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Charles Dickens OLIVER TWIST

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El joven tomó entonces la mano de su amada, se la llevó al pecho y, tras darle unbeso en la frente, salió del comedorAl día siguiente, por la mañana temprano, Harry se marchó a Londres, no sin antesencargarle a Oliver que le escribiera con frecuencia contándole cosas de su madre yde Rose.CAPÍTULO DIEZEL MATRIMONIO BUMBLEEl señor Bumble estaba sentado en un salón del hospicio donde nació Oliver Twist.Se encontraba pensando con melancolía lo mucho que había cambiado su vida desdehacía dos meses: había ascendido a superintendente y se había casado con lagobernanta del hospicio; aunque esto no había sido precisamente por amor Dada supasión por el dinero, se había dejado deslumbrar por algunas de las pertenencias dela que entonces todavía se llamaba señora Corney y por la posibilidad de tenervivienda y calefacción gratis.Recordaba perfectamente la tarde en que había decidido pedirle que se casara conél. Estaban los dos coqueteando en la habitación de ella, cuando una anciana vino aanunciar que la vieja Sally se estaba muriendo. La pobre moribunda aseguraba queno se iná tranquila de este mundo sin revelar un secreto a la gobernanta. Ésta salióentonces maldiciendo a los pobres del hospicio, que no la dejaban nunca en paz. Elseñor Bumble aprovechó entonces su ausencia para registrar cajones, armarios yalacenas ya que deseaba asegurarse de que la señora Corney era un buen partido.Sumido en sus recuerdos, el séñor Bumble, creyendo que estaba solo, dijo en vozalta:-Mañana hará dos meses que estamos casados, y me parece un siglo. Reconozcoque me vendí, aunque demasiado barato.-¿Barato? -gritó una voz al oído del superintendente.El señor Bumble se dio la vuelta y se encontró con el poco agraciado rostro de suesposa, que seguía gritando:-¿Piensas quedarte ahí roncando todo el día?-Pienso hacer lo que me dé la gana, señora Bumble -contestó el hombreenvalentonado.El señor Bumble se colocó entonces su sombrero y su abrigo con la intención desalir, pero la señora Bumble le quitó el sombrero de un manotazo, lo agarró por elcuello, lo golpeó, lo arañó y lo sentó en una silla de un empujón.-No me vuelvas a contestar de ese modo -gritó-. Ahora levántate y lárgate de aquí.El señor Bumble recogió su sombrero del suelo y salió a la calle como una flecha.Iba tan enfadado, que tardó un rato en darse cuenta de que estaba lloviendo confuerza; entonces decidió refugiarse en una taberna. Allí había sólo un cliente; era unforastero alto y moreno que llevaba una amplia capa negra sobre los hombros.Ambos se miraron varias veces de reojo. Pero el forastero, de repente, rompió elsilencio.-No sé si se acordará de mí, pero usted y yo nos conocemos. He venido hasta aquíbuscándole y, por una de esas casualidades de la vida, he dado con usted a laprimera. ¿Continúa usted con su acostumbrado amor por el dinero?El señor Bumble hizo intención de hablar, pero el forastero, haciendo un gesto conla mano, prosiguió.-No, no diga nada, ya ve que te conozco bien. Además, comprendo que el sueldode los funcionarios parroquiales no es muy alto; seguro que le vendrá bien unapropinilla.Este documento ha sido descargado dehttp://www.escolar.com

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