EL SÍNDROMEDEL POMELOCuando era una joven esposa, aprendíque el matrimonio podía ser más dulce sino centraba tanto la atención en losdefectos de mi marido.por Lola B. Waltersi esposo y yo llevábamos casados cerca de dosMaños cuando leí un artículo que recomendaba alas parejas casadas que trataran de maneraabierta y sincera los hábitos o las costumbres que lesresultaban molestas de su cónyuge. La teoría consistía enque si las parejas sabían de tales molestias, podrían corregirlasantes de que se creasen resentimientos al respecto.A mí me parecía tener sentido, por lo que hablé deello con mi esposo. Tras un poco de vacilación, estuvo deacuerdo en intentarlo.Según recuerdo, teníamos que nombrar cinco cosas quenos pareciesen molestas, y yo empecé. Tras másde cincuenta años, sólo recuerdo mi primera queja: elpomelo. Le dije que no megustaba la forma en quecomía el pomelo. En vezde cortarlo, abrirlo ysacar la pulpa con unacuchara, lo pelaba y locomía gajo por gajo. No había nadie más que yo conociesey que comiese el pomelo de ese modo. ¿Podía esperarse quepasara toda la vida, y la eternidad, viendo a mi esposocomer el pomelo de esa forma? Aunque ya las he olvidado,estoy segura de que el resto de mis quejas eran de igualimportancia.Entonces le tocó a él. Ya ha pasado más de medio siglodesde entonces, pero todavía conservo el recuerdo de laexpresión pensativa y perpleja de mi esposo. Me miró y medijo: "No puedo pensar en nada que no me guste de ti".Me quedé boquiabierta. Me volví rápidamente, puesno sabía cómo explicar mis lágrimas. Me había molestadocon él por cosas insignificantes, mientras que él no sehabía fijado en ninguno de mis hábitos particulares y, sinduda, molestos.Me gustaría poder decir que esa experiencia me curópor completo del defecto de buscar faltas en los demás,pero no fue así; aunque sí me enseñó temprano en mimatrimonio que debemos mantener en su perspectiva, ypor lo general pasar por alto, las pequeñas diferenciasque haya entre los hábitos y en la personalidad denuestro cónyuge y los nuestros. Siempre queoigo hablar de matrimonios incompatibles,me pregunto si no estarán padeciendo de loque ahora llamo el síndrome del pomelo.bibliotecasud.blogspot.combibliotecasud.blogspot.com
MENSAJE DE LAS MAESTRAS VISITANTESEL VOLVERNOS AL SALVADOR EN LA ADVERSIDADEn la vida preterrenal nos regocijamosante la perspectivade venir a la tierra, dondeobtendríamos un cuerpo físico,adquiriríamos experiencia y seríamosprobados. Sabíamos que, como partede este período de prueba, sufriríamosaflicciones del cuerpo y delespíritu.Todo ser humano lucha con laadversidad: enfermedades, accidentes,la muerte de seres queridos ypruebas de todo tipo que a veces noshacen pensar que no tendremosfuerzas para seguir adelante. Sinembargo, el presidente BrighamYoung nos asegura que "todas lasvicisitudes por las que tengamos quepasar son necesarias para nuestraexperiencia y nuestro ejemplo, y paraprepararnos a fin de disfrutar aquellarecompensa que espera a los que sonfieles" (Enseñanzas de los presidentesde la Iglesia: Brigham Young, 1997,pág. 276).BUSQUEMOS AL SEÑORAl volver la vista hacia los cielosen busca de comprensión y de ayuda,podemos encontrar consuelo en elconocimiento de que un PadreCelestial amoroso no nos abandonarácuando más lo necesitemos (véase D.y C. 24:8). El eider Robert D. Hales,del Quórum de los Doce Apóstoles,cuando dirigió la palabra en laconferencia general de octubrede 1998, habló de su experienciay de sus pensamientos araíz de su tercer ataque alcorazón, que requirió la realizaciónde una delicada intervenciónquirúrgica de by-pass.Durante el período de convalecenciaen la cama del hospital y luego en sucasa, meditó en el significado de lavida y de las eternidades. Al padecerdolor físico, pensó también en eldolor más profundo y la angustia delalma. Llegó a darse cuenta de cuanimportantes son los muchos tipos decuidadores para el proceso de la recuperación:los médicos, las enfermeras,los terapeutas, un cónyuge amoroso,los padres, los hijos y los amigos. "ElSeñor es el más grande de todos losque nos cuidan", indicó. "Debemosponernos en Sus manos. Al hacerlo,nos desprendemos de lo que sea queesté causando nuestro dolor ydejamos todo a Su cuidado" ("Lacuración del alma y del cuerpo",Liahona, enero de 1999, pág. 19).Para ponernos en manos delSeñor, debemos buscar Su guía demanera activa. La oración y elayuno, el estudio de las Escrituras, laasistencia al templo, el sacerdocio ylas bendiciones patriarcales, la ayudade los maestros orientadores y de lasmaestras visitantes, así como elconsejo de los padres o de los líderesdel sacerdocio son maneras eficacesde ejercer la fe en Jesucristo, conocerSu voluntad y recibir Sus bendiciones.Al buscar la ayuda del Señor,debemos reconocer que no siemprenos apartará las pruebas; perosiempre nos ayudará a tener fortalezapara soportarlas.EL PODER DE LA EXPIACIÓNEn la más sublime de las manifestacionesde amor, el Salvador tomósobre sí la carga de nuestros pecadosy de nuestras enfermedades, para quepor medio del poder de Su Expiaciónpodamos hallar alivio y felicidad.El eider M. Russell Ballard, delQuórum de los Doce Apóstoles,observó: "Seguridad, paz, gozo yprudencia se encuentran sólo en lavida y en la misión de Jesucristo, elHijo de Dios Todopoderoso..."¿Quiere decir eso que no sufriremosaflicciones, pruebas personales,enfermedades, problemas familiares odificultades en el empleo? En absoluto.Quiere decir que si nuestra feestá firmemente anclada en nuestrotestimonio de Cristo, seremos capacesde hacer frente a cualquier adversidadque aparezca en el camino... Simantenemos el ojo de la fe centradoen Cristo, ganamos una perspectivamás amplia y eterna, y con ellapodemos entender la adversidad en elpropio contexto del plan eterno denuestro Padre Celestial para todosSus hijos" ("When Shall TheseThings Be?", Ensign, diciembre de1996, pág. 61).bibliotecasud.blogspot.combibliotecasud.blogspot.com