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ATRAPADOS EN LA REVOLUCIÓN RUSA 1917

CapítuloRevoluciónRusa

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Prólogo<br />

«EL AIRE ESTÁ CARGADO DE ALUSIONES<br />

A <strong>LA</strong> CATÁSTROFE»<br />

Petrogrado era una ciudad taciturna y atormentada, que soportaba<br />

desesperada el invierno previo al estallido de la revolución;<br />

una ciudad aislada por la nieve, con sus canales bloqueados<br />

por el hielo y plazas de aspecto amenazador. Sus amplias calles<br />

y palacios elegantes, de granito rosa y colorido estuco, adornados<br />

con hileras de columnas elegantes y arcos, habían pasado<br />

de respirar un aire de grandeza imperial a otro de decadencia.<br />

Allá donde fuese uno, entre la imponente arquitectura de esta<br />

«ciudad para gigantes», se podía escuchar el «silbido del viento,<br />

y el tintinear de muchas, muchas campanas, de todos los tonos y<br />

tamaños», culminado por el «intimidante tañido de la gran campana<br />

de San Isaac, que viene de ninguna parte y lo rodea todo» 1 .<br />

Atrapada por el invierno, con sus amplias panorámicas abiertas<br />

al frío ártico, que sopla por el golfo de Finlandia, la capital de<br />

Rusia siempre había destilado una belleza gélida y cautivadora,<br />

a una escala tan enorme como inconfundible. Pero ahora, después<br />

de tres años de guerra, rebosaba con miles de refugiados<br />

–polacos, lituanos, letones y judíos–, huidos de los combates del<br />

frente oriental. La capital lucía sombría y desalentada, y pendía<br />

sobre ella una «atmósfera maligna, perturbadora» 2 . El invierno<br />

de 1916-17 también estaba marcado por un nuevo y funesto elemento<br />

del paisaje: las largas y silenciosas colas de mujeres abatidas,<br />

esperando interminablemente algo de pan, leche, carne;<br />

cualquier cosa sobre la que poner las manos. Petrogrado estaba<br />

cansada de la guerra. Petrogrado estaba hambrienta.<br />

En eso se había convertido la lucha cotidiana para la gran<br />

mayoría de la población rusa; y aun así, a pesar de la visible y<br />

devastadora escasez de ese tiempo de guerra, y de la angustia<br />

que las privaciones esculpían en el rostro de sus habitantes, la<br />

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