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Excodra XXXVIII La identidad

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EXCODRA<br />

REVISTA DE LITERATURA<br />

(Y OTRAS ARTES)<br />

Nº 38<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong><br />

REVISTA EXCODRA<br />

2017


Edición: © Revista <strong>Excodra</strong>.<br />

Imagen portada: © Fernando Pérez Beltrán.<br />

<strong>La</strong> autoría de los textos e imágenes de la revista pertenece a cada uno de sus respectivos autores.<br />

Dirección Revista <strong>Excodra</strong>: Rubén Darío Fernández.<br />

Revista <strong>Excodra</strong>. Número <strong>XXXVIII</strong>, <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>. Noviembre, 2017.<br />

ISSN: 2014­1998.<br />

http://excodra.wixsite.com/excodra<br />

excodra@excodraeditorial.com


ÍNDICE<br />

Contenidos<br />

Página<br />

EXCODRA <strong>XXXVIII</strong>: LA IDENTIDAD 3<br />

EDITORIAL 5<br />

PROSA 7<br />

1: Vivir, beber, sentir, escribir... tal vez morir 7<br />

2: Guayasamin 15<br />

3: Ciego 17<br />

4: Profundamente dormido 19<br />

5: Entre varios mares 21<br />

6: Turbulencias 26<br />

7: Cicatrices con sueño 27<br />

POESÍA 29<br />

8: Yacer 29<br />

9: Me arrugaría 31<br />

10: El calor que no existe en su persona 34<br />

11: Soy la vela que se apaga 35<br />

12: Cuando es 37<br />

13: Se ha escrito un poema que no soy yo 39<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 1 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


ARTES VISUALES 41<br />

Fernando Pérez Beltrán 42<br />

Kita Etsuko 58<br />

Lucie Geffré 72<br />

Michele Palazzo 86<br />

ENTREVISTA 103<br />

José Luis Zerón Huguet 103<br />

COLABORADORES 111<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 2 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


EXCODRA<br />

REVISTA DE LITERATURA<br />

(Y OTRAS ARTES)<br />

Nº 38<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong><br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 3 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 4 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


EDITORIAL<br />

Queridos lectores, abordamos nueva temática, <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>. Es éste<br />

uno de esos conceptos escurridizos, al que vienen otras nociones muy<br />

inquietantes cuando se piensa en él, pensamos en el yo, en el ser, en el<br />

psicoanalítico yo, en el filosófico ser, en el lingüístico lo uno y lo otro,<br />

en la literatura de nuestro nombre, en el ser por oposición, en lo propio,<br />

en lo genuino, lo singular, en el ser y la diferencia, en lo particular<br />

de cada individuo, pensamos en lo definido, lo que nos define, lo que<br />

nos identifica, lo que genera nuestra <strong>identidad</strong>. Y en seguida pensamos<br />

en nuestra nacionalidad, en nuestra ciudad, en nuestro pueblo, en<br />

nuestra patria, en nuestra historia y en nuestra cultura, tal vez incluso<br />

en nuestro grupo social, en nuestra lengua, en nuestros apellidos, pensamos<br />

en nuestra especie, en nuestro sexo y en con quién lo practicamos,<br />

en nuestra edad, en nuestra profesión, en nuestros estudios, tal<br />

vez también en nuestro color de piel, de pelo o de ojos, en si somos altos<br />

o bajos, pensamos en nuestro carácter, en si somos callados o dicharacheros,<br />

en nuestras aficiones, vamos escarbando a nuestro alrededor,<br />

vamos acotando el campo pensando en de dónde venimos, dónde estamos,<br />

a qué nos dedicamos, qué solemos hacer, qué nos atrae y qué nos<br />

produce rechazo, indagamos en nuestras circunstancias para delimitar<br />

lo que somos, lo que seamos. Definirse uno mismo es uno de los ejercicios<br />

más curiosos que se pueda hacer, respóndanse a la pregunta, ¿qué<br />

soy, qué me define, cuál es mi <strong>identidad</strong>? Es un tema apasionante. Aquí<br />

lo hemos abrazado más de manera poética, un pequeño viaje por lo que<br />

sentimos cuando pensamos en qué somos. Jugando con el concepto de<br />

<strong>identidad</strong> hemos cambiado los nombres de los autores por números e<br />

iniciales, no tiene mayor relevancia, nos atraía este juego, pero es curioso<br />

ver cómo se lee un texto anónimo sin el peso de un nombre reconocible<br />

tras él, cómo puede ganar o perder relevancia, influencia,<br />

carisma, atracción. Cosas de la <strong>identidad</strong>… Disfrutadlo.<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 5 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 6 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


PROSA<br />

Vivir, beber, sentir, escribir… tal vez morir<br />

1<br />

Es curioso, empecé a ordenar mi vida doblando en el armario,<br />

correctamente, los pantalones... ¡pero yo lo que necesito es orden<br />

interno! y ¡ja!, curioso... ahora entiendo a mucha gente y a estas<br />

palabras de Buk:<br />

Show me a man who lives alone and has a perpetually dirty kitchen,<br />

and 5 times out of 9 I'll show you an exceptional man.<br />

Charles Bukowski, 6­27­67, over 19th bottle of beer.<br />

Show me a man who lives alone and has a perpetually clean kitchen,<br />

and 8 times out of 9 I'll show you a man with detestable spiritual<br />

qualities.<br />

Charles Bukowski, 6­27­67, over 20th bottle of beer.<br />

Cuánta razón...<br />

Recuerdo que siempre me decían: “Joder, los mejores siempre son los<br />

que acaban jodiéndose la vida... deja de fumar porros, deja de beber...” En<br />

fin, nunca entréis en sus cocinas... ¡ojalá eso fuera joderse la vida! Eso<br />

sí, no se engañen, si eres alcohólico, tienes un problema, pero como<br />

tantos otros problemas... y hace unos días una buena amiga me soltó:<br />

“Eres un tío muy inteligente, no te eches a perder...” Y también dejó caer<br />

un: “Tienes que prometerme que vas a cuidar un poco más de ti, la gente<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 7 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


es muy perra, ya lo sabes...” Y tanto que si lo sé y cuánto que te quiero<br />

so´jodía...<br />

Esto que ahora escribo, viene al caso de algo que escribí muy<br />

borracho y con mucha, con mucha pena dentro mí, una pena irracional<br />

que ya gustaría yo de comprender el verdadero porqué de esa angustia<br />

que sentía, lo escribí hace tiempo en casa de unas compañeras de<br />

facultad y cuando lo recupere lo juntaré con esto de ahora mismo, y...<br />

miedo me da lo que pude escribir, no recuerdo ni la mitad, por no decir<br />

nada...<br />

Y luego me viene a la mente, como en una hostia de clara luz<br />

infinita, estas palabras del señor Cortázar: “Todo esto [...] ¿no eran<br />

ilusiones, y no eran algo todavía peor, la ilusión de otras ilusiones, una<br />

cadena vertiginosa hacia atrás, hacia un mono mirándose en el agua el<br />

primer día del mundo?”. Claro que esto así escupido sin más, carecerá<br />

de sentido para muchos: Capítulo doce de Rayuela por favor, sírvase a<br />

la plancha y poco hecho, cuanto más en crudo, mejor... y ese fragmento<br />

se me viene a la mente montado a caballo de estas otras frases de un<br />

amigo mío y escritor, y me asaltan la sesera como forajidos un sucio<br />

tren de pensamientos: “Son palabras, pues salieron de su boca. Queman,<br />

luego son verdad. <strong>La</strong>s veo, no podré olvidarlas. Se las devolvería si él<br />

pudiese comprender lo que yo he sacado de ellas”. Pues eso, que de ese<br />

capítulo saqué una manera, una óptica de observar el mundo que no sé<br />

si todos los que leyeron ese libro mirarán ahora con igual ojo que el<br />

mío... no creo, si fuera así, sería increíble ¿...? Y es que sucede lo<br />

comentado por este otro gran señor, Ortega y su “doctrina del punto de<br />

vista” y pongo un ejemplo –y Gasset–: “Lo que ocurre es que una de las<br />

cualidades propias a la realidad consiste en tener una perspectiva, esto es,<br />

en organizarse de diverso modo para ser vista desde uno u otro lugar.” O<br />

desde una u otra persona –añado–, ¡ah! que nadie confunda esto con<br />

subjetivismo, de lo que se trata es: de perspectiva, no es lo mismo. Y<br />

para mejor comprensión y digestión de lo anterior, Ojos de brujo (el<br />

grupo de música...): “Como mirar un pensamiento...” Supongo que se<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 8 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


entiende lo que quiero expresar, aunque de todos modos, carece de<br />

importancia... e igual sólo necesitaba empezar a parir palabras a dolor<br />

y a crema y a dolor y a pena porque sólo somos la ilusión de una<br />

ilusión de otra ilusión... y sólo sueñas lo que sueñas porque otro soñó lo<br />

que soñó...<br />

Vengo a decir, que hay muchas palabras, muchas sentencias,<br />

muchas aladas mentiras y muchas aladas verdades revoloteando y<br />

picándome vilmente en la caja de los recuerdos, y que a empujones<br />

entre esas frases y otras tristes historias, estoy cambiando… –¡y a quién<br />

le importa!: a mí–. Y es que me he sentido fracasar tantas veces, he<br />

metido tantas y tantas veces la pata en la mierda (sobre todo estando<br />

alcoholizado perdido... pero también sobrio como el que más...) me he<br />

“caído” tantas veces en el vacío para después levantarme de un salto,<br />

que si las teorías de <strong>La</strong>marck fueran ciertas, a mí me tendría que estar<br />

saliendo un muelle en culo... por suerte, ahí estaba Darwin... y ahí<br />

apareció Nietzsche...: “¿Esto es la vida...? ¡Pues que vuelva a empezar!” –<br />

o algo así decía...– y así andamos... y el texto que ha dado comienzo a<br />

lo que acabáis de leer, corre –más bien se arrastra...– a continuación:<br />

“Recuerdo a un viejo amigo, no sé por qué se me viene a la memoria<br />

ahora, recuerdo que se bebía las cervezas de un trago, era un tipo<br />

atractivo que se podía follar a quien le saliese de la polla, la verdad; la<br />

cuestión es que después de un par de años sin verlo, nos lo<br />

encontramos en un bar, borracho, por supuesto, y me acuerdo que me<br />

comentó que le jodía enormemente que la gente sólo le recordara por<br />

aquello, por lo de beber como un auténtico cabrón; bebía muchísimo,<br />

es cierto, pero él tenía más cosas, decía, supongo que sí digo yo. Lo que<br />

pasa, es, no sé, yo también bebo como un auténtico cabrón y no quiero<br />

que me recuerden sólo por ello, tengo más cosas...<br />

Recuerdo también que yo nunca miraba a la luna, qué chorrada,<br />

observar una gran bola amarilla o roja o blanca o según se mire, y<br />

ahora me quedo tonto mirándola, es preciosa, si tuviera coño, me la<br />

jodía ya mismo.<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 9 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


