ATRAPADOS EN LA REVOLUCIÓN RUSA 1917
CapítuloRevoluciónRusa
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HEL<strong>EN</strong> RAPPAPORT<br />
ces a cuatro presidentes –Cleveland, Roosevelt, Taft y Wilson–,<br />
mientras aprendía a leer y a escribir de mano de la señora Francis,<br />
notablemente más indulgente que su marido con las recaídas<br />
ocasionales de Jordan en la bebida, y a la que este acabó<br />
profesando una enorme devoción.<br />
El choque cultural que esperaba a Francis y a Jodan –recién<br />
llegados del templado sur de Estados Unidos a un Petrogrado<br />
frío y en guerra– era enorme. Durante la travesía oceánica el intérprete<br />
ruso, un joven eslavista llamado Samuel Harper, se había<br />
esforzado para ofrecer al inexperto embajador «un curso acelerado<br />
sobre lo que cabía que se encontrase en Rusia». Escuchando<br />
las conversaciones de Francis con otros hombres de negocios<br />
de su país que viajaban también a Petrogrado, Harper llegó a<br />
la conclusión de que era un «franco y abierto norteamericano,<br />
al que le gustaba expresar sus opiniones sin tener en cuenta las<br />
reglas de la diplomacia» 22 . El contraste con el atildado y exquisitamente<br />
educado sir George Buchanan no podía ser más nítido;<br />
poco era lo que tenían en común ambos embajadores.<br />
Tras llegar a la estación de Finlandia de Petrogrado a bordo<br />
del expreso de Estocolmo el 15 de abril, Francis se encaminó<br />
directamente a la embajada, penosamente consciente de lo que<br />
le esperaba: «Nunca había estado en Rusia. Nunca había sido<br />
embajador. Mi conocimiento sobre el país cuando fui designado<br />
era el propio de un ciudadano inteligente medio, desgraciadamente<br />
tenue y vago» 23 . Ese candor tan apabullante hizo inevitable<br />
que sus colegas del cuerpo diplomático le acogiesen con<br />
desdén. Como expresó Robert Bruce Lockhart, «el bueno de<br />
Francis no distinguía a un socialrrevolucionario de izquierda de<br />
una patata», pero a su favor tenía «ser tan sencillo y osado como<br />
un niño». Por su parte, a una sección del personal de la embajada<br />
la amabilidad, tolerancia y buenas intenciones de Francis no<br />
causaban demasiada admiración, y le consideraban un «paleto»<br />
de Saint Louis, ignorante absoluto de la política rusa. Carente de<br />
la formación elitista y la perfección en las artes de la diplomacia<br />
continental que, de modo natural, lucía Buchanan, Francis parecía<br />
ingenuo, en el mejor de los casos. Arthur Bullard, enviado<br />
no oficial de EE.UU. en Rusia, le consideraba un «tontaina», y<br />
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