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Charles Dickens OLIVER TWIST

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-No me mires así, hombre -lijo Toby-. ¿Crees que puedo hablarte del curro con elestómago vacío?Toby se puso entonces a comer y a beber, aparentemente sin prisa por iniciar laconversación; sólo cuando se sintió satisfecho, preguntó:-¿Cómo está Bill?-¿Qué? -gritó Fagin sin dar crédito a lo que estaba oyendo-. ¿Qué cómo está Bill?-No me digas que no sabes nada de... -respondió el otro con aire misterioso.-No sé nada de nada -gritó Fagin pateando furioso el suelo-. Así es que ya puedesempezar a contármelo todo.-Nos falló el golpe -dijo Toby con voz tenue y cabizbajo.-Eso ya lo he leído en los periódicos. Quiero saber más.-Dispararon y un tiro alcanzó al chico -siguió Toby-. Todo el vecindario salióarmado detrás de nosotros, con perros y todo. Escapamos campo a través comopudimos.-¿Y Oliver?-Bill lo llevaba a cuestas. Nos pisaban los talones y el chico estaba frío como untémpano. Así es que nos separamos y dejamos al muchacho en una zanja. No sé siestaba vivo o muerto.El judío no quiso escuchar más y, lanzando un grito que hizo temblar las paredes,salió de su casa como una exhalación. Anduvo largo rato por estrechas a inmundascallejuelas hasta llegar a Los Tres Patacones.-¿Está él aquí? -susurró of oído del dueño del local.-¿A quién se refiere? ¿A Monks? -preguntó el tabernero.-Sí -contestó Fagin-, pero hable más bajo.-Todavía no -contestó el hombre-, pero ya tenía que haber llegado. Si se esperadiez minutos..-No, no -contestó Fagin aliviado-. Dígale que venga a mi casa mañana. He dehablar con él.El judío salió de aquel antro y, sin más, cogió un coche de alquiler y se dirigió acasa de Bill Sikes y Nancy. Fagin súbió las escaleras de la casa y, sin demasiadosmiramientos, irrumpió en la habitación de la joven, que se encontraba visiblementeborracha con la cabeza apoyada sobre la mesa. El ruido que hizo Fagin al entrar lasobresaltó por un instante, circunstancia que aprovechó el judío para explicarle losucedido con el pequeño Oliver y Sikes. Cuando hubo terminado, Nancy retomó supostura inicial, sin decir una sola palabra.-¿Dónde crees que podná estar Bill? -preguntó Fagin.-¡Y qué sé yo! -dijo ella llorando.-¡Pobre chiquillo! -suspiró Fagin mirando a Nancy, al acecho de cualquier cambioen su rostro que la pudiera delatarFagin había comprendido que la muchacha sentía simpatía y compasión por elpequeño Oliver; por eso pensó que quizá sabría algo de él. Pero ella tan sóloexclamó:-¿Pobre chiquillo? Está mucho mejor ahora que cuando estaba entre nosotros.¡Ojalá se haya muerto!-¿Pero qué estás diciendo? ¿Te has vuelto loca?-En el fondo me alegro de lo que le ha ocurrido. Lo peor ya ha pasado para él.Además, no podía soportarlo cerca de mí.Me hacía sentir asco de mí misma y de todos nosotros; de todo lo que somos...-¡Bah! -dijo el judío-. ¡Estás borracha! Ahora, déjate de tonterías y escucha bien: situ Bill vuelve y ha dejado atrás al muchacho, si él ha salido vivo de esto y no medevuelve a Oliver, mátalo tú misma si quieres evitarle la horca.-¿A qué viene esto? -gritó ella.Este documento ha sido descargado dehttp://www.escolar.com

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