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HUGO CHÁVEZ FRÍAS 25taba brotando. Me fui a la enfermería de Palacioy me mandaron reposo. Me le presento al generaly me dice: “No te me acerques, que a mí nome ha dado eso, y es contagioso”. No conseguíagasolina para regresar a casa, estaban todas lasestaciones cerradas. Era ya el 28, el martes en lamañana. Entré a Fuerte Tiuna y me tocó verlo enguerra. Fui a buscar gasolina con un compadreque era coronel. Me senté en su oficina y veo enel televisor aquel desastre. Salgo al patio, lossoldados corriendo y unos oficiales mandandoformación y a buscar los fusiles. Y le digo: “Mi coronel,¿qué van a hacer ustedes?”. “¡Ay, Chávez!,yo no sé qué va a pasar aquí. Pero la orden quellegó es que todas las tropas salgan a la calle aparar al pueblo”. “¿Pero cómo lo van a parar?”.“Con fusiles, con balas”, incluso dijo: “Que Diosnos acompañe, pero es la orden”. Vi los soldadossalir, los soldados logísticos que no son soldadosentrenados. Esos son los que hacen la comida, losque atienden los vehículos. Hasta a los mecánicoslos sacaron y les dieron un fusil, un casco ybastante munición. Lo que venía era un desastre,como así fue.El primero de marzo matan a Luis FelipeAcosta Carlez, uno de los jefes del movimientoen Caracas. El 27 de febrero, sonaron las dianasdel 4 de febrero. Como soldados nos sentíamostan avergonzados, tan adoloridos después deaquella tragedia y recordábamos siempre entoncesaquella centella que fue Bolívar cuandodijo: “Maldito el soldado que vuelva las armascontra su pueblo”. El 27 de febrero nos hizo llorar,nos hizo sangrar, pero recuerdo que yo nopude ni siquiera venir a nada, yo estaba que nopodía ni hablar casi, una semana de reposo.Cuando regreso a Caracas me fui a la tumbade Felipe, fue lo primero que hice. Otra nocheiba subiendo las escalinatas del Palacio Blanco,regresando de la universidad como a las diez,once de la noche, y un teniente se me acerca, medice que quiere hablar conmigo. El Ejército estabaencendido de un debate interno, sobre todonosotros los humanistas, nosotros los más jóvenes.Había otros que no querían debatir, habíaotros que decían: “Para eso somos nosotros”.No, para eso no puede ser un Ejército, para masacrarniños, hombres, mujeres, desarmados.Todavía que fuera una guerrilla, una cosa armada,pero gente desarmada, inocente. Recuerdola foto de un niño bocabajo tendido, tendríaseis años; la recuerdo a color, la sacó algún periódico,uno de los tantos niños que murieron.Entonces el teniente me dice en la escalinata:“Mi mayor, yo quiero hablar con usted”. “Bueno,vamos a tomarnos un café ahí en la oficinitamía. “Mi mayor, aquí no, hay grabadoras”. Ledije: No, creo que no, pero vamos a hablar en elpasillo, a ver qué es lo que tú me quieres decir”.Él me dijo: “Mire, mi mayor, por ahí se dice queusted anda en un movimiento revolucionario”.Esos eran los comentarios desde 1986. Dos añosatrás ya había empezado el rumor de que habíaun Movimiento Revolucionario y que yo erauno de los jefes. Nosotros teníamos mucho cuidadopara la captación de gente, no podíamosequivocarnos, por uno que nos equivocábamoscaía un grupo o a lo mejor todo el movimiento.Así que teníamos un proceso muy estricto deestudio de la personalidad, hombre a hombre,mujer a mujer, para la incorporación. Así queyo al teniente le dije: “No, usted está equivocado,son rumores, usted sabe, yo lo que hago esque estudio, hablo de Bolívar”. Y por ahí me lefui para no decirle absolutamente, sino dejarleabierta una puerta y luego estudiar al muchacho.Él ha estado aquí en la Casa Militar. Alfinal me dice: “Bueno, mi mayor, yo entiendoque usted no puede decirme nada, pero le voya decir algo, si ese movimiento existe, por favormétanme, porque yo lo que viví y lo que vi, seríalo único que justificaría mi presencia en elEjército, porque yo en un Ejército como este, noquiero ser soldado”. Ese muchacho después sefue de baja, yo le perdí la pista.Ese fue “El Caracazo”, con los mártires delpueblo, ese estallido venía fermentándose desdedécadas atrás. Hay que recordar lo que fue el 23de enero y la traición al espíritu del 23 de enero.La entrega de Rómulo Betancourt, que se arrodillóante el poder imperial de los Estados Unidos.Desde el suspiro de Santa Marta este pueblo fuetraicionado una y cien veces por Páez, GuzmánBlanco y cuántos otros, doscientos años de traición,compañeros, compañeras, ya bastaba. Asíque tenía que ocurrir y ocurrió “El Caracazo”.

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