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17<br />
literatura & medicina<br />
Cuando morirse se vuelve difícil…<br />
Ivan Ilich<br />
El enfermo grave<br />
en la literatura<br />
La historia de Ivan Ilich era<br />
de las más simples, de las<br />
más ordinarias y de las más<br />
atroces. La muerte protocolar<br />
del alto funcionario ruso, sus<br />
implicancias burocráticas,<br />
cambios y nombramientos en<br />
el poder judicial fueron la fachada<br />
social de un drama íntimo<br />
y personal.<br />
Su vida había transcurrido dentro de los<br />
carriles del bienestar burgués y de conveniencia<br />
social, más cercanos a la obediencia<br />
que a la elección.<br />
Así, distraído por años de la propia vida y<br />
de sí mismo, a los 45, la enfermedad lo sorprendió.<br />
Inoportuna como toda mala noticia,<br />
descorrió de un manotazo los velos de<br />
esa vida prolija y vulgar obligándolo a ponerse<br />
al día con quien había sido hasta entonces.<br />
Una trivial caída de la escalera mientras intentaba<br />
colocar un cortinado, tan irrelevante<br />
como podía parecerle en ese momento cualquier<br />
idea de muerte, cambiaría su destino.<br />
Mal aliento, dolor en el abdomen, molestias<br />
en la región lumbar, nerviosismo…<br />
todo lo llevó a consultar al médico.<br />
A partir de entonces, Ilich recorrería el lento<br />
y penoso camino de la agonía.<br />
Si bien cursó su enfermedad en la intimidad<br />
de su propia casa, entre sus olores, fotos<br />
y recuerdos, ese recorrido no fue todo<br />
lo confortable que hubiera necesitado.<br />
La sociedad de su tiempo se encargó de ponerle<br />
escollos en ese trayecto de mano única<br />
que debería haberlo conducido de manera integrada,<br />
serena y contenida al fin de su vida.<br />
Hacia fines del siglo XIX, el proceso de medicalización<br />
ya había hecho su desembarco<br />
y empezaba a modificar la forma de concebir<br />
e interpretar la enfermedad, el cuerpo,<br />
la vida y la muerte dejando a esta última<br />
fuera de la palabra, de la sociedad y de<br />
la conciencia.<br />
Estos cambios impactaron en la forma de<br />
percibir al enfermo y de relacionarse con su<br />
situación de padecimiento.<br />
Convivir con la enfermedad y la conciencia<br />
de muerte cercana nunca ha sido una tarea<br />
fácil, menos aún, si la sociedad se esmera<br />
en hacer de ellas sitios de exclusión.<br />
Ilich trataba de distraer sus días en la lectura<br />
de sus manuscritos pero no podía engañarse:<br />
no sólo la enfermedad ganaba<br />
terreno en su cuerpo sino también en su<br />
conciencia, la sensación de que la muerte<br />
había empezado a seguirle los pasos.<br />
La expulsión de la idea de muerte, el silencio,<br />
la mentira y el enmascaramiento, la evitación<br />
social, el desagrado por el cuerpo ajado…<br />
fueron algunos de los factores que lo<br />
obligaron a vivir esa etapa en la mayor soledad<br />
y desamparo emocional.<br />
A partir del golpe, Ilich intuyó los avisos de<br />
aquello a lo que su razón siempre se había<br />
resistido.<br />
“Era imposible engañarse: algo terrible, nuevo y tan<br />
importante como nunca le había ocurrido en su vida<br />
se estaba produciendo en él.”<br />
Algo nuevo e inesperado le estaba pasando;<br />
algo que trastocaría ese mundo hasta entonces<br />
tan organizado y previsible.<br />
La enfermedad gatilló en él cuestionamientos<br />
sobre la precariedad de su vida, la<br />
falsedad del mundo en que había vivido cómodamente,<br />
la autenticidad de sus elecciones,<br />
pero la conciencia de la muerte próxima<br />
sería, de ahí en más, su telón de fondo.<br />
Hacia fines del siglo XIX, el<br />
proceso de medicalización ya había<br />
hecho su desembarco y empezaba<br />
a modificar la forma de concebir<br />
e interpretar la enfermedad...<br />
Hasta que la enfermedad se declaró, la muerte<br />
había sido para él sólo un dato en tercera<br />
persona. Tal como lo fue para sus amigos<br />
del juzgado la noticia del fallecimiento<br />
de tan afamado colega. Una mezcla de pesar<br />
y de alivio: “¡Ved, él está muerto y yo, vivo!”<br />
El convencionalismo e inautenticidad de los<br />
vínculos dificultaban una relación auténtica<br />
con el otro.<br />
Lic. Isabel del Valle