Llevo una semana extraña, yo soy estudiante, o borracho­estudiante<br />

o porrero­estudiante o encocao­estudiante o según se mire... todo<br />

empezó –y no sé cómo acabará...– o más bien, la caída empezó a tomar<br />

forma de caída, cuando la chica con la que salía decidió que debíamos<br />

tomar un descanso –como quien toma un refresco, vamos ¡y mierda!<br />

acabo de acabar (¡a la mierda las redundancias!) la cerveza ¡la cerveza!<br />

otra más que vacía como yo me acompaña– y llevo una semana –<br />

miento, dos años a lo menos...– fumando muchísimo hachís a diario y<br />

metiéndome algo de todo de poco en poco, me estoy quedando lelo,<br />

todo hay que decirlo, y cada vez que voy a un examen lo entrego en<br />

blanco, porque según mi coco me dice, puedo dar más y no merece la<br />

pena hacer algo a medias cuando lo puedes dar todo... y aparte de estas<br />

estupideces me siento muy solo y muy perdido y vacío, creo que ya no<br />

tengo a nadie, ni familia ni amigos ni amor ni esperanzas, ni a mí<br />

mismo, ni ahora sé siquiera muy bien dónde estoy...<br />

Nunca caigan en el vacío, rehuyan el abismo, échense una novia,<br />

métanse unas rayas, váyanse de putas, conversen a todas horas,<br />

chútense o así, pero hagan algo... yo ahora mismo, seis treinta y algo<br />

de la tarde de que más da que día, mes o año, me voy a dormir la<br />

borrachera... mierda.”<br />

Pues vaya... esperaba más del borracho que llevo dentro, creo que<br />

Baudelaire se expresó bastante mejor:<br />

“Embriáguense:<br />

Hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso: ésta es la única cuestión.<br />

Para no sentir el horrible peso del Tiempo que nos rompe las espaldas y<br />

nos hace inclinar hacia la tierra, hay que embriagarse sin descanso.<br />

Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca.<br />

Pero embriáguense.<br />

Y si a veces, sobre las gradas de un palacio, sobre la verde hierba de una<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 10 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


zanja, en la soledad huraña de su cuarto, la ebriedad ya atenuada o<br />

desaparecida ustedes se despiertan pregunten al viento, a la ola, a la<br />

estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo<br />

lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntenle qué<br />

hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, contestarán:<br />

¡Es hora de embriagarse!<br />

Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo,<br />

¡embriáguense, embriáguense sin cesar!<br />

De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca.”<br />

Y si los sueños, los deseos de hacer y sentir, se me caen a los pies los<br />

recojo; y ya no me queda nada para escupir, joder, que me desmorono.<br />

Encontrarse relajado y en estado de ninguna sensación ardiente es una<br />

mierda.<br />

Me siento en el suelo de mi habitación buscando nuevas<br />

perspectivas –de aquéllas...–, enciendo un cigarro y contemplo los<br />

segundos pasando sin peso delante de mis ojos. Puaj. Qué asco –como<br />

diría una que me sé yo...–. Y escribo esto sobre ascos y demás: “<strong>La</strong><br />

confianza da asco... –dijo levantándose del pequeño viejo sofá y con el<br />

alcohol y la coca sentándose en su pecho y en su voz–. Cierto, es como<br />

los coños... pero como dicen en mi tierra, para posteriormente levantar<br />

las cejas y bajarlas al instante con risa picarona: “Sí, pero que asco más<br />

rico”.<br />

¡Viva la confianza! ¡vivan los coños! –y recostando la cabeza en el<br />

otro sofá eliminé con gusto el humo de mis pulmones pensando en la<br />

confianza... y en los coños...”<br />

Y ahora me sale un poema o un yo qué sé de maceta con flores rojas<br />

hambrientas de carne de sol a la plancha:<br />

“Un pie tras un abismo,<br />

el otro duro y frío<br />

resplandece en la noche<br />

sujeto por la espada en que me fío.<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 11 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


Un pie tras un cristal,<br />

el otro blando y derretido<br />

agoniza por el día<br />

esperando arder sin más.”<br />

Me quedo con cara de bobo, y digo: “Pues ná, otro pitillo para<br />

ambientar.” Buenas noches.<br />

Y extraños días, me levanto ya con el día a cuestas y decido que me<br />

iré a vivir a una maleta llena de almas silenciosas de viaje por las<br />

sombras del pasado y pisar muertos, sus cabezas, para alzarnos al<br />

presente sin banderas de pena. Y de puro aburrimiento gritaremos<br />

libertad, pero así, con la boca chica y sin armar escándalos. Haciendo<br />

revolución suave como quien se hace un arroz con un par de huevos<br />

fritos bajo en sal. Como las fotos que trasmiten silencio a gritos. Como<br />

los besos pausados pesados. Como hacer pero sin hacer del todo como<br />

quien no hace la cosa. Levantando estatuas de agua en el fondo del<br />

espíritu o allá en el interior de la conciencia más somnolienta y<br />

perezosa para derribarlos con soplidos de luz. Fuuu (soplido). Una<br />

menos y ahora es todo luz en aquel vacío revolucionario de almas<br />

buscando algo. Tal vez vida. O tal vez un tablero de ajedrez con figuras<br />

de barro que se desvanezcan sudorosas ante nuestros pensamientos<br />

cotidianos. Jaque mate. Volví a perder en mi lucha interior<br />

perdiéndome de nuevo en ese universo de tazón de leche, ducha, ropa,<br />

cuerpo al asfalto y tirar millas tirando minutos por el vertedero. En fin,<br />

un día cargado de aburrimiento y hastío lo tiene cualquiera. ¿No?<br />

Habrá que salir del hoyo y embriagarse...<br />

Y como me dijo una luna­hermosa­roja, en una de esas noches en<br />

las que el alma es acera de gatos y corazones muertos: “Sólo cuando<br />

tocás fondo podrás salir”. Pues a ello voy, el fondo es oscuro señores, no<br />

esperen más. Y hace frío, mucho frío.<br />

¡Ah! Vivir, beber, sentir, escribir... pero falta esto, el grito de agonía,<br />

el canto a la vida: tal vez morir:<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 12 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


“Tal vez no debería de estar escribiendo esto, pero voy a hacerlo,<br />

porque ha sido un navajazo en mitad de mis pensamientos o en mi<br />

mitad del alma o en mitad del pecho o como quieran verlo; y de mí<br />

sólo brotan letras cuando sangro, es así, y no lo siento.<br />

Hace calor, mucho calor.<br />

Una anciana y su nieta esperan en la cola de la taquilla de la<br />

estación de trenes para, lógicamente, sacar sus billetes, yo detrás de<br />

ellas, y me doy cuenta de que con esa chica estuve una noche haciendo<br />

malabares en un festival de música; lleva los palos chinos que le pedí<br />

en aquella ocasión y se me pasa por la cabeza volver a pedírselos un<br />

rato mientras viene el tren. Cogen sus billetes y se van. Saco el mío y<br />

voy al andén tercero para el que antes hay que pasar por un<br />

subterráneo. Pongo un pie en el primer escalón. El segundo. El tercero.<br />

En el cuarto me quedo quieto.<br />

<strong>La</strong> anciana se ha desmayado, y cae. <strong>La</strong> sangre por su cuello y por su<br />

cara y por su ropa y su cara ya muerta en mi mente me paraliza. <strong>La</strong><br />

nieta está arrodillada a su vera y llora y tiembla y sigue llorando y grita<br />

entre lágrimas y entre sollozos y alguien grita: “¡Fuera de ahí todos<br />

joder fuera de ahí todos!”, la gente se amontona con sus manos en sus<br />

bocas y dos de seguridad también gritan: “¡Cállese! ¡Usted aquí no<br />

pinta nada! ¡Cállese! ¡Cállese!”. Bajo la escalera para ir hasta el andén y<br />

paso por su lado sin mirar, no sé si lo hago por respeto o por estar<br />

totalmente acojonado o impresionado o yo qué sé. No soy capaz. <strong>La</strong><br />

muerte no va a coger este tren. <strong>La</strong> chica continúa llorando y mi piel se<br />

pone como erizo encabritado, me fijo en la gente, veo que hay más<br />

erizos como yo. Ya han pasado unos pocos minutos y fumé un cigarro<br />

de una calada y encendí otro. Me preguntaba por qué no se oían<br />

ambulancias. No podía parar de observar a la gente y no oía nada,<br />

nada. Una pareja se besa. Unos chavales ríen. Un borracho sentado en<br />

el suelo y completamente rojo hurga en su pelo. Otra chica está tan<br />

nerviosa como yo fumando casi histéricamente y a mí me viene un<br />

estúpido pensamiento a la cabeza. Ya se oyen ambulancias, y es lo<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 13 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


