y por el desarrollo deVenezuela.Los mataronRecuerdo de subteniente una discusión con uncoronel que estaba ya en situación de retiro,pero era jefe de inteligencia de un área. Vi conestos ojos como trajeron a dos o tres señoresflaquitos, amarrados. Yo era jefe de un pequeñopuesto de comunicaciones, por allá en Oriente.Centro de Operaciones Número 2 en San Mateode Anzoátegui. Ahí llegó una noche. Yo no conocíaa aquel coronel, se identificó, y con otros civilesde Inteligencia. “Vamos a pernoctar aquí”.Y yo les doy la bienvenida: “Como no, acomódenseaquí, allá hay una carpa, vamos a hacerun café, vamos a darle algo de comer”. Despuésque nos vamos a descansar, oigo los gritos. Ah,cuando veo, unos señores amarrados. Inclusole dije: “Mi coronel, ¿no podrá soltar a esos señoresque están amarrados, por lo menos paraque coman?”. “No, que les den la comida en laboca”. Me pareció aquello tan inhumano, veníangolpeados ya. “¿Y que son?”, le pregunté.“Son guerrilleros”. Yo pensé en mis adentros:“No tienen ninguna pinta de guerrilleros, lo queestán es desnutridos”. Los vi flacos, amarillos,pálidos, campesinos golpeados, torturados. Yen la noche oigo los gritos. Le estaban dandocon un bate de béisbol envuelto en un trapo.Tuve un lío grande esa noche con aquella gentey, a los pocos días llegó la noticia, que “se suicidaron”.Le dije entonces a mi comandante: “Losmataron”.El juramentoHabrá que recordar a toda Venezuela que JoséMartí fue un infinito bolivariano. Recogió lasbanderas de Bolívar, las alimentó, las actualizódespués de la caída de Bolívar y del proyectobolivariano. Por eso recuerdo aquel 17 dediciembre de 1982, allá en la querida Maracay.Estaba el Regimiento de Paracaidistas en formaciónpara conmemorar el día de la muerte de Bolívar,y se le ocurre al coronel Manrique Maneiro,a quien llamábamos cariñosamente el “TigreManrique”, decirme que pronuncie las palabrasde ese día. Éramos capitanes y como no escribídiscurso ni nada, me paro frente al escuadrón,todo el cuadro de oficiales, todas las tropas, y meinspiré en Martí aquel mediodía. Y repetí: “¡Peroasí está Bolívar en el cielo de América, vigilantey ceñudo, sentado aún en la roca de crear, conel inca al lado y el haz de banderas a los pies;así está él, calzadas aún las botas de campaña,porque lo que él no dejó hecho, sin hacer estáhoy; porque Bolívar tiene que hacer en Américatodavía!” Eso lo escribió Martí.Lo repetimos aquel día, y ahí comenzó el discurso:“¿Cómo no va a tener Bolívar que haceren América con tanta miseria, con tanta pobreza,desigualdad?” Por ahí me fui. Eso no está grabado,lamentablemente, ni lo escribí, sólo quetenemos en la memoria muchas cosas. Cuandotermino las palabras había un frío expectante,que paraba los huesos y los pelos. Y dice un mayor:“Chávez, pareces un político”. Entonces saltaFelipe Acosta Carlez y le responde: “Mire, mimayor, ningún político es el capitán Chávez, loque pasa es que así hablamos los oficiales bolivarianosy ustedes se mean en los pantalones”.Se armó una situación muy tensa. Estábamos ahítodos, y recuerdo que el coronel Manrique, buenjefe, cuando vio que la situación se ponía tensacon los capitanes por aquí, unos mayores poracá, un teniente coronel por allá, entonces mandósilencio y dijo: “¡Que esto no salga de aquí!”.Y agregó algo que no se lo creyó ni él mismo:“Señores oficiales: todo lo que el capitán Chávezha dicho yo lo asumo, porque como anoche ledije que hablaría hoy, aunque no lo escribió, melo dijo en mi oficina”. ¡Mentira!, ¡qué iba a estaryo diciendo nada! Ahí murió aquello, todos loasumieron disciplinadamente.Pero no murió, más bien ahí nació. Minutosmás tarde viene Acosta Carlez, nos invita a trotar.Nos fuimos al Samán de Güere y lanzamos eljuramento aquel. Esa misma tarde nació elEjército Bolivariano Revolucionario. Éramoscuatro: Felipe Acosta Carlez, Jesús UrdanetaHernández, Raúl Isaías Baduel y este humildeservidor, sólo que era 1982. Diez años despuésvino la rebelión bolivariana del 4 de febrero,parte de todo ese proceso que brotó del fondode la tierra y de la historia venezolana; todo esode Bolívar, de Martí. Y Bolívar, ¡setenta añosantes que Martí!, lanzó la profecía, adivinó alimperio. No se veía todavía, pero él lo adivinó,como el campesino cuando huele la lluvia másallá del horizonte. “Huele a lluvia”, decía miabuela Rosa Inés. Bolívar olió el imperialismo.Impresionante, sólo vamos a recordar la frase:“Los Estados Unidos de Norteamérica parecendestinados por la providencia para plagar laAmérica de miserias a nombre de la libertad”.Era 1826, ¡vaya qué genio el de Bolívar!, elprimer gran antiimperialista, junto con Martí ytodos aquellos hombres.

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