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Charles Dickens OLIVER TWIST

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-Mira, pellejo -continuó Fagin furioso-, Oliver es mi mejor negocio, y no lo voy aperder por culpa de los caprichos de una pandilla de borrachos. Además, ese hijo deSatán al que estoy atado tiene suficiente poder para... para...En aquel instante, el judío comprendió que había hablado demasiado a hizo unesfuerzo por contener su ira. Sin decir ni una palabra más, se dejó caer, exhausto,en una silla, temblando ante el temor de haber revelado parte de su secreto. Notardó en comprobar que Nancy se encontraba tan borracha que seguramente no sehabía enterado de nada. Entonces salió de aquella casa, dejando a la muchacha tal ycomo la había encontrado en el momento de su llegada.Al llegar a la esquina de su calle, se detuvo unos instantes para buscar la llave dela puerta. De pronto, una sombra salió de la profunda oscuridad de un porchecercano y se acercó sigilosamente hasta él.-¡Fagin! -le susurró una voz cerca de la oreja.-¡Ah! -gritó el judío, sobresaltado-. ¿Eres Monks?-Sí -le contestó la sombra-. Llevo dos horas esperándote. ¿Dónde te habíasmetido?-Entremos en mi casa. Hablaremos más tranquilos.Cuando aquel extraño personaje se quitó el embozo que le cubría parte de la cara,dejó ver un rostro lleno de maldad; una mirada profunda y negra de crueldad querevelaba un egoísmo sin límites.-El chico -dijo él- tenía que haberse quedado aquí, con los demás. ¿Por qué nohaber hecho de él un simple ratero? Dentro de unos meses lo habrían cogido y lohabrían expulsado de! país para toda la vida. Para eso lo contraté.-Escucha, Monks -dijo Fagin-, a ese muchacho era imposible convertirlo en unladrón. En todo el tiempo que ha estado aquí, no he conseguido ennegrecer su almani un poquito siquiera.-¡Maldito antro! -gritó Monks-, ¿qué es eso?-¿Qué es qué?-¡Allí! -gritó el hombre, señalando la pared opuesta-. ¡Una sombra! ¡He visto lasombra de una mujer!Los dos hombres salieron de la habitación a toda prisa y recorrieron la casa dearriba abajo. Pero no vieron ni oyeron nada; reinaba un profundo silencio.-Es sólo tu imaginación -lijo Fagin despectivamente.-Te juro que la vi -insistió Monks.-Pues ya ves que no hay nadie en la casa, excepto los muchachos, y ellos estánbien seguros. Mira -dijo sacando una llave de su bolsillo-, los encerré para que nohubiera intromisiones inesperadas en nuestra entrevista.Aquel testimonio consiguió hacer vacilar a Monks. Pero, a pesar de todo, se negó aseguir hablando aquella noche y se marchó.CAPÍTULO OCHOEN CASA DE LA SEÑORA MAYLIEToby Crackit no mentía: él y Bill Sikes habían abandonado a Oliver, herido, en unazanja. Al amanecer, el niño seguía allí, inconsciente. Se despertó sobresaltado al oírun quejido que salió de sus propios labios y reunió las pocas fuerzas que le quedabanpara incorporarse. Temblando de frío y de dolor, se puso en pie y comenzó a caminarlentamente, con la cabeza caída sobre el pecho.Llegó a un camino. Al fondo había una casa y hacia ella dirigió sus pasos. Sólocuando la tuvo delante, se dio cuenta de dónde se encontraba. “¡Dios mío!”, pensó,“¡Es la casa de anoche!” El miedo se apoderó de él y decidió huir Pero no sabía aEste documento ha sido descargado dehttp://www.escolar.com

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