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VientoenVelaDic06_Revisitada2017

Hace poco más de diez años, un grupo conformado por estudiantes de las facultades de filosofía y letras, psicología y artes plásticas de la UNAM, editábamos de forma autogestiva la revista trimestral de literatura y gráfica, Viento en vela. En el marco del noventa aniversario del nacimiento de Juan Rulfo, el sexto número de nuestra publicación estuvo dedicado a la obra del escritor de Sayula. La edición abordó distintos temas en torno al creador de Pedro Páramo, incluido el conflicto que derivó en que la fundación retirara el nombre del autor de un premio nacional de literatura para registrarlo como marca. Este año decidimos revisitar aquella edición de Viento en Vela de 2016 y pudimos comprobar su vigencia y actualidad. El número incluye textos de Antonio Alatorre, Emmanuel Carballo y Beatriz Espejo, entre otros, así como entrevistas a Alí Chumacero, Huberto Batis y Anamari Gomís, todos cruciales para entender distintos aspectos del creador de El llano en llamas. Sin ninguna intención de reclamar la originalidad de la postura, reivindicamos el trabajo de un grupo de estudiantes universitarios que, tras un pleito entre particulares, se dedicaron a investigar y documentar los pormenores del contexto de la creación de la obra de Rulfo, lo que ahora constituye una de las líneas críticas más relevantes sobre el autor. Queremos agradecer a Rafael López Castro, Alejandra Guerrero, Irasema Fernández, Vanessa López y Mariano López por sus importantes contribuciones en esta reedición.

Hace poco más de diez años, un grupo conformado por estudiantes de las facultades de filosofía y letras, psicología y artes plásticas de la UNAM, editábamos de forma autogestiva la revista trimestral de literatura y gráfica, Viento en vela.

En el marco del noventa aniversario del nacimiento de Juan Rulfo, el sexto número de nuestra publicación estuvo dedicado a la obra del escritor de Sayula. La edición abordó distintos temas en torno al creador de Pedro Páramo, incluido el conflicto que derivó en que la fundación retirara el nombre del autor de un premio nacional de literatura para registrarlo como marca.

Este año decidimos revisitar aquella edición de Viento en Vela de 2016 y pudimos comprobar su vigencia y actualidad. El número incluye textos de Antonio Alatorre, Emmanuel Carballo y Beatriz Espejo, entre otros, así como entrevistas a Alí Chumacero, Huberto Batis y Anamari Gomís, todos cruciales para entender distintos aspectos del creador de El llano en llamas.

Sin ninguna intención de reclamar la originalidad de la postura, reivindicamos el trabajo de un grupo de estudiantes universitarios que, tras un pleito entre particulares, se dedicaron a investigar y documentar los pormenores del contexto de la creación de la obra de Rulfo, lo que ahora constituye una de las líneas críticas más relevantes sobre el autor.

Queremos agradecer a Rafael López Castro, Alejandra Guerrero, Irasema Fernández, Vanessa López y Mariano López por sus importantes contribuciones en esta reedición.

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REVISTA TRIMESTRAL<br />

Año 2 Número 1 · $ 20<br />

Medio<br />

siglo<br />

de su<br />

obra<br />

ENSAYOS<br />

Antonio Alatorre<br />

Beatriz Espejo<br />

Emmanuel Carballo<br />

Pável Granados<br />

Leopoldo Lezama<br />

ENTREVISTAS<br />

Alí Chumacero<br />

Emmanuel Carballo<br />

Huberto Batis<br />

Anamari Gomís<br />

Polémica sobre el<br />

Premio Juan Rulfo<br />

B R A<br />

O<br />

R<br />

E V<br />

S<br />

I<br />

T A D A<br />

I


evista trimestral<br />

Año 1 Número 2 · Diciembre, 2006<br />

Primera edición digital, junio 2017<br />

directora<br />

Dra. Eugenia Revueltas<br />

asistente de dirección<br />

Benjamín Morales<br />

secretarios de redacción<br />

Gabriela Astorga, Iván Cruz,<br />

Adela Goldbard, Leopoldo Lezama,<br />

Santiago Robles.<br />

coordinadores de sección<br />

Poesía<br />

Iván Cruz, Alberto Trejo<br />

Teatro<br />

René Morales<br />

Ensayo<br />

Leopoldo Lezama<br />

Artes visuales<br />

Adela Goldbard<br />

Fotografía página 7<br />

Narrativa<br />

Edgar Omar Avilés<br />

Crítica<br />

Christian Barragán<br />

diseño gráfico<br />

Santiago Robles<br />

Ilustraciones<br />

Santiago Robles:<br />

Forros y guardas; Páginas 4, 8,11, 12, 17,<br />

18, 19, 22, 27, 30, 34, 37, 39.<br />

Eduardo Vázquez:<br />

Páginas 9, 15, 16, 21, 23, 26, 31, 33, 40.<br />

Alfredo Gónzalez:<br />

Páginas 24, 28.<br />

consejo editorial<br />

José Vicente Anaya, María Baranda,<br />

Alí Calderón, Héctor Carreto,<br />

Alberto Chimal, Samuel Gordon,<br />

Francisco Hinojosa, Saúl Ibargoyen,<br />

Gerardo Montiel Klint, Daniel Sada,<br />

María Rivera, Óscar de Pablo.<br />

El PREMIO de la<br />

DISCORDIA<br />

Pável Granados<br />

Entrevista con Alí Chumacero<br />

YO NO le CORREGÍ ni<br />

una COMA a lo ESCRITO<br />

por JUAN RULFO 7<br />

Entrevista con Emmanuel Carballo<br />

AMO al ESCRITOR<br />

y me es INDIFERENTE<br />

el HOMBRE 13<br />

Entrevista con Anamari Gomís<br />

NO tenía una FORMACIÓN<br />

ACADÉMICA, pero era un<br />

LECTOR GENIAL 20<br />

4<br />

RULFO:<br />

el viajero profundo<br />

Dos apostillas rulfeanas<br />

Beatriz Espejo 22<br />

issn: 1870-4034 Número de certificado de Reserva otorgado por el Instituto Nacional de Derechos de Autor: 04-206-020918153700. Cada texto es responsabilidad<br />

del autor. Este archivo digital puede ser circulado y reproducido libremente pero no puede ser modificado sin la autorización por escrito de<br />

los editores. El nombre de Juan Rulfo es utilizado en esta publicación sin fines de lucro.<br />

6<br />

11<br />

María Luisa Bombal:<br />

INFLUENCIA PERDIDA<br />

Entrevista con Huberto Batis LECTURAS, GÉNESIS, CREACIÓN<br />

SI mi PAPÁ FUERA Y TEXTOLOGÍA en el PRIMER<br />

medio siglo de Pedro Páramo<br />

JUAN RULFO,<br />

yo haría LO MISMO 27 31<br />

Emmanuel Carballo 35<br />

Pedro Páramo<br />

36<br />

18<br />

Con la intención de unirnos a los distintos homenajes<br />

que en estos años se han realizado a Juan Rulfo, el<br />

presente número de la revista Viento en Vela está<br />

dedicado por completo al gran narrador mexicano.<br />

Cosa nada sencilla, luego de lo mucho que se ha dicho<br />

en torno al autor y a su producción narrativa. Sin<br />

embargo, las grandes obras nunca terminan de suscitar<br />

interpretaciones y lecturas. Desde esta perspectiva no<br />

fue difícil replantearse la necesidad de construir otro<br />

acercamiento a la obra: su propia monumentalidad<br />

lo ameritaba, y lo ameritará siempre. La verdadera<br />

dificultad se encuentra en la aportación que nuestra<br />

revista pudiera hacer en un terreno tan transitado.<br />

Esta aportación no hubiera sido posible de no ser por<br />

las grandes plumas que nos acompañan. Y es que el<br />

presente número, sin exagerar, es una de las mejores<br />

reuniones que se han visto en torno a la figura de Rulfo.<br />

Baste con saber que figuras como Antonio Alatorre,<br />

Alí Chumacero, Emmanuel Carballo, Beatriz Espejo,<br />

Federico Patán, Huberto Batis, Samuel Gordon,<br />

Anamari Gomís y Pável Granados, tuvieron el interés<br />

de colocar nuevamente a Rulfo en el centro de las<br />

discusiones.<br />

Chumacero y Carballo, viejos conocidos de nuestro<br />

homenajeado, nos regalan dos magníficas entrevistas<br />

donde encontramos una figura muy distinta, pero<br />

igualmente interesante, del escritor jalisciense.<br />

El maestro Antonio Alatorre escribe un ensayo que<br />

divide en tres partes: la negación de su intervención<br />

en la novela, el relato de la última vez que vio a Rulfo<br />

y su opinión sobre las disputas que se han generado<br />

a raíz del premio que lleva el nombre del autor de<br />

Pedro Páramo. El testimonio de Alatorre, junto con<br />

las entrevistas, representa algo histórico: las tres<br />

versiones, recuperadas a un mismo tiempo del mito<br />

de sus supuestas participaciones en la elaboración<br />

de la novela. Con tan sólo días de diferencia, los tres<br />

contemporáneos de Rulfo nos dan su testimonio:<br />

Alatorre y Chumacero niegan tal participación;<br />

Carballo la sostiene. Acaso el gran ausente es Juan José<br />

Arreola, quien hacia los años 90, al salir de un concierto<br />

en Bellas Artes, negó a pregunta expresa de periodistas<br />

su posible intervención.<br />

Pero esto sólo es el principio. Beatriz Espejo, con<br />

su elegante escritura, nos entrega un bello texto donde<br />

hace su propio dibujo de Rulfo. Federico Patán nos<br />

lleva magistralmente por uno de los grandes caminos<br />

de la novela: la historia de amor entre Susana San Juan<br />

y Pedro Páramo. Carballo, nuevamente, actualiza un<br />

fragmento de sus Protagonistas de la literatura mexicana,<br />

en el que hace un balance del fenómeno Juan Rulfo<br />

a veinte años de su muerte. El crítico Samuel Gordon<br />

lleva su ensayo por dos lados: las ideas novelísticas de<br />

Rulfo, y un interesante análisis de los mecanuscritos<br />

originales de la novela a los cuales tuvo acceso.<br />

Otras dos grandes entrevistas se encuentran aquí:<br />

una de la novelista y crítica mexicana Anamari Gomís,<br />

que nos cuenta algo del Rulfo maestro en el Centro<br />

Mexicano de Escritores. La otra es del gran periodista<br />

y promotor cultural Huberto Bátis, quien enriquece<br />

la revista con anécdotas importantes. En medio del<br />

homenaje se halla una interesante polémica que trata<br />

el tema rulfiano de estos años: el Premio Juan Rulfo<br />

que cada año entrega la Feria Internacional del Libro<br />

de Guadalajara. Nuestros autores dan su opinión sobre<br />

este conflicto que ha causado controversia, y que es<br />

reflejo de muchos de los vicios de nuestras letras.<br />

Esta polémica es desarrollada en un agudo ensayo del<br />

musicólogo y crítico Pável Granados, quien denuncia los<br />

excesos de quienes han sido partícipes de este episodio.<br />

Hay, por último, la exposición de una posible gran<br />

influencia de Juan Rulfo que no ha sido muy estudiada,<br />

y que descubre, junto con otros escritores de otras<br />

épocas, Emmanuel Carballo hacia 1954: Maria Luisa<br />

Bombal y su novela La amortajada.<br />

No podemos pedir más en esta celebración.<br />

Leyendas que caen y otras que se inician nos deja<br />

este número, que esperamos en algún momento sea<br />

imprescindible para el estudio de uno de nuestros<br />

autores universales.


EL PREMIO DE LA<br />

DISCORDIA<br />

Pável Granados<br />

Juan Rulfo es el gran narrador mexicano del siglo xx.<br />

Es algo que se dice, casi de manera unánime. Muchos<br />

ven en su breve obra la culminación de varios procesos<br />

narrativos de la literatura mexicana, al grado de que<br />

Pedro Páramo y El llano en llamas han llegado a tomarse<br />

como dotadoras de sentido para obras anteriores (la<br />

narrativa de la Revolución, la novela cristera). Luego de<br />

la construcción de un discurso canónico a su alrededor, la<br />

obra rulfiana ha excedido los límites de la creación literaria<br />

propiamente mexicana hasta mostrar su influencia en<br />

los mejores escritores de nuestra lengua. La novelística<br />

hispanoamericana de hoy tiene una huella rulfiana<br />

indeleble: la confusión de los planos de realidad, el<br />

complejo entramado de voces, la restauración del tiempo<br />

mítico a partir de la desestructuración del tiempo, los<br />

murmullos que cimbran lejanamente el terreno telúrico<br />

de la lengua. Dos de las novelas más importantes de la<br />

narrativa contemporánea, Cien años de soledad y La virgen de<br />

los sicarios, no podrían existir sin el antecedente de Rulfo.<br />

Carlos Monsiváis, por su parte, ha logrado formular<br />

un discurso que prácticamente incluye todos los aspectos<br />

de nuestra cultura (experiencias, conquistas y gozos<br />

intelectuales del México contemporáneo): ha creado<br />

un sistema literario y formado una red de referentes<br />

culturales que contribuyen, como pocos discursos a definir<br />

el panorama social (político, cultural) de nuestro país.<br />

Polifónica (en el sentido de que confluyen las voces de los<br />

distintos actores sociales), la obra de Monsiváis devuelve<br />

los discursos como un espejo: la clase política, por<br />

ejemplo, ve con terror la obra de un cronista que no hace<br />

más que mostrarles su propio reflejo.<br />

Relacionar las obras de estos dos escritores es un<br />

gran acierto del jurado que integró el Premio Juan<br />

Rulfo otorgado en el marco de la fil de Guadalajara. La<br />

categoría de Rulfo y la calidad de los escritores premiados<br />

dieron prestigio al premio desde su instauración; un<br />

reconocimiento que tuvo como primera intención<br />

cimentar la obra de escritores de gran calidad, aunque no<br />

consagrados.<br />

Los recientes hechos (la polémica protagonizada por<br />

los herederos del autor y los patrocinadores del Premio,<br />

luego de las declaraciones hechas por Tomás Segovia)<br />

obligan a tomar una postura con respecto a este galardón,<br />

una postura a la que los actores intelectuales no deberían<br />

rehuir, ya que se trata de hechos que atañen<br />

a la conformación del poder intelectual. Por un lado,<br />

la posición de Rulfo en el medio cultural es la que define la<br />

dirección del Premio: su oposición al poder hegemónico de<br />

la cultura durante sexenios (por ejemplo, su enfrentamiento<br />

contra Octavio Paz, como documentan los escritores<br />

entrevistados en esta publicación) y la marginación contra<br />

la que luchó la calidad de su obra narrativa. La familia<br />

del escritor, por otra parte, ha esgrimido un argumento<br />

insoslayable que formulo aquí como una serie de preguntas<br />

para las que no tengo respuestas seguras: ¿se debe premiar<br />

a escritores que integraron un grupo opuesto a Rulfo?<br />

¿Se debe premiar a los escritores que simpatizaron con<br />

este autor? ¿Un jurado, en última instancia, premia sólo<br />

“lo literario”? Quienes piensan que se deben omitir las<br />

posiciones políticas para considerar este problema —la<br />

manipulación por omisión— no juzgan dentro de este<br />

orbe: están fuera de la discusión. Pero esta polémica a la<br />

que entraron por propia voluntad los familiares del autor,<br />

tal vez se vuelva contra ellos porque conduce al tema de la<br />

posesión. ¿Quiénes son los dueños de un autor? (No de sus<br />

derechos patrimoniales, sino de él, del creador de la obra).<br />

¿Se puede tomar a Juan Rulfo como patrimonio de mafias<br />

culturales? ¿No debería ser éste el tema a tratar?<br />

El prestigio de Rulfo se ha convertido en un elemento<br />

de concentración de poder a su alrededor. Muy distinto<br />

a poseer los derechos autorales de Rulfo es cosificarlo<br />

—mercantilizarlo— y esgrimir el poder de la verdad frente<br />

a los críticos que intentan comer del fruto del conocimiento<br />

literario: “Fuera del Paraíso Terrenal de nuestro<br />

Infierno particular, de Comala”. Porque la construcción<br />

de un discurso verdadero a modo es el fin último de<br />

esta manipulación llevada a cabo por sus herederosusufructuadores.<br />

Juan Rulfo es de sus seguidores. Las influencias y el<br />

placer de su obra se ganan por el trabajo de sus lectores: no<br />

debe ser propiedad única ni adquirir el dudoso puesto de ser<br />

ostentado como una marca registrada.<br />

El Premio Juan Rulfo no está fuera de las consideraciones<br />

políticas (porque la “marginalidad” no es una definición<br />

literaria): el acto de otorgarlo debe considerar honestamente<br />

los lineamientos del reconocimiento literario a escritores<br />

de bajo perfil.<br />

En este sentido, Carlos Monsiváis encarna un discurso<br />

marginado por el poder intelectual: el del periodismo<br />

literario. Representa una tradición que no ha tenido<br />

la visibilidad necesaria, el periodismo y la crónica: Lizardi,<br />

Prieto, Altamirano, Gutiérrez Nájera. ¡Imposible no ver hoy,<br />

por ejemplo, la obra periodística de Salvador Novo como<br />

uno de los monumentos de nuestra tradición literaria!<br />

Los únicos dueños legítimos de Rulfo son sus lectores,<br />

para los que se publicó esta novela en 1955. Somos los<br />

lectores, los que no queremos ser expulsados de Comala una<br />

vez que Disneyland establezca su sucursal sobre los restos de<br />

Pedro Páramo.


Rulfo: El viajero profundo<br />

i los siglos literarios se reunieran para justificar el<br />

paso de la sensibilidad poética en el tiempo,<br />

seguramente estarían de acuerdo en que en México,<br />

a mediados del siglo xx, un hombre escribió uno de<br />

los mayores y más bellos retratos de la condición humana.<br />

Sabrían que ese raro escritor se llamó Juan Rulfo.<br />

Una mirada que alcanzó a apreciar las cosas más<br />

sencillas, las que nos definen en su transcurrir cotidiano,<br />

las que se pasean en el centro mismo de las fuerzas que<br />

edifican el espíritu. Rulfo contempló al hombre, y luego hizo<br />

una obra que sintetizó en poesía sus caracteres esenciales.<br />

Su obra enérgica, condensada y compleja, persiguió los<br />

cimientos del ser de la misma forma de quien camina por<br />

los interiores de una casa rota y fría. Su lenguaje pausado,<br />

cadencioso, estuvo siempre oscilante entre la materialidad<br />

y el delirio, levitando entre brumas y voces suspendidas de<br />

su cuerpo. Su prosa dejó trazada la geografía magnífica de<br />

un mundo poético, paraíso sensible y purgatorio, donde<br />

sólo es tangible la angustia de evocar lo ya perdido. Desde<br />

el presente muerto se escuchan los recuerdos que afloran<br />

de un silencio antiguo. Los pasos van llenando un territorio<br />

donde nada otorga esa impresión de realidad que todo<br />

ser necesita para habitarse. Por la noche, tal vez por la<br />

madrugada, se escuchan las campanas de un santuario<br />

a donde ya no llegan los rezos. La tierra está muerta desde<br />

hace siglos y los caminos se extravían entre llanuras secas.<br />

¿Qué otra cosa es la existencia de este hermoso páramo<br />

donde llegamos a morir? ¿Qué otra cosa podemos hacer<br />

que darnos cuenta de nuestra condición perecedera y<br />

guardar silencio? Y si tal comprensión llega, ¿qué otro estado<br />

adoptará la escritura que el de la desolación? Es ese lúcido<br />

desánimo de descubrirnos destapados bajo la inmensidad del<br />

tiempo lo que adopta Rulfo en su escritura. En su Comala<br />

los muertos se han dado cuenta de que están muertos:<br />

¿Quieres hacerme creer que te mató el ahogo, Juan Preciado?<br />

Sólo después comienza la historia.Y todo empieza ahí donde<br />

se ven las primeras veredas del lugar fantástico donde se<br />

observa el comienzo de un hermoso vacío: Hay allí, pasando<br />

el puerto de los Comilotes, la vista muy hermosa de una llanura<br />

verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve<br />

Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche.<br />

Entonces marchamos cuesta abajo, a donde se encuentra ese<br />

llano solitario, donde el cielo entorpecido por las estrellas<br />

y la calle sin aire, y la madrugada que apaga los recuerdos,<br />

nos hace sentir el hilito de sangre que se desprende del<br />

corazón un segundo antes de estar muertos. Luego sólo<br />

es posible hablar de espectros, de formas y energías<br />

provenientes del amor, del odio, de la desesperanza. Formas<br />

que deambulan entre los tejados polvorientos y el adobe<br />

resquebrajado. Sí, Rulfo es un escritor que ha sentido<br />

y que ha comprendido la realidad del hombre, porque<br />

Las cursivas en el presente ensayo están<br />

tomadas de Juan Rulfo, Pedro Páramo, México: fce, 1993.<br />

su relato sin tiempo, ahogado de tiempo, comienza en ese<br />

lugar donde la sabiduría y la sensibilidad están listas para<br />

platicar con la escritura sus descubrimientos funestos. Qué<br />

diminuto es el hombre, y qué enorme es el silencio en una<br />

noche hambrienta de término. La novela nos muestra que<br />

sólo hay un tiempo que al avanzar nos extermina. Esto<br />

lo supo Rulfo y por eso en su Comala los muertos siguen<br />

envejeciendo. Él supo crear el sagrado refugio de un sueño<br />

trascendente; mejor imaginar un lugar donde los seres<br />

llegan a reposar su cansancio de inexistencia. ¿Y qué importa<br />

que lo real no exista si el sueño nos ha habitado, si el sueño<br />

retiene la precisa narración de cómo fue nuestro paso por<br />

el mundo? Por eso los personajes de Rulfo están siempre<br />

escondidos debajo de la tierra, desde donde se escucha la<br />

lluvia y detrás de su odio y su locura están ocultos en una<br />

frágil finitud que los arropa en una paz instantánea:<br />

- ¿Dónde te habías metido? Todo el rato que duró la tormenta<br />

te estuvimos buscando.<br />

-Estaba en el otro patio.<br />

-¿Y qué estabas haciendo? ¿Rezando?<br />

- No, abuela, solamente estaba viendo llover.<br />

¿Qué otra cosa es la vida? ¿Para qué decir más si ya<br />

hemos comprendido?<br />

Sólo un hombre que ha descendido sin prisa, y que ha<br />

vuelto en la más dolorosa paciencia puede retornar con la<br />

cualidad necesaria para hacer el dibujo del espíritu humano.<br />

Quien cae con la conciencia, con la esperanza de ver el<br />

fondo, posee una facultad superior. No sabe si volverá,<br />

pero si regresa, si ordena lo que ha visto, si detiene en algo<br />

tangible lo que en sí es vértigo, podrá traernos ese lugar<br />

que se encuentra allá en el fondo: el imposible sitio donde<br />

se observa lo que sostiene todo lo vivo. Rulfo visitó esa<br />

Comala que reposa en fuego profundo. Fue un visionario,<br />

un escritor de profundidades. Y su novela es también un<br />

recorrido, un paseo hechizado por su complejo mundo<br />

interior. Es así como las grandes obras artísticas son las<br />

grandes noticias que nos trae el viajero en su recorrido por<br />

el alma. Rulfo era un viajero tranquilo que recorrió<br />

y conoció el alma humana. Y Rulfo fue un viajero tranquilo<br />

que recorrió y conoció el alma de México como pocos<br />

escritores. En él la palabra es descubrimiento, y ha sido<br />

habitado ya por el paisaje trascendente, por la voz sorda que<br />

ilumina más allá de nosotros mismos.<br />

En la obra de Rulfo se halla esa monumental espera de<br />

la fuerza que arrastra a las criaturas fuera del olvido. Es un<br />

llanto por lo que se acaba, por lo que se ha ido, por lo que<br />

aún padece. Sus muertos aún tienen recuerdos, y en los<br />

cielos de su inframundo todavía se ven caer las estrellas. Después de la muerte todavía hay cosas que buscar y cosas en qué<br />

depositar las esperanzas.Ya sin vida los entes de Comala aún tienen deseos, aún persiguen lo que no obtuvieron cuando<br />

poseían existencia.<br />

— Mejor no hubieras salido de tu tierra. ¿Qué viniste a hacer aquí?<br />

— …Me trajo la ilusión.<br />

— ¿La ilusión? Eso cuesta caro.<br />

¿Qué vinimos a hacer aquí? ¿Qué ilusión nos trajo? Cuando nos demos cuenta de todo eso, sólo nos quedará un poco de<br />

compasión y de tristeza. Sobre todo de tristeza. Rulfo lo entendió y lo expresa en su novela. Pero ahí ya todo ha trascendido:<br />

ahí ya deambula un descanso fantástico, un paraíso alucinado tejido por el genio, un pueblo inextinguible concebido por un<br />

escritor maestro, que ha convertido al sufrimiento en una obra mayor.<br />

Y algo de esa tierra muerta, de esas calles solitarias que pueblan Comala, ha trascendido, porque la muerte, la soledad, la<br />

miseria, el dolor es el mismo en su pueblo fantasma que en el resto de los lugares y las épocas.<br />

