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la-revolucion-de-los-cuidados

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El p<strong>la</strong>n era un festival, era maravil<strong>los</strong>amente bueno para serverda<strong>de</strong>ro y que funcionara. Pero era cierto y así quedó <strong>de</strong>mostrado<strong>la</strong>s semanas siguientes. La familia al completo estabasuper a gusto y esta felicidad empezaba a dar envidia.Tal es así que <strong>la</strong>sabue<strong>la</strong>s pidieron tambiénun día para recogerme,y se les asignóuno, pero mi padredijo ya habrá tiempoen primavera, que elcurso es <strong>la</strong>rgo y justoempezaba el frío.Aunque, a veces, mi abuelo Benito se escapaba <strong>de</strong> <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ses<strong>de</strong> pintura que tomaba en el centro cultural y se venía conquien le tocara: mi madre, mi padre, con Grace o con cualquiera<strong>de</strong> <strong>la</strong>s otras abue<strong>la</strong>s.Pero tanta felicidad se nos volvió en contra y sobrevino enmis notas en forma <strong>de</strong> aluvión <strong>de</strong> suspensos. Algo que nadiehabía notado en un principio y que yo tampoco me esforcéen remarcar dado el estado <strong>de</strong> felicidad <strong>de</strong> festival en el quevivíamos ahora, saltaba a <strong>la</strong> vista con luz. Luz roja.47

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