50Francia, a defender la Revolución Francesa.En Inglaterra igual. Allá está una reina, lareina Isabel. La conozco. No puedo decir quees mi amiga, porque una sola vez la fui a visitar.Una dama muy respetable. Recuerdo que cuandome estaba bajando del carro, vi una monedita enel suelo y la recogí. Era una moneda con la carade ella. Una casualidad, estaba en el suelo, en lacalle, y me la meto en el bolsillo. Cuando me veocon ella, se la doy. “Me conseguí esto. Dicen quees buena suerte. Se la dejo aquí”. Ahora, ¿ustedessaben quién es el jefe de Estado en la mayor partede los países vecinos a Venezuela, del CaribeOriental? ¡La reina de Inglaterra! He ido a esospaíses. Está un Primer Ministro que es elegidopor esos pueblos. No tiene límite de tiempo lareelección, el jefe de Estado está allá en Londres.¿Con qué moral nos van a criticar a nosotros ypor qué eso no lo critican? A nadie le han preguntadoen esos países si reconocen como jefe deEstado a la reina de Inglaterra. ¿Por qué no hacenun referéndum?Me llevaré una ropitaLes voy a decir algo, para que ustedes vean hastadonde ha llegado el mundo. En una ocasión llegarona plantearme, un alto jefe político de unpaís determinado, que las comisiones esas queen el mundo se pagan y se cobran, por ventas decualquier cosa, que “eso es normal”. Yo le dije:“No me hable de ese tema, no quiero ni hablarde ese tema”. Es la descomposición, la ambición.Les pido a todos los que me puedan estar oyendo:vamos a mirar a Jesús en el burriquito, vamos amontarnos en nuestro burrito con humildad. Lesjuro una vez más, delante de Dios y delante detodos ustedes: si salgo vivo de este compromiso,yo no voy a tener casa propia, y me voy a morirsin tener casa propia. No me importa. Ni quierocasa propia. No voy a tener carro propio. Losregalos que me han dado, algunos muy valiosos.Un regalo, por ejemplo, que me hizo llegar unavez nuestro hermano –fallecido en circunstanciasextrañas, por cierto– Yasser Arafat. Una vez mellegó una gente de Palestina con una invitaciónpara pasar allá la Navidad, en Jerusalén. Nopude ir. Era 2001 cuando aquí se prendió aquelberenjenal de la locura, de la violencia inyectadapor los medios. Yasser Arafat me mandó una vezun regalo, el escudo venezolano hecho con joyas,perlas. Bueno, eso vale millones de dólares, porqueademás los colores amarillo, azul y rojo, soncolores naturales. ¿Cómo se llama esa concha?,¿nácar? Además, con la explicación que mandóArafat, de dónde trajeron las piedras preciosas,del mar de no sé dónde. Una cosa bellísima. Y mehan regalado no sé cuántos relojes, que hasta meda pena ponérmelos. Una vez me puse uno, nosé por qué lo agarré. ¡Me pelaron!, por ahí, enCUENTOS DEL ARAÑEROuna columna: “Mira a Chávez, los relojes”. ¡Ningunoes mío, nada de esto es mío! Bueno, por lomenos una ropita me llevaré. Humildemente invitoa todos los que estamos gobernando, a quehagamos lo mismo.La tragedia de VargasYo tuve un sentimiento tan hermoso cuando porfin el primer barco de la Marina pudo llegar ala orilla de la playa por Caraballeda. Porque laplaya estaba bloqueada, unos cien o doscientosmetros de playa estaban bloqueados por troncosy piedras. Los barcos no podían llegar a la orilla,solo en helicóptero uno podía ir y venir, por tierraimposible. Queríamos meter los barcos estos, delos que caben tres mil personas, para atracarloslo más cerca de la playa. Porque esos barcos,como son planos por debajo, llegan a diez metros,lo más cerca posible, y con unas cuerdasla gente va entrando al barco. Son barcosgigantescos, de transporte de tropas, de infantesde marina más que todo.Por fin logramos meter el primer barco, sefue apartando un poco el oleaje y encalló el barcocerca de la playa. Dos cuerdas y los infantesde marina a la playa. Nosotros aterrizamos alinstante, cuando me informaron por radio queel barco estaba listo. Era impresionante ver dedónde salía tanta gente de Los Corales y Caraballeda.Me habían dicho que ahí no había quedadonadie con vida y resulta que no, chico. Debajode las piedras, detrás de las matas, debajode los techos de las casas, de túneles que habíaentre las piedras gigantescas, salían niños, mujeres,hombres, ancianos.