Entrevista con ALÍ CHUMACERO<br />

El lunes 23 de octubre a la una de la tarde, Alí Chumacero<br />

nos recibió en el séptimo piso de las oficinas del Fondo de<br />

Cultura Económica, institución en la que trabajó desde hace<br />

cincuenta y seis años. Amable, con una lucidez excepcional<br />

y con un habla casi redactada, nos ofreció esta charla en<br />

torno a Juan Rulfo y su obra.<br />

¿Usted conoció a Juan Rulfo en Guadalajara en el periodo<br />

que vive allá de 1929 a 1937, o lo conoce en la Ciudad de<br />

México?<br />

Conocí a Juan Rulfo apenas y muy ligeramente en<br />

Guadalajara. En 1929 sería imposible porque yo nací en<br />

1918 y yo tenía once años entonces, y él tenía doce. Nunca<br />

lo vi en Guadalajara sino hasta el cuarenta y dos. Después<br />

lo conocí en México e hicimos una gran amistad, sobre<br />

todo con la gente de Jalisco, con Carballo, con José Luis<br />

Martínez, con Arreola. Como me formé en Guadalajara,<br />

y ellos eran todos de por allí pues nos hicimos grandes<br />

amigos. Trabajé junto con Juan en el Instituto Indigenista,<br />

en el Departamento de Publicaciones. Estuve ahí con él<br />

durante un año y llevamos una buena amistad. Cuando me<br />

vine a trabajar al fce, él hizo los libros, y luego me los dio<br />

para entregarlos al director del Fondo. Fueron aprobados<br />

en seguida, e hicimos la edición en la colección Letras<br />

Mexicanas. Allí aparecieron los dos: el libro de cuentos y<br />

la novela célebre. La novela inicialmente tuvo muy poco<br />

éxito, pero después se desató cuando la traducción que se<br />

hizo a algunos idiomas europeos tuvo un éxito tremendo.<br />

✒ Leopoldo Lezama<br />

Entonces pasó a ser la gran novela del siglo xx y yo creo que<br />

de cierta manera lo es. Es una novela en que la imaginación<br />

se confunde con lo que es propiamente la literatura, en que<br />

la imaginación es poesía, en que la imaginación alcanza<br />

los más altos momentos de un hombre solitario, callado,<br />

discreto, decente, limpio, bueno, que tenía una soledad muy<br />

viva. Era un verdadero incendio por dentro y lo supo emitir,<br />

transformar en palabras, y hacer esa novela que para mí es<br />

una novela cumbre; un texto que no sólo revela la imagen<br />

de un pueblo, la imagen de un rincón, el rincón de su tierra,<br />

sino que revela una de las imaginaciones más violentas, más<br />

hermosas, más vivas de la Literatura mexicana. Juan Rulfo<br />

es, pues, una de las figuras que quedarán entre los muy<br />

grandes escritores que llevan la batuta, el mando en nuestra<br />

literatura. Él quedará al lado de los mayores; más aún, su<br />

escasa obra, su pequeñísima obra, es mayor a la de muchos<br />

escritores que han hecho veinte o treinta libros.<br />

Juan Rulfo no sólo tenía mi cariño, sino mi respeto. No<br />

era un escritor pulido en el sentido exagerado de la palabra.<br />

Era un escritor imaginativo, un escritor que se proyectaba<br />

con genio más que con técnica, que sabía que la belleza<br />

es una forma inexplicable que solamente la sensibilidad y<br />

la intuición pueden explicar. Él lo hacía maravillosamente<br />

y ahí está la prueba de su libro que deben leer todos los<br />

mexicanos. Es, diríamos, el último libro de un tema en que<br />

lo local, lo regional hace su aparición, se desarrolla y tiene<br />

una gran importancia. El personaje que apenas aparece, que<br />

casi no aparece, es un gran personaje. Esa es la magia de la


evocación que Rulfo hace de la figura de Pedro Páramo. No<br />

es un personaje que actúe mucho en la novela, pero es una<br />

figura sensacional dentro de los personajes que ha creado la<br />

Literatura mexicana.<br />

¿Qué recuerda de los años del Centro Mexicano de<br />

Escritores en que Rulfo fue becario junto con usted?<br />

Estuvimos juntos en la beca en el cincuenta y uno, y el<br />

cincuenta y dos. Él presentó los cuentos... yo le hice alguna<br />

crítica; él la acogió con mucho cariño, y le dije: Mira esto,<br />

y parece que esto otro está desmedido, y es necesario que lo veas<br />

con más cuidado... y él me dijo que sí, que tenía yo razón.<br />

Cuando lo publicó no le había cambiado ni una coma, ja,<br />

ja, ja. Él estaba convencido de su capacidad, de su calidad,<br />

de su forma expresiva, que no tenía que ver nada con la<br />

mía. Entonces a mí me dio mucha risa y lo felicité, le dije:<br />

“Hiciste bien, porque un escritor en lo posible, si está muy<br />

convencido, debe respetarse a sí mismo y no respetar a los<br />

demás”. Pero nuestras opiniones eran todas justas; no había<br />

de ninguna manera una lucha, una violencia, una grosería,<br />

sino una camaradería. Éramos escritores jóvenes que nos<br />

sentábamos a la mesa a discutir la literatura, de manera que<br />

no había en estas reuniones una oposición, una separación<br />

o una controversia. Había una cooperación; eran opiniones,<br />

correctas además, de gente profesional, de muchachos<br />

enterados de lo que es la literatura, de gente que se iba a<br />

dedicar y que se dedicó siempre a ésta.<br />

¿Cuál fue su relación con él en las décadas posteriores al<br />

Centro Mexicano de Escritores?<br />

Lo seguí viendo normalmente, él estuvo por aquí, en el<br />

Fondo, y un tiempo fuimos compañeros de trabajo en el<br />

Instituto Indigenista. Yo por razones diazordacistas salí del<br />

Fondo una temporada y me fui a trabajar en las ediciones<br />

del Instituto y él estaba allí, de manera que yo lo veía todos<br />

los días. Nos dedicábamos a conversar y compartimos<br />

mucho el tiempo: nueve, diez meses y después volví al<br />

Fondo de Cultura cuando pasó la ola de persecución. Y aquí<br />

estoy todavía, donde llegué hace cincuenta y seis años.<br />

¿Qué opina usted de esta leyenda que se hizo alrededor<br />

de la novela, donde se dice que participó gente en su<br />

formación final, como por ejemplo Juan José Arreola?<br />

Esa es una de las grandes mentiras que se inventan siempre<br />

en torno de una obra maestra. Arreola se juntó con él,<br />

me lo contó aquí en el Fondo de Cultura, y me dijo que<br />

habían visto la novela, la habían manejado entre los dos,<br />

para armarla debidamente, para hacer que funcionara y<br />

que caminara. Porque como estaba hecha en corrientes, en<br />

estratos diferentes, había que ver cómo intercalarlos a fin de<br />

que fuera efectiva. Yo creo que lo lograron muy bien, y digo<br />

lo lograron en plural exagerando un poco. Pero no, no tuvo<br />

absolutamente nada que ver Arreola en la producción de la<br />

novela. También se ha dicho que yo le corregí la novela. Eso<br />

es simplemente una graciosa estupidez. Yo no le corregí ni<br />

una coma a lo escrito por Juan Rulfo, absolutamente nada.<br />

Hice la edición como tipógrafo, soy más que un escritor, un<br />

tipógrafo, un hombre de libros, que hace libros, que sabe o<br />

que supo hacer libros, pues ya se me está olvidando. Pero no<br />

soy una persona que corrija a nadie, y menos a Juan Rulfo, a<br />

pesar de que un día le dije que cambiaría algo en un cuento<br />

y no me hizo caso. Creo que hizo muy bien.<br />

¿Era ese hombre seco, callado, hermético?<br />

Era un hombre muy callado, muy serio, muy tranquilo. Yo<br />

pienso que era un hombre muy decente, muy responsable,<br />

un hombre magnífico, un gran amigo. Y tenía, claro, como<br />

toda persona, sus diferencias, y las decía con cierta claridad<br />

y con cierta malicia. Porque tampoco era un hombre que<br />

permitiera que le inventaran cosas feas y que se quedara<br />

silencioso. Él sabía responder, como todo hombre en el<br />

mundo, pero nunca tuvo en su conducta un momento de<br />

maldad, de mala intención, de desprecio. Fue siempre un<br />

hombre honesto, decente, correcto, a la vez que un gran<br />

artista. Generalmente no se llevan los dos conceptos, pero<br />

en este caso coinciden: él fue un hombre muy decente y<br />

muy buen artista.<br />

No era, de ninguna manera, ese hombre rencoroso...<br />

Decía bromas, como las decimos todos, pero no había en<br />

su hablar, en su opinar, en su rumorear, una cosa grave,<br />

sucia. Eran bromas que divierten, que además son ciertas<br />

siempre y que ayudan a comprender a la persona a la cual<br />

van dirigidas.<br />

¿Qué cosas hablaban... conversaban de literatura?<br />

No, no hablábamos de literatura. Hablábamos un poco<br />

de fútbol, un poco de lo que pasaba en calle, de lo que<br />

sucedía en el narcotráfico, en la política. Él era un hombre<br />

de ideas, no revolucionarias en el sentido fácil de la palabra,<br />

pero no era retrógrado. Él pensaba en el desarrollo de<br />

la sociedad; en política no pertenecía a un partido, no se<br />

lanzaba a luchar. Siempre fue un hombre liberal, un hombre<br />

de izquierda, sencillo, que no se arriesgaba a que lo metieran<br />

a la cárcel.<br />

Él nunca le comentó por qué no quiso publicar más...<br />

No, nunca, eso es muy difícil saberlo. Eso es un fenómeno<br />

psicológico que se puede dar en escritores que han tenido<br />

éxito desde un principio. No hay que olvidar que su libro<br />

de cuentos es un libro magnífico. Su Pedro Páramo vino a<br />

sofocar el libro de cuentos, que es un libro muy bueno,<br />

con algunos cuentos excepcionales que algún día se van<br />

a recoger con más ánimo. No digo que no hayan sido<br />

valorados, digo que no se les ha dado el reconocimiento que<br />

se merecen, pues porque están a la sombra de ese monstruo<br />

tenebroso que es Pedro Páramo, que acalla todo lo que pueda<br />

sobresalir de lo normal...<br />

¿Frecuentaban amigos y lugares?<br />

Juan era un hombre muy poco afecto a ir a espectáculos, a ir<br />

a pasear... nada de eso. Él era más bien un hombre solitario,<br />

un hombre que le gustaba leer, que le gustaba estar con una<br />

persona o dos, conversar con poca gente, evitar el rumor, el<br />

ruido, el voceo, en fin: era un hombre sin amor por la fama.<br />

Al que la fama también lo condujo probablemente a dejar<br />

de escribir, y la gente lo molestaba siempre con la pregunta<br />

¿y cuándo vas a escribir otra novela? Eso a él francamente lo<br />

molestaba mucho, lo ponía de mal humor. ¡Qué les importa!,<br />

me decía a mí, y en realidad pues sí, ¡qué les importa! La<br />

literatura no se da porque yo quiero hacer ahora esto,<br />

sale de manera natural y no es un propósito nada más, es<br />

también una capacidad, una forma de situarse frente a las<br />

cosas, frente a lo que uno piensa, y de ninguna manera<br />

se hace para darle gusto a los demás. Es una forma de la<br />

satisfacción personal. Y él estaba, si no satisfecho, por lo<br />

menos consolado con lo que había escrito, y creo que es más<br />

que suficiente. Lo que él escribió ya lo quisieran muchos [...]<br />

Es un autor maestro, es un autor que tomando unos temas<br />

regionales, muy de su pueblo, los levanta a ser figura dentro<br />

de la Literatura mexicana. Es pues, el gran escritor.<br />

¿Recuerda algo del ambiente que hubo con la muerte de<br />

Juan en enero de 1986?<br />

La muerte de Juan, aparte de lo lamentable, fue para los<br />

amigos muy dolorosa y molesta. Para la literatura fue<br />

nefasta. Y yo pienso que desde el punto de vista puramente<br />

literario, lo que hizo es suficiente para perdurar, para estar<br />

dentro de la gran Literatura mexicana. Era un autor muy<br />

elogiado, muy reconocido en todo el mundo. Él hubiera<br />

sonado incluso, con esa poca obra, para el Premio Nobel.<br />

Entonces para nosotros fue una pérdida muy notable; fue la<br />

pérdida que nos hizo pensar que algo faltaría en la Literatura<br />

mexicana. Faltaba nada menos que Juan Rulfo.<br />

Nunca fue un hombre poderoso económicamente,<br />

fue un hombre modesto. Viajaba porque le pagaban los<br />

viajes. Juan no tenía propiedades, no tenía nada, tenía<br />

simplemente genio, pero el genio no se transforma en<br />

dinero generalmente, sino que se transforma en creación.<br />

Y no era un hombre que tenía una gran casa, ¡vivía en un<br />

departamento! Vivía con sus hijos, con su mujer, y tenía<br />

chambitas modestísimas [...] Vivía al lado de un joven<br />

escritor bárbaro y gran amigo mío, que se llamaba Fernando<br />

Benítez. Vivían juntos y se comunicaban con un aparato de


esos que están de moda [...] eran una pareja muy simpática.<br />

Fernando era un hombre genial, todo lo contrario de Juan:<br />

era un hombre hablador, ocurrente, y la discreción de Juan<br />

Rulfo se contradecía con la superhabladuría de Fernando.<br />

¿Juan leía sus poemas?<br />

No, nunca. Sin embargo, él sabía de poesía. Cuando<br />

entró a la Academia de la Lengua, hizo su discurso sobre<br />

Pepe Gorostiza, que ya es decir, porque escribir sobre<br />

José Gorostiza, pues no es muy fácil. José Gorostiza es el<br />

poeta más difícil que ha dado México, y él leyó su discurso<br />

refiriéndose a su poesía, de modo que era un hombre que<br />

sabía de lo que hablaba. Lo que él conocía era la prosa, sobre<br />

todo novela; era un hombre claro, y cuando lo nombraron<br />

académico, pues a mí me extrañó mucho que hablara sobre<br />

poesía. Pudo haber hecho un ensayo sobre Martín Luis<br />

Guzmán, sobre Mariano Azuela, sobre Federico Gamboa,<br />

en fin. Y no, eligió a José Gorostiza, cosa que a mí me dio<br />

mucho gusto: que un prosista que era muy poético, muy<br />

lírico, escribiera sobre un poeta.<br />

No era entonces ese hombre poco letrado...<br />

No tenía por qué serlo, no, no [...] Yo creo que ni sabía<br />

gramática, y el escritor no tiene por qué saber gramática;<br />

debe saber escribir. La gramática que la sepan los profesores.<br />

El escritor no, en todo caso que le dé el texto a un corrector<br />

de pruebas, y ése le pone los plurales correctos y las comas<br />

en su lugar.<br />

¿Era muy aficionado a la bebida?<br />

Sí, y eso me parece muy bien. Me parece una cualidad.<br />

García Márquez, Borges, Fuentes lo ponen entre los más<br />

grandes escritores universales. ¿Usted comparte esta<br />

opinión?<br />

Sí la comparto y además lo es muy singularmente. Es muy<br />

difícil encontrar en su prosa los antecedentes. Es verdad que<br />

ahí está el Surrealismo, está un tipo de literatura que es la<br />

contraria a Borges, sin que yo quiera decir que Borges no es<br />

el monstruo que es; el gran escritor. Pero Borges es otro tipo<br />

de escritor; él va más por el lado de Arreola, una escritura<br />

donde domina la agudeza, la inteligencia, a veces la maldad,<br />

a veces la razón. Y en Juan Rulfo domina la intuición, la<br />

poesía [...] logró crear una literatura que hace difícil buscar<br />

los pasos para llegar a ella, es decir, los antecedentes. No es<br />

el escritor que imita a. No se descubre a primera vista<br />

el maestro de Juan Rulfo, por lo menos yo no lo descubro.<br />

¿Perdimos al mejor escritor mexicano?<br />

No. No hay mejor ni peor. Perdimos a un escritor que está<br />

dentro de una veta importantísima, pero son muchas las<br />

vetas. Cuando murió Reyes, por ejemplo, pues era el gran<br />

monstruo terrible, el gran viejo, que era mucho menos<br />

viejo que yo [...] Y pues nunca se trastorna la literatura.<br />

Hay muchas otras formas de escribir: se murió Rulfo, se<br />

murió Arreola, se murió Villaurrutia, otro gran escritor...<br />

se van a morir todos los demás. De aquí a cien años todos<br />

calacas, ¡ni uno vivo!<br />

Ni uno vivo, maestro, pero a lo mejor usted sí.<br />

Yo sí, mira: yo voy a morir a los quinientos años, y no voy<br />

a morir de patada de pulga. Yo voy a morir a puñaladas,<br />

asesinado por un marido celoso.<br />

Alguna cosa más que no sepamos, que quiera contar.<br />

No, yo no fui tan su amigo para hablar mal de él.<br />

Al final, Alí Chumacero nos comenta que entre sus papeles<br />

conserva un cuento inédito de Juan Rulfo, que sacaron de<br />

El llano en llamas por considerarlo de mala calidad. Lo único<br />

que sabemos de ese cuento, según palabras de Chumacero,<br />

es que transcurre en el mar y que el personaje principal es<br />

José Revueltas.<br />

La leyenda de mi intervención en Pedro Páramo<br />

Hace ya tiempo, tal vez unos dos años, vino Roberto<br />

García Bonilla a mi casa para traerme copia del borrador<br />

de un libro suyo intitulado Un tiempo suspendido: Cronología<br />

de la vida y la obra de Juan Rulfo, y a pedirme que le echara<br />

aunque fuera una mirada, por si algo no estaba bien. Le<br />

eché la mirada y vi que era un trabajo concienzudo (debe de<br />

haberle llevado bastante tiempo), pero marqué unas cuantas<br />

erratas o inexactitudes, y sobre todo algunos pasajes que<br />

urgentemente pedían aclaración, pues, tal como estaban,<br />

podrían mal informar a los lectores. Y allí acabó la cosa. Ni<br />

sé si el libro se ha publicado ya, ni he vuelto a ver a García<br />

Bonilla, cosa que me fastidia, porque varios de esos pasajes<br />

me atañen a mí.<br />

Tengo aquí la copia, que consta de 220 hojas más 30<br />

de “bibliohemerografía”. Allí leo (hoja 174): “Sobre la<br />

terminación de la novela de Rulfo se cierne una leyenda: la<br />

ayuda que recibió su autor, particularmente la corrección<br />

final de Alí Chumacero y Antonio Alatorre”. Y leo también<br />

(hoja 175) algo que yo digo en la nota última de mi artículo<br />

“La persona de Juan Rulfo” (Literatura Mexicana, vol. x, pág.<br />

245): la “leyenda” de que hice correcciones en Pedro Páramo<br />

es “¡falsa, falsísima!”<br />

Pero el libro de García Bonilla no sólo me hace saber<br />

que la leyenda sigue viviendo, sino que me revela algo<br />

que yo ignoraba. Allí se lee (hoja 138) que en 1979 “Rulfo<br />

pidió a José Luis Martínez, director del Fondo de Cultura<br />

Económica, la revisión de El llano en llamas y de Pedro<br />

Páramo” porque no estaba “plenamente satisfecho con<br />

los cambios que se habían hecho por sugerencia de los<br />

editores Antonio Alatorre y Alí Chumacero”; y en seguida<br />

estas palabras de Felipe Garrido, que en 1979 era gerente<br />

de producción del Fondo: “Un par de días por semana iba<br />

a sentarme con Rulfo..., y durante unas tres horas leíamos<br />

juntos los textos y él iba haciendo cambios. Al comparar la<br />

edición corregida −publicada en 1980− con las anteriores,<br />

se advierten fácilmente las diferencias. Por ejemplo, Rulfo<br />

volvió a poner hidrante donde Alatorre había puesto<br />

vertedera”; y, siempre según Garrido, al tachar la palabra dijo<br />

Rulfo: “No se por qué me dejé convencer por Antonio;<br />

en su pueblo dirán vertedera, en el mío decimos hidrante”.<br />

Esto es puro cuento. Lo que sucedió es muy<br />

otra cosa. Hay un fragmento de Pedro Páramo que<br />

bellamente comienza así: “En el hidrante las gotas<br />

caen una tras otra. Uno oye, salida de la piedra el agua<br />

clara caer sobre el cántaro”. Y poco después: “Se<br />

oyen las gotas de agua que caen del hidrante sobre<br />

el cántaro raso”. Pues bien, una vez (nos veíamos muy de<br />

vez en cuando en cuando desde que él se vino a México)<br />

le dije a Rulfo, palabras más, palabras menos: “Es curioso<br />

que llames hidrante a eso. En Autlán lo llamamos filtro, y los<br />

hidrantes son esas tomas de agua que hay aquí y allá, a donde<br />

va la gente humilde a llenar sus cántaros”. Eso fue todo. En<br />

1955, cuando se imprimió Pedro Páramo −y, según el colofón,<br />

“cuidaron la edición José C. Vásquez y Alí Chumacero”−,<br />

todo mi tiempo era para el Colegio de México: dirigía mal<br />

que bien el Centro de Estudios Filológicos y me ocupaba<br />

sobre todo de la exigentísima Nueva Revista de Filología<br />

Hispánica. El enorme absurdo de convertirme en “editor” de<br />

la novela de Juan sirve de sostén para un absurdo aún más<br />

enorme: el de hacerme meter esa palabreja. ¿Qué diablos<br />

es vertedera? Tengo que acudir al diccionario, y veo que es<br />

una “especie de orejera que sirve para voltear y extender la<br />

tierra levantada por el arado”. Me pregunto qué especie de<br />

marciano habrá hecho que de una vertedera caigan gotas de<br />

agua clara.<br />

Felipe Garrido aparece citado otras veces: dice que el<br />

original que se mandó a la imprenta tiene “cambios, aunque<br />

todos son meros retoques, unos de Alí Chumacero, otros de<br />

Alatorre” (hoja 158); dice que “muchos de los retoques que<br />

hicieron Alí y Alatorre los aceptó Rulfo, y son los cambios<br />

que tiene cualquier original” (hoja 149); y dice, finalmente:<br />

“En cuanto a Alatorre, pues ahí está su caligrafía; los<br />

cambios que hizo son pocos; la mayoría son de Alí” (hoja<br />

175). Garrido es hombre serio, y amigo mío además.<br />

Por eso me molestan esas mentiras que él, obviamente,<br />

cree verdades. Se me ocurre presentar documentos bien<br />

certificados y autenticados y sellados que atestigüen que yo<br />

dejé de trabajar en el Fondo de Cultura Económica en 1947.<br />

Se me ocurre emplazar a Felipe para que ante un tribunal<br />

demuestre que en el original que se mandó a la imprenta<br />

hay “caligrafía” de Alatorre. Se me ocurre... Pero en seguida<br />

me sereno. ¡Bah! Ciertamente la gente que lea los anteriores<br />

pasajes va a pensar muy mal de mí. ¿Y? ¡Qué más da!<br />

La última vez que hablé con Rulfo<br />

Cuando el señor Miguel de la Madrid comenzaba a recorrer<br />

el país “promoviendo” su candidatura a la presidencia,<br />

me llegó un día, por teléfono, una voz femenina para


notificarme que el candidato deseaba ardientemente<br />

reunirse en Guadalajara con los más destacados intelectuales<br />

y artistas jalisciences, residentes en Jalisco y también en el<br />

Distrito Federal, con objeto de tener un “coloquio” sobre<br />

temas y problemas culturales. Y agregó la voz telefónica que<br />

yo estaba cordialmente invitado a ser uno de los asistentes;<br />

un avión del pri nos llevaría a Guadalajara, tendríamos el<br />

“coloquio” por la noche, y al día siguiente nos traería el<br />

avión a México.<br />

A punto estaba de contestar que yo no me metía<br />

en esas payasadas, cuando me vinieron a la cabeza,<br />

como relámpago, unas palabras de Luis González. Yo le<br />

había contado que varias veces me habían invitado a los<br />

“desayunos de los lunes” en los que el presidente Echeverría<br />

se hacía acompañar de intelectuales, y que siempre había<br />

contestado “No, muchas gracias”, y entonces me dijo<br />

Luis: “Pues has sido un tonto. Yo sí he aceptado, y puedo<br />

asegurarte que te pierdes de un folclor bastante divertido”.<br />

Por eso ahora, en vez de decir “No, muchas gracias”, acepté<br />

la invitación, y con regocijo: se me estaba ofreciendo en<br />

bandeja la oportunidad de presenciar algo de ese folclor;<br />

además, les haría a mi madre y a mis hermanas una visita<br />

sorpresa, pagada —¿quién lo hubiera dicho?— por el pri.<br />

(Otro invitado, Moisés González, del Colegio de México,<br />

aficionadísimo al fútbol, me dijo que había aceptado porque<br />

el día siguiente, domingo, iba a haber un gran encuentro<br />

entre el Guadalajara y el América.)<br />

Me imaginaba que iríamos muchos, pero sólo fuimos<br />

cuatro. Nos instalaron a los cuatro en el Camino Real, y a<br />

media tarde nos convocaron a todos a una reunión previa<br />

en el lobby del hotel. Allí un individuo calvo y chaparro,<br />

con facha de politiquillo, nos espetó una breve alocución<br />

cuya esencia era la siguiente: “Exprésenle ustedes al<br />

señor licenciado sus deseos de que a la cultura del país<br />

se le aplique una dosis extrafuerte de nacionalismo”.<br />

Yo, la verdad, me sentí ofendido. ¿Qué idea tenía de<br />

los intelectuales ese calvito que creía que se nos podía<br />

“adoctrinar” como a niños de kinder? Tuve que decirle que<br />

ésos no me parecían buenos modos, y que cada quien podía<br />

decir lo que se le antojara, pero él capoteó la embestida<br />

como buen diestro, y yo me callé la boca. Sólo pensé: Ya<br />

estamos metidos en el folclor. ¡Buen comienzo!<br />

Al “coloquio”, celebrado en una casa particular, precedió<br />

una cena de gala. El candidato llegó con más de dos horas<br />

de retraso (en la mañana había estado en Colima, y la cosa<br />

había durado más de lo previsto). Venía con una numerosa<br />

comitiva, y en ella, entre guaruras y achichincles, ¡a quién<br />

veo, sino a Juan Rulfo! Sentí una punzada en el diafragma.<br />

¡Y qué cara la de Juan! Cara de mucho sufrimiento,<br />

de enorme cansancio.<br />

Inmediatamente los mozos dejaron de servir jaiboles y nos<br />

sentamos todos a la mesa, Rulfo a la derecha del candidato.<br />

La cena fue rápida; aún no acababa de servirse el café y el<br />

coñac, cuando —¡tilín, tilín!— empezó el “coloquio”. Habló<br />

primero un pintor, que hizo exactamente lo que había pedido<br />

el “adoctrinador” (cuyo nombre, por cierto, supe más tarde:<br />

Carlos Salinas de Gortari). El arte, dijo ese pintor, andaba<br />

de capa caída en México porque estaba desnacionalizándose<br />

a una velocidad alarmante. En seguida otro pintor,<br />

denodadamente, puso como ejemplo concreto a José Luis<br />

Cuevas, cuyas obras debieran quedar censuradas y proscritas<br />

(¿o quemadas?). El tercero fue un literato, cronista oficial de la<br />

ciudad de Guadalajara, que le dijo al candidato más o menos<br />

esto: “Si llega usted a la presidencia, como todos esperamos,<br />

ojalá atienda también al terreno de la literatura, donde<br />

está ocurriendo la misma tragedia. Aquí en Guadalajara,<br />

las librerías están llenas de traducciones de novelas<br />

extranjeras. De eso se nutren los jóvenes y, lógicamente,<br />

se desmexicanizan y se echan a perder”. Al oír tamaña<br />

