Excodra XXXVIII La identidad

zanja, en la soledad huraña de su cuarto, la ebriedad ya atenuada o
desaparecida ustedes se despiertan pregunten al viento, a la ola, a la
estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo
lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntenle qué
hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, contestarán:
¡Es hora de embriagarse!
Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo,
¡embriáguense, embriáguense sin cesar!
De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca.”
Y si los sueños, los deseos de hacer y sentir, se me caen a los pies los
recojo; y ya no me queda nada para escupir, joder, que me desmorono.
Encontrarse relajado y en estado de ninguna sensación ardiente es una
mierda.
Me siento en el suelo de mi habitación buscando nuevas
perspectivas –de aquéllas...–, enciendo un cigarro y contemplo los
segundos pasando sin peso delante de mis ojos. Puaj. Qué asco –como
diría una que me sé yo...–. Y escribo esto sobre ascos y demás: “La
confianza da asco... –dijo levantándose del pequeño viejo sofá y con el
alcohol y la coca sentándose en su pecho y en su voz–. Cierto, es como
los coños... pero como dicen en mi tierra, para posteriormente levantar
las cejas y bajarlas al instante con risa picarona: “Sí, pero que asco más
rico”.
¡Viva la confianza! ¡vivan los coños! –y recostando la cabeza en el
otro sofá eliminé con gusto el humo de mis pulmones pensando en la
confianza... y en los coños...”
Y ahora me sale un poema o un yo qué sé de maceta con flores rojas
hambrientas de carne de sol a la plancha:
“Un pie tras un abismo,
el otro duro y frío
resplandece en la noche
sujeto por la espada en que me fío.
La identidad 11 Excodra XXXVIII