único que oigo. Se me ocurre bajar y coger los palos chinos de la chica<br />

¡y hacerlos bailar! Se me ocurre bajar y cantar como los indios y danzar<br />

haciendo malabares y gritar y gritar muy alto y cantar ¡vida! ¡vida!<br />

¡ooo! ¡aaaa! ¡oooo! ¡aaahhhhh! No sé por qué tenía ese ataque de<br />

empatía con la nieta. Cómo sufría. Temblaba y sufría ¡joder! ¡cómo<br />

sufría! Nunca vi a nadie así. Temblaba muchísimo. El tren llega. Para.<br />

Delante mía está la pareja que se besaba. Y siguen besándose a la<br />

puerta del tren y yo ¡me cago en dios! ¡putos estúpidos! ¡la MUERTE<br />

está ahí! ¡joder! y a mí me empañaba totalmente y ellos se besaban y<br />

no me dejaban subir y yo tenía que entrar de una puta vez y el amor y<br />

la muerte y la anciana y la chica y las ganas de darle una hostia a esos<br />

dos y los empujo y siguen besándose y entro.<br />

Me siento. Arranca el tren. El borracho colorado pulsa un botón que<br />

abre una puerta que ya está abierta. Lo pulsa de nuevo. Otra vez. Otra<br />

vez. Otra vez más ¡está abierta borracho, joder! y va al otro vagón y la<br />

chica también estaría pulsando un botón para abrir una puerta, pero<br />

ésta estaba cerrada. Y ésta no abre y la muerte perdió el tren y la chica<br />

a su abuela y un periodista cualquiera dirá: “<strong>La</strong> ola de calor causa una<br />

víctima más”.<br />

Hace calor, mucho calor.”<br />

Lo dicho: vivan (o sobrevivan...), yo estoy en ello.<br />

T<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 14 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


Guayasamin<br />

2<br />

El momento, el instante es lo que existe. <strong>La</strong> realidad como sucesión<br />

de destellos que se agolpan como hormigas y los autobuses condenados<br />

a conducir hacia los sueños unos momentos más allá. <strong>La</strong>s nubes<br />

resbalan por el cielo hasta donde acaba el mar. Tan lejos. Pequeñas<br />

hierbas se me presentan a los ojos temblorosas o danzantes meneando<br />

sus ombligos en barrigas finas verdes, y relucen bajo el sol. ¿Como<br />

pompas de jabón? Los coches de uno en uno, lentos, torpes, fugaces,<br />

rugientes. Otro. <strong>La</strong> música del mar. Azul. Inmenso. Vasto. <strong>La</strong> quimera<br />

de los miedos por el caldo tibio y rojo de mis venas. Tu mirada gloriosa<br />

y la roca que me sujeta son uno. Y todos los recuerdos y proyectos<br />

están dentro de las paredes de mi cráneo donde todo existe. Donde<br />

todo existe y deja de existir a su antojo. Donde soy lo que pienso,<br />

donde pienso lo que soy. Soy todo lo libre que me permiten ser mis<br />

pensamientos. Tan libre como un grano de arena. Tan libre como unos<br />

ojos que miran. Tan libre como esa nube que parece que de repente se<br />

fuera a caer y hundir desde el puñetero cielo en este mar que besa mis<br />

pies. Ahora te besaría, cielo. Tan despacio. Tan libre como la hilera de<br />

palmeras de esta calle que acaba donde yo digo. Lejos, allá al final de la<br />

acera o allá al final del agua que forma este mar o hasta a aquel coche<br />

que se retuerce en la carretera que se curva como la ese o hasta una<br />

boca abierta. Yo decido. Esta bendita brisa salina me da la vida y me<br />

quita el sueño. Y las gaviotas libres y la vida libre tan libre como<br />

pensamientos tras de unos ojos vidriosos después del llanto. El<br />

momento libre, sigo andando. Se presenta la COSA y la COSA está en<br />

ese abrazo. <strong>La</strong> COSA está en una mirada que no mira nada y que es<br />

llanto silencioso como pasos. <strong>La</strong> COSA es esa cabeza ladeada como por<br />

una caricia o por un dolor profundo. <strong>La</strong> COSA está en su pecho que<br />

cierra los ojos para sentir mientras yo voy a hacer un tambor de mis<br />

escrotos, sólo dejó, dejó sólo una foto y vivir a la deriva y andar siempre<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 15 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


arrastrado mientras a Roberto Iniesta le salen granos y a mí me da por<br />

mirar cuadros y fumar y escribir y pensarte. Tú, mi mar. Tú, mi amiga.<br />

Tú, mi amante. Tú, compañera: dejemos deslizarse a los momentos<br />

entre abrazos. Ya vendrá el invierno a quitarnos lo que somos.<br />

E<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 16 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


Ciego<br />

3<br />

Siempre me he sentido ciego ante este mundo, sin saber<br />

exactamente quién era, sin ojos, y no me paro de sorprender,<br />

observando, al través de una lágrima o lo que fuere, una baba, una<br />

rabia, un rencor profundo y como un perro vagabundo o una dama<br />

ultrajada recién follada, observando quedito: sin dejar de aprender. Lo<br />

cierto, lo cierto, lo cierto... lo cierto es que no hay nada cierto aquí, por<br />

lo tanto, lo recién dicho es falso. Quiero decir que somos un cuento que<br />

nos han contado y a cada paso invento: otra triste historia más, ni por<br />

joder, ¿y tú? ¿tienes algo que contar? Yo, sí, o no, qué más da. A veces<br />

me salen sucesos que narrar, confluyendo todos en un mismo océano<br />

de mi mar: huirle a la muerte o lo que es lo mismo: huyendo a la<br />

soledad. He aprendido a amar tanto como a odiar. He aprendido a no<br />

dar mi brazo a torcer. A ser recio, firme, duro, inquebrantable. He<br />

aprendido que sólo el débil se preocupa de ser fuerte, ya ves. Soy débil<br />

y lo sé. No importa. Mi fragilidad me endurece y me define y me<br />

distingue, me acaricia. Porque en este mundo donde nada importa y<br />

todo importa, se eleva sobre todos nosotros: El miedo a perder. ¿Y tú,<br />

tienes algo que perder? Nuestros miedos qué nítidamente nos definen.<br />

<strong>La</strong> vida es lo último que se pierde en esta carrera de perros sedientos de<br />

ni saben qué. Recuerda. Recuerda que hay un largo camino hasta la<br />

muerte, o corto, según camines o lo quiera el camino. <strong>La</strong> cuestión es<br />

que hace unos días me levanté con miedo, pánico, terror. Soñé con<br />

perros mordiendo cabezas. De uno en uno. De dos en dos. Rasgando la<br />

piel. Bocas hambrientas. Cabezas abiertas. Dientes llenos de sangre y<br />

babas. Cabezas llenas de pena. Y la muerte no llegaba para ninguna de<br />

mis cabezas mordidas, mordisqueadas. Sólo rabia. Y aguante. Y dolor.<br />

Ahora a mi lado reposa una rata muerta. Y a su lado una lágrima<br />

sentada sobre una acera cualquiera, llora palabras sobre un frío papel.<br />

Que el cielo azul que me cubre descanse en paz. Nosotros vivimos en<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 17 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


guerra con nosotros mismos. Somos los hijos de la derrota que<br />

intentando no dejar fenecer nuestro pedacito de cariño, nos abrazamos<br />

con nuestras pieles con fuerza de olas. Piel con piel. Y qué haremos<br />

entonces, cuando deje de llover. Cuando esta vela se consuma. Cuando<br />

a este boli triste se le seque la tinta. Cuando este cigarro se extinga.<br />

Cuando la noche fallezca y el sol cabrón se muestre. Cuando me<br />

duerma sin ti. Cuando comience algún fin: daremos el siguiente paso<br />

en falso. Sin saber ni quién éramos, sin ojos propios con los que mirar<br />

el mundo. Son nuestros ojos prestados.<br />

E<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 18 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


Profundamente dormido<br />

4<br />

Por fin es de noche y hace frío. En el noroeste de la Península tarda<br />

mucho en anochecer, a veces la espera de la oscuridad se hace larga. El<br />

verano se ha ido pronto, también. Sentado frente al escritorio, con la<br />

lámpara de mesa encendida, sólo con ella, con su luz anaranjada y<br />

cálida, manteniendo lo demás en oscuridad, es de la única manera en<br />

que consigo reconfortarme, sentirme bien. El calor se ha marchado y la<br />

sensación de estar abrigado en la noche me reconforta doblemente. A<br />

esta sensación tan apacible, la acompaño con un vaso de leche caliente<br />

con azúcar y cacao y un cigarro de liar, la música suave. Una pequeña<br />

manta sobre los hombros me cubre y me ofrece el calor justo para<br />

templar el cuerpo. Al beber la leche caliente noto cómo se dilatan las<br />

venas de mis manos, cómo vuelve tibia mi garganta y mi estómago.<br />

Aspiro el humo del cigarrillo muy lento y lo exhalo aún más<br />

lentamente, queriendo hacer el momento lo más mágico posible, pues<br />

sé que durará poco tiempo, que este momento de sentirme vivo y de<br />

sentirme bien se irá demasiado veloz, agitado, tembloroso, será<br />

efímero, siempre es así. Paso la vista por algunos libros de los que<br />

tengo encima de la mesa, se arremolinan como hojas caídas de los<br />

árboles, unos sobre otros, azarosos, durmientes, desprendidos desde<br />

sus autores hasta mi mesa. Tengo el ordenador apagado. Estoy<br />

terminando la leche, el momento está pasando, el cigarro también se<br />

ha consumido, despacio, al final, en el cenicero. <strong>La</strong> ceniza es la viva<br />

metáfora de la tristeza. <strong>La</strong> luz de la lamparita ilumina aún más, se está<br />

haciendo noche oscura, desde la ventana ya se puede ver el cielo<br />

completamente negro y algo estrellado. Es una noche clara, no hay<br />

nubes, apenas si hay viento, los árboles están quietos, sus ramas<br />

permanecen en estado de espera, descansan. <strong>La</strong> luna partida por la<br />

mitad. He vaciado el vaso por completo. Lío otro cigarrillo y me tumbo<br />

en la cama, sin deshacerla, sobre la manta. Mantengo encendida la luz<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 19 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


del escritorio. Fumo y, al terminar, me quedo profundamente dormido.<br />

A veces pienso que sólo soy lo que escribo.<br />

C<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 20 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