monstruosidad, no pude aguantarme. Abandoné la cómoda<br />

postura de espectador, pedí la palabra y dije más o menos<br />

esto: “Aquí hay algo que rechina. Yo, que conocí a Juan Rulfo<br />

aquí en Guadalajara en 1944 o 45, puedo afirmar (y él no me<br />

dejará mentir) que lo que él leía eran puras traducciones de<br />

novelas gringas, ¿y acaso hay, en todo el mundo, alguien que<br />

no lo sienta mexicano o lo vea echado a perder?”<br />

Se me olvida qué sucedió después. Lo que recuerdo<br />

es que, en vista de lo avanzado de la hora, el famoso<br />

“coloquio” terminó muy pronto, sin pena ni gloria (o mejor,<br />

con bastante pena y nada de gloria).<br />

Al final estuve platicando unos momentos con<br />

Juan. “¿Qué te pasa? ¿No te sientes bien?”, le dije; y me<br />

contestó: “¡Ay, Antonio! ¡Si supieras qué cansado estoy, qué<br />

desesperado…!”, y algo me habló de sus cuitas. Le dije:<br />

“¿Y por qué soportas esto? Aprende a Arreola, que vive aquí,<br />

y fue invitado, pero no vino”. Y me contestó: “Yo no puedo<br />

hacer como Arreola. Estoy atrapado, Antonio. ¿Cómo<br />

quieres que me zafe?”<br />

Fue la última vez que hablé con él. (Hacía mucho que no<br />

nos veíamos sino muy de cuando en cuando). Sentí mucha<br />

tristeza, mucha lástima. ¡El autor de esa joya que es Pedro<br />

Páramo arrastrado así, para adornar o ennoblecer con su<br />

presencia el abyecto circo priísta! ¡Qué doloroso!<br />

Post scriptum<br />

A quienes me preguntan qué opino del pleito que se ha<br />

entablado para eliminar del “Premio Juan Rulfo” el nombre de<br />

Juan Rulfo, les contesto que me parece una tontería. El hecho<br />

de que ese premio se haya llamado así significa un homenaje al<br />

gran escritor, y lo que pretenden los pleitantes es quitárselo. Se<br />

trata, a lo que entiendo, de convertir el nombre “Juan Rulfo”<br />

en etiqueta comercial, en marca industrial registrada, lo cual,<br />

según yo, no es prestigiarlo y engrandecerlo, sino enturbiarlo<br />

y achicarlo. Por lo demás, si el tribunal falla a favor de los<br />

pleitantes, no va a suceder nada. A los futuros premiados les<br />

dará lo mismo si los cien mil dólares se llaman, por ejemplo,<br />

“Premio Juan José Arreola” o “Premio José Luis Martínez”,<br />

valga lo que valga, tal es mi opinión.<br />

Amo al escritor, y me es indiferente el hombre...<br />

Maestro, ¿en qué año<br />

conoció a Juan Rulfo y qué<br />

impresión tuvo de él?<br />

Yo conocí a Rulfo en<br />

cincuenta, cincuenta<br />

y uno en Guadalajara.<br />

A Guadalajara<br />

recalaban de cuando<br />

en vez jalisciences<br />

o heredojalisciences<br />

como dice Alí Chumacero,<br />

que iban a pasar allá sus<br />

vacaciones, a olvidarse de<br />

la Ciudad de México y ver a sus<br />

viejos amigos. Llegaba Arreola;<br />

a mí me dejó fascinado él porque<br />

hablaba y hacía pirotecnias con<br />

el lenguaje. Y lo más hermoso es<br />

que esas pirotecnias no se quemaban en el aire;<br />

estaban tan cargadas de sentido que al caer sabían a cosas<br />

que tú estabas necesitando para ser mejor escritor. Iba<br />

Agustín Yáñez, Juan Rulfo […]<br />

Rulfo fue un hombre huraño, muy bueno para<br />

conversar de aparecidos, de cosas que le han sucedido<br />

en su pueblo. Casi no hablaba de literatura. Hablaba de<br />

algunos autores importantes que yo leí gracias a él: a Jean<br />

Giono, un autor francés. Leí Nacimiento de la odisea, Juan<br />

Azul; a Panait Istrati también lo leí gracias a Rulfo. Autores<br />

raros, escandinavos [...] Rulfo nunca miraba de frente,<br />

era una mirada que se avergonzaba de mirar de frente.<br />

Al mismo tiempo estaba listo para darte una puñalada.<br />

Rulfo era un hombre malo. Como ser humano era un<br />

hombre muy acomplejado. Quería ser el mejor, y no podía<br />

en la vida diaria, cuando en la literatura llegó a ser uno<br />

de los mejores, y no de la Literatura mexicana, sino de la<br />

literatura universal. Ya había sucedido lo de El llano<br />

en llamas, y empezaba a conocer las mieles de la literatura<br />

y no las hieles, que no las conoció.<br />

Hay autores que vivieron sojuzgados por otras<br />

personas, por cierto afán de buscar cosas nuevas, algunos<br />

críticos subieron a Rulfo. Un juicio cuando mucho dura<br />

veinticinco, treinta años. Tú estás exhumando gente que<br />

habían dado por muerta críticos de hace treinta años,<br />

y en tu generación la lees y dices: “Este señor es tan nuevo<br />

como el periódico de hoy.” Y sientes que tú lo lanzaste<br />

a la publicidad, hiciste críticas elogiosas de acuerdo con<br />

tu sistema de valores, con tu estética, tu ética, tu retórica,<br />

tu preceptiva, tus conocimientos filosóficos,<br />

Entrevista con EMMANUEL CARBALLO<br />

Por Leopoldo Lezama<br />

antropológicos, sociológicos. Todo<br />

eso lo pones en práctica y en<br />

ese momento pega. La<br />

literatura es un ir<br />

y venir del péndulo<br />

de un reloj:<br />

la aceptación,<br />

que va caminando<br />

hacia el rechazo,<br />

y a la mitad está<br />

la indiferencia. Rulfo<br />

ya no está en el halago<br />

permanente sino que un poco<br />

ya en la indiferencia, caminando<br />

hacia el olvido. Cosa que<br />

le pasó a Arreola. Yo confié mucho<br />

en Arreola, pero nunca logré que fuera<br />

el gran escritor. En cambio Rulfo no necesitó<br />

mucha ayuda. Rápidamente fue un consenso<br />

general. La primera traducción se hizo al alemán,<br />

la hizo Mariana Frenk, y funcionó en alemán, y funcionó<br />

en francés; en España se vendió, en América del sur; llegó<br />

a Italia, llegó a Inglaterra, llegó a los países asiáticos, llegó<br />

a todas partes. Un fenómeno. Y aparte de su literatura él<br />

era visto como un ser huraño, porque el mundo no valía<br />

la pena. Para qué se reía si el mundo no valía la pena, una<br />

sonrisa era de más, el mundo no la necesitaba.<br />

De no tener nada, llegó a tenerlo todo. Su mujer, Clara<br />

Aparicio, no era golpeada por Rulfo, pero sí era muy mal<br />

tratada, mal-tratada, no maltratada. No entendía con quién<br />

estaba casada. Rulfo tenía un pariente, Pérez Vizcaíno, que<br />

hacía radionovelas en la xew. Hizo una muy famosa que se<br />

llamaba Anita de Montemar, que fue una de las más grandes<br />

radionovelas que se oían en la xew en toda América Latina.<br />

Le decía Clara a Juan: “¡Ay Juan! Deja de escribir esas cosas<br />

que nadie entiende, tan feas, tan sucias, tan cochinas, y las<br />

cosas que hacen los personajes [...] debías de escribir como<br />

tu primo, él sí hace literatura, fina, dulce, que le ayuda a la<br />

gente a ser mejor”. Y ahora, Clara Aparicio es la viuda que<br />

hace marca industrial en nombre de su marido para dos<br />

cosas: o se le está cayendo el negocio a Juan Rulfo y quiere<br />

hacer ese escándalo para revivirlo, o quiere intervenir<br />

en escoger ella a los candidatos y los triunfadores del<br />

Premio fil de cada año que llevan el nombre de Rulfo.<br />

Es muy lamentable, los hijos de Rulfo nunca salían de las<br />

habitaciones cuando él estaba presente.<br />

Yo me acuerdo que cuando escribió Pedro Páramo<br />

vivíamos en el mismo edificio. Estábamos recién llegados


de Guadalajara; subió a vernos. Pensaba que traíamos<br />

tiliches inservibles y que éramos unos huarachudos, no<br />

tenía idea de que era una familia importante la nuestra<br />

en Guadalajara. Y había una cosa: que toda la gente tenía<br />

refrigerador, estufas Acros que vendía Juan José Arreola.<br />

Entonces rápidamente compró un refrigerador para Clarita.<br />

Siempre estaba en competencia con los demás y quería<br />

tener las mejores cosas. Después, descubrí un departamento<br />

en un edificio que estaba en la calle de Nazas, junto al ifal<br />

y le dije a Juan: “Acompáñame a ver este departamento,<br />

a mí me gusta mucho, me gustaría cambiarme.” Había<br />

una Librería de Cristal abajo y el ifal estaba a dos puertas.<br />

Él me dijo: “No, hombre, no te conviene. El hombre es<br />

muy, muy difícil, el vecindario muy desagradable. No te<br />

conviene.” Y uno recién llegado cree que le están diciendo<br />

la verdad y que no está haciendo una de las suyas [...] Yo<br />

seguí viviendo en Tigris, y Rulfo a los quince días se cambió<br />

a ese departamento. Cosas así de gente mal nacida, que no<br />

respetaba. En lugar de ayudar a un paisano que llegaba, que<br />

había escrito sobre él, que teníamos una buena amistad [...]<br />

No quería que vivieran en el mismo lugar...<br />

O quería un mejor departamento, que no lo tuviera yo<br />

sino él. Por eso me da toda la lista de los defectos tanto del<br />

edificio como del dueño, para que yo me desanime [...] Eso<br />

lo cuento por ahí.<br />

Estábamos en el Centro Mexicano de Escritores. Él<br />

era una especie de supervisor y al mismo tiempo becario.<br />

Era una gente muy querida por Margaret Shedd que era<br />

la directora. Difícilmente había un par que se le pudiera<br />

poner enfrente, estaba escribiendo Pedro Páramo. Yo corregía<br />

pruebas para alcanzar a redondear mi presupuesto en<br />

el Fondo de Cultura Económica. Y me tocó corregir las<br />

páginas de Anderson Imbert, la Historia de la literatura<br />

hispanoamericana, y corrigiendo me encontré una escritora<br />

chilena, María Luisa Bombal, de 1920. El señor Anderson<br />

Imbert no te analiza los libros, te cuenta las historias de<br />

cada libro, y gracias a eso vi que lo que estaba haciendo<br />

Rulfo era lo que hizo María Luisa Bombal. El personaje era<br />

Susana San Juan, muy importante [...] No era un plagio y<br />

puedo asegurarlo, no era plagio, Rulfo no conocía la novela.<br />

Pasamos un día entero en la librería Robredo, donde está el<br />

Centro…<br />

De los Porrúa…<br />

Sí, eran Porrúa, Jerónimo y Rafael Porrúa; ahí estaba la<br />

librería, en Guatemala y Argentina. Por fin lo encontramos.<br />

Rulfo se metió a su casa, lo leyó, no siguió adelante con el<br />

plan que tenía. Enloquece a Susana San Juan y surge, poco a<br />

poco, poco a poco, Pedro Páramo, hasta que es el personaje<br />

central de la obra. Y la otra es una loca, perdió la razón,<br />

la adora Pedro Páramo pero no puede desposarla siendo<br />

una loca. Cambia totalmente. Esa fue una aportación.<br />

Yo de ninguna manera diría que Rulfo era plagiario, que<br />

estaba plagiando a la Bombal. No, era una coincidencia.<br />

Después de Homero todos somos plagiarios [...] La única<br />

cosa importante es cómo lo escribes tú [...] Y Rulfo era<br />

un escritor jaliscience de la clase media deprimida por la<br />

Revolución, por las muertes terribles de su familia, que<br />

estuvo de expósito en un colegio muy severo en sus reglas,<br />

que casi no cobraba: el Colegio Luis Silva. Tenía motivos<br />

que cobrarle a la vida: la muerte de su padre, sus hermanos.<br />

Vivió muchas tragedias.<br />

¿Era un ser rencoroso?<br />

Sí, quizá rencoroso con el mundo porque el mundo fue<br />

malo con él y con su familia. Ese es mi primer acercamiento<br />

a Rulfo, con sus luces y sus sombras.<br />

Entonces Susana San Juan era el personaje principal de la<br />

novela, no Pedro Páramo.<br />

Por lo que me leía Rulfo, y lo que leía en el Centro<br />

Mexicano de Escritores.<br />

Maestro, en 1954 usted publica su célebre ensayo “Arreola<br />

y Rulfo cuentistas”, y ahí usted ya se da cuenta de que<br />

Rulfo va por muy buen camino. ¿Cómo se da cuenta de que<br />

Rulfo es un gran escritor?<br />

Es que yo tuve la ventaja de leer antes que El llano en llamas<br />

una revista: Pan, no el partido político, sino el dios griego,<br />

que hacían Arreola y Alatorre. En los años cuarenta, una<br />

revista de papel amarillo... eran cuatro u ocho páginas, y<br />

publicaban textos que ellos consideraban importantes.<br />

Y hay un epistolario que yo he leído alguna vez de las<br />

cartas que Arreola y Alatorre se intercambiaban, cuando<br />

Arreola estuvo becado para estudiar actuación, la Comedié<br />

Française. Y le dice en una carta: “Acabo de encontrar a un<br />

muchacho muy extraño; tiene una excelente colección de<br />

discos, sabe mucho de novela norteamericana y escribe<br />

burro con “v” chica.” Habla de sus cualidades y de una<br />

ortografía que le falta mucho [...] Le pidió un cuento a<br />

Juan Rulfo, que es “Macario”, que es un lindo monólogo<br />

interior. Salió en Pan, “Nos han dado la tierra”, y yo ya<br />

tenía idea de que Rulfo las podía. Yo trabajo en el Fondo<br />

de Cultura, por fuera, ayudándole a corregir galeras a Alí<br />

Chumacero. Vi en primeras pruebas de página los otros<br />

cuentos, y pues se requiere estar ciego para no ver que<br />

Rulfo es un gran cuentista. Cuando leí “Luvina”, quedé<br />

verdaderamente obnubilado. Pocos textos tan hermosos se<br />

han hecho en México y en lengua española como “Luvina”.<br />

Cuando leí “Anacleto Morones”, un cuento desde el punto<br />

de vista sociológico y religioso, contra los habladores, los<br />

simuladores, los que sacan el dinero a la gente hablando<br />

de milagros y de vírgenes y de santos [...] Es un cuento<br />

para mí maravilloso, excelente. Como cuentista me<br />

dejó maravillado, y empezó a hacer la novela, y ahí hay<br />

muchas incógnitas que no se han revelado. Yo no puedo<br />

hablar mucho porque no participé en eso; pero Arreola y<br />

Chumacero, sí. Él tenía una serie de fragmentos y le faltaba<br />

unirlos. Entonces le aconsejaron que pusiera los fragmentos<br />

más o menos en orden y pensara en las elipsis: “Han pasado<br />

una serie de cosas que me callo, y tú lector tienes que<br />

adivinar cuáles son”. Y con esa técnica hizo Pedro Páramo,<br />

y Arreola con esa técnica hizo La feria. Hay puntos de<br />

contacto estructurales entre La feria y Pedro Páramo.<br />

¿Usted piensa que Arreola le pudo haber ayudado a Juan<br />

Rulfo en la organización de la novela?<br />

Sí, por supuesto. En la mesa de la cocina o del comedor<br />

de Arreola. Arreola hizo la primera, de acuerdo con él, de<br />

cómo ordenar los fragmentos de Rulfo. Rulfo se indigna y<br />

le parece que no es cierto. Chumacero le ayuda a ordenar<br />

las cosas: ortografía, todas las cosas que le fallaban, la<br />

sintaxis, las comas, y dejan un libro bien hecho. Y Alí<br />

comete un error verdaderamente tan grande como la Torre<br />

Latinoamericana, cuando hace la crítica de Pedro Páramo en<br />

el suplemento de Novedades, en el que dice que es una novela<br />

realista; una novela más bien hecha en la tradición de la<br />

novela rural revolucionaria, cuando no tenía que ver con la<br />

Revolución. Era, no contrarrevolucionaria, pero hablaba de<br />

todos los errores de la Revolución Mexicana.<br />

No le auguró un buen destino…<br />

Vio que era una novela común y corriente, cuando él había<br />

ayudado a ordenarla [...] Cuando veía que una coma, alguna<br />

cosa no funcionaba, metía la mano. Ahora, el mérito total<br />

es de Rulfo. Tú ayudas, tú has tenido ayuda, yo he tenido<br />

ayuda, todos hemos tenido ayuda. Todos llevamos, sobre<br />

todo cuando somos jóvenes, nuestros textos a personas<br />

mayores para que te ayuden a ver las cosas.<br />

Usted, maestro, como crítico, ¿qué grandes valores literarios<br />

ve en la novela de Rulfo?<br />

Pues mira, la simultaneidad de planos, el paso lento, el<br />

monólogo interior, el uso de la elipsis. Es interesante: yo leo<br />

la última y la primera edición. La primera edición de Pedro<br />

Páramo tenía separaciones entre fragmento y fragmento:<br />

dejaba unos cuadratines en blanco y empezaba el nuevo<br />

fragmento. Y era más fácil leerlo, ahora que juntó todo y<br />

que el lector tiene que trabajar más y tiene que ser más<br />

justo para entenderlo. Y en las primeras ediciones pensaba<br />

más en el lector. Ahora, el autor y el lector tienen una<br />

complicidad según la nueva estética. Y entre los dos hacen la<br />

novela cuando se juntan en un punto intermedio. Hay tantas<br />

versiones de la novela como ejemplares se editaron. Ya no<br />

hay una sola versión como en el siglo xix. Deja el realismo<br />

pedagógico que trajo la novela del Periquillo, hasta finales del<br />

siglo xix, hasta Gamboa, López Portillo, Rafael Delgado [...]<br />

Ya no es la novela revolucionaria [...] Y Rulfo habla mal de<br />

la Revolución, no porque sea un ideólogo, sino porque en<br />

carne propia vio la brutalidad. “Nos han dado la tierra”, ¿qué<br />

tierra les dieron? Son puras piedras y no se puede sembrar<br />

nada. El Estado solamente se acuerda de nosotros cuando<br />

uno de nuestros muchachos baja, mata a un cristiano y se va<br />

a refugiar al pueblo.<br />

Usted en una ocasión dice que con Rulfo, y con Arreola<br />

también, comienza y termina una etapa de la Literatura<br />

mexicana. ¿Cuál cree que es la etapa que termina?<br />

Fíjate, cuando pone la cuestión de [“La herencia de] Matilde<br />

Arcángel” [...] Cuando Rulfo se instala en la ciudad, fracasa.<br />

Y muchos escritores posteriores cuando quieren hablar del<br />

campo fracasan. Después de Rulfo ya no se puede hablar<br />

del campo mexicano durante un buen número de años.<br />

Después se hablará de otra manera. Ya se había hecho la<br />

Novela de la Revolución, y Rulfo es el epígono. Y se acabó.<br />

Yáñez y Rulfo: Al filo del agua y Pedro Páramo.<br />

¿Y qué nueva era comienza Rulfo?<br />

Empieza una novela que, basándose en el campo, es<br />

universal. En Beirut, en Moscú, en Berlín, en Santiago de<br />

Chile, en Buenos Aires, en Ottawa, se entiende como si<br />

fuera de Ottawa o Buenos Aires. Es mexicana y al mismo<br />

tiempo es universal. Es la primera obra importante que<br />

ya no es solamente mexicana. Ahí tiene una ventaja Rulfo<br />

sobre Arreola. Arreola tiene muy cercanas a sus influencias:<br />

Borges, Kafka, y en ciertos momentos se trasluce mucho<br />

la influencia de uno y de otro. Y Rulfo sabe esconder<br />

muy bien sus influencias y parece que él lo inventó todo.<br />

No se descubre, es muy hábil, es más hábil que Arreola.<br />

Arreola hace la cosa del campo, lo hace muy bien en La<br />

feria. Pudo ser un escritor realista Arreola, en lugar de un<br />

moralista abstracto. Tiene otro texto: Hizo el bien mientras<br />

vivió, que fue el primer texto que escribió, muy bonito; la<br />

ingenuidad, casi el diario de un aspirante a santo [...] Esa<br />

cosa de la piedad en Arreola es muy importante, la burla<br />

satírica, sangrienta. Estaba pensando en este cuento del<br />

viejito que va con su linterna, “El guardagujas”, y en cierto<br />

sentido tiene algo que ver con “La autopista del sur” de Julio<br />

Cortázar, sin que se conocieran antes. Hay coincidencias.<br />

En cierto sentido, esa cosa de manejar a la gente [...] Sería<br />

interesante ver esa cosa.<br />

Los personajes de Rulfo están cerca de la región de<br />

Sayula. Es cosa curiosa que Rulfo nunca quería decir dónde<br />

había nacido: en Apulco, en San Gabriel, pero nunca dijo<br />

dónde había nacido. Nació en Sayula según el acta que una<br />

alumna amiga de Guadalajara, o un alumno, publicó en un<br />

libro. Y no en dieciocho sino en diecisiete. Rulfo era muy<br />

mitómano y muy mentiroso. No quería decir Sayula, porque<br />

en el ambiente jaliscience, ser de Sayula es ser puto. Y todos<br />

los mexicanos que nacían en Sayula decían: “Pues yo nací<br />

en Ciudad Guzmán, yo nací en Jalisco.” Hay del ánima de<br />

Sayula un poema terrible.<br />

¿A qué se debe la inmensa fama de Juan Rulfo, qué factores<br />

cree que intervienen?<br />

Mira, Rulfo no se dedicaba a promoverse. Rulfo le tenía<br />

miedo a la fama. Al final le daba gusto, pero él no ayudó a<br />

hacer su fama, más bien se escondía de la fama y eso le cayó<br />

muy bien a la gente. El huir de la promoción fue lo que le<br />

cayó bien a la gente: el escritor humilde y talentoso. Era tan


hábil, y con eso hizo más propaganda sin hacer propaganda.<br />

Muchas personas, como Fuentes, como Paz, hacían mucha<br />

publicidad y no tuvieron la ventaja que tuvo Rulfo. El<br />

escritor sencillo, huraño, que escribió un libro [...] Arreola<br />

decía que escribió como el burro: por casualidad. Ya no<br />

volvió a publicar un libro, la cosa de la flauta por casualidad.<br />

Ahora, Rulfo se hubiera repetido, y al final no se repitió.<br />

Dejó exactamente lo que quería dejar.<br />

¿Usted cree que fue un acierto?<br />

Sí, al final le metió al libro de cuentos, algunos de más: “El<br />

día del temblor”, y cosas para mi gusto que no deben estar<br />

en El llano en llamas.<br />

Creo que la gran desgracia de Rulfo es su familia después<br />

de muerto. Tomaron tan en serio el papel que tenían<br />

y que Rulfo no los dejó tomar mientras estuvo vivo, que<br />

han hecho sufrir su obra y la persona de Rulfo haciendo<br />

cada tontería en su nombre; sintiéndose los herederos. Rulfo<br />

no entendía a la mujer, ni la quería; a los hijos los trataba<br />

bastante mal. Y ahora los hijos se están vengando. Lo que<br />

ellos piensan se lo achacan al padre. Y con ese problema,<br />

con la fil, Rulfo va a sufrir, más que a sufrir. Rulfo está ya<br />

decayendo, por eso te decía al principio, quizá lo han hecho<br />

para conseguir que Rulfo vuelva a la notoriedad. ¿Quién<br />

va a querer a Rulfo como marca industrial? Es absurdo.<br />

La Universidad lo puso como homenaje al jaliscience más<br />

ilustre en ese momento. Pudo poner Juan José Arreola,<br />

Agustín Yáñez. Estaba más de moda Rulfo y era más<br />

talentoso [...] La reacción de la fil en cuanto termine este<br />

premio va a ser brutal contra la familia Rulfo y le va a ganar<br />

el pleito. Es absurdo, ellos no están haciendo comercialmente<br />

uso del nombre, están rindiéndole homenaje a un hombre<br />

y da la casualidad que es un gran escritor.<br />

¿Esto le hace daño a Rulfo?<br />

Le hace mucho daño a Rulfo. Lo sacaron del Fondo de<br />

Cultura Económica, porque sacaron un libro de Carrizales,<br />

de Leonardo Martínez Carrizales, que hablaba de la<br />

recepción que tuvo la novela. Y esto permitía ciertas cosas<br />

que no le gustó a la familia. Es el fundamentalismo, el<br />

mahometanismo, el islamismo. La ortodoxia, ellos son la<br />

ortodoxia, y los que no piensan como ellos son heterodoxos<br />

y enemigos de Rulfo. La literatura son muchas opiniones y<br />

ellos creen que es una sola. Están radicalmente equivocados.<br />

¿Rulfo no estaría de acuerdo con esto?<br />

¡No! Si Rulfo estuviera vivo, sacaría, como Cristo en<br />

Jerusalén, a la familia de las cercanías de su obra: ¡Malditos,<br />

váyanse, me están acabando!<br />

En algún lugar dice usted en una entrevista a Alberto<br />

Arankowsky, que Rulfo trataba con desprecio a personas<br />

que él consideraba de su mismo talento, principalmente<br />

a Octavio Paz.<br />

Sí, esa lucha contra Octavio Paz […] Sabía que Paz era el<br />

enemigo a vencer. No era Arreola: él creía ser superior a<br />

Arreola. Y en ese momento lo era. Ahora con el tiempo<br />

vamos a ver; la literatura nos da cambios sorprendentes cada<br />

veinticinco, treinta años. Pero sí, la pugna contra Paz […]<br />

Ahora, Paz también le respondía, pero no hubo un artículo<br />

en contra: era la cosa bordeando a la persona, diciéndolo<br />

muy discretamente. Hablo de ti pero entiéndelo tú. Y así los<br />

dos hablaban. Lo que dijo Segovia, de que era raro que un<br />

muchacho tan cerril y tan inculto hubiera escrito dos obras<br />

maestras, es cosa que le molestó. Pero así era: sabía mucho<br />

de novela, sabía mucho de música, un poco de historia de la<br />

provincia del sur de Jalisco y Colima, y fuera de eso no sabía<br />

nada de nada. En mis Protagonistas de la literatura mexicana,<br />

tuve que hacer un collage porque estuve tan cerca para<br />

entrevistarlo, pero no sabía hilar las palabras. Es como Jaime<br />

Sabines: no está, porque sabía hacer poemas pero no sabía<br />

hablar de sus poemas. Por eso son los dos ausentes, por la<br />

razón parecida. Que eran creadores, no eran expositores, no<br />

sabían cómo habían hecho [...] Les llegaba de arriba como<br />

un don celestial en sus poemas, en sus textos en prosa.<br />

¿Usted cree que los tiempos del olvido no han llegado para<br />

Pedro Páramo?<br />

Bueno, no. Empezará por El llano en llamas y terminará<br />

dentro de muchos años todavía. Pero ya no se lee<br />

obligatoriamente en las escuelas. Se vendían muchos libros<br />

así. Ahora, yo he puesto a leer a Rulfo a mis alumnos de la<br />

Universidad de Guadalajara de los primeros cursos, y ya no<br />

les gusta, ya no lo entienden, no les dice nada. De El llano<br />

en llamas les gusta “Luvina”, les gusta “Anacleto Morones”,<br />

porque son cuentos de antología. Pero el resto de los<br />

cuentos, el mismo “Macario”, “El hombre”, “¡Diles que no<br />

me maten!”, más todos los que el mismo Rulfo metió [...] no<br />

le dan, le quitan valor al libro.<br />

¿Usted cree que está envejeciendo?<br />

Pues toda la literatura, desde Dante, desde Shakespeare,<br />

envejece. Se olvidan, y luego viene el resurgimiento.<br />

¿Cuántas veces han tratado de matar a Shakespeare los<br />

críticos? En el siglo xviii, la ley de las tres unidades. Boileau<br />

trató de acabar con Shakespeare, poner a Racine como el<br />

gran dramaturgo [...] Y Shakespeare está más vivo que Jorge<br />

Ibargüengoitia.<br />

¿Qué relación tenía Rulfo con usted? ¿Eran amigos?<br />

Rulfo no tenía amigos [...] Yo no me sentía amigo de<br />

Rulfo [...] Fue una amistad de poco tiempo, y Rulfo tenía<br />

un especial encono con todas las personas que lo habían<br />

ayudado. Él quería ser él el único. Parió sin comadrona.<br />

