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HUGO CHÁVEZ FRÍAS 45del avión y nos dimos aquel primer abrazo. Aquícasi todos los periódicos titularon con la foto acolor, y dijeron los politiqueros esos: “Ahora sí esverdad que se acabó Chávez”. Yo estaba saliendode la cárcel y habían hecho muchos esfuerzospor liquidarme moralmente: “el asesino”, y no sécuánto más. Me acusaron de cuanta cosa se puedeacusar a un ser humano y dijeron: “Ahora si esverdad, lo mató Fidel”, “Chávez con un tiro en elala”, primera plana y televisión. Y repetían la cosacreyendo que con eso me iban a hacer daño.Regresé aquí a Caracas dos días después. Teníamosaquella oficina, por ahí por el centro, en eledificio Inorca. Eso era en el ‘94. Llegamos y agarramosun taxi en Maiquetía para Inorca. Andabaconmigo el teniente Isea. Yo con mi liquiliqui verdeque no me lo bajaba. Estaba flaquito, vale, pasandohambre. Era de noche, como 15 ó 16 de diciembre.Entonces, me bajo del carro y venía un hombrepor la mitad de la calle, pero borracho. Él veníavolando ahí con su pea, se topa conmigo y me dice:“Tú te pareces a Chávez”. Yo le digo: “Soy Chávez,¿cómo está, hermano?”, y le doy la mano. Cargabauna botella en la mano y casi no podía hablar.“Chávez, Chávez” y siguió en sentido contrario alque yo iba. Pasaron como dos o tres segundos, éldaría dos pasos si acaso, y yo dos más, y oigo el gritodel borracho: “¡Chávez!”. Yo volteo: “¡Ajá!, dime,¡cuidado si te caes!”. Levantó como pudo el brazocon la botella y, ¿sabes qué dijo?: “Chávez, ¡VivaFidel!” Eso es lo que los politiqueros como ellos noconocen: la idiosincrasia de nuestro pueblo. Másbien me hicieron un favor de tanto pasar la foto.El otro borracho que recuerdo, fue un día, ¡conun sol! Iba Cristóbal Jiménez, que era candidato agobernador. Íbamos entrando a caballo en Guasdualito.Marisabel, entonces mi esposa, montabauna yegua muy trotona. Íbamos entrando a caballoy mucha gente a pie, pero era un sol reverberante,y un mediodía llanero de esos de atrinca.Eso fue un desbordamiento de gente por todoslados con camisas rojas. Entonces yo voy en el caballoy un señor iba caminando, pero borracho. Laseguridad lo iba apartando porque se atravesabay el caballo lo empujaba, pero él insistía, parecíaotro caballo más. Llegamos a la Plaza Bolívar deGuasdualito y yo no le perdía el ojo al hombre,preocupado porque lo podía atropellar un caballo.Él miró para todos lados y lanzó una expresión,una grosería que no la puedo decir, empieza por“c”, tiene cuatro letras y una “ñ”. Vamos a suponerque fuera “caramba”. El dijo: “¡Caramba, se acabaronlos adecos!”. Pero fue como un grito de liberación,fue como un grito de ¡se acabaron!, chico,por fin, como que era imposible.La calañaLos indígenas decían por allá en el Alto Orinoco,que el alcalde de la zona –yo no sé quién es,ni cómo se llama, ni de qué partido es, ni estoyhablando mal de él–, estoy repitiendo lo queme decía la gente, los indígenas. Me decían, porcierto, que en la campaña electoral, el año pasado,el alcalde de aquella zona y los adecos andabanpor los ríos llevándoles comida. Entoncesles hablaban de un tal Chávez, fíjate tú esto.Testigo fue monseñor Ignacio Velasco, el arzobispode Caracas, que trabajó muchos años porallá. Tenía cinco años sin ir, yo le invité y tuveel honor de ser acompañado por él, allá con losindígenas yanomami.Bueno, resulta que los adecos, esa calaña degente se regó por esos ríos y ¿sabe lo que le decíana los indígenas?, que había un tal Chávez,“el golpista”, que quería ser Presidente, y que siChávez llegaba a Presidente les iba a abrir la barrigapor la mitad. Incluso me lo dijo: “Todavíaestoy asusta’o, ¿usted es Chávez?”. “Sí, yo soyChávez”. “Toy asusta’o”, me dijo un cacique.“No se asuste, venga acá, deme un abrazo. Losque le han abierto la barriga a ustedes, los queles han sacado el alma, los que les han destrozadoel alma, son esos señores, la calaña esa quedurante medio siglo acabó con Venezuela”. Perohasta eso llegaban a decirle a la gente, que yoles iba a abrir la barriga por la mitad, que a lasmujeres embarazadas les iba a sacar los muchachitos.Fíjate tú, una cosa macabra, digna de lacalaña del “adecaje” que acabó con Venezuela.