Entre varios mares<br />

5<br />

Desde que me invitaron a participar en este número no hago más<br />

que recordar los años de instituto, años noventa de aquélla. Tuve la<br />

suerte, o la desgracia, según se mire, de hacer los años de instituto en<br />

dos centros diferentes, el primero era un instituto de un pueblo<br />

mediano que reunía a alumnos de ese mismo pueblo y de los pueblos<br />

pequeños de alrededores, estaba en Galicia. El segundo estaba en una<br />

ciudad de Madrid y todos éramos de la misma ciudad y casi del mismo<br />

barrio. Pensando en la <strong>identidad</strong> recuerdo aquellos años con muchísima<br />

fuerza, la fuerza de los roles a seguir, casi sin darnos cuenta, papeles a<br />

interpretar que por un lado nos venían de fuera por imposición y por<br />

otro, hasta cierto punto, podíamos elegir de entre toda la gama<br />

existente. Obviamente no sabíamos que estábamos interpretando<br />

ningún rol, pero lo hacíamos, buscábamos la <strong>identidad</strong> individual<br />

dentro de grupos ya establecidos, en ciertos conjuntos de personalidad<br />

dados, que estaban ahí en aquel presente, y que según nuestras<br />

afinidades a tal grupo con tales características a él nos adscribíamos. <strong>La</strong><br />

adolescencia es sin duda el mayor laberinto que afrontamos. Por suerte<br />

siempre se sale de él, sólo es cuestión de tiempo. <strong>La</strong> adolescencia es el<br />

segundo escalón en la forja de nuestra <strong>identidad</strong>. El primero, la<br />

infancia, pero se recorre con las luces apagadas. Al hacer el instituto en<br />

dos centros y además tan diferentes, uno de pueblo, y otro de ciudad, y<br />

de comunidades autónomas diferentes, viví dos laberintos totalmente<br />

separados, muy distintos el uno del otro, precisamente, por los roles<br />

que había en cada uno, casi de universos independientes, cada uno con<br />

sus propios códigos internos. Estas diferencias tan grandes son las que<br />

me llaman muchísimo la atención, porque justamente son lo de menos,<br />

y lo que importaba era ser de algo, ser algo. Pertenecer a, formar parte<br />

de. E ibas a pertenecer, quisieras o no, a determinado papel.<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 21 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


Con el paso de los años lo que más me llamaba la atención era cómo<br />

influía el lugar de nacimiento o del que vinieras al lugar de llegada,<br />

para que los demás te moldearan bajo determinada etiqueta identitaria.<br />

Como parte de mi infancia fue en Madrid, al comenzar el instituto en el<br />

pueblo, donde todos éramos de pueblos diferentes, yo era el madrileño.<br />

Al irme a Madrid, de nuevo, al segundo instituto desde Galicia, pasé a<br />

ser el gallego. Y este simple hecho determinado por el lugar de<br />

procedencia marcaba muchísimo mis relaciones dependiendo de esta<br />

<strong>identidad</strong> según lugar de procedencia, porque yo era el mismo, pero en<br />

cada instituto venía de un sitio diferente. Es curioso ver cómo ser un<br />

madrileño en Galicia lo convierten en negativo. Por ser madrileño,<br />

cuando se querían meter conmigo, era el puto madrileño de los<br />

cojones. Era como si Madrid representara el poder opresor del pueblo,<br />

o a los señoritos de la ciudad de unas décadas atrás. Al venir de<br />

Madrid, en mi instituto me convirtieron en el representante, en el<br />

emisario de esta ciudad. Era un blanco fácil por ese lado. Luego, al irme<br />

a Madrid de nuevo, desde Galicia, como dije, pasé a ser el gallego,<br />

incluso el galeguiño. Mi <strong>identidad</strong> hacia los demás cambió por<br />

completo, me miraban con otros ojos, a veces incluso brillaban. En mis<br />

tiempos de adolescencia ser un gallego en Madrid era mucho mejor que<br />

ser un madrileño en Galicia. Doy fe. <strong>La</strong> cuestión era que yo era el<br />

mismo, el mismo tipo, la misma persona, con las mismas virtudes y<br />

defectos, pero un sólo rasgo en el juego de las <strong>identidad</strong>es marcaba y<br />

mucho mi presencia en el mundo, entre los compañeros. <strong>La</strong> mirada del<br />

otro, lo que quieren ver en ti, lo que les interesa ver en ti, para<br />

reforzarse a sí mismos, imagino. El lugar de origen, es curioso. El<br />

pueblo. <strong>La</strong> patria. Por qué será, o por qué lo convertirán, en algo de<br />

tanto peso, tan aleatorio y azaroso como es.<br />

Pero en esto de las <strong>identidad</strong>es seguía habiendo más participantes, y<br />

éstos variaban según el sitio, claro, cada lugar tiene su propio sistema<br />

de valores, sus matices particulares. En el instituto del pueblo, que<br />

reunía a alumnos de varios, lo que predominaba era del que venías. Si<br />

eras de un pueblo muy pequeño y apartado, de primeras, te trataban<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 22 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


como si fueras un paleto, y el insulto favorito era que te fueras con las<br />

vacas… Si eras de cierto pueblo marinero, eras rudo, y así te trataban y<br />

así lo interpretabas. El pueblo de acogida era el que marcaba la<br />

<strong>identidad</strong> de los demás, el centro normal, el centro regulador del que<br />

partían las diferencias, el eje del que fluían las <strong>identidad</strong>es. El lugar de<br />

origen era como el primer paso de lo que representabas, de quién eras.<br />

Luego, para los del pueblo de acogida, el pueblo del instituto, estaba<br />

otro escalón, el de quién era tu familia, o más bien, la profesión que<br />

tenían. Eras el hijo del frutero, el hijo del policía, el hijo de la de<br />

Correos, el del profesor, el de la tienda de bicis, el de la peluquera, y<br />

así. Estos eran como los dos primeros escalones de la <strong>identidad</strong> que te<br />

venía dada sin posibilidad de cambio ni elección: pueblo y familia. El<br />

tercer escalón, más cruel: eras tus defectos. O lo que se elegía que fuera<br />

un defecto, según época y lugar, la diferencia respecto a la norma<br />

impuesta y respecto a lo que parecía que tenía que ser lo normal y<br />

aceptado. Eras el gordo, el bajo, el gafas, el cojo, el lento, el orejudo, el<br />

narizotas, el tonto, el marica, el pecas, el llorón, el serio, el empollón,<br />

la lista es interminable. Pueblo, familia, diferencia. Eran como los tres<br />

eslabones más firmes que fijaban lo que era tu <strong>identidad</strong>.<br />

Al cambiar de instituto, de pueblo a ciudad, cambiaron los códigos<br />

de una manera impresionante. Sí podía influir de dónde vinieras, pero<br />

poco en el conjunto, porque todos eran de la misma ciudad, y casi del<br />

mismo barrio, aunque había un poco de diferencias por barrio, que si<br />

más rico, que si más pobre, que si de yonquis, de raritos, pero no era<br />

muy relevante. También podía influir quién era tu familia, pero<br />

también poco, porque por lo general no conocías a la familia de tus<br />

compañeros, no coincidías con ellas a diario, no formaban parte de tu<br />

vida día a día, no integraban tanto la <strong>identidad</strong> a la que te hacían<br />

pertenecer. <strong>La</strong> vida de los demás estaba diluida en la multitud. Los<br />

defectos, supuestos, sí que tenían peso, por desgracia, esto es universal,<br />

la diferencia, lo que nos define frente al resto, la marca diferencial.<br />

Pero no tenían tanto peso como en el pueblo, no lo hacían tan dañino<br />

ni tan generalizado, al menos a mí no me llamaba tanto la atención,<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 23 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


como si hubiera otros aspectos con más relevancia para generar<br />

<strong>identidad</strong>es. Lo que más delimitaba <strong>identidad</strong>es, curiosamente, era la<br />

elección de pertenencia a determinado grupo social, a determinada<br />

tribu urbana, aunque cayeras en ella de soslayo, pero proporcionaba<br />

unos roles muy fuertes en los que te movías y que te definían frente al<br />

resto. Estaban los hippies, los heavies, los punky, los skin, los bacala,<br />

los pijos, los grunges, los skaters. Todo un abanico de colores que<br />

dependiendo de la elección determinaba tu manera de vestir, el<br />

peinado que llevabas, ciertos dejes al hablar, la música que escuchabas,<br />

los sitios a los que ibas, tus hábitos e incluso tus malos hábitos, tus<br />

amigos, por supuesto, tu forma de pensar y de estar en el mundo. Era<br />

realmente fuerte esta pertenencia a cierta tribu urbana, creaba las<br />

fronteras de tu universo personal y en él te movías diferenciado del<br />

resto. Estas <strong>identidad</strong>es que poder elegir nos llegaban desde el cine, la<br />

