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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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vano de hal<strong>la</strong>r paz para sus conci<strong>en</strong>cias con repetidos ayunos y crueles azotes y vigilias, postrados<br />

<strong>por</strong> <strong>la</strong>rgas horas sobre <strong>la</strong>s losas frías y húmedas de sus tristes habitaciones, con <strong>la</strong>rgas<br />

peregrinaciones, con sacrificios humil<strong>la</strong>ntes y con horribles torturas. Agobiados <strong>por</strong> el s<strong>en</strong>tido del<br />

pecado y perseguidos <strong>por</strong> el temor de <strong>la</strong> ira v<strong>en</strong>gadora de Dios, muchos se sometían a<br />

padecimi<strong>en</strong>tos hasta que <strong>la</strong> naturaleza exhausta concluía <strong>por</strong> sucumbir y bajaban al sepulcro sin un<br />

rayo de luz o de esperanza.<br />

Los vald<strong>en</strong>ses ansiaban compartir el pan de vida con estas almas hambri<strong>en</strong>tas, pres<strong>en</strong>tarles los<br />

m<strong>en</strong>sajes de paz cont<strong>en</strong>idos <strong>en</strong> <strong>la</strong>s promesas de Dios y <strong>en</strong>señarles a Cristo como su única esperanza<br />

de salvación. T<strong>en</strong>ían <strong>por</strong> falsa <strong>la</strong> doctrina de que <strong>la</strong>s bu<strong>en</strong>as obras pued<strong>en</strong> expiar <strong>la</strong> transgresión de<br />

<strong>la</strong> ley de Dios. La confianza que se deposita <strong>en</strong> el mérito humano hace perder de vista el amor<br />

infinito de Cristo. Jesús murió <strong>en</strong> sacrificio <strong>por</strong> el hombre <strong>por</strong>que <strong>la</strong> raza caída no ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong> sí misma<br />

nada que pueda hacer valer ante Dios. Los méritos de un Salvador crucificado y resucitado son el<br />

fundam<strong>en</strong>to de <strong>la</strong> fe del 88<br />

cristiano. El alma dep<strong>en</strong>de de Cristo de una manera tan real, y su unión con él debe ser tan estrecha<br />

como <strong>la</strong> de un miembro con el cuerpo o como <strong>la</strong> de un pámpano con <strong>la</strong> vid. Las <strong>en</strong>señanzas de los<br />

papas y de los sacerdotes habían inducido a los hombres a considerar el carácter de Dios, y aun el<br />

de Cristo, como austero, tétrico y antipático. Se repres<strong>en</strong>taba al Salvador tan desprovisto de toda<br />

simpatía hacia los hombres caídos, que era necesario invocar <strong>la</strong> mediación de los sacerdotes y de<br />

los santos. Aquellos cuya intelig<strong>en</strong>cia había sido iluminada <strong>por</strong> <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra de Dios ansiaban mostrar<br />

a estas almas que Jesús es un Salvador compasivo y amante, que con los brazos abiertos invita a<br />

que vayan a él todos los cargados de pecados, cuidados y cansancio. Anhe<strong>la</strong>ban derribar los<br />

obstáculos que Satanás había ido amontonando para impedir a los hombres que vies<strong>en</strong> <strong>la</strong>s<br />

promesas y fueran directam<strong>en</strong>te a Dios para confesar sus pecados y obt<strong>en</strong>er perdón y paz.<br />

Los misioneros vald<strong>en</strong>ses se empeñaban <strong>en</strong> descubrir a los espíritus investigadores <strong>la</strong>s verdades<br />

preciosas del Evangelio, y con muchas precauciones les pres<strong>en</strong>taban <strong>por</strong>ciones de <strong>la</strong>s Santas<br />

Escrituras esmeradam<strong>en</strong>te escritas. Su mayor gozo era infundir esperanza a <strong>la</strong>s almas sinceras y<br />

agobiadas <strong>por</strong> el peso del pecado, que no podían ver <strong>en</strong> Dios más que un juez justiciero y v<strong>en</strong>gativo.<br />

Con voz temblorosa y lágrimas <strong>en</strong> los ojos y muchas veces hincados de hinojos, pres<strong>en</strong>taban a sus<br />

hermanos <strong>la</strong>s preciosas promesas que reve<strong>la</strong>ban <strong>la</strong> única esperanza del pecador. De este modo <strong>la</strong><br />

luz de <strong>la</strong> verdad p<strong>en</strong>etraba <strong>en</strong> muchas m<strong>en</strong>tes obscurecidas, disipando <strong>la</strong>s nubes de tristeza hasta<br />

que el sol de justicia bril<strong>la</strong>ba <strong>en</strong> el corazón imparti<strong>en</strong>do salud con sus rayos. Frecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te leían<br />

una y otra vez alguna parte de <strong>la</strong>s Sagradas Escrituras a petición del que escuchaba, que quería<br />

asegurarse de que había oído bi<strong>en</strong>. Lo que se deseaba <strong>en</strong> forma especial era <strong>la</strong> repetición de estas<br />

pa<strong>la</strong>bras: "La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado." (1 S. Juan 1: 7.) "Como<br />

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