¿Y por qué cree que Rulfo en ese texto de Excélsior cuando<br />

habla de cómo gestó la novela, lo omite a usted, en una<br />

información tan importante, como que vivieron juntos, y<br />

como que usted le descubrió el libro de María Luisa Bombal?<br />

Pues porque no le conviene. Él se hizo solo. Además en<br />

México la mejor y más sutil manera de atacar a una persona<br />

es ignorarla. El procedimiento de Alfonso x, el sabio. Si toda<br />

la gente durante veinte años no habla de una persona, esa<br />

persona no existe. Y yo le era molesto a Rulfo, conocía los<br />

interiores de su vida. Ahora, si tú ves después lo que hemos<br />

platicado, hay una enorme admiración por Rulfo. […] Sí<br />

hubieron diferentes puntos de vista muy elevados en cuanto<br />

a la calidad de su obra.<br />

¿Usted recuerda algo del ambiente de la muerte de Rulfo en<br />

el año de 1986?<br />

La muerte de Rulfo congregó más gente, más noticias en<br />

la radio, en la televisión y en los periódicos que la muerte<br />

de Alfonso Reyes, de José Vasconcelos y de Martín Luis<br />

Guzmán. Yo estuve en los tres primeros entierros. No fui al<br />

de Rulfo, ya no lo consideraba mi amigo [...] Vasconcelos es<br />

superior a Rulfo, aunque uno es memorialista y el otro es<br />

narrador. No se puede poner un jabalí junto a un venado,<br />

son dos especies diferentes. Me interesa más la literatura<br />

de Vasconcelos que la de Rulfo. Ahora, de Vasconcelos<br />

no la filosofía, no la sociología, no la Historia de<br />

México: sus cuatro libros de memorias.<br />

¿Usted cree que las más grandes aportaciones<br />

de Pedro Páramo sean a nivel formal, a<br />

nivel técnico?<br />

Yo creo que lo formal y lo vivencial están tan<br />

indisolublemente unidos como el alma y<br />

el cuerpo. Si te ponen una inyección a lo<br />

mejor pasa el cuerpo y llega al alma. Entre<br />

la forma y el fondo, forma es fondo y fondo<br />

es forma. Es una sola indisoluble unión: no<br />

hay divorcio entre esas dos palabras, no debe<br />

haber divorcio. Cuando hay divorcio es que<br />

no hay buena literatura. En la buena<br />

literatura se confunde una cosa con la otra.<br />

¿Y en Rulfo había ese equilibrio?<br />

Absolutamente había ese equilibrio.<br />

¿Y sobre este problema que tuvo con los de la onda, con José<br />

Agustín… lo quisieron bajar del pedestal?<br />

Yo era director editorial [...] Entonces se nos ocurrió Pedro<br />

Páramo visto por José Agustín, que era el novelista de moda.<br />

Y estaban molestos porque Rulfo los trató mal en el Centro<br />

Mexicano de Escritores. Era una literatura sin ton ni son.<br />

Y atacaban mucho a Arreola porque salían de sus talleres.<br />

Peter Páramo le llama José Agustín a Pedro Páramo.<br />

Y lo ponía por debajo de El luto humano<br />

Que el bueno era Revueltas. Yo he tratado por todos los<br />

medios de subir a Revueltas y nunca he podido. Haciendo<br />

las obras completas. En Ediciones Era salieron las obras<br />

tomo por tomo.<br />

¿Y usted qué opina de este criterio de José Agustín?<br />

Él mismo se avergüenza ahora de lo que dijo. Lo ha<br />

olvidado totalmente [...]<br />

¿Entonces para usted Juan Rulfo probablemente no sea el<br />

mejor escritor de México?<br />

Bueno, eso de el más grande escritor de México, pues sería<br />

Nezahualcóyotl, podría ser sor Juana Inés de la Cruz. En su<br />

momento es un gran escritor. Ahora, hacer pirámides de<br />

fama, y que esté en la cúspide, no, no. A mí Pedro Páramo me<br />

dice cosas, pero no las cosas fundamentales que quiero oír.<br />

Si quiero entender el alma humana, el destino del hombre<br />

en la tierra, leo a Arreola. Si quiero ver cómo vivía la gente<br />

en cierto momento de la historia de México contada con<br />

absoluta calidad, leo Pedro Páramo. Pero yo, como persona<br />

que quiere aprender para ser mejor, no soy mejor después<br />

de leer a Pedro Páramo, y sí puedo ser mejor leyendo a Reyes,<br />

a Vasconcelos, a Martín Luis Guzmán, a Juan José Arreola.<br />

¿Nunca supo por qué La Cordillera no llegó a ser<br />

otra obra?<br />

Él mintió para seguir como escritor en activo.<br />

No había tal novela…<br />

Nunca, cuando abrieron sus cajones después<br />

de muerto no había tal novela. Y las porquerías<br />

que había las juntaron en Los cuadernos de Juan<br />

Rulfo, que son verdaderamente de un escritor<br />

de cuarta fila. Lo malo de Rulfo es que no<br />

quemó esos papeles. Pero no pensó que su<br />

mujer los iba a publicar para sacar dinero. ¡Las<br />

cartas de amor!, que parecen las cartas de una<br />

secretaria de la Goodrich Euzkadi con un<br />

vendedor de llantas que anda en el Pacífico. Lo<br />

mejor que hizo en ese campo, es llegar a un<br />

lugar [...] Veía si había ruinas coloniales, indígenas<br />

[...] Y de ahí salieron bellísimas fotografías de sus<br />

viajes de trabajo. Él no iba buscando el paisaje; le llegaba el<br />

paisaje al caminar con su cochecito buscando las ocho, diez<br />

líneas sobre cada pueblo que pasaba en una carretera. Es un<br />

bonito trabajo [...] Hay una fotografía tomada el dieciséis de<br />

septiembre de 1953: está mi esposa de ese momento, está mi<br />

hijo de año y tres meses,<br />

y estoy yo. Una linda foto. Y hay otra que salió en Novedades:<br />

estaba en Tepoztlán una cruz, que estaba en el atrio, y yo<br />

estoy recargado, y Rulfo disparó la cámara y tomó una foto<br />

bastante buena.<br />

¿Usted ya no tuvo relación con Juan en los años posteriores<br />

al Centro Mexicano?<br />

No, ya posteriormente [...] Rulfo no se portó bien conmigo.<br />

Amo al escritor y me es indiferente el hombre. La familia<br />

me parece digna de las revistas policiales; la moralidad es la<br />

palabra que no conocen.


¿Cree que con el premio a Monsiváis se revalora una parte<br />

muy importante del quehacer literario que es el ensayo?<br />

Pues sí, como el que me dan a mí este año. Soy el<br />

primer crítico literario que obtiene el Premio Nacional<br />

de Literatura. Y es curioso que la iniciativa privada con<br />

Monsiváis y el gobierno conmigo, se den cuenta de que<br />

pensar [...] Que por ese camino también se puede llevar<br />

a la literatura.<br />

Que la crítica también es creación…<br />

Es creación y si no es creación no es crítica, no es nada [...]<br />

Maestro, usted predijo, casi visionariamente, el éxito de<br />

Juan Rulfo en todos estos años. Han pasado poco más de<br />

cincuenta. ¿Cómo ve ahora la novela, qué predicción tiene<br />

ahora de ella?<br />

La veo de una manera parecida o igual a cuando la leí por<br />

partes en originales y después toda completa. Como los<br />

buenos vinos, creció al paso del tiempo. No le pasa lo que<br />

a mucha gente que a los dos o tres años su novela está<br />

muerta, como Spota, que vendía y vendía, y un buen día<br />

nadie volvió a hablar de él. No tenía discípulos, no tenía<br />

lectores, no tenía detractores, simplemente estaba en el<br />

limbo. Y eso es lo más terrible que le puede pasar a un autor.<br />

Y nos pasa a todos, más tarde o más temprano.<br />

María Luisa Bombal:<br />

INFLUENCIA PERDIDA<br />

A partir de las observaciones que le hizo<br />

Emmanuel Carballo a Juan Rulfo a propósito<br />

del asombroso parecido entre su novela y La<br />

amortajada de María Luisa Bombal, decidimos<br />

investigar más sobre esta no tan documentada<br />

relación. Lo dicho por Carballo a Rulfo tuvo<br />

tanto impacto en este último, que el personaje<br />

principal de su novela dejó de ser Susana San<br />

Juan, para convertirse en Pedro Páramo. Una<br />

mujer muerta, que ve, piensa, siente, recuerda<br />

y escucha desde la tumba, se asemejaba<br />

demasiado al primer argumento rulfiano. De<br />

esto aún quedan rastros como el largo episodio<br />

de Dorotea platicando con Juan Preciado. Una<br />

diferencia sustancial es que en la novela de la<br />

Bombal el narrador es omnisciente, y en la de<br />

Rulfo hay una multiplicidad de voces. Aquí es<br />

el propio Juan Preciado, y la propia Dorotea<br />

quienes narran desde la tumba, y es Pedro Páramo<br />

recordando a su amor perdido. Los descubrimientos<br />

que hizo Carballo al revisar las<br />

galeras de la Historia de la literatura hispanoamericana,<br />

de Enrique Anderson Imbert hacia 1954,<br />

mientras Rulfo redactaba la novela que después<br />

se llamaría Pedro Páramo, tienen otras vertientes.<br />

Basten los comentarios del gran novelista colombiano<br />

Gabriel García Márquez, del mítico<br />

director de Sur, José Bianco, y de la cuentista<br />

mexicana Beatriz Espejo para dar un poco de<br />

luz a esta influencia olvidada. Ojalá estos ejemplos<br />

sirvan para nuevos estudios.<br />

Granados y Lezama<br />

BOMBAL, CARBALLO Y RULFO<br />

Beatriz Espejo 1<br />

Por sus voces entrecruzadas y su organización compleja,<br />

La amortajada se ha señalado entre las influencias rulfianas;<br />

pero esa jugada tuvo otras carambolas. Como se mencionó<br />

anteriormente, Emmanuel Carballo, al corregir para el<br />

Fondo de Cultura Económica pruebas de la Historia de la<br />

Literatura hispanoamericana de Enrique Anderson Imbert,<br />

descubrió la existencia de esta obra poco conocida en<br />

nuestro país, se lo comentó a Rulfo que presentaba partes<br />

de su trabajo en las sesiones del Centro Mexicano<br />

de Escritores cuando ambos eran becarios. Añade:<br />

…la leyó de inmediato y cambió la estructura del libro.<br />

Estaba a punto de comenzar la Semana Santa, y Juan, a quien<br />

le habían extraído la dentadura, aprovechó esos días para<br />

bocetar febrilmente una nueva versión de la novela. El personaje<br />

fundamental, Susana San Juan, desapareció y en su lugar surgió<br />

como protagonista Pedro Páramo. 2<br />

Así, la escritora chilena sirvió para que el mexicano diera<br />

una vuelta de tuerca; pero había otras coincidencias<br />

además de la temática. Bombal y Rulfo son autores de poca<br />

producción concebida en la juventud, como si hubieran<br />

venido a contarnos con insistencia unas cuantas anécdotas<br />

que iluminan el mundo de cada uno. Demostraron que la<br />

calidad prevalece sobre la cantidad, respiraron las atmósferas<br />

de los nórdicos a los que admiraban muchísimo, hablaron<br />

de conciencias suspendidas entre la tierra y el cielo, eran<br />

melómanos, tuvieron una fuerte educación religiosa, y<br />

creían en las ánimas memoriosas, en la poesía fulgurante<br />

y en el Paraíso Terrenal que irremisiblemente nos vedó un<br />

ángel esgrimiendo su espada flameante.<br />

MARÍA LUIS BOMBAL<br />

Enrique Anderson Imbert 3<br />

Si principiamos con narraciones no realistas, el nombre<br />

principal es el de MARÍA LUISA BOMBAL (1910-80),<br />

autora de La última niebla (1934) y La amortajada (1941),<br />

donde lo humano y lo sobrehumano aparecen en una zona<br />

mágica, poética por la fuerza de la visión, no por trucos<br />

de estilo. El lector ve lo que los personajes de las novelas<br />

ven. Subjetivismo. Las cosas se desvanecen en una nube de<br />

impresiones. En la primera de las novelas citadas una mujer,<br />

casada pero insatisfecha, nos cuenta, con el tiempo verbal de<br />

los diarios íntimos, su erotismo, su apasionada entrega a un<br />

desconocido, el recuerdo durante años de ese amante de una<br />

sola noche, sus deseos de volverlo a ver, las alucinaciones<br />

cuando el hombre se le aparece y en seguida desaparece<br />

como un fantasma, la duda de ese amor que ocurrió<br />

de verdad. En la segunda novela una mujer muerta ve, siente<br />

y evoca sus amores, sus experiencias familiares, con una<br />

certeza definitiva, con una sabiduría final y ya inútil.<br />

SOBRE MARÍA LUISA BOMBAL Y JUAN RULFO<br />

José Bianco 4<br />

Borges hizo una crítica de La amortajada en el número<br />

47 de Sur, el primer número de la revista preparado por<br />

mí. Allí decía que los libros de María Luisa Bombal eran<br />

esencialmente poéticos. Ignoro —continuaba Borges— si<br />

esa involuntaria virtud es obra de su sangre germánica o<br />

de su amorosa frecuentación de las literaturas de Francia<br />

y de Inglaterra. Lo cierto es que en La amortajada no<br />

faltan sentencias ni tampoco páginas memorables, pero<br />

que vastamente las supera el conjunto del libro. “Libro<br />

de triste magia, deliberadamente suranné, libro de oculta<br />

organización eficaz, libro que no olvidará nuestra América.”<br />

He pensado en esta última frase de Borges, libro que<br />

no olvidará nuestra América, porque años, años después,<br />

conversando con un escritor mexicano de gran talento,<br />

menor que María Luisa, menor que yo, y autor de una<br />

obra tan breve como admirable, me dijo, creo recordar,<br />

que La amortajada era un libro que lo había impresionado<br />

mucho en su juventud. Ese escritor es Juan Rulfo. Quizá en<br />

Pedro Páramo, la novela de Juan Rulfo, podríamos discernir<br />

alguna influencia de La amortajada. En ese caso las palabras<br />

de Borges sobre la novela de María Luisa Bombal, nuestra<br />

amiga tan querida, habrían resultado proféticas.<br />

“JUAN RULFO ME DIO EL CAMINO”<br />

Gabriel García Márquez 5<br />

El conocimiento de la obra de Juan Rulfo me dio<br />

el camino que buscaba para mis propios libros. Siempre<br />

vuelvo a releerlo completo, y siempre vuelvo a ser la víctima<br />

inocente del mismo asombro de la primera vez. No son<br />

más de 300 páginas, pero son casi tantas y creo que tan<br />

perdurables como las que conocemos de Sófocles. Así es mi<br />

admiración por Rulfo…<br />

No leí la obra de María Luisa Bombal sino mucho<br />

después. La encontré, precisamente, buscando las propias<br />

lecturas e influencias de Rulfo. Ella es la adelantada de lo que<br />

se ha dado en llamar “realismo mágico”. Es fácil concluir<br />

que las mujeres que cruzan las páginas de La amortajada y<br />

La última niebla, las obras capitales de Bombal, son mujeres<br />

únicas. Difícilmente un hombre puede escribir así. Por<br />

su parte, las lecturas de María Luisa son las mismas que<br />

alentaron a Juan Rulfo, en especial autores nórdicos: Knut<br />

Hamsum, Halldor K. Laxness… dramaturgos como Ibsen, o<br />

sea, grandes escritores como ellos mismos lo eran.<br />

1. Del “Prólogo” a María Luisa Bombal, La amortajada, 2ª reimp. México,<br />

unam, 2005. pp 15-16. (Col. Relato Licenciado Vidriera, 16).<br />

2. Emmanuel Carballo, Protagonistas de la Literatura mexicana, México, Editorial<br />

Porrúa, 1994. p. 419. (Colección “Sepan cuántos…” 640).<br />

3. Enrique Anderson Imbert. Historia de la Literatura hispanoamericana. Tomo<br />

II. México, fce, 2005, pp 252-253. (Fragmento que Carballo leyó a<br />

Rulfo en 1954 cuando ambos vivían en Río Tigris en la Ciudad de<br />

México. Rulfo vivía en el departamento 1, y Carballo en el 5).<br />

4. Palabras pronunciadas en el Homenaje a María Luisa Bombal, Centro Cultural<br />

General San Martín, el día 29 de mayo de 1984, al cumplirse el<br />

cuarto año de su muerte.<br />

5. Entrevista con Waldemar Dante publicado en la revista Vogue,1981.


Entrevista con Anamari Gomís<br />

✒ LEOPOLDO LEZAMA<br />

Entrevista con la novelista y crítica Anamari Gomís llevada<br />

a cabo el lunes 23 de octubre del año 2006, en la hora<br />

de clase correspondiente a su materia Historia de la cultura de<br />

España y América, en la Facultad de Filosofía y Letras, unam.<br />

Juan Rulfo fue asesor del Centro Mexicano de Escritores de 1969 a<br />

1974; incluso se dice que hasta 1982. ¿En qué año lo conoces?<br />

Lo conocí en 1972, cuando me dieron la beca del Centro<br />

Mexicano de Escritores. Era yo muy joven y mi primer contacto<br />

con él fue preguntarle algo que era absolutamente prohibido<br />

en relación a Rulfo. Le dije: “Oiga yo lo quiero entrevistar.”<br />

Entonces gruñó, porque si algo le molestaba a Rulfo<br />

profundamente era hablar de sí mismo. Era uno de los interdictos,<br />

tú podías hablar con él de lo que quisieras menos de él<br />

mismo. Entonces [imita a Rulfo] emitió un gruñido extraño<br />

que quería decir que no.<br />

¿Quiénes eran tus profesores en el cme?<br />

Estaban como tutores Salvador Elizondo y un personaje fantástico:<br />

Francisco Monterde. El doctor Monterde, que no era<br />

doctor en Letras sino en Odontología, era uno de los profesores<br />

que más español sabía en México. Una cosa fantástica.<br />

El Centro Mexicano funcionaba así: uno leía un texto, daba<br />

copias, criticaban todos los becarios y luego hablaban los<br />

maestros. Primero hablaba Elizondo, luego Rulfo y al final<br />

Monterde. Rulfo y Elizondo te daban ideas literarias y lo que<br />

te decía Monterde era: “Está mal la preposición tal porque no<br />

va con ese verbo”, y cosas por el estilo que también servían<br />

muchísimo.<br />

¿Qué impresión tenías de Juan Rulfo como alumna?<br />

Era un tipazo [...] Yo les voy a contar una historia medio terrible,<br />

que la tengo escrita con censura, pero a ustedes [se refiere<br />

al abarrotado salón 210] se las voy a contar completa. Rulfo<br />

era un lector avidísimo, leía mucho y todo el tiempo estaba<br />

citando escritores que uno no conocía y que te los ponías a<br />

leer porque él te los recomendaba: españoles, brasileños [...]<br />

La primera vez que yo oí de Guimarães Rosa fue por él. Te<br />

daba un concepto panorámico de la Literatura latinoamericana,<br />

y conocía también escritores del otro lado del muro,<br />

escritores comunistas. Como había sido traducido a muchos<br />

idiomas, él había tenido contacto con muchos escritores.<br />

¿Qué opiniones tenía Rulfo con respecto a la Literatura mexicana<br />

de esos años?<br />

Tenía una idea muy clara de la Literatura mexicana y también<br />

tenía fobias y filias. Odiaba a los escritores de la onda,<br />

no tienen una idea cuánto: José Agustín, Parménides García<br />

Saldaña, Gustavo Sainz. Y todo empezó porque Sainz decía<br />

que Pedro Páramo había sido corregida por Alí Chumacero<br />

que trabajaba en el fce. Los escritores de la onda querían desacralizar<br />

a los grandes escritores, así como José Luis Cuevas<br />

desacralizaba a los muralistas. Entonces Sainz decía que Alí la<br />

había corregido por completo, dando a entender que la novela<br />

era más hechura de él que de Rulfo. Entonces ¡los odiaba!<br />

¿Qué decía Rulfo de tus escritos?<br />

Me dijo una vez: “No escribe mal, tiene idea literaria, y para<br />

ser mujer, demasiada turbulencia.” Ahora te voy a contar<br />

algo: yo estaba haciendo una novela que se llamaba Bailando<br />

con mi perro, era padrísima. A Rulfo le gustaba y a Elizondo<br />

no. Eran como el policía bueno y el policía malo. Resulta que<br />

el último día de mi paso por el Centro Mexicano de Escritores,<br />

me tocaba leer, y llegué tarde con mis gruesas copias<br />

Xerox, de esas que había allá por los setenta. Era la única mujer<br />

y me tocaba sentarme junto a Monterde y junto a Elizondo,<br />

de modo que tenía a Rulfo enfrente. Estaba Miguel<br />

Ángel Flores y aquel autor de La plaza de Santo Domingo, no<br />

recuerdo cómo se llamaba, estaba. Armando Santana [...] El<br />

caso es que llego tarde, comienzo a leer y, cuando levanto la<br />

mirada, descubro que Rulfo estaba ahogado de borracho. Yo,<br />

aterrada, seguí leyendo. Me criticaron todos los becarios y al<br />

final Elizondo comenzó su intervención con más o menos<br />

estas palabras: [frunce el ceño y hace la voz gangosa] “Como<br />

dice Gustavo Sainz, maestro de esta niña...” Rulfo no lo dejó<br />

terminar, empezó a dar de puñetazos a la mesa y dijo: “Si ésas<br />

son sus influencias, Anamari, vea lo que voy a hacer con su<br />

texto...” y lo quiso romper, pero como eran copias Xerox no<br />

pudo. Dijo que la Literatura mexicana era una carreta atorada<br />

en el fango por culpa de la onda [...] Estaba enfurecido.<br />

Entonces, de repente, lo único que se me ocurrió decirle fue<br />

algo muy ingenuo, pero funcionó: “Maestro, yo no sé cuáles<br />

sean mis influencias, pero me gustaría que fueran las de James<br />

Joyce y las de Juan Rulfo.” Y entonces se calló, me felicitó,<br />

pero yo me quedé muy nerviosa.<br />

Esa tarde me fui a llorar a la casa de Paulina y de Salvador,<br />

pues eran mis íntimos. Íbamos en mi coche y Armando<br />

Santana me dijo: “¿Oye Anamari, te importa que ponga estas<br />

bolsas en la cajuela de tu coche?” Eran bolsas del súper,<br />

y yo le dije que sí. Las metimos en el coche y nos fuimos<br />

a casa de Paulina. Ahí estábamos hablando cuando tocan a<br />

la puerta, y ¿quién creen que era? Juan Rulfo que llegó y se<br />

me hincó. Se me hincó y me pidió perdón. A ver, ustedes<br />

qué hubieran hecho si se les hinca Juan Rulfo, pues te hincas<br />

¿no? Imagínense, yo hincada, Juan hincado... no, ¡qué<br />

numerazo! Ya cuando nos íbamos, Rulfo me dijo que si podía<br />

poner su maletín en mi cajuela y yo le digo que por supuesto.<br />

Entonces Armando me dijo: “Oye Anamari, cuidado con<br />

mis bolsas porque son de mariguana.” Yo casi me muero.<br />

Imagínense: Rulfo borracho, mi coche lleno de mariguana<br />

[...] ¡Yo qué hacía ahí, Dios mío, si yo era fresísima! Juan<br />

nos pidió que lo dejáramos en un hotel del Centro. Eran las<br />

épocas del alcoholismo de Juan que afortunadamente luego<br />

abandonó.<br />

¿Hasta cuándo volviste a ver a Rulfo?<br />

Hasta que le dieron el Premio Alfonso Reyes a Borges en la<br />

Capilla Alfonsina. Ver a Borges era fantástico. A partir de ese<br />

día nos vimos [Rulfo y yo] todos los jueves para hablar de<br />

literatura. Invitábamos a gente, Rulfo ya sólo bebía Cocacola<br />

y fumaba. Ahí fue mi verdadero maestro, pues al ya no tener<br />

que hablar de tu texto, que eran finalmente textos temblorosos,<br />

de un joven, nos hablaba de su verdadero mundo. Nos<br />

hablaba de su novela La cordillera, que nunca llegó a publicar.<br />

Aun llegó a anunciarse en solapas de libros del Fondo de<br />

Cultura. No la publicó, como todos sabemos, porque escribió<br />

dos libros geniales. Hablaba también de Literatura latinoamericana,<br />

y te hacía tener una conciencia de nuestra tradición<br />

latinoamericana. No volteaba, como otros, hacia la Literatura<br />

europea, sino que te hacía sentir muy orgulloso de América<br />

Latina, de la Literatura de América Latina.<br />

Entonces es falsa esta opinión de que Rulfo era un escritor genial,<br />

pero que no tenía muchos conocimientos, que no era un hombre muy<br />

letrado, ni de una formación académica.<br />

No tenía una formación académica, pero era un lector genial,<br />

y leía profusamente. Por ejemplo, Octavio Paz te descubría<br />

muchos escritores porque los traducía, porque escribía de<br />

ellos, escritores que no conocíamos, que eran muy lejanos.<br />

Rulfo no escribía de eso, pero te lo platicaba. Era un tipo cultísimo,<br />

es una mentira podrida que Rulfo no fuera culto. Era<br />

cultérrimo, hablaba casi siempre de literatura y conocía a los<br />

escritores más impensados. Además había viajado mucho y<br />

veía la realidad de modo literario, de modo poético. Una vez<br />

se encontró a mi marido en una librería, y le preguntó que en<br />

dónde estábamos viviendo. Mi marido le dijo que estábamos<br />

estudiando en Nueva York y entonces Rulfo respondió: “Ah,<br />

sí, ahí sopla un viento muy frío.” Contestaba rulfianamente,<br />

veía la vida literariamente. No te podía responder de otra forma<br />

el autor de Pedro Páramo.<br />

Entonces su relación también fue de amigos.<br />

De cuates. Iba a comer a mi casa junto con Salvador Elizondo<br />

y me contaba cosas. Él tenía un conflicto con su mujer [...]<br />

Ella tuvo que soportar el alcoholismo de su marido, y a ella<br />

obviamente no le importaba que fuera Rulfo: era su marido.<br />

Lo que pasa es que él creció más allá de su relación con su<br />

mujer; entonces ella no lo entendía. Por eso nunca iba con<br />

ella a ningún lado; te hablaba de sus hijos pero no mucho de<br />

ella. Alguna vez nos contó, pero no sé bien si me lo contó él,<br />

que la mujer le había quemado la biblioteca porque dijo que<br />

cuando entraron los libros a esa casa entró el demonio. Ya no<br />

sé si es una memoria inventada, pero yo estoy casi segura que<br />

me lo dijo. Una noche que los invité a cenar no tenía lechuga<br />

para la ensalada y entonces le pedí a mi muchacha que me<br />

acompañara al supermercado. En el camino chocamos, por<br />

lo cual tuve que regresar y acostarla en mi cama. Elizondo,<br />

que nunca se enteraba de nada, entró al baño, que para entrar<br />

al baño tenías que pasar por mi cuarto, y vio a la muchacha<br />

acostada. Se sorprendió mucho y dijo: [hace de nuevo su<br />

voz gangosa] “Ésta es una casa muy rara, donde la muchacha<br />

duerme en la cama de los señores...” Pasaron muchas cosas<br />

[...] Mi perra Guinea, un viejo pastor enorme que teníamos,<br />

se orinó en el sillón junto a Rulfo, pero a él todo lo divertía<br />

muchísimo porque tenía sentido del humor.<br />

¿Te confiaba más cosas?<br />

Hablaba mucho de sus hijos, de lo que estudiaban cada uno<br />

[...] Hablaba de una casa que tenía en Chimalhuacán, cosa<br />

que le emocionaba mucho porque era otra vez su relación<br />

con el campo, era una casa versión Llano en llamas y le gustaba<br />

mucho hablar de esa casa. Sin embargo era muy secretivo, no<br />

te creas que te contaba muchas cosas. Él nada más te hablaba<br />

de literatura, era un ente literario. Era muy sencillo con los<br />

jóvenes [...] Y era muy amigo de Alí Chumacero, no sé que te<br />

habrá dicho Alí, pero yo creo que hubo un rompimiento; yo<br />

creo que Rulfo ya no veía mucho a Alí [...]