¿Sabes lo que yo vi ahí? Vida. Yo dije: “Hayvida por todo esto. Dios mío, cómo sobrevivióesta gente”. Se pensaba que eso era una especiede camposanto. Y no solo que salió la gente,haciendo una cola larguísima como de tres mil,cuatro mil personas que iban agarrándose unosa otros. No solo eso, sino verle los ojos a aquellagente, verles la vida, verles el dolor, pero porotra parte el optimismo, la entereza moral. “¡Aquíestamos!”, decían, “y con mi viejo y con mi abuela”,y algunos con su perrito, haciendo una colaa la vida. Y aquel barco con sus puertas grandesabiertas y rumbo a la vida.Cadena nacionalMañana sí es verdad que no nos salva ni “bambarito”de la cadena nacional a las siete y media.Se salvarán de un pasmo, pues, a los que noles gusta esto, porque yo sé que a la mayoría lesgusta. Bueno, por ahí decían que las mujeresestán bravas. Mentiras. Incluso hace poco andabantres muchachos con sus novias por allápor Caracas, en una esquina. Yo iba manejandoy me paro en el semáforo: “Chávez, ¿cuándo haycadena?” Yo pensé que era para criticarme y lesdije: “Bueno, ¿a ustedes les gusta?” “Sí, vale, esoes muy bueno porque nos estás enseñando. Note dejes, hazlo, cada vez que tú quieras, nosotros,los jóvenes, queremos saber”. Y es verdad, porqueellos oyen, toman nota.Hace poco estábamos viendo la luna y Rosinésme preguntó: “¿A cuántos kilómetros estála luna, papá?” Me pregunta tantas cosas, comotodo niño. Al fin concluyó ella: “El universo sí esgrande, ¿cómo nació el universo?”. Estábamossentados en un patio; yo le digo varias ideas.Una de ellas es que Dios lo creó. “¿Y eso esverdad?”. Le dije: “Sí, creo que sí, pero nadie lovio”. “Pero, ¿qué trabajo le costaría a Dios hacertodas esas matas y todo esto?”. “Sí, trabajómucho”. Y ¿saben lo que me dijo?, en el fondoun reclamo. “Sí, pero Dios descansó el domingo,¿verdad? ¿Por qué tú ni siquiera los domingos?,porque tienes ‘Aló, Presidente’”. Ja, ja, ja, por ahíse fue la Rosinés.Al país hay que decirle, “Aló, Presidente” nodescansará. Así que mañana, a los que me critican,se salvarán de un pasmo, pero no de la cadenanacional. Con todos los hierros.Flojo, noUn revolucionario flojo, no. Un trabajador flojo,no. Hay un chiste de dos compadres que estabancada uno en un chinchorro allá, flojeandocomo a las dos de la tarde. La hora del burro. Yle traían café las mujeres y tenían que darle caféen la boca. Le echaban aire y ellos no se movían,¡nada! Ni hablaban de la flojera. De repente ledice uno al otro: “Compadre, ¿qué será buenopa’ la picada de culebra?”. Entonces, el otro ledice: “¿Qué fue compadre?, ¿te pico una culebra?”Y dice el otro, de la madre de la flojera: “Nocompadre, pero allá viene una y me va a picar”.El que tenga oídos…Aquella señora del Washington Post iba preguntando:¿What its Saddam Hussein?, ¿what do you do?¿Are you friend of Fidel Castro, President? Y yo: yes, yes,yes, he is my friend. Fidel Castro is my friend. Entoncesiba manejando y la periodista haciendo preguntasde todo tipo, las preguntas que ellos siemprehacen. “Se dice en mi país que usted eliminó lademocracia”. ¡Sí! “¿Se dice allá en el país suyo?”.“¿Y quién dice eso?”, le pregunto. “Allá se dice,versiones”. Estábamos llegando a Macuro, unniño allí en la carretera y yo freno. “¡Hola, hijo!” Yél sale a saludar. Le preguntamos algunas cosas yyo le digo a ella: “Si tiene ojos, vea; si tiene oídos,oiga”. Entrando a Macuro sale un grupo de perso-
