revistafebrero

integridad, desde su dignidad de
persona, y no como simple objeto y
cosa.
Configuración de la persona en el amor
La sexualidad humana, no es una
realidad ajena al hombre, a su persona,
sino que desde su naturaleza, ve a la
persona como un “ser sexuado”, es
decir, como un ser, donde la sexualidad
está al servicio de la persona, y busca
dignificar y configurar su persona. Por
tanto, la sexualidad no debe ser
reducida a un mero instinto o impulso,
sino más bien, se debe integrar a la
persona, con el fin de humanizarla.
La relación amorosa a la que el hombre
está llamado, es la que le da sentido a
su sexualidad, es la que le plenifica y le
configura como persona, es decir, la
que humaniza toda relación. Por eso,
toda sexualidad orientada, elevada e
integrada por el amor, adquiere una
verdadera calidad humana. Todo amor
sobre todo el que proviene de Dios
como don originario, enriquece y hace
crecer a la persona, de ahí, cuando
hablamos de la sexualidad como don
de Dios, nos referimos a esa capacidad
que Dios nos ha dado de poder vivir el
amor como un llamado a la vida, el cual
revela la esencia de la persona, su ser
y existir.
Por eso la sexualidad vista desde esta
dimensión, pretender que el ser
humano aspire siempre a entregarse y
reservarse, para experimentar su
grandeza y su necesidad de la oblación
que configura la trascendencia de la
persona en la dimensión sexual. De
ahí, que a través de este hecho oblativo
(entrega amorosa y consagración en el
amor) el ser humano alcance su
madurez como persona.
Como ya hemos afirmado
anteriormente la sexualidad es una
apertura constante hacia la
trascendencia, hacia el otro, es una
constate en el hombre, ya que a través
de la trascendencia, el hombre sale de
sí mismo y asume su configuración
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mediante la relación que realiza con su
pareja y la comunidad en general.
Ahora bien, el aspecto unitivo se
resalta en la igualdad de los sexos,
esto con el fin de lograr la unión
amorosa de la pareja, esta igualdad se
logra solo desde la imagen de Dios
sobre la tierra. Por eso toda unión
ambigua limitada al placer del cuerpo
atenta contra el sentido humano de la
sexualidad, esto porque el cuerpo
humano ha perdido su sentido, ya no
es considerado templo de Dios, sino
templo de la concupiscencia y el placer
desenfrenado.
En este sentido, la unión debe
responder a las exigencias de su
propia finalidad y de la dignidad
humana, el amor debe tener su
salvaguardia en la estabilidad del amor.
La unión debe darse en el marco de la
dignidad humana ya que es ahí donde
tiene mucho sentido la sexualidad
humana.
En el plano procreativo la afectividad y
el amor mutuo exige que sea fecundo y
se multiplique, si se cambia este
sentido se queda a nivel genital y
placentero, por eso, el aspecto
procreativo aparece como la otra
misión inherente a la sexualidad, se
puede afirmar que es su
responsabilidad social, además es su
función humana en la creación, ya que
se convierte en continuadora de la
creación.
El sentido de la sexualidad humana
está en la vivencia del amor humano,
como fundamento del don gratuito de
Dios. La sexualidad tiene sentido en la
medida que está prevista para la
humanización y configuración de la
persona. La sexualidad tiene un
sentido unitivo y procreativo que
fundamenta la dimensión sexual del
hombre con el fin de que esta no quede
reducida a nivel genital y placentero,
sino que manifieste la trascendencia de
la misma.