No, a mí me dijo que se siguieron viendo hasta el final.<br />

Sí, y por suerte Alí rompió con ese chisme espantoso que metió<br />

Gustavo Sainz.<br />

¿Era chismoso?<br />

Sí, ahora que lo dices sí era chismoso. Conmigo no, pero con<br />

Salvador […] Sí se contaban cosas. Le gustaba hablar con sus<br />

amigos cercanos. Una vez llegó y nos contó que se había encontrado<br />

a Arreola en la calle. Y que cuando lo vio, Arreola se<br />

trepó a un árbol y que ya cuando estaba arriba le dijo: “Mira,<br />

para que veas que todavía puedo.”<br />

Volviendo un poco a los años del cme, ¿qué veía, qué quería ver Juan<br />

en un texto? ¿Cuál era su idea de una buena obra, a qué se enfocaba<br />

su crítica?<br />

A él le gustaba, aunque no siempre se vea en su obra, que<br />

hubiera una idea histórica y política de las cosas. Yo había dicho<br />

que esa novela que se llamó Bailando con mi perro iba a ser<br />

una novela sobre una hija de refugiados españoles. Esa otra<br />

novela la escribí muchos años después y se llama Mi paradero.<br />

Pero en ese tiempo Rulfo quería que yo contara lo del exilio,<br />

y fue por él que yo escribí esa novela. Era muy hábil, muy<br />

agudo y muy dulce, nunca lastimaba; Elizondo sí, pero Rulfo<br />

no te lastimaba, te decía algo muy concreto y preciso y de la<br />

manera más amable.<br />

¿Hay alguna otra anécdota?<br />

Sí, cuando te decía que le dieron el premio a Borges, él se<br />

traía un relajo maravilloso en el segundo piso de la Capilla<br />

[...] Nos reímos mucho porque Alicia Reyes presentó a Borges<br />

como Georgy, imagínate nomás, a Borges, en el premio<br />

Alfonso Reyes.<br />

¿Recuerdas algo del día de su muerte?<br />

Sí, estaba yo embarazada, y por alguna extraordinaria causa<br />

no fui a su velorio. A mí esas cosas me deprimen mucho [...]<br />

Yo me puse muy triste [...] Hasta me dan ganas de llorar.<br />

¿Qué te diría ahora si estuviera aquí?<br />

Me recomendaría no sé qué escritor raro.<br />

Beatriz Espejo<br />

Desde entonces se decía que era poco dado a las conferencias,<br />

taciturno y difícil y Juan Rulfo mantenía esa<br />

reputación en todas sus actitudes privadas y públicas. En<br />

1965, Antonio Acevedo Escobedo, jefe del Departamento de<br />

Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes, dirigido por<br />

José Luis Martínez, discurrió que los escritores mexicanos hablaran<br />

de su vida y su obra y leyeran páginas recientes. Veinte<br />

aceptaron el compromiso. Resultó el primer ciclo de Los<br />

narradores ante el público recogido en un volumen. A Rulfo le<br />

tocó el segundo evento. Corría la noticia de que no se presentaría<br />

y que cancelaría a última hora; pero muchas personas<br />

deseaban conocerlo en la Sala Ponce donde no cabía un alma<br />

más. Llegó a las 19:30 horas, treinta minutos tarde en aquel<br />

jueves memorable, vistiendo de chaleco y uno de esos trajes<br />

pardos que tanto le gustaron y con actitud de condenado a<br />

muerte caminando hacia su pelotón de fusilamiento. Olvidó<br />

escribir algunas líneas. Las que se conservan fueron grabadas<br />

en una inútil cinta magnetofónica y los editores del libro se limitaron<br />

a reproducir textos aparecidos en un periódico; 1 pero<br />

Juan José Arreola estaba en primera fila. Rulfo le pidió que lo<br />

acompañara para dialogar. El experimento fue caótico. Salieron<br />

respuestas confusas pronunciadas en voz monótona,<br />

rumores espectrales de algunas palabras sueltas. Los asistentes<br />

se movían inquietos en sus asientos y cambiaban miradas<br />

interrogantes. Sólo pudo sacarse en limpio que redactaba una<br />

segunda novela, La cordillera, de la que tenía fragmentos dispersos<br />

por los que el Fondo de Cultura Económica le había<br />

hecho adelantos. Ya entonces dijo que “medio trabajaba y<br />

medio pensaba” en un argumento demasiado complejo. El<br />

enfoque le parecía denso y el final nada convincente. ¿Dónde<br />

quedaron esos textos, los destruyó antes de morir como se<br />

cuenta que rompió en los cuarenta partes de otro libro que<br />

reflejaba sentimientos oscuros a los cuales nunca pudo<br />

sustraerse, remanentes de una infancia trágica y una permanencia<br />

en el orfanatorio Luis Silva, especie de escuela correccional<br />

que daba a los internos vida de perros alimentados con<br />

muchas balas (frijoles) y muchas lanchas (tortillas) y mucho<br />

atole blanco endulzado con piloncillo? Imposible precisar<br />

nada sin pruebas claras, pero quedan algunas<br />

confidencias como datos deshilvanados.<br />

Rulfo dejó que su autobiografía se conociera<br />

mal. Sus entrevistadores hablaban<br />

de fracasos al intentar sondear en<br />

su memoria. Las informaciones eran<br />

contradictorias y se empalmaban unas<br />

con otras. Incluso Luis Harss, en Los<br />

nuestros, aprovechó noticias escuetas y<br />

las infló a base de apreciaciones críticas<br />

y componendas. Seymor Menton,<br />

tan acucioso, equivocó referencias y<br />

es común que historiadores y reseñistas<br />

no atinen siquiera con la fecha<br />

y el lugar de su nacimiento. El presbítero Senén<br />

Mexic aseguró que fue el 16 de mayo en 1917, basándose en la<br />

fe de bautismo levantada por el señor cura interino de Sayula,<br />

Román Aguilar, el 11 de junio a las 5 de la mañana, donde<br />

figuran como padrinos los parientes José de Jesús Pérez Rulfo<br />

y María Dolores Rulfo. Los padres se llamaban Juan Nepomuceno<br />

Pérez Rulfo y María Vizcaíno Arias y en el momento<br />

que fijó su fotografía tenían una mirada limpia y joven. 2 Ella<br />

parecía una niña a pesar de que ya había dado a luz un hijo<br />

mayor, Severiano. Él, más atildado con su cuello de celuloide<br />

y su corbata a la moda, se veía seguro ante el redondo lente<br />

de la cámara.<br />

Alguna vez dijo: “Me llamo Juan Nepomuceno Carlos Pérez<br />

Rulfo Vizcaíno. Me apilaron todos los nombres de mis<br />

antepasados paternos y maternos como si fuera el vástago<br />

de un racimo de plátanos”. Y tan certero en sus efectos y tan<br />

dado a la historia, perdió a los curiosos en la neblina de los<br />

tiempos y se remontó hasta un aventurero Juan Rulfo, alias El<br />

Caribe, que estuvo al servicio de José María Calleja y que vaya<br />

uno a saber si formó parte de su árbol genealógico. Se dice<br />

1. Lunes de Excélsior, 21 de junio de 1965.<br />

2. Excélsior, abril 23 de 1986, página 1, sección de sociales.<br />

y se contradice que semanas después del bautismo, la familia<br />

se mudó desde Sayula al barrio del Santuario en Guadalajara<br />

y entre 1920 a 1921 a San Gabriel y Apulco. La provincia de<br />

Amula, antiguamente de Ávalos, al sur de Jalisco, llena de<br />

pueblos muy extensos, calles largas, casas chaparras en una<br />

zona erosionada y en el olvido desde el tiempo de los cristeros<br />

por allí pasaba el Camino Real a Colima y allí fincó Rulfo<br />

su mundo.<br />

Hasta el lector menos sagaz descubre síntomas autobiográficos<br />

en el cuento “Diles que no me maten”, de disposición<br />

ortodoxa y perfecta y de escasas cinco cuartillas, cuando un<br />

personaje sostiene: “Es algo difícil crecer sabiendo que la cosa<br />

de donde podemos agarramos para enraizar está muerta”. 3<br />

En el diálogo con Arreola, dijo: “A mi padre no lo mató un<br />

peón, no tenía peones”, y eso lo ha afirmado erróneamente<br />

Seymor Menton en su libro sobre la cuentística iberoamericana...<br />

“Lo mataron una vez cuando<br />

huía... y a mi tío lo asesinaron, y a otro<br />

y a otro... y al abuelo lo colgaron de<br />

los dedos gordos; los perdió... todos<br />

morían a los treinta y tres años”. 4 ¿De<br />

qué huía el padre? Nunca lo explicó. Se<br />

comenta que tenía seis años al ocurrir la<br />

tragedia y que dos años después murió su<br />

madre; sin embargo, son casi inexistentes las<br />

referencias autobiográficas en sus escritos o las<br />

trasmutó tanto que el rencor vivo de su corazón<br />

lo convirtió en obra de arte. Todas<br />

estas aseveraciones inexactas quedan en<br />

una especie de nebulosa que sus estudiosos<br />

tratan de explicar nadando en el mar de los archivos<br />

y los charcos de fuentes a su alcance. Algunos dicen que<br />

en San Gabriel, hoy Ciudad Carranza, inició la primaria en<br />

una escuela de monjas josefinas. El tercero ya estaba inscrito<br />

en el orfanatorio para cargar a cuestas cuatro años de experiencias<br />

traumáticas. 5 Luego ingresó al Seminario Conciliar de<br />

San José de Guadalajara. 6 Había cumplido quince y estudiaba<br />

materias reglamentarias complementadas con un curso de religión,<br />

“Vida purgativa e iluminativa” que prefiguraba el tono<br />

y el germen de su ulterior tarea novelística. Se inició como<br />

lector voraz, según comentó alguna vez, en casa de su abuela<br />

casi analfabeta, quien tenía una biblioteca en depósito porque<br />

el párroco se la había dejado durante las luchas cristeras. El<br />

grueso del acervo no lo componían libros bíblicos, sino nove-<br />

3. “Diles que no me maten” en Juan Rulfo: Toda la obra, edición crítica,<br />

Claude Fell (coord.) Colección Archivos. Bajo los auspicios de la unesco<br />

con la ayuda de los Ministerios de Cultura de España y Francia. Edición simultánea<br />

en Argentina, Brasil, Colombia, México, España, 1992, pp. 92-100.<br />

4. Los narradores ante el público, Joaquín Mortiz, México, agosto de 1966, p. 5.<br />

5. Dijo con toda la inexactitud que lo caracterizaba : “Allí terniné la carrera<br />

de primaria y volví años después, cuando no pude seguir la carrera de leyes,<br />

a estudiar la de contador. En 1934 en México quise ingresar a Filosofía<br />

y Letras, pero no me revalidaron las materias de mi antigua preparatoria:<br />

me faltaban algunas por pagar”. Entrevista con Ricardo Cortés Tamayo,<br />

Diorama de la Cultura, 1959.<br />

6. Quizá el 20 de enero de 1932.


7. Excélsior, “Diorama de la cultura”, 1959.<br />

las que le despertaron interés en esos infinitos contratiempos<br />

y alegrías que le acontecen a los hombres. En 1942 escribió su<br />

primer cuento “La vida no es muy seria en sus cosas”, señal<br />

del difícil aprendizaje que los escritores prefieren olvidar. El<br />

título es primo hermano de los que usaban los escritores de la<br />

Generación Perdida en los Estados Unidos o de cuentistas anteriores<br />

como Nathaniel Hawthorne, Mary Wilkins, Ambrose<br />

Bierce, Wilbur Daniel Steele, John Steinbeck o Willa Cather,<br />

pilares de una literatura que Rulfo leyó con pasión y entusiasmo<br />

y en la cual era erudito gracias a traducciones argentinas y<br />

chilenas. Es reiterativo resucitar sus demoradas lecturas de esa<br />

prosa y de la brasileña encabezada por João Guimarães Rosa.<br />

En una entrevista poco recordada con Ricardo Cortés Tamayo<br />

asentó: “Leí mucho de chiquillo. Todo lo que alcanzaba. Julio<br />

Verne, Salgari; Los Pardallán. En vez de matar pájaros, leía. Mi<br />

primer libro serio, el que me hizo meditar, fue Hambre de Knut<br />

Hamsun. Cayó en mis manos la primera edición española de<br />

esa novela. Desde entonces Hamsun es el escritor que admiro<br />

sin reservas y si alguna influencia tengo es posible que de él<br />

derive”. 7 Negaba en cambio a William Faulkner con quien se<br />

le relaciona; pero hasta en eso de las influencias hay controversias<br />

porque a sus entrevistadores les contaba lo primero que se<br />

le ocurría como si buscara extender en torno suyo una bruma.<br />

La certera Rosario Castellanos aseveró con razón que Rulfo<br />

se hizo famoso ninguneando la fama. Mientras, decía que se<br />

puso a escribir por afición, como le gustaba la lectura y antes<br />

el excursionismo, y que nunca había tenido oficio.<br />

Ocupó diferentes empleos de poca monta, así lo hizo Juan<br />

José Arreola cuyos ires y venires en este sentido serían pasajes<br />

de historias policíacas donde para encontrar al culpable el<br />

detective se mete en una maraña de enredos. Rulfo tuvo un<br />

nombramiento oscuro en el Archivo de Gobernación. Empezó<br />

entonces El hijo del desaliento. Un capítulo de esa novela, la<br />

que rompió quizás, se la entregó a Juan Rejano para la revista<br />

Romance. Nunca lo sacaron al no hallarle ni pies ni cabeza; sin<br />

embargo, Efrén Hernández trabajaba en la misma institución<br />

y ambos se quedaban escribiendo después de la salida hasta<br />

parte de la noche simulando que adelantaban chamba. No<br />

se conocían y cuando lo hicieron Hernández fue su mentor,<br />

le tributó una admiración sin reservas y con su voz delgada,<br />

algo chillona, vaticinó que cuando Rulfo publicara más de<br />

cuatro iban a quedarse chatos.<br />

Desde Aduanas, se dice, ayudó a distribuir tripulantes de<br />

unos barcos alemanes atracados en Tampico y Veracruz, al<br />

estallido de la Segunda Guerra Mundial, en campamentos<br />

militares próximos a Guadalajara. El oficio no era ni muy<br />

interesante ni muy digno de vanagloria y a la postre se dedicó<br />

a la publicidad y ventas de la Goodrich Euzkadi. Esto le<br />

permitió recorrer toda la República y se afirma también, con<br />

mucha audacia, que así llegó a Comala. Está cerca de Zapotlán<br />

y a lo mejor siempre la mantuvo presente. La palabra musical<br />

evoca el comal acalorado al que se refirió ocasionalmente en<br />

sus historias. Y me dijo en una conversación tironeada que el<br />

nombre lo atrajo porque el pueblo había atestiguado muchos<br />

incestos. Pura fantasía. Lo deduje al conocerlo verde y paradisíaco<br />

con sus alegres portales en la plaza y su pan recién<br />

horneado. Esto sin olvidar que en las versiones originales de<br />

Pedro Páramo el lugar se llamaba Tuxcacuexco con su equis<br />

en la frente, su iglesia destechada y sus construcciones ruinosas;<br />

además Rulfo era un melómano y entre Comala y Tuxcacuexco<br />

las diferencias saltan al oído.<br />

Pasó a la Comisión del Papaloapan y desde 1962 a su muerte<br />

estuvo en el Instituto Nacional Indigenista encargado de<br />

publicaciones que desembocaron en el limbo de la democracia.<br />

Terminó llegando a su oficina para fumar sus incontables<br />

cigarrillos habituales, tomar café y cafiaspirinas con las que<br />

combatía la depresión, hojear el periódico, comentar con su<br />

secretaria las noticias y esquivar a los visitantes que procuraban<br />

sorprender aquella rutina atraídos por una celebridad<br />

cada día más grande.<br />

Publicó “La vida no es muy seria en sus cosas” en la revista<br />

América dirigida hacia julio de 1940 por Roberto Guzmán<br />

Araujo. Arreola y Antonio Alatorre sacaron Pan, de 1945 a<br />

1946, subsidiados por una imprenta que estampaba sus linotipos<br />

sobre un magnífico papel importado. Otra vez en Guadalajara,<br />

Rulfo leyó el primer número y les entregó algunas<br />

cuartillas. Alatorre reconstruyó detalles:<br />

Como desentendiéndose del asunto, con aquella como brusquedad<br />

tan suya, nos dijo que ahí teníamos esa cosa por si nos<br />

servía; y que si no, la tiráramos. Era el cuento ‘Nos han dado la<br />

tierra’, ¡Vaya si fue sorpresa! Ni Arreola ni yo sabíamos que Rulfo<br />

escribiera, y eso que lo conocíamos desde hacía meses. Rulfo<br />

trabajaba en algo vagamente relacionado con Aduanas, a pocos<br />

pasos del periódico El Occidental, en un edificio y una oficina y<br />

un escritorio que andaba por el rumbo de lo gris y melancólico.<br />

Allí era donde solíamos verlo. No recuerdo de qué hablábamos,<br />

pero pienso que la literatura no era lo central. 8<br />

La publicación de “Macario” fue un campanazo. Y cuando<br />

Arreola viajó a Francia para estudiar actuación, Rulfo figuró<br />

como editor en el número 6 de la revista. “Nos han dado<br />

la tierra” enfoca el reparto agrario y la burla al campesino<br />

desamparado. “Macario” se vale del monólogo interno para<br />

rescatar asuntos difíciles de tratar sobre un adolescente retardado,<br />

una inocente víctima de sus circunstancias y del abuso<br />

sexual. Con temas situados en la misma región pero absolutamente<br />

distintos entre sí, Rulfo descubría enfoques geniales, la<br />

rapidez y agudeza anheladas, la primera frase tan característica<br />

de su estilo, el tono exacto, la fuerza necesaria para dejar<br />

una impronta en el espíritu de sus lectores. Y obtuvo elogios<br />

inmediatos e imitadores que irremediablemente fracasaban<br />

aunque fueran el mismo Efrén Hernández con Abarca, novela<br />

inconclusa de la cual terminó sólo una parte. Porque Rulfo<br />

que tanto hablaba de caminos fue un escritor epigonal y con<br />

él se terminó literariamente la temática campirana.<br />

Entonces Rulfo era soltero. Y, aunque es bien conocida,<br />

no resisto el traer aquí la descripción de su habitación rememorada<br />

por Alatorre:<br />

En la biblioteca-dormitorio de Rulfo reinaba el orden y la pulcritud.<br />

Recuerdo en una de las paredes una buena copia de Gauguin.<br />

Recuerdo una preciosa foto de Dorothy McGuire, con su<br />

cristal y su marco. Y recuerdo los muchos libros, bien cuidados,<br />

bien acomodados en la estantería... Además Rulfo poseía tocadiscos,<br />

lujo que ni Arreola ni yo hubiéramos soñado. En una<br />

de mis dos visitas, Rulfo me hizo oír cosas que yo no conocía,<br />

8. Pan. Revista de Literatura, núm. 1, junio de 1945; núm 7, enero y febrero<br />

de 1946. Edición facsimilar. Presentación de Antonio Alatorre. México,<br />

fce, 1985. (Revistas Literarias Mexicanas Modernas), p. 224.<br />

como el poema para violín y orquesta de Chausson, y el aria<br />

‘He shall feed his flock like a shepherd’ del Mesías de Haendel,<br />

bellísimamente cantada por Marian Anderson. 9<br />

Auspiciada por la Secretaría de Educación Pública, dirigida<br />

por Marco Antonio Millán y Juan B. Climent, América<br />

se publicó por cerca de diez años en una nueva etapa que<br />

no se ha estudiado como debiera. Colaboraron Rodolfo Usigli,<br />

Carlos Pellicer, José Gorostiza, Rafael Bernal, Miguel N.<br />

Lira, Octavio Novaro, Ermilo Abreu Gómez, José Revueltas,<br />

Guadalupe Amor, Rosario Castellanos, Dolores Castro, Jaime<br />

Sabines, entre otros. Con “La vida privada” colaboró Arreola<br />

firme aún en sus convicciones provincianas y en la devoción<br />

que le inspiraba Georges Duhamel. El conjunto heterodoxo<br />

de nombres demostraba actitudes abiertas para recibir en<br />

aquellas páginas a muchos autores consagrados. A las promesas<br />

se les facilitaba el camino pedregoso de las letras. Los más<br />

jóvenes empezaron a participar hacia finales de los cuarenta<br />

y principios de los cincuenta y fueron a la larga el descubrimiento<br />

de la revista. Se reunían con los editores en un café<br />

de chinos convertido en Academia. Entre 1948 y 1952, junto<br />

con Efrén Hernández, Margarita Michelena y Magdalena<br />

Mondragón, Rulfo estuvo en el consejo editorial. Asentaba<br />

su nombre todavía con la V de su apellido materno. En esas<br />

páginas publicó “La cuesta de las comadres”, “Talpa” y otra<br />

vez “El llano en llamas”. Sobre ese periodo dijo algunas veces<br />

que Hernández, excelente cuentista y maestro generoso, lo<br />

había aconsejado en el difícil arte de la sutileza narrativa. A<br />

su vez, se comenta que Rulfo interesó al grupo en creadores<br />

como Jean Giono que mucho admiraba y todavía era poco<br />

leído en México.<br />

El 24 de abril de 1948 se casó con Clara Aparicio, una muchacha<br />

bonita y ajena a la cultura, en la Iglesia del Carmen<br />

de Guadalajara, tuvieron tres hijos y nunca se divorciaron sin<br />

que ello implique un matrimonio avenido. Comentaba riéndose<br />

que su mujer era aries y él tauro y que habían vivido<br />

treinta años agarrados de los cuernos. Bromeaba, claro, pero<br />

siempre iba solo a cocteles y reuniones sin que tampoco fuera<br />

demasiado afecto a socializar. Durante una temporada sacó<br />

fotografías extraordinarias con una temática que flotaba en<br />

el aire y era tema de películas y obras plásticas de gran mérito;<br />

pero con un acento muy suyo, sublimaba el realismo gracias<br />

a la poesía para inaugurar su sensibilidad y su obturador<br />

ante cruces colocadas en lo alto de un montículo, rejas entreabiertas,<br />

sendas humilladas bajo las pisadas de incontables<br />

peregrinos. Los pueblos desolados de paredes carcomidas y<br />

encaladas reflejando las sombras de mujeres tapadas con sus<br />

rebozos que rescató en sus litografías José Clemente Orozco,<br />

fueron para Rulfo una constante, fijaron el único territorio<br />

que evocaba. Esos mismos objetivos y recursos son parte de<br />

su literatura, arte donde cosecha mejores frutos. “En la ma-<br />

9. Pan. Revista de Literatura, núm. 1, junio de 1945; núm 7, enero y febrero<br />

de 1946. Edición facsimilar. Presentación de Antonio Alatorre. México,<br />

fce, 1985. (Revistas Literarias Mexicanas Modernas), p. 234-235.