HUGO CHÁVEZ FRÍAS 51nas, entre ellos un señor que es un gran peloterode Macuro. El campo de Macuro de béisbol llevasu nombre y además son familiares del gobernadorde Cojedes, el comandante Johnny YánezRangel. Te mandaron saludos, Johnny, tu tía deMacuro. Allá en toda la entrada estaba la familia.Se acerca este señor y la periodista preguntandosus cosas y que por qué aquí la democracia, queno sé qué más, que no sé qué cuál. Le digo: “Acérquesecaballero. Hola, ¿cómo está?”. Le pregunto:“Amigo, ¿usted votó por la Constituyente, el referéndumaquel?” “Claro, sí, aquí todos votamospor el SÍ”. “¿Y por qué?”, le pregunto. Una preguntaque cruzó el espacio inmenso de la verdad y unarespuesta salida de la espontaneidad del pueblo.Le dije a la periodista: “No vaya a pensar usted queesto está preparado”. No, no, eso es una cosa espontáneadel pueblo. Venimos llegando, un señorse acerca a saludar y yo aprovecho para trasladarleal pueblo la pregunta que me está haciendo ella,y le dije al señor. “¿Por qué usted votó?”, “¿y porqué todos ustedes votaron a favor de la Constituyente?”Y él responde cortico y rápido como es elpueblo; el pueblo es rápido y sabio. “Porque aquílo que había era una porquería”. Solo agregué:“Tome nota si usted quiere, señora periodista”.Feminista¿Ustedes saben ese cuento de María León? “Presidente,que las mujeres queremos desfilar en elCampo de Carabobo”. Y yo que soy muy de lasmujeres, feminista, respondo: “Pero, ¿cómo tedigo que no?”. Y nos llevamos para allá a un pocode gente: desfile de las mujeres. Empieza el desfile,y pasan grupos de mujeres, ¡qué disciplina!Ellas se paraban ahí, y, entonces, la gente: “Perosigan, caminen”. ¿Qué van a estar caminando?¡Tiraban flores! Cada grupo se paraba un rato alfrente de la tribuna, venían de bloques. Pasabauna por una, aquel desfile interminable. Iban seishoras ya. Entonces, yo miro para allá y veo grupos.¿Qué es lo que estaba pasando? ¡Daban lavuelta otra vez!, daban la vuelta por allá, era unciclo interminable. Yo dije: “Mira, María, yo seréfeminista, pero no, tenemos que terminar esto”.Por fin llegamos a un acuerdo, que no fue fácil.Llegamos a un acuerdo que donde iban pasando yse iban parando al frente, que yo les hablara. ¡Ah!,bueno, listo, arreglado el problema. Pero iban llegandonuevas, las que estaban en el público semetían al desfile. A veces llevaban al compañerocasi a rastras. Maravillosas esas mujeres.Apuro presidencialUstedes no se acuerdan de la última voladuraen el túnel aquel del ferrocarril Caracas-Tuy. Amí me llevaron a dar el último golpe con unamáquina para tumbar una pared. “Eso usted lotumba en cinco minutos”. Tú te ríes, ¿eh? ¿Sabenlo peor, lo que nadie supo en ese momento?Ahora lo digo y me río. Yo andaba con un cólico,compadre. Es decir, tenía diarrea. Soy un serhumano como cualquiera de ustedes. A veces lagente se olvida de eso. Yo me monto en la máquinay empiezo a sudar frío, y dale, pum, pum,pum con la máquina. Yo no le daba donde era. Ydale, dale y yo sudando y apreta’o, apreta’o aquíabajo, y me volteaba en la silla para allá, paraacá y aquel sudor que me corría, Dios mío, ¡enCadena Nacional de Radio y Televisión!A alguien se le ocurrió mandar cadena, sinyo saber. Imagínese usted una cadena por radiodonde lo que se oye es una máquina: pum, pum,pegando contra una pared de rocas y alguien tratandode narrar. Y yo pariendo, porque de verdadestaba pariendo. El sudor me nublaba losojos, no veía con el polvero aquel que lo tapabatodo. No podía tumbar la piedra, hasta que porfin le dije al señor de la máquina: “Compadre,túmbela usted que yo voy a pasarme aquí todo eldía”. ¡Y él la tumbó en cinco minutos!Salgo yo caminando apretadito y paso por elorificio que se abrió en la pared que dividía aúnel túnel. Imagínense ustedes, uno con esas característicasfisiológicas, en la mitad de un túnel yen Cadena Nacional de Radio y Televisión. ¡Elpobre Chávez! ¡Solo le pasa eso a Chávez! Pasotoda aquella polvareda a ver qué consigo, aunquefuera una mata de monte por ahí cerca. Y lo queconsigo al frente es como a cien periodistas