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El Gran Movimiento Adventista (Spanish Edition)

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Capítulo 24 – Cumplimiento de Otras Predicciones | 331<br />

La primera reunión en carpa en San Francisco<br />

En junio del mismo año, levantamos nuestra carpa por primera vez, en<br />

San Francisco. Como el pastor Bourdeau había regresado al este, otro obrero<br />

de Michigan fue enviado para ocupar su lugar. Llegó el 17 de junio, y de<br />

inmediato se unió conmigo en el trabajo en la ciudad. Después del esfuerzo<br />

de unas pocas semanas en la carpa, continuamos nuestras reuniones hasta el<br />

1º de diciembre de 1871, en locales arrendados. Como resultado de este trabajo<br />

más de cincuenta personas aceptaron el mensaje en San Francisco.<br />

Pruebas internas en California<br />

Hasta esta fecha nuestras pruebas en California habían sido más de<br />

oposición externa, pero ahora surgió una prueba de fe inesperada para nuestro<br />

pueblo, de un carácter diferente. Un obrero asociado persistía en un curso<br />

de acción que yo estaba convencido lo sometería a él y a la obra a críticas.<br />

Teníamos algunos enemigos amargos en la ciudad, que estaban observando<br />

cada movimiento nuestro, y estaban listos para usar cualquier acción imprudente<br />

para dañarnos. Por lo tanto, llegó a ser extremadamente necesario atender<br />

la amonestación del apóstol: “absteneos de toda especie de mal”.<br />

Independencia peligrosa<br />

Yo no afirmaba que el hermano había cometido un pecado real en su<br />

curso de acción, pero razonaba que nuestros enemigos podrían aprovechar lo<br />

que él pretendía que era inocente. Él tomó la posición de que tenía derecho<br />

de “hacer lo que le parecía” en el asunto, especialmente cuando se admitía que<br />

no había pecado en lo que él hacía. Así siguieron las cosas hasta el 23 de enero<br />

de 1872, cuando fui del Condado de Sonoma a San Francisco para ver qué se<br />

podía para arreglar las cosas allí.<br />

Por este tiempo, los enemigos estaban usando sus acciones como yo<br />

temía, y él estaba tomando la posición de que ellos “no tenían nada que ver<br />

con él”, de que él les mostraría que tenía una mente propia, y que podía<br />

caminar por las calles como él quería, y con quién él quería, sin someterse a sus<br />

observaciones. Traté, en forma privada, de mostrarle que tal conducta no era<br />

la respuesta, y que un espíritu tan independiente terminaría mal. Él tenía sus<br />

amigos, que simpatizaban mucho con él, algunos de los cuales comenzaron<br />

a tomar una posición que lo sometería a todavía mayor censura. Una gran<br />

parte de la iglesia veía el mal de su descarrío, y estaba lista para secundar los<br />

esfuerzos que yo hacía para evitar que la causa sufriera deshonra.

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