Caminos Misión
diciembre-2016
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REALIDAD<br />
todos aquellos que se estaban “alejando”<br />
y con ellos volver a rezar,<br />
cantar, hablar de Dios, hacer convivencias<br />
o cosas por el estilo.<br />
Y aquel anhelo me acompañó<br />
a lo largo del Camino. A los<br />
doce años, después de estudiar en<br />
el Sagrado Corazón de Pontevedra,<br />
ingresé en el Seminario Menor de<br />
Santiago y, “en la edad rebelde,<br />
abandoné el barco” y me volví a<br />
Pontevedra. Pero Su Mano no me<br />
abandonó a mí. Me abrieron las<br />
puertas del Seminario Mayor donde<br />
pasé unos maravillosos años en los<br />
que “la meta” me parecía lejana y,<br />
“tempus fugit”, ya llevo dieciséis<br />
años de cura.<br />
Fue, dos años antes de<br />
ordenarme sacerdote, cuando redacté<br />
aquella intuición que albergaba<br />
en mi corazón y, cometiendo<br />
una “locura” a la que sólo un niño<br />
se atrevería, se la presenté a mi<br />
bendito obispo. Y se me ocurrió ponerle<br />
por nombre “obasileia” (en<br />
griego: ¡Oh Reino!) porque hacía<br />
referencia al “Sueño” de Jesús.<br />
Desde aquel día he vivido muchas<br />
experiencias pastorales y parroquiales;<br />
en Santa Lucía de A<br />
Coruña, Santa María del Puerto de<br />
Marín, Unidad pastoral de Carres,<br />
Prisión de Teixeiro, Unidad Pastoral<br />
de Curtis. He vivido muchas realidades<br />
eclesiales, pero lo que nunca<br />
ha dejado de vibrar en mi corazón,<br />
es el Sueño que desde Niño me<br />
acompaña. Han pasado dieciocho<br />
años (“providencialmente” mi<br />
Obispo me pidió, cuando se lo presenté,<br />
que esperase 3, 5 o 10 años,<br />
-“Dios sabrá”, dijo. Una predicción<br />
exacta, 18 interminables años) en<br />
los que, tras intentar llevar a cabo<br />
en varias ocasiones y lugares diversos<br />
el Proyecto anhelado, he<br />
aprendido que “sus caminos no<br />
son nuestros caminos” (Isaías 55,<br />
8-9) y que Su tiempo es un<br />
“tiempo oportuno” (2 Corintios 6, 2).<br />
Digo esto porque ya casi estaba<br />
todo a punto cuando, en mi estancia<br />
como capellán de prisión, teníamos<br />
diez internos dispuestos a<br />
rehabilitar la casa rectoral de una<br />
de las parroquias que estaba atendiendo.<br />
“Gracias a Dios” no había<br />
de ser allí y, a pesar de que me rebelé<br />
y tardé en comprender, sirvió<br />
para enseñarme que: “si el Señor<br />
no construye la Casa, en vano se<br />
cansan los albañiles” (Salmo 126).<br />
En el “momento preciso” apareció<br />
el lugar: Raíña (en gallego:<br />
Reina). Llevaba años viviendo en<br />
casa de Jose y Mari (si llegas a conocerles<br />
verás cómo te resultarán un<br />
matrimonio muy familiar), unos feligreses<br />
de Cabrui que me acogieron<br />
como a un hijo, cuando un día me<br />
dijeron: ¿y si lo intentamos en Raíña?<br />
Era una finca, con ese nombre, que<br />
había en el pueblo y que llevaba años<br />
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