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médicos en tiempo libre<br />

Entrevista al Dr. Sergio Gianni<br />

La Redacción de DM MD compartió una charla con el Dr. Gianni, Médico Ginecólogo<br />

del “Instituto de Oncología Ángel H. Roffo”, quien gentilmente nos abrió<br />

las puertas de su atelier para contarnos sobre su pasión y transmitirnos el mensaje<br />

que llevan sus obras.<br />

¿A qué edad comenzó su inquietud por<br />

la pintura?<br />

Mi inquietud por la pintura comenzo desde pequeño.<br />

Ya a los 8 años dibujaba a la tinta china con cierta<br />

habilidad y para los 12 ya copiaba con bastante<br />

fidelidad los dibujos de Harold Foster y Max<br />

Twain, los autores dela saga del Principe<br />

Valiente, de la colección Robin Hood. Para esa<br />

edad visitaba con asiduidad, junto con mi padre,<br />

las principales galerias de arte y casas de remate de<br />

Buenos Aires. Fue por esos años cuando pude apreciar<br />

la obra de muchos de los grandes pintores argentinos.<br />

El interés por la pintura en mi familia<br />

se remonta a las decadas del 20 al 50, años en que<br />

un tío de mi padre, Luis Frontini, junto con un<br />

amigo de apellido Gerosa, dirigieron uno de los<br />

talleres de marcos para cuadros más importantes<br />

de Buenos Aires. A este taller, que estaba ubicado<br />

en la calle Paraguay casi esquina Uruguay y desaparecido<br />

hace muchos años, acudían la mayor parte<br />

de los pintores de la época que habitaban y exponían<br />

sus obras en esta ciudad. Nombres tales como<br />

Lino Spilimbergo, Marcos Tiglio, Benito<br />

Quinquela Martín, Sthephen Koek-<br />

Koek, Jacques W itjens Stepehens, Ceferino<br />

Carnacini, Fray Butler, Daneri,<br />

Antonio Berni y tantos otros, eran habitués del<br />

taller Frontini-Gerosa, a donde concurrían a<br />

veces como clientes y otras como amigos. Tal el caso<br />

de otro asiduo y por entonces famoso visitante del<br />

taller y aficionado a la pintura, el actor Enrique<br />

Muiño. Numerosas anécdotas de aquella época han<br />

llegado hasta mí a través de mi padre, probablemente<br />

un poco tergiversadas por los años, pero no<br />

por ello menos ciertas. Por ejemplo, era común que<br />

muchos de los pintores que allí acudían para enmarcar<br />

sus telas, poco conocidos por entonces y que<br />

vivían “al día”, pagaran el trabajo del taller con<br />

telas, en lugar de dinero. Fue así como Frontini y<br />

Gerosa acumularon una importante cantidad de<br />

obras de poco valor monetario por entonces, pero que<br />

con el transcurrir de los años se cotizarían a buen<br />

precio. Lamentablemente, para ese entonces, la mayoría<br />

de estas pinturas ya habían sido regaladas como<br />

presentes de casamientos, bautismos y otros acontecimientos<br />

sociales o mal vendidas para comprar<br />

artículos. Por ejemplo, en la decada del 60 mi abuela<br />

paterna vendió un Spilimbergo de 60 x 40<br />

cm (“patio con glicinas”) para comprar un televisor<br />

(blanco y negro a válvulas, por supuesto) marca<br />

“Halicrafter”. Con esa pintura hoy probable-

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