televisión y la música, nos creaban un imaginario propio sin darnos<br />

cuenta, nos forjaban una <strong>identidad</strong> venida de fábrica y fabricada muy a<br />

conciencia delimitando tu rango de acción a lugares controlados, pero<br />

esto lo veías después con el paso de los años, en el momento, aquello<br />

que eras era totalmente genuino y propio, había sido tu elección.<br />

Es curioso cómo nos vamos formando como personas, construyendo<br />

nuestra <strong>identidad</strong> con factores tan variopintos como el lugar de<br />

nacimiento, la lengua que hablas, la familia que tengas, las diferencias<br />

que portes, las elecciones que tomes, la profesión que puedas tener.<br />

Vamos elevando cada día el castillo que habitaremos a lo largo de<br />

nuestra vida. El hecho de pensar en mis años de instituto se me hacía<br />

muy vivo para pensar en la <strong>identidad</strong>, porque en la adolescencia todo<br />

se multiplica por mil, todo es mil veces más importante, aún no se<br />

entiende bien lo establecido, el mundo en el que vives, de dónde viene,<br />

qué caminos ofrece, qué representa, qué representa uno mismo en la<br />

sociedad, el hecho de tener una <strong>identidad</strong> propia y bien definida en la<br />

que poder guiar nuestras inquietudes y pensamientos en unos años<br />

donde todo está magnificado se hace muy relevante para sentirnos<br />

bien, pues es lo que principalmente buscamos en esa época, estar a<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 24 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


gusto con nuestra manera de ser, con nuestra <strong>identidad</strong>, nuestra<br />

individualidad, lo que nos representa frente al resto, sentirnos bien con<br />

nuestra manera de vivir.<br />

H<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 25 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


Turbulencias<br />

6<br />

Estaba haciendo aguas turbulentas y revueltas y sucias en la hoja,<br />

en esa hoja homicida que quema porque en ella gobierna el afilado<br />

lápiz, el flexo, la oscuridad, la claridad mental y el texto sincero;<br />

escribía maneras de morir, porque “maneras de vivir” ya me conozco<br />

unas cuantas... estaba escribiendo algo como: “y agarraría un lapicero/<br />

y a ambas manos/ fuertemente/ ¡entre el pómulo y la frente!/ haciendo<br />

de mi mente/ un cenicero.” Es metafórico, se entiende… si escribía<br />

cosas como ésta es porque me han matado, literalmente... “¿Por qué?<br />

¿por qué? ¿por qué?/ ¿por qué duele el amor?”, decía la canción, y<br />

ahora respondo: “Porque se acaba, porque se vuela y desvanece, porque<br />

murió”. Cuando pierdes a quien amas se borra tu <strong>identidad</strong>, se<br />

distorsiona, se quiebra. Dejas de ser un poquito quien eras. Es curioso<br />

cuando en un momento de la vida la decides viajar con otra persona y<br />

hay ahí cierta fusión que vuelve el par unidad. Somos seres que en<br />

compañía somos también uno. Recibir afecto, ternura, el cariño de las<br />

personas a quien amas es de las cosas más hermosas y valiosas que hay<br />

en la vida, tan efímera, tan jodidamente pasajera. Somos a quien<br />

amamos, la <strong>identidad</strong> se diluye cuando te dejan de querer y cuando<br />

pierdes a la persona que amabas. <strong>La</strong> afinidad con los demás es lo que<br />

nos fija la personalidad, la que nos hace agradable nuestra manera de<br />

ser, la que nos identifica de la más firme manera: en el conflicto sólo<br />

hay búsqueda de aguas mansas, su finalidad, donde la cohesión es<br />

posible, donde pueden sustentarse, mantenerse, los límites de lo que<br />

uno es. <strong>La</strong> <strong>identidad</strong> es una marea de turbulencias en el encuentro con<br />

el otro.<br />

O<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 26 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


Cicatrices con sueño<br />

7<br />

Presentación:<br />

4 paredes blancas y 1, un techo blanco también, dan forma al<br />

estudio de 5x6x3 ms y en el estudio un colchón grande, verde, lo<br />

preside y abarca, con 2 personas: tú y yo o ella y él, acostados,<br />

desnudos y sin sábanas ni nada más que el colchón sudado bajo ellos,<br />

nosotros. También hay un tablón, 1, marrón claro, de 2x2, a ojo,<br />

apoyado en la pared frente a los pies de la cama –colchón. Además, 3<br />

palillos en el suelo entre colchón y tablón, se ríen de nosotros, ellos. Ni<br />

puertas, ni ventanas, ni luz eléctrica, ni velas ni similares. Nada en un<br />

estudio ampliamente iluminado de luz muy blanca. Todo lo anterior, el<br />

escenario y personajes.<br />

Capítulo­uno:<br />

<strong>La</strong> cocina que aún no existe será el desencadenante de la acción.<br />

–Nara, ¿te apetecen huevos fritos? –dice él, con voz, su voz, suave y<br />

somnolienta.<br />

–Sí, claro, cuando estén fríos, por favor –dice, ella, mientras su coño<br />

arde aún, y suda la cama entera.<br />

pies.<br />

Él, que soy yo, que eres tú, se levanta y nota el frío suelo en sus<br />

Capítulo­dos:<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 27 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


¡Agárrate al tablón! El mar enfurecido cargó desmesuradamente<br />

contra sus cuerpos blandos.<br />

(1+1)­5000= Silencio.<br />

Capítulo­tres:<br />

90 es el todo. 2 los palillos que cruzaron ambos cuerpos, hasta la<br />

desgarración. El otro, seguía, riendo a carcajadas. <strong>La</strong>s cicatrices se<br />

formaron con premura, olvidando que una parte, no ocupa la vida<br />

entera.<br />

D<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 28 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


POESÍA<br />

Yacer<br />

8<br />

Ojalá mi mal fuera hermosura<br />

para arrancarle a lo bestia<br />

pétalos a la locura<br />

y no sentir mi latir ahogado<br />

y no verter el desespero<br />

entre las llagas del dolor de mis manos o<br />

por un mar de hiel, o encadenado<br />

a los versos, a tus besos, a la mierda de vida<br />

que me he forjado<br />

al yacer triste en la amargura<br />

por llenar mis segundos<br />

con la más triste y negra<br />

de las pinturas.<br />

Pena y alcohol hasta los huesos,<br />

y agonizando me despellejo<br />

perdido entre<br />

carne, sangre, tiempo, muerte sencilla,<br />

coches, calles, hojas muertas, botellas vacías,<br />

muerte en vida y<br />

ver caer el mundo: sus maravillas,<br />

sus suspiros, sus verdades, sus mentiras,<br />

sus amores quebrados,<br />

sus amistades perdidas,<br />

sus destruidas familias<br />

como secos versos muertos. Son besos<br />

y era su coño y era su cuerpo y eran sus pechos<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 29 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


los que de su ausencia es tortura.<br />

Me paro en el hielo un momento<br />

y como una soga es el tiempo:<br />

Me aniquila<br />

y pienso:<br />

Mi <strong>identidad</strong> es un perro abandonado,<br />

es un jardín olvidado,<br />

es un páramo sin brisa<br />

como ilusión tornada basura,<br />

o como ver caer una estrella,<br />

muerta de pena,<br />

en una negra espesura.<br />

Acuchillando a rayas mis sesos<br />

como quien de un sablazo<br />

parte en dos a un corazón<br />

o parte en diez a la luna,<br />

y su polvo: la locura.<br />

Plantando en mi piel la semilla<br />

de los abismos<br />

de esta cruel ironía<br />

de llevar la esperanza bien lejos<br />

y ver florecer las llamas,<br />

después de muerto,<br />

de la vida.<br />

E<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 30 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


Me arrugaría<br />

9<br />

Cuanta tristeza hay en el mundo<br />

me la como, con todo su dolor de las cuatro de la madrugada.<br />

Ya no me doy cuenta, hasta que alguien me dice:<br />

“Oye, ¿estás bien?”.<br />

Entonces yo apoyo mi cerveza en la barra,<br />

levanto la cabeza, le miro a los ojos:<br />

“No digiero más, pero estoy bien”.<br />

No entiendo el sufrimiento.<br />

Y es normal,<br />

porque la razón nada sabe de sentimientos.<br />

Mi corazón y mi cabeza.<br />

Mis entrañas y mis pensamientos.<br />

Vivir.<br />

Vivir es la palabra más dura a mis oídos.<br />

Pero es una palabra, nada más, flotando como todas<br />

en la niebla de la abstracción.<br />

Quisiera escribir sin hacerme preguntas,<br />

las de siempre:<br />

“Cómo, por qué, para qué”.<br />

Hay mucho silencio a mi alrededor.<br />

<strong>La</strong> calle parece muerta.<br />

Sólo, cada poco tiempo, se escucha el tiqui tiqui,<br />

de las teclas del ordenador.<br />

Me resulta muy incómodo.<br />

Una hoja de papel ha caído de la puerta.<br />

Me ha dado un susto de muerte,<br />

porque primero<br />

he escuchado el ruido, me he sobresaltado y he dirigido mi mirada<br />

hacia el lugar donde creí oírlo. Vi la hoja en suelo,<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 31 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


debajo de la ranura que deja la puerta de la calle,<br />

y lo primero que pensé fue que alguien la metió por debajo.<br />

Y es de noche, y hay sólo silencio aquí conmigo.<br />

Pasaron por mi mente muchísimas imágenes,<br />

muchísimas preguntas:<br />

“Cómo, por qué, para qué, quién”.<br />

Pero entonces recuerdo que era una nota que había pegado en la<br />

puerta:<br />

“No estás loco, amigo, sonríe antes de abrir esta puerta”.<br />

Entonces me levanto y tomo un libro entre mis manos<br />

que tiene al dorso, una araña más que muerta y disecada<br />

casi polvo, y la soplo, y se va por el aire y aterrizan sus cenizas en el<br />

suelo.<br />

Abro el libro: Vida y obra de Picasso,<br />

por la página en que aparece el cuadro<br />

“Mujer con hijo enfermo”.<br />

Y me vuelo a estremecer.<br />

Sé que todo pasa, que todo cambia,<br />

que nada sobrevivirá cuando el centro de mi universo<br />

explote en uno y vuelva el inicio o la nada.<br />

Pero esto no me asusta.<br />

Cuando muera,<br />

todo morirá conmigo,<br />

todo dejará de existir tan sólo,<br />

porque yo ya no estaré.<br />

Pero vuelven las preguntas.<br />

<strong>La</strong> prostituta rubia y rumana<br />

aprieta los dientes mientras follamos:<br />

“Lejos de mi intención hacernos daño”.<br />

Pero lo hacemos, y empujo cada vez más fuerte,<br />

tan fuerte como para acabar con toda la incertidumbre<br />

que me corroe<br />

como un gusano amarillo<br />

desde mi corazón a mi cabeza.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 32 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


