PREVARICATO
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La violencia revolucionaria es inevitable y legítima.<br />
Partido Socialista de Chile, 1967<br />
Si el sable se levanta, es porque las otras fuerzas sociales han caído en la<br />
impotencia.<br />
Alberto Edwards Vives<br />
Cuando el soldado se ve obligado a tomar parte activa en las disensiones entre<br />
civiles pasa a ser un pobre héroe, víctima y verdugo, cabeza de turco sacrificado por su<br />
pueblo, que se burla de él. Su existencia es comparable a la del gladiador y cuando muere<br />
no hay por qué preocuparse. Es cosa convenida que los muertos de uniforme no tienen<br />
padre, ni madre, ni mujer, ni novia que se muera llorándolos. Es una sangre anónima. Y,<br />
cosa frecuente, los dos partidos que estaban separados se unen para execrarlos con su odio<br />
y con su maldición<br />
Alfred de Vigny<br />
Claro que violentamente. Tiene que morir un millón de chilenos para que el<br />
pueblo se compenetre de la revolución y ésta se haga realidad. Con menos muertos no va a<br />
resultar.<br />
José Gregorio Liendo Vera (alias ―comandante Pepe‖)<br />
Los militares nos salvaron la vida y de una degollina.<br />
Eduardo Frei Montalva<br />
Creo que fue más o menos frente a la Catedral, en la Plaza de Armas, cuando,<br />
tomando en consideración lo que conversé con Frei, le pregunté en esos días al cardenal<br />
Silva Henríquez: ―Dígame, Eminencia, ¿no cree usted que si no es por los militares, a<br />
muchos de nosotros nos habrían asesinado?‖. Él me respondió: ―No sólo a ustedes, sino<br />
que a mi también. A todos nosotros‖. Fueron las mismas palabras de Frei.<br />
William Thayer Arteaga<br />
Mire, Patricio: los extremistas nos iban a matar a todos. Ante esta realidad,<br />
dejemos que los militares hagan la parte sucia, después llegará la hora del derecho.<br />
Rafael Retamal López