El Constructor

Don Jacoboera elegantePor: Franco BecerraPara mi amigo Saltillense el Ing. Eduardo Narro Cárdenas.Las anécdotas son las pinceladas que habitan los murales de la vida, y cuando ésta ha sidoplena, ellas abundan. Es el caso de Jacobo Zabludovsky, comunicador de época, sin el queno se entiende el mundo informativo de México en la segunda mitad del siglo XX.Aquí le relato a usted dos perlas del comunicador, queilustran el palmarés del talentoso hombre de medios.El año de 1971 viajó a Port Lligat, puerto de residencia deSalvador Dalí en la Costa Brava española, acompañado de lascámaras de Telesistema Mexicano.A Jacobo Zabludovsky le debo lecturas que integran miformación cultural, pues hay que recordar que en 24 Horaspresentaba los libros de los escritores en boga de los que hacíauna interesante reseña. Del comunicador aprendí el gusto porel tango como una bella expresión melancólica y netamentebonaerense.El pintor catalán se encontraba en la cúspide de su fama, asícomo de una desbordante neurosis. Frente a los ojos asombradosde Jacobo pintaba con frenesí un enorme domo de vidrio en eljardín de su residencia. El pintor lanzaba lengüetazos de luzsobre aquella superficie: el amarillo por allá, el rojo por acá,colores mezclados con la maestría reservada a los genios.Zabludovsky después de iniciar su acostumbrado rapport lepreguntó: “Maestro, seguramente usted conoce a los maestrosmuralistas mexicanos, dígame, qué opinión le merece JoséClemente Orozco”. Dalí le respondió con voz de trueno:“¡A Orozco…mmm, no lo conozco!”. Dicho lo cual, giróeléctricamente su cuerpo, empapó de pintura la brocha y lanzósobre el domo una flecha azul.Jacobo, insistió con la agudeza que lo caracterizaba: “Pero,dígame, seguramente usted sí conoce la obra del maestro DavidAlfaro Siqueiros”.Dalí se llevó la mano izquierda al pecho, cerró los ojos, jaló airey respondió: “A ese tampoco lo conozco”. Zabludosky sabía quetenía casi lista la faena, pero le faltaba el remate pinturero, asíque arremetió una vez más: “Pero… al que seguramente ustedsí conoce, por su estancia en París, es al maestro Diego Rivera”.Las venas del cuello del artista se inflaron desmesuradamente, lelanzó una mirada de fuego, y le dijo preso de locura: “¡Es al quemenos conozco”!, para después lanzar con furia la brocha al piso.Don Jacobo era un hombre elegante, de gustos refinados, comoquien sale al ruedo con el terno de luces.Anécdota taurina de don Jacobo es la siguiente:La monumental Plaza México abrió sus puertas por primeravez el 5 de febrero de 1946 con un cartel de antología: ManuelRodríguez “Manolete”, Luis Castro “El Soldado” y el compadrede todos Silverio Pérez. Después de una tarde memorable, donde50 mil aficionados vieron a Manolete cortarle una oreja al toroFresnillo, el empresario de la plaza don Neguib Simón Jalife,ofreció una rumbosa recepción en su residencia de ChapultepecHeights, en la que se dieron cita grandes personalidades denuestro país, entre ellos el rector de la UNAM el Dr. SalvadorZubirán, quien entre copa y copa le dijo a Manolete: “Matador,lo que ganó usted esta tarde, lo ganó con mi sueldo a lo largode 10 años. El torero de los ojos tristes, parco como era, lerespondió: “Pué a torear señor rector, a torear…”Se ha ido Jacobo Zabludovsky y se lleva con él toda una época.Esperaremos leer muy pronto sus memorias, donde conoceremosdiferentes aristas de su vida, donde quizá se nos revele porqueuso la corbata negra, desde su primera aparición en el NoticieroNescafé hasta sus últimos días. Que descanse en paz.A raíz de esta pintoresca entrevista los comunicadoresaprendimos una lección: Jamás preguntarle a un artista por otroartista.www.elconstructor.com.mxEL CONSTRUCTOR61