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Charles Dickens OLIVER TWIST

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familiarizara con su nueva condición. Una noche estaban reunidos Nancy, Fagin y BillSikes en casa de éste, discutiendo de negocios.-¿Qué pasa con esa queli de Chertsey? -dijo el anciano judio-. ¿Cuándo será elrobo? Una vajilla como la que hay en esa casa no se encuentra todos los días.-Toby Crackit lleva quince días intentando camelar al mayordomo y a la criada-respondió Sikes-, pero no hay nada que hacer, no se quieren pringar O sea, quedesde dentro es imposible. Pero podríamos hacerlo desde fuera...-¡Trato hecho! -concluyó él judío.-Pero necesitamos un muchacho que sea pequeño.-¿Qué te parece Oliver Twist? -propuso Fagin.-¿Ése? -preguntó Sikes sorprendido.-Acéptalo, Bill -intervino Nancy-. Para abrir una puerta no necesitas a un experto, yese muchacho es de fiar.-Está bien. Pero como haga algo chungo durante el robo, no volverás a verlo vivo.¿Entendido?-No te preocupes, Bill: en cuanto consigamos convencerlo de que es un ladrón,será nuestro. ¡Nuestro para siempre!En aquella reunión, decidieron que el robo se haría dos días más tarde.CAPÍTULO SEISEL ROBOCuando Oliver se despertó a la mañana siguiente, vio, sorprendido, que sus viejoszapatos habían desaparecido y que, en su lugar, se encontraban otros nuevos ylustrosos. No tardó mucho en entender tal cambio.-Esta noche irás a casa de Sikes -le dijo Fagin.No le dio ninguna explicación más y Olivertampoco se atrevió a hacer preguntas.Pero antes de marcharse dejando de nuevo a Oliver solo en la casa, el ladrón le dijo:-Ahí tienes un libro para que lo leas mientras vienen a buscarte.Oliver cogió el libro; en él se contaban las vidas de grandes malhechores; eranrelatos de espantosos crímenes que helaban la sangre, de asesinatos secretos ycadáveres escondidos. En un ataque de pavor, arrojó el libro lejos de él, se hincó derodillas y empezó a rezar-¡Oh, Dios mío! ¡Líbrame de ser autor o víctima de crímenes tan espantosos!Estaba todavía en aquella postura, con la cabeza hundida entre las manos, cuandose sobresaltó al oír un leve ruido.-Tranquilo, Oli, soy yo, Nancy -dijo la muchacha con un susurro.-¿Qué te pasa, Nancy? Estás muy pálida.-¡Esta habitación es tan húmeda! -disimuló la muchacha, abrigándose con sumanto-. Vamos. Te tengo que llevar a casa de B¡ll.Sin decir una palabra, Oliver se cogió de su mano y, tras un breve pero profundosilencio, Nancy respiró hondo y dijo:-Mina, Oliver, he intentado hacer algo por ti, pero ha sido en vano. Ahora no es elmomento de escapar Te libré una vez de ser maltratado, y lo volveré a hacer peroesta vez debes portarte bien. Si no, sólo conseguirás perjudicarte a ti mismo, ytambién a mí.Luego, enseñándole unos cardenales que tenía en el cuello y en los brazos, añadióen voz muy baja:-¡Mira, Oliver! Todo esto lo he pasado por ti. Si pudiera ayudarte, lo haría, pero notengo los medios.Este documento ha sido descargado dehttp://www.escolar.com

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