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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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Mas <strong>en</strong>tre los que resistieron <strong>la</strong>s intrusiones del poder papal, los vald<strong>en</strong>ses fueron los que más<br />

sobresalieron. En el mismo país <strong>en</strong> donde el papado as<strong>en</strong>tara sus reales fue donde <strong>en</strong>contraron<br />

mayor oposición su falsedad y corrupción.<br />

Las iglesias del Piamonte mantuvieron su indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia <strong>por</strong> algunos siglos, pero al fin llegó el<br />

tiempo <strong>en</strong> que Roma insistió <strong>en</strong> que se sometieran. Tras <strong>la</strong>rga serie de luchas inútiles, los jefes de<br />

estas iglesias reconocieron aunque de ma<strong>la</strong> gana <strong>la</strong> supremacía de aquel poder al que todo el mundo<br />

parecía r<strong>en</strong>dir hom<strong>en</strong>aje. Hubo sin embargo algunos que rehusaron sujetarse a <strong>la</strong> autoridad de<br />

papas o pre<strong>la</strong>dos. Determinaron mant<strong>en</strong>erse leales a Dios y conservar <strong>la</strong> pureza y s<strong>en</strong>cillez de su<br />

fe. Se efectuó una separación. Los que permanecieron firmes <strong>en</strong> <strong>la</strong> antigua fe se retiraron; algunos,<br />

abandonando sus tierras de los Alpes, alzaron el p<strong>en</strong>dón de <strong>la</strong> verdad <strong>en</strong> países extraños; otros se<br />

refugiaron <strong>en</strong> los valles solitarios y <strong>en</strong> los baluartes peñascosos de <strong>la</strong>s montañas, y allí conservaron<br />

su libertad para adorar a Dios. La fe que <strong>por</strong> muchos siglos sostuvieron y <strong>en</strong>señaron los cristianos<br />

vald<strong>en</strong>ses contrastaba notablem<strong>en</strong>te con <strong>la</strong>s doctrinas falsas de Roma. De acuerdo con el sistema<br />

verdaderam<strong>en</strong>te cristiano, fundaban su cre<strong>en</strong>cia religiosa <strong>en</strong> <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra de Dios escrita. Pero esos<br />

humildes campesinos <strong>en</strong> sus obscuros retiros, alejados del mundo y sujetos a p<strong>en</strong>osísimo trabajo<br />

diario <strong>en</strong>tre sus rebaños y viñedos, no habían llegado de <strong>por</strong> sí al conocimi<strong>en</strong>to de <strong>la</strong> verdad que<br />

se oponía a los dogmas y herejías de <strong>la</strong> iglesia apóstata. Su fe no era una fe nueva. Su cre<strong>en</strong>cia <strong>en</strong><br />

materia de religión <strong>la</strong> habían heredado de sus padres. Luchaban <strong>en</strong> pro de <strong>la</strong> fe de <strong>la</strong> iglesia<br />

apostólica, "<strong>la</strong> fe que ha sido una vez dada a los santos." (S. Judas 3.) "La iglesia del desierto," y<br />

no <strong>la</strong> soberbia jerarquía que ocupaba el trono de <strong>la</strong> gran capital, era <strong>la</strong> verdadera iglesia de Cristo,<br />

<strong>la</strong> depositaria de los tesoros de verdad que Dios confiara a su pueblo para que los diera al mundo.<br />

Entre <strong>la</strong>s causas principales que motivaron <strong>la</strong> separación <strong>en</strong>tre <strong>la</strong> verdadera iglesia y Roma, se<br />

contaba el odio de ésta hacia el sábado bíblico. Como se había predicho <strong>en</strong> <strong>la</strong> profecía, el poder<br />

papal echó <strong>por</strong> tierra <strong>la</strong> verdad. La ley de Dios fue pisoteada mi<strong>en</strong>tras que <strong>la</strong>s tradiciones y <strong>la</strong>s<br />

costumbres de los hombres eran <strong>en</strong>salzadas. Se obligó a <strong>la</strong>s iglesias que estaban bajo el gobierno<br />

del papado a honrar el domingo como día santo. Entre los errores y <strong>la</strong> superstición que prevalecían,<br />

muchos de los verdaderos hijos de Dios se <strong>en</strong>contraban tan confundidos, que a <strong>la</strong> vez que<br />

observaban el sábado se abst<strong>en</strong>ían de trabajar el domingo. Mas esto no satisfacía a los jefes papales.<br />

No sólo exigían que se santificara el domingo sino que se profanara el sábado; y acusaban <strong>en</strong> los<br />

términos más viol<strong>en</strong>tos a los que se atrevían a honrarlo. Sólo huy<strong>en</strong>do del poder de Roma era<br />

posible obedecer <strong>en</strong> paz a <strong>la</strong> ley de Dios. Los vald<strong>en</strong>ses se contaron <strong>en</strong>tre los primeros de todos<br />

los pueblos de Europa que poseyeron una traducción de <strong>la</strong>s Santas Escrituras. (Véase el Apéndice.)<br />

C<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares de años antes de <strong>la</strong> Reforma t<strong>en</strong>ían ya <strong>la</strong> Biblia manuscrita <strong>en</strong> su propio idioma. T<strong>en</strong>ían<br />

pues <strong>la</strong> verdad sin adulteración y esto los hizo objeto especial del odio y de <strong>la</strong> persecución.<br />

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