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Charles Dickens OLIVER TWIST

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Cuando entraron en la habitación, vieron, asombradas, que en la cama yacía unmuchachito agotado por el dolor, en vez de un peligrosísimo delincuente como ellasesperaban.-¿Qué es esto? -preguntó la señora Maylie-. Este chiquillo no puede ser el ladrón.-Los seres más jóvenes y más bellos -repuso el doctor- son a veces las víctimaspreferidas del crimen y del vicio.-Suponiendo que tenga usted razón -dijo la señorita Rose-, es también posible queeste muchachito no haya conocido nunca el amor de una madre ni el calor de unhogar y que el hambre le haya forzado a asociarse con lo peor de la sociedad. Y tú,querida tía, considera todo esto antes de permitir que se lleven a este pobre niño ala cárcel. Gracias a ti, jamás he echado de menos el amor de unos padres, peropodná haberme ocurrido, y hoy estaría tan desamparada como este niño. ¡Oh, tía!¡Ten piedad de él!-Cariño -contestó la anciana abrazando a Rose-, yo ya soy mayor y mis días tocana su fin. Espero que, a la hora de mi muerte, Dios se apiade de mí como yo me heapiadado del prójimo. ¿Qué puedo hacer para salvar a este niño, doctor?-Si permite usted asustar un poco a G¡les y a Brittles, creo que podré arreglarlo-contestó el señor Losberne-. Pero con una condición: cuando el muchachodespierte, yo mismo lo interrogaré. Y si de lo que él diga, deducimos que es unmalvádo irreductible, lo entregaremos a la justicia.Era ya de noche cuando Oliver por fin despertó. Se encontraba débil, pero estabatan ansioso por revelar su secreto, que el médico le dio la oportunidad de satisfacersu deseo. Así fue cómo Oliver pudo contar su triste historia.Entonces, llamaron a la puerta.-¿Quién será a estas horas? -preguntó el doctor.-Son agentes del cuerpo especial de policía-dijo Brittles.-¿Qué? -gritó el doctor aterrado.-Sí -contestó Brittles-, yo mismo los llamé para que vinieran.Gracias al señor Losberne y al testimonio de G¡les quien, aleccionado por el doctor,negó que Oliver fuera el muchacho contra el que había disparado, los policíashicieron su trabajo de investigación rutinaria, pero se marcharon al cabo de unashoras sin sospechar del muchacho.Durante los días que siguieron, Oliver fue recuperándose gracias a los cuidados dela señora Maylie, de Rose y del doctor Losberne. Estaba aún muy débil, pero nodejaba de manifestar su agradecimiento a las dos damas, con las que se sentía profundamenteunido. Un día, Rose le dijo:-Oliver, vamos a it a pasar una temporada al campo y mi tía quiere que vengas connosotros. El aire puro te pondrá bien.-¡Oh, muchas gracias, señorita Rose! Allí podré trabajar para ustedes. ¡Tengotantas ganas de corresponder a su bondad!En el campo, todo fue calma y paz para Oliver Acudía todas las mañanas a casa deun entrañable anciano que le ayudaba a progresar en la lectura y la escritura. Elresto del día lo pasaba al aire libre, disfrutando de la naturaleza. Para él, que habíavivido siempre en casas inmundas, aquellos tres meses pasados en e! campo,rodeado de cariño y comprensión, supusieron el descubrimiento de la auténticadicha. Había entrado en el paraíso.CAPÍTULO NUEVELA ENFERMEDAD DE ROSEUna tarde de verano, tras un largo paseo, Rose manifestó sentirse mal.Este documento ha sido descargado dehttp://www.escolar.com

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