drugada” nos lleva a los cielos cargados de nubes que el Indio<br />

Fernández y Gabriel Figueroa dejaron en su filmografía. Y el<br />

acento en el paisaje y la fuerza de sus narraciones impusieron<br />

la tentación de adaptar al cine “Talpa”, “El hombre”, “Anacleto<br />

Morones” y las varias versiones de Pedro Páramo, cuya primera<br />

adaptación hecha por Carlos Fuentes lo encolerizaba.<br />

El propio Rulfo, que enfocaba su cámara con tan buen tino,<br />

escribió argumentos. Le dieron dinero para sufragar gastos<br />

cotidianos y le permitieron publicar un tercer volumen con la<br />

reunión de esos trabajos, El gallo de oro, sólo estimable porque<br />

nació de su pluma.<br />

Todo esto es parte de su universo, de su personalidad reticente,<br />

de sus particularidades artísticas. Inspiró sus cuentos<br />

fundamentales y para apreciarlos todavía más seguimos en<br />

ellos la evolución que lo llevó hacia su obra maestra: “La cuesta<br />

de las comadres” con un cacicazgo ejercido por partida doble<br />

en la persona de los hermanos Torricos. Remigio era tuerto,<br />

“pero el ojo negro y medio cerrado que le quedaba parecía<br />

acercar tanto las cosas, que casi las traía junto a las manos” 8 . Se<br />

hablaba ya de la Media Luna y de la fatalidad que convierte<br />

un territorio en algo maldito capaz de alejar a la gente y hacer<br />

que el gobierno la olvide y la protección de Dios también.<br />

“En la madrugada” trata un incesto y “Luvina”, el último,<br />

magistral, cuento que escribió, titulado primero “Loobina”<br />

con una extensión de veinte cuartillas, afiló todas sus armas.<br />

Como aconsejaba Alfonso Reyes usó la punta y la goma del<br />

lápiz. Redujo su texto casi a la mitad. Apretó tuercas planteando<br />

diálogos sin diálogo. Los protagonistas iniciales, un<br />

profesor rural y un recaudador de impuestos, conservaron<br />

su identidad, pero Rulfo borró las referencias concretas. Y<br />

aunque era afecto a soltar pistas falsas, le dijo a un periodista<br />

uruguayo: “Tenía los personajes completos de Pedro Páramo,<br />

sabía que iba a ubicarlos en un pueblo abandonado, desértico,<br />

tenía totalmente elaborada la novela, lo que me faltaban<br />

eran ciertas formas para poder decirla. Y para eso escribí los<br />

cuentos: ejercicios sobre diversos temas, a veces poco desarrollados,<br />

buscando soltar la mano, encontrar la forma de la<br />

novela”. 10 Lo cual también es cuestionable si vemos los cambios<br />

de los originales conservados en el Centro Mexicano de<br />

Escritores o atendemos testimonios de sus cobecarios.<br />

Sin embargo cabría preguntarse ¿Ejercicios poco desarrollados?<br />

¿Su tenaz autocrítica lo obligó a pensarlo? En realidad<br />

era uno de sus trucos. Quería que el lector participara y consiguió<br />

aciertos con omisiones sugerentes. Retomó tragedias<br />

del campo, de fincas y haciendas aisladas, y les dio modernidad<br />

y vigencia. De lo particular arribó a lo universal, de lo<br />

cotidiano, a lo metafísico. Su megalomanía le afinó la percepción<br />

y le propició un ritmo. Ese ritmo suyo que empezaba con<br />

10. “La cuesta de las comadres”, en Juan Rulfo: Op. Cit., pp. 12-23.<br />

la primera palabra hasta alcanzar un crecendo y decaer luego<br />

del clímax para que los cuentos murieran de muerte natural.<br />

Es imposible adivinar el secreto de su magia y uno va de<br />

sorpresa en sorpresa, admirándolo al haberse definido por lo<br />

breve y lo estricto, pues como buen ranchero, uno de sus talentos<br />

fue desbrozar. Introvertido, paradójicamente escribió<br />

parte de su obra en primera persona, lo que se piensa y no se<br />

dice, lo que se dice con dificultad. Quizás por influencias norteamericanas,<br />

eligió diálogos contundentes. No quería hablar<br />

como se escribe, sino escribir como se habla. Y se convirtió en<br />

maestro. Un maestro en el arte de narrar siempre de manera<br />

distinta logrando maravillas. No me refiero a “Paso del Norte”,<br />

“El día del derrumbe” o “La herencia de Matilde Arcángel”,<br />

platos de segunda mesa. Me refiero al “Llano en llamas”<br />

con un soberbio desarrollo lineal. “El hombre” que juega<br />

con dos monólogos rematados por el testimonio de un tercer<br />

personaje; “En la madrugada” que describe San Gabriel al<br />

amanecer y en el ocaso como si ambas descripciones fueran<br />

las tapas de un libro. “Talpa” interpola planos temporales en<br />

una estructura circular. “Diles que no me maten” entrevera<br />

el pasado y el presente.<br />

Su vida activa como escritor duró unos quince años. De<br />

1940 a 1955, sin incluir su desempeño como guionista. Más<br />

tarde dejó que los demás se ocuparan de él. Y el éxito parecía<br />

pesarle. Quienes lo trataron en la época de América sostienen<br />

que era un muchacho guapetón y agradable. Después<br />

olvidó que la risa descansa el espíritu y no volvió a sonreír.<br />

Agudizó un gesto agrio para contar historias, algún retazo<br />

de sus recuerdos, las aventuras del Remington que surgían en<br />

sus conversaciones y pedían a gritos ser escritas con el mismo<br />

sonsonete, el mismo vocabulario y los mismos recursos<br />

que utilizó en “¿Te acuerdas?”, nacido tal vez durante sus interminables<br />

pláticas con Sara Sánchez, la mujer de Arreola,<br />

que planchaba y hablaba con Rulfo. Como a los habitantes de<br />

Luvina se le entableró la cara. Una tarde me dijo que a esas<br />

alturas del partido nada le gustaba, ni la risa de los niños, ni<br />

las flores, ni el canto de las aves; otra, en el Centro Mexicano<br />

de Escritores lo descubrí parado en el recodo de una escalera.<br />

Con su impermeable negro tenía expresión de reconcentrada<br />

amargura. Irreverente y cariñosa le pregunté: ¿Juan, cuándo<br />

dejarás de jugar a Pedro Páramo? Maestros y becarios alzaron<br />

los ojos y soltaron la carcajada. Él no pestañeó, se le volvió<br />

más hondo el pliegue de su mejilla.<br />

La última vez que lo vi fue durante un congreso de escritores<br />

en Guayaquil. Era la estrella indiscutible. Había personas<br />

sentadas en el suelo para escucharlo. El mito de su<br />

persona huidiza se había extendido. Se encerró tres días en<br />

su cuarto y salió demacrado. Refirió nuevamente tartamudo<br />

que escribía La cordillera. Entre los presentes muchos supimos<br />

que el sol de la imprenta no iba a iluminarla. Sus fantasmas<br />

hacía mucho se habían desvanecido en el aire. Rulfo ya no oía<br />

sus inquietantes murmullos.<br />

9. Ernesto González Bermejo, Revista de la Universidad de México, septiembre<br />

de 1979.<br />

Si mi papá fuera<br />

Juan Rulfo,<br />

yo haría lo mismo<br />

Entrevista con Huberto Batis<br />

✒ Leopoldo Lezama<br />

Tomás Segovia, la familia Rulfo y el Premio<br />

cuando le dieron el Premio Juan Rulfo a Tomás Segovia,<br />

al ser entrevistado por la prensa [...] le preguntaron<br />

como a cualquiera de los premiados, qué opinaba de Rulfo.<br />

Entonces él dijo una opinión que fue mal interpretada,<br />

dijo: “Pues mira, Juan Rulfo era un gran escritor, pero<br />

es sorprendente la obra que él hizo, porque él era muy<br />

ignorante y porque no tenía una preparación intelectual<br />

como para llegar a ser el escritor que fue”. Es decir, estaba<br />

haciendo un elogio de su genio, diciendo: “Es un hombre<br />

que escribió una gran obra sin haber estudiado para<br />

hacerla”. Ahora, conozco a Tomás Segovia, lo considero un<br />

hermano mayor de mi generación, personal amigo. Yo viví<br />

cerca de ese señor y de sus hijos. Entonces sé muy bien que<br />

esta persona es bien intencionada y que no dice algo con<br />

doble sentido, con maldad.<br />

Ahora, qué opino de que la familia Rulfo diga: “¿Por<br />

qué le han puesto el nombre de mi papá al premio de<br />

Guadalajara si es una mafia que se está premiando<br />

a sí misma?” Está premiando a Tomás Segovia, a García<br />

Ponce, a Goytisolo [...] La familia Rulfo decide que es un<br />

grupo que está manejando esto junto con los Padilla de<br />

Guadalajara. Los Padilla son Raúl Padilla, que es el que<br />

fundó todo el imperio de la Universidad de Guadalajara,<br />

que es impresionante [...] Es una Universidad poderosísima.<br />

Aprovecharon que el lago de Chapala se secó y que todos los<br />

ricos vendieron sus casas para comprar todo eso para<br />

la Universidad. Y tienen una feria de libro que es como la<br />

de Fráncfort, nada menos. Ríete de la pinche Feria de<br />

Minería de aquí, de la unam. Es la segunda feria más<br />

importante del mundo. Se manejan millones allí.<br />

Ellos [la familia] tienen una actitud ante todos los<br />

intelectuales de que creen que se están aprovechando.<br />

Y todos los días llegan personas de todo el mundo que<br />

quieren una entrevista, que quieren que la mamá les diga<br />

algo. ¡Y ya están hartos! Pero además necesitan comer.<br />

Y entonces dicen: “Bueno, usted señor de Harvard que<br />

quiere hacer una tesis sobre Juan Rulfo, y quiere que mi<br />

mamá le cuente cómo la llevaba a tomar nieve cuando<br />

eran novios, como hizo el hijo en la película, pues le cuesta<br />

tanto”. Pues en todas partes los escritores y los familiares<br />

cobran: “Y si usted quiere que le prestemos fotos o negativos<br />

de mi papá, le cuesta tanto”. Entonces ahora dicen que la<br />

familia de Rulfo se ha vuelto mercantilista y que quieren<br />

sacar lana a como dé lugar de la fama de su papá. Bueno,<br />

si mi papá fuera Juan Rulfo yo haría lo mismo. Porque si<br />

alguien viene y me pide negativos o me pide anécdotas<br />

yo se las cuento, pero que me paguen. Si Ediciones Era<br />

va a publicar los fragmentos, que me paguen.<br />

¿Y por qué Tomás Segovia tuvo que decir esa frase?<br />

Si a mí me dicen: “Oye, tu papá es el burro que tocó<br />

la flauta”, eso es lo quiere decir en buen español. ¡Y al señor<br />

Segovia todavía le dan un millón y medio de pesos! Entonces<br />

la familia dice: “¡Carajo, todavía se burla de mi papá!<br />

¡Todavía le dice que es una gente sin preparación!” Cuando<br />

el otro dice: “¡No, yo de ninguna manera quise ofender<br />

a Juan Rulfo! Al contrario, yo lo considero un genio, gran<br />

escritor, más porque no estudió”. Y no más falta que diga:<br />

“Y más porque es mexicano”. Porque detrás también está<br />

eso. Y también pudo haber dicho: “Y era un miserable en el<br />

orfanato de un pueblo”. Lo que sí me enchila es que todo se<br />

lo lleven los extranjeros, y que cuando sacan a un mexicano<br />

digan: “Pero éste es tontito [...]”<br />

Ahora bien, que Rulfo no tuvo estudios formales,<br />

no los tuvo, pero Tomás Segovia tampoco. Y entonces<br />

cuando Tomás Segovia se asombra de que Rulfo sin estudios<br />

haya escrito Pedro Páramo y El llano el llamas, pues se debe<br />

asombrar también de que él haya escrito libros de poemas,


o de que haya sido un traductor excelente de autores como<br />

Foucault, Lacan, que son filósofos psicoanalistas. Entonces<br />

no se le puede reprochar a Tomás, decirle: “Despreciaste<br />

a Rulfo al decirle que no tenía preparación”, porque él<br />

tampoco la tuvo. ¿Por qué? Porque se asomaban a la<br />

Facultad y decían: “¡Qué güeva!”, como muchísima gente:<br />

Elizondo, García Ponce, José Emilio Pacheco, Monsiváis,<br />

que estudiaron aquí. Juan Vicente Melo era médico, Pacheco<br />

era de Derecho, Carlos Fuentes también [...] Se asomaron<br />

por la Universidad y huyeron, porque querían ser escritores.<br />

Rulfo y Arreola<br />

Desde que yo era joven, cuando alguien hablaba de<br />

Rulfo, siempre decían que era un gran escritor,<br />

pero que era un hombre humilde que había venido de<br />

Guadalajara y que no tenía el talento de Juan José Arreola,<br />

con quien se equiparaba, porque los editaron en 1955 a<br />

ambos en el Fondo de Cultura Económica. Y Arreola era<br />

muy estimado, porque era un hombre libresco, y era un<br />

hombre que citaba autores, citaba frases y daba clases<br />

aquí en esta Facultad; tenía sus talleres. Fundó la Casa del<br />

Lago en donde comenzaron jugando ajedrez y terminaron<br />

poniendo obras de teatro, haciendo cine clubes, haciendo<br />

exposiciones de pintura y de danza. Y después de él fue<br />

director precisamente Tomás Segovia, y luego Juan Vicente<br />

Melo y después muchísimos más, y han hecho de la Casa<br />

del Lago una institución extraordinaria. Porque es una de<br />

las funciones de la Universidad [...] sacar la Universidad a<br />

la calle: a eso se le llama extensión universitaria. Y el haber<br />

puesto en el bosque de Chapultepec un lugar popular [...]<br />

Poner la universidad ahí, poner teatro, poesía en voz alta<br />

que fundó Octavio Paz, nada menos, junto con Arreola.<br />

Poner música, hacer conciertos con la Orquesta de la<br />

unam ahí, pues es darle [cultura] a la gente que va a comer<br />

mangos, y a ver changos, y a ver criaditas y a ver a quién<br />

se ligan, o a andar en bicicleta, o a andar en el trenecito los<br />

niños. Pues tener de pronto un ambiente cultural fue una<br />

cosa extraordinaria.<br />

Becarios: el Colegio de México y el Centro Mexicano de<br />

Escritores<br />

cada año nos llevaba [al Colmex] Alfonso Reyes [...]<br />

Yo fui becario junto con Arreola, junto con Rulfo,<br />

Octavio Paz, grandes escritores. Yo era un joven junto con<br />

otros jóvenes como Carballo, Carlos Valdés, Hugo Padilla,<br />

Arturo Cantú, que eran poetas y filósofos. También estaba el<br />

Centro Mexicano de Escritores a donde fue Rulfo a enseñar<br />

a los jóvenes escritores a escribir, a decirle su opinión, como<br />

antes había ido Arreola. Pero en tiempos de Rulfo estuvo<br />

Salvador Elizondo durante años. Entonces oían a los jóvenes<br />

leer sus cuentos y les decían lo que opinaban: los animaban,<br />

los desanimaban, los regañaban, los corregían. Y mucho<br />

antes de ellos había habido maestros muy viejos como<br />

Francisco Monterde, que era del siglo xix, que les corregía<br />

comas, ortografía y les daba pequeños consejos.<br />

Los oficios<br />

Rulfo vendía llantas, medicinas, zapatos, para ganarse<br />

la vida. Pero al mismo tiempo que vendía llantas, o<br />

zapatos, y andaba por aquí y por allá, era fotógrafo. Y como<br />

andaba de agente viajero, tomaba fotos de todo el país, y<br />

hoy son valiosísimas. Es un gran fotógrafo; tomó miles de<br />

negativos. Se hizo un libro en Bellas Artes, porque conoció<br />

a una fotógrafa que lo ayudó mucho a organizar su material<br />

y a organizar exposiciones. Y el inba le hizo un libro, que la<br />

misma familia de Rulfo no estaba enterada. ¿De qué vivía<br />

Rulfo? Tuvo un montón de hijos y tenía que mantenerlos.<br />

Pero luego agarró el alcohol, y yo creo que fue después<br />

de que publicó sus libros y no tuvo éxito. Si ustedes ven<br />

las reseñas: Alí Chumacero lo puso de lazo. Y eso que era<br />

heredotapatío, como dice él mismo, o sea, se había educado<br />

en Guadalajara. Entonces fue un golpe muy fuerte para<br />

Rulfo. Casi todos los que escribieron sobre Juan dijeron<br />

que no tenía gran valor. En cambio Arreola tenía un éxito<br />

loco. Alfonso Reyes lo estimaba enormemente [...] Era un<br />

hombre de fácil palabra, tenía el talento de pensar y hablar<br />

en verso. Arreola me contó que cuando se venía de su casa<br />

a la Universidad, se ponía un endecasílabo de memoria y<br />

venía pensando y hablando en endecasílabos, y luego podía<br />

dar una clase en endecasílabos. Y sin embargo no es poeta, y<br />

podía hacer versos, pero ser poeta no es poder hacer versos.<br />

Rulfo tenía que ganarse la vida, no como estos otros<br />

que son niños bonitos y ricos. Elizondo es millonario, su<br />

papá era dueño clasa Films Mundiales, imagínate el lugar<br />

que tendrían. Los García Ponce son de la casta maldita de<br />

Yucatán, riquísimos; su padre tenía una fábrica [...] Pacheco<br />

no se diga: gente de mucho dinero, de propiedades, de<br />

herencias. Rulfo y Arreola venían de un pueblo de Jalisco:<br />

Arreola de Zapotlán, que luego se llamó Ciudad Guzmán,<br />

y Rulfo, de Sayula. Y Rulfo había estado en el orfelinato<br />

en Guadalajara: pobrísimos. Y cuando crecieron empezaron<br />

a leer libros, empezaron a escribir y a publicar en revistas<br />

literarias. Yo soy de Guadalajara, ¡no hay nada de cultura en<br />

Guadalajara!, no hay un ambiente. Puedes ir en el día a un<br />

café donde están dos o tres viejos que se reúnen, y los oyes<br />

un poco, pero son gente muy menor. Y dices: ¿dónde están<br />

los de Jalisco que escribían? Pues se fueron a México, se<br />

fueron a Europa, se fueron los pintores, los músicos. Y Rulfo<br />

y Arreola se vinieron.<br />

Pedro Páramo y el mito de las segundas manos<br />

La primera vez que oí que Juan García Ponce decía:<br />

“En Pedro Páramo hay muertos”, dije: “¡Ah, caray!, yo<br />

no me di cuenta”. Entonces le dije a Rulfo, con quien me<br />

reunía frecuentemente en cafés porque vivíamos cerca y él<br />

estaba toda la tarde fumando y platicando: “Oye, ¿que en tus<br />

novelas hay algunos muertos?” Y él me contestó: “¡Todos!”<br />

Si Juan dice que todos están muertos, entonces ¡carajo, volví<br />

a leer Pedro Páramo!<br />

Incluso se dice que Pedro Páramo era así de alto y lo<br />

dejaron a la mitad. Yo le pregunté a Rulfo eso y me dijo:<br />

“¡Me chingaron, hicieron lo que quisieron, cortaron,<br />

pegaron con engrudo las páginas como quisieron! ¡Ni yo<br />

entiendo lo que han hecho!” Y le pregunté: “¿Quién hizo<br />

eso?” Entonces me contestó: “Los cabrones de Carballo<br />

(otro jalisciense que aunque es de Michoacán, fue educado<br />

en Guadalajara), Arreola, Alatorre y Chumacero”. Todos<br />

de su tierra, todos de su edad, todos amigos suyos. Y<br />

dijeron: “Bueno, pero qué hacemos con esto; hay que<br />

publicarlo”. Pero el editor dijo: “Eso es muy grande,<br />

hay que reducirlo”. [...] Un alumno mío hizo una tesis<br />

de fragmentos de Pedro Páramo no publicados en vida,<br />

fragmentos que no están en la novela. Y qué bueno que los<br />

quitaron. Hay una metáfora que me quedó en la memoria,<br />

que habla de una hormiguita que va caminando, y hay<br />

mucho sol, y va buscando la sombra que hace el zacate<br />

trenzado, y dice que hace como un petatito de sombra. Y<br />

ahí va la hormiguita. ¡Pues eso es de Cri-Cri!, ¿no?, no de<br />

Pedro Páramo. Qué bueno que dijeron: “¿Qué está haciendo<br />

esta pinche hormiga aquí!?” Pues la sacaron. Y todo mundo<br />

daría cualquier cosa por dar con el original primero,<br />

pero no está. Rulfo se encargó de desaparecerlo. Y luego<br />

se encargó de decir que estaba escribiendo, y no estaba<br />

escribiendo. A todo mundo le decía: “Estoy escribiendo<br />

La Cordillera”. Y después preguntábamos: “¿Cómo va La<br />

Cordillera?”. “Pues ahí va, ahí va”. Ni madres. ¿Por qué?<br />

Porque lo castraron al decirle: “Esto que está aquí se<br />

publica a la mitad”. Le dieron en la torre. Le quitaron la<br />

seguridad. Pero pregúntame qué escribió Arreola después<br />

de Confabulario.<br />

El entierro de Rulfo<br />

El entierro de Rulfo fue en Gayoso, porque ahí se lo llevó<br />

Margo Glantz que era la jefa de literatura del inba.<br />

Entonces ella dijo que a Gayoso, y luego de ahí a Bellas<br />

Artes, y luego a donde Rulfo quería estar, que era en un<br />

cementerio frente al Popocatépetl. Bellísimo cementerio.<br />

Ahora es una porquería, y ahí cerca Rulfo tenía una<br />

pequeñita casa de campo a donde se iba los fines de semana.<br />

Entonces quiso estar enterrado ahí [...] ¿Y qué creen que<br />

ocurre cuando muere Rulfo?: Gayoso le pasa la cuenta<br />

a la familia Rulfo, y la familia dice: “No tenemos dinero”.<br />

Pero son tan orgullosos, que dicen: “La pagaremos como<br />

podamos”. En vez de decirles: “Oye, tú te llevaste a mi papá<br />

a Gayoso, y luego a Bellas Artes... y todo eso me lo cobran<br />

ahora”. Entonces yo le dije a Margo Glanz: “Margo, tú eres<br />

responsable de esto”. Ella contestó: “¡Qué barbaridad!, ¿qué<br />

vamos a hacer!” Y yo le dije: “¿Tú crees que el gobierno va<br />

a dar la lana?, ¿quién les dio permiso?, ¿por qué llevaron<br />

a Rulfo a Bellas Artes?” Yo nunca supe si les pagaron, pero<br />

ellos quedaron sumamente resentidos.<br />

Los cuadernos de Rulfo: un hallazgo de Sábado<br />

De pronto llega Carlos Velo, el que hizo la película de<br />

Rulfo, y nos lleva a Benítez y a mí a Sábado [de Uno<br />

más uno], una caja de zapatos llena de papeles alisados y<br />

recortes. Rulfo le decía a Velo: “Tú que vas a hacer cine,<br />

déjame tu departamento porque yo en mi casa no puedo<br />

trabajar. Tengo un montón de hijos, mi mujer, la cocina,<br />

la aspiradora”. Entonces se iba a escribir ahí, y todo lo<br />

que no le gustaba lo desgarraba y lo tiraba a la basura.<br />

Y Velo por la noche los guardaba como reliquia. Entonces<br />

entre Benítez y yo armamos un Sábado de fragmentos de<br />

escrituras inéditas de Rulfo. O de Pedro Páramo o de<br />

El llano en llamas: fragmentos, distintas versiones del mismo<br />

párrafo. Ahora todo eso lo ha editado Ediciones Era y le han<br />

puesto prólogo de la esposa, y lo venden como un libro de<br />

Rulfo. Pero nosotros lo hicimos antes en el periódico.<br />

¿Y qué creen que pasó?, ¿saben cuánto le pagaba Sábado a un<br />

colaborador?, cien pesos. Benítez consiguió veinte mil pesos<br />

y se los envió a la viuda, y la viuda le devolvió el dinero y le<br />

dijo: “¿Con qué permiso publicaste todo eso de Juan?,<br />

y él le contestó: “Yo no tengo que pedir permiso, tengo los<br />

papeles y soy editor, y soy el principal amigo de Juan, ¡y los<br />

he mantenido toda la vida!, ¿por qué?, ¡porque yo voy y me<br />

hinco al presidente en turno y le pido limosna para mí y<br />

para Rulfo!” Y de limosna han vivido toda su vida, mientras<br />

su papá chupaba años.<br />

Entonces Benítez llamó a Juan Pablo, y delante de mí<br />

le reclamó y le dijo: “¡Qué mal agradecidos son!, ¿y cómo<br />

creen que yo voy a sacar algún provecho de estar publicando<br />

los fragmentos de tu papá?”, “Sí, pero no nos dijiste”, decía<br />

él: “Y nosotros queremos saber qué se hace con lo de mi


LECTURAS, GÉNESIS, CREACIÓN<br />

Y TEXTOLOGÍA en el PRIMER<br />

medio siglo de Pedro Páramo<br />

papá”. Y también quitaron un libro de fotos que hizo Bellas<br />

Artes, porque la familia Rulfo dijo que no quería que se<br />

publicara. ¿Por qué? Porque el libro lo había hecho Juan<br />

junto con una fotógrafa turca que vivía en México, que luego<br />

fue la fotógrafa predilecta de Colosio. Había hecho ese libro<br />

con Rulfo, y había unas fotos que, sí, yo reconozco que son<br />

ridículas: Rulfo vestido de monje loco, leyendo un libro de<br />

oraciones pero afuera decía Diccionario Larousse. Luego lo<br />

retrató en el cementerio del pueblo montado en las tumbas.<br />

Entonces la familia decía: “Enséñenos el libro antes de<br />

editarlo”. Benítez terminó peleado con esa familia. Y quedó<br />

muy ofendido porque él dio la cara por Rulfo toda su vida<br />

y luego le reclamaron [...] Y sé cómo le hizo para conseguirle<br />

el departamento, para conseguirle la casa donde oía música,<br />

diciéndole a Hank González: “Rulfo necesita dinero, Rulfo<br />

necesita una casa”.<br />

Rulfo aviador en el ini y golpeado por Octavio Paz<br />

Rulfo le conseguí dos chambas como jefe de<br />

A ediciones en el Instituto Nacional Indigenista con el<br />

señor Alfonso Caso [...] Entonces iba a la oficina, fumaba<br />

y firmaba lo que tenía que firmar y no trabajó nunca.<br />

Dicho por Alí Chumacero que sí trabajaba, se chingaba y<br />

le pagaban muy poco: “A Rulfo le pagaban un buen sueldo,<br />

entonces toda su familia vivió del cuento”. Y esa frase se<br />

la dijo Octavio Paz en casa de José Luis Martínez, cuando<br />

citó a escritores de la Literatura mexicana para que se<br />

despidieran de su mujer, porque se iba a morir de cáncer,<br />

y ella dijo: “Quiero despedirme de toda la gente”. Entonces<br />

estaba todo mundo, y en la entrada se encuentran Paz y<br />

Rulfo, y Paz viene con Elizondo, y Elizondo traía bronca<br />

con Rulfo del Centro Mexicano y le dice: “Mira a este<br />

cabrón de Rulfo”. Y Paz dice: “Sí, este cabrón siempre ha<br />

vivido del cuento”. Y Rulfo dijo: “Sí, de El llano en llamas”.Y<br />

Paz: “No, del cuento has vivido, porque siempre estás a ver<br />

qué te cae del cielo”. Como si los cabrones otros no hicieran<br />

lo mismo, ¿no? Si le pedimos cuentas al señor Octavio Paz...<br />

Bueno, quiero decirles, porque yo no lo vi, Benítez me<br />

contó que tuvo que separar a Paz y a Elizondo que estaban<br />

abofeteando a Rulfo en casa de José Luis Martínez. Y Rulfo<br />

nada más se tapaba. ¿Por qué pasó eso? Porque le dieron [a<br />

Paz] la noticia de que Benítez había conseguido que Bremer,<br />

director de Bellas Artes, llamara “Año Rulfo” a ese año. Y<br />

entonces Paz dijo: “¿Cómo que año Rulfo? ¿Qué chingados<br />

ha hecho ese cabrón? ¡Primero año Paz!” Entonces le dijo<br />

Benítez: “Se va a morir...” Y aún así le siguieron surtiendo.<br />

Benítez me dijo: “Yo y Luis Cardoza y Aragón, viejitos,<br />

nos interpusimos para que Elizondo y Octavio Paz no le<br />

siguieran pegando a Rulfo”. Yo no sé si Rulfo le mentó la<br />

madre o por qué le empezaron a pegar, pero así fue.<br />

La novela más importante, para algunos la más mexicana,<br />

para otros, la más universal y más discutida de nuestras letras,<br />

Pedro Páramo, cumplió entre el 19 y el 21 de marzo, aunque no<br />

falta quien dé como fecha exacta el 27 de ese mes, quizá jamás<br />

lo sepamos con precisión, medio siglo. Cabría recordar que, en<br />

vísperas de la Navidad de 1999, el 24 de diciembre, el suplemento<br />

Babelia del diario El País, encuestó a diecisiete críticos literarios<br />

acerca de los diez mejores libros escritos en español a lo largo del<br />

siglo xx y, de las ochenta y tres obras enlistadas, las más reiteradas<br />

correspondieron a Ficciones y El Aleph de Borges y Pedro<br />

Páramo de Juan Rulfo. Muy poco después, a la vuelta del milenio,<br />

habría de ser seleccionada por la unesco, es decir, por lectores del<br />

mundo entero, entre las cien mejores escritas en todos los tiempos.<br />

Éste es el libro que nos convoca y sobre cuyas fuentes y proceso<br />

de gestación dilataremos nuestra pupila para contemplar con<br />

cierto detenimiento, la obra en marcha —work in progress— a<br />

lo largo de sus primeras etapas.<br />

Algunas fuentes y lecturas<br />

Pero, ¿de dónde emergió y cómo se formó un escritor mexicano<br />

de esta envergadura? Empleado en la Secretaría de Gobernación,<br />

en el área de Migración, a instancias de un tío<br />

suyo, Rulfo trabajó en los archivos de la antigua locación<br />

en las calles de Juárez, ahí en 1938 trabó amistad con otro<br />

autor mexicano singularísimo, Efrén Hernández, quien lo<br />

impulsó a publicar sus primeros cuentos.<br />

Ambos escritores permanecían mucho tiempo después<br />

del horario de oficina leyendo textos de creación y, también,<br />

ampliando sus horizontes literarios, recomendándose mutuamente<br />

lecturas muy diversas.<br />

Para aproximarnos a la amplitud y profundidad de aquellas<br />

lecturas de Rulfo, nada mejor que repasar la casi olvidada<br />

y magistral conferencia que dio el 21 de agosto de 1965<br />

en el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas, que consideró,<br />

