Excodra XXXVIII La identidad

Turbulencias
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Estaba haciendo aguas turbulentas y revueltas y sucias en la hoja,
en esa hoja homicida que quema porque en ella gobierna el afilado
lápiz, el flexo, la oscuridad, la claridad mental y el texto sincero;
escribía maneras de morir, porque “maneras de vivir” ya me conozco
unas cuantas... estaba escribiendo algo como: “y agarraría un lapicero/
y a ambas manos/ fuertemente/ ¡entre el pómulo y la frente!/ haciendo
de mi mente/ un cenicero.” Es metafórico, se entiende… si escribía
cosas como ésta es porque me han matado, literalmente... “¿Por qué?
¿por qué? ¿por qué?/ ¿por qué duele el amor?”, decía la canción, y
ahora respondo: “Porque se acaba, porque se vuela y desvanece, porque
murió”. Cuando pierdes a quien amas se borra tu identidad, se
distorsiona, se quiebra. Dejas de ser un poquito quien eras. Es curioso
cuando en un momento de la vida la decides viajar con otra persona y
hay ahí cierta fusión que vuelve el par unidad. Somos seres que en
compañía somos también uno. Recibir afecto, ternura, el cariño de las
personas a quien amas es de las cosas más hermosas y valiosas que hay
en la vida, tan efímera, tan jodidamente pasajera. Somos a quien
amamos, la identidad se diluye cuando te dejan de querer y cuando
pierdes a la persona que amabas. La afinidad con los demás es lo que
nos fija la personalidad, la que nos hace agradable nuestra manera de
ser, la que nos identifica de la más firme manera: en el conflicto sólo
hay búsqueda de aguas mansas, su finalidad, donde la cohesión es
posible, donde pueden sustentarse, mantenerse, los límites de lo que
uno es. La identidad es una marea de turbulencias en el encuentro con
el otro.
O
Excodra XXXVIII 26 La identidad