Y suena el teléfono, y eres tú.<br />

Te digo que estoy escribiendo,<br />

que ya sabes y tú no me dices gran cosa<br />

pero me gusta que me hayas llamado y oírte<br />

aunque sea así, de esta manera,<br />

en que no estamos juntos<br />

porque hace tiempo que te has ido<br />

y de allí donde tú estás, no se vuelve nunca.<br />

Cuelgo el teléfono.<br />

Cojo la hoja del suelo.<br />

<strong>La</strong> arrugo y pienso en mi cara.<br />

Me cogería la cara y me la arrugaría.<br />

Me cogería el corazón y me lo arrugaría.<br />

Pero no es tan fácil.<br />

Y por mucho que la arrugue,<br />

lo escrito sigue ahí,<br />

testimonio escrito, por mi mano,<br />

de mí, de quien soy, lo que soy.<br />

M<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 33 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


El calor que no existe en su persona<br />

10<br />

Quiere arrancar una pizca de calor<br />

pero no lo consigue.<br />

Cuando todo se ha tornado difuso<br />

se siente una mota de polvo<br />

en medio de la ciudad de los miedos.<br />

Anda como un triste vagabundo<br />

que perdió en sus gastados bolsillos<br />

una cálida y suave noche de mayo.<br />

Cambió de carril en las certezas.<br />

Cerró brusco, la malsana herida del tiempo<br />

que quiere pasar y no pasa.<br />

Sentóle mal la pastilla ciega<br />

tragada en vida ajena, a siglos luz,<br />

de este hoy mismo preciso día oscuro.<br />

E<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 34 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


Soy la vela que se apaga<br />

11<br />

Arde en mi pecho infame<br />

Una sonrisa de cadáver<br />

Un humo que sube lento, serpenteante<br />

Que silencia mi llanto interno<br />

Me quiebro<br />

Me requiebro<br />

Me tuerzo<br />

Y me retuerzo<br />

En una pena insondable<br />

En una gracia desgraciada<br />

Soñando la ola violenta<br />

Que me lleve, y me ahogue.<br />

Me enreda<br />

Me envuelve<br />

Me devuelve<br />

Una arcada que sale<br />

Y que vuelve<br />

Y me vuelvo<br />

Tan incierto que no acierto<br />

A presentarme honorable<br />

Ante la verdad de lo que siento<br />

Y es entonces que me miento:<br />

Soy la vela que se apaga<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 35 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


Soy la flecha que no acierta<br />

A darle muerte a uno mismo.<br />

N<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 36 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


Cuando es<br />

12<br />

Déjame que te diga<br />

déjame que te cuente<br />

que la soledad es más amarga<br />

cuando es entre la gente.<br />

Ponme, anda<br />

otro vaso del fracaso<br />

y sírveme bien despacio<br />

otra raya de derrota.<br />

Déjame que te diga<br />

déjame que te cuente<br />

que la vida no es sencilla<br />

cuando a quien quieres te miente.<br />

Ponme, anda<br />

otro verso ensangrentado<br />

y sírveme bien despacio<br />

otra lágrima en la boca.<br />

Déjame que te diga<br />

déjame que te cuente<br />

que últimamente estoy loco<br />

entre silencio y paredes.<br />

Ponme, anda<br />

otra pena por bandera<br />

y sírveme bien despacio<br />

otro tiro en la cabeza.<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 37 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


Déjame que te diga<br />

déjame que te cuente<br />

que ni amigos ni familia<br />

que a mí nadie me quiere.<br />

Ponme, anda<br />

otro miedo por sombrero<br />

y sírveme bien despacio<br />

otra hostia en la entrepierna.<br />

Déjame que te diga<br />

déjame que te cuente<br />

que somos lo que nos hacen<br />

desde la cuna a la muerte.<br />

O<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 38 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


Se ha escrito un poema que no soy yo<br />

13<br />

Se ha escrito un poema<br />

a la prisa, a la carrera,<br />

a la fecha del fin del mundo<br />

de una lata de conservas,<br />

a la ensalada podrida de los sentimientos,<br />

al nunca arrepentimiento,<br />

al silencio mudo.<br />

Se ha escrito un poema<br />

con más intención que letra<br />

y a la señorita que me baja la bragueta,<br />

y a las paredes mugrientas<br />

en que resbala esta tierra,<br />

a la cerveza<br />

y a la tristeza.<br />

Se ha escrito un poema<br />

arañando esquinas de sucias penas<br />

de sonrisas grandes,<br />

de perdidas veredas,<br />

a ese gato bajo la lluvia<br />

y al callejón oscuro de mis ojos<br />

y a sus despojos.<br />

Se ha escrito un poema<br />

sin lágrimas ni años rotos<br />

sin secuelas ya de guerra<br />

ni amaneceres que se hagan cortos,<br />

con las venas tapizadas<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 39 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


de un papel sobre un poema<br />

que ni grita ni calla, ni sueña ni vuela.<br />

S<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 40 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


ARTES VISUALES


ARTES VISUALES I<br />

Fernando Pérez Beltrán


ARTES VISUALES II<br />

Kita Etsuko


ARTES VISUALES III<br />

Lucie Geffré


ARTES VISUALES IV<br />

Michele Palazzo


ENTREVISTA<br />

José Luis Zerón Huguet<br />

José Luis, en términos generales, ¿qué representa para ti la<br />

<strong>identidad</strong> de una persona y, ¿cómo te identificarías a ti mismo?<br />

He leído recientemente que la <strong>identidad</strong> es un proceso subjetivo<br />

de elaboración personal que se construye simbólicamente en interacción<br />

con los otros. <strong>La</strong> <strong>identidad</strong> propia se forma a través de un proceso<br />

dialéctico a partir de la representación imaginaria de ella (autodefinición)<br />

y de la asunción de valores, de creencias, de rasgos característicos<br />

del grupo o los grupos de pertenencia. Algo así como un pacto<br />

entre la <strong>identidad</strong> personal, o sea la diferencia con respecto a los<br />

otros, o lo que nos creemos que nos diferencia de los demás, y la<br />

<strong>identidad</strong> social o colectiva, es decir, la igualdad con los demás.<br />

Hoy debemos tener en cuenta que la noción de <strong>identidad</strong> como integral<br />

o unificada se ha ensanchado demasiado, o incluso diría que atomizado.<br />

Para diversas disciplinas la <strong>identidad</strong> ya no se presenta como<br />

fija e inmóvil, sino que se construye como un proceso dinámico, relacional<br />

y dialógico que se desenvuelve siempre en relación a un “otro”. Autores<br />

como Taylor, Bauman, Goffman y Arfuch, entre otros, consideran<br />

a la <strong>identidad</strong> una manifestación relacional: <strong>identidad</strong> y alteridad mantienen<br />

una relación dialéctica. Es lo que se llama la <strong>identidad</strong> como<br />

“fluidez”, generada en la interacción social y construida y reconstruida<br />

constantemente en los intercambios sociales.<br />

Partiendo de estas premisas creo que somos y no somos en cuanto<br />

que, como individuos, hay un constante equilibrio entre el proceso de<br />

subjetivación (lo que queremos ser) y la realidad exterior (lo que los<br />

demás ven en nosotros o esperan de nosotros). Creo que la <strong>identidad</strong><br />

ha de estar abierta al contagio; el yo ha de ser abierto, saber acoger y a<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 103 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


la vez dejarse alterar. <strong>La</strong> <strong>identidad</strong> está relacionada con la elegancia,<br />

término cuya raíz denota la capacidad de elegir, de decidir desde un<br />

equilibrio entre la realidad interior y exterior.<br />

En cuanto a mí, prefiero que me definan los demás. Sólo diré que<br />

trato de ser un hombre abierto, comprensivo, empático, y evito encerrarme<br />

en mi burbuja a pesar de mi tendencia a la contemplación; que<br />

soy impulsivo ma non troppo, pues busco una vecindad entre intuición<br />

y reflexión; que soy un hombre nervioso que ansía la serenidad; que<br />

procuro sobrellevar con dignidad mis neurosis y conciliar mis contradicciones,<br />

mis dudas y certezas. Hablo de propósitos, claro está. No sé<br />

si son logros.<br />

Me han llamado mucho la atención estos versos tuyos:<br />

“Si soy conciencia expansiva, ¿por qué este ser mío<br />

aprendió a decir yo soy<br />

y a sentir el vértigo de su propia <strong>identidad</strong>?”<br />

¿Hasta qué punto podemos modelarnos a nosotros mismos, alejarnos,<br />

tal vez, si fuera necesario, del vértigo de lo que seamos, forjarnos<br />

una <strong>identidad</strong> propia, tan inmersos como estamos en la colectividad<br />

a la que pertenezcamos?<br />

Es difícil modelarnos a nosotros mismos completamente porque estamos<br />

influidos por lo que nos rodea, empezando por el factor educativo<br />

impuesto desde que nacemos. Un modelo de socialización irremediablemente<br />

coercitivo. Por eso decía que hay que ser receptivo y al mismo<br />

tiempo saber escoger. Ser uno mismo sin perder de vista a los demás.<br />

<strong>La</strong> genuidad no es tarea fácil, pues la constatación de ser individuos<br />

