Caminos Misión

favor de sus niños de
síndrome Dowm”.
La sorpresa fue
“emotiva”, no sólo por la
donación, sino por el cariño
e interés que estaban
mostrando hacia nuestro
taller de 25 jóvenes de síndrome
Dowm. Pregunté de
qué forma habían hecho esta campaña.
Así me contestaron:
Hace unos años que iniciamos
este método de “educación en
el valor de SOLIDARIDAD” con los
más necesitados en los países de
misión. Queremos que, desde muy
pequeños, descubran que los
bienes que reciben de sus “papás”
no son sólo suyos, que los bienes de
la tierra son de todos los hombres y
que desde muy pequeños tienen
que aprender a compartirlos.
¿Cómo lo venimos haciendo?
Como es uno de los valores
de nuestro Carisma-Vicenciano,
hemos pedido a todos los profesores
que cooperen en la educación
de este valor de palabra y con signos.
Que descubran los alumnos
que amamos a los pobres y que tenemos
que cooperar compartiendo
con ellos una parte de los bienes
que nos sobran y que, por tanto, no
son nuestros.
Y ¿cómo lo hacemos? Les
hemos dicho que se acostumbren
a compartir cada semana, el 10%
de lo que gastan los sábados y domingos
en cosas… inútiles. Y el
lunes, comenzamos el día recordándoles
que los “pobres les esperan”,
que depositen en la hucha
misionera.
Y es maravilloso ver a los pequeñitos
que, acompañados de sus
mamás, vienen a depositar los 10 o
20 centavitos… y a los de primaria,
y a los de secundaria, ya un poco
más resistentes, y a los mayores
que hacen por no ver la hucha y a
quienes hay que recordarles que
“que otros, sin culpa ninguna, tienen
menos”.
Y así, en este ambiente de
amor, vamos entrando en la educación
de su conciencia misionera y
recogiendo para los pobres de esos
países el fruto de nuestra frágil generosidad.
De esta educación en
la Solidaridad Misionera, les
respondí, brotan muchos
bienes porque los misioneros
no solo necesitamos ayuda
material. Necesitamos vuestra
oración, sí, vuestro recuerdo
y oración, porque
estamos muy tentados al desaliento;
nos acosan las dificultades de
todo género: claman los pobres y aún
teniendo medios, no tenemos formas
lícitas para responderles; queremos
evangelizar, comunicar el mensaje, y
descubrimos que “primero piden el
pan y después el catecismo”. Un pueblo
sin cultura siempre será pobre, y
un pueblo sin solidaridad, también
será siempre pobre.
Los misioneros somos “vuestras
manos amigas que distribuyen”,
vuestros corazones abiertos
que acercan el amor a las personas
que ya amáis sin conocerles.
Gracias, educadores de la
verdad. Gracias formadores de
conciencias solidarias. Gracias a
todos los que hacéis posible que
“Regina Mundi” viva la “Solidaridad
Misionera”. Esta es la Iglesia de
todos.
P. Jesús María Lusarreta, C.M.
(Cuba)
Caminos de Misión 49