apenas, “una parte muy breve de la actual situación de la<br />

novela contemporánea”. Después de excluir —por razones<br />

diversas— el quehacer novelístico de América Latina, decidió<br />

concentrarse en la novela europea y norteamericana. 1<br />

A modo de rápida glosa, reubiquemos la mayor parte<br />

de sus conceptos para, luego, indagar la teoría subyacente.<br />

Rulfo trata de dibujar las principales líneas y corrientes de<br />

influencia de la literatura del momento. Sitúa en los Estados<br />

Unidos de los veinte, el mayor peso novelístico mundial de<br />

la preguerra. En William Faulkner y John Steinbeck cree ver<br />

la más importante contribución narrativa sobre Europa. Algún<br />

tiempo después —seguramente en la posguerra— “los<br />

europeos les devolvieron esa influencia con obras creativas<br />

que pesaron sobre la literatura norteamericana hasta tal<br />

grado que casi desapareció dicha literatura, imponiéndose<br />

nuevamente la latinoeuropea”. 2<br />

Rulfo considera que Italia fue la nación que más aceptó<br />

el estilo “tipo Faulkner, tipo Thomas Wolfe y otros”, y en<br />

Italia se formó un interesante núcleo de escritores a partir<br />

de Alberto Moravia. Entre Moravia y Winsburg se estableció<br />

un eje en torno al cual giraron y se estructuraron Vasco<br />

Pratolini, Elio Vittorino, Italo Calvino, Cesare Pavese, Carlo<br />

Cassola, Raffaello Laccatria y Pier Paolo Pasolini, a quienes<br />

considera “un grupo realmente valioso”. Éstos influyeron de<br />

una u otra manera en los escritores norteamericanos más jóvenes<br />

y sobre algunos alemanes como Uwe Johnson y Günter<br />

Grass. En tal contexto deja caer una afirmación cardinal.<br />

Se refiere a la manera como Alberto Moravia inauguró una<br />

nueva corriente literaria con La Romana y, después, con sus<br />

cuentos, pero “acabó aburrido”. Precisamente, su última<br />

novela se llama La Noia, es decir, el aburrimiento: “Nadie se<br />

explica por qué los escritores italianos, y más los romanos,<br />

viven aburridos; escriben demasiado, publican constantemente<br />

y acaban por aburrirse y aburrir a sus lectores”. 3<br />

Respecto de Francia, menciona el peso enorme del academismo<br />

en Proust, Balzac y Stendhal. Considera que el fran-<br />

1. Juan Rulfo, “Situación actual de la novela contemporánea” en<br />

icach, número 15 (1965), Tuxtla Gutiérrez, julio-diciembre, 111-122.<br />

En adelante Conferencia.<br />

2. Conferencia, p. 113.<br />

3. Conferencia, p. 114. Las cursivas son mías.


cés es un gran conservador de formas y sistemas académicos<br />

por tanto el autor que se rebele conta la Academia es desconocido<br />

y se le hace una política de silencio. Así sucedió con<br />

Jean Giono: “Un escritor que sigue siendo válido, pero que<br />

durante muchos años estuvo proscrito” y le pasó a Charles<br />

Ferdinand Ramuz, de la Suiza de habla francesa; ambos, “son<br />

escritores que rompen todos los moldes”. Señala su desagrado<br />

por la antinovela y estima que escribirla es evitar toda acción<br />

del pensamiento. Sobre El mirón o La celosía, según se<br />

conozca la traducción de Robbe-Grillet, dice que se trata de la<br />

historia de un “señor que mira, que se dedica a ver y simplemente<br />

describe lo que ve”. Hace referencia también a la obra<br />

de Nathalie Sarraute y Michel Butor. 4<br />

Comenta la obra de dos suizo-alemanes: Max Frisch y<br />

Friedrich Dürrenmatt, para regresar al panorama inmediato<br />

de los Estados Unidos. Nueva York y Chicago, que habían<br />

sido grandes capitales intelectuales, dejaron de producir<br />

escritores. Chicago fue durante algún tiempo albergue de<br />

Sherwood Anderson, Theodore Dreiser y, más recientemente,<br />

Nelson Alwyn. De Nueva York rescata a J. P. Salinger y<br />

William Styron. Norman Mailer y Truman Capote conducen<br />

sus reflexiones hacia los beatniks. Se detiene en la obra de<br />

Jack Kerouac, John Updike y, fundamentalmente en Joseph<br />

Heller. De los beatniks norteamericanos pasa a los “jóvenes<br />

iracundos” ingleses: Edmond y Angus Wilson, John Braide y<br />

otros. Su vieja e insoslayable pasión, la literatura nórdica, se<br />

hace presente con Laxness y Hamsun. Recala en Yugoslavia<br />

en la obra de Andrić y Bulatovi. El estilo de este último lo<br />

sitúa dentro del realismo mágico. De regreso, otra vez a los<br />

Estados Unidos, la ciencia ficción y Ray Bradbury. Al final:<br />

La novela actual, en cualquier parte del mundo, camina con la<br />

bandera del realismo mágico; es una puerta difícil... No sabemos<br />

hasta qué punto llegue la literatura contemporánea a ser<br />

válida, pero sí sabemos que el escritor no confía ya en la palabra<br />

porque no sabe hacia adónde lo llevará, hacia qué obscuridades<br />

de la mente va a conducirlo el seguir la corriente del pensamiento<br />

porque, desgraciadamente, el ambiente, la técnica,<br />

la ciencia, el mundo actual influyen para que el hombre actúe<br />

adaptándose a esa situación. Quizás dentro de poco, en la literatura<br />

contemporánea, en el cuento, en la novela y hasta en la<br />

poesía veamos la faz obscura de la luna y quizás nos hundamos<br />

en su obscuridad. El realismo podemos asirlo; la magia, no: está<br />

en cada uno de nosotros. 5<br />

Ésta era entonces, apenas, una guía básica en las lecturas de<br />

Rulfo —que al igual que Faulkner se repartió entre guionismo<br />

cinematográfico y otras formas de la producción literaria—<br />

a quien Otto Raúl González aconsejó leer muchas<br />

novelas. Un autor que se interesaba por la diversidad dialectal<br />

en la literatura italiana frente al toscano considerado clásico.<br />

Un autor que conocía la obra de Ramuz mejor que muchos<br />

4. Conferencia, 116.<br />

5. Conferencia, 121-122.<br />

suizos y que leía y releía los cuentos y la novelística —fundamentalmente<br />

Trampa 22— de Joseph Heller, cuando pocos<br />

norteamericanos sabían aún quién era.<br />

Emanado de todas estas lecturas atípicas en el medio literario<br />

mexicano, Rulfo terminó por concebir y estructurar<br />

la novela a la que hoy nos referimos: Pedro Páramo.<br />

Algunos comentarios genéticos y textuales<br />

Muchos “amigos” cercanos, desde Arreola hasta Antonio<br />

Alatorre, sus viejos compañeros de Guadalajara se arrogan el<br />

haber “contribuido a fijar el armazón definitivo” de la novela.<br />

Todos estos comentarios sobre la versión final de la obra, la<br />

mayoría destinados a minimizar el papel y la lucidez narrativa<br />

en la concepción y ordenamiento finales de la misma por<br />

parte de Rulfo, invitan a reconstruir, aunque sea parcialmente,<br />

el proceso escritural mediante el cual se conformó.<br />

Por eso, vayamos al principio. La redacción de Pedro Páramo,<br />

parece haber comenzado en mayo de 1954 cuando merced<br />

al usufructo de una beca Rockefeller durante el bienio<br />

1953-1954 Rulfo inició su escritura, en un flamante cuaderno<br />

escolar, redondeando el primer capítulo de una novela que,<br />

durante muchos años, había ido tomando forma en el silencio<br />

de su discurrir interior. Aquel manuscrito se llamó sucesivamente<br />

Los murmullos, Una estrella junto a la luna y, por último,<br />

Pedro Páramo. Una vez más, era la prosecución del proyecto<br />

que tempranamente intentó desde 1939 y cuyo fallido anticipo<br />

de novela entonces urbana, de haber nacido, se hubiera<br />

llamado quizá Un pedazo de noche. Aquel original primigenio,<br />

según relata el propio Rulfo, fue destruido en diferentes y<br />

progresivas etapas a medida que el autor iba transcribiendo<br />

mecanográficamente sus manuscritos.<br />

La segunda promoción de becarios del Centro Mexicano<br />

de Escritores integrada, entre otros, por Juan José Arreola,<br />

Alí Chumacero, Ricardo Garibay, Miguel Guardia y Luisa<br />

Josefina Hernández, leyó y releyó la obra de Rulfo que hoy<br />

nos convoca, en el marco del taller literario que los congregaba<br />

todos los miércoles por la tarde en una casa de la calle<br />

Yucatán. Aquella desconcertada recepción temprana de Pedro<br />

Páramo prefiguraba, en sus divergencias, la incomprensión<br />

que signaría el tránsito inicial de la novela. En tanto Arreola,<br />

Chumacero, Shedd y Xirau consideraban que la novela iba<br />

bien, Miguel Guardia sentía que el manuscrito era apenas un<br />

montón de escenas deshilvanadas. Ricardo Garibay y otros<br />

escritores más jóvenes insistían en que el libro era una porquería.<br />

El poeta guatemalteco Otto Raúl González aconsejó a<br />

Rulfo que antes de sentarse a escribir una novela, leyera muchas.<br />

“Leer novelas —comentó Rulfo— es lo que [he] hecho<br />

toda mi vida”:<br />

Era difícil aceptar una novela que se presentaba con apariencia<br />

realista, como la historia de un cacique y en verdad es el relato<br />

de un pueblo: una aldea muerta, en donde todos están muertos,<br />

incluso el narrador, y sus calles y campos son recorridos únicamente<br />

por las ánimas y los ecos capaces de fluir sin límites en el<br />

tiempo y en el espacio. 6<br />

6. Juan Rulfo, “Pedro Páramo, treinta años después”, en Cuadernos Hispanoamericanos,<br />

números 431-432, 1985: p. 6.<br />

7. Quien realizó un primer estudio comparativo entre el mecanuscrito<br />

original depositado en el Centro Mexicano de Escritores y el libro publicado<br />

por el Fondo de Cultura Económica fue Juan Manuel Galaviz, quien<br />

publicó los resultados en la revista veracruzana Texto Crítico en 1980 y, a<br />

dicho estudio, remito a los interesados.<br />

Al margen de los alegatos de Arreola, Alatorre, y tantos otros,<br />

quisiera detenerme y focalizarme en agosto de 2001, cuando<br />

presentamos en el Instituto de Investigaciones Filológicas los<br />

mecanuscritos originales de Pedro Páramo, recién restituidos<br />

al acervo familiar de los Rulfo por el Fondo de Cultura Económica,<br />

que tuve la oportunidad de estudiar y algunos detalles<br />

me resultan ineludibles de comentar brevemente. 7<br />

Detengámonos entonces en los textos primigenios propiamente<br />

dichos que, en su etapa pre-textual última, así como<br />

proto-textual —aunque faltarían aquí las galeradas que parecen<br />

estar perdidas— se hallan ahora, en su totalidad, al cuidado<br />

de la Fundación Juan Rulfo.<br />

Tratemos de dar, aunque sea muy de soslayo, un breve<br />

atisbo a los mecanuscritos de la más famosa novela mexicana<br />

del siglo xx, que servirán de base, sin duda, para grandes<br />

estudios textológicos y parcialmente genéticos, en los años<br />

por venir.<br />

El mecanuscrito resultante, depositado en el Centro Mexicano<br />

de Escritores para amparar la beca concedida, llevaba<br />

—lleva— por título Los murmullos. El entregado al Fondo de<br />

Cultura Económica está títulado Pedro Páramo y, además del<br />

marcaje tipográfico anotado a mano en la portadilla, agrega:<br />

“Letras Mexicanas” y en el siguiente renglón, “19”.<br />

Infortunadamente, las copias de ambos mecanuscritos,<br />

generosamente facilitadas en aquella ocasión por la Fundación<br />

Rulfo eran muy deficientes e impidieron todo trabajo<br />

científico sobre los mismos, por lo que me limitaré a algunas<br />

consideraciones de carácter general.<br />

Entre los asuntos inverificables se cuentan todos los vinculados<br />

con esa rama derivada de la crítica genética y textual<br />

que es la manuscriptología, que analiza la estratigrafía<br />

del complejo conjunto de materiales originales sometidos a<br />

clasificación, examinando papeles, tintas, implementos de escritura,<br />

manuscripciones y todos los restantes elementos coadyuvantes<br />

en la reconstrucción cronológica y el estudio de<br />

variantes para tratar de establecer un usus scribendi.<br />

No cabe duda de que, cuartilla a cuartilla, ambos coinciden<br />

y ello nos permite inferir que los dos ejemplares salieron<br />

del carro y rodillo de la misma máquina a un tiempo, pero,<br />

al no poder contar con los originales, me resulta imposible<br />

establecer cual de los dos juegos es copia al carbón del primero<br />

y, sobre todo, asignarles las mayúsculas a y b según lo<br />

establecen la tradición filológica y el orden del caso, lo que<br />

simplificaría nomenclaturas, evitando verborrea y confusiones.<br />

Pido disculpas por ello.<br />

Pero, ¿cuáles son las preguntas más pertinentes al iniciar<br />

el cotejo o la compulsa? Naturalmente, innúmeras, según lo<br />

que cada investigador esté buscando verificar. En el caso de<br />

Rulfo, inmejorable poeta de la prosa narrativa, el rastreo de<br />

sus preferencias estilísticas, las dudas o alternancias entre vocablos<br />

específicos y la capacidad de condensación metafórica<br />

a partir del lenguaje popular, constituyen la base de una indagación<br />

estilométrica nada despreciable.<br />

En el mecanuscrito entregado al Fondo existen numerosas<br />

marcas tipográficas de separar y crear espacios precisamente<br />

para distinguir las secuencias así como, a veces, para unir pasajes.<br />

¿Pertenecen a Rulfo o a manos ajenas? La letra es más<br />

fácilmente reconocible que una marca que sólo implica una<br />

línea recta y dos curvas.<br />

Las primeras ochenta y cinco cuartillas se hallan paginadas,<br />

mediante máquina de escribir, al centro del margen<br />

superior. De la 86 a la 111, la paginación se marca del lado<br />

superior izquierdo por el mismo medio. A partir de la 112,<br />

en ambos mecanuscritos, aparece otra numeración: sobre el<br />

margen superior izquierdo, a máquina, se inicia con el uno,<br />

sin marcar, y termina hasta el número 7, que coincide con la<br />

página 118 de la secuencia del mecanuscrito, existe además<br />

otro foliado por sello automático con numeración coincidente<br />

a la general acumulativa, seguramente debido al Fondo de<br />

Cultura Económica, por lo que se está duplicando la paginación<br />

y triplicando la foliación entre las hojas 112 y 118. Por<br />

otro lado, a partir de la 119, se agregan 9 cuartillas, también<br />

bajo un doble sistema de paginación que superpone dos series,<br />

una numerada a mano sobre el margen superior derecho<br />

del 1 al 9 y otra que, después de tachar el 119 a máquina en el<br />

centro, continúa desde la 120 para un total de 127 cuartillas<br />

mecanografiadas a doble espacio en el ejemplar entregado al<br />

Fondo para su procesamiento editorial, las mismas que, sin<br />

tantos avatares, exhibe el mecanuscrito del Centro Mexicano<br />

de Escritores.<br />

Podemos inferir, por lo tanto, que existieron, en el mecanuscrito<br />

del Fondo entre tres y cinco intentos de reorganización<br />

macroestructural, seguramente no debidos a Rulfo,<br />

según la lección que arroja el homólogo del Centro Mexicano<br />

de Escritores. Al preguntar sobre el ordenamiento secuencial<br />

—asunto que se ha prestado a tantas polémicas y debates que<br />

no son del caso aquí— podríamos, al margen de las marcas<br />

en el mecanuscrito del Fondo, recordar que por las mismas<br />

fechas en que Rulfo está trabajando en Pedro Páramo, Jose-


fina Vicens, otra notable escritora mexicana estrechamente<br />

vinculada al guionismo y al cine al igual que nuestro autor,<br />

está enfrascada en la escritura de El libro vacío, otra novela<br />

estructurada mediante secuencias o fragmentos a la manera<br />

cinematográfica, ¿se trata de una coincidencia o era ya la<br />

poderosa influencia del nuevo lenguaje que Faulkner había<br />

instaurado?<br />

Sin duda, para todo trabajo científico en torno al asunto<br />

que nos ocupa, debe tomarse como codex optimus el mecanuscrito<br />

del Centro Mexicano de Escritores porque, excepto<br />

los posibles comentarios del taller literario donde se<br />

leía y analizaba con los demás becarios, las interferencias<br />

con la voluntad autoral deben considerarse como mínimas<br />

o, incluso, inexistentes y, además, las manuscripciones se deben<br />

todas a Juan Rulfo.<br />

Otros elementos que entrañarán grandes dificultades para<br />

los investigadores residen en el marcaje tipográfico y las anotaciones<br />

del mecanuscrito del Fondo, los cuales sólo quiero<br />

ejemplificar mediante la hoja 119 que constituye todo un repositorio<br />

capaz de despertar las conjeturas más dispares.<br />

Un simple examen topográfico de dicha cuartilla arroja<br />

lo siguiente: encabezado a mano y centrado, en mayúsculas<br />

“PEDRO PÁRAMO” a mano también, una línea más abajo,<br />

ligeramente a la derecha del título simulando versales y<br />

versalitas “Por JUAN RULFO”, ligeramente arriba a la derecha,<br />

en el ángulo superior, a mano y encerrado en un círculo<br />

un número 1. Al margen superior izquierdo, y a mano los<br />

datos tipográficos, luego, en la línea inicial, una flecha que<br />

indica la supresión de la sangría, llevando la línea “a caja” y<br />

subrayando las dos palabras iniciales “PEDRO PÁRAMO”.<br />

Como bien sabe todo conocedor de la tradición tipográfica<br />

española ello significa inicial de capítulo o, para remontarnos<br />

algo más lejos en el tiempo, sustitución de capitulares.<br />

Se trata del fragmento que inicia: “Pedro Páramo estaba<br />

sentado en un viejo equipal, junto a la puerta grande […]” y<br />

finaliza: “Pedro Páramo siguió moviendo los labios, susurrando<br />

palabras. Después cerró la boca y entreabrió los ojos en los<br />

que se reflejó la débil claridad del amanecer. / Amanecía.”<br />

Las conjeturas pueden ir desde la posibilidad de publicaciones<br />

parciales promocionando a la novela en La Gaceta del<br />

Fondo y otras revistas, hasta un probable cambio en el ordenamiento<br />

secuencial debido a criterios ajenos a Rulfo.<br />

Por añadidura, el margen izquierdo enseña, entre el segundo<br />

y tercer tercio de la cuartilla, una ilustración “a línea”<br />

de factura nada desdeñable a un posible Pedro Páramo sentado<br />

en un equipal. ¿A quién se debe este dibujo?<br />

En fin, hay mucha tarea por hacer. Aún sin la existencia de<br />

los manuscritos destruidos por el propio Rulfo, emprender una<br />

edición crítica o, tan siquiera, de variantes a partir de los mecanuscritos<br />

y las sucesivas ediciones constituirá, para muchos<br />

de los críticos formados —o que habrán de formarse— en la Facultad<br />

de Filosofía y Letras, un trabajo de gran envergadura.<br />

Emmanuel Carballo<br />

A<br />

lo largo de su vida como escritor, Juan Rulfo (1917-1986)<br />

estuvo más próximo a las mieles que a las hieles del quehacer<br />

literario. Desde temprano conoció los alicientes de la fama en<br />

permanente ascenso, tanto en México como en Europa y los Estados<br />

Unidos. Gozó y padeció los honores que se rinden al creador<br />

de asombrosos y modificantes textos literarios (El llano en llamas y<br />

Pedro Páramo): premios nacionales y extranjeros, homenajes, ediciones<br />

populares de sus libros y exquisitas de sus breves obras completas,<br />

traducciones a los idiomas más difundidos, tesis sobre los temas<br />

más peregrinos de su mundo, lectores que rinden culto al autor y a<br />

sus libros, que se emboban ante su novedosa sintaxis, que consigue<br />

comunicar lo más profundo e íntimo de su universo narrativo.<br />

Más que un escritor se le consideró un fenómeno mítico: el del<br />

hombre huraño, solitario, al margen de grupos y capillas, quien<br />

contra su voluntad (o a pesar de ella) escribió dos libros excepcionales<br />

y, se dijo, estuvo a punto de crear una tercera obra maestra, proyecto<br />

que se fue desbaratando conforme transcurrían sus años y el<br />

escritor jalisciense continuaba hundido en un mutismo obstinado.<br />

Maestro en el arte del suspense, Rulfo supo vender esta expectativa a<br />

lectores ávidos de leer textos suyos y a editores dispuestos a comercializar<br />

sus hallazgos. Las escasas virutas que salieron de la mesa<br />

de trabajo, después de su muerte, decepcionaron a lectores y críticos<br />

sagaces. Mayor desengaño soportaron estos lectores fervorosos<br />

cuando aparecieron, en 1994, Los cuadernos de Juan Rulfo, libro que<br />

los deudos de Juan publicaron para que Rulfo no pudiese reposar<br />

tranquilo ni siquiera en el otro mundo.<br />

No recuerdo, entre las de nuestros escritores del siglo xx, una<br />

carrera literaria más fulminante ni mejor cimentada que la suya,<br />

por encima incluso de las de Octavio Paz y Carlos Fuentes, hábiles<br />

promotores de sus abundantes y espléndidos libros. La fingida o<br />

verdadera humildad de Rulfo resultó a la larga más productiva que<br />

la jactancia en voz alta de Paz y Fuentes, hecha con las mejores<br />

armas (ofensivas y defensivas) con que están dotados los escritores<br />

y artistas que luchan por el poder literario abierta y francamente.<br />

No recuerdo, tampoco, un duelo parecido al que produjo su<br />

muerte no sólo entre los escritores sino también entre los lectores<br />

e, incluso, entre el público cautivo de la televisión y la radio. No<br />

ocurrió así, pongo tres ejemplos, cuando murieron Alfonso Reyes,<br />

José Vasconcelos y Martín Luis Guzmán. Y no se puede sostener<br />

que Rulfo haya sido más “grande” y “trascendente” que los tres ateneístas:<br />

fue, simplemente, escritor de un momento distinto (el de<br />

la aldea global de McLuhan) de aquél en que vivieron y murieron<br />

nuestros tres grandes abuelos.<br />

Rulfo fue el mejor exponente del escritor que al crear su propio<br />

mito abrió la posibilidad de convertirse en ídolo de los medios de<br />

comunicación, hecho que ocurrió, en esta y otras latitudes, a partir<br />

de los años sesenta. Afortunadamente para él y para nosotros sus<br />

lectores, el ídolo en que se transformó no tenía los pies de barro ni<br />

era becerro de oro.<br />

Taciturno, de pocas y ácidas palabras, inmerso en un mundo<br />

recurrente y contradictorio, el de su infancia y adolescencia, implacable<br />

crítico de sí mismo, Rulfo fue un enigma en movimiento, un<br />

narrador terriblemente elemental y angustiosamente complicado.<br />

Su obra, breve y magnífica, cerró un periodo de nuestras letras (el<br />

de la narrativa rural) y apuntó hacia una nueva etapa en el arte de<br />

contar historias.<br />

En el universo narrativo de Rulfo, las contingencias ceden sitio<br />

a las esencias, el costumbrismo y el folclore mueren para dar vida a<br />

unas cuantas radiografías que tienen que ver con el amor y la muerte,<br />

la soledad y la incomunicación, el absolutismo político y económico<br />

y sus peligros adyacentes. Su obra es algo así como la crónica<br />

alucinada de un naufragio, del naufragio de un país, México.<br />

El México de Rulfo, a ratos, es alegre y vibrante como la infancia<br />

y triste y poco dado a la esperanza, casi siempre, como la madurez.<br />

Cuando el autor lo mira con ojos de niño es verde, jugoso y lleno de<br />

vida, y gris, reseco y presidido por la muerte cuando lo contempla<br />

con los ojos desencantados del adulto. Sus textos están escritos desde<br />

el punto de vista del hombre maduro, quien cuando no puede<br />

soportar más los horrores y calamidades de la realidad cede por<br />

un momento la palabra a los recuerdos tiernos y emocionados del<br />

niño. Se pasa así del infierno atroz y sin salida a un purgatorio poco<br />

menos calamitoso, pero que no tendrá fin. Sus criaturas, verdaderas<br />

almas en pena, nacieron y vivieron para sufrir, y seguirán sufriendo<br />

en la otra vida.<br />

Rulfo tuvo la suerte de morir en el momento en que su obra<br />

obtenía el beneplácito de los lectores y de la crítica. Hoy, a veinte<br />

años de su fallecimiento, sus libros no se han marchitado: están más<br />

vivos que en los años cincuenta, década en que aparecieron. Así<br />

como supo enmudecer a tiempo, Juan Rulfo también supo morir en<br />

el momento oportuno.


