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El duende quiso madrugar. nº 7

Bienvenido de nuevo, lector, a un nuevo número de esta revista, que mes a mes renace con el entusiasmo de su inicio, cuando el duende de la literatura llenó de bellas luces la imaginación de quien la edita. Con más o menos esfuerzo, seguimos adelante en la publicación de tan ambicioso proyecto, cuyo único fin es la divulgación de la cultura a un público siempre voluntario de hallarla en tan extenso universo como son las letras y los medios por los que las encontramos. La universalización es un panorama tan amplio como complicado, pero no dejaremos que intentar llegar al lector con lo mejor de nosotros y de la literatura mundial a lo largo de su historia. Este séptimo número, al igual que los anteriores, recogen el entusiasmo y las ganas de hacer un mundo mejor mediante la cultura y el conocimiento. Dejemos la ignorancia para los pobres de espíritu, y emprendamos cada día el hábito del buen leer.

Bienvenido de nuevo, lector, a un nuevo número de esta revista, que mes a mes renace con el entusiasmo de su inicio, cuando el duende de la literatura llenó de bellas luces la imaginación de quien la edita. Con más o menos esfuerzo, seguimos adelante en la publicación de tan ambicioso proyecto, cuyo único fin es la divulgación de la cultura a un público siempre voluntario de hallarla en tan extenso universo como son las letras y los medios por los que las encontramos. La universalización es un panorama tan amplio como complicado, pero no dejaremos que intentar llegar al lector con lo mejor de nosotros y de la literatura mundial a lo largo de su historia.

Este séptimo número, al igual que los anteriores, recogen el entusiasmo y las ganas de hacer un mundo mejor mediante la cultura y el conocimiento. Dejemos la ignorancia para los pobres de espíritu, y emprendamos cada día el hábito del buen leer.

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al resultado negativo, que utiliza el arma más poderosa que, como epidemia, va invadiendo el interior de<br />

cada ser humano; esta arma es la ignorancia, el cetro de la maldad de nuestro pequeño universo.<br />

No quiero que el lector ateo se incomode con mis menciones histórico-cristianas, pero hay una<br />

cosa que no me va a poder negar, y es que en este mundo son indispensables las presencias del bien y del<br />

mal; por algo, casi todos los gobiernos, han decidido construir una institución que habla de justicia, aunque<br />

también sabemos que muchos líderes se apropian de ella para mantener a sus asuntos ilícitos intactos, queriendo<br />

ajusticiar al ciudadano ejemplar, y protegiendo al que es ruin e injusto como él. <strong>El</strong> mal en el mundo<br />

es indiscutible; lo complicado, en muchas ocasiones, es encontrarnos el Bien (sí, en mayúsculas). Tan escondido<br />

se muestra tantas veces que hasta la conciencia humana mantiene incertidumbre en la hora de reconocerse<br />

a sí misma. ¿Cuándo no hemos visto al malo poniéndose etiquetas de bondad, mientras que el<br />

bueno, que muchas veces se siente miserable, teme verse a sí mismo? Y no hablo aquí de la falsa modestia,<br />

que con el adjetivo “falsa” ya se define a sí misma. La humildad no se expone a sí misma como una virtud<br />

frente a las otras; la humildad es una carga silenciosa que se lleva, y que desconoce aquél o aquélla que la<br />

porta.<br />

Puede parecerles a algunos que ya abandoné el tema inicial de este artículo, pero ¿acaso no estamos<br />

hablando desde el principio del fingimiento o de la autorrepresión a la hora de no saberse definir el ser<br />

humano como una persona buena o mala, así como sus gustos y su reconocimiento a todo lo que le rodea,<br />

ya sea una obra de teatro? La incapacidad de apreciar la Belleza, así como las creaciones bien fundadas, implica<br />

una incapacidad para observar y diferenciar lo bueno de lo malo, el bien del mal, así como el Bien del<br />

Mal en mayúsculas, independientemente de cualquier ideal religioso.<br />

Pido al lector que sea bueno, y ojalá termine por comprender que el mal no es la finalidad para<br />

conseguir las cosas. Las cosas perecen tarde o temprano, pero nuestra conciencia perdura y se queda en<br />

este mundo más allá de nosotros.<br />

Nadie pierde ni gana en una escena;<br />

no es realidad el teatro de la vida,<br />

simple representación que no cuida<br />

del beso entregado en la última cena.<br />

Limitados papeles en escena<br />

muestran lo corto del viaje de ida,<br />

senda que para todos es la vida,<br />

y para el buen visionario es condena.<br />

<strong>El</strong> telón se abre por igual a todos;<br />

unos deciden virtuosos caminos;<br />

eternas decisiones que en el lodo<br />

prefieren otros, oscuros destinos;<br />

es el libre albedrío que nos marca,<br />

el bien y el mal que antecede a la Parca.<br />

Francisco Javier González de Córdova<br />

PÁGINA 21

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