Vida y Paisaje
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introducción<br />
Si fuéramos pájaros y pudiéramos volar sobre el territorio de nuestro país, tal vez nos<br />
sorprendería grandemente advertir lo variado que es el relieve en estos escasos veintiún<br />
mil kilómetros cuadrados: al sur, el enorme Océano Pacífico, el más extenso del mundo,<br />
bate interminable, bañando con sus mareas nuestras costas. A veces la orilla azul del<br />
océano orlada de blanca espuma se estrella contra los altos farallones de roca. Otras,<br />
besa con dulzura las playas de arena gris.<br />
Esta cinta de costa corre a lo largo de 321 kilómetros, desde el río Paz hasta el golfo de<br />
Fonseca, interrumpida solo a la altura de la playa de Los Cóbanos por la arena blanca<br />
de su arrecife de coral.<br />
Apenas unas decenas de kilómetros más al norte, el paisaje asciende por un lento<br />
declive hasta las airosas cumbres de un horizonte poblado de volcanes. Varias cadenas<br />
montañosas atraviesan nuestro país de este a oeste, como parte del “Cinturón de Fuego<br />
del Pacífico”: un rosario de fallas tectónicas y cráteres que delinean el paisaje desde<br />
Tierra del Fuego hasta Alaska, y que forman la columna vertebral de nuestro continente<br />
americano.<br />
Desde las costas que bañan las heladas aguas del mar de Bering, el cinturón continúa<br />
hacia el oeste, a lo largo de la geografía de Japón, modelada a golpe de erupciones<br />
y de fatídicos terremotos, lo mismo que en las islas Hawái, Taiwán, Filipinas, Nueva<br />
Guinea y las lejanas tierras de Nueva Zelanda.<br />
El paisaje salvadoreño sube desde el mar hasta las cumbres de Chalatenango y<br />
Morazán. Esta región, en otra época tan aislada, es ahora conectada por la Carretera<br />
Longitudinal del Norte, que va desde la ciudad de Metapán, en el departamento<br />
de Santa Ana, hasta el municipio de Concepción de Oriente, en La Unión.<br />
El Salvador, en alusión a su verdadero nombre indígena, Cuscatlán, es un pequeño<br />
joyel que encierra en su breve extensión un tesoro de maravillosos paisajes soñados,<br />
encanto y colorido que cautivan nuestro corazón.<br />
Esta tierra alimenta las raíces de los millones de hombres y mujeres que desde tiempos<br />
ancestrales en ella se han asentado y han construido su existencia. Aquí nacieron,<br />
y aunque la distancia a veces los aleja, siempre regresan en carne o pensamiento.<br />
Esta tierra es la madre que nunca olvida a sus hijos y que los alimenta con inagotable<br />
generosidad. Deleite para el espíritu en la belleza de sus rincones y dulzura que surge<br />
pródiga de los surcos.<br />
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