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Central 57

Hay tango!

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MERCADO<br />

“En los primeros tiempos, Andrei Efímich trabajó con enorme<br />

celo. Recibía enfermos desde por la mañana hasta la hora del<br />

almuerzo; practicaba operaciones y hasta asistía a parturientas.<br />

Las señoras decían que adivinaba admirablemente las enfermedades,<br />

sobre todo las de mujeres y niños. Pero poco a poco, se<br />

fue aburriendo de todo aquello, con su monotonía y su evidente<br />

inutilidad. (…) No había modo humano de atender seriamente a<br />

cuarenta enfermos en el curso de una mañana; por consiguiente,<br />

aquello era un engaño. Si en un año había recibido a doce mil<br />

enfermos, quería decirse, hablando lisa y llanamente, que había<br />

engañado a doce mil personas.<br />

“Por otra parte, ¿para qué impedir que la gente muriese si la<br />

muerte es el !n normal y legítimo de todos y cada uno? ¿Qué se<br />

ganaría con que un mercachi"e o un chupatintas viviese cinco o<br />

diez años más? Considerando que el objeto de la medicina<br />

consistía en aliviar los sufrimientos, surgía la pregunta: ¿Y para<br />

qué aliviarlos?”<br />

El encuentro<br />

Un día el médico entra en el pabellón y comienza a charlar con<br />

Iván. Luego de varias charlas que se suceden durante varios<br />

días se produce una en particular en la que Andrei comienza:<br />

—Que el hombre corriente busca lo bueno y lo malo fuera de sí<br />

mismo, o sea, en un coche o en un gabinete; mientras que el<br />

hombre meditativo lo busca en sí mismo.<br />

Iván contesta:<br />

—Váyase a predicar esa !losofía a Grecia, donde hace calor y<br />

huele a naranjas.<br />

Dictamina que si los !lósofos griegos hubieran vivido en Rusia,<br />

no digo yo en diciembre, sino hasta en mayo, habrían pedido<br />

habitación. Vamos, si no quería helarse.<br />

“No. El frío, como todos los dolores, puede no sentirse”, replica<br />

Andrei<br />

Eso genera la respuesta lapidaria de Iván: “Lo que quiero saber<br />

es por qué se considera usted competente en lo que respecta a la<br />

interpretación de la vida, al desprecio de los sufrimientos, ¿es<br />

que usted ha sufrido alguna vez?”<br />

“En toda su vida, nadie le ha tocado al pelo de la ropa, ni le ha<br />

asustado. Tiene usted la salud de un toro. Creció bajo las alas de<br />

su padre; estudió por cuenta de él; e inmediatamente le cayó en<br />

suerte un puesto bueno. Ha vivido más de veinte años sin pagar<br />

casa, con calefacción, con luz, con sirvienta, con derecho a<br />

trabajar lo que quisiera e incluso a no hacer nada.”<br />

Iván le dice a Andrei que toma esa posición cómoda porque no<br />

ha experimentado esos dolores.<br />

El texto refuerza lo dicho por Iván mucho más adelante cuando<br />

Andrei, por diversos motivos, es declarado insano y termina<br />

internado en el Pabellón 6 en el cual sólo resiste un día antes<br />

de morir. ¿Cómo había sido posible que él no lo supiera, ni<br />

quisiera saberlo, durante más de veinte años la existencia de<br />

aquel sufrimiento?<br />

El choque de la construcción intelectual vs. la<br />

realidad.<br />

Hoy, más de un siglo después, seguimos discutiendo cuestiones<br />

como ésta en el ámbito empresarial. A los profesionales,<br />

pensadores y profesores les cuesta entender la realidad tal<br />

como se presenta en las organizaciones y salirse del manual.<br />

Los mismos tienen el estigma cuando llegan a estas empresas<br />

de ser considerados “teóricos sin experiencia en la realidad”<br />

por quienes están en el día a día en la “trinchera de sus<br />

negocios”<br />

Iván y Andrei, el intelectual y el pragmático, terminaron en un<br />

mismo lugar, para nada agradable, manteniendo ambos su<br />

posición.<br />

En un mundo en el cual el cambio es tan acelerado y las<br />

múltiples variables son tan complejas, debemos estar dispuestos<br />

a aprehender de manera permanente. Ambos, teóricos y<br />

prácticos, deben salir de la zona de confort, comprender y<br />

considerar la realidad que le presenta su antagonista.<br />

El éxito empresarial necesita de ambas visiones, pero no sólo<br />

contando con per!les que respondan a ambas, sino logrando<br />

que todos, con su estilo que ya tienen de base, adquieran y<br />

modi!quen sus acciones en función a lo aprendido.<br />

Si Iván y Andrei se hubieran escuchado y modi!cado su<br />

comportamiento en función a lo aprehendido del otro quizás<br />

el cuento hubiera tenido un !nal feliz.<br />

Martín Sebastián Irazabal<br />

Contador Público (UNMdP)<br />

Licenciado en Administración (UNMdP)<br />

Máster Executive en Gestión de<br />

Negocios. (Universidad de San Andrés)<br />

Exper to en Procesos de Calidad Six<br />

Sigma . Consultor independiente<br />

irazabalm@gmail.com<br />

152: CENTRAL

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