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Gustavo Madero Muñoz<br />

Presidente Nacional del PAN<br />

Ernesto Cordero Arroyo<br />

La Razón<br />

Enrique Krauze<br />

Letras Libres<br />

Octavio Noguez Cervantes<br />

El Semanario<br />

Nuestro partido sin duda pierde a uno de sus mejores hombres,<br />

íntegro, entusiasta y un gran ciudadano comprometido con su país.<br />

<strong>Lujambio</strong> Irazábal llega a encarnar en toda su vida política y personal<br />

lo que representa Acción Nacional, además de que su aportación en la<br />

transformación de este país fue fundamental, pues poseía una inmensa<br />

capacidad de diálogo para enfrentar a quienes pensaban distinto.<br />

Recuerdo a Alonso con un profundo cariño. Un hombre sencillo, carismático,<br />

agradable. Con un apetito incansable, inagotable por saber. Con esa<br />

mezcla de seriedad y de prudencia. Un hombre que sabía escuchar y<br />

argumentar con contundencia y precisión. Ávido lector. Culto como pocos.<br />

Amigo, leal y solidario. Tenaz y valiente. Ése fue Alonso <strong>Lujambio</strong>. Un ser<br />

que lo tenía todo, todo lo que se puede esperar en esta vida y, aún así,<br />

supo construir un camino propio de servicio y convicciones.<br />

Yo quiero hacer el elogio del ser humano y del amigo. Su apostura no era<br />

solo un don externo: Alonso era un alma hermosa y extrañamente cándida.<br />

Aunque parecía un caballero español o un noble florentino, caminaba -lo<br />

estoy viendo ahora- con un desgarbo juguetón. En un medio como el<br />

nuestro, propenso a la maledicencia, Alonso cruzó las aguas sin manchar<br />

ni mancharse. Incapaz de la envidia, practicaba el reconocimiento crítico<br />

de los autores que le importaban.<br />

Alonso <strong>Lujambio</strong> era un panista habituado a reconocer la belleza en<br />

la sencillez de cada una de las mujeres que se acercaban a saludarlo.<br />

“Preciosa”, les decía. -¿Por qué te cubres los ojos si tienes unos muy<br />

bonitos? Comentaba el senador en su parte más humana y galante para<br />

convivir con panistas y una que otra espectadora atraída por su presencia,<br />

tan propia, que impedía que un solo pelo se despegara de su cabello<br />

engominado (siempre).<br />

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