¡Es el infierno aquí!Como siempre, está la masa del pueblo y yo meecho encima de la masa, me abrazo con ella, sudocon ella, lloro con ella y me consigo. Porque allíestá el drama, allí está el dolor, y yo quiero sentirese dolor, porque sólo ese dolor, unido conel amor que uno siente, nos dará fuerzas paraluchar mil años si hubiera que luchar contra lacorrupción, contra la ineficacia, y por el bien deun pueblo que es un pueblo noble, digno, valientecomo el pueblo venezolano.No hay que buscar mucho para conseguir latragedia. Ayer, una mujer con su hijo en brazos –esto es increíble, pero es cierto– al niño lo operaronmal hace no sé cuántos meses y tiene abiertoel abdomen. Ustedes no me van a creer esto,pero yo lo vi con estos ojos. La señora anda consu niño con una bolsa plástica pegada a su vientrecitoflaquito, y están las vísceras en la bolsa.¡Es el infierno aquí!Yo veo aquel cuadro dantesco y otro niño másatrás, también en brazos de la madre, y la caradesfigurada por aquí. La quijada por un laditoahí y la cabeza desfigurada. Creo que un caballole dio una patada y le fracturó la quijada, se laabrió en dos. Se le curó sola, porque la madreno consiguió quién lo atendiera. Entonces estádeforme el niño, tiene como dos quijadas. Esoestá pasando aquí delante de alcaldes, de gobernadores,de presidentes, de médicos, de todos.Sus ojos en el almaAyer yo lloraba abrazando a un niño impedidomental. Estaba llorando. Él, desde que nació,está así y no tiene una silla de ruedas, chico. Teníaun gran dolor, que yo lo levanté, en mediode la multitud, porque ya está grande y graciasa Dios le saqué una sonrisa, Dios me permitiósacarle una sonrisa, cuando le dije que le íbamosa dar una silla de ruedas que tenga un pito, unacorneta, que va a ser como un carrito. Él no mequería mirar. Cuando le dije eso, me miró; susojos se me quedaron grabados en el alma. Y ledije: “Va a ser una silla rápida, va a correr rápidopero va a tener frenos y tú vas a aprender amanejar tu silla, eso va a ser un carrito”. Aquelniño empezó a reír y a mirar para arriba, Diosmío. Yo le pido a Dios y a todos ustedes que nosunamos, porque ¡no puede ser! Aquí se han robadotanto y se sigue gastando tanto en viajes,en fiestas, en no sé qué cosa, y allí están los niñosimpedidos mentales que no tienen una sillade ruedas y, ¿qué van a ir a la escuela?, ¿con qué?Si ni siquiera tienen a veces para comer.Un angelitoRecuerdo el caso triste de un niño que finalmentemurió. Un niño al que conocimos Marisabely yo el 24 de diciembre de 1998. Un muchacho,cuarto bate de un equipo de béisbol. Había perdidouna pierna, lo llevamos a La Habana y pasótres meses allá con su mamá. Fidel fue conmigoa visitarlo cuando estuvimos en enero de 1999.Estaba feliz. Hay una foto jugando al béisbol.Pero no había nada que hacer. Era una enfermedadterrible. Finalmente vino a morir aquí y hoyes un angelito.No olvido su sonrisa, sus ojos, su foto de cuartobate, pero no se pudo hacer más nada. Cosasde Dios, decimos nosotros los católicos. Un muchachograndote, sano se veía. De repente, undía dio un batazo, iba corriendo por segunda yse cayó, le dolía mucho una rodilla. Por ahí comenzóun cáncer en los huesos. Él me contabay el papá contaba que tenía dolores, pensabanque era del juego. Y los médicos en Cuba decíanque si se hubiese hecho exámenes un año antes,a lo mejor se hubiese actuado a tiempo. Perocuando ellos actuaron ya aquí le habían cortadouna pierna. Y allá no pudieron hacer más nada,había avanzado mucho la enfermedad. Cuántosniños pierden la vida porque no hay prevención,no hay atención. No sólo eso, sino cuando se ledescubre una cosa grave tampoco se le atiende,porque no puede pagar.

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