Pedro Páramo<br />

SÓLO UNA FECHA<br />

EXACTA EN TODO<br />

Pedro Páramo: el 8 de diciembre. Porque sabemos que Juan<br />

Preciado llega a Comala en agosto, porque sabemos que las<br />

estaciones se suceden, porque sabemos que la presentación<br />

de los hechos no es cronológica, pero exacta, totalmente<br />

exacta, sólo una fecha: “la mañana del 8 de diciembre.<br />

Una mañana gris. No fría, pero gris.” Susana San Juan<br />

muere ese día, “la boca llena de tierra”. Pedro Páramo,<br />

adusto y dolido, ordena que las campanas doblen por tres<br />

días, ininterrumpidamente, como acosador recordatorio<br />

de lo sucedido. En consecuencia, entre todas las muertes<br />

sucedidas en Comala, ésta de Susana San Juan adquiere un<br />

relieve especial, ya que de ella se desprende todo lo ocurrido<br />

con el pueblo. Es una muerte semillero de muertes.<br />

“Pensaba en ti, Susana.” De esta manera y poco<br />

a poco, casi desde el principio mismo de la narración, Pedro<br />

Páramo va revelando que su vida gira en rededor<br />

de esta muchacha. En la infancia, porque eran compañeros<br />

de juego y de inocencia; más tarde, porque Susana se<br />

convierte en el sueño que habrá de darle razón a los<br />

empeños de Pedro Páramo; finalmente, porque, al mirar<br />

la chica, el resorte vital del protagonista se quiebra. Hay<br />

entre Gatsby y Páramo coincidencias de una belleza<br />

notable: el afán de reconquistar el pasado con base en<br />

la riqueza; el desmoronamiento del sueño cuando así,<br />

mediante la riqueza, se lo quiere apresar. Ante el lector<br />

queda la amarga presencia de lo imposible.<br />

He insinuado, he querido decir, en el párrafo anterior<br />

que esta novela cuenta una historia de amor. Historia que,<br />

como todas las incluidas en la obra, termina en frustración.<br />

Porque Pedro Páramo es agria, dura, sin concesiones.<br />

Lo amargo de la obsesión que el personaje principal tiene<br />

por Susana radica en la falta de respuesta: Pedro ama sin<br />

hallar eco a sus sentimientos. En el pasado de Susana hay<br />

un Florencio —nombre acaso simbólico— cuya memoria<br />

llena la mente de la chica, impidiéndole que se relacione<br />

con el presente. Casi seguro primera experiencia sexual de<br />

Susana, Florencio la hiere profundamente con su muerte. Se<br />

comprueba así que el amor y la muerte unen sus caminos<br />

en el mundo creado por Juan Rulfo, con lo cual la literatura<br />

de este escritor hunde raíces en temas de constante<br />

importancia para el ser humano.<br />

Gatsby no alcanza a ver marchito su anhelo, pues muere<br />

antes de llegar a la frustración de comprenderse rechazado.<br />

Rulfo no libera a Pedro Páramo de tal destino: gracias al<br />

dinero consigue casarse con Susana San Juan. De ahí en<br />

adelante vivirá el infierno de sentirla vagar por un mundo<br />

interno cuyas fronteras le está prohibido cruzar a él. Susana<br />

vive obsesiones adentro, tratando de recuperar aquel<br />

instante en que, a la orilla del mar, fue pura.<br />

Silencioso, reconcentrado en su propia soledad, Páramo<br />

sufre el fracaso de su vida. Porque es necesario saber<br />

escucharlo cuando habla desde el interior, cuando dice:<br />

“Esperé treinta años a que regresaras, Susana. Esperé<br />

a tenerlo todo. No solamente algo, sino todo lo que se<br />

pudiera conseguir de modo que no nos quedara ningún<br />

deseo, sólo el tuyo, el deseo de ti.” Con lo cual llegamos al<br />

motivo impulsor del comportamiento de Pedro Páramo: su<br />

ansia total de Susana. Cualquier otra adquisición que haya<br />

logrado el protagonista tiene como meta final la conquista<br />

de esa mujer.<br />

He venido llamando a Pedro Páramo protagonista de la<br />

novela. Sin embargo, razón asiste a Rulfo cuando afirma que<br />

“Susana San Juan siempre fue el personaje central”. ¿Una<br />

razón? Que Susana se encuentra en el corazón de Pedro<br />

Páramo y le da vida. Es, por decirlo así, la protagonista del<br />

protagonista. Por ello, a la muerte de esta mujer idealizada<br />

las campanas de Comala doblan tres días seguidos. Y viendo<br />

Páramo que la ocasión se vuelve pretexto para que el pueblo<br />

festeje, olvidado de la razón verdadera de aquellos toques,<br />

dice: “Me cruzaré de brazos y Comala morirá de hambre”.<br />

Así ocurre. Susana está, pues, en el crecimiento de Páramo<br />

como cacique y en el derrumbamiento de Comala.<br />

Como punto por examinar tenemos el siguiente: hay<br />

un basamento psicológico en la borrosa y a la vez nítida<br />

presencia de Pedro Páramo. Su motivación primaria surge<br />

de una obsesión amorosa. Sin embargo, ello no basta para<br />

explicarnos al personaje. Es necesario acercarse a él desde<br />

otros puntos de vista. Es necesario explorar otras causas<br />

para su surgimiento como cacique. Una se vio ya: Susana.<br />

Con Susana, la pasión amorosa no correspondida. El sueño<br />

roto de un pasado irrecuperable, tema que suavemente<br />

une su esencia a otro presente en la novela: la nostalgia del<br />

paraíso perdido. Otra se presenta clara: la muerte del padre.<br />

Fue Lucas Páramo un terrateniente de Jalisco al que<br />

asesinaron. Tiempo más tarde vuelve su hijo Pedro, dura<br />

voluntad de venganza, a cobrarse la muerte y a recuperar<br />

la Media Luna, su hacienda. Es aquí donde el personaje<br />

adquiere peso histórico, pues las artimañas de que se vale<br />

para reconquistar y ampliar lo suyo son descriptivas<br />

de una conducta general, de una visión depredadora<br />

existente en el cacique prerrevolucionario. El matrimonio<br />

por conveniencia, la compra de tierras mediante amenazas<br />

de muerte, la liquidación violenta de los opositores,<br />

el apoyo de una iglesia comprada mediante dádivas: todo<br />

ello compone un tipo de actitud ya arquetípica en el mundo<br />

rural mexicano. Es de subrayar la enorme carga de crítica<br />

social oculta por la aparente neutralidad descriptiva<br />

de la novela de Rulfo.<br />

Entonces, Páramo es un personaje arquetípico en<br />

lo social y singular en lo psicológico. Debido al primer<br />

rasgo, el lector sagaz puede cargarlo de odio, por cuanto<br />

Páramo representa una mancha que se ha hecho constante<br />

en nuestra historia, y cuyo lado rosa aparece en La parcela, de<br />

López Portillo y Rojas. Desde la perspectiva del ansia de<br />

posesión amorosa en este personaje visible, es de sentir<br />

piedad e incluso compasión, sin por ello olvidar que ambas<br />

obsesiones, la amorosa y la de tierra, tienen sus raíces en<br />

el afán de posesión. Susana y la Media Luna son los dos<br />

trofeos que Páramo desea como prueba irreprochable de su<br />

triunfo absoluto. La amargura es que los dos trofeos se le<br />

vuelven ceniza. Susana porque vive una locura sin puertas<br />

de entrada; la Media Luna porque Miguel Páramo primero<br />

y Susana después mueren.<br />

Sin embargo, Pedro Páramo es mucho más. Cacique y<br />

amante, sí, pero también mito. Aquí, en la presentación del<br />

protagonista como mito, tenemos una explicación<br />

de la lejanía con que el personaje vive en su novela. Está<br />

siempre allá en el fondo, visto a través de quienes lo<br />

conocieron; o en primer plano, hablando con Fulgor;<br />

o en los recuerdos de su niñez. Y no obstante esa entrega<br />

ocurrida por tres vías, Páramo jamás termina de dibujarse<br />

con precisión. Lo es todo y en nada parece estar. Y con ello<br />

cumple su papel de ser mítico.<br />

Como tal lo conciben las mujeres, excepción hecha de<br />

Susana. De aquí que Pedro busque en las mujeres a la única<br />

en verdad deseada: la que se niega, pues lo inalcanzable<br />

atrae por encima de todo lo obtenible. La misma razón<br />

funciona en la mente de las mujeres: Páramo es para ellas<br />

lo inasequible, el patrón poderoso con quien sueñan unirse.<br />

Las conquistas, entonces, son muchas y banales. A don Juan<br />

lo precede la fama, que abate con éxito los muros de las<br />

futuras víctimas. Una imagen, sin duda poco relacionada<br />

con la realidad, es causa de tanto rendimiento. El mito<br />

precede al hombre y le facilita las victorias. El entramado<br />

histórico de tal situación es obvio a lo largo de la literatura.<br />

Obvio es otro rasgo, que Rulfo maneja con donosura, con<br />

la ironía lógica arriba apuntada: a Páramo se le dan amoríos,<br />

mas nunca el amor. De ello se desprende la trágica amargura<br />

de su situación emocional. Paradoja al calce, el personaje<br />

agranda su estatura mediante la fidelidad que guarda a la<br />

amada: ninguna frustración disminuirá el sentimiento del<br />

protagonista por Susana. En el fondo, Pedro Páramo es una<br />

hermosa historia de amor.<br />

No abandono este aspecto de mi comentario.<br />

Si meditamos en la novela un poco, se notará cuán<br />

a menudo tenemos expresada una relación padre-hijo<br />

incompleta. Por ejemplo, Lucas Páramo muestra escaso<br />

aprecio por Pedro, a quien considera un flojo, un bueno<br />

para nada; no obstante, este último vuelve a vengar la<br />

muerte del padre y a recuperar lo suyo. Podría hablarse<br />

de una busca del yo propio. Y la novela, ¿no se inicia<br />

con estas palabras precisas: “Vine a Comala porque me<br />

dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”?<br />

Ese “tal”, allí puesto, ¿no significa ignorancia completa de<br />

quién pueda ser el personaje nombrado? Esa ignorancia<br />

absoluta respecto al padre ¿no expresa, Paz dixit, uno de los<br />

problemas centrales del mexicano? Pensemos en la muerte<br />

violenta del protagonista: ¿no ocurre a manos de otro de sus<br />

hijos, Abundio? Esa abundancia de hijos que Páramo deja<br />

regados por la región ¿no es una conducta casi tópica en el<br />

campo mexicano? El mexicano nacía al abrigo de la madre,<br />

sufriendo la ausencia deformadora del padre. Así criado,<br />

pasaba luego a maltratar a la mujer por un lado<br />

y a idolatrarla por otro, en el primer caso como esposa,<br />

en el segundo como madre. Y en esas reacciones extremas<br />

deja constancia de su interno desequilibrio, aflorado en un<br />

machismo de piel muy delgada, que a cualquier gesto ajeno<br />

responde con agresividad.<br />

De todo esto, en Pedro Páramo tenemos el trato<br />

despreciativo a la mujer y la violencia, junto con el ansia<br />

de hallar al padre, puesto que en éste se encuentra<br />

la respuesta al desasosiego interno. Coincido con Luis


Harss cuando afirma que en ese aspecto de la novela<br />

“reconocemos una variante del mito mexicano del hijo<br />

ilegítimo, nacido de la violación, eternamente en busca<br />

de su padre desconocido”. Por tanto, cuando el círculo se<br />

cierra sobre sí mismo con la muerte de Páramo a manos<br />

de su hijo Abundio, la sencilla lógica del suceso no tiene<br />

vuelta de hoja: se vive la situación sin salida, cuya presión<br />

creciente la hace revertir contra sí: el padre engendra hijos<br />

violentos y morirá a causa de esa violencia. Rulfo crea así la<br />

asfixiante atmósfera de un mundo carente de vías de escape.<br />

Un mundo vuelto prisión del que nadie tiene las llaves.<br />

Recordemos la prisión mental en la que vive Susana, la<br />

prisión moral en que se aíslan Donis y su hermana,<br />

y comprenderemos el grado sumo en que Rulfo ha creado<br />

un mundo sin posibilidades de alivio. En este rasgo tenemos<br />

mucha de la fuerza contenida en la novela, mucho de la<br />

visión trágica que la nutre.<br />

Lo anterior basta para hacer de Pedro Páramo la obra<br />

destacada que es. Pero no se agota allí su riqueza. Desde<br />

la Biblia, desde la Odisea, la busca del padre ha sido un tema<br />

arquetípico, que surge en los géneros aparentemente menos<br />

propicios a su naturaleza. Así, en The Far side of the Dollar,<br />

novela policíaca de Ross MacDonald, el protagonista oye<br />

de otro personaje qué son “los viejos mitos de identidad”,<br />

y se comentará más tarde que una de las víctimas “está a<br />

la busca de su origen perdido”. Edipo, Hamlet y Stephen<br />

Dedalus hacen la lista de ejemplos dada en esa obra. Pedro<br />

Páramo forma parte de ese número considerable de obras<br />

que plantean el problema de la identidad. Si atendemos al<br />

personaje de Juan Preciado (Preciado es el apellido de la<br />

madre), lo oiremos decir en distintas ocasiones: “Se me fue<br />

formando un mundo alrededor de la esperanza que era<br />

aquel señor llamado Pedro Páramo”, “Quisiera volver al<br />

lugar de donde vine” o “Vine a buscar a Pedro Páramo, que<br />

según parece fue mi padre. Me trajo la ilusión”. ¿Habrá duda<br />

de que en esta novela ciertos personajes andan en busca de<br />

la esencia propia? Con ello, Rulfo clava su obra en el<br />

terreno de las preocupaciones universales. Es decir, primero<br />

tenemos la circunstancia histórica concreta del cacicazgo<br />

prerrevolucionario; luego, el problema general del mito<br />

mexicano de la ilegitimidad y, finalmente, el tema universal<br />

de la busca de la identidad propia. Cumple así Pedro Páramo<br />

con llegar al hombre mediante los personajes. De aquí su<br />

grandeza como literatura.<br />

Esta secuencia no sólo aparece en los personajes, sino<br />

también en el ámbito físico. Comala existe, si bien no en<br />

Jalisco sino en Colima. Tiene presencia física real en una<br />

geografía real y presente. Mas Comala, en la novela, en<br />

nada se relaciona con el otro pueblo, que es “progresista<br />

y fértil” según confesión del propio Rulfo. Aprovecha el<br />

simbolismo del nombre para crear un lugar reseco<br />

y moribundo, fácil de llenar con distintas interpretaciones.<br />

Se aprovecha un nombre: Comala (comal), lugar sobre las<br />

brasas. Tenemos así la indicación primera del juego al que<br />

está entregado el autor: Comala es el sofocante, oscuro<br />

y ardiente centro donde los muertos viven en sus voces.<br />

Abundio lo explica sin retorcimientos: “Comala… es la<br />

mera boca del infierno”. Y en ella sólo existen las voces de<br />

los muertos, los “murmullos” que matan a Juan Preciado.<br />

Comala es una estación de paso, en la cual los muertos<br />

permanecen hasta purgar sus culpas. De aquí que Manuel<br />

Durán califique a Pedro Páramo de “versión moderna<br />

y existencial del Purgatorio”. De un modo natural, pues<br />

el libro queda unido a otro mito de vieja prosapia, como<br />

es el de la necesidad de pagar las culpas antes de alcanzar<br />

la liberación. No exagero al ver asomos de Dante en la<br />

guía que Abundio da a Juan Preciado. Ya la crítica lo ha<br />

hecho notar. En todo caso, el fenómeno de los pueblos<br />

abandonados se dio en Jalisco. A partir de tal suceso, Rulfo<br />

crea un mundo enclavado cabalmente en la expresión<br />

de otra dimensión: la mítica.<br />

¿Qué es Pedro Páramo? “Un rencor vivo.” Así de escueta es<br />

la explicación que resume el libro. El infierno son los demás,<br />

puede agregarse. En mundo tal, todo se tuerce, se agosta, se<br />

derrumba. En Comala no hay ternura ni delicadezas. Hasta<br />

el amor prefiere la oscuridad que lo oculte. En Comala<br />

se vive con la culpa a cuestas, esperando el ir restándola<br />

poco a poco, en paciente espera de la libertad final. Muere<br />

Miguel Páramo y Pedro dice: “Estoy comenzando a pagar.<br />

Más vale empezar temprano, para terminar pronto”,<br />

estoicismo muy representativo de cierta máscara defensiva<br />

que el mexicano suele ponerse.<br />

Comala es el purgatorio. Comala fue el paraíso.<br />

Hoy la sobrevuelan cuervos, mientras que ahí cerca, en<br />

Sayula, hay vuelo de palomas y gritos alegres de niños.<br />

Hoy la sobrevuelan cuervos; ayer “blanqueaba la tierra,<br />

iluminándola durante la noche”. Es la madre de Juan<br />

Preciado quien habla desde los muertos: “Llanuras verdes…<br />

espigas… el olor de la alfalfa y el pan. Un pueblo que huele<br />

a miel derramada.” Espigas, pan, miel: atributos bíblicos.<br />

Pedro Páramo es, deduzco, nostalgia del paraíso perdido. Con<br />

ello complementa su rica relación con la mítica, redondeando<br />

a la vez la imagen del hombre como ser destinado al<br />

sufrimiento y condenado al acoso de los recuerdos. No se<br />

resiste la tentación de citar a Harry Levin: “En alguna parte<br />

de lo oscuro acecha el arquetipo del paraíso perdido, la leve<br />

imagen de un jardín primigenio o de un reino ideal, del cual<br />

fue expulsada la humanidad a causa de sus pecados.” Rulfo<br />

sabe bien que en el pasado se unen los pasados del hombre.<br />

En Pedro Páramo los pecados pesan como losas. Todos<br />

los personajes llevan consigo la conciencia de su culpa y sin<br />

desesperaciones acatan el castigo de la espera. Conservan,<br />

si acaso, la violencia de cuando vivían. Seguramente por<br />

todo esto el pasado es un elemento obsesivo en todos los<br />

participantes, que hurgan en él a la busca de razones. Es<br />

un pasado lo que Preciado quiere en el presente; es un<br />

pasado lo que Susana busca en sus sueños; es el pasado lo<br />

que Pedro Páramo aguarda, sentado en su equipal. Cada<br />

personaje tiene su pequeño e individual paraíso perdido. Y<br />

cada paraíso perdido va acompañado de su pecado: aquí el<br />

incesto, allá la prostitución, más allá crímenes de sangre o<br />

un suicidio, la seducción de mujeres o la venta de la iglesia.<br />

Y oscura, soterrada, retorcida, el ansia sexual. Como era<br />

de suponer en un ámbito tan regido por creencias religiosas,<br />

el sexo vive una poderosa existencia oculta. Es notable la<br />

malicia con que Rulfo maneja este elemento. Se lo diría casi<br />

inexistente en Comala y, sin embargo, allí palpita, acaso<br />

como el pecado mayor. ¿Ha sido Rulfo explícito en cuanto<br />

al sexo alguna vez? No, nunca. Siempre lo ha abordado<br />

mediante imágenes cargadas de significado indirecto,<br />

metiéndose con ello camino de la poesía. En “Talpa” Natalia<br />

tiene “piernas redondas, duras y calientes como piedras<br />

al sol del mediodía”, para agregarse: “estaban solas desde<br />

hacía tiempo.” Allí queda dicho todo. O en Pedro Páramo,<br />

donde Susana San Juan sentía “que se quebraba su carne,<br />

que se abría como surco abierto por un clavo ardoroso”; o<br />

la hermana de Donis, que hundida en el incesto pregunta<br />

a Juan Preciado: “¿No me ve el pecado?”; o Ana Rentaría<br />

confesando su seducción a manos de Miguel Páramo:<br />

“Solamente lo sentí encima de mí y que comenzaba a hacer<br />

cosas malas conmigo.” Pecado, cosas malas. Vive Comala<br />

un antiguo conflicto cristiano: el ansia de placer sexual en<br />

oposición a la condena del sexo. Lo vive a fondo<br />

y duramente aunque ocultando la lucha, como si el vehículo<br />

de expresión (la palabra) y lo expresado (el pecado) así<br />

mismo estuvieran en lucha.<br />

La grandeza de Rulfo está en su capacidad poética para<br />

expresar esencias. Las expresa sin condena y sin alabo.<br />

Describe con estilo certeramente breve, pero ajeno a toda<br />

posición crítica inmediata. Insistiré en lo de inmediata, pues<br />

crítica la hay y acerada. Surge de lo descrito,<br />

no de comentario alguno hecho a lo descrito.<br />

Rulfo pone en manos del lector la tarea de sacar<br />

conclusiones. Hay en Pedro Páramo —como en toda<br />

gran obra— un profundo sentido didáctico, que<br />

mediante la selección<br />

de materiales y del enfoque dado a éstos, nos lleva<br />

de la mano hacia<br />

la posición predeterminada por el narrador.<br />

Que apenas nos demos<br />

cuenta de ello es<br />

parte de la magia.<br />

No extrañe,<br />

por tanto, que<br />

Noé Jitrik llame<br />

a Pedro Páramo<br />

“novela social y de<br />

la tierra”. Simplemente<br />

pensemos en el movimiento<br />

revolucionario expuesto en la<br />

novela: ¿Hay conciencia clara de<br />

los objetivos<br />

por los cuales se lucha? Ninguna. Los hombres levantados<br />

aceptan el soborno desde el principio mismo. La imagen es<br />

desoladora. Desoladora es la presencia de la iglesia, con su<br />

apoyo constante al terrateniente. Rulfo no parece creer en<br />

las bondades del movimiento ocurrido,<br />

y su parca descripción del mismo resulta igual de dura que<br />

la de Azuela en Los de abajo y, sobre todo, Las moscas.<br />

Pedro Páramo es un libro breve. En su brevedad encierra,<br />

gracias a la trabajada sencillez del estilo, un mundo que<br />

participa a la vez de lo regional, de lo nacional y de lo<br />

universal. En esta capacidad de trascender lo temporal<br />

mediante lo intemporal reside el encanto de la novela, en la<br />

cual el tiempo carece ya de importancia para los personajes.<br />

Si el arte consiste en saber elegir con qué trabajar, Rulfo<br />

elige sin equivocaciones. Baste un ejemplo como prueba: la<br />

novela plantea la desintegración de un pueblo. Si atendemos<br />

al lenguaje, abunda en imágenes de destrucción: “olor<br />

podrido…, ojos reventados…, deshecha en vapores… en<br />

pedazos, despedazada…” ¿Y la estructura de la narración?<br />

Un rompecabezas cuya totalidad armónica reconstruimos<br />

en nuestro cerebro, según leemos. Es decir, la técnica<br />

empleada refleja la situación existente en el pueblo; el tema<br />

halla su expresión ideal en la técnica empleada. Si el arte es<br />

elección, Rulfo elige con infalible certeza.<br />

Pedro Páramo es la mejor<br />

prueba de ello.


Carteles diseñados por Rafael López Castro (los pies son de Rulfo).<br />

vientoenvela.blogspot.mx<br />

Condenamos...<br />

• Las cinco acciones simultáneas, realizadas por las policías<br />

monisterial y preventiva del gobierno oaxaqueño, respaldadas<br />

por militares del pri, que el 27 de octubre atacaron<br />

a balazos barricadas de la Asamblea Popular de los<br />

Pueblos de Oaxaca (appo) en el municipio de Santa Lucía<br />

del Camino, donde resultaron asesinados el camarógrafo<br />

neoyorquino Bradley Roland Will, el profesor Emilio<br />

Alonso Fabián y el comunero Esteban Ruiz; así como varios<br />

heridos.<br />

• La entrada de la Policía Federal Preventiva (pfp) a Oaxaca,<br />

que ha profundizado el problema. Por ende, reprobamos<br />

la falta de miras del gobierno federal, encabezado por<br />

Vicente Fox, que se ha convertido en otro elemento del<br />

encono.<br />

• La desaparición de 62 personas luego del enfrentamiento<br />

de la Policía Federal Preventiva (pfp) con estudiantes en<br />

la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, uabjo.<br />

• Los 17 caídos que ha dejado hasta la fecha el conflicto, todos<br />

ellos pertenecientes a la Sección 22 del Sindicato Nacional<br />

de Trabajadores de la Educación y de la appo.<br />

• El fomento y encubrimiento de grupos paramilitares que<br />

practican sin reservas una guerra sucia contra la Sección<br />

22 y la appo.<br />

• La necedad y el cinismo con que se mantiene Ulises Ruiz<br />

como Gobernador del Estado de Oaxaca, pesea ser, a vista<br />

de todos, responsable del encono público. Así como al pri<br />

por apoyar a un gobernante incompetente y represivo.<br />

Exigimos...<br />

• La desaparición inmediata de poderes en el Estado de Oaxaca.<br />

• El retiro inmediato e incondicional de la pfp, afi, cisen y<br />

demás fuerzas públicas federales de Oaxaca.<br />

• Libertad a los presos políticos.<br />

• Investigación y castigo a los responsables de los asesinatos y<br />

las desapariciones.<br />

Iván Cruz Osorio, Gabriela Astorga, Edgar Omar Avilés,<br />

José Vicente Anaya, Adela Goldbard, Leopoldo Lezama,<br />

Saúl Ibargoyen, Rafael Mondragón, Benjamín Morales, Raúl<br />

Renán, María Rivera, Norma Salazar, Elman Trevizo, Alan<br />

Mills, Andrés Márquez, Berenice Granados Vázquez, Jocelyn<br />

Pantoja, Gema Santamaría, Israel Ramírez Cruz, Óscar de<br />

Pablo, Luis Paniagua, René Morales, Daniel Téllez, Eduardo<br />

Uribe, Héctor Baca, Víctor Baca, Guido Peña, Sandra C.<br />

Grimaldo, Natalia González Gottdiener, Xóchitl Mayorquín,<br />

Santiago Robles, Silvia Muñoz, Alberto Trejo, Eduardo Gutiérrez<br />

de la Cruz, Marco Fonz de Tanya, Tanya de Fonz.


poesía<br />

ensayo<br />

artes visuales<br />

teatro<br />

cuento<br />

DICIEMBRE<br />

2006<br />

ISSN 1870-4034<br />

9 771870 403000

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