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CARITAS IN VERITATE - Avsi

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Decir que el desarrollo es vocación equivale a reconocer, por un lado, que éste nace de unallamada trascendente y, por otro, que es incapaz de darse su significado último por sí mismo.Con buenos motivos, la palabra «vocación» aparece de nuevo en otro pasaje de la Encíclica,donde se afirma: «No hay, pues, más que un humanismo verdadero que se abre al Absoluto enel reconocimiento de una vocación que da la idea verdadera de la vida humana»[37]. Estavisión del progreso es el corazón de la Populorum progressio y motiva todas las reflexionesde Pablo VI sobre la libertad, la verdad y la caridad en el desarrollo. Es también la razónprincipal por lo que aquella Encíclica todavía es actual en nuestros días.17. La vocación es una llamada que requiere una respuesta libre y responsable. El desarrollohumano integral supone la libertad responsable de la persona y los pueblos: ningunaestructura puede garantizar dicho desarrollo desde fuera y por encima de la responsabilidadhumana. Los «mesianismos prometedores, pero forjadores de ilusiones»[38] basan siempresus propias propuestas en la negación de la dimensión trascendente del desarrollo, seguros detenerlo todo a su disposición. Esta falsa seguridad se convierte en debilidad, porque comportael sometimiento del hombre, reducido a un medio para el desarrollo, mientras que la humildadde quien acoge una vocación se transforma en verdadera autonomía, porque hace libre a lapersona. Pablo VI no tiene duda de que hay obstáculos y condicionamientos que frenan eldesarrollo, pero tiene también la certeza de que «cada uno permanece siempre, sean los quesean los influjos que sobre él se ejercen, el artífice principal de su éxito o de su fracaso»[39].Esta libertad se refiere al desarrollo que tenemos ante nosotros pero, al mismo tiempo,también a las situaciones de subdesarrollo, que no son fruto de la casualidad o de unanecesidad histórica, sino que dependen de la responsabilidad humana. Por eso, «los puebloshambrientos interpelan hoy, con acento dramático, a los pueblos opulentos»[40]. También estoes vocación, en cuanto llamada de hombres libres a hombres libres para asumir unaresponsabilidad común. Pablo VI percibía netamente la importancia de las estructuraseconómicas y de las instituciones, pero se daba cuenta con igual claridad de que la naturalezade éstas era ser instrumentos de la libertad humana. Sólo si es libre, el desarrollo puede serintegralmente humano; sólo en un régimen de libertad responsable puede crecer de maneraadecuada.18. Además de la libertad, el desarrollo humano integral como vocación exige también que serespete la verdad. La vocación al progreso impulsa a los hombres a «hacer, conocer y tenermás para ser más»[41]. Pero la cuestión es: ¿qué significa «ser más»? A esta pregunta, PabloVI responde indicando lo que comporta esencialmente el «auténtico desarrollo»: «debe serintegral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre»[42]. En la concurrenciaentre las diferentes visiones del hombre que, más aún que en la sociedad de Pablo VI, seproponen también en la de hoy, la visión cristiana tiene la peculiaridad de afirmar y justificarel valor incondicional de la persona humana y el sentido de su crecimiento. La vocacióncristiana al desarrollo ayuda a buscar la promoción de todos los hombres y de todo el hombre.Pablo VI escribe: «Lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupaciónde hombres, hasta la humanidad entera»[43]. La fe cristiana se ocupa del desarrollo, noapoyándose en privilegios o posiciones de poder, ni tampoco en los méritos de los cristianos,que ciertamente se han dado y también hoy se dan, junto con sus naturales limitaciones[44],sino sólo en Cristo, al cual debe remitirse toda vocación auténtica al desarrollo humanointegral. El Evangelio es un elemento fundamental del desarrollo porque, en él, Cristo, «en lamisma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre alpropio hombre»[45]. Con las enseñanzas de su Señor, la Iglesia escruta los signos de lostiempos, los interpreta y ofrece al mundo «lo que ella posee como propio: una visión globaldel hombre y de la humanidad»[46]. Precisamente porque Dios pronuncia el «sí» más grandeal hombre[47], el hombre no puede dejar de abrirse a la vocación divina para realizar el propio

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