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Siempre me ha gustado conocer gente entusiasta, alegre, preocupada por<br />
su país. Alonso fue un entusiasta hasta en ajedrez y no era para menos,<br />
con Dios dentro (en-dentro, theos-Dios) llevó siempre su vida: familia,<br />
trabajo, juego, amigos y país. Con una pasión que a pocos les he conocido<br />
por la historia, poesía, justicia y hasta gramática, Alonso será un hueco<br />
difícil de llenar, y así será recordado. Y es que a veces no comprendemos<br />
que una mente intelectual, curiosa, inquisitiva, crítica, analítica es lo que<br />
México agradece por permear en sus estructuras ideas que contribuyan a<br />
un cambio positivo, pero afortunadamente tuvimos a un hombre virtuoso.<br />
Alonso, además, fincó su labor en cuatro cualidades que explotó de manera<br />
sistemática (o eso creo): a) por encima de sus preferencias políticas, la<br />
convicción de que había una causa superior que nos cobijaba a todos:<br />
la construcción de un régimen democrático; b) el compromiso con la<br />
legalidad a la que no se debía dar lecturas “a modo” y menos facciosas, en<br />
contraposición a esa mala costumbre que hace pensar que una institución<br />
del Estado es un litigante más, por lo cual le están permitidas truculencias<br />
en su relación con la ley; c) su trabajo cotidiano y en profundidad, dado<br />
que si bien sabía delegar, asumía que la responsabilidad es intransferible<br />
y por ello nunca se acomodó a navegar con la inercia o la rutina; y d)<br />
su capacidad para laborar en equipo. Como integrante de un cuerpo<br />
colegiado sabía escuchar y entender la lógica y los argumentos de los<br />
demás, y su flexibilidad le permitía tender puentes para construir acuerdos<br />
que robustecieran a la institución. No es común que una persona conjugue<br />
esos atributos.<br />
Alonso siempre tuvo un gis en la mano. Era, ante todo, un universitario:<br />
un hombre entregado a su vocación pedagógica sin otro límite que su<br />
curiosidad. No perdía ocasión para explicar la evolución de una institución,<br />
la racionalidad de un modelo, el peso de un personaje en el devenir de<br />
los acontecimientos. Celoso del dato que pusiera a prueba la validez de<br />
un argumento, Alonso nunca cedió a la pretensión de explicar los hechos<br />
políticos desde la abstracción cuantitativa. Creía que la historia era la<br />
gran institutriz de la política. Por ahí empezaba siempre a desentrañar su<br />
objeto de estudio. Se sumergía en los sucesos con el rigor del biólogo.<br />
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Andrés Roemer<br />
La Crónica de hoy<br />
José Woldenberg<br />
Reforma<br />
Roberto Gil Zuarth<br />
Excélsior