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UNA FRÍA MIRADA<br />
Desde la puerta abierta, con su mano<br />
escondida, mira pasar la vida, indiferente.<br />
Rosario como nombre de camándula,<br />
marcando días y personas en su plegaria.<br />
-¡Rosario! – grita la madre –<br />
La temblorosa mano cierra el portón y corre<br />
sumisa, en la cocina prepara la poción. Una<br />
gota de arsénico por cada taza de chocolate.<br />
-Toma tu desayuno, madre.<br />
Lánguida Teresa, la de las largas trenzas. En<br />
su alcoba oscura, los días son tortura. La hija<br />
aprieta cuerdas letales en el destino amargo<br />
de la anciana, en la letanía del calendario<br />
está dispuesto el momento final.<br />
Rosario convoca el vejamen de su opacada<br />
existencia a quien esclavizó su piel y su<br />
cordura.<br />
La bella Rosario era riachuelo cantarín.<br />
ahora, represada, acumula fuerzas que<br />
arrasarán el dique.<br />
Teresa; la de mirada fría, congeló el calor y la<br />
pasión de Rosario.<br />
-¿A cuántos hombres has mirado hoy<br />
perversa? Impreca la madre.<br />
-Ninguno madre, tú me enseñaste a<br />
desconfiar. Solo pasan sombras madre.<br />
Y la mano vierte la gota, cuenta los días.<br />
“Mañana morirá” sentencia la hija.<br />
Temprano rompe la represa, última gota<br />
escanciada, final de camándula en la fe<br />
vertida.<br />
Rosario es río tumultuoso arrasando los<br />
caminos de los hombres asombrados.<br />
Una mujer desnuda corre en la calle de<br />
las libertades ofendidas. Rosario es hielo<br />
derretido.<br />
Por: Oscar Botero Pérez, Colombia.<br />
www.revistasapo.com<br />
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