enfocándome,preguntándome. Yo con aquel cascopuesto, me decía: “¡Dios mío, trágame tierra, llévamede aquí, Dios mío!” Y les dije: “Señores heconcluido, por favor, estoy apurado, abran paso”.Lo único que había era una carretera internaen el túnel, no estaban ni los rieles y lo único queveo es un autobús. Me monto al autobús. Dejé laseguridad atrás, que seguridad ni qué cipote. Ledigo al chofer: “Compadre, prenda y arranque”.Y el hombre sorprendido. “¡Arranque!, ole dejo aquí…” No les voy a decir lo que le dije. ¡Ylas cámaras detrás de mí! Claro, los camarógrafosinocentes, ellos no sabían el drama que yo estabaviviendo. Ellos pensaban que se la estaban comiendo.El ministro de Infraestructura, el generalHurtado, venía tras de mí y me gritaba: ¡Espéreme,presidente! Y yo le decía: “¡No espero a nadie,compadre. Me voy!” El chofer prendió el autobúsbajo amenaza mía y arrancamos los dos solitospor el túnel. Un muchacho de seguridad, corriendoduro, alcanzó a engancharse y se subió. Y yo:“¡Dale duro, compadre!” Porque, ¿dónde me paroyo en un túnel a hacer lo que tenía que hacer?Y rueda y rueda, ra, ra, ra. ¡Eran varios kilómetros!Y por fin veo allá la salida del túnel.“¡Dios mío, me salvé!” Cuando por fin el autobússalió del túnel, le digo: “ ¡Párate aquí!”, y me bajoapurado. “¡Gracias compadre, hasta la vista!”,le grité. Y en eso vienen como cuarenta trabajadoresque estaban allí esperándome y gritando:“¡Chávez, Chávez, Chávez!” “¡Dios mío, ten piedadde mí!” Los saludé. No sé de dónde saquéfuerzas para aguantar aquello. Y les digo: “Compadre,¿dónde hay un baño por ahí?”. “Mira,allá hay un tráiler de los ingenieros”. Había quesubir, además, era una subida por una carreterita.“Ya vengo, chicos, voy al baño un segundo, espérenmeaquí”. Ya las cámaras se habían quedadoatrás, me salvé de ellas.Cuando voy llegando al tráiler, compadre,salen cuatro perros de esos grandotes, gigantescos,bulldog, una cosa de esa. Bueno. Es que losperros no conocen a Chávez y menos en una situacióncomo esa. Por fin los llamaron, tuve quepararme a esperar que los amarraran. Y llegué,¡ahh, la salvación! Después yo me dije: “¡Esto lepasa sólo a Chávez, a más nadie en este mundo!”Ni con pelucaUna vez, estábamos con Freddy Bernal. Íbamos auna reunión para Falcón y yo andaba con una peluca.Entonces se me queda mirando el muchachoque trajo la sopa de chivo y unas arepas. Era tardeen la noche; él me miraba y yo, tú sabes, ni hablaba,comiendo ahí con la cabeza bajitica. Cuandofuimos a pagar, él no aguantó y dijo: “Oye, tú tepareces a Chávez, pero con cabello largo”. “No,chico, tú estás loco, que Chávez ni que Chávez”.La peluca era muy mala, me la compró Bernal,pero de esas bichas baratas. No teníamos ni unapeluca buena, además tenía un mechón por aquícomo verde, como waperó. Un mechón verde queyo lo tapaba ahí, y hasta le eché color con un marcador,pero nada, waperó se quedó. Entonces,ya era de madrugada, veníamos de Maracaibo,saliendo de Carora. Me meto al baño y cuandoestoy en el baño, parado ahí donde uno va, vienendos tipos borrachos, o medio borrachos, túsabes. Se me quedan viendo, y yo incómodo, muyincómodo porque estaba en el baño, pues, haciendopipí. Le dice uno al otro: “¡A que es Chávez!”Habían apostado una caja de cerveza a que eraChávez. ¡Qué tremenda peluca!, ¿verdad? Se ganóla caja de cerveza y yo tuve que beber un trago ahícon ellos, a celebrar y, claro, me quité la peluca.“Quítate eso Chávez, qué vas a andar tú así. Todoel mundo te conoce”.Otro día iba yo con la peluca y un sombreromanejando por no sé dónde, Táchira creo queera, y aparece una alcabala de la Guardia Nacionalen el camino. “¡Ay, Dios mío, la Guardia!,ojalá que no me pidan cédula”. Entonces, bajoel vidrio y me dice el guardia: “Mi Comandante,tenga cuidado con el carrito que es del DIM,que lo anda siguiendo” ¡Qué tremenda peluca!Todo el mundo sabía que era yo que andabacon una peluca.