únicos con todos nuestros conflictos personales e intransferibles, nos<br />

provoca vértigo. A mí al menos me sucede. Tenemos la necesidad de<br />

autoafirmarnos, de significarnos, de encontrar una salida en el laberinto<br />

de nuestra propia <strong>identidad</strong>. Necesitamos de cuando en cuando desenjaular<br />

el animal que llevamos dentro para que nos desubique del<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 104 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


conformismo en el que nos hemos asentado. Nos urge reivindicar nuestra<br />

individualidad a la vez que la tememos, y ese temor (o vértigo) nos<br />

salva del autismo, del solipsismo, de la burbuja aislante, y a la vez nos<br />

permite explorar el mundo y relacionarnos con los demás que, paradójicamente,<br />

son los que reafirman nuestro yo (aunque también pueden<br />

destruirlo). Por eso debemos aprender a decir yo y a sentir ese vértigo,<br />

ese estupor que nos provoca nuestra propia existencia, motivo de fascinación<br />

y temor de tantos artistas y escritores. Es necesario preguntarnos<br />

por nuestra <strong>identidad</strong>, (recordemos ese “¿Quién soy yo?” que resuena<br />

en la primera línea de la novela autobiográfica Nadja de André<br />

Breton y retumba en el título de uno de los célebres poemas de León<br />

Felipe), reconocernos uno y múltiple como Whitman escribió (“Yo soy<br />

inmenso, contengo multitudes”). Cuando la <strong>identidad</strong> individual es monolítica,<br />

intransitiva, absoluta, inconmovible, deviene fanatismo. Si esto<br />

mismo sucede con las <strong>identidad</strong>es colectivas (políticas, religiosas, etc.):<br />

surgen los totalitarismos y fundamentalismos.<br />

Siguiendo este hilo, sobre la infancia y la primera juventud,<br />

¿cuánto le debe nuestra personalidad, nuestro ser, a los pequeños<br />

individuos que fuimos? ¿Cómo sientes que sea el proceso de construcción<br />

de la <strong>identidad</strong> en nuestros primeros años, los factores<br />

más relevantes que intervienen?<br />

Nuestra personalidad le debe mucho, para bien y para mal, a la infancia<br />

y a la primera juventud. Es cierto que la <strong>identidad</strong> se forja en el<br />

tiempo y es la suma de nuestras satisfacciones y decepciones, pero una<br />

parte importante de esa suma procede de nuestros primeros años en el<br />

mundo. Son muchos los factores que influyen en la construcción de la<br />

<strong>identidad</strong> en el principio de nuestras vidas, desde la educación que recibimos<br />

de nuestros padres y maestros hasta la relación con los compañeros<br />

de clase, los hermanos, los primeros amigos, así como el concurso<br />

de numerosos azares, sin olvidar el surgimiento de la sexualidad. Convivimos<br />

–y a veces entramos en conflicto– con el que fuimos y con el<br />

que hubiéramos deseado haber sido. Vivimos entre el infierno del que<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 105 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


pretendemos huir (la realidad más cruda y rugosa) y el paraíso al que<br />

intentamos acceder (constituido por el conjunto de nuestros anhelos y<br />

ensoñaciones de adultos y de nuestros asombros infantiles). A veces resurge<br />

lo que creíamos lejano o superado y nos encastillamos en la nostalgia.<br />

Yo creo que una <strong>identidad</strong> propia bien forjada consiste, sobre<br />

todo, en hacer habitable el presente.<br />

Preparando este número no puedo dejar de pensar en la enorme<br />

influencia de los medios de comunicación en la forja de la <strong>identidad</strong><br />

de las personas, en el pensamiento único, en la alienación,<br />

¿cómo sientes este tira y afloja entre lo que en ocasiones se pretende<br />

que seamos y lo que uno siente que es o que debe ser?<br />

Sí, claro, tienes razón. Cuanto más evolucionan los medios de comunicación,<br />

más influencia ejercen en las personas. Hay algunos –escasos<br />

y, por desgracia, minoritarios– que están diseñados para informarnos y<br />

rescatarnos de la prisión del pensamiento único, pero la mayoría tratan<br />

de dirigirnos, de alienarnos, de controlarnos. <strong>La</strong> era de la tecnología digital<br />

nos permite acceder de manera directa a lo que sucede en el mundo,<br />

pero también nos hace más vulnerables a la manipulación y el engaño.<br />

El exceso de información desinforma y genera confusión y ansiedad.<br />

Cada vez nos cuesta más distinguir entre lo que es verdad, mentira<br />

o solamente veraz. Por otra parte, los medios de comunicación están<br />

contribuyendo a la creación de una sociedad hiperactiva, acelerada y<br />

excluyente. Ese tira y afloja del que hablas es necesario pero no saludable,<br />

me temo. Los que mostramos resistencia salimos derrotados, y la<br />

derrota implica el sentimiento de soledad, de no estar al día, de ir contracorriente,<br />

de estar fuera de sitio. Pese a todo, hay que ser inconformistas<br />

y aprender a cuestionar valores incuestionables de la sociedad<br />

mediática y consumista, aunque ello suponga quedar al margen del<br />

mainstream que dictan los que manejan los hilos del poder.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 106 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


¿Por qué crees que es tan fuerte, o puede serlo, el sentimiento<br />

de <strong>identidad</strong> nacional, de pertenencia a un pueblo determinado, a<br />

una geografía dada, a tal cultura?<br />

Es una pregunta difícil de responder, entre otras cosas porque ni siquiera<br />

se ponen de acuerdo, sociólogos, antropólogos y demás expertos.<br />

Es inevitable sentirse parte del país o de la cultura a la que perteneces,<br />

otra cosa, son los nacionalismos y los patrioterismos, que no comparto<br />

en absoluto y me parecen desfasados, aunque vuelven a estar en<br />

auge. Yo creo que ese sentimiento de <strong>identidad</strong> nacional tan fuerte responde<br />

a patrones emocionales e incluso irracionales, como está sucediendo<br />

en Cataluña, por ejemplo. Asimismo, influyen mucho en la creación<br />

de paradigmas identitarios los discursos ideológicos populistas y<br />

manipuladores. Cuando una colectividad alude a su <strong>identidad</strong> (cultural,<br />

étnica, nacional) suele desconocer o negar su propia diversidad interna.<br />

Por otra parte, estos tiempos de soledad, deriva y confusión que estamos<br />

viviendo alientan la necesidad de integración ciega en la tribu.<br />

A mí personalmente creo que lo que más me ha hecho mella en<br />

lo que siento como mi <strong>identidad</strong>, en mi manera de ser, ha venido<br />

de la mano de ciertos libros, de la palabra escrita, del lenguaje en<br />

la literatura. Siguiendo este camino, ¿la <strong>identidad</strong> no es más que<br />

un discurso, una sucesión de conceptos, palabra sobre palabra,<br />

unas frases a las que nos agarramos? ¿Cómo sientes la relación entre<br />

lenguaje e <strong>identidad</strong>?<br />

Estoy de acuerdo contigo. Yo también fui labrando mi <strong>identidad</strong> a<br />

través de los libros, de la palabra escrita. También, aunque en menor<br />

medida, a través de otros lenguajes, como el pictórico y el musical. En<br />

efecto, lenguaje e <strong>identidad</strong> son conceptos estrechamente interrelacionados.<br />

“Mi patria es mi lengua”, escribió Pessoa, y el escritor rumano<br />

Norman Manea afirmó que su lengua es su hogar. Creo recordar que<br />

Juan Gelman dijo que en su exilio la lengua era su única patria. Son<br />

muchos los escritores que han afirmado lo mismo. Yo opino como ellos.<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 107 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


Mi verdadera patria es la lengua en la que me expreso, lo cual no quiere<br />

decir que desdeñe otras lenguas y que rehúse aprenderlas. Ojalá fuera<br />

un políglota.<br />

Voy a rescatar otros versos tuyos, están geniales:<br />

“<strong>La</strong> casa seguirá aquí,<br />

mis antepasados sufrieron mucho por ella.<br />

<strong>La</strong> casa se resiste inútilmente bella como<br />

la que soñamos.<br />

Ella me protege de mí mismo<br />

y me ofrece una <strong>identidad</strong>”<br />

¿En qué medida somos nuestro pasado, nuestros antepasados,<br />

nuestra familia, o es sólo un suelo necesario, a veces, para armar<br />

nuestra propia vida pudiendo tener unos cimientos ya dados, un<br />

punto de partida?<br />

Te agradezco el comentario, Rubén.<br />

Como he dicho anteriormente somos en cierta medida nuestro pasado.<br />

<strong>La</strong> nostalgia, tan denostada por los nuevos sacerdotes de la felicidad<br />

como sentimiento reaccionario y estéril, nos hace humanos, nos<br />

distingue de los animales. El animal vive en continuo estado de supervivencia,<br />

en un eterno presente inhóspito. El hombre es capaz de regresar<br />

al pasado y de anticiparse al futuro. <strong>La</strong> nostalgia es una añoranza del<br />

bien perdido o de lo que no nos fue dado vivir, y también de lo que deseamos<br />

alcanzar, de aquello que esperamos y no estamos seguros de<br />

conseguir. Lo importante, yo creo, es no mirar siempre hacia atrás, no<br />

padecer el síndrome de la mujer de Lot. Cuando esto ocurre la nostalgia<br />

resulta petrificante.<br />

Por otra parte, hay que tener en cuenta que el pasado también tiene<br />

sus cavernas; aunque tendemos a idealizarlo, nos puede jugar una mala<br />

pasada enviándonos oscuros emisarios. Tratamos de quedarnos con lo<br />

mejor del pasado y creemos que el olvido nos libera de las oscuridades<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 108 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


y por eso revivimos todo lo bueno que fue; mas el olvido es un imposible:<br />

siempre acabamos tropezando con los despojos de quienes fuimos.<br />

<strong>La</strong>s malas hierbas de la memoria también nacen en los jardines de la<br />

placidez.<br />

Nuestros antepasados, nuestras familias, influyen en la creación de<br />

nuestra <strong>identidad</strong> a través de dos vías: la genética y la educativa. Nadie<br />

puede decir “Yo soy mi dueño y señor”, porque en cierto modo nunca<br />

logramos independizarnos del todo de quienes nos dieron la vida, ni de<br />

nuestros antepasados, especialmente de los más directos, los que llegamos<br />

a conocer. Pero, insisto, sólo influyen parcialmente en nuestra personalidad.<br />

No quiero decir que ellos sean responsables directos de lo<br />

que somos.<br />

En mi caso, escribí los versos que citas (pertenecen a mi poemario<br />

Sin lugar seguro) durante una crisis personal agravada por una repentina<br />

precariedad económica que hizo temblar todos los cimientos de mi<br />

<strong>identidad</strong> cuando más seguro e independiente me sentía. Mi libro refleja<br />

aquellos duros momentos, pero también mi lucha por salir adelante<br />

apoyándome en un rescate de mis recuerdos de la infancia, con la casa<br />

de mis abuelos maternos como metáfora de mi vida. Sin lugar seguro<br />

me salvó de caer en el abismo.<br />

José Luis, para terminar, como poeta que eres, ¿cómo crees que<br />

afecta tu poesía a tus lectores en la formación de su <strong>identidad</strong>, en<br />

su vida en general? ¿Qué te haría sentir pleno cuando se leen tus<br />

versos?<br />

No puedo responder la primera pregunta. Honestamente no sé si<br />

mis versos pueden llegar a influir en la formación de la <strong>identidad</strong> de<br />

mis lectores. Lo que sí sé es que tengo algunos lectores generosos y<br />

atentos que me han estimulado con sus comentarios. No son muchos,<br />

pero sí son fieles.<br />

Días pasados he releído Defensa del fervor de Adam Zagajewski. El<br />

autor polaco reivindica esta palabra, fervor, que significa hervir y tiene<br />

la misma raíz que fiebre. El autor no renuncia a la ironía, pero cree que<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 109 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


un poeta no será tal si no se deja poseer por el fervor, así de claro, aunque<br />

suene cursi. Yo reivindico ese fervor en mi poesía y me gustaría<br />

que mis lectores sintieran esa intensidad que yo trato de transmitir en<br />

mis poemas, y que respondieran las preguntas que yo me hago. A los<br />

anemotivos que se acercaran con cierta aprensión a mis poemas les diría<br />

–al menos yo así lo veo y trato de llevarlo a la práctica– que no hay<br />

que limitar la experiencia poética; que se puede lograr un acuerdo entre<br />

lo racional y lo instintivo, entre el pensamiento y la revelación; que<br />

uno puede buscar el sentido de la vida en sus propios sentimientos y<br />

emociones y en lo expresado por otros poetas, interrogando a la realidad,<br />

abarcando sus horrores, maravillas y sinsentidos.<br />

Por otra parte, siento a veces que la poesía es un ejercicio fútil que a<br />

nadie puede importarle ¿Quién va a atender a lo que me conmueve, si<br />

cada cual se inclina hacia su propia soledad? Mi fe en la poesía está llena<br />

de plenitudes y dudas, y cuando estas últimas se manifiestan como<br />

un ejército al asedio, ganas me dan de dejar todo lo que tenga que ver<br />

con la escritura poética. Pero pronto salgo de mi extravío para seguir<br />

perseverando en una labor tenida por inútil que a mí me resulta inevitable.<br />

Como dijo Georges Bataille: “Nadie puede acusar al poeta de no<br />

ser multitud”. Me basta con que alguien venga a sentarse junto a mí.<br />

Alguien que, leyéndome, escarbe en mis raíces y justifique mi entrega a<br />

la poesía.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 110 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


COLABORADORES<br />

FERNANDO PÉREZ BELTRÁN<br />

Pintor hiperrealista nacido en Valencia en 1979. Doctor Cum <strong>La</strong>ude en Bellas Artes<br />

por la Universidad Politécnica de Valencia. Con claras influencias de su abuelo<br />

materno y maestro pintor realista Beltrán Segura y de pintores del ámbito del<br />

realismo español contemporáneo, apuesta por una pintura extremadamente<br />

realista; intentando abordar la representación más fiel de la realidad de su entorno<br />

cotidiano con un alto contenido psicológico y simbólico. <strong>La</strong> opción pictórica vivida<br />

como cotidiana normalidad se trasmite en muchas de sus obras. Mezcla en su<br />

pintura el lenguaje fotográfico y el lenguaje académico más tradicional en una<br />

búsqueda constante de expresión dentro de la pintura figurativa más fiel al<br />

realismo. <strong>La</strong>s pinturas que aquí mostramos son óleo sobre tabla.<br />

https://perezbeltran.wordpress.com/<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 111 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


KITA ETSUKO<br />

My desire to make photos lies exclusively in my petty effort to delve deep into the<br />

realms of existence, self­knowing and release whatever is discovered in that<br />

bottomless void. I only strive to shed light into this thick darkness of self. My<br />

visions are part of that long journey that I have recently embarked on, longing to<br />

make them timeless.<br />

https://www.facebook.com/pg/kitaetsukophotography<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 112 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


LUCIE GEFFRÉ<br />

Lucie Geffré es una pintora y escultora francesa, afincada en España. Le fue<br />

otorgada una beca de residencia en la Academia de Francia en Madrid, Casa de<br />

Velazquez. Ha expuesto en las Mall Galleries de Londres con la Royal Society of<br />

Portrait Painters y en el Espace Pierre Cardin de París. En España, ha sido premiada<br />

en el Salón de Otoño y el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Le representa la<br />

galería madrileña Modus Operandi.<br />

http://www.luciegeffre.com/<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 113 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


MICHELE PALAZZO<br />

Italian by blood, Architect by training, and Photographer by heart. Visual<br />

storyteller, weaving narratives through people’s movements and emotions.<br />

He lives and operate in New York.<br />

His photographs of architecture and life in the city have gained great acclaim,<br />

especially a recent series taken during Winter Storm Jonas. The rich, deserted<br />

winter cityscapes capture an enchanting side of New York City often obscured in<br />

modern times, and offer another glimpse of what makes the the city such a unique<br />

place.<br />

“I like to watch people and travel with my imaginations in their lives. My photos<br />

are tied to people and their environment, their movements and emotions, I’m<br />

interested on those little quirks that connect us as humans. It’s that sort of<br />

mundane daily things I want to document, and slowly it became a daily routine for<br />

me. It makes the world a little closer, especially in NYC.”<br />

http://www.streetfauna.com/<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong> 114 <strong>La</strong> <strong>identidad</strong>


JOSÉ LUIS ZERÓN HUGUET<br />

Nace en Orihuela el 28 de octubre de 1965. Fue miembro fundador y director de la<br />

revista literaria Empireuma. Su producción poética consta de dos plaquetas:<br />

Anúteba, conjunto de poemas suyos y de Ada Soriano (Ediciones Empireuma,<br />

1987), y (Pliegos de Poesía del Instituto de Cultura Juan Gil­Albert, 1997); Y los<br />

libros Solumbre (Ediciones Empireuma, 1993), Frondas (Ayuntamiento de<br />

Piedrabuena y Junta de Comunidades de Castilla <strong>La</strong> Mancha, Ciudad Real, 1999),<br />

El vuelo en la jaula (Cátedra Arzobispo Loazes, Universidad de Alicante, 2004), <strong>La</strong>s<br />

llamas de los suburbios (Fundación Cultural Miguel Hernández, Orihuela, 2010),<br />

Ante el umbral (Instituto de Cultura Juan Gil Albert, Diputación de alicante,<br />

Alicante, 2009) y Sin lugar seguro (Ed. Germanía, 2013). Hay poemas suyos en<br />

varias antologías y ha publicado ensayos, artículos, cuentos y poemas en numerosas<br />

revistas nacionales e internacionales. En 2016 la madrileña editorial Polibea<br />

publicó su poemario De exilios y moradas, y este año Perplejidades y certezas en la<br />

editorial Ars Poetica. Ha obtenido, entre otros, los siguientes galardones literarios:<br />

Premio Nacional de Poesía “Nicolás del Hierro”, Ayuntamiento de Piedrabuena<br />

(Ciudad Real), 1999; Premio Nacional de Poesía Ciudad de Callosa, 2000,<br />

Ayuntamiento de Callosa de Segura. Fue finalista del Premio Nacional de Poesía<br />

Miguel Hernández, Fundación Miguel Hernández año 2000. Su libro El vuelo en la<br />

jaula (Universidad de Alicante, Cátedra Arzobispo Loazes) fue seleccionado para el<br />

Premio de la Crítica del año 2004 por los miembros de la Asociación Española de<br />

Críticos Literarios y los componentes del jurado.<br />

<strong>La</strong> <strong>identidad</strong> 115 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVIII</strong>


LA IDENTIDAD<br />

NÚMERO <strong>XXXVIII</strong><br />

NOVIEMBRE 2017<br />

REVISTA EXCODRA<br />

http://excodra.wixsite.com/excodra

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