Capítulo VIIAlejandro elAstrónomoPedro José Paredes22Tres días antes del concurso, en una noche de esas muy despejadas,el señor Juan José lo lleva a caminar a una pequeña colina fuera dela aldea. Estos paseos nocturnos le encantan a Alejandro porque letransportan a su mundo mágico del universo: la Luna, reina de la noche,parece sonreírle e invitarlo a su viaje nocturno; las estrellas comofaroles de una ciudad muy grande que pestañean y hacen de la nocheun espectáculo hermoso, y la luz fugaz de un meteoro que le pone mayorgracia a la noche.La mirada de Alejandro, como si tratara de volar con ella al espacio,busca las estrellas más brillantes para contemplarlas. Y mientras girasu curiosa mirada por el infinito firmamento, se detiene en una estrellabrillante y expresa emocionado:—¡Mira, papá, qué estrella tan brillante!—Sí, hijo, pero puede ser un satélite.—¿Por qué, papá?—Porque desde que el hombre, o mejor dicho la Unión Soviética para aquelentonces, lanzó su primer satélite al espacio, el 4 de octubre de 1957, hansido lanzados muchos y se cree —como yo lo vi en Internet— que hay másde diez mil satélites en el espacio incluyendo activos y no activos.—¡Tantos, papá!—Sí, hijo. Pues desde que se inició la Era Espacial con el lanzamientode aquel satélite ruso, el “Sputnik 1”, los países desarrollados comoEstados Unidos, Japón, Inglaterra, Rusia, siempre están enviando satélitescon diferentes fines: científicos, tecnológicos, militares. Ahora también
Venezuela tiene su propio satélite, el Simón Bolívar.—Entonces, papá, si se siguen enviando satélites al espacio, el cielo se va a convertir en unpequeño mundo de satélites.—Así es. Hasta han existido varias estaciones espaciales que son como una casa grande enel espacio: por ejemplo la estación Salyut, la MIR, el SkyLab que ya se han caído debido a lafricción con la atmósfera terrestre y la Estación Espacial Internacional ISS, activa actualmente,la cual mide 73 metros y da 15 vueltas diarias a la Tierra a una altura de 350 kilómetros convelocidad de 27.700 kilómetros por hora.—¡Qué interesante es todo esto que me estás diciendo, papá!—Eso lo hace el avance tecnológico y las ganas del hombre de explorar lo desconocido.—Sí, papá, por eso cada día debemos prepararnos más.—Sí, hijo, además la sociedad lo exige. Por eso tienes que estudiar mucho, y como te gusta laastronomía, llegarás a ser un buen profesional en esta carrera, lo que yo pude ser.—Gracias, papá, por tus consejos. Llegaré a ser un buen astrónomo y también un poeta queaunque sea deje un libro de recuerdo.—Dejarás muchos porque eres muy talentoso.—Bueno, por lo menos el poema “Canto a los Planetas”.—Y hablando de tu poema, hijo ¿ya lo terminaste?—Sí, papá, hace tres días que lo terminé. Ya te lo voy a leer.Alejandro, con una rapidez eléctrica busca elpoema en uno de los bolsillos de su blue jeansdesteñido y en cuestión de segundos lo encuentra,luego comienza a leerlo bajo la luz de la viejalinterna de su papá:Después se presentael gigante Urano,el de ojos hermososy de tersas manos,y un beso en la frentele da a su amocomo así tambiénun muy fuerte abrazo.—¡Cuánto yo te quiero,mi Sol bienamado!—Le dice contentoel gigante Urano,besándole al Solsu anillo doradoy a sus pies él quedaun rato postrado—Entonces el Solde rostro doradosuave en su cabezale pone su manoy casi al oídole dice —mi Urano,gira, gira y girajunto a tus hermanosque yo seguiré,aunque esté cansado,dándoles mi vidamillones de años—Se levanta alegrede entre sus hermanosel titán planetadel Sol más lejanollamado Neptunoque va hacia su amocon una coronamuy linda en sus manosque en la cabezacoloca, de su amoy amable le dicecon un gran abrazo:—Te agradezco mucho,mi Sol soberano,que tu luz benditame esté iluminandoaunque sea el planetade ti más lejanopero tú me quieressiempre me has amado,por eso yo vengoa besar tus manosy tus pies de nácarque mucho han andado.Después en el tronodel Sol bienamadose escucha de todosun sonoro aplauso,y a coro que dicen¡Viva nuestro amado,galán de los cielos,astro iluminado!23Continuará en el próximo número