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El (confuso)<br />
poder de las palabras<br />
(I)<br />
Por: Eduardo Higuera*<br />
La palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha<br />
Michel de Montaigne<br />
A<br />
pesar del avance de la<br />
tecnología y de la cultura<br />
de lo visual, la palabra sigue<br />
manteniendo un papel<br />
preponderante en nuestra vida<br />
como sociedad. Esto se vuelve aún<br />
más cierto cuando hablamos de la<br />
palabra que es usada dentro de un<br />
contexto político o que sirve de vehículo<br />
para un mensaje en esta esfera<br />
social.<br />
Las palabras son el camino por el<br />
que transcurren las ideas y se construyen<br />
puentes. Son tan trascendentes<br />
que distintas creencias religiosas<br />
sostienen que hay palabras<br />
tan potentes que pueden crear vida<br />
o conectarnos con otros mundos,<br />
sean celestiales o abismales.<br />
Incluso el recientemente fallecido<br />
Umberto Eco sostuvo, durante toda<br />
su obra, el poderío de las palabras<br />
y de los significados que ellas construían.<br />
Un gran ejemplo lo podemos<br />
encontrar en su novela Baudolino,<br />
donde el protagonista tenía el poder<br />
de convertir sus palabras en realidades,<br />
o al menos la percepción de su<br />
verdad era tan fuerte, que era capaz<br />
de convencer a todos en la corte imperial<br />
y lograr que actuaran en consecuencia.<br />
Y en el proceso de conversión (que<br />
nadie diga que ya es una realidad)<br />
del Distrito Federal a Ciudad de México,<br />
las palabras están jugando un<br />
papel esencial pero profundamente<br />
confuso.<br />
Constituyente, candidato independiente,<br />
lista de representación proporcional<br />
partidista, elección dentro